Partida Rol por web

El alarido de Lirath llamo la atención de la sacerdotisa.

Quedaros aquí protegiendo la entrada, mascuyó al resto.

Dirigiendose hacía el fondo de la bodega, donde encontró a esté desangrandose al lado de un baúl.

No se podía permitir perder las habilidades de este rufián.-pensó.

Contempla el poder de mi Dios!

Pronunciando palabras de antiguo poder, Curare est, un halo de luz cálida y azulada surgio de la palma de su mano envolviendo el brazo, cerrando sus heridas y restableciendo su vigor, para asombro del mestizo.

Al ver el elaborado baúl, no pudo reprimirse y pregunto.

Crees que estan ahí nuestras pertenencias?

Sí es así, vuelve a intentarlo, desactiva la trampa y cojamoslo, rápido.

La llegada de los guardias sumió la bodega en el silencio. Sólo aullido del viento llegaba hasta ellos. Pero todo había sido dicho y ahora sólo cabía esperar. No como un condenado espera su castigo, sino como un hombre libre que espera su oportunidad. Kailee volvió a tumbarse arrojando el corazón de su manzana a los pies de sus captores. Estaba tranquila.

Con la caída de la noche el caos se desata. La elfa, quien había podido entrar brevemente en trance por primera vez en días, abre sus ojos. El navío escoraba con cada ola, haciendo que el suelo bajo las celdas crujiera. De no haber sido por el buen hacer de Ópalo en aquellos momentos decenas de barriles habrían rodado por la bodega. El tronar de la tormenta se entremezclaba con los gritos de la tripulación y las órdenes de los oficiales. La situación parecía delicada, pues la tormenta no tenía visos de aminorar.

Tras una ola especialmente grande las voces de los tripulantes se convirtieron en gritos cargados de miedo y odio. El agua salada y el inconfundible sonido del combate inundaron aquel navío. Incluso sus guardianes, desenvainando sus hojas, abandonaron su puesto para unirse a la refriega. Los cautivos, inquietos, se removían en sus celdas. Kailee se incorporó rápidamente, asiéndose de los barrotes con fuerza debido al bamboleo del barco, cuando los cuerpos sin vida de los dos guardias rodaron escaleras abajo.

Había oído historias sobre ellos. Criaturas de sal y escamas. Tan humanos como peces, pero ninguno de los dos. Un pequeño grupo de sajuagines armados con ballestas de extraña factura bajaron hasta la bodega. La luz de los relámpagos y el leve resplandor de las linternas de cubierta relucían sobre la piel escamosa de las criaturas. Había oído historias sobre ellos, si, pero en ninguna de ellas tenía un final feliz. Cuál sería sus sorpresa cuando uno de ellos, haciendo gala de un gran dominio de la lengua común, arrojó en la celda del semidrow una bolsa. Por lo que tenía entendido aquellas criaturas distaban mucho de considerarse benevolentes. ¿A qué clase de acuerdo habría llegado Ópalo para asociarse con una de ellas?

Pero no era tiempo para preguntas. Dudar un instante les haría perder una oportunidad que probablemente nunca volviera a presentarse. Debían ser rápidos, debían ser precisos. Minutos más tarde la puerta de su celda se abre con un ligero chirrido y sus cadenas caen sonoramente contra los tablones. Frotándose las muñecas la elfa dirige una mirada de agradecimiento al mestizo. Gracias a su afilada lengua habían conseguido su oportunidad.

- Gracias. Nos habéis devuelto la libertad - dijo la elfa dirigiéndose a la criatura engalanada en el manto. Una vez fuera de su celda dirigió sus ojos hacia el semidrow - Y gracias a ti, ebrath.

Había sido demasiado entusiasta, poco precavido y había pagado las consecuencias. Aquél filo le había dado de lleno y a punto había estado de causarle daños serios; no volvería a pasar. Cuando la hechicera le curó casi al instante y las heridas, aunque dolorosas, dejaron en gran parte de sangrar gracias a aquél mágico poder, volvió a la carga contra aquellos cajones de acero que, seguramente, contendrían algo valioso. Si se habían encargado de protegerlo tanto sería por su importancia, lo que significaba que o era su equipo y no querían que cayera en malas manos, o sería algo con lo que negociar al menos. 

Ahora que sabía que la trampa estaba ahí, sería sólo cuestión de habilidad desactivarla, pero también sabía que muchas veces, los que ponían aquellos artilugios, solían tener la manera de evadirlos sin temor a que le rebanasen a uno el cuello. Era un viejo truco que había aprendido el que hubiera mecanismos ocultos en algún lado escondido pero accesible para que los dueños pudieran inutilizar la trampa, así que antes de probar prefería ver si lo encontraba. 

Algo alucinado por la aparición de los sajuagines, Heren hace gestos a Kailee de que le saque de su celda.

Lirath había desactivado trampas más compleja que esta antes. No parecía un mecanismo difícil de desarmar si pudiera mantener la calma. Pero las semanas que había pasado encerrado habían entumecido sus dedos y el deseo de escapar enturbiaba su mente. 

Se escuchó un segundo chasquido y la sangre del semidrow volvió a derramarse en la cuchilla.

Weilyn, el semielfo que había acompañado a Kailee en los últimos años, yacía en el fondo de su celda. Él era el hombre que había dejado de moverse la noche anterior, aunque el zarandeo de las olas le había devuelto a un duermevela intranquilo, visitado por la fiebre y las pesadillas. Susurraba nombres y frases inconexas.

Mientras el resto buscaba nuestras cosas o exploraban las cubiertas inferiores del navío, el motín seguía. Sin apartar mi atención de la escalera que conducía al campo de batalla, por si a alguno se le ocurría bajar a echar un vistazo, me aproximé hasta la jaula de Lurina e Igan. Me agaché, tomando con una mano uno de los barrotes y con la otra, apreté fuerte la mano de mi hermana.

Los ojos se me humedecieron al poder tocarla de vuelta y al poder verlos tan de cerca luego de tanto tiempo.

-No te preocupes -le dije, tratando de mostrarme seguro ante la adversidad-, los sacaré de aquí y volveremos a casa. Lo prometo.

Luego me erguí y miré en derredor, apartando mis pensamientos de mi objetivo, que era volver a casa y procurar la salud de mis seres amados, y centrándome en la supervivencia y el éxito del motín. Busqué con mi vista puertas, escotillas, trampillas y corredores. Todo aquello que me permitiera armarme un mapa mental de la nave y que hasta el momento no había hecho.

Kara exclamó una risa socarrona cuando vio que la trampa alcanzaba de lleno al mestizo, haciendolo sangrar de manera alarmante.

Se le paso por la cabeza dejarlo allí tirado, pero pensandoseló mejor vio que tenía recursos y habilidades que ella necesitaba de momento, sintiendo cierta simpatia por esté.

Invocando el poder del señor del fuego, exclamó:

Kossuth curare est! iluminandosele los ojos al descargar un poderoso conjuro que rodeo de energía cálida y azulada al mestizo sanandolo al instante, dejandole solo un pequeño moraton de recuerdo.

Por Shar! Afina tus dedos Lirath. Dijo socarrona, animando a que continuará en su intento, mientras que acariciaba su brazo.

Debe haber algo muy importante hay dentro, a que esperás, continua.

Señalandole el baúl que tantos problemas le estaba causando, si estan nuestras pertenecias tendremos más posibilidades de salir de aquí.

Una vez más sintió la magia curativa de la mujer tras el afilado corte de la cuchilla. No lo estaba haciendo bien, el tiempo pasado en la celda, la debilidad por la falta de alimento y los nervios por querer hacer rápido aquello le estaban jugando una mala pasada, y si continuaba así iba a acabar su motín antes de empezarlo. 

Centrándose en las palabras de la hechicera, cerró los ojos y respiró hondo. No era una trampa tan difícil, estaba hecha para alejar a marineros fisgones, no a alguien con su habilidad, tenía que conseguirlo. Con una nueva calma, dispuesto a terminar con aquello, volvió a concentrarse en desactivar la trampa y descubrir que escondían aquellas cajas. 

Contuvo el aire mientras introducía las ganzúas y enganchaba el mecanismo. No podía fallar...

El chasquido sonó diferente esta vez. Lirath había desactivado la trampa. Una vez supo qué hacer, fue trivial desactivar el resto de cuchillas. Dentro de los cajones de acero estaba el equipo de los prisioneros, prácticamente intacto.

De las escaleras provenía el sonido de la batalla, cada vez más cercano.

Lurina trataba de calmar al niño berreante, pero era batalla perdida, pues ella misma estaba atacada de los nervios por la tormenta y los sajuagines.

¡No nos dejes aquí! -le rogó la mujer con los ojos arrasados de lágrimas-. ¡Esas criaturas podrían volver en cualquier momento! ¡O podría entrar agua! Por favor, Málark, ¡no nos abandones!

- Ah, si... - Suspiró de alivio al terminar de quitar las trampas y abrir los cofres; su equipo, tal como esperaba, estaba allí -. Chicos, damas, ¡tengo un regalo para vosotros! - No tardó ni un segundo tras decir eso en sacar sus cosas, quitándose la raída ropa que le habían dado los esclavistas sin pudor ninguno para después ponerse sus propias ropas y, por encima, la ligera coraza que había conseguido en sus viajes. Cuando después sostuvo entre sus manos un estoque y un kukri, se sintió de nuevo completo y en forma. Ahora si podía hacer frente a aquellos corsarios, mercaderes de hombres, y disfrutaría haciéndolo y obteniendo respuestas; su hermana seguía por algún lado, y el capitán de aquél barco le daría las pistas que necesitaba para encontrar a quien la hubiera comprado en Athkatla.

Sonrió. Estoy cerca pequeña... Pero entonces el sonido de la batalla que se acercaba le hizo volver a la realidad. Estaban en medio de un motín, y si no se daban prisa no tendrían el factor sorpresa que necesitaban para hacerse con el control del navío para Ópalo. 

- Armaos, preparaos, tenemos unos minutos para salir ahí fuera y ganarnos nuestra libertad. Haré guardia mientras los demás os equipáis - Luego miró al hechicero y a la prisionera del bebé. Mierda. Si aquella mujer seguía haciendo llorando y diciendo eso les delataría a cualquiera que bajara, y perderían el factor sorpresa, no podía permitirlo. Acercándose hasta Malark, le puso una mano en el hombro y le apartó -. Yo me encargo, recupera tus cosas. 

Dicho esto hizo un gesto a Lurina para que se callara, guiándola un ojo y después hablando en voz baja, aunque perfectamente audible para los que no había liberado..

- Voy a abrirte la puerta, pero no debes moverte de aquí si no es totalmente necesario. Si nosotros no volvemos y a ti te encuentran fuera de esta jaula, primero morirá tu hijo y después te harán desear correr la misma suerte, ¿me has entendido? Si permaneces aquí, sabrán que no has tenido nada que ver, y tendrás una oportunidad... - Se giró hacia el resto -. Va por todos, ¿de acuerdo?

Dicho esto abrió las celdas de todos, sólo porque no quería encontrarse con haber conseguido el control del barco y que, al volver, estuvieran ahogados por una brecha en el casco, y después se fue hacia las escaleras preparado para salir a combatir. 

Esta vez los dedos del mestizo fueron agiles desactivando la trampa, consiguiendo abrir el enorme baúl. Lo que había allí dentro era digno de ser el tesoro de un rey.

Una vez recuperó el resuello se encaramó a Lirath, haciendo presa con sus piernas en su cintura y abrazada a él, le susurro-He pasado mucho miedo. -mentía, pues sabía que tarde o temprano abriría el cofre.

Soltandose a continuación  de esté, comenzo a recoger sus pertenencias con rápidez, mientras que llamaba al resto, Venid, nuestras pertenencias estan aquí, lo logramos!

Lo primero que cogio fue una hermosa presea con un rubí, a continuación cogio un magnífico arco y una cimitarra, un collar con cuentas religiosas y un cinturon finamente elaborado. Lo último en recoger fue una armadura completa muy bella y estilista de color dorado, la cual representaba la figura de una mujer rezando de rodillas, si bien le faltaba una capa de color carmesí que se asemejaba a unas alas. Tambien le faltaban otros objetos, pero con lo que había aquí sería suficiente.

Tras armarse, la elegida de Kossut se dirigio a apoyar en la escalera a Lirath, el cual había sido más rápido que ella y se había encargado de liberar a todos los cautivos.

Bien, por lo menos así tendrán mas oportunidades de vivir, si zozobramos. Exclamó en tono piadoso.

Posicionándose al pie de las escaleras, armada con su arco y viendo que el resto venián ya equipados y preparados, le señalo a Lirath que se esperará, que se quedará detrás de ella.

Invocaré a un aliado que nos ayude en está lucha! exclamó seria, mientras que sus ojos de color esmeralda comenzaron a brillar, pronunciando una letanía antigua y poderosa.

"Kossut invocation est!"

Abriendose una fisura en el plano material, surgio de una nube de vapor ante ella, una criatura antigua y mítica con forma de animal alado, con cabeza y patas delanteras iguales a las de un Águila y el cuerpo de un enorme caballo. El hippogrifo grazno mirando con sus ojos inteligentes a su ama, moviendo su pico sinuoso.

Atacá y aniquila a mis enemigos! Lucha por mi contra los humanos de arriba, deja a las mujeres y a los seres con cara de pez!

Ascendiendo éste escaleras arriba a toda velocidad, en busca de sus presas.

A continuación la mujer de armadura dorada, comenzó a subir detrás de la criatura convocada, asiendo el arco de madera oscura con su mano derecha, entonando canticos mágicos que recayeron sobre el arma, haciendola brillar, prometiendo una muerte rápida a su paso.

Guiñandole un ojo a Lirath, músitó: Ten cuidado hay fuera!

Prosiguiendo, le dijo al resto: Vamos, luchemos hoy por nuestra libertad! Vengémonos!

La caja metálica, con sus peligrosas trampas ya desactivadas, ocultaba dentro nuestras valiosas pertenencias. Lirath, tan bueno con sus palabras como con sus ganzúas, apareció junto a mi, explicándole a mi querida hermana las desventajas de que abandonara su confinamiento mientras abría todos los cerrojos.

Me incliné sobre el nefasto baúl. Allí estaban mis preciados objetos: tomé mi Capa carmesí, que volví a colocar sobre mis hombros; mis Brazaletes protectores, que coloqué en mis brazos; y mi Colgante de Mano de Mago, un roñoso adorno que me resultaba útil diariamente. Entonces los nervios me jugaron una mala pasada y un sudor frío recorrió mi espalda. Rebusqué entre todos los otros objetos. Había unos cuantos anillos más, pero ninguno de ellos eran los míos. ¿Se los habían robado? ¿Los habían vendido? ¡Justo mis anillos! ¡Maldición!

Un anillo de protección y mi amado anillo de magia. Ambos perdidos. 

-¿A alguno también le faltan cosas? -pregunté, esperando no ser el único- Creo que no todo está aquí, quizá guarden otras posesiones en otros cofres o en el camarote del capitán. 

Antes de que nadie contestara a mis palabras (todos los esclavos parecían ignorarme olímpicamente, aunque no sabía si era por mi juventud o por mi falta de contribución al motín), la bruja roja se armó hasta los dientes y nos dirigió encendidas palabras, tomando el rol de líder. Aparentemente, planeaba cargar escaleras arriba, junto con la magnífica bestia que había llamado, metiéndose de lleno en el campo de batalla.

No era muy dado al combate cuerpo a cuerpo, así que mantuve mis distancias. Avanzaría en último o anteúltimo lugar en la fila y me mantendría en todo momento cercano a las escaleras. No quería apartarme demasiado del lugar, por si algún marinero quería colarse a las cubiertas inferiores y lastimar al resto de prisioneros.