Partida Rol por web

--- Por una vez, y sin que sirva de precedente, creo que será mejor seguir el ejemplo nuestro camarada enano, mi estimado amigo ---medio aturdido, Julios toma del brazo a Moreau y busqué donde ocultarnos, detrás de unos salientes rocosos.

Por entre las grietas de las rocas, Julius vio llegar a dos soldados armados con carabinas, acompañados de otro hombre con un traje civil marrón. Todos ellos levando extraños amuletos al cuello. Amuletos que con su visor especial pudo darse cuenta de que emanaban un aura mágica que envolvía a sus propietarios.

Agachado detrás de las rocas, mientras esperaba a que aquellos hombre psaban, el calor crecía y crecía. Sus ropas empezaron a echar humo, y luego empezaron a arder. Julius estaba a punto de saltar y empezar a rodar por el suelo para intentar apagarlas cuando se dio cuenta de que en realidad no sentía dolor. Ni tampoco le estaban quemando. Tenía la impresión de que hacía un calor espantoso, pero a pesar de que aparentemente estaba completamente envuelto en llamas, , no sentía el fuego mordiéndole la piel. Tenía que ser una ilusión, aunque una muy desagradable. Mordiéndose el puño para evitar el pánico, intentó mantener la calma. Es una ilusión, se repitió, no es real.

Por entre las grietas de las rocas, Jalabar vio llegar a dos soldados armados con carabinas, acompañados de otro hombre con un traje civil marrón. Todos ellos levando extraños amuletos al cuello.

El hombre vestido de civil se detuvo y cerró los ojos, murmurando unas palabras. Cuando los volvió a abrir, una extraña luz brillaba en ellos.

-Tienen que estar en este corredor. El hechizo aún está activado.-dijo

-Esos contrabandistas podrían ser un poco más listos. Cuando dejaron de venir, creí que habrían escarmentado.-comentó uno de los soldados-¿Seguro que no habrá sido algún animal que se ha metido en la cueva?

-Conozco muy bien mi oficio, sargento, no es ningún pajarillo perdido-respondió el mago con frialdad-Además, eso sólo pasó una vez, podría dejar de mencionarlo siempre.-añadió, bastante molesto.

Moreau fue arrastrado por Julius tras unas rocas, en espera de lo que pudiera venir por el corredor. No era demasiado agradable estar allí, agachados en aquella completa oscuridad, una vez que habían apagado sus faroles. El frío y la humedad del suelo entraba a través de la tela de su pantalón, e incluso sintió algo subirse a su pierna. Con algo de asco, alargó una mano para apartar a lo que supuso que debía de ser algún ratón de los que vivían en la cueva, pero lo que tocó no fue en absoluto lo que esperaba. Engarfiados en su pierna, algo con la forma unos dedos humanos, pero con la carne demasiado fría y viscosa para que perteneciesen a ninguna persona. Ninguna viva. Recordó las historias que había contado el contrabandista que había escapado de allí. Los muertos volvían de las tumbas para arrastrarles con ellos. Un sudor frío lo recorrió y fue entonces cuando escuchó un susurro: "Ven con nosotros, bajo las aguas". De algún modo sabía que aquellas palabras no habían pasado por sus oídos antes de llegar a su cabeza. Y quizás aquello no fuera una simple invitación. Tres formas luminosas y espectrales avanzaban a través de la galería, sus ropas, roídas por el tiempo y cubiertas de algas, recordaban a las que llevaban los marineros y su piel y su pelo se habian vuelto azuladas por el tiempo pasado bajo el agua. Una de ellas sonrió, y volvió la cara hacia él para mirarlo. Moreau pudo ver que los huesos de su cráneo asomando a través de los pedazos de carne que le faltaban devorados por los peces.

El soldado más joven giró la cara para disimular una sonrisa, mientras que el mayor, aquel al que el mago había llamada sargento, se limitó a responder:

-Estarán más adelante, sigamos

Los tres volvieron a ponerse en marcha y al poco tienpo ya no se escuchaban sus pasos, ni se veía el brillo de sus linternas.

El miedo atenazaba a Jacob. Se quedó paralizado sin poder moverse, sintiendo su corazón latiendo en su pecho como un tambor y un sudor frío corriendo por la espalda, seguro de que en cualquier momento una de las grotescas apariciones extendería los brazos hacia él para arrastrarle hacia las profundidades de las que hubieran salido.

Pero parecían que no tenían prisa. Su brillo espectral comenzó a apagarse y sus formas se fueran desvaneciendo poco a poco en la oscuridad, hasta que sólo el brillo maligno y plateado de sus ojos seguía siendo visible. Al final, incluso eso desapareció.

Salí de entre las sombras y me coloqué en mitad del camino.

- ¿Y ahora qué? -dije sin levantar excesivamente la voz a Jacob y Julius, aunque tampoco me había fijado en sus escondites, así que no me dirigía a ningún punto en concreto.

La situación que padecíamos desde que entremos en la cueva parecía aclarada, que no resuelta, y ciertamente era un punto a favor que estuvieran persiguiendo a otros objetivos y no a nosotros. Sin embargo, ahora seguir explorando era casi nuestra única alternativa: intentar salir nos enfrentaría a esos tres extraños hombres.

La visión espectral que acababa de presenciar hizo que mi cuerpo se agarrotase, y mi corazón latiese desvocado. Nunca hasta entonces había tenido mucho que ver con los seres paranormales, y desconfiaba de ellos, pero desde ese momento surgió en mi un miedo hacia tales criaturas. Cuando lo pienso, aun siento en mi piel el frio tacto de esos dedos cadavéricos, aferrandose a mi como si intentasen alcanzar la vida. Y peor fue la visión de las fantasmagóricas figuras, llamándome en busca de mi alma para llevarla a lso abismos. Aun estaba aterrado cuando medio oí la voz de Jalabar, desde un punto indeterminado de la oscuridad.
- ¿Que?- Mi voz sonaba hueca y temblorosa.- V-vayamonos de aquí. No es seguro. Lo mejor es que salgamos de este sitio.

A la vez que Julius salía lentamente de su escondida, hablaba en voz baja a sus compañeros:

-- Magia, caballeros, magia. Todo esto ha sido una ilusión, la niña, el calor que sentíamos, bueno, al menos yo... Sin duda este lugar está protegido por algún hechizo, lo cual me lleva a pensar que estamos en el lugar que buscábamos. Avanzemos, pues, antes de que la patrulla vuelva.

- Ya sabemos que es magia, Julius -dije como afirmando un hecho obvio, porque las palabras ni los gestos de Jacob me hicieron suponer que él había visto otra cosa-. Lo que pregunto es, ¿que pasa si nos rodean? ¿Alguno de ustedes puede derrotar a un mago? -pues aunque yo despreciara la magia, sabía que era más peligrosa que dos hombres no demasiado armados y yo.

Aún así, fui el primer en marchar por el camino, sabiendo que la obertura por la que habíamos entrado era ahora mismo demasiado peligroso y no teníamos otra alternativa que buscar otra salida más adelante... después de descubrir lo que habíamos venido a investigar.

- ¿M-m-magia? No... No se puede derrotar a un mago... Es maligno, seguro, usa algún poder de magia negra. Podría matarnos en cualquier momento... O algo peor...- Mi nerviosismo era evidente, y buscaba con la mirada rastros de esos espectros. ¿Y si aun siguen aquí? Desvanecidos, invisibles, pero presentes y preparados para tomar nuestras almas. Un estremecimiento me recorrió mientras seguía a Jalabar, procurando no separarme del inmune enano.

La única opción que parecía quedarles era seguir adelante. Y eso hicieron. Atravesaron los oscurros corredores de piedra, ayudados sólo por la luz de una lámparas que no permitían ver más alla de unos metros delante de ellos. Avanzaban, aunque no siempre tanto como deseaban. Algunos de los corredores que tomaron acababan de repente, y tenían que volver atrás y tomar otra ruta. Otras veces lo que se les acababa era el suelo. A veces había pozos abiertos en su camino y si no vigilaban sus pasos se arriesgaban a caminar sobre su borde para caer desde una altura, quizás no demasiado impresionante, en realidad, pero suficiente para romperse el cuello contra la roca.

Pero siguieron explorando la cueva. No les quedaba más remedio. Y al final encontraron algo. Aunque no una salida. Algo que no solía verse mucho en aquel tipo de lugares: una puerta. De madera oscura y recia, con grandes goznes y tiras de hierro sujetando los tablones entre sí.

- Entonces será mejor no volver a cruzarnos con él -contesté a Jacob con un tono que dejaba claro que yo tampoco confiaba en nuestras posibilidades si esa vez no lográbamos escondernos a tiempo.

Mientras seguíamos recorriendo el camino marcado por las rocas, cada vuelta atrás aumentaba mi tensión: los tres vigilantes no fallarían de vuelta a su base, y eso les acercaba peligrosamente a nosotros con cada gruta equivocada que tomábamos. Al fin encontramos el final de la cueva: necesitábamos un experto en habilidades propias de los bribones...

- Julius, ¿qué te parece? ¿Se puede abrir sin más?

-No estoy muy seguro. -Julius se dejo caer de costado contra la pared con aspecto cansado-Puede que haya centinelas, puede que haya cosas aún peores que la magia. No lo sé. Los guardas que acabamos de ver no parecían muy preocupados porque llegasen intrusos hasta aquí. Pero como no creo que quieran esperar a que vengan para preguntarles su opinión...-Se sacó el alfiler de corbata y se lo entregó a Jalabar. El ingeniero se dió cuenta de que el extremo que quedaba oculto por la tela estaba modificado para ser usado como ganzúa-Sugiero que nos arriesguemos.

Sabía que de alguna forma Julius podría ayudar a una tarea propia de los maleantes, aunque no era el momento de soltar la pulla y de todas formas hubiera sido peor que viniéramos a esta exploración sin el equipo necesario. Cogí el alfiler y me dispuse a intentar forzar la cerradura, más preocupado por hacerlo rápido que por lo que pudiera haber en el interior. Ya me preocuparía por eso en breves instantes, cuando pensara que la patrulla ya no era una amenaza, aunque tampoco sabía si su ruta paraba justo en la puerta...

Abrieron la puerta, nerviosos por lo que podrían encontrar al otro lado. Pero lo cierto es que lo que vieron no era demasiado amenazador. Una sala de paredes de gruesa piedra gris, y una escalera en el otro extremo. Parte del espacio estaba ocupado por cajas de madera y barriles que estaban allí guardados. Algo de luz llegaba a través del hueco de las escaleras y de cuando en cuando llegaba el sonido de conversaciones, aunque tan tenue, que las palabras resultaban ininteligibles.

Con evidente sensación de alivio, insté a mis compañeros a cruzar rápidamente la puerta para cerrarla. Después susurré: - Debemos acercarnos sigilosamente hasta las voces: no sabemos cuantos humanos hay aquí, pero si no son muchos es una ventaja tener como referencia a varios, ya que esos no te podrán coger por sorpresa. Y no hace falta que os lo comente: recordad cualquier puerta o conducto que parezca una salida, puede ser importante. Esperé sus asentimientos antes de subir las escaleras.