Partida Rol por web

Tras solicitar permiso a tus patrones y habiendo partido al Lynd, dónde tus patrones solicitaron encarecidamente hicieras llegar sus saludos al conde de Kimberlein, habías pasado por diferentes medios de transporte primero el tren, donde por suerte estuviste en un camarote solo para ti en primera clase, tras haberte sentido ligeramente humillada por haber visto los pasajes junto a la carta de Kimberlein ahora te sentías agradecida, el viaje era sencillamente agotador y sospechabas que en cualquier otra clase habría sido insoportable.

Aun así, aquella tarde, te habías subido a la diligencia pensando que aquel viaje debía tener algo bueno al final, el continuo repiquetear de las ruedas contra la carretera te había terminado agotando, además de haber tenido que compartir  espacio con todo tipo de gente, no creías poder más.

Y cuando, al fin, se habían detenido, el cochero te había “informado” que aun no llegaban al pueblo y aquella posada era parada obligatoria.

Te sentías frustrada, por el largo viaje, la incomodidad, el cansancio y demás.

Así entraste a aquella posada con el resto de compañeros tuyos, lista para pedir una habitación para descansar.

Mire la posada nada más entrar, suspirando porque fuese un lugar con clase y no un mero cuchitril en el camino. Con el cansancio que tenia encima no me apetecía nada tener que soportar borrachos malolientes.

Busque al posadero con la mirada, debía alquilar pronto una habitación, no fuese a ser que se le acabaran con el resto de viajeros. Aparte, necesito refrescarme un poco para poder estar presentable para la cena, siempre que haya un pequeño salón donde poder cenar tranquilamente, sino, pediré que me suban algo a la habitación pensé para mi.

Mire mi ridículo, calculando mentalmente cuanto dinero llevaba y que podría permitirme para llegar sin problemas al final del viaje. Es una lata tener que andar preocupándose por el dinero.

La posada era limpia y agradable por dentro, de hecho medianamente cómoda, habían ingresado para toparse directamente con el salón donde estaban agradablemente colocadas unas ocho mesas con sus respectivas sillas y bancos, era un salón amplio con piso de madera y un agradable y cálido olor ocupando el ambiente, estando medianamente vacío aunque ustedes parecían haber llegado a llenar el lugar, tus compañeros de la diligencia se habían acercado al posadero a prisa ordenando habitaciones unos y otros un alojamiento más barato.

El posadero era un hombre ya anciano de cabellos grises y mirada cansada, con un rostro amable surcado de arrugas, que te observo cortésmente en cuanto te acercaste a él, tras tus compañeros.

-Buenas noches, señora –te observo cortésmente- Bienvenida a la posada ¿En qué puedo servirle?
-pregunto con el tono humilde aquellos que han pasado toda su vida sirviendo a los demás.

Buenas noches, me gustaría una habitación para pasar la noche- le conteste - ¿Aún quedan disponibles?

El aspecto de la posada me convenció bastante, parecía un buen lugar para pasar la noche. Decidí bajar a cenar al salón después de dejar mis pertenencias en la habitación y descansar un rato, si es que conseguía habitación claro esta.

Y también me gustaría algo de cenar. Muchas gracias -  dije con una leve sonrisa intentando agradar al posadero

El posadero asiente con una mirada amable y ligeramente comprensiva.

-Tenemos un par de habitaciones libres señora, una privada y otra compartida –te informa serenamente -¿Desea tomar alguna? –en cuanto oye tu  respuesta, asiente tranquilamente y llama a una criada, una jovencita de unos aparentes dieciseis o diecisiete años que se acerca con una sonrisa amable y te mira con curiosidad antes de ver al hombre.

-Lleva a la señora a la habitación – le ordena cortésmente el posadero, con una mirada bastante paternal, sospechas que es su hija, y luego te mira y sonríe- esperamos que este cómoda señora, ¿tomará la cena en su habitación o prefiere comer aquí abajo? –pregunta, antes de que te retires arriba con la jovencita.

Cenare en el salón, gracias - le respondo antes de acompañar a la criada a la habitación privada en la que pasare la noche.

Seguí a la muchacha hasta la habitación agradeciendole la cortesía al entrar en la habitación. Una vez dentro, no preste mucha atención a mi alrededor, la habitación parecía agradable como el resto de la posada, pero el hambre comenzaba a dejarse notar y tenia más interés en volver a bajar cuanto antes al salón para cenar.

Vertí algo de agua en una palangana y me refresque un poco, retocando mi peinado.

Abandone la habitación en dirección al salón, dejando mi equipaje en el interior. Y busque una mesa que estuviese libre en el salón.

Cuando bajaste al salón te topaste con que los demás miembros de la diligencia habían ocupado casi todas las mesas, quedando solo un par desocupadas, una de ellas cerca de una mesa de alegres bebedores que cantaban una canción del lugar y otra más alejada, cerca de una de las ventanas, decidiéndote a prisa fuiste a la última, estarías lejos de los borrachos, aunque sola.

La jovencita que te había guiado a tu habitación se acercó poco después a ti, con un vaso de sidra, “para la sed” según dijo con una adorable sonrisa, y poco después te trajo la cena: un caldo blanco, de lo que te pareció cordero, un plato de asado, pan y queso.

-Disfrute su cena señora- sonrió suavemente- si necesita algo más no dude en llamarme- la observaste sonreírte inocentemente, y pensaste por un momento cuanto tiempo podría su padre protegerla antes de que algún cliente la viera realmente, ella se alejó dando pasos saltarines en dirección al posadero.

Comenzaste a consumir tu comida con educación pero no menos hambre cuando viste una sombra cubrir tu mesa, la sombra de un hombre.

-Buenas noches señora –saludo una voz culta y elegante, provocando que le mirarás, tenía un rostro atractivo de rasgos nobles y elegantes, quizás un poco libertinos por la curvatura cínica de los labios... te pareció de forma evidente que debía ser un noble – perdone que la interrumpa, ¿Le importaría que la acompañe? Las demás mesas están ocupadas –se disculpó con cortesía y seguridad  observándote atentamente y esperando que le contestaras.

Me alegre de que hubiese una mesa disponible lejos del escándalo que montaban los borrachos. Estaba demasiado cansada para aguantar sus malos modos y mantener la compostura.

La cena que me sirvió la joven estaba bastante sabrosa y el hambre apretaba, así que no estaría sola mucho tiempo, ya que la acabaría pronto y subiría a la habitación a descansar. Ya estaba cerca del Lynd, y la curiosidad sobre los motivos del marques para convocarme a la lectura de sus últimas voluntades me hacia pensar bastante sobre ello.

La interrupción del caballero me sorprendió, no le había visto acercarse. Su apariencia y sus modales eran correctos. No sería mala compañía durante la cena y a lo mejor podía informarme algo sobre el marques y el Lynd si conocía la zona.

De todos modos, antes de contestar a su pregunta, mire discretamente a la mesa que estaba cerca de los borrachos para comprobar que realmente no quedaba sitio libre y no se acercaba con segundas intenciones.

- Tome asiento, milord - le respondí - es verdad que la posada se encuentra hoy repleta, y será agradable tener compañía durante la cena -

- ¿Con quién tengo el placer de hablar?

Al mirar de reojo a la mesa, topaste con que no, no estaba ocupada, pero también debías suponer que quizás el prefiriera incomodar a una mujer sola a estar cerca de una mesa tan ruidosa como la de los borrachos.

El hombre te sonrió cortésmente mientras se sentaba y hacía un gesto a la criada para que le trajera su pedido.

-Se lo agradezco, mi señora… normalmente no esta tan llena, y me temo que cuando llegue no contaban ya con habitación privada lo que me impide comer arriba- comenta con tono ligeramente incomodo, sospechas que ha notado tu mirada a la mesa vacía- perdone mis modales, mi nombre es Frederick O’hara –sonríe, sin dar ninguna insinuación más sobre si mismo -¿Me permite preguntar el suyo? Nunca la había visto por aquí –comenta suavemente, en lo que traen su comida.  

- Mi nombre es Anabelle Hughes - respondí - Es la primera vez que viajo por esta zona -

Comente sin querer dar mucha información sobre mi tampoco. No había sido lo suficientemente discreta a la hora de revisar si el resto de las mesas estaban ocupadas o no y no quería molestarlo de nuevo si se enteraba de mi trabajo, por si era de esos nobles que consideraba las institutrices como parte del servicio.

- Viene usted mucho por aquí, si dispone de habitación privada, ¿no? - le pregunte para iniciar conversación

El hombre sonríe cuando pronuncias tu nombre y por sus ojos distingues un brillo repentino que es inmediatamente aplacado.

-En un honor conocerla, señora Hughes- se expresa con una voz clara mientras su rostro expresa solo amabilidad y cortesía, aunque calla de inmediato puesto que llega su pedido, la jovencita que te ha atendido le sirve casi lo mismo que a ti mientras lo mira con un mezcla de afecto infantil y una curiosidad propia de su juventud, él comienza a realizar el ritual propio antes de comer, tras agradecerle con mucha cortesía, tomar el pañuelo, colocarlo sobre sus rodillas y demás mientras te habla suavemente y sin perderte de vista realmente, su cortesía es evidente ante todo- ¿La primera vez? Estoy seguro que le gustara, la campiña es hermosa y sus habitantes muy amables… a mí siempre me ha gustado –sonríe, una sonrisa que sospechas ha debido dejar gran cantidad de corazones rotos en el camino, llegado el momento.

Sonríe de manera leve cuando comentas que debe venir bastante por esta zona, sus ojos brillan un poco.

-Podría decirse que soy un cliente asiduo a la posada, sí –contesta tranquilo antes de servirse un vaso de ponche y continuar hablando- está a medio camino  entre Londres y la carretera en dirección a mi hogar –comenta suavemente- y el dueño de esta posada fue durante un tiempo bibliotecario de mi padre, debo decir que lamente que nos abandonara –cierra los ojos un segundo, antes de continuar mirándote- Solía contarle historias a mi hermana… cuando niña.

-¿Sería muy maleducado preguntarle a dónde se dirige usted? –pregunta tras un instante de silencio y te observa, con una mezcla de cortesía que te impele a responderle y un cierto grado de interés que es muy leve. 

Me agrada el señor O'hara, es extremadamente cortes y agradable. Hacía mucho tiempo que no mantenía una conversación en igualdad de condiciones con un noble, sin que este me tratara como si fuese menos al saber de mi condición social. No me apetece mucho hablar sobre mi persona, para no tener algún desliz sobre mi pasado.

Sin embargo, puedo aprovechar su pregunta para llevar el tema de la conversación a averiguar algo sobre el marques.

- No hay descortesía en preguntar - le digo con una leve sonrisa - me dirijo al Lynd -

- Si he entendido correctamente al cochero, creo que esta posada se encuentra muy cerca de mi destino - comento como sino fuese importante para poder preguntar discretamente - Como conoce usted la zona, ¿puede indicarme cuanto falta? -

Espero tranquilamente su respuesta, fijándome en su reacción mientras continuo cenando. Espero que pueda darme información, pero sino siempre será una buena compañía.

El señor O’hara parpadea cuando le comentas que te diriges al Lynd, luego tras un segundo asiente y sonríe solo un poco.

-Supongo que se refiere a la mansión de Lyndbrooke –Comenta con suavidad –Es un lugar hermoso, y su invernadero causa una gran impresión- inclina cortésmente la cabeza, cuando continuas asiente.

-No queda demasiado hasta llegar al Lynd, que está más cerca de aquí que mi hogar, si su cochero parte mañana a las cinco o seis, llegara al Lynd a más tardar a las diez de la mañana, si lleva un viaje sin inconvenientes –comenta suavemente, cuentas las horas desde las cinco hasta las diez, son cuatro horas, y sin duda es un camino largo.

-La mansión del Lynd es hermosa, pero si usted desea ser un poco curiosa, vea el camino antes, la campiña y los hombres de Lyndbrooke viven allí, es un pueblo agradablemente pintoresco, de amables habitantes, y saliendo del mismo, un camino de flores, todas ella nacidas en su invernadero, lo adornan, es un vista exquisita, aunque pocos puedan disfrutar de ella –Señala, por supuesto semejante descripción da a entender que conoce personalmente el Lynd y quizás haya sido invitado allí.

-Permítame una indiscreción, se lo pido ¿Qué hará en el Lynd? –pregunta con suavidad 

- Con sus efusivas descripciones sin duda haré todo lo posible por visitar el pueblo y sus alrededores - dije alegremente - Aunque creo que dependerá de la duración de  mi estancia, pues no imagino que la diligencia espere por mi - 

Sonreí levemente emocionada por su conocimiento del Lynd. No daba la sensación que fuese un mal lugar y el señor O'hara parecía conocerlo bien.

Decidí contarle los motivos de mi viaje, ya que es probable que conociera al marques, y la curiosidad es mala compañía de viaje.

- Se nota que ha visitado Lyndbrooke - continué - Los motivos de mi visita no están muy claros, me han citado a la lectura del testamento del marqués, más no se la razón ya que nunca nos hemos conocido -

El hombre sonríe suavemente, ante tus palabras hasta que comentas que vas por la lectura de la última voluntad de Lyndbrooke, cuando parpadea una vez más y su sonrisa se muestra más leve.

-Fui invitado de Lyndbrooke alguna vez hace tiempo, si, y debo decir que sus bailes eran interesantes, el marques era un hombre culto y su casa un reflejo de su mente curiosa.

-¿su última voluntad? – Eleva una ceja levísimamente y comenta –No se sorprenda, me temo que marques era conocido por ser un hombre particular y su interés en parientes y allegados lo era también.

-aun así, le recomiendo que, si de todas formas estará en el Lynd, disfrute su estancia, es un lugar magnifico y sin duda –de repente se calla, luego vuelve a hablar- sin duda hallará buena compañía allí… La lectura del testamento y demás recursos sin duda demorara un tiempo mientras llegan todos los invitados, tienen un mayordomo el señor Jeckings, es un hombre cortes y muy correcto, sin duda sí usted se lo pide le contara la historia del lugar y podrá mostrarle algún objeto de su interés –comenta lentamente, notas en silencio que su recomendación no carece de trasfondo, como si le preocupara algo, tú para empezar, es un caballero sin lugar a dudas, y sin duda conoce algunas cosas que tu ignoras, te da la impresión de que no debes olvidar el nombre que te ha dicho –si usted le da mi nombre, quizás sea un poco más amable –concede suavemente mirándote. 

Me alegra mucho ver que realmente me ha dado alguna información sobre el lugar. Aunque su comportamiento al hablar me da a entender que hay cosas que no me esta diciendo realmente y no estoy segura de que vaya a decirlas. Noto que es importante el nombre que me da y tomo buena nota para cuando este en el Lynd.

- ¿El señor Jeckings, dice? , recordare su consejo y hablare con él en cuanto llegue - le digo agradecida - hace un gran favor a mis nervios con sus descripciones, la verdad iba un poco intranquila con lo que allí podría encontrarme -

- Y usted milord, ¿se dirige a su hogar? - le pregunto para no hablar sólo sobre los temas de mi interés. 

-No se sienta intranquila, la casa al menos es hermosa -el caballero sonrió levemente, con cierto alivió brillando en sus ojos.

aunque a tu pregunta contesto con una expresión tranquila.

-Realmente no, estoy de viaje a Londres -sonrió, después de eso parecio pensar mejor y continuo -Me temo que una nueva norma del parlamento ha alterado la zona, y unos primos me han pedido que lo investigue -termino.

Pasaron el resto de la cena hablando de banalidades, y O'hara se comporto como un caballero hasta el final, asegurándose de que llegaras a salvo a la puerta de tu habitación donde se despidió.

Te fuiste a dormir con una sensación extraña, aquel hombre era amable y agradable, pero la última vez que tus ojos se habían cruzado te había parecido ver el fondo de un abismo.

Por suerte para ti, cuando al fin lograste dormir, lo hiciste tranquila y sin sueño, despertándote a la mañana siguiente lista para partir a Lyndbrooke, al bajar a desayunar, ya con tus cosas de vuelta en la diligencia, notaste que no había rastro del hombre y te sentaste a desayunar.

Te sirvieron un desayuno semejante al de la noche anterior, y la joven que los habia atendido te dejo en la mesa una carta.

-el señor O'Hara le ha dejado esto señora, dijo que era importante que lo recibiera usted misma -susurro en voz baja mirándote. 

La cena había sido muy agradable, y la compañía del señor O'hara me había hecho recordar buenos tiempos, aquellos en los que no tenía que preocuparme por el dinero y podía alternar tranquilamente con la nobleza sin necesidad de mantener un comportamiento servil. Y aunque esa mirada final y las cosas que parecía no querer contar me dejaron una sensación agridulce, al menos ya sabía algo más sobre el Lynd que cuando comencé mi viaje.

Baje a desayunar bastante descansada después de una noche tranquila y deseosa de continuar viaje y llegar pronto a Lyndbrooke para averiguar de que me conocía el marqués. Era temprano y no esperaba encontrar al señor O'hara en la sala, aún así me fije en los clientes que se encontraban en la salón.

La joven criada me trajo una carta del señor O'hara con el desayuno. Me sorprendió, no se me ocurría que podía querer decirme por carta que ayer no me hubiese comentado en la cena, como no fuese volver a mencionar el nombre del mayordomo al que tanta importancia le había dado. 

La abrí rápidamente con curiosidad, intrigada por saber lo que ponía. Leí mientras desayunaba, con prisa, para no perder la diligencia.

El sobre es un poco grueso y al abrirlo notas, que no solo tiene una carta dentro, sino un medallón con él.

El medallón es hermoso y evidentemente antiguo, debe de haber pasado de generación en generación, ahora bien ¿Por qué te lo dejaría? Te apresuras a leer la carta.

Sra Hughes

Mi hermosa amiga

Sin duda al recibir la carta y tenerla en sus manos sentirá un cierto grado de confusión en el mejor de los casos y desprecio hacia mi persona en el peor, no puedo menos que excusarme por una acción tan impropia para una dama como vos sino diciendo que es lo que cualquier caballero bien nacido haría.

Anoche os comente, que había conocido a Tristan Brooke, hice más que conocerlo me temo, puesto que compartimos conocimientos inusuales entre nosotros, teniendo un interés común y un breve lazo de amistad, saber que se ha ido me llena de congoja y horror.

Ay de mí, que no se bien lo que él hiciera entonces, quizás estuviéramos locos cuando hablamos aquel día y yo este loco por creer lo que me dijo, pero no puedo permitiros ir así, sin saber nada.

Hay una historia terrible atada al marquesado y si no supiera yo, que vuestro destino está marcado ya y no hubiese quedado con una impresión como la que dejasteis en mí, os rogaría que no fuerais, pero no puedo y por eso os dejo un presente de parte de un amigo, que por azares del destino os ha conocido.

En la posición de un hombre que ha conocido el mundo, os prevengo contra dos caballeros que sin duda estarán en Lyndbrooke Lord Potter, un hombre del que si habéis ido sabréis que es malvado, sabed que es mucho peor y solo la cortesía natural a vos me impide describir sus fechorías, un hombre decente no lo aceptaría como amigo, una víbora lo rechazaría de su seno. También os prevengo contra Kimberlein, que sin ser un mal hombre tiene una gran tendencia a sacar conclusiones apresuradas de los demás, no es un hombre que se desee como enemigo y sin duda mostrara preferencia con los de mayor título, si os place usad el medallón frente a él, le dará de pensar y os mantendrá protegida.

Id con dios, con la virgen, y con cuantos puedan daros alguna protección en esa casa, mi medallón, que ha pasado de generación en generación en mi familia será una buena defensa, tanto si Tristan termino su misión como si no lo hizo, si lo hizo, mucho mejor, será una defensa social, puesto que nadie negara que es valioso y antiguo y pertenece a una buena familia, y si no cumplió su misión quizás os proteja de lo que hay allí dentro.

Atentamente

Frederick O’Hara