Partida Rol por web

A Leland no dejaba de asombrarle el complejo de superioridad de la mediana, inversamente proporcional a su estatura. Ya no sabía si tomarse las puyas de la mujercilla en serio o en broma. Era como estar casado pero sin los escasos beneficios que podrían dar el matrimonio, sobre todo con un cuerpecillo tan minúsculo como el de ella. La miró con los ojos entrecerrados, intentando saber si el origen de ése carácter estaba en que era mujer, en que era mediana, o en que era pobre.- Eh... sí, claro. Lo que tú digas, Aleena. - Concluyó.- Pero lo mejor será ponerse en marcha de inmediato.

Mientras habláis, un ligero sudor frío recorre la frente del elfo, que se pasa la lengua por los labios sin saber qué hacer. Cuando tiene la oportunidad, se escabulle un momento y le pega un lingotazo a una botella de vino que no sabéis de donde ha sacado. Como si fuese un bálsamo, el sudor desaparece, la cara se le alegra y parece encontrarse mejor.

Ale, cuando queráis. Debemos investigar lo ocurrido. Os sigo.

Salis del Trasgo Dorado en dirección al apartamento de Lymas Smeed, el prestamista. Saul os ha indicado que se encuentra en la calle de la Rata, en una zona de la ciudad de calidad media, aunque aseada y con poca delincuencia.

En el camino os dáis cuenta de que algo raro pasa. Aunque hay poco viento, habéis oído el golpeteo metálido de varias veletas al pasar por el puerto. Curiosamente, al fijaros os dáis cuenta de que algunas de ellas apuntan hacia donde no deben, incluso en contra de la dirección del viento. De hecho, tenéis que esquivar alguna que es arrancada de su soprote en los tejados por la tensión que sufría. Al poco rato, a pesar de que el viento no ha variado de intensidad, se liberan repentinamente y todas vuelven a apuntar donde deben, en la dirección del viento. Extrañados pero sin saber si era un fenómeno habitual en Puerto Enigma, continúais vuestro camino.

Llegáis al apartamento del prestamista. Es una pequeña casita de dos pisos flanqueada por un par de estrechos callejones. Hacia la zona izquierda de la fachada principal de la casa, una puerta de muy buena calidad se encuentra cerrada en el piso inferior, en el nivel de la calle. Encima de ella, una ventana cerrada con tablones es el único detalle presente en el segundo piso.

Un detalle curioso es que la puerta principal posee una trampilla metálica a una altura de 1,6 metros aproximadamente. Otro detalle es un letrero al lado de la puerta que muestra una pila de monedas de oro sobre el nombre: "Prestamos Calle de la Rata - Solo con cita previa".

Miro a Leland con una sonrisa encantadora, esperando a sus acciones. Al fin y al cabo la idea de venir aqui primero fue suya

- Que el cielo se abra y mal rallo me parta. - masculla Aleena meneando la cabeza, para luego señalar a las veletas y al cielo- Llevo toda mi vida en esta ciudad, y eso no es normal. Están apuntando a la maldita sombra. Algo no esta como debiera. Las cosas raras siempre son problemas. Y esta tiene una pinta de rara que no puede con ella

- Aleena, a veces me pregunto donde te has dejado el carro*. Con esa sonrisa tan encantadora que tienes ¿como eres capaz de decir todo eso sin ruborizarte? ¿Y qué es eso de que las veletas apuntaban a la sombra?

-No os preocupéis, será cualquier fenómeno meteorológico producido por una condensación de mal gusto junto a una gran masa de agua.- Intentó zanjar Leland deteniéndose frente a la puerta.- "Sólo con cita previa"...- Masculló.- Y esa trampilla es muy, pero que muy rara. Voy a entrar.- Dijo decidido a sus compañeros.- Puede que alguno de vosotros debiera quedarse vigilando esa trampilla. No sé para qué sirve pero no me gustaría que el señor Smeed se escabullera por ella.

Leland se atusó la ropa, se sacudió el polvo de la cazador y abrió la puerta (o lo intentó), pasando al interior del local mientras preguntaba a todo volumen -¿Hola? ¿Puede alguien darme una cita?-

Intentas abrir la puerta pero está cerrada.

- ¡Espera Leland! - digo mientra agarro al bardo del brazo -. Esa trampilla está a la altura perfecta para usar una ballesta desde el otro lado. Limítate a llamar a la puerta y apartémonos un poco.

Aleena hace algo aterrador. Se queda callada. Es la primera vez que ocurre tal cosa desde que la conoceis. Sigue con vosotros, aunque ahora algo rezagada y mira cada poco tiempo al cielo con clara aprensión

Al poco de tocar en la puerta, la trampilla de la puerta se abre repentinamente, mostrando al otro lado la cara de un hombre sucio, desarreglado, de barba irregular y sudoroso. Además, emana de él un olor a tabaco que echa para atrás. Se aprecia el humo a su espalda.

¡¿Quién es?! - su voz suena ronca, y es muy brusco hablando. - Un momento. - os mira a todos. - Vosotros sois los hombres de Saul. Sí, os reconozco. ¡Largo de aquí! ¡Y decidle a Saul que lo que me debe se doblará si tiene los huevos de volver a enviarme a sus matones a mi casa!

Inmediatamente, el ventanuco se cierra con estrépito, dejandoos en la calle con un palmo de narices.

 Giro mi cuello, desentumeciendolo, con un par de crujidos.

- bueno... ¿quereis intentar algo con vuestra diplomacia o usamos... la mia? - digo mientras doy unos toquecitos a mi hacha