Partida Rol por web

13 de Febrero de 1979

Solo ha pasado un día desde el atentado en Camdem y la zona sigue revuelta. Los bomberos muggles no se dan por vencidos y continúan buscando entre los escombros, ahora que la nube de polvo (nube que creían que era de gas tóxico) se había disipado por completo, intentando encontrar a los desaparecidos, o al menos sus cadáveres para tener algo que presentar a sus familias.

Sin embargo estos pobres héroes no saben que la mayor parte de los muggles desaparecidos se encuentran en el Hospital San Mungo donde intentan salvarles con todos los medios disponibles.

Finona, a pesar de ser especialista en heridas causadas por animales mágicos, estaba en los pasillos curando heridas y soldando huesos a diestro y siniestro, pues los medimagos de urgencias no daban abasto.

A lo largo de la mañana, Severus Snape se apareció unos metros de donde ella se encontraba, cargando con una caja llena de pequeñas botellitas llenas de líquidos de diferentes colores. Una nueva entrega de pociones curativas. nunca venía mal, y menos en aquel día en la que había tantos herídos que tenían que atenderlos en el pasillo.

Fiona no había tenido tiempo ni para ir a casa. Había dormido alrededor de tres horas en su despacho y el resto del tiempo había estado curando heridos y ayudando a los recepcionistas con los informes de los magos y muggles que habían recibido el alta. San Mungo era un caos enorme y en Administración no hacían más que presionar a los sanadores para que se dieran prisa y encima rellenaran una ficha de quienes atendían. Y como no, a ella también le tocaba sin ser de Urgencias.

La irlandesa se encontraba en aquel momento sentada en unas butacas de la entrada dictándole a una pluma automática que levitaba a su lado mientras se bebía su segunda taza de café. Tenía cara de cansancio, ojeras, y el pelo recogido un moño improvisado bastante mal hecho. De no ser por la túnica de color lima bien se podría decir que era una paciente.

Cuando apareció Severus levantó la vista para ver quién era. Se alegró de ver aquel cargamento de pociones que le ahorraría mucho trabajo al Hospital. Fiona le dio un suave toque con la varita a la pluma para que parase y dio un último trago al café.

- Buenos días, Snape- saludó la chica con una breve sonrisa mientras se levantaba. Él siempre solía echar una mano en el hospital haciendo pociones, lo cual nunca estaba de más. A ella se le daba bastante bien, pero desde luego no había conocido a nadie con más talento que Snape para las pociones.- Es muy amable por tu parte traernos estoy hoy. Ni te imaginas la de calderos de Esencia de Murtlap que están haciendo.

Se acercó a echarle un vistazo a las pociones.

Snape alzó las cejas y miró a Fiona cuando está le habló. No la había viso al llegar, así que su voz le había pillado desprevenido. El joven asintió al escuchar a la medimaga.

–Señorita O’Brian –saludó algo distraído–. Creo que no hace falta que me lo imagine. Solo tengo que… –dejó de hablar cuando un medimago pasó a todo correr por el pasillo obligándole a echarse a un lado.

Las botellas tintinearon en la caja y Severus miró con los ojos entrecerrados a aquel mago que le daba la espalda, alejándose a toda prisa por el pasillo.

–Como iba diciendo… Solo tengo que mirar a mí alrededor. ¿Dónde puedo dejar esto? –preguntó haciendo referencia a la caja con las pociones.

Fiona se mordió brevemente el labio inferior mientras pensaba.

- Supongo que deberían recogerlas en Recepción, pero no estoy segura de que les den prioridad ante los heridos o los informes. Si te parece podemos ir al almacén.- le miró durante unos instantes- O si estás ocupado puedo llevarlas yo misma.

Así tendría una excusa para descansar un poco y dejar de rellenar estúpidos formularios sobre gente muggle. Con suerte entregaba el informe que estaba terminando y se iba a casa.

El mago, cansado de llevar la pesada caja en los brazos, sacó la varita y conjuró un encantamiento de levitación. Ahora la caja se movía flotando a su alrededor.

–Mejor vamos al almacén –contestó Severus después de dedicar unos segundos para pensar en las opciones–. Usted primero…

Le dijo con lo que fue un intento de sonrisa y después volvió a distraerse mirando a su alrededor, a las víctimas del atentado.

- Accio Informe y pluma- conjuró Fiona para no tener que volver a su asiento- Por aquí.

El almacén no estaba muy lejos, ni siquiera había que cambiar de planta, pero los pasillos estaban llenos de gente herida con vendas, frasquitos de pociones que dejaban tirados, sanadores corriendo de un lado para otro y carritos con pócimas que los seguían con un hechizo perseguidor. Era bastante complicado caminar sin chocarse con alguien.

En un par de ocasiones varios enfermos abordaron a la sanadora quejándose del mal servicio y esta se los quitó de encima excusándose por que tenía prisa. Finalmente llegaron ante una puerta de madera que tenía una placa dorada inscrita. "Solo Personal Autorizado" Pronunció unas palabras en voz baja y grió el pomo de la puerta.

-A delante- dijo dejando paso.

Era un almacén bien iluminado con muchas estanterías cerradas señaladas con números romanos. Fiona se acercó a la caja que levitaba al lado de Snape.

- Veamos...- murmuró examinando las botellitas- Puedes irte ya si tienes prisa. No creo que tenga problemas en identificarlas.

Para llegar allí habían tenido que pasar entre todos los heridos que se acumulaban en el pasillo. Por suerte, al llegar a cierta zona todo se volvió más tranquilo. Se trataba de un pasillo lleno de puertas cerradas, era el ala donde ingresaban a los enfermos más graves. Una vez la hubieron pasado de largo, llegaron al almacén.

Ya en el interior, Snape miró a su alrededor. Había estado varias veces en aquel lugar, pero no dejaba de impresionarle la cantidad de pociones que había en aquellas estanterías, aunque era cierto que aquel día habían mermado mucho.

-Me gusta este sitio. Creo que, si no te importa, voy a quedarme a ayudarte con…

Algo interrumpió al mago sobresaltándole. Se trataban de unos fuertes gritos que venían del lugar por el que habían entrado. Del pasillo de las habitaciones de los enfermos graves.

Fiona sonrió al escuchar las palabras de Severus. A ella también le gustaba aquel sitio, le había dejado fascinada la primera vez que entró. Entonces las palabras del mago fueron interrumpidas por unos gritos. La Sanadora dejó las pociones que tenía en la mano de nuevo en la caja y arrugó la frente. Era la zona de heridos graves, era normal que hubiera gritos. Pero esos gritos concretamente no.

- Será mejor que vaya a ver qué ocurre…- dijo no muy convencida.

Avanzó hasta la puerta y salió fuera para echar un vistazo y ver qué ocurría.

Una vez fuera Fiona no vio nada de interés en el pasillo, pero le sirvió para darse cuenta de que los gritos salían de una de las habitaciones cerradas. Snape no quiso quedarse atrás, así que también siguió a la sanadora.

Cuando Fiona empezó a caminar por el pasillo, una de las puertas cerradas se abrió de golpe y de ella salió Irving Proudfoot con una expresión que entremezclaba alegría y terror. Al parecer era la sala en la que habían ingresado al comatoso Gary Proudfoot.

-¡Necesitamos un sanador! ¡Ha despertado! –dijo el patriarca de los Proudfoot.

Dentro de la habitación Gary gritaba como si le estuviesen torturando.

Fiona se sobresaltó y entró inmediatamente en la habitación.¿Por qué no había nadie con ellos?

- No se preocupe, señor Proudfoot. Soy la sanadora O’Brian, yo les atenderé.

Se acercó a la cama y examinó brevemente a Gary Proudfoot. Gritaba mucho y no sabía si era por dolor o si estaba asustado. En ambos casos necesitaba pociones y las enfermeras nunca estaban cuando se les necesitaban. Sujetó al hijo de Irving por los hombros para que no se moviera y se relajara.

-Gary, soy la sanadora O’Brian, estás en el Hospital San Mungo. Tranquilícese, está en buenas manos. Necesito que se calme y me diga qué le ocurre…

El chico no dejaba de gritar, a si que se dio la vuelta para examinar las pociones que había allí. Tenía que haber algún filtro de paz con el que calmarle.

Gary Proudfoot se agitaba en su cama ante la aterrada mirada de sus padres y de su hermana. El joven hombre estaba medio incorporado y acurrucado al final de la camilla agarrándose con una de las manos a la estructura metálica con fuerza mientras que con la otra se rodeaba las rodillas. Al parecer acababa de despertarse del coma y solo escondía la cabeza en sus rodillas y gritaba de vez en cuando. Parecía en un fuerte estado de shock.

-Ha… Ha empezado a gritar de repente. No sé como ha sucedido. No sé cómo ha despertado. Yo… ¡Yo le he notado moverse a mi lado y de repente se ha puesto así! –Irving se movía de un lado para otro inquieto siguiendo los pasos de la sanadora-. Puede hacer algo él, ¿verdad? Está aterrado. Mi hijo... ¿Qué diantres le pasa?

-No se preocupe, haré todo lo que pueda, señor Proudfoot- dijo la sanadora- Discúlpeme un momento, voy a buscar unas pociones.

Fiona salió de la habitación y se dio cuenta de que Snape no estaba, pero en ese momento no le dio importancia. Fue hasta el almacén de nuevo y cogió varias pociones y volvió a la habitación.

-Ya estoy- anunció nerviosa a la familia.

Dejó las pociones en una mesa y se acercó a Gary apuntándole con la varita. Le hizo un hechizo inmovilizante y le estiró en la cama. Después descorchó una botellita de un líquido transparente, se la hizo tragar y le quitó el hechizo. Era un tranquilizante bastante fuerte de acción inmediata que le bajaría responder con normalidad, como si no pasara nada.

- Eso debería calmarle y hacerle razonar con normalidad- comentó volviéndose a su familia.

En ese instante un joven apareció en el borde de la puerta mirando dentro de la sala con discreción y con la varita en ristre. No era Snape, pero puede que Fiona lo conociera de vista.

-¿Va todo bien? –preguntó-. He escuchado unos gritos…

El joven, que no debía pasar de la veintena, se fijó entonces en quienes estaban en la habitación además de fijarse en la sanadora. A los Proudfoot los conocía por haberlos visto parias veces en mítines y en el Profeta.

-Vaya, siento la interrupción señores Proudfoot…

El intruso miró entonces a la camilla. Parecía particularmente interesado en Gary, quien aún seguía temblando, pero que ya había dejado de gritar.

Fiona se volvió hacia la puerta extrañada. Conocía a aquel chico de vista, pero no recordaba ni cómo se llamaba. ¿Dónde lo habría visto? Se acercó a la puerta.

- Va todo bien, gracias- dijo amablemente- Y a no ser que sea amigo de la familia- esto lo dijo mirando al señor Proudfoot- me temo que tendré que pedirle que se vaya y cierre la puerta al salir. Ah, y si fuera tan amable de llamar a una enfermera se lo agradecería muchísimo señor...

-Black, Sirius Black.

Sirius echó un ultimo vistazo a los presentes y después se dirigió a la sanadora.

-Si, claro. Les dejaré solos y no se preocupe, llamaré a la enfermera. Siento la interrupción -se volvió a disculpar y cerró la puerta.

Si Fiona prestó la suficiente atención pudo escuchar como Sirius parecía que había echado a correr. Aparentemente tenía mucha prisa.

Sirius Black...  Le sonaba el apellido, pero el chico no demasiado. Fiona negó con la cabeza y volvió a atender a Gary Proudfoot.

- Estaría bien que se acercara alguno de ustedes. Ver a un familiar siempre reconforta.

Se acercó a la cama e intentó hablar con voz calmada.

- Hola, Gary. ¿Puedes oírme? Estás en el Hospital San Mungo. ¿Recuerdas por qué estás aquí?

Gary levantó la vista para mirar a Fiona y dejó de estar tan tenso al ver que sus padres estaban allí, por supuesto otra gran razón de su repentina calma fue aquello que le dio la sanadora.

-¿Qué si re-recuerdo...? Claro que recuerdo... -dijo recostándose de nuevo en la cama- Ese hijo de puta me mató...

Irving miró preocupado a su hijo y después se dirigió a Fiona mientras se acercaba a la camilla sin apartar la vista de Gary.

-¿Se pondrá bien? ¿Cree que ha quedado lesionado?

Una enfermera entró entonces en la habitación y se hacercó a la sanadora en cuando la vio. LA enfermera tenía la frente perlada de sudor y el flequillo pegoteado a la frente. parecía haber tenido un día muy ajetreado.

-¿Qué sucede...? ¡¿Ha despertado?! -exclamó al ver que Gary parecía moverse.