Partida Rol por web

13 de Febrero de 1979

21:00

El alto edificio del profeta se levanta regio arropado por edificios algo más bajos y estrechos. Podéis apreciar como poco a poco las luces que se pueden ver a través de las ventanas comienzan a apagarse piso por piso. Todas excepto las de la última planta, donde de vez en cuando podéis apreciar como una sombra se mueve junto a la ventana.

A ambos lados del edificio hay dos minúsculos callejones que llevan a la parte trasera del mismo. Si os acercáis veréis a simple vista alguna que otra humeante alcantarilla y como un par de ratas huyen a vuestro paso entre chillidos.

Se la nada surgió Juliet, ataviada con la máscara de metal y la túnica negra con capucha. Sostenía la varita en alto y aguardaba a que sus compañeros apareciesen también.

Una vez lo hicieron, se dirigió a ellos con voz metálica:

-Adelantaos y decidme qué veis y quién hay.

-No hace falta adelantarse demasiado. Puedo decirlo sin acercarme: conserjes, guardias de seguridad y empleados menores. Entrar por la puerta principal levataría demasiado polvo.

Drystan se quitó la máscara y la capa y la dejó en el suelo.

- Ahora vuelvo.

A los minutos, volvió.

- Hay una puerta de empleados en un callejón contiguo, no sé para qué. Seguramente para tirar los restos de imprenta, o algo. Podemos entrar por ahí, si conseguimos abrirla. Y si no, la reventaré. - dijo mientras volvía a vestirse.

-No, será mejor mantener la calma todo lo posible. Vamos.

Diciendo esto, Juliet echó a andar hacia el callejón, asegurándose de que nadie los viera. Frente a la puerta del almacén sacó la varita y dijo:

-¡Alohomora!

El cerrojo se resistió a los dos primeros intentos, pero al tercero se desbloqueó. Juliet, tras la máscara, apretó los dientes. Empezaban bien...

Los mortífagos empujaron la puerta con cuidado. Parecía no haber nadie cerca, al menos no se oían pasos y las luces estaban apagadas. El único punto de luz provenía de un candelabro que alumbraba la entrada a una puerta.

La estancia estaba llena de pasillos formados por estanterías llenas de cajas, y en uno de los extremos se amontonaban enormes cilindros que, presumiblemente, eran rollos grandes de papel.

Al parecer nos hemos colado en un almacén de archivos. El hecho de que los tengan tan a mano hacia la salida me hace pensar que se trata de material desechable. Probablemente bocetos de maquetación o algo así.

No obstante, para asegurarme, me acerco a comprobarlo. Es posible que haya un mapa del edificio.

Jugson miró de reojo a Blackmore. ¿Qué coño hacía? Se acercó a Juliet.

- ¿Cómo operamos, líder? ¿Cuál será la formación?

Juliet dirigió una mirada extrañada a Blackmore, que se estaba distrayendo para rebuscar entre las cosas viejas del almacén. Ni que tuviese Síndrome de Diógenes. Por su parte, ya rebuscaba suficiente en almacenes polvorientos durante nueve horas diarias como para desear hacerlo en mitad de una misión.

-Iré delante. Hay que moverse deprisa. Subiremos al despacho de Herman como ya os he dicho: inmovilizad, no mateis a no ser que sea necesario. No hay que causar daño si queremos que Herman colabore.

-Usted delante.- dijo Blackmore designando el supuesto camino con la mano abierta - No conozco este edificio. Por cierto, ¿qué sugiere que hagamos con los empleados inocentes que con toda seguridad encontraremos de camino al despacho?

Blackmore sigue pensando que la idea de irrumpir violentamente en el edificio con los trajes era francamente mala. Supuso que estos tipos tendrían ganas de acción.

Jughead perdió la poca paciencia que tenía.

- Hay un conjuro, Blackmore, que se aprende en tercero, en Hogwarts. Petrificus Totallis, se llama, ¿recuerdas? Con eso será suficiente. Vamos, yo cerraré la marcha.

Y esperó a que el estúpido preguntón fuera delante.

Blackmore miró a Jugson directamente y le dedicó una amplia sonrisa desafiante. Sin dejar de mirarle, se dirigió a Juliet.

-Después de usted, señorita Moore.

Realmente, seguía sin entender por qué estos tipos preferían dejar testigos a dejar cadáveres. Tal vez fuera su propia falta de compromiso o simplemente su ineficacia. Pero en fin, él no estaba aquí para tomar decisiones.

Tras la máscara, Juliet esbozó una sonrisa. Drystan, en ocasiones, era deliciosamente abrupto.

-En marcha.

La rubia abrió la puerta y subió por el pasillo con la varita preparada para lanzar un Petrificus Totallus a cuantas personas se encontrase por el camino.null

El pasillo está ligeramente iluminado por la tenue luz que sale de una puerta que permanece entre abierta al final del mismo. No os sorprende, ya que sabíais que aún quedaba gente en el edificio.

Según os movéis podéis ver un par de puertas a ambos lados del pasillo, todas cerradas, y cerca de la puerta que se encuentra abierta podéis distinguir el inicio de unas escaleras que suben al primer piso.

Los mortífagos avanzaron por el pasillo sin dificultad aunque, a medio camino, Moore tuvo la mala suerte de golpear con el pie un objeto que no llegó a identificar en la oscuridad.

Aquel ruido fue suficiente para llamar la atención de aquel que se encontraba dentro de la habitación de la que salía la tenue luz.

-¿Henry? ¿Has tirado la maldita papelera... otra vez? -preguntó una voz desde el interior a la vez que se escuchaba el ruido que hace una silla al ser arrastrada-. Esta vez no pienso ayudarte a recoger la mierda...

Unos pasos comenzaron a acercarse a la puerta y en un segundo aquel hombre aparecería en el pasillo. El hombre, aunque ha oido el ruido con total claridad, no parece haberse alarmado. Sin embargo podéis daros cuenta de que no os da tiempo a esconderos.