Partida Rol por web

Namir avanza hasta la Puerta de los Dioses donde varios capas doradas le dan el alto.

- Quien soys? y qué queréis a estas horas de la noche? No pensaréis entrar en la ciudad a estas intespestivas horas, verdad? Lárgate y vuelve mañana, espeta el que parece ser el oficioso capitán de la guardia.
 

Soy Namir, espada de la casa Bredford, allí se encuentran la dama Nimerya de la misma casa, y representante aquí de sus parientes y ancestros. Venimos a los actos y festejos, y además traemos un herido y pruebas a presentar ante un juicio. Parecía muy solemne, aunque realmente lo que deseaba era arrancarle la yugular al guardia de un mordisco por su poca amabilidad. ¿No desearéis vos ser el culpable de incurrir en el delito de ocultar pruebas? Añade con ínfulas de confidencialidad - Es pena de asesinato, violación y deshonor. Añadió esto para que la presión del deber fuera mayor que el impedimento a entrar. El miedo es una herramienta, y en época de honor, más aún; así que si no quería que un hombre herido muriese y ser cómplice de los delitos dichos por encubrimiento, tenía pocas opciones.

El guardia escucha atentamente lo que le dice ese extraño guerrero.

- Muy bien, pero si queréis entrar, tengo orden de registrar todo lo que lleven encima, y dicho esto manda a dos soldados a regiistrar a Namir y al resto de la comitiva que llega hasta la puerta, comenzando con los utensilios del mercader.

- Mi nombre es Simonen, capitan de la Guardia, solo cumplo ordenes, se disculpa

Namir, asqueado por el traro reprimió el impulso de ponerse en pie y bajarse los pantalones, sobre la montura, para que lo pudieran registrar a fondo. No tenía nada que ocultar.

- No hay nada que ocultar, así que no rompan nada que he visto registros muy crueles en el cumplir de sus funciones. Se encaró a los soldados que trabajaban y les espetó. El que dañe o rompa algo, suplirá su falta con 10 veces su precio.

Miro con cierto interés cómo nos tratan, se me seguía haciendo raro, demasiado raro. Pero aun así intento mantener la calma y la compostura, no me gustaría molestar más a Nymeria de lo que podría estar conmigo ... 

Me mantengo tranquila sobre mi montura esperando mi turno de ser registrada, aunque se remueve algo nervioso ante el acercamiento del guardia, extraño para ella, por lo que me veo obligada a doblarme un poco y acariciarle la crin mientras le susurro unas palabras para tranquilizarla. 

-Como bien ha dicho mi compañero, espero que tengan cuidado con nuestras pertenencias. Hemos hecho un viaje demasiado largo y cansado como para encima perder algo que pueda ser de valor- mi voz suena serena y cansada, tenía ganas de tirarme a una cama o a cualquier sitio donde poder dormir plácidamente, aunque sin poderlo evitar me giro hacia el mercenario herido, parecía estar mejor, pero todavía no había despertado. 

Nymeria clava una mirada severa en al Capitán de la guardia y hace mover lentamente su caballo hacia la puerta.

- Si me llegais a rozar con un solo dedo espero espero tengan en claro que lo perderán. el camino ha sido largo, han asesinado a nuestro Maestre y dos soldados. Dejémonos de tonterías, debo llegar a las Hermanas Silenciosas.

Avanza hacia la puerta sin esperar respuesta.

Ragar compartía la visión de su señora. Se removió en su silla pues estaba bastante cansado del viaje. El cansancio no era sólo físico, sino también emocional.

- Simonen, ¿así os han ordenado tratar a los invitados a participar en el torneo? -espetó el caballero con una sonrisa fría- Nuestra casa viene en representanción de la casa Manwoody, vasallos de la casa Martell de Dorne, como sabréis, el viaje ha sido largo. Ese muchacho, -señalando al joven escudero- es su hijo. Abrid paso capitán.

El caballero avanzó junto a su señora.

- Lo siento, dice el guardia, yo como dije solo cumplo ordenes. Las puertas están abiertas de dia, pero de noche los rufianes y maleantes intentan penetrar en la ciudad. Yo solo cumplo con mi deber para justificar mi mísero sueldo, dice con una leve sonrisa.

Y si os puedo ayudar en algo cuando terminemos estos formalismos de registro, puedo hacer que uno de mis soldados os lleven a donde deseen pasar la noche, dice con una leve reverencia. Es tarde y hay que andar con cuidado por algunos barrios de esta ciudad.
 

Se frota la barba de varios días sin demasiado éxito de espantar el cansancio del rosotro. - Hay que entenderlos. Venimos a deshoras. - Bien, le agradecemos el esfuerzo y al guía para llegar a destino. Es normal, con toda la gente que viene para el torneo, es el momento ideal para que gentecilla y guentuza acceda, de todas maneras, pocos serían los que intentarían entrara fuera de horas y menos si son rateros o algo similar. A estsa horas solo vienen desesperados por entrar y gente que no tiene otro remedio

-Ha sido un camino duro, como ya le he mencionado- digo calmadamente al guardia, pero con gesto de disculpa en el rostro, intentando quitarle peso a las duras palabras de Nymeria, después de todo estaban haciendo su trabajo. 

-En cuanto puedan agradeceríamos que nos indicaran cómo llegar a las Hermanas Silenciosas. Si me disculpa un momento...- me bajo del caballo y le doy las riendas a Dickon, para salir a la carrera tras Nymeria, la cual, a pesar de ir a caballo, no iba a un ritmo excesivamente rápido -¡prima!- en cuanto llego paro un poco para coger aire -estos hombres...solo están haciendo su trabajo... no lo pongas más difícil... está siendo duro para todos... pero podemos poner cada uno de su parte...¿no?- la miro con una sonrisa cansada y gesto de súplica. Esperaba que por un momento pudiera dejar a un lado su soberbia y orgullo. 

El escudero esperaba aburrido a que se cumplieran los formalismos y les dejaran entrar, estaba cansado y lleno de polvo del camino, no tenía ninguna intención de discutir con los guardias si fuera por el montaría el campamento al pie de las murallas y entraría a la mañana siguiente.

El caballero estaba cansado y soñoliento, realmente quería acabar con todo aquello cuanto antes y parecía que el capitán de la guardia no iba a ceder en su intención por registrar sus pertenencias.

- Capitán, en la carreta llevamos a nuestra maese recientemente fallecido en manos de bandidos. Hemos podido capturar a uno de ellos y tenemos intención de llevarlo ante la Justícia del Rey. Además, nos acompaña un comerciante quién sólo posee utensilios de cocina. A todos nos gustaría descansar y antes debemos cuidar de los preparativos del maestre. No sé que es lo que busca encontrar pero no hallará nada más que eso. Agradezco su escolta.- se giró hacia Nymeria- Quizás podría dejarles echar una ojeada y acabar con todo esto, mi señora.- si por él fuera les dejaría mirar en el equipaje.

- Que esperais encontrar? Un Dragón? Revisen rápido y terminamos de una buena vez.

Una vez han sido registrados, con paso rápido a pesar del cansancio, el soldado los guía hasta las Hermanas Silenciosas, y tras una pequeña cantidad de dinero, éstas se hacen cargo del cuerpo sin vida del maestre.

El soldado, una vez más, los conduce ya bien entrada la noche hasta la posada Arbolverde, que no es que sea la más lujosa de la ciudad, pero sí es cómoda y aceptable, teniendo en cuenta que muchas otras están repletas de caballeros y nobles que llegaron antes para la celebración del torneo.

Al llegar sólo el posadero permanece despierto limpiando y recogiendo. Su nombre es Lylle Cervecero y os atiende con amabilidad ofreciendoos las ultimas habitaciones que tiene disponibles.

La Hermanas Silenciosas se harìan cargo de los ultimos ritos para el Maestre. Al llegar a la posada, Nymeria solo querñia descanzar.

- Por la mañana asisteremos a los utltimos ritos del Maestre. Descansen bien. Albian, ven a mi habitación.

Había estado callada desde que habíamos llegado al lugar, no había pronunciado palabra alguna, no era necesario, además de que nos encontrábamos bastante cansados, por lo menos por mi parte, aunque también se veía reflejado en el rostro de los demás. 

Asiento con la cabeza una sola vez y lentamente a las palabras de Nymeria, cogiendo mi bolsa con el equipaje correspondiente para la muda de ropa al día siguiente. 

Con una pequeña sonrisa me despido de los demás y sigo a mi prima hasta la habitación correspondiente. 

¿Le encargará a ella que se haga cargo del dinero? Lo veo muy adecuado.

- Buenas noches, se despidión con aire cansado, estaré un poco más aquí y luego me acostaré. Que descansen.

No estaba precisamente hablador. Era demasiado tarde para discutir, para beber e incluso para transnochar. Pensabe en el pobre maestre, caido a manos de los indeseables que desean nuestro mal. El ardor de la venganza corría por sus entrañas. El odio se acumulaba por momentos.

El escudero acomodo a los caballos con desgana, solo quería dormir, ni siquiera se plateo hablar con el mozo de cuadras. Ya lo hare mañana. Pero antes de subir a la cama reparo en el herido. ¿Qué hacemos con él? no podemos dejarlo solo porque puede que se escape o muera. El escudero presagiaba nueves negras en el horizonte, seguramente le tocaría hacer la guardia a él.

Dormís lo que queda de noche y ya a la mañana siguiente acudís al comedor de la posada a desayunar. En estas horas la posada está casi llena, con gentes de diversa raza y condición, aunque sobre todo nobles, caballeros y gentes con recursos se hospedan en estos dias, ya que el posadero subió los precios por el torneo.

Se os prepara una buena mesa y unas bonitas señoritas os sirven un buen desayuno, mirando a Namir y a ser Ragar y sonriendole a ambos.

Justo al lado de vuestra mesa, un grupo de varios hombres, donde destaca un grandullón que parece ya un poco ebrio aún siendo temprano, beben cerveza mientras hablan casi a gritos y pellizcan sin disimulo las piernas de las jovencitas que atienden en la posada; aunque a ellas no parece importarles mucho y sonrién y siguen con su trabajo.