Partida Rol por web

El Alguacil aceptó con un leve gesto de su cabeza el arma de Nathan y agradeció su cooperación. Se había mantenido al margen hasta ahora, pero decidió alzar la voz para pronunciarse.

-Por el momento, saben lo que necesitan saber. Nadie saldrá de aquí hasta que todas las brujas hayan caído. No deben preocuparse por sus familiares y los demás habitantes del pueblo. 

El señor Clemins hablaba con un tono serio y grave. No era un hombre temeroso nada más que de Dios, pero un leve quiebro de su voz daba a entender que realmente estaba convencido de que estaban allí encerrados con las brujas.

La oscuridad es cada vez mayor, y algunos se fijan en que el verdugo sigue, imponente, guardando la puerta. El propio Gobernador Comerton está encendiendo algunos candelabros con una vela que nadie sabe de dónde ha sacado. Cuando el viento helado apaga uno de los candelabros que acaba de encender, deja la vela a un lado y, tranquilamente, cierra las ventanas, mientras el resto del mundo aguarda en silencio, espectante.

El aullido del viento que se filtra a través de los medio podridos marcos de madera es estremecedor. La noche ha caído, y un lobo aúlla en la distancia.

-El ayuntamiento ha sido habilitado para esta ocasión especial. Dormirán aquí en los catres que hemos dispuesto para ustedes en el ala este y el ala oeste de la mansión. Los hombres irán al este, las mujeres al este. El propio Gobernador y yo pasaremos la noche aquí también, en el ala superior.

Reflexionen, hermanos, pues sólo ustedes pueden descubrir a las brujas entre nosotros. Lobos con pieles de cordero. 

Pueden retirarse cuando lo deseen.

-Gracias, señor Clemins.

El gobernador de Salem apagó con un leve soplido la vela que había utilizado para prender el resto de las presentes en la habitación. La iluminación era bastante pobre, pues sólo cuatro candelabros daban luz a la sala. Uno cerca de la puerta, a la derecha de Patrick el verdugo. Otro cerca de la escalera que daba a la planta superior, y otros en sendas puertas de las alas este y oeste.

-Hermanos, mañana serán ustedes el jurado. Aprovechen la noche para terminar de exponer sus posturas y finalizar sus argumentos, pues mañana habrán de esgrimirlos con soltura en el juicio. Cada palabra, cada gesto, el más mínimo detalle, puede ser indicativo de culpabilidad. Estudien bien a todos cuantos moran con ustedes, y recen al Señor para que salve sus pobres almas.

Mientras el Alguacil y el Gobernador hablaban yo no les hacía mucho caso, la señorita Reyghers me había dicho unas palabras que no creí poder escuchar en esta situación, así que en el momento en que acabó de hablar el Gobernador de acerqué a ella -Señorita Reyghers, gracias por sus palabras, créame que mi intención es ayudar y no lo contrarío aunque soy propenso a causar problemas, mas que solucionarlos...- le sonrío mientras le hablo demostrando que le agradezco sus palabras -He oído de usted a la gente de este pueblo, em...a los borrachos mas bien... de como está afrontando las adversidades que ocurrieron sobre su familia y avanza de una manera espléndida, perdone si me he metido en un tema que no me llamaban, pero la admiro por ello- Digo bajando la cabeza pero sin dejar de mirarla.

Me giro al señor Usher, pues su manera de hablar no se parecían en nada a las recibidas tampoco, así que sonriendo le digo - Claro, llevo lidiando con este tema desde los 7 años... cuando... -Mi cara cambia de golpe y desaparece la sonrisa... me doy cuenta que me están mirando, "debo cambiar esta cara" vuelvo a sonreír -bueno, lo dicho que entiendo perfectamente que a los demás les coja por sorpresa, pero mi vida... si no hay una bruja, es que algo no va bien... jaja- Digo intentando hacer una broma para que la gente empiece a tranquilizarse "Espero que sirva para calmar los aires que hay ahora mismo..." -Y yo diría que todos estamos usando la sensatez de la que habla, pero si no empezamos a exponer nuestras... dudas o "pruebas", por llamarlo de alguna manera, para que los demás puedan opinar... no avanzaremos nunca, así que si tiene la mas mísera sospecha de alguien le ruego que nos la diga, y así, todos podremos opinar al respecto y sacar nuestras conclusiones- Le devuelvo la sonrisa amable con la que me habló.

Observó confuso al alguacil cuando este dice que deberían de quedarse aquí encerrados hasta encontrar a las brujas.

- Esto... ¿Y qué pasa con las personas que aún están en el pueblo? ¿Por qué nosotros precisamente tenemos que estar encerrados aquí? ¿Somos los más sospechosos o qué? - Pregunto directamente, confundido y preocupado. - No puedo dejar el taller solo, tengo que fundir metal y si no alimento los hornos con leña no voy a poder trabajar... ¡Mi trabajo se retrasara en semanas! - Volvió a mencionar contrariado, aunque su mayor preocupación era que pasaran días encerrados allí, y que la comida que compró se pudriera en la espera.

Suspiré, contrariado. Mientras todos se quejaban al alguacil de que tenían que volver a sus quehaceres diarios, yo no me encontraba para nada disgustado. Obviando el hecho de que nuestra vida estaba en peligro por estar encerrado con un grupo de brujas asesinas, al menos esa noche dormiría en una cama. Llevaba meses, si no años sin hacerlo. Sin embargo, mas valdría librarse de las brujas cuanto antes, si no, pasariamos de dormir en una cama a dormir en un ataud. Si es que esas criaturas tocadas por lucifer, satanás, belcebú y vete tu a saber cuantos demonios más no tenían unos planes mas malignos y alejados de la senda de diós nuestro señor, si es que eso es posible.

Pero claro, no voy a ser yo el primero en retirarme a dormir, por mucho que mi espalda, acostumbrada a dormir en el suelo, ruegue por diós acostarse por una vez en tantos años dormir en una cama. Por eso mismo, me levanto, con claro rostro de cansancio, y crujo los dedos. Tengo la impresión de que, a fin de cuentas, poco o nada es lo que cuento en ese lugar. No soy mas que un simple mendigo, a fin de cuentas. Es triste, pero supongo que la amenaza de las brujas hace surgir nuestro lado realista.

-Señor West, no tenemos pruebas para inculpar a nadie.- Suspiro -Supongo que no queda mas que esperar a que pase la noche. Cuando llegue el día supongo que estaremos todos mas calmados. Aunque no estoy muy seguro de que la calma sea posible con un grupo de brujas en la misma habitación.

Me había mantenido callada todo el tiempo, no me atrevía a hablar. Gente más y mejor entendida que yo discutía asuntos de brujería, y hasta ahora yo no había dicho nada.. todavía. Me aclaré la garganta, carraspeando levemente, antes de comenzar.

-Todos se han presentado, y me parecería muy descortés no hacerlo yo.. Me llamo Mary Jensen, señores. Mi padre era el médico de la aldea, y me enseñó todo lo que sabía, hasta que por desgracia el señor lo llamó a su lado hace unos meses. Desde entonces, yo me ocupo lo mejor que sé de ayudar a las buenas gentes de Salem a sobrellevar sus enfermedades y heridas. No sé nada acerca de brujería, yo.. me dedico a salvar el cuerpo mortal. Les he oído argumentar al respecto sin decir nada, y poco puedo aportar. Me atemoriza que el maligno se haya instalado en nuestra aldea.. Haré lo posible para ayudar a desenmascarar a quienes lo adoran.

- Oh, perdonen mi descortesía, los recién llegados tal vez no me conozcan. - dijo mientras se acercaba al resto de los congregados - Soy el reverendo Alexander W. Greenberg y llevo unos años en este pueblo ejerciendo de sacerdote tras la muerte del venerable reverendo Ozymandias Bysshe, que Dios lo acoja en su Seno. Espero que aquellos que lo necesiten acudan a mi en busca de confesión y el Sagrado Perdón.

Sin más, el reverendo se dedicó a colgar algunos pequeños crucifijos de madera en la sala y a rezar oraciones para ahuyentar el mal que parecía haberse instalado en el pueblo.

Me santigüé repetidas veces cuando la iluminación de la estancia se hizo menor. Por lo general la oscuridad no me aterraba, pero el hecho de pensar que entre nosotros se encontraban criaturas del maligno... tan poca luz me hacía inquietarme aún más si cabía.

Tras escuchar como algún aldeano más se presentaba, les imité. No recordaba haber dicho mi nombre.

- Yo soy Ann Lovett. Granjera... -Bajé la mirada tímidamente.- como gran parte de la gente que puebla Salem. Y realmente no tengo idea alguna sobre brujerías... -fruncí levemente el ceño.- ¡ni tampoco quiero tenerla! Esas cosas no le hacen ningún bien a nadie... Pobres criaturas. Se han desviado del camino y ahora... ahora... no tienen salvación. -Finalicé, murmurando sobretodo para mi misma.

La situación de enclaustramiento, la poca luz que hay en la estancia unido al hecho de que estamos rodeados de brujas me crean una ansiedad y angustia terribles. Me llevo las manos a la cabeza, necesito aire fresco, sentir la cálida protección de mi familia. Me pongo a rezar para tranquilizarme, le pido a dios que me ilumine y que me dé fuerzas para no confundirme en el día de mañana.

-No hay pruebas ni indicios para inculpar a nadie... Es una locura lo que pretenden que hagamos, acusar así tan a la ligera, solo espero que los aldeanos mantengan sus cabezas frías y despejadas durante el procedimiento acusatorio. Prudencia es la palabra que siempre van a escuchar salir de mis labios. Me da pavor nombrarlas en voz alta porque temo que puedan haber represalias contra mi persona pero finalmente me decido a hablar y decir lo que pienso. Si las brujas cuentan con poderes sobrenaturales del maligno intentarán crear desconfianza entre nosotros y confundirnos a toda costa para que acusemos a los que son inocentes.

Habíamos pasado de estar en la plaza del ayuntamiento con alguacil y el gobernador. A estar todos los aldeanos concentrados en aquella plaza en una habitación del ayuntamiento.

En aquella habitación nos estaban dando unas explicaciones, o más bien nos informaban de que entre los presentes se encontraba la bruja.

Era decisión y cosa nuestra el descubrir entre nosotros aquella bruja o brujas...

Pero ¿cómo íbamos a saberlos?, ¿acaso nos íbamos a poner aquí todos a acusarnos y a matarnos?, ¿serviría de algo?. Eran tan surrealista todo aquello. Que no podía dar crédito a lo que se nos estaba pidiendo.

Escuché las palabras de aquel cazador de brujas, ya que era el experto entre todos los aldeanos presentes. Y como le había escuchado decir que sabía diferenciar entre una bruja a un aldeano. Ahora le escuché decir que llevaba desde los 7 años luchando contra ellas.

Desde la distancia y entre todos aquellos le dije.

Disculpe, caballero, si tú el cazador de brujas. Nos han encerrado aquí porque entre nosotros se encuentra la bruja. Y encima tenemos en nuestras manos el tomar la decisiones en conjunto y acabar con la bruja. Pero ninguno de nosotros sabe nada, excepto tú.

Tú sabes reconocer a una bruja, según has dicho al comienzo de la charla del gobernador. Pues...¿si eres capaz de reconocerla porqué no actúas ya contra esa bruja?

Parece que la gente empieza a hablar y a abrirse a los demás, "Bien, es lo que necesitamos para poder desentrañar todo lo ocurrido aquí..."

Escucho a la señorita Victoria hablar sobre acusar a la ligera -No- Digo en cuando la escucho -Disculpe, acabe- Le dejo acabar, pues no lo había hecho aún y a sido muy mala educación por mi parte, una vez finaliza me acerco a ella -Perdone, pero no, no debemos acusar a la ligera, estar aquí es una oportunidad, somos listos, saldremos de ésta y cazaremos a esos bichos, pero nunca a la ligera, hay que pensar cada movimiento que hagamos, cada acusación, cada palabra mal intencionada - Digo esta frase final mirando a Winston, vuelve a girarse a la señorita Victoria -Créame, saldremos de esta- Digo sonriendo cuando una mujer que no conozco de nada me habla sobre reconocer a las brujas -Porque no- Le digo serio -Porque no tengo pruebas suficientes para empezar a acusar a la ligera, yo también quiero cazarlas, pero como he dicho antes, las características comunes de las brujas no se pueden aplicar a estas, son poderosas o poderosos, mucho y no actuaré a la ligera condenando gente inocente- "Al menos no aún..."

- ¡Hermanos, oremos! - dijo el sacerdote a los congregados - ¡Que el Señor ilumine nuestras mentes y nos permita localizar a la bruja o brujas! ¡Qué nos perdone si alguna víctima inocente sufre por nuestras acciones y acoja su alma en los Cielos! ¡Líbranos del Mal!

Cansado después del duro día de trabajo me dirigí a los camastros que el alguacil y el gobernador habían preparando para nosotros. Aunque estaba un poco más relajado que antes, era casi imposible conciliar el sueño. No dejaba de pensar en que todo esto era una locura, siempre pensé que la brujería y ese tipo de cosas no eran más que habladurías.

Pero era real, muy real, y estaba sucendiendo aquí y ahora. Tenía miedo por nuestras almas, pées podían ser tomadas por esas brujas que se mezclaban entre nosotros, como lobos con piel de cordero. Aunque lo que más miedo me daba era equivocarnos al juzgar y ejecutar a un inocente, pués entonces nuestra alma quedaría sentenciada para siempre.

Me acomodo lo mejor posible, resignado a permanecer encerrado. ¡Brujas! Como artesano y hombre de negocios no era particularmente supersticioso, pero, por supuesto, sí lo suficientemente devoto como para aceptar la existencia del Maligno y su corte de seguidores. Sólo espero que los prejuicios hacia los forasteros no nos condenen injustamente. No puedo dejar de pensar en la señorita Schulze... Dado que entre los presentes se contaba un reverendo, además del cazador de brujas, considero oportuno confiar en su guía e indicaciones antes de aventurar juicios temerarios.

¿Está insinuando que la o las brujas se van a dejar cazar fácilmente? Si ha pasado desapercibida durante algún tiempo en nuestro pequeño pueblo tendrá capacidad para burlar nuestros juicios y se hará pasar por el mejor ciudadano del pueblo. ¡Es una locura! ¿Cómo vamos a adivinar quién es? Suponía que el cazador tendría una ligera idea y que siendo el enviado del Señor, al menos a sus ojos, les ayudaría pero parecía tan ciego como cualquiera del resto de los aldeanos. Cambio su forma de ver las cosas a una mera mano ejecutora. Después de todo, todas las gentes tienen su papel en la historia de la humanidad, y no todos podían ser profetas. 

- Amén. Se acercó pues al sacerdote tras la pequeña oración que había formulado y a la que pocos habían contestado. ¡Qué vergüenza, si fuera por su devoción habría mas de la mitad de esta sala llena de brujas! - Discúlpeme padre Alexander, me temo que con las prisas de la alarma y que estaba en medio de un paseo por los campos no dispongo de ninguna sagrada escritura con la que orar a Dios en estos momentos de incertidumbre y caos. ¿Sería usted tan amable de dejarme alguna para mis oraciones esta noche? Tenía intención de preguntarle algo más pero dudaba si hacerlo por cometer pecado. Finalmente se decidió y sin preámbulos le dijo, agarrándole la mano fuertemente para mostarle que realmente esperaba ver en él el guía que todos buscaban. - Padre, usted que es la mano de Dios aquí en la tierra... ¿Dios le ha manifestado su voluntad? ¿Tiene conocimiento de contra quién deberíamos actuar en primera instancia? Siento hacerle esta pregunta pues en gran medida estoy poniéndole en una situación violenta.

Los primeros hombres se iban dirigiendo hacia los catres y aquello significaba algo. No sabía muy bien qué, pero tenía toda la noche para pensar en ello. ¿Cobardía? Miedo de que alguien pueda identificarlos ahora, en la oscuridad. ¿Valor? ¿Eran tan estúpidos como para pensar que por ser hombres y ser más fuertes que nosotras estaban a salvo de las brujas? ¿Quizá ellos eran los/las brujas y por eso no tenían miedo de nada? 

Margaret escuchó a todo el mundo con atención, al parecer, no era una broma de mal gusto y tenían que decidir quienes eran brujas y quienes no, sin ningún tipo de ayuda. -Señor todopoderoso, ayudanos a encontrar a los seres blasfemos que asolan nuestro pueblo y acabar así con el mal.

Escucha a Nathan. -Y si son poderosas esas brujas, porqué nada mas estar aquí encerrados haces preguntas sencillas que cualquiera de nosotros puede responder con normalidad... si fueran tan poderosas, no creo que preguntando ¿que hacíais cuando sonaban las campanadas? Cuando las brujas son seres oscuros de la noche y no creo que actuen a medio día... Sinceramente extranjero, creo que solo quieres crear mas confusión entre nosotros...

Iba a responderle al señor Statham, agradeciéndole su gentileza, cuando el Alguacil pronunció aquellas palabras. El cuerpo se le hizo más pesado, y su rostro se volvió más inexpresivo aún. "Papá..."
Intentó recomponerse; no dudó en acercarse al grupo que se encontraba rodeando al Reverendo, el cual había empezado una oración. Pedía por el perdón de Dios si juzgaban erróneamente y condenaban a un inocente. Eileen no dudaba que el Señor los perdonase; "nuestro Padre es misericordioso", pero ¿podría perdonarse ella en el caso de que semejante despropósito ocurriese?
- Amén.

Cuando hubo terminado la oración buscó entre la gente al relojero, para poder agradecerle de una vez por todas su cortesía. Sin embargo no lo encontró, por lo que decidió irse finalmente al ala reservada para las mujeres. Dudaba que pudiera pegar ojo en toda la noche, pues la incertidumbre de saber si habría o no brujas entre los allí presentes era bastante desconsoladora. De igual manera pensó que por hoy era suficiente, y se apartó de aquel tumulto de personas que aún seguía en la sala mayor para encontrar un poco de ¿paz? en las habitaciones, mientras el resto de mujeres decidía irse a dormir.

"Genial... mas rezos que no sirven" -Amen...- Prefiero que la gente no piense que por la tontería de no creer que un rezo nos salvará soy un brujo...

Escucho a la viuda decirme que intento crear confusión, "Lo que faltaba por escuchar..." -Créame, si quisiera crear confusión estaría acusando sin miramientos a una persona al azar y podría haberme inventado mil cosas sobre brujas para que me apoyasen, pero no lo he hecho ¿Por que? Sencillo, quiero ayudar y encontrarlas.- Me saco la chaqueta quedándome en camisa y chaleco -A ver, empecé por preguntas simples principalmente porque en ese momento no sabía lo poderosas que podían llegar a ser, en ese momento por medio de una poción pudieran mantenerse sin mostrar síntomas de brujería, pero conforme pasaba el tiempo me fijé que nadie había bebido nada, por lo tanto no podía ser una simple poción, se trataba de brujería muy poderosa.-

Se acerca a ella -Intento ayudar me crea o no... está en su derecho de dudar de mi, pero no soy un bicho de esos, se que es difícil pero confíe en mi- Digo sonriendo mientras dejo la chaqueta en una mesa.

Me giro a los que aún siguen en el gran salón -Sinceramente, creo que es mejor que descansemos un poco, estamos alterados por los últimos acontecimientos y eso no ayudará a nadie, yo voy a quedarme un poco mas por el salón por si cualquier cosa, si alguien quiere acompañarme, bienvenido sea- Dije con una gran sonrisa para calmar un poco el ambiente mientras cogía mi baso de alcohol que portaba antes.-

Levanto la mirada una vez sentado -Para todos aquellos que os vayáis a vuestros aposentos, buenas noches, descansen-

Acompaño el rezo del Reverendo, tras lo cual, me dirijo a los que aún quedan en la sala.

- ¿Alguien más se queda con el cazador? Yo estaría encantada de hacerlo, pero no a solas, no creo que sea adecuado para una mujer el quedarse sola con un hombre... -No desconfiaba plenamente de él, pero tampoco creía que fuese correcto que alguien se quedase pululando por la estancia, dadas las circunstancias.- Y que el Señor nos de fuerzas y nos proteja.

-Jajaja- No puedo evitar reírme -La entiendo, tranquila, no le haré nada si se queda pero puede si prefiere descansar vaya a dormir tranquilamente, me quedaré por aquí vigilando- Digo mientras sonrío.