Partida Rol por web

Abres los ojos pesadamente y compruebas tu estado. Tal y como lo imaginabas, estabas acostado exactamente en la misma posición que cuando te dormiste, sin moverte un solo centímetro en todo tu sueño. Te habían dicho que los vástagos se convertían en cadáveres durmientes durante el día, pero querías comprobar que era cierto que no se movían para nada. Al parecer sí.

Te levantaste de la cama donde estabas acostado y miraste a tu alrededor. Por alguna razón te confundía despertar en tu cuarto de siempre, quizá era la extraña sensación de que todo estaba a oscuras o que habías tenido que pintar la ventana de negro para evitar el sol, la cuestión era que desde que te habías convertido en un no-muerto incluso tu casa se había convertido en una extraña.

Aún así te despertaste, había cosas que hacer. Como cada tres noches desde hacía ya un mes y medio, tenías que juntarte con Rómulo en el Parque Rivadavia donde te esperaba generalmente. Tenías que prepararte para salir.

Ramiro se desperezó ¿Por qué hacía eso? -Un reflejo de cuando vivía- pensó y una amarga sonrisa se marcó en su cara. Hasta hacía solo unos días Ramiro tenía una vida excelente, era feliz, realmente feliz. Lentamente, sabía, podría haber logrado sus metas. Al menos este estado había respondido a dos de sus dudas existenciales más grandes: 
Primero, ya era obvio que existía un dios y, de no ser así, al menos una entidad mágica o algo por el estilo pero a su criterio esto fundamentaba la existencia de dios.
Segundo, y más importante, demostraba que ese mismo dios era un hijo de mil puta, como siempre había sospechado.

Habían pasado tres días y si bien ya no transpiraba sabía que el entorno bombardeaba su ropa con partículas que le darían un mal olor y apariencia. No era un delicado, muy lejos se encontraba de eso, pero sabía que las vaquitas lo eran y él debía verse lo más parecido a una vaquita para pasar desapercibido, si no lo hacía rompía la Mascarada y, según Rómulo le había contado, eso era malo para su salud en la no-vida.
Entrecerró los ojos, concentró su mente y llevó sangre a los mismos. Activó una de sus aptitudes vampíricas, al parecer era bueno con una magia extraña del clan llamada Protean, y sus ojos se iluminaron en la oscuridad. Fue hasta el ropero, se desnudó y se puso otra muda de ropa, muy similar a la anterior, resistente y de colores sobrios. La ropa del suelo la lanzó a un canasto donde había una remera y unos pantalones -Se acerca el invierno, tengo que decirle a Julián que me avise si estoy por salir muy en bolas-.

Caminó hacia la puerta, desactivó su "visión nocturna" y salió. -Che Juli, ¿andás por acá?- preguntó al oscuro comedor mientras sus manos recorrían sus bolsillos por fuera para constatar de que todos los objetos que guardó estén en su lugar. Así era, llevaba una billetera con unas "cinco gambas", cambio y una SUBE sin registrar, en otro bolsillo las llaves y un celular a nombre de su ghoul, en otro un pañuelo de tela y en el último una navaja automática.

Miró su reloj, siete y cuarenta, seguía un tanto dormido. Del otro lado de un pequeño pasillo, enfrentada a su habitación, estaba la de Fabricio -¿Este boludo todavía no se levantó? que chabón loco-. Fabricio, un amigo, un caitiff, un artista y, obvio, un Toreador; al igual que Julián, están metidos en esta mierda juntos.

Esperó la respuesta de su ghoul mientras se despabilaba, de todas formas faltaba bastante para su encuentro con su Sire y debía pedirle un favor al único inquilino que podía caminar bajo la luz del Sol.

Mientras te despabilas escuchas la puerta de Fabricio abrirse. El tipo estaba totalmente despeinado, siempre se levantaba con el cabello en la misma posición, al igual que vos te despertabas con el mismo aspecto que tenías cuando te abrazaron. —Buenos días. — Dice el aún dormido Caitiff, era difícil acostumbrarse a eso de ya no levantarse antes de que caiga la noche. El tipo se mete en el baño y desaparece de la vista por el momento.

Mientras tanto vos le echas un vistazo al llavero de la casa. Al parecer Julián había salido, seguramente a comprar algo. Claro, era la hora de ir preparando la cena ya para aquellos que aún comían.

Caminaste por la casa con el sonido de la ducha que venía desde el baño de fondo. Tu ghoul tenía todo bastante ordenado, demasiado para ser una casa grande. El lugar le había caído a Julián por una herencia de algún familiar, una tía o algo así. El tipo planeaba ponerla en alquiler hasta que pasó lo que pasó y llegaron ustedes dos a su vida, y tuvo que mudarse ahí para hacerles la gamba. Por lo que sabes, la semana pasada terminó de hacer el traspaso de domicilio.

En estas cosas andabas pensado cuando oíste el sonido de una llave en la puerta principal. Segundos más tarde, entraba Julián con dos bolsas de los chinos de la vuelta. –Ahh, ya despertaron. – Te dice al verte. –Buenas noches. —

Mientras te despabilas escuchas la puerta de Fabricio abrirse. El tipo estaba totalmente despeinado, siempre se levantaba con el cabello en la misma posición, al igual que vos te despertabas con el mismo aspecto que tenías cuando te abrazaron. —Buenos días. — Dice el aún dormido Caitiff, era difícil acostumbrarse a eso de ya no levantarse antes de que caiga la noche. El tipo se mete en el baño y desaparece de la vista por el momento

-Si, buenas noches, mejor dicho- responde el vástago al oír a su buen amigo y lo sigue con la vista hasta que desaparece en el otro cuarto. Por un segundo admite que el despertarse como la primera noche es algo práctico, al menos lo hace hasta el preciso instante cuando recuerda estar incapacitado de volver a sentir el Sol sobre su piel, cuando recuerda estar, teóricamente, condenado a la no-muerte. Sonrió mientras pensaba -las pequeñas cosas de la no-vida-.

En estas cosas andabas pensado cuando oíste el sonido de una llave en la puerta principal. Segundos más tarde, entraba Julián con dos bolsas de los chinos de la vuelta. –Ahh, ya despertaron. – Te dice al verte. –Buenas noches-.

-Hola Juli, ¿Cómo va?- dijo Ramiro al acercarse y tomar las bolsas de su ghoul. Efectivamente era un ghoul, le servía, el vínculo de sangre se aseguraba de eso pero aun así él no quería oprimir a quien era su amigo. Dadas las circunstancias el vampiro había pedido a Julian que siguiera siendo como antes y que nunca actuara como un siervo. No estaba seguro de que tan libre puede ser un ghoul a petición de quien le brinda su sangre pero aun así lo intentaría.

 Dejó las bolsas sobre la mesada y comenzó a guardar su contenido en la heladera o alacena según correspondiera -Ahh, Julian ¿Te acordás de que hoy tengo que ir a ver a Rómulo, no? Además tengo que pedirte un favor che, acordate de avisarnos cuando empiece a refrescar así nos empilchamos un poco más- soltó lo último con una risa seca -Una ventaja de esto es que ya no me cago de calor o frío- añadió con cierta amargura.

-¿Vos necesitás algo?- preguntó cuando terminó de guardar las compras -¿Cómo anda la facu?-.

Julián asiente mientras va poniendo las cosas en la mesa. Puedes ver que compró una serie de alimentos, bebidas, y cosas para la casa. La mayoría de los items son para él, ya que son cosas que ustedes ya no necesitan. —Sí, sí, me acuerdo. — Te dice distraído. —Pensé que todavía podían sentir el frio y esas cosas, pero dale, te aviso. — Hace una pausa mientras agarra un paquete de fideos, un poco de salsa pre-preparada, y pone a calentar agua. —Todo bien, gracias. Ando un poco atareado, pero nada que no pueda manejar. —

Mientras hablan sentís que la puerta del baño se abre y Fabricio sale, ahora ya mucho más presentable. Saluda a ambos y se sienta en uno de los sillones del hogar. —Che, hoy vas a ver a tu sire, ¿no? —Te pregunta a vos. Sabías que él siempre deseó tener uno, ya que eso de tener que aprender a ser vampiro por segunda mano y experiencia personal cuesta bastante. A menudo menciona que no sabría qué haría sin vos. —Suerte con eso. —

Al escuchar a su ghoul mientras preparaban todo y acomodaban los últimos objetos asintió ante sus palabras, era un pibe útil y un buen amigo, Ramiro no quería que le suceda algo malo y, aunque el trabajo de un ghoul solía ser hacer de músculos para un vástago el no lo consideraba necesario -me beneficia más dando vida al lugar y siendo un buen amigo que partiendo caras, yo puedo hacer lo segundo... Y muy bien-.

Sin embargo el vástago sabía que Julián ya no era, aunque antes si, un pelele. Su vitae corría dentro de él y le había brindado una mayor resistencia y una fuerza sobrehumana (al menos sobrehumana con respecto a su aspecto y previo ser)* que el joven había entrenado en la casa heredada, primero con tareas simples y ejercicios y ahora podía levantar sillones con facilidad y soportar palizas sin despeinarse demasiado.

-Bueno, no dudes en decirme si precisás algo. La verdad que puedo ser yo quien te ayude para variar ¿No?-.

Fue entonces que Fabricio salió del baño, se arrojó sobre el mueble y preguntó por mi agenda de hoy a la par que me deseaba suerte -No te hagas drama- contesté -voy a anotar todo lo que puedo y te lo voy a traer para explicarte Fabri, todo va a ir bien ¿Y... Vos necesitás algo?-.

Julián te sonríe. —Dale, gracias, si necesito algo te digo. — Te dice mientras pone la salsa a calentar, emanando un aroma que en otros tiempos te habría llamado placenteramente. Ahora solo era sangre, y el “beso”, como le decían a la mordida vampírica.

—Sí, gracias también. — Asiente Fabricio, poniendo la tele, donde en un rato iba a empezar el noticiero. —Yo nada, gracias, más tarde voy a salir a comer, es lo único que necesito. — Al parecer la vida y no-vida seguían su natural curso incluso aquí.

Ramiro se alegro profundamente por las respuestas de sus compañeros, sonrió ligeramente ante las mismas; al parecer el nuevo estado de las cosas no los había perjudicado tanto como a él y eso lo reconfortaba.

Asintió ante sus respuestas, tomó su celular, una navaja automática, dos pañuelos de tea, llaves, una billetera con identificaciones (falsas, claro) y algo de dinero; los despidió con un abrazo (el saludo) y salió de la casa.

Dándose cuenta de que olvidaba algo volvió a entrar, agarró un morral donde guardó un saco fino, sus anteojos oscuros y un anotador. Los volvió a saludar asintiendo con la cabeza y se marchó sin decir nada mientras los otros dos contenían la risa.

Agarrás el auto y partís hacia Parque Rivadavia, en la zona sur de la capital. A esta hora todavía había gente que estaba volviendo, por lo que a tu izquierda, mientras te acercabas al puente, podías ver un tráfico considerable que pasaba. Tu camino, sin embargo, estaba mucho más despejado. No había muchos porteños que trabajasen en provincia, sino más bien al revés.

Así hiciste tu viaje sin ningún incidente hasta ahí por Caballito, donde te esperaba tu sire. Llegás a la plaza y estacionas por la avenida, buscando con la mirada algún rastro de Rómulo. Finalmente lo notás, parado ahí por la entrada del parque, mirando en tu dirección general, sin inmutarse mucho y con su cara de siempre. Cuando se da cuenta que lo viste te hace una señal con la cabeza en modo de saludo y espera a que te acerques.

Ramiro toma sus cosas de dentro del automóvil, se pasó la correa del morral por encima del hombro izquierdo como solía hacer y, tras cerrar la puerta del vehículo con su llave confirmó el estado de la misma intentado abrir la puerta.

Ante el saludo de Rómulo extendió su mano derecha y la mantuvo unos segundos mientras cruzaba la calle en dirección a su Sire -Buenas noches- le dijo. -Le creo Rómulo- respondió tratandolo de usted por costumbre -pero por las dudas...- aclaró guardando las llaves en el bolsillo.

Guardó silencio por unos segundos esperando algún comentario de su maestro -¿Cuál sería el itinerario hoy señor?-. En su voz no había servilismo sino respeto. En el poco tiempo que había sido vástago de aquel hombre descubrió que, mucho más allá del conocimiento de la sociedad vampírica, Rómulo era un sujeto increíblemete sabio y poseía, como se esperaría dada su situación, el conocimiento de muchas vidas. Escucharlo contar cualquier detalle o historia lo embelesaba.

—Me pidieron que nos reunamos con otros vástagos. — Dice simplemente tu sire, luego de tu saludo y de que le preguntaras cómo estaba. Lo que decía te sorprendió bastante. Era la primera vez que ibas a ver a otros vampiros además de Rómulo o Fabricio, y te tomó por sorpresa. —Hoy va a haber una especie de evento y estás invitado. — Luego de eso empezó a caminar por la avenida Rivadavia, con vos a su lado, sin cambiar su semblante de seriedad en ningún momento. —Tené cuidado, es la primera vez que vas a ver a otros vampiros. No todos son como tu amiguito. —

A tu sire le habías hablado del Caitiff antes, pero él se había negado a verlo. Decía que los sin clan a menudo traían problemas y los que le surgían ya eran más que suficientes, así que no lo mencionabas mucho si podías evitarlo. —Estos tipos te van a ver como una oportunidad en el mejor de los casos, y como un rival en el peor. Mantenete alerta y no confíes en las palabras de nadie. Aca somos todos depredadores. —

-Una reunión- pensó Rami -espero no cagarla-. Miró a su Sire, tenía miedo de decepcionarlo. Jamás se había reunido con otros vástagos, claro que había notado a alguno que otro desde su abrazo en algún boliche, bar u otro establecimiento. Era un poco obvio una vez que estabas de este lado de la mascarada notarlos.. Pero jamás se había acercado.

-Che, Rómulo, espere un segundo- le dice sin dejar de caminar a su lado -¿Hay algún motivo para esta reunión? ¿Y cómo me enfrento a alguien que quiera joderme ahí? Porque asumo que no puedo arrancarle los brazos-.

-Estos tipos te van a ver como una oportunidad en el mejor de los casos, y como un rival en el peor. Mantenete alerta y no confíes en las palabras de nadie. Aca somos todos depredadores.-

-La puta que me parió, ¿Entonces para qué mierda voy?- se dijo atribulado.

Rómulo se queda callado un par de segundos mientras camina, podés ver que se debatía entre qué decir y qué no. —Es una fiesta, los vástagos de la ciudad les gusta juntarse cada tanto. — Explica finalmente. —La verdad es que llega el momento que jode, yo no voy a casi ninguna de sus reuniones, pero siendo tu introducción a... su "sociedad" me parecía que mi deber era ir. — Sabías que tu sire no tenía ningún gusto por la Camarilla de Buenos Aires, y que hasta hace poco vivía en el campo, por lo que tenía sentido que nunca se juntase con los demás vampiros.

—Sobre cómo defenderte, solamente tené cuidado de con quién hablás y sobre qué. Mantenete en guardia. Mientras no te abras de piernas no te van a poder coger facilmente. —

Cita:

-Ahh, bueno- dice el vástago con cierta sorna -todo ese tiempo al pedo, todas las posibilidades y estos pelotudos hacen fiestas- ríe secamente un poco. -No se confunda Rómulo, le agradezco el gesto, mucho más a sabiendas de lo que creo que odia estos eventos, no es con usted. De hecho creo que esto nos gusta por igual a ambos- mira a su sire y en sus labios se dibuja una sonrisa triste -Gracias, enserio-.

Camina un poco más junto a su mentor despacio en silencio y entonces el suelta algo más.

Cita:

Una mirada cómplice se dirigió desde Ramiro al vástago mayor. Intentó contener la risa pero no pudo -Como todo en la vida...- bromeó poniendo énfasis en las dos últimas palabras -¿No?-

Rómulo deja soltar una pequeña risa apagada por lo que decís. —Sí, es verdad, siempre fue así, ¿no? — Pregunta, dándote a entender que sí, efectivamente, los vástagos no estaban demasiado lejos de los humanos. Al final del día (o noche) bien podrían ser solo una subsecta en la sociedad mortal y nada más, desde el punto de vista sociológico.

De esas cosas hablabas con tu sire mientras caminaban por Rivadavia. Candelaria estaba aproximadamente a dos kilómetros del parque donde se encontraron, y nadie les presta demasiada atención a ustedes. Dos hombres corpulentos, morochos, caminando a la noche por este barrio, lo mejor es no robarles, que lo último que busca un chorro son problemas.