Partida Rol por web

Efectivamente, tal y como suponía el enano el túnel del oeste se comunicaba con otro de los túneles por donde ya habíais pasado. Siguiendo su certera guía subterránea regresáis a la sala de la estatua y os dirigís al pasadizo con escaleras descendentes que se abre hacia el este.

Camlo sigue los pasos del enano por las catacumbas sudoroso y cansado. Se pregunta que hora del día es y cuanto tiempo llevan allí abajo. Su ansiedad se ha calmado un tanto, viéndose sustituida por la aprensión de que la pequeña diablesa se materialice a sus espaldas.

Se vuelve a mirar atrás numerosas veces temeroso de un ataque por sorpresa. Aunque nunca lo admitirá ante sus compañeros.

Aunque aun tembloroso el enano parecia mas feliz conforme se adentraban en las entrañas de la tierra, incluso empezo a entonar una tonadilla, consciente que el ruido de la comitiva era mayor que cualquier tararero que el hiciese.

Al llegar a la bifurcación, el enano siguió recto.

El primo, ballesta en mano, era el unico que arrojaba algo de luz a los pasos del picaro.

El corredor descendente era francamente estrecho. Los aventureros, apiñados, bajaban las escaleras en fila india. La escalera parecía terminar frente a una puerta abierta tras la cual aparecía iluminada por la luz de Grygory una diminuta sala circular con un pequeño estanque en el centro. Craneos humanos se alinean en el borde del estanque, cuyas aguas parecen limpias y tranquilas.

Kaddok se adentra en la sala, - este sitio cada vez es más macabro...

Al terminar de bajar las escaleras y asomarse a la sala Kaddok pudo ver al habitante de la sala del estanque: revoloteando por el techo merced de unas alas de murciélago alojadas en lo que serían las orejas había una cabeza demoníaca, diminutos tentáculos creciendo de su barbilla y cabellera, con una boca enorme de afiladas y amenazadoras fauces.

Camlo intenta reaccionar rápido ante la aparición de la criatura.

Drom se lamenta pero se dispone a actuar...

Galstak contempla enfurecido la última aberración salida de las profundidades de la tierra, y se pregunta cuántas más deberán derrotar antes de poder descansar un poco, el esfuerzo comienza a hacer mella en su corpachón.

Lapidus pensó entrar en la habitación, pero seguía bastante torpe por el veneno de la criatura, así que disparó desde donde se encontraba antes de que la habitación se llenase de gente.

Al tener que evitar clavarle el virote a Kaddok en la nuca Lapidus pecó de prudencia y fue incapaz de alcanzar a su revoloteante objetivo. La criatura abrió su enorme bocaza, de la que surgió un grito espeluznante que llenó los túneles del subterráneo y helaba la sangre.