Partida Rol por web

El hombre os ha juzgado, bien mediante su fanático empeño en acabar con el mal, o bien actuando supuestamente en nombre del Oscuro, mas aún debéis esperar al Juicio Divino antes de que el Paraíso o el Infierno acojan vuestras almas mortales. Bienvenidos al más allá, donde los caídos moran esperando su turno en el eterno juicio del Señor.

...Mas aún queda sitio para la esperanza entre los que por estos lares deambulan. No desesperéis, mantened vuestra fe, y quizá seais recompensados. Los milagros existen.

Despierta en aquel lugar, a punto de ser juzgado. Observa a su lado William, el cabrero, y no puede evitar mirarle con disgusto.

- Maldito brujo... 

- ¿Eres aficionado a la caza? - Le pregunta William al Herrero dibujandose una maliciosa sonrisa en su rostro :).

- Al menos te lleve conmigo - Sonríe también, pero conteniendo sus ganas de molerle la cara a puñetazos.

A parte de los dos fallecidos, un tercer alma está presente en este "lugar", si es que se le puede llamar así. 

Otra vez esa sensación. Hacía tiempo que no me pasaba, pero era algo imposible de olvidar. Noté un cosquilleo que recorrió todo mi cuerpo, y después... ahí estaba. La conexión.

- Siento tener que conocerles en esta situación... -Siempre era difícil empezar, aunque al menos parecía que estos dos sabían que estaban muertos.

- Bienvenida Ann, ponte cómoda, -

- No. Yo no pertenezco a este plano. -Le miré con cierto recelo.- Marcus... ¿por qué ha llamado brujo al pastor? Es sin duda una acusación muy grave.

Mira a Ann, y dibuja una sonrisa en su rostro. Se le acerca corriendo y le abraza repentinamente, en un ataque de efusividad.

- Gracias al altísimo, no sé que habría sido de mi si me dejaban solo con este enfermo un segundo más. -

Se separa entonces de Ann, y se separa de ella.

- Por la noche vi sombras pasearse por el lugar, a los brujos, este malnacido me arrojó uno de sus encantamientos, pero pude disparar y acabar también con su vida. - 

Luego volvió a mirar a la chica, más apesadumbrado. - Se que estoy muerto... Pero al menos he logrado llevarme a uno de los brujos conmigo... son varios, así que tengan cuidado. -

Me sobresalto al ver su respuesta tan efusiva. Me persigno y carraspeo, tratando de hacer como que no había pasado nada.

- Marcus... ¿ha visto a algún otro seguidor del maligno? ¿O algo... cualquier cosa que pudiese servirnos de pista? -Esperaba que así fuera, pero sinceramente, lo dudaba...- He de decirte también que la señorita Van Straten dejó caer... -sonreí de lado- más bien dijo abiertamente que de ser uno de los dos un brujo, seguramente sería usted... Pero no se alarme, no se alarme. Nadie más cree que usted sea siervo del maligno. -Volví a sonreír.- Curioso cómo ha intentado hacer ver al resto que el culpable era sin duda usted.

- Lamentablemente no vi el rostro de nadie más, como dije, parecía que estuvieran envueltos en las sombras de la noche, dispare sin saber quién me atacaba y me encuentro con este animal. - Observa a William de reojo, para luego escupir al suelo en su dirección.- Maldito seas brujo.-

- Entonces Van Straten ha de ser otra de las siervas del maligno... - Le sonríe a la chica.- Me da pesar morir, pero bueno... Al menos no me vine solo. Sea cuidadosa señorita Ann, si se enteran que usted puede hablar con nosotros puede que la maten los brujos o la cuelguen nuestros propios vecinos, no quiero que se arriesgue por comunicarles lo que hice. -

Entre la niebla se empieza a distinguir una silueta lejana, que se acerca cada vez más hasta que finalmente se revela como el alma de Samanta.

Observa a Samanta, mirándole desconfiado, si ella estaba aquí, era porque había sido ajusticiada por el pueblo. Se separo de Ann, poniéndose frente a ella de forma protectora.

- ¿Por qué has venido a parar aquí? - Preguntó, sin despegar la mirada de la mujer

Casi de la nada, poco a poco se empiezan a distinguir las siluetas de dos mujeres. Son las almas de Eileen Schulze y de Katherina Reyghers.

Mi yo físico cerró los ojos durante un instante más largo de lo normal. Demasiadas almas intentando contactar conmigo... Nunca habría pensado que podía lidiar con algo que necesitase tal nivel de concentración. Esperaba que no me empezase a doler la cabeza.

- ... Señoritas, ¿tenéis idea de cómo ha ocurrido? -Me dirigí a las dos últimas almas, la de Eileen y la de Katherina. Samanta por su parte no parecía querer colaborar... y tampoco le extrañaba, había sido acusada directamente de brujería por la señorita Mary Jensen.

Los hechos de la noche anterior aún estaban recientes en mi memoria. Aún podía sentir el malestar que reinaba en mi cuerpo, por haber acusado a la señorita Samanta de brujería (aunque finalmente pareció que así era). También recordaba cálidamente los momentos con el señor Statham; sobre todo su inquietante proposición. Me parecía un poco atrevida, dadas las circunstancias en las que nos encontrábamos entonces... Pero nada de eso importaba ahora.
Intento ubicarme en algún lugar en concreto, pero la verdad es que estoy totalmente perdida. No sé donde estoy, ni cómo he llegado aquí, aunque una creciente angustia se apodera de mí. No quiero pensar en que lo que más temía haya podido ocurrir. No podía ser cierto, que después de tan alentadores hechos sobre mi futuro estuviesen tomando forma, yo estuviera...
De repente, escucho una voz. Tardo en darme cuenta de donde proviene, pero al cabo de unos segundos me percato de la emisora:
- ¿Se... Señorita Lovett? -digo algo atolondrada- Gracias a dios... Dígame, ¿estoy... muerta? -mis palabras no dudan, pues de ser cierto que había fallecido aquella misma noche, cualquier pérdida de tiempo ocultando la verdad era innecesaria.
- Lo siento, Ann... Pero no recuerdo nada. Quiero decir, no entiendo cómo he llegado aquí... ¿Ha sido obra de las brujas? -lamento el no poder ser de ayuda para la señorita Lovett -A propósito... ¿por qué puedo hablar con usted? -me doy cuenta de las extrañas circunstancias en las que me hallo sumergida.

Espero pacientemente, pues entiendo que son muchas las preguntas a las que debe responder la señorita Ann. Sin embargo, hay una última pregunta que debo cuestionarle antes de dejarle tiempo para contestar:
- ¿Hay algún modo de salir de aquí? -digo con las manos cogidas a la altura del corazón. Intento no pensar en lo estúpida que resulta mi pregunta, y con todas mis fuerzas espero que la señorita Lovett me de algunas esperanzas en volver a la vida.

Observa la llegada de las señoritas Eileen y Katerina, poco después de la llegada de Samanta. Escucha con atención las preguntas de la fallecida Schulze, y se anima a contestar.

- Así es... nos encontramos muertos. - Responde, con cierto pesar en su voz. Era una lástima realmente estar muerto, sobre todo cuando consideraba que él mismo podría ser más útil en el mundo de los vivos.

- Imagino que ha de ser por obra de las brujas que se encuentre aquí... Pero descuide, al menos tenemos la seguridad que una... o uno de ellos - Se gira a mirar de forma despreciativa al muerto William - ha caído también. 

- Al parecer la señorita Lovett puede comunicarse con los muertos, no me atrevería a decir que es una bruja, puesto que me ha ayudado a confirmar mis sospechas de qué Victoria Van Straten también era una de ellas, ¿es cierto que cuando encontraron mi cadáver me acuso de brujo? Pues no es así, cuando me fui a dormir salí a ver si las brujas se encontraban entre nosotros, pero solo vi seres envueltos en sombras. Uno de ellos me atacó y le dispare, y resulta que este sucio animal de Wellington era uno de ellos. - Habló rápido y sin pausa, como si quisiera descargar de alguna forma la frustración que sentía.

- Y por lo que sabemos, solo Jesucristo fue capaz de volver de la muerte por voluntad propia... - Suspira, y respira.

- Señorita Ann... puede que sea mucho pedir, pero quisiera que le dijera a quienes aún están con vida y buscando a las brujas que azotan nuestro poblado que soy inocente, y que cuando William me atacó me lo traje conmigo. La verdad, no me gustaría que el pueblo me recordase, si es que lo hace, como un brujo. - En su mirada se muestra pesar y preocupación.