Partida Rol por web

Llego al otro lado, sabiendo que fue gracias a la ayuda de los espíritus. Les agradezco en voz baja cuando escucho ruidos atrás mío. Me giro para ver a Escalofríos en el aire, saltando detrás de mí. Su salto parece bien, pero me doy cuenta de que no llegará, cayendo justo en el borde del precipicio, aun inseguro y con gran riesgo de caer.

De inmediato me giro y estiro mi mano para sujetarle, con la esperanza hacerlo a tiempo.

Corro acercandome cada vez mas a la abertura, salto. Cruzo rapidamente el espacio que separa un borde del otro y justo cuando mis pies tocan el otro lado siento como el todo mi peso no equilibrado me hace que empiece a caer hacia la negrura.

Cuando tengáis lista la cuerda avisadme. Prefiero pasar por encima de ella, soy más ágil y tengo mejor equilibrio que si trato de saltar o de trepar por ella. Mi tamaño jugaba en mi contra y parecía que como siguiese así el camino al final iba a resultar más un estorbo que una ayuda.

 Argos aguarda en último lugar, guardando la parte posterior del grupo, esperando paciente mientras el resto van cruzando de una u otra forma, algunos saltando otros, por la cuerda y finalmente algunos colgados de ella.

 Cuando ya no quedaba nadia más a su espalda, el ereño saco la cuerda y se la enrolló al brazo, dispuesto para saltar y si algo saliera mal puedieran tirar de la cuerda.

 Dando unos pasos atrás el hombre dió un corto esprint y se aupó hacia el aire con tremenda fuerza. Su pesado cuerpo salió disparado por encima de la sima, llegando bastante más lejos del borde de la sima.

Gracias a la velocidad de Fendor, Escalofríos no cae al vacío, pues le agarra a tiempo y le ayuda a pasar.

Los demás pasan la grieta sin muchas dificultades, rezando para que no se hayan detenido demasiado tiempo y que los miembros del legado no vayan muy avanzados por el otro camino.

Una pequeña zona más lisa que las demás está ante vosotros. Camináis con velocidad hasta que algo os hace deteneros.

Dos figuras caminan tranquilamente hacia vosotros por el sendero, y una de ellas levanta su mano cansada. Como si finalmente se detuviese para descansar, la otra se tambalea y cae sobre sus manos y rodillas, gimiendo de dolor.

Podéis ver que se trata de dos enanos, pero no parecen estar en su mejor momento. Uno tiene un corte muy profundo en la cabeza, y el otro en el brazo.

 Tras saltar la sima, el corpulento ereño no puede evitar fijarse en la bajita gnoma. en sus cortitas piernas.

 - Nos retrasas a todos, vas muy lenta.- dice mirándola de reojo.- Si no puedes ir más rápido será mejor que te quedes... o que te lleve.

 Dice tomándola de repente por la cintura y levantándola apenas sin esfuerzo.

 - No pesas más que una niña de cuatro años... humana. Procura mantenerte erguida y no inclinarte para atrás o para adelante.- Dice mientras la sienta sobre sus hombros.- Vayamos.

***

 Pasados unas millas siguiendo el tortuoso camino, se encuentran a la distancia con más fatas. Enanos, ¿qué hacen tan lejos de su hogar? Al verlos, desconociendo sus intenciones, el hombre baja a la pequeñaja de sus hombros, dejándole mayor libertad de movimiento.

Alcanzo a agarrar a Escalofríos antes de que caiga a las profundidades del risco, algo que de seguro no viviría para contar. Luego de eso me encamino sin más palabras para no permitir que el Legado y sus orcos lleguen antes que nosotros.

Durante el camino veo como Argos toma a Lunnaris y la levanta para llevarla sobre él, para no retrasarnos por su menor velocidad. Sonrío ante la situación y continúo mi camino sin mayor dilación.

Al cabo de un rato veo dos figuras que se dirigen a nosotros, saco por instinto mi arco y le tenso con una flecha apuntando a los objetivos. Después de eso veo que son enanos y que están heridos. Aun así me muestro con un poco de suspicacia y no bajo el arco hasta ver bien sus rostros y escuchar sus voces, preparado para una trampa.

Cuando el ereño me toma en brazos me quedo algo asustada porque aquel hombre me pusiera las manos encima. Me dejo llevar y cuando estoy encima de sus hombros reclino mi cabeza y le susurro algo directamente en su oído.

Pasado un tiempo me quedo mirando fijamente a los enanos que se acercan. Instintivamente llevo mi mano a una de mis dagas y hago muestras para indicar de que es hora de que me baje.

No me fío un pelo de esos dos y es posible que tengamos problemas.

Esta vez te dejo que me cojas sin mi consentimiento, pero la próxima vez,  como no me pidas permiso no tendré ningún problema en recurrir a mis dotes de niña pequeña humana y obligarte a caer por el precipicio. No sabes quien soy yo, ni de lo que soy capaz. Ten mucho cuidadito la próxima vez, a no ser que lo que tengas sea otro tipo de intenciones. No sé si me entiendes.

- Gra..gracias Fendor por un pelo, casi termino destrozado contra las rocas.

Ante su silencio dejo que las palabras de agradeciemiento mueran en mi voca. Sigo a mis compañeros por un camino cada vez mas facil cuando dos figuras achaparradas se acercan hacia nosotros.

Me detengo para observar al rededor para comprobar que no caigamos en algun tipo de emboscada, una vez me quede tranquilo fijo mi atención en estos dos enanos.

Las criaturas os ven. El que estaba caído se levanta con la ayuda del otro. Con ojos desorbitados y con cara extraña, sacan su urutuk y se acercan a vosotros con gritos de guerra.

Según se van acercando, notáis un olor extraño, como a cuerpos en descomposición

Estas criaturas se han vuelto locas, debido al hambre voraz que sienten. A pesar de su estado, no son totalmente malignos.

Los seres de comportan de forma anormal y gritan sus intenciones de atacarnos mientras ese olor desagradable inunda nuestros olfatos en señal inequívoca de mal augurio. Profiero una advertencia para detener su avance si es que aun algo de cordura queda en ellos:

 - "¡Deténganse o disparo! ¡Suelten sus armas, no somos sus enemigos!"

Espero atentamente mientras observo sus movimientos, completamente dispuesto a disparar una flecha al que estaba de pie en caso de continuar su carga.

 Estando aún a cierta distancia, el ereño, libre del engorro que representaba la gnoma en sus hombros, saca de una sacudida una tira de cuero que colgaba de su cinturón a la par que de un saquito colgado del mismo cinturón, saca una piedra, en un fluido movimiento carga el cuero, que resulta ser una honda y tras voltearla unos instantes proyecta una pedrada contra el más cercano de los enemigos.

 La piedra se estampa contra la frente del más cercano de los difuntos enanos, produciendo un sonoro crac ahogado.

 - No oleís ese hedor, están muertos, destrozadlos antes de que os lo hagan ellos.

Lunnaris también les pega un grito tratando de lograr que se detengan.

¡Alto! No somos enemigos, no hay motivo para esta afrenta.

Pero si comprobaba que sus palabras no tenían esto desenfundó una de sus dagas y se dispuso a apuntar y lanzársela.

Veo a las figuras cargar contra nosotros, aunque en el pasado pudimos ser aliados veo que ahora no lo somos. Desenvaino mi espada corta y me adelanto unos pasos a mis compañeros pero sin entrar en su linea de disparo.

- ATRAS, perfidas criaturas o será mi espada la que hable.

Escalofríos da unos pasos adelantándose al grupo, con la intención de poner fin a los ataques agresivos de esos dos enanos.

Pero no surge mucho efecto, pues uno de los enanos levanta su urutuk y le golpea, pero su armadura consigue absorber el daño.

Fendor, al ver que los enanos atacaban, disparaba su flecha, pero no daba a niadie con ella, al igual que Lunnaris, que lanza una daga y no golpea a los enanos, aunque por muy poco

Argos prepara de manera rápida una honda, que dispara y... atraviesa la cabeza del enano que intentaba golpear a Escalofríos, cayendo al suelo, sin señal de volver a levantarse.

El otro enano que faltaba grita al ver cómo su compañero cae, y se lanza también contra Escalofríos, pero falla el ataque

Estuve a punto de dar con mi daga a aquella criatura así que volví a intentarlo de nuevo con la daga que me quedaba. Me incliné sobre mi pierna y la saqué de dentro de una bota para ver si esta vez tenía más suerte.