Partida Rol por web

Nieve Carmesí IV

La Mansión

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21/04/2009, 21:26
Hans

Hans se colgó el fusil a la espalda y desenfundó su pistola. El trayecto hasta la puerta de la entrada lo hicieron en silencio. Se plantó delante de la puerta de entrada y con la mano libre asió el pomo

Octavius vigila que no nos salga "nada" por la espalda. Le dijo antes de empezar a tirar hacia si la puerta para ver si estaba abierta. Y aléjate de mi y de la puerta...por si acaso. A estas alturas ya no le extrañaría nada.

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21/04/2009, 22:34
Grigori

Siente como su corazón bombea con fuerza. Se mira de nuevo el cuerpo presa del auténtico pánico. El agujero negro le reclama desde allí, y como si de una mancha espesa se tratase, parece que empieza a salirse por los bordes y a derramarse sobre su piel. Se levanta y vuelve a la puerta. Sigue allí, pero el marco y las esquinas parecen deformarse por momentos, y laten al mismo ritmo que ese corazón del que es poco consciente en estos momentos. Al ver la pequeña luz de vela, se acerca hacia la mujer para ayudarla con los cofres. Quería meter la mano hasta el codo y extraer lo que sea que hay en ese alucinante lugar de si mismo que desconocía. Pero está muerto de miedo ¿Y si no hay nada?

Está temblando convulsivamente y siente que va a ponerse a gritar.

-¿Es ropa?- Sin pensarlo mucho mas tiempo, empieza a deshacerse de cada una de sus prendas que están pegadas a su piel, para colocarse despacio las nuevas prendas.

Al entrar en algo de calor, se queda con el ceño fruncido al ver que la campesina saca el diario y se pone a leer con curiosidad. Afirma su apuesta de leer, y entonces se queda vigilando con el cuchillo en mano cerca de la entrando, mirando al exterior por las ventanas.

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22/04/2009, 15:08
Director

Bajo la atenta vigilancia de Grigori, Alexeva leyó el diario del alemán. Se trataba de un diario personal en el que el teniente había vertido las palabras que le hubiese dedicado a un ser querido o a un amigo para describirle la guerra. Pero aun así, si se leía entre líneas, aquel manuscrito tenía cierto valor táctico ya que se hacía mención a los lugares en los que el teniente había estado y describía por encima cuales eran las misiones en las que el infortunado hombre había participado.

Habiendo constatado que merecería la pena cargar con aquel libro Alexeva se dirigió a las últimas páginas para intentar arrojar algo más de luz sobre su situación actual. Las últimas anotaciones del teniente rezaban así:


Diario del Teniente Diederick, frente Ruso, 15 de Enero de 1915.
En algún lugar al norte de Varsovia.
Aquella ventisca iba a matarnos. ¡Maldita tormenta! Parecía como si el propio diablo estuviese resoplando.

El viento nos azotaba sin piedad, con aquella cadencia constante que te sumerge en la desesperación más absoluta, castigando por igual el cuerpo y la mente. La nieve arrastrada por el aire se colaba por doquier. Teníamos que avanzar con la vista fija en el suelo para evitar que los ojos resultasen dañados de forma fatal por los elementos. Las fuerzas comenzaban ya a fallar, no nos quedaba comida y las cantimploras apenas resguardaban los últimos restos de un agua tan valiosa como necesaria. Llevábamos más de doce horas vagando sin rumbo, tropezando y cayendo de rodillas para volver a levantarnos una vez más sobre manos ensangrentadas y pies
destrozados.

Perdidos. Estábamos perdidos. Aquella ventisca iba a matarnos. Todo había comenzado la noche anterior. Los oficiales habían dado la orden de avanzar contra el enemigo desde sus posiciones en las trincheras. ¿Señor, cómo es posible que el mundo cambie tanto en tan sólo un palmo de terreno? Pasamos en un segundo de la relativa seguridad de las zanjas a tener que enfrentarnos a un terreno horadado
por las bombas, plagado de cráteres, alambres de espino y árboles destrozados. Trampas mortales para todo aquel que en su loca carrera tuviese la mala fortuna de pisar donde no debía. Ni tan siquiera eran necesarias las balas enemigas para acabar con nosotros. Y por si todo eso fuera poco, encima nos rodeaba aquella condenada niebla que impedía ver nada más allá de tu propia mano. Era como avanzar a través del mismo fin del mundo, y aún así lo hicimos. Algún mandamás engreído, sentado en la comodidad de su sillón, allá en la seguridad del puesto de mando en retaguardia, demostrando una inteligencia únicamente equiparable a su más que arrastrado valor, había tenido la genial idea de que aquella niebla nos beneficiaba. ¡Nos permitiría coger al enemigo por sorpresa! ¡Será una victoria aplastante! Lo que no pensó aquel privilegiado de rango inmerecido es que para ello en primer lugar debíamos llegar hasta las filas de esos Rusos, ratas de las estepas, hijos de las hienas. Y este primer objetivo básico no se consiguió, al menos no llegamos a verles, aunque ellos a nosotros sí. Los hombres caían a
nuestro alrededor como cuentas de un rosario cuyo hilo hubiese sido segado por un cuchillo mohoso, trofeos tanto de las balas y la artillería como de la misma tierra, que reclamaba su propia cuota de sangre. Fue la peor ofensiva de la historia, al menos la peor de cuantas tuve la desgracia de participar. Nos disgregamos sin orden ni concierto, sin rumbo ni otro objetivo más que la pura supervivencia, como rastrojos en el viento. ¡Y qué viento!

A las pocas horas de iniciado el ataque se desató la tormenta. Una implacable ventisca de arena con la que la naturaleza quizás pretendiera ajustar cuentas, justificar el desagravio y arrastrar los despojos humanos que habían quedado esparcidos por el campo de batalla. Me encontré vagando perdido por aquel desierto de tierra, nieve y malas hierbas que son las estepas rusas, con la única compañía de dos de mis hombres: el Sargento Karl, un militar de familia, con un alto sentido del honor y del deber, un buen hombre; y el soldado Pieter, un joven y fanático seguidor de las doctrinas, ideas y símbolos de superioridad que iniciaron la guerra, sin piedad ni conciencia, aunque respetuoso y obediente con sus
superiores. Caminamos a la deriva durante horas sabedores de que debíamos hallar algún lugar seguro donde guarecernos o aquella ventisca nos mataría. El día ya comenzaba a extinguirse cuando nos encontramos con otro de los supervivientes del ataque suicida, un soldado de otra unidad de nuestro ejército al que a punto estuvimos de abatir a tiros antes de poder identificar su uniforme. Su nombre es
Octavius y nos ha contado que pertenecía a una unidad de artillería que fue sorprendida por un ataque relámpago de las tropas rusas. Tuvo que huir para salvar la vida, como hicimos nosotros, pero en su caminar se tropezó con dos campesinos a los que tomó como prisioneros. Es un hombre extraño, como poco. Más tarde se nos unieron otros.

Ahora somos ocho almas caminando contra el viento. La ventisca va a matarnos. ¡Maldita tormenta!
No se realmente como lo hacen los demás, como logran colocar un pie delante del otro para seguir avanzando. En mi caso, creo que me mantengo en pie únicamente gracias a la imagen de mi querida Kerstin que se mantiene en todo momento fija en mi cabeza y se superpone al vuelo de la tierra a mi alrededor. Su rostro, su hermoso rostro, me guía y me impide caer. En mi mano derecha sostengo el fusil, en mi mano izquierda, encerrada en el puño, guardo la última carta que he recibido de
mi esposa. Tres semanas atrás nuestra unidad quedó aislada del grueso del ejército y el correo se interrumpió. Ahora aquel papel cargado de líneas y sentimientos muestra tantos pliegues como granos de arena mi rostro, aunque por mi propia vida juré que impediría que uno sólo de aquellos sucios trozos de tierra deshonrara su pureza. La carta permanece en mi mano izquierda, casi puedo sentir el calor que
desprende, fruto del amor y el cariño. El fusil sigue en mi mano derecha,
noto su gélido contacto, invención del odio del hombre, que dedica sus esfuerzos a ingeniar nuevas formas de matar. ¡Kerstin! ¿Qué estará haciendo ahora? ¿Cómo será aquel mismo día en nuestra preciosa Bacharach a tantos kilómetros de allí? ¿Volveré algún día a verla? ¡Ojalá pudiera estar ahora mismo a su lado, paseando por las floreadas calles!

Un pueblo pequeño, de casas blancas y tejados inclinados, de vigas de madera vieja y macetas en las ventanas. Con olor a leña y chimenea, con sabor a tradición y hogar. Situado a orillas del Rin, en uno de sus recodos, una de sus idas y venidas, serpenteando a través de un valle verde como ningún otro. Un lugar donde la vida no pasa ni transcurre, sino que se desliza, dejándose llevar por el ritmo lento de sus aguas. Un lugar sin tormentas de arena, sin muertos, sin fusiles… sin dolor.
¡Maldita ventisca! ¡Maldita guerra! ¡Maldita sea la avaricia, el orgullo, la ira y la prepotencia de los hombres! Vamos a morir aquí como no encontremos pronto algún lugar donde refugiarnos. ¡Un momento! ¿Qué es aquello? ¿Acaso…? ¡Si! ¡Es una luz! Una luz en la distancia, débil pero se percibe a través de la niebla. Es posible que se trate de alguna granja o una casa de campo. Sea lo que sea se trata de
nuestra única oportunidad...

Apenas Alexeva había finalizado la lectura del diario un ensordecedor sonido de campanillas comenzó a sonar en el pasillo. Venía del techo, justo donde instantes antes les había parecido vislumbrar un mecanismo. Gracias a la luz de la palmatoria pudieron comprobar que se trataba del sistema que se empleaba en las mansiones para requerir la presencia de los criados... ¡Sólo que las cuerdas que debían accionar las campanas no estaban!.

El sonido continuó creciendo por momentos hasta que todas las campanillas salieron despedidas del mecanismo violentamente cayendo estrepitosamente al suelo tras rebotar contra las paredes y el techo. Todas menos una que permaneció en su sitio y continuó agitándose en solitario, suavemente.

Debajo de cada una de las campanillas se había dibujado un tosco dibujo destinado a indicar al generalmente analfabeto servicio cual era el lugar donde se requerían sus servicios. El dibujo de la única campana que permanecía sonando representaba un oso de peluche.

Notas de juego

Explicación del sistema de campanillas:

En algunas casas de época se pueden encontrar estos sistemas para llamar a la servidumbre a diferentes lugares de la casa. En cada una de las habitaciones de la zona habitada por los señores existen botones en la pared o tiradores que están unidos mediante un sistema de hilos y poleas por tuberías a una campana. Estas campanas solían estar todas juntas en algún lugar de la planta de la servidumbre donde se escucharan bien. De esta forma, cuando los dueños de la casa requerían de los servicios de la servidumbre accionaba el botón y el tirador. Esto hacía que la campana correspondiente a la habitación sonara en la zona de servidumbre donde los criados iban a comprobar si la campana que había sonado era una que tuviera que ver con las tareas que tenían asignadas.

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22/04/2009, 15:42
Director

Tan pronto como abrieron la puerta una ráfaga de aire arrancó la hoja de las manos de Hans y dio un fuerte golpe contra la pared. La nieve se coló en la habitación en un remolino blanco. Los dos hombres tuvieron que cubrirse los ojos para evitar que los copos les hicieran daño. Allí afuera se estaba desarrollando la peor tormenta que habían visto en su vida. La nieve el agua y el granizo, agitados por un viento huracanado hacían imposible la visión más allá de un par de metros. Tan sólo alcanzaban a ver el inicio de los escalones que presentaban una gruesa capa de nieve sobre ellos y el pasamanos, del cual colgaban gruesos carámbanos.

En ese momento escucharon que en algún lugar de la casa alguien estaba agitando montones de campanillas con fuerza creciente hasta que de repente, con un estruendo metálico, todas se quedaron en silencio.

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22/04/2009, 18:52
Hans

Mierda Dijo Hans al ver el infierno blanco que se desataba fuera de la casa, y lo repitió mientras peleaba con la puerta hasta cerrarla otra vez. No le fué facil ni mucho menos con la inusitada fuerza del viento. Cuando acabó de cerrar todo se quedó en un horrible silencio que fue roto por el sonido de aquellas campanillas que parecían sonar desde el más allá, como llamándolos.

Estamos jodidos. Le dijo a Octavius mientras se quitaba de encima la nieve del exterior que se le habia pegado al traje.

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22/04/2009, 19:06
Octavius

Octavius se colocó detrás de Hans y a un lado para evitar cualquier sorpresa que pudiera venir de fuera. Apuntó con su arma hacia la puerta en el momento que esta se abrió de golpe dejando a Hans expuesto a cualquier francotirador que hubiera fuera. Sin embargo no eran balas lo que golpeaban a Hans en el rostro, sino copos de nieve a gran velocidad. Los mismos copos que traídos por un vendaval acababan en el rostro de Octavius. Se protegió como pudo y se apartó de allí a sabiendas que no iba a venir ningún ruso a tenderles una emboscada ni había salida posible de aquella casa.

El suelo empezaba a empapar y se alejó de allí en dirección a las escaleras para apartarse un poco -Maldito país. Solo hay rusos, ratas y nieve. ¿Qué coño hemos venido a hacer aquí? Si ya deberían morir ellos solitos. -El sonido de unas campanitas hicieron que Octavius dejara de sacudirse el ya de por si empapado traje. El sonido fue creciendo hasta que paró tan de repente como empezó.

-O es la hora de comer o es el viento -pensó el soldado.

-Bien, visto que no podemos salir creo que lo mejor será quedarnos en algún lugar, dejar secar la ropa y cuando amaine saldremos de aquí. No tiene sentido perseguir a los rusos ni hacer nada. Lo mejor será sentarse aquí, descansar las piernas y dejar que se me sequen los malditos pies. -Dijo mientras se sentaba en el suelo cerca de las escaleras.

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22/04/2009, 21:37
Hans

Hans escuchó a Octavius mientras con la vista intentaba buscar el lugar del que había salido el ruido aquel de campanillas. Seguramente sea Grüber pensó para si mismo. Aprobechó para volver a mirar la multitud de puertas que daban acceso al pasillo de entrada donde se encontraban. Era un lugar con demasiados accesos.

La idea de esperar me parece muy buena, pero aquí en el pasillo creo que estaremos demasiado expuestos. Este pasillo comunica toda la casa y nos podrían disparar desde casi cualquier lugar. Deberíamos entrar aquí a la biblioteca, me parece un lugar algo más seguro.

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23/04/2009, 00:05
Octavius

-Créeme -dijo Octavius -este es el lugar más seguro de toda la casa ahora mismo. Mira a Grüber, se le ha ido la olla, está mal de la azotea -dijo señalando su cabeza mientras hacía círculos con el dedo. -Este es el único sitio donde aún no ha muerto nadie y ya está explorado. No quiero ni pesar qué coñ... -dijo mientras tiraba de su bota derecha -...o hay en ese sitio. No me apetece pisar otra de esas lanzas empaladoras.

Se quitó ambas botas y señaló a Dieter que aún colgaba de la pared como un cuadro. -Mira, ¿ves los calcetines? empapados. Joder, voy a coger una fiebre de esas que me voy a quedar tieso en este puto antro. -Siguió ocupado mirándose los pies e intentando secar los calcetines y escurriendo las botas mientras Hans miraba la biblioteca como una buen lugar donde ir.

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23/04/2009, 11:45
Hans

Hans asintió a las palabras de Octaviu. Parecía un soldado con muchos recursos, así que opto por confiar en su planteamiento de la situación.

Aunque eso sí, no le imitó al quitarse los zapatos, quizás era porque había estado un buen rato sentado sobre las ramas de un arbol en vez de constantemente en el suelo, pero sus pies -dentro de lo que cabía- conserbaban aún una temperatura admisible.

Así pues se sentó de espaldas a la pared de la puerta de entrada a la casa (esta quedaba a un lado suyo por lo que si alguien entraba por ahí siempre tendría ventaja) y -cambiando la pistola por el fusil ya que este tenía mayor rango de disparo- empezó a vigilar todo cuanto tenía delante (incluido Octavius, por si también se volvía loco como Grüber)

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23/04/2009, 14:44
Alexeva

La decisión de conservar el diario había sido la correcta, realmente la información que contenía podía ser útil. Alexeva leyó con cierta curiosidad el pasaje en que se hablaba de cómo Grigori y ella habían llegado como prisioneros de Octavius, su nombre tres veces maldito.

En ese momento, otro de los inexplicables sucesos tuvo lugar. El mecanismo de campanillas no debería haber podido sonar jamás, cortadas las cuerdas que lo unían a sus destinos respectivos quién sabía cuantos años ha... y sin embargo...sonaba.

Alexeva miró a Grigori a los ojos y musitó unas palabras en voz baja.Unas palabras que a la postre quizá les harían morir...o salvarse al fin.

Esta casa...algo en esta casa nos ha llamado...quiere que vayamos hasta algún lugar... no podemos obviar por más tiempo que algo sobrenatural ocurre aquí, Grigori... unos instantes de silencio después continuó  Creo que debemos llegar al lugar que indica la campanilla...

Notas de juego

Estoy teniendo problemas de conexión, no obstante creo que al menos un post al día sí podré escribir. Lo aviso por que no creais que he desaparecido ni nada. ¡Gracias!

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23/04/2009, 15:07
Director

En respuesta a las palabras de Alexeva la campanilla dejó de agitarse. El silencio cayó sobre el pasillo como una pesada losa roto sólo por el sonido del viento que rugía en el exterior.

La llama de la vela, mecida por alguna brisa invisible, arrojaba luces danzantes que hacían que las sombras adoptaran formas irreales pero les permitía ver hacia dónde conducía el pasillo. Este torcía hacia la derecha un poco más allá de la segunda puerta que Alexeva habían vislumbrado cuando Grigori abrió la puerta. Al justo en el ángulo del pasillo se veían dos puertas más, una de frente y otra en la pared de la izquierda.

De repente una fuerte ráfaga de aire procedente de quién sabe dónde agitó la llama amenazando con apagarla. Durante un breve instante se produjo un juego de sombras en las paredes que a los rusos se les antojó similar al que arrojaría toda una multitud que estuviera congregada en torno a ellos.

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23/04/2009, 15:24
Director

Pasaron un buen rato esperando a que algo ocurriera. Los minutos transcurrían lentos y la tormenta no daba muestras de amainar en lo más mínimo. Pasado un cuarto de hora seguía sin haber noticias de Grüber, y los rusos tampoco atacaron. La tensión empezaba a remitir llevándose la adrenalina que les había mantenido alerta hasta el momento. Una peligrosa modorra fruto del cansancio empezaba a apoderarse de ellos haciendo que en algún momento se sorprendieran a sí mismos dando una cabezada.

Un nuevo sonido les puso en alerta otra vez. Había alguien en el piso de arriba. El lento crujir del suelo de madera del recibidor superior rebeló que alguien avanzaba hacia el inicio de las escaleras con paso lento y vacilante. Esos pasos, fueran de quien fueran, no se correspondían con el sonido de unas botas, sino más bien con el sonido que haría alguien descalzo que arrastra los pies. Se debían haber quedados dormidos en algún momento porque se habían dado cuenta del sonido cuando ya estaba cerca de las escaleras.

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23/04/2009, 20:09
Grigori

Mientras miraba al otro lado, Alexeva, se dedicaba a leer en voz queda el diario de aquel Teniente. A él no le importaba nada de eso, y si hubiera podido hubiera quemado todas sus pertenencias junto aquel alemán.

Así paso el tiempo, él vigilando, mientras la mujer se dedicaba a leer, dando una escena realmente de dos personas valientes, fuertes y algo diferentes. Hasta que la casa decidión hacerse la actriz principal de la película. Primero intentó asustar a los dos campesinos con un juego de campanillas, y después con un viento que parecía fantasmal, haciendo vacilar la llama de la única fuente de luz que poseían.

..ojalá, los que habiten en esta casa tenga corazón Alexeva. Solo con eso y con nuestra confianza consigueremos salir de aquí. La casa solo pretende asustarnos, pero si no le hacemos nada no tienen por que hacernos daño- Con confianza buscó la mano de la mujer, para no separarse ni un solo instante. Este momento era crucial para continuar, y debián de ser como dos compañeros en el campo de batalla.

-Ahora continuémos-

Susurra el ruso, con el filo en la mano torpe cruzando el pasillo y mirando por el rabillo del ojo lo que ocultan cada una de las puertas.

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23/04/2009, 21:54
Octavius

Octavius se sorprendió con la cabeza mirando a su entrepierna, los calcetines en la mano y las botas en el suelo cuando un ruido le despertó. -Joder, me he quedado dormido. -Miró a Hans y vio que también se encontraba en brazos de Morfeo y orientó sus orejas en dirección al sonido de pies descalzos y pesados que provenía del piso superior.

Su cabeza apuntaba a las escaleras y esperó a que asomara quien fuera que venía. Recogió el fusil del suelo y apuntó en esa dirección -Que Grüber, ¿secando los calcetines? -suponía que su compañero desquiciado había dormido algo y ya estaba algo más centrado. -¿Como está la cosa por ahí arriba? -Su fusil sin embargo no dejaba de apuntar. Fuera Grüber o no, no podía confiar en alguien mentalmente enajenado y con armamento suficiente para volar la casa y a sus ocupantes.

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24/04/2009, 00:21
Hans

Fue el ruido del fusil de Octavius lo que despertó a Hans, aún así el ver tan alerta a su compañero hizo que apenas hubiera transición entre estar abrazando a su mujer en el salón a lanzarse al suelo y llevarse la culata de su propio fusil contra el hombro.

Hans no asumió que era Grüber, o alguno de los malditos rusos. Solo cerro el ojo izquierdo y apuntó con el derecho sobre el último de los escalones de la majestuosa escalera.

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24/04/2009, 15:12
Alexeva

El cese del sonido de las campanillas confirmó los pensamientos de la mujer. La casa deseaba algo, quizá que salieran de allí, quizá ayuda de algún modo.

Alexeva dio un ligero respingo cuando Grigori le tomó de la mano. La mujer no estaba acostumbrada al contacto humano, ni con hombres ni con mujeres. Ya de pequeña el único tacto que la reconfortaba era el la madera y el metal de su rifle, aquel con el que tanto tiempo había practicado. Y ese aislamiento se había acrecentado cuando entró a formar parte del selecto grupo de francotiradores del ejército regular.

Sin embargo, a pesar de todo, Alexeva agradeció el gesto.

Toma dijo al campesino tendiéndole la plamatoria Será mejor que la sostengas tú mientras yo avanzo con con el rifle.   Por si nos encuentran los alemanes...

La pareja siguó caminando en silencio, entre las extrañas sombras que proyectaba la luz de la vela, y quizá algo más que los acompañaba.

Supongo que buscamos el cuarto de un niño... tal vez de un bebé...  no creo que se halle en esta planta, la del servicio...será mejor subir de algún modo...

Así, los dos giraron el recodo del pasillo y se acercaron hasta la puerta que cerraba el frente del mismo.

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24/04/2009, 20:10
Director

No hubo respuestas a las palabras de Octavius, los pasos continuaron avanzando hasta llegar a la escalera y allí se convirtieron en un roce viscoso. Fuera lo que fuera bajaba con total parsimonia ignorando sus palabras y su presencia... o totalmente consciente de ambas cosas. Por desgracia, desde el ángulo que ocupaban los alemanes no serían capaces de ver quién o qué era hasta que se encontrara cerca del rellano intermedio.

Notas de juego

Uy que tensióoonnnnnnn

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24/04/2009, 20:56
Director

Notas de juego

Hola, había escrito vuestra respuesta pero... al darle a enviar se me ha borrado. Se me ha hecho tarde y me tengo que ir así que si no os importa os respondo a lo largo del fin de semana. Disculpad las molestias.

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25/04/2009, 02:06
Grigori

Notas de juego

No problem ;)

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25/04/2009, 13:39
Alexeva

Notas de juego

Idem,idem, a ver si logro yo solventar mis problemas antes del lunes, q no veais que mono tengo de umbria  XD