Partida Rol por web

Miro a Jack un poco asombrada "¿Abrir la tumba? ¿ahora?" Observo como llueve "Me estaba empezando a secar..."

Pero luego pienso que quiero acabar con esto lo antes posible y esta es una opción tan buena como cualquier otra

-Si, bueno, es el momento perfecto para hacerlo, pero tu eres el jefe, tú sabrás...- no puedo evitar que el reproche salga de mi boca, incluso aunque piense que prefiero hacer esto que seguir sentada en el fuego, observando la persona que es ahora Jack "¿Donde quedó su chispa?"

-Vamos pues- digo mientras me levanto y voy hacia nuestras cosas -James ¿qué opinas sobre coger solo lo imprescindible para abrir la tumba y esconder por aquí el resto, para ir mas lígeros? Tampoco es que vayamos muy lejos-

Por un momento, James vio en los ojos de Jack un destello que le recordaba a los tiempos de antaño. Del Jack impulsivo y astuto que conseguía que quienes estuviesen con él, le siguiesen hasta el mismo infierno si fuese necesario. Sonrió.
 

-Bueno...parece que está escampando. En realidad, sí que es un buen momento. La gente estará aún a resguardo en sus casas y podremos llegar hasta la tumba sin que nadie nos moleste. Sí, lo haremos así. Nos llevaremos solo lo imprescindible para desenterrarlo, cogeremos lo nuestro y nos vamos.

- ¿¡Pero qué!? - exclamó James con un grito que apenas mitigó el show de Pancho.

El jugador se consideraba una persona tranquila, calmada y más que capaz de controlar sus impulsos, pero estaba cada vez de peor humor. Aquella endemoniada aventura no paraba de tener inconvenientes.

Le arreó una patada al fondo del armario escobero. No lo pensó entonces pero más tardaría al recordarlo más tarde pensó" quizás la suerte me hubiera sonreido entonces con una puerta falsa".

Era tarde. Estaba mojado. Aún no había terminado de cenar. Le dolía el culo de tanto cabalgar. Aquel grupo de "bandidos" no había resultado ni tan entretenido ni tan divertido como había esperado. Ni de lejos. Había tenido tenido que matar a tres marshalls y ¡le habían agujereado la chaqueta en el proceso! ¡y la petaca! ¡Dios bendito!

Cada vez de peor humor y sin ganas de sonreir, cogió la escoba de mala gana y el recogedor de peor gana. Se volvió hacia la mesa del mejicano y los dejó allí con un gesto brusco. Al instante arrancó la botella de whisky del mejicano, que sobresaltado con el golpe y borracho como una cuba no pudo hacer nada por defenderse.

El jugador volvió a su mesa, recogió su sombrero, que se caló en la cabeza y volvió a cruzar el salón, esta vez en dirección contaria. Cogió la chaqueta que había dejado a secar junto a la lumbre y subió las escaleras hacia las habitaciones de arriba. Sin hacer ninguna pregunta ni intención de responder a las que se le hicieran. Cogió a la más atrevida de las chicas de la mano y la introdujo con suavidad en el cuarto de ésta cerrando la puerta tras de sí.

Tendrían una conversación... y luego algo más... y quizás luego otra conversación. Como que se llamaba Michael Keith Maverick que descubriría qué había sido de aquel condenado sótano.

- Ohh. Tranquilo encanto, trátame con dulzura. - soltó la mujer con un gritito de ligera emoción que no engañaba a nadie. Una vez vista de cerca lo cierto es que era toda una belleza. Sorprendía un poco que hubiera acabado ejerciendo el más antiguo de los oficios en lugar de ser cortejada por algún terrateniente o vaquero respetable. Aunque tampoco pretendía quejarte por ello.

La habitación en la que habíais entrado estaba discretamente decorada con telas y adornos de un rojo intenso, así como la propia cama también roja que combinaba con su delgado camisón y llamaba a la lujuria.

- Vas muy deprisa cariño. Aquí tenemos una norma, si vas a pasar un rato en mi habitación, tienes que alquilarla. - Dijo con una seductora voz melosa mientras jugueteaba con el lazo de tu camisa - con 3 dolares será suficiente* -

La fina cortina de agua del exterior os pareció fría tras haber pasado tanto rato junto a la hoguera, pero la humedad apenas si se notaba en comparación al violento chaparrón de hacía varios minutos.

No os costó mucho rodear el pueblo, aunque el terreno había quedado embarrado y suelto en algunos lugares. El poco ruido que provenía del pueblo parecía tener su origen por completo en el saloon por el coro de carcajadas que alcanzabais a escuchar en el silencioso pueblo, pero no había ninguna otra señal visible de vida en varias millas a la redonda. Finalmente alcanzasteis el lado opuesto del pueblo, con los establos a un lado y el cementerio y la iglesia al otro.

Lonegan volvió a sumirse en una silenciosa meditación por unos segundos. Si estaba pensando en algún ardid por su cuenta, o simplemente esperaba a que sus dos compañeros tomáseis la iniciativa, no lo sabíais.

-Bueno-dijo James mirando a sus dos compañeros-¿Cómo lo vamos a hacer? Supongo que lo primero sería hacerse con unas palas lo que, estando en un cementerio, no debería ser muy difícil.

James intentó divisar una iglesia, cobertizo o construcción similar donde pudieran guardarse el material utilizado por los enterradores, tales como palas, cuerdas y demás. 

Jack, con el gorro calado por la lluvia, parecía incluso disfrutar de la ligera llovizna que caía sobre ellos. Miró en un par de ocasiones a sus dos compañeros, por los ánimos cualquiera diría que acudían a un entierro en vez de a recuperar parte de un botín. Por instantes se evadía de la compañía de Juanita y McReady para perderse en sus pensamientos.

Tantos días, meses, años... Soñando con este momento. Volver aquí a Las Cruces, recuperar lo que conseguimos en aquel golpe. A costa de la vida del francés, al que ahora vamos a visitar como buenos amigos que somos.- Sonrió instantáneamente ante su propia broma.- Creo que lo he llegado a imaginar de mil formas distintas, pero no así.

Las palabras de McReady le sacaron de sus pensamientos. Tenía todo el sentido del mundo, sabía que siempre había sido un hombre juicioso:

-Tienes razón, sin una buena pala esto se hará interminable.-Echó un vistazo en torno a donde se encontraban.- Vamos a buscar una pala, o en su defecto algún azadón o algo por el estilo. Tiene que haber alguna por aquí.

Dos días, sólo han pasado dos días y ya he dejado atrás el calor del saloon y de los tragos, los vestidos, la seguridad de tener un sitio para dormir... Y aquí estoy, calada hasta los huesos, buscando en un viejo cementerio... "¿Pero qué me pasa? Si aquello lo odiaba... Vamos, sólo serán un par de días incomodos y luego, a vivir como una reina" Asiento a la propuesta de los chicos y comienzo a buscar, tras los pasos de ellos.

Cuando tras introducirse en una habitación del piso superior con una de las chicas Maverick cerró la puerta tras de si, Pancho se quedó con un palmo de narices.

En cualquier otro tipo de circunstancia le habría dado una buena zurra al que se hubiera atrevido a arrebatarle una buena botella de entre las manos al "Gran" Pancho Castillo de Cervera y Quijotes (que tanto apellido no era más que el lugar donde se había criado, pues realmente Pancho había sido abandonado a la puerta de un monasterio de niño, y ni sabía ni quienes fueron sus padres, tenía apellido ni na de na), pero de algún modo el jugador le caía bastante bien. Y al fin y al cabo la botella que acababa de recuperar Michael era suya.

Así que, ahora Pancho no tenía nada que llevarse al gaznate, y eso le deprimió profundamente. Toda la fiesta se acababa de ir al carajo, así que aceptó la "regañina" de buenas maneras, y como buenamente pudo se aproximó a la mesa donde Maverick había dejado los utensilios de limpieza para encargarse él mismo del desaguisado.

Evidentemente, le costaría mucho, pues andaba muy borracho. A su alrededor el mundo se movía ahora a cámara lenta y las voces se alargaban en palabras de sonidos interminables.

Los presentes pudieron contemplar cómo el mexicano se tambaleaba con precaución desde la barra hasta la mesa. Y una vez allí tomaba recojedor y escoba, recogiendo los restos astillados del suelo, cristales rotos incluidos. Fue esta una tarea lenta y tediosa dado su estado, con algunos "¡Perdones!" y "¡Disculpe usted manito!" por su parte cuando a causa de vambolearse el mexicano chocaba suavemente con alguien del interior del local.

Cuando dejó el suelo un poco decente, tirando los restos del recogedor a un cubo, Pancho tomó los restos de la mesa entre sus poderosas manos, ya irreparables, y se dirigió con ellos en las manos al exterior del recinto.

Aunque seguía borracho, mientras hacía todo esto, parecía evidente para todos que el show había terminado.

En el exterior aún llovía a cántaros. Mojándose bastante, Pancho cruzo la calle embarrada tirando los restos de madera en un barril destapado por arriba de los que se usaban para restos y similares**.

Cuando regresó al "saloon" se dirigió a los gemelos: -Bueno, manitos. Creo que es un poco tarde y hora de dormir la mona. Me gustaría llevar mi caballo y al de mi amigo a los establos del pueblo donde ustedes trabajan, para que pasen los animalitos la noche a resguardo, y poder yo echar un sueñecito lindo de paso.-

Seguramente, con la que llevaba, se quedaría dormido sobre la paja de la propia cuadra, en algún lugar calentito junto a un caballo.

El barman y los gemelos mexicanos ayudaron un poco con la tarea de recoger los restos de la vieja mesa de madera, aunque no fueron especialmente generosos, y la mayoría del trabajo recayó sobre ti, como era de esperar.

Cuando salistes a la calle pudiste comprobar que llovía menos que antes, o al menos en tu borrachera se te antojó que la que antes era una fiera lluvia de tormenta ahora parecía más como atravesar una ligera cortina de agua. Aún así te sentías bastante mojado, ya que no habías tenido tiempo de secarte en el saloon y, aunque incómodo, la fría humedad te devolvió algo de tu escasa sensatez.

Parecía que entrastes en el saloon justo a tiempo, puesto que los gemelos Juan y Andrés se despedían del barman mientras cruzabas el suelo, ahora más limpio, del local. Te escucharon un momento y enseguida aceptaron a que llevases los caballos a los establos. Enseguida los tres mexicanos atravesásteis a paso ligero la calle ancha para no empaparos demasiado, y llegásteis a los establos, donde ahora mismo solo descansaban un solitario caballo manchado y una mula.

Mientras uno de los gemelos te abría las puertas de un par de cuadras para los caballos, el otro sacó de algún sitio una vieja manta para secaros, y mientras os quitabais de encima la humedad viste como bostezaba sin disimulo.

- Uaaaah. Bueno, nosotros ahorita vamos a descansar que mañana nos levantamos al alba para trabajar y cuidar de los animales. Si no quiere volver a por una habitación puede arrebujarse allí entre los caballos, solo cuídese que no le den una mordedura mientras duerme. -

Los alrededores estaban en completo silencio. Desde que la lluvia casi amainase no había ningún ruido que rompiera con la tranquila monotonía nocturna. Sólo durante un momento se escuchó el resoplido de algún caballo del interior de los establos antes de que el paraje volviera a la calma total.

La iglesia se destacaba perfectamente a unas decenas de metros tras el cementerio, pero no se veía ningún cobertizo cerca.

Jack observa como Juanita y James han empezado a buscar, así que decide seguirles. Empieza a merodear por los alrededores de la iglesia tratando de dar con cualquier herramienta que les pudiera ayudar a cavar con escaso resultado, lo que empieza a impacientarle.

Demonios, ¿cómo no puede haber una pala en un cementerio? Apartaré la tierra de esa tumba con mis propias manos si hace falta. No he esperado tanto tiempo para venir hasta aquí y marcharme con las manos vacías.

Miró en dirección a sus compañeros para comprobar si habían dado con algo, pero no parecía que hubieran tenido más suerte que él.

- Vas muy deprisa cariño. Aquí tenemos una norma, si vas a pasar un rato en mi habitación, tienes que alquilarla - dijo la muchacha, poniéndole a Michael una mano en el pecho, como deteniéndolo, pero claramente sin intención de hacer tal cosa.

Luego, le exigió un pago por la habitación y, estaba claro que también por sus "servicios" bastante elevado. Una madame en una ciudad importante, como Tucson o El Paso, no hubiera pedido mucho más... salvo un servicio especial, claro.

Michael, lejos de enfadarse más aún y experto como era en tales lides, esto es, negociar con meretrices excesivamente ambiciosas; cogió la mano de la joven entre las suyas y se las acercó a los labios. Le dió un beso suave y la miró a los ojos con una sonrisa...

- Imagino que es posible alcanzar algún tipo de... acuerdo - le dió otro beso - Algo como un... descuento para... clientes especiales - le dió otro beso, esta vez en el dorso de la mano, como se trata a la nobleza, como se hace con una dama y no con una meretriz de un pequeño pueblo perdido de la mano de Dios.

- Quizás puede que lleguemos a ser... - la besó de nuevo en el dorso de la mano - amigos.

Los besos de Michael fueron ascendiendo por la muñeca de la joven, la cara anterior de su antebrazo, el hueco del codo, el hombro, el cuello... Estaba claro que a la muchacha le gustaba. Sin dejar de besarla fue quitándose la ropa y la de ella, sin dejar que ésta tuviera tiempo o ganas de responder o negarse. La intención de Michael era convencer a la muchacha de lo "agradable" de su compañía y de las bondades de ésta, aún sin un desembolso importante por su parte. Quizás incluso pudiera convencerla de que le acompañara cuando abandonara el pueblo. Quizás pudieran ser felices, tener una granja, animales, quizás un par de perros y media docena de chiquillos...

Pancho miró un momento hacia las habitaciones del piso superior. La cosa no debía estarle llendo demasiado mal a Michael, pues estaba tardando en salir y no se escuchaban gritos desde el interior de la habitación, al menos no se oían aún gritos.