Partida Rol por web

Varios minutos camina Bernard Jones, o mejor, Jorge Kahn por entre aquel sector industrial en busca de una residencia. Danton toma su moto en otra dirección y Rienne aparca el carro y se toma algo más de tiempo para ir de cacería.

Tiene que atravesar varias cuadras de complejos vacíos y silenciosos, antes de encontrar algunos hogares nuevamente. La oscuridad es la dueña de esta zona, vencida por los oasis ocasionales de luz proveniente de las farolas de la calle. Esas luces amarillas y refulgentes que te resultaban incómodas de observar, una consecuencia de la maldición que te había convertido en un hijo de Caín.

El silencio es apenas interrumpido por roncos estertores de vehículos lejanos, el viento incluso parece guardar silencio mientras las siluetas siniestras de extremidades retorcidas que se revelan como árboles en la proximidad se alzan cerca a los hogares. Un barrio de casas homogéneas, ninguna mayor de tres pisos, ninguna difiere en demasiados detalles de la otra. De colores rojizos, oscurecidos por la hora, algunas muestran luz a través de sus ventanas, otras descansan inertes sin alma.

Es difícil encontrar un edificio de viviendas, y los buzones solo se revelan como rendijas para depositar la correspondencia. No hay tiempo para ir más allá, al menos no con el tiempo limitado y es necesario tomar una decisión pronta. Irrumpir en alguna de estas viviendas y tomar a sus residentes como tempié...

O...

Y entonces el ruido de pasos. Muy cerca de allí, una pareja camina por el otro andén en dirección contraria. Un hombre alto y calvo fumando un cigarro y con un gesto divertido, camisa a cuadros, que habla con una mujer algo más baja y delgada, de cabello rubio y reseco, según puedes notar, y que le mira con aire concentrado.

Conduces lentamente, por esta zona industrial que parece abandonada a estas horas, la soledad y la oscuridad parecen conspirar para un criminal o para algo peor... como tu mismo. Las construcciones demuestran los vejámenes del descuido: paredes con graffitis, capas de suciedad y espacios donde la pintura se ha corrido revelando el pelado esqueleto de las construcciones. Las pocas luces que traen claridad a un silencio frío, son la de las farolas de la calle y la de tu motocicleta, que emite sus gruñidos cariñosos mientras avanza.

Un giro allí, a lenta velocidad, buscando alguien. Un par de sujetos apoyados contra la puerta de lo que parece el taller de un garaje establecido sobre una vieja casa. Ambos son delgados y de tez oscura, según notas. Sus ropas son una mala combinación de jean y camisetas sucias. Ambos se voltean a mirarte al verte girar por esa calle, sus rostros enjutos tienen una mueca intimidante a la que no estás desacostumbrado. No hace falta ser un genio para ver que no se tratan de los más respetables habitantes que te puedas encontrar.

Las heridas sobre el hombro te recuerdan tu situación, allí tu piel muestra el desgarro de un mordisco, y aunque soportable, enfrascarse en una batalla terminaría haciendo que el cansancio de sucesivas heridas se sumara en tu contra... más, la bestia y el hambre apremian, y ninguna de las dos suelen dar mucha tregua contigo. Cuando bullen en tu sangre, sangre de un legado enardecido, sabes que habrán problemas para todos.

Un par de metros, y estarías lo suficientemente cerca de esos dos para darles un amistoso saludo, pero la decisión de la amabilidad quedaría a tu cuenta.

Las bodegas de Pen Trucking & Warehouse Co hacen parte de un complejo que parece un edificio uniforme, en ladrillo oscuro y rojizo, en donde cada almacén se marca por una enorme puerta de un azul chillón que en la noche alcanza a resaltar. Al lado de cada una de estas puertas para la entrada de los vehículos de carga, siempre hay una puerta pequeña y grisácea. Y arriba, casi oculto, se marca el número que separa a cada depósito.

El silencio reina acá con puño de acero, las ventanas del piso siguiente, todas en filo, marcan la oscuridad. Y mientras Lauren camina, solo sus pasos se oyen en medio de la soledad de aquel sector industrial. La moto de Danton hace minutos que dejó de escucharse. Está sola.

El número 13 está allí marcado. Es curioso que sea justamente esa bodega la que está marcada como el punto donde se encuentra la pista, el 13 que siempre despertaba la superstición y el miedo a la mala suerte. La puerta azul está cerrada, así que la Ventrue descarta entrar por allí y camina hasta la pequeña puerta gris a su lado.

¿Estaría cerrada? ¿Tendría que irrumpir? Todas estas dudas se le manifestaban a medida que acercaba, sube el pequeño escalón. No hay perilla, solo la superficie fría y metálica. Empuja lentamente, esperando sentir el bloqueo que le impediría acceder. Pero se sorprende cuando la puerta cede con facilidad, se abre con un sonido metálico, dando paso a un interior en la más profunda oscuridad, donde la escasa luz que llega se filtra por las ventanas de la parte superior. Las tupidas sombras le impiden ver nada con claridad, da un paso hacia el interior. El sitio huele a polvo, a metal y a madera, con esencias que no se le antojan molestas en lo absoluto, aunque no sabría definir por qué...

Nada suena allí adentro, agudiza sus oídos como resultado de una sensación similar a la excitación y a la paranoia, que se refleja sobre los actos de la Ventrue. Nada extraño llama su atención, no parece que nadie estuviese adentro...

Nadie vivo al menos...

Sonreí, estaba de suerte. Dos dispensadores ahí puestecitos para que me los comiese en cuestión de segundos*.

Me dirigí hacia ellos con mi pequeña, dejándola a apenas un metro de ellos, y alcé la mano en forma de saludo, con la palma hacia ellos, que viesen que iba de buenas.

- Hola colegas. Dije con un tono amable...todo lo que podía. Oye, ¿sabéis dónde está un bar de moteros que me han dicho anda por aquí cerca? Ya sabéis, rock, tetas y gasolina... Sonreí

Una vez cerca de ellos me fijé en su aspecto mejor...¿Pinta de ir drogados? ¿De que me pudiesen dejar un regalito para toda la eternidad? Lo bueno de cazar en una ratera como esta es que si dejas a alguien tirado en el suelo no se va a extrañar nadie. Lo malo es que la salud de esta gente...
Traté de fijarme bien en todos sus gestos.

Los dos tenían peor pinta de cerca, una pestilencia mezcla de sudor y falta de higiene con aquel tufo fuerte que iba perfectamente con el aspecto general del barrio, una impresión de miseria en sus rostros, que podrían generar cualquier cosa menos confianza... de no ser tu el tipo de criatura que eras...

Uno era delgado, llevaba una gorra oscura, una chaqueta de jeans con un terminado pobre, como si hubiese sido recortada bruscamente, y unos vaqueros igualmente sucios. Las manos en los bolsillos, su rostro era delgado, un bigote incipiente sobresalía de sus labios, y unos ojos blancos te miraban fijamente, desde una tez oscura.

El otro era más pequeño, aunque ligeramente más fornido, tenía una camisa a rallas mal remangada, y ambas manos en los bolsillos. Su rostro parecía un poco más abombado, con una expresión sardónica.

-Lo siento bro, no hay nada de eso por este lado- dice el más alto de los dos. Sin prestarte más atención. El otro mira hacia atrás tuyo y añade con una voz más gruesa:

-Es una linda moto la que tienes ahí,¿ sabes?- el silencio dura unos instantes.

La tensión crece, la bestia, que sabe cuando hay sangre cerca, que conoce tus intenciones, empieza a susurrar en tu oído, sientes como en tu interior, con la vitae corriendo y potenciando tu velocidad, el hambre aumenta, como el olor férreo de la sangre de aquellos dos empieza a nublarte poco a poco...

La bestia reclama sangre y tu no vas a negársela...

Sonrío. La verdad es que si yo no los empiezo, va a haber palos de todas formas...y como dicen, el que ataca primero, ataca dos veces.

- Es preciosa. Sonrío poniendo la patilla y antes de que nadie pueda decir "esta boca es mía" salto sobre el más bajito, el que ha dicho sobre mi moto, y con el talón de la mano golpeo fuertemente en su sien, para dejarlo KO en el suelo.*

Una vez está cayendo al suelo, salto sobre el otro, de igual manera, y golpeo con el codo en su cabeza, para dejarlo igualmente tendido...

Una vez están ambos en el suelo, y con calma, observo sus brazos, para ver que por lo menos no se pinchen ninguna mierda...tengo hambre, pero no soy gilipollas...

Aprovechando la inercia del golpe al segundo tipo, nos dejo caer a ambos al suelo y golpeo su cabeza contra el pavimento.

La acción transcurre con inusual rapidez, con todos tus músculos tensados, lanzas un certero golpe contra el primero, no hay protesta, un "uggh..." y la sorpresa de su compañero que retrocede como buscando algo en su ropa. Lanzas una mirada de furia que él recibe, quedándose paralizado por el terror, el terror de ser atacados por sorpresa, por... por algo más fuerte que ellos...

Te levantas y con un movimiento violento, increíblemente rápido y sobrenatural, llevas tu codo a su sien, agarrándole la cabeza por la cara con tu enorme mano, y haciendo que con fuerza, golpee el pavimiento al caer. Un golpe seco, quizás un crujido, y un estertor, la sangre empieza a salir lentamente, impregnando todo de ese olor apetitoso, minando tu resistencia... retiras la mano, algunas gotas de sangre han caído sobre ellas, cálidas, se deslizan con lentitud... el tacto tibio te agrada, te hace pensar en alimentarte justo allí, justo ahora.

-Pero que dem...- mientras concentrado en el segundo, no habías visto que el primero parece haber salido mejor de aquel ataque sorpresa, está asustado y presenció aquel inhumano ataque sobre su compañero... sus ojos demuestran pánico, tus heridas siguen siendo una carga y han hecho la confrontación más difícil de lo que debió haber sido. Maldices a Jones y a Rienne mentalmente...

Pasan dos segundos y el otro echa a correr en dirección contraria, sin decir más, simplemente huye para salvar su vida, quizás la única decisión que pudiese mantenerlo alejado de tus garras y de una alimentación violenta cuanto menos...

Estaba echado en el segundo, después de haber golpeado su cabeza contra el suelo, cuando escucho al primer tipo. Me giro y lo miro, con las manos manchadas en vitae tibia. unos segundos pasan, en los que el uno mira al otro sin decir nada. Finalmente el humano reacciona y corre para salvar su vida. Puede que sea lo más sensato que haya hecho en su vida.

Me giro de nuevo a mi víctima y lamiendo la sangre de mis dedos la miro...Respiro un poco, me sereno... ¿Lo habré matado? No, ¿verdad? El golpe no fue muy fuerte, pero ese crujido, el estertor...eso no me ha gustado...

Noto mis dientes crecer, esa es una forma también de comprobarlo...

Miro sus brazos, esperando que no tengan picaduras, y una vez compruebo que está limpio, abro mi boca grande y tomando su cabeza, muerdo su cuello y bebo de él, notando la sangre tibia recorrerme la garganta...

Esto sí que es vida...

Se supone que un vástago vive de la noche, se siente cómodo en la oscuridad. Lauren avanza tranquila, decidida en la dirección correcta hasta llegar a su destino. 13, mal presagio. Pero nadie espera nada bueno de una noche como esta.

Lauren empuja la puerta... ¿Abierta? De nuevo, mal presagio. Debería irse, esperar a regresar con los demás. Un pie se queda atrás, el otro intenta avanzar.  El corazón se acelera, los músculos se tensan y el sudor resbala por la frente. ¿Tantas emociones quedan aún en un cuerpo sin vida? No, son solo un recuerdo. Así sería en una vida mortal. Antes podía sentirlo aún con claridad, pero los recuerdos cada vez son más lejanos, más fríos... como su cuerpo. Debería sentir algo, pero no. Toda emoción se difumina en un pasado cada vez más desdibujado.

El otro pie sigue al primero. Avanza con cautela mientras saca el arma. Parece que está sola pero toda precaución es poca. Sigue avanzando hacia el interior. Silencio. Observa atentamente a su alrededor, sea lo que sea esa pista debe localizarla cuanto antes, el tiempo es limitado...

Viendo que está lejos de llegar a un edificio de viviendas como a él le gustaría, Jorge opta por alimentarse en la calle. Cruza de acera para ver de cerca a esas dos personas que llevan el camino contrario al de él, para dirigirse hacia ellos con calma, como si siguiera con su paseo.

Cuando les sobrepasa, de forma que dejan de verle de frente, se gira para agarrar al hombre del cuello y matarlo, retorciéndoselo. 

Dejando que el cuerpo caiga al suelo, se dirige rápidamente a la mujer, para taparla la boca con la mano, para que no pueda con sus gritos alertar a nadie. Después la mira a los ojos y dice con todo el poder que puede usar:

- Estate en silencio. 

Cuando consigue que le obedezca, aún aterrada, la destapa la boca, agarrándola de un brazo.

Sonríe. Le encanta provocar miedo en sus víctimas. Que sepan de antemano que algo malo les espera. Que sufran.

Con la otra mano, agarra el cadáver del hombre para arrastrándolo al igual que a ella al rincón más oscuro que pueda encontrar de forma rápida. No es bueno llamar la atención más de lo necesario.

Una vez que no está tan a la vista, suelta el cuerpo del hombre, y sonriendo se acerca a la mujer, juega de forma breve con ella oliéndola, mostrándola sus colmillos, para preguntarla, eh un susurro:

- ¿Te gusta lo que ves? - mientras con su propia lengua la muestra lo afilados que están.

Finalmente, ha llegado la hora, Jorge agarra a la mujer fuertemente de la cabeza, girándola hacia la derecha para morder en el lado izquierdo de su cuello, perforando la arteria carótida, para exprimirla de forma rápida y eficaz. 

Cuando acaba de beber, esconde los cuerpos todo lo que pueda - ¿contenedores? ¿cajas? ¿ramas? todo es útil - los cuerpos, para dirigirse saliendo del callejón al coche más cercano a él para pegando un puñetazo tras taparse la mano con la manga de la chaqueta, a uno de sus espejos, coger un cacho de cristal, y volver a donde dejó los cuerpos. Con el cristal les raja el cuello a los dos, en un intento de que sus muertes parezcan un robo que salió mal. Porque ahora que está algo más cómodo con algo de comida en su organismo, se dedica a ver qué llevan encima estos dos que pudiera usar. Dinero, joyas, todo lo de valor. Lo necesitará si acaba siendo necesario el huir de Philadelphia. 

Parece limpio, parece que está libre de cualquier porquería. Poco tiempo hay para pensarlo, la bestia empuja con fuerza, aún está cálido, el olor de la sangre, ese olor, ese gusto en tu lengua, traído desde tus dedos... cuando te das cuenta, tus colmillos se han clavado profundamente y estás disfrutando de aquel manjar...

Sientes como la vida fluye hacia ti nuevamente, como empieza a llenarte, como la bestia parece aullar de placer, mientras tus oídos zumban. El cálido ardor del precioso líquido quema tu garganta, extendiéndose hacia las extremidades. Tu cuerpo se contiene para no estremecerse de placer, era adictivo, cada sorbo era tomado con lentitud, tratando de alejar el final lo más posible. Tu mano sostenía la muñeca del desdichado, apenas teniendo una referencia de su vida...

Y cuando notas que su pulso se debilita, te detienes. La bestia grita, tu cuerpo se opone, e impones la voluntad y la cordura sobre el instinto y el hambre. Te retiras para observar al sujeto, al bocadillo. Aún tiene suficiente sangre para saciarte y pareciese que la herida no lo dejaría vivir demasiado, no sin llamar a una ambulancia que llegase a tiempo.

Quizás la mejor opción era ahorrarle el sufrimiento, dejar que sirviese para un bien mayor. No valía la pena desperdiciar tanto esfuerzo, ibas a necesitar sangre luego... la bestia parecía susurrar delicadamente y poner ideas en tu mente, y por dentro, tenías la sensación que dejarle morir allí, sufriendo, en la calle, sería menos humanitario que cualquier otra opción que te dejara más beneficios.

El desplazamiento es lento, cada paso que das, resuena como un estampido en el silencio oscuro, mientras tus ojos tratan de ajustarse a la escasa luz del sitio. Una sensación extraña te recorre, el vacío interno, allí donde esperas el latido taquicárdico de tu corazón nervioso, el zumbar de los oídos, solo se agita una impresión hueca, una presión sobre el pecho que parece desvanecerse con lívidos jadeos que se intentan extender y mueren antes de convertirse en algo fuerte. Es el precio de estar muerto, lo único que resta es la voz de la bestia, ese susurro monstruoso que contradice tu refinada y sobrenatural naturaleza, atenta, en alerta, dispuesta a sembrar aquel instintivo terror que te haría correr sin pensarlo.

Como un animal asustado y perseguido.

Las tinieblas de la bodega ceden un poco. Enormes torres rectas se alzan hacia el techo, asumes que se tratan de contenedores allí almacenados. Cada paso es casi a ciegas, y detectas pronto una pared de estas cajas frente a ti, lo que te hace girar. Parece que será más difícil internarse más y más sin poder ver nada en la oscuridad. Tu arma apunta hacia al frente, pero no parece que haya un objetivo. Tus manos deberían estar temblando, pero se mantienen con la rigidez firma de tu naturaleza no-muerta.

El silencio sigue siendo una constante, incluso la misma estructura parece callar todos sus sonidos en una expectación morbosa por lo que pudiese ocurrir, un paso más irrumpe el silencio sin respuesta de ningún tipo...

Y solo restaba internarse aún más, en búsqueda de la pista, aún sin saber de que se trataba, aún sin saber si existía o aquello sería una trampa. Era el peor momento para tener ideas y teorías...

La sangre, ese sabor orgásmico, pronto llenó tu cuerpo. Entre la euforia y la tranquilidad, por un momento los problemas se desvanecieron, la bestia y tú, en una malsana comunión, disfrutando hasta el último instante de aquella violenta violación, desde la mirada aterrorizada de tus víctimas, hasta el estertor mortal que indicaba que habían sucumbido ante tu poderío, ante tu superioridad. Algunas costumbres son difíciles de quitar, incluso las recientemente adquiridas, y darte cuenta que aún conservas el legado del Sabbat, parece una negra ironía, una gota de humor macabro en tu muerte.

La vitae inundaba ahora tus sentidos, un ardor sobrenatural, que convertía el instinto acallado y el hambre saciada en una satisfacción plena, y no en un remordimiento constante. Un placer adictivo que levanta tantos interrogantes. ¿Por qué mantener la lealtad? ¿Por qué seguir el juego de otros? la no-vida podía ser una orgía de deleites y complacencias fundamentada en la sangre. Casi provocaba mandar al diablo tu pasado, tu vida anterior, a todos.

Y no hubo cargo de consciencia cuando la piel de aquella pareja se abría dejando salir más borbotones de sangre, de deliciosa sangre. El rostro de la chica, congelado en una suerte de dicotomia, entre la angustia, la violencia y las últimas notas de placer que debió sentir mientras la vaciabas. El rostro del sujeto, con esa expresión burda y estúpida que deja la muerte repentina sobre los suyos. De no estar satisfecho, seguramente estarías disfrutando de una nueva ronda. Era un desperdicio, pero ya poco más se podía hacer. Arrastras los cadáveres hasta un contenedor de basura. La calle sigue silenciosa, no hay miradas indiscretas, no hay más que la sensación opresora de miseria, rota por la euforía propia de la alimentación exitosa.

Revisas las posesiones de ambos. 60 dólares en efectivo por contribución del sujeto, "Andrew Adams", una licencia de conducir, dos tarjetas de crédito sin sus claves a la mano, una foto de una adorable anciana. Una cajetilla de cigarrillos, un encendedor... En el bolso de ella, unos 40 dólares en efectivo, una tarjeta de crédito, pañuelos, un paquete de toallas de recambio, una agenda pequeña, varios elementos de maquillaje y algunos centavos en monedas. No era gran cosa, no se trataba de un tesoro, pero dar por ganancia nula aquello sería exagerar.

El silencio regresa a las calles, y por un instante, tienes la impresión de que las sombras son más fuertes que las luces de los postes. Te sientes más cómodo, renovado, casi como si pudieras respirar, como cuando vivías...

Puede que se estuviera metiendo de lleno en una trampa, pero ahora ya estaba dentro. No había marcha atrás y, si la había, no quería pensar en ello. Había tomado una decisión y seguiría adelante. La sala estaba a oscuras, no veía nada más allá de sus narices. Había oído que algunos vástagos eran capaces de ver en la oscuridad, o al menos, de ver mejor que ella. No estaría mal disponer ahora de esa habilidad...

Mierda! ¿Por qué no habré llevado una linterna conmigo? Espero que haya un interruptor cerca... Sea lo que sea lo que estoy buscando no parece que lo vaya a encontrar sin algo que ilumine esta sala.

Con ese pensamiento se internó más en la sala, buscando las paredes, buscando un interruptor o algún punto de luz para seguir adelante. No volvería a cometer más el mismo error de no llevar una linterna encima (y pilas de recambio, claro)

Cogiendo los pañuelos, se limpia cualquier surco de sangre que le pudiera delatar, al menos los de la cara, ya que las manos se las podía lamer, con la sonrisa de un chiquillo que toma un helado. Al acabar, se guarda los pañuelos, y el dinero ignorando las tarjetas. También coge los cigarrillos, guardándolos junto al mechero tras encenderse uno...

- ¿Por qué no? No me va a matar...* 

... y ya, por fin, se aleja de la escena, jugando con las monedas que tintinean en su mano con una tranquilidad propia de aquellos que tienen el estómago lleno.

Mira alrededor pensando en la hora que sería respecto al momento que dejó el coche de Lauren, lamentando en parte haber matado a dos personas. No por sus muertes, sino por su elección, si estaría en la parte más pudiente de la ciudad, el botín habría sido mayor, y es, ahora, lo que más le preocupaba.

- Oh, la llamada, ya se me olvidaba. 

Sin ver un bar del que poder usar el teléfono, busca por las calles cualquier cabina que pueda usar...*2

Bebí, saciándome en aquello, disfrutando del momento, sujetándome con manos invisibles para no arrancarle la vida en ese momento, para no llevármelo entre succiones...

Pero cuando terminé, seguía con hambre...Lamí la herida y lo miré un segundo...el golpe que le había dado se me fue un poco de las manos, y al final, puede que muera allí...
Porque no iba a llamar a una ambulancia, no, porque ellas siempre preguntan cosas, y se quedan con el número...y no quiero que pregunten, o me relacionen con el hombre...pero por otro lado...Sería una putada dejarlo morir así...y un desperdicio, dicho sea de paso...

Lo miré de nuevo...mi cabeza hervía en dudas...sin duda no sabíamos a qué nos enfrentábamos hoy, y yo estaba hecho una puta mierda...y la va a palmar de todas formas...

Noté mis colmillos crecer de nuevo...

"Dios, si existes, perdóname..."

Y volví a hundir mis dientes en él, dispuesto a llenarme de su sangre.