Partida Rol por web

Daré por echo que Pinga o alguien ayuda a Emeth a levantarse.

Si no os convence, edito el post de Hegan.

los exploradores se alzaron, con reticencia, del que había sido durante aquel breve descanso su refugio. El llano, ardiente por el calor acumulado durante el día, se alzó para recibirlos y convertir el aire que respiraron en una miasma polvorienta y caliente que, de haber recibido otro aumento de la temperatura por parte del sol que ya se ocultaba, habría matado a aquellos insignificantes humanos que osaban violar la santidad de aquel lugar.

De aquel llano de muerte. Aquel infierno silencioso donde solo el polvo y el fuego prosperaban. El propio aire semejaba un impío intruso y su presencia salvadora, un insulto para la ardiente santidad de aquel lugar. Las rocas, carcomidas por una eternidad de experiencias, se veían arrastradas y enterradas por las cortinas de polvo suspendido, agitado por las repentinas ráfagas de aire caliente que llegaban desde el norte.

Avanzar por aquel lugar no era, para nadie cuerdo al menos, algo que pudiese calificarse como menos que un infierno sensorial. En los momentos en que avanzaban libres, tenían la sensación de caminar por las brasas de un horno y a pesar de aplicar el consejo dado por Jord de fijar la vista en un punto concreto, pronto se vieron acosados por algo más que los horrores físicos que hasta ahora los habían atenazado.

Vieron en conjunto un gran lago de aguas cristalinas. En el que los peces saltaban en medio de estelas multicolores que terminaban en una deflagración de vapores maravillosos. Vieron gentes imposibles o quizás espíritus beber de ese lago y vieron como los peces eran pescados por figuras sin rostro de grandes músculos y pieles grisáceas. Grandes ancianos de múltiples miembros bendencían las capturas y ante una hoguera rugiente, toda la tribu de entidades individuales renunciaba para ser parte de ese fuego. Renunciaba? o se sacrificaban? Aunque era difícil verlo sin rasgos faciales para guiarse, la tensión de los músculos, las muecas y curvaturas del agujero oscuro que tenían por boca... todo apuntaba a que aquello distaba mucho de una fiesta.

Pero la hoguera creció y creció hasta estallar en humo. Y del humo surgieron nubes. Y de las nubes brotaron truenos que calleron con forma de árbol y se quedaron, plantados, en el suelo de arcilla y fuego. Troncos negros, grandes raíces...

Y entonces llegó el polvo. Y el infierno se presentó con una privación sensorial que sólo habían conocido hasta aquel momento las propias piedras. Enterradas y desenterradas una y otra vez, hasta que el viento cruel las convertía en más polvo y por tanto en fuerza privadora. Los exploradores fueron golpeados por la furia de la nube que los obligó a postrarse y avanzar encorvados, cubriéndose con cualquier cosa que tuvieran a mano y agarrándose para no perderse.

Los heridos sintieron como las heridas se cubrían de polvo, con un dolor casi similar al de la sal en la carne viva. Sus tambaleos hicieron que la cadena temblase.

Pero esta permaneció firme. Y tal y como llegó, se desvaneció.

Devolviendo la vista del llano ardiente rodeado de laderas escarpadas.

Al volver la vista, el desfiladero parecía ya lejano pero eso no mejoró el ánimo de la compañía. Si no al contrario, ya que la pared contraria permanecía tozudamente lejana y el llano parecía alargarse como una enorme palcha deforme cubierta de polvo.

Y todos sabían lo que sucedería si el mediodía los alcanzase en un lugar así.

Nepos observó como sus compañeros salían casi arrastrándose de una enorme nube de polvo. Miller, tan inquebrantable como su reputación decía de él, encabezaba la marcha empezando una cadena que proseguía hasta un casi inconsciente Emeth arrastrado a duras penas por sus compañeros.

Ese viejo no vivirá para ver el fin del viaje, en su estado, sería misericordia rajarle el cuello pensó el joven al acercarse mientras gritaba para llamar la atención del resto.

-Sargento! Tiene que ver esto! He encontrado algo increíble!-jadeó el muchacho antes de al fin descansar.

Escuché la caja repicar contra el suelo y perderse entre la arena. Debí tirarme a buscarla, pero no había tiempo. Entendía que había hecho mal, y eso no me excusaba. Caminé adelante con la cabeza gacha, reflexionando un poco lo que había sido mí vida.

El tiempo no me había tratado tan mal como a otros. Detrás de mí, Pinga y Hegan se esforzaban por hacerle el trayecto más sencillo a un compatriota experimentado. En parte del trayecto los ayudaba como excusa para darle un vistazo a Dasha. Tampoco es que yo mismo pudiera ayudarlo más rato de lo que los ayudaban ellos.

- Tenemos que dejar el equipo en alto - le decía cuando me acercaba a Emeth. Lo ideal era que absolutamente nadie muriera.

No sé quién dió el avistamiento de las gentes junto al lago ¡Un lago! Pero en ese instante grité, para hacerme oir por sobre la ventolera, esperando que el viento le llevara mís palabras a los ultimos de la fila - No creo esas artimañas, pero haganse notar lo menos posible.

Dudaba sí realmente los ruidos venían de alguna tormenta lejana, o realmente eran invocados por los hombres anfibios. Incluso cuando uno de los rayos más brutales que haya visto levantó una nube de polvo enorme. Uno no llegaba a esta edad creyendo todo lo que se ve, a veces incluso todo lo que toca. 

- ¡Todos cogidos del de adelante!

Fué un alivio poner pie fuera de la nube. A pesar de que no supe de ese evento, sino varios pasos después, cuando gradualmente pude recuperar la visión de lo que tenía en frente. A lo lejos divisé a Nepos corriendo. Iba a revisar el mapa, pero sí el estaba ahí, no debimos errar el camino.

- Calma muchacho - le inspeccioné rápido, buscando algún signo extraño y le tendí agua de mí cantimplora. Mientras esperabamos a que todos salieran. Tenía un ojo puesto en Nepos y otro en la nube. Esperaba a que Dasha saliera de ahí.

Dasha había emprendido la marcha a una distancia prudencial de Miller, más cerca de Olessia que de su padre, como si la prefierese a ella sin duda alguna. Y era cierto que de tener que escoger entre todos los demás se quedaba, y por mucho, con aquella mujer, pero también era verdad que parte de su intención consciente o inconsciente era hacer daño al sargento.

Cuando comenzó la tormenta que levantaba la arena y la azotaba sin piedad, haciendo que escociese y picase allí donde la sangre se había abierto camino, apresuró su paso. Ya antes de que su padre les gritase que se cogiesen del de delante ella había pensado hacerlo. No por ser más inteligente, ni siquiera como una estrategia meditada, a ella le había impulsado el miedo, y ese miedo la llevó a cogerse con fuerza de las telas que cubrían la espalda de Miller.
Peor fue cuando se les presentó aquella visión. Primero había creído que llegaban a un vergel. Que al fin daban con la preciada agua, un agua fresca y limpia, ¡y pescado! Parecía un sueño idílico y se preguntaba si aquellos hombres lo compartirían. Pero después se percató de lo demás, de la terrorífica escena, de las figuras fantasmales, oscuras y cargadas de algún tipo de dolor, o maldad, no estaba segura. De aquella tormenta ensordecedora que quería arrebatarles la cordura. Y entonces Dasha hundió su rostro contra el cuerpo de su padre, como un instinto primigenio que le susurrase que si alguno de los que estaban luchase por ella sería su padre. Se pegó tanto a su espalda y aferró tan fuerte su camisa que bien podría arrancarsela si él tratase de zafarse.

Al fin parecía que la pesadilla terminaba, o mas bien les daba un respiro, y Dasha, viendo que salían de la tormenta de arena se dejó ir de Miller, esperando solo unos segundos, soportando la fuerte angustia un poco más por mero orgullo. Creía que a causa de la arena y todo lo demás tal vez Miller no se hubiese dado cuenta de que era ella quien lo había buscado con tanta desesperación, y si se había dado cuenta ya haría algo para dejarle las cosas claras, aunque no fuesen del todo verdad.

Salió de la nube de polvo con los cabellos enredados y cubriéndose la nariz con sus ropas para poder respirar. La zona de los ojos y la frente sucias de la arena y los cabellos del color del azote que habían superado. Miró a Nepos, que siguiese vivo era buena señal, pero no iba a decírselo. En cambio quiso acercarse a ver también que era aquello a lo que él llamaba increíble.

Aquello no era natural. No era una nube de polvo candente en un terreno árido, era un infierno verdadero, un infierno en la tierra. El miedo y el ahogo hacían que su corazón latiese con tanta fuerza y a un ritmo tan vertiginoso que le dolía. Y aún más dolían sus pulmones, abrasados y cegados por las partículas arenosas, allí el aire no llegaba, y Olessia se sintió como debían sentirse los peces arrancados de la mar, cuando los izaban atrapados en las redes. Boqueaban y se retorcían, como ahora ellos. 

Por no hablar de las fantasmales presencias que se levantaban y desvanecían, como llamas espectrales en formas inesperadas, animales y personas, sombras, espectros. 

No podía ni llorar, no había agua con la que formar lágrimas en sus ojos, sólo polvo, polvo rojo y áspero, ardiente, polvo en sus labios, en su nariz, polvo el el pelo, en los pliegues de su ropa, polvo en cada centímetro de su cuerpo, y fuera de él.

Apenas veía su propia mano, allí delante, asiendo la ropa de Dasha, que se perdía entre la nube de arena, sin dejar ver las formas de la chica, y menos las de su padre. Sentía que alguien agarraba a su vez su falda, todos tironeando y tratando de sostenerse, intentando seguir adelante, andar sin caer...

...y entonces, salieron. Vio a Nepos, desdibujado en su retina, corriendo hacia ellos, gritando algo. Se dejó caer en el suelo, exhausta. Temblorosa trató de sacar su cantimplora. Le fue imposible, no veía ni su mano, y menos la dominaba.

Y más atrás, en la retaguardia del grupo, caminaban Emeth, Pinga y Hegan. El primero iba en el medio, ayudado por los otros dos para que se mantuviera la marcha casi constante. Fue entonces cuando entraron a la extrañísima tormenta. Aquello parecía un punto de conexión entre dos mundos, un lugar mágico y a la vez terrorífico, que por momentos te desconcertaba, sintiendo a la vez alegría y tristeza. ¿Acaso era un remanente del desgarre que había sufrido el mundo? Sin dudas escapaba a su comprensión, en toda su vida, Hegan no había chocado con algo así y estaba claramente desorientado.

Mira a su viejo compañero, Emeth no emitía expresión alguna todavía, iba más preocupado por mantener el paso que por cualquier otra cosa que sucediera alrededor. Al otro lado del viejo estaba el panadero, que tampoco había comentado nada al respecto. 

Por fin atraviezan la escena, y se muestra un un largo llano sin final, al parecer el desfiladero por el que bajaron antes era una simple piedrecilla en el camino comparado con lo que estaba por venir. Hegan saca de su mochila el viejo odre que siempre le acompañaba, bebe solo unas gotas de agua y se limpia con un trapo medio húmedo el polvo de las heridas. Le brinda agua a sus más cercanos acompañantes, y luego guardaría su odre de vuelta en la mochila.
 

¿Pero qué demonios...? Sílex se aferró a los escasos trozos de tela de los que disponía para poder cubrirse de esa tormenta de polvo que amenazaba no sólo con hundirles en arena, si no con hundir sus sentimientos bajo un enorme manto de agonía y miedo. Vio árboles, hogueras, arcilla y fuego. Vio polvo que alzaba y enterraba rocas tras de sí, vio cómo la vida y la muerte se alzaban y enterraban de nuevo. Esto... No es normal. ¿Qué está ocurriendo? Siguió caminando con pesar, sintiendo en su espalda el peso de culpas que no le eran en absoluto familiares, pues nunca había cometido las atrocidades que las voces y susurros del viento traía a sus oídos.

Sintió en cada punto de su cuerpo y su mente la ira y agonía de la nube que se aferraba a ellos. Intentando drenarles las fuerzas, intentando... Que se quedasen ahí. Pero no sucumbiré, debo aguantar. Y en ese preciso instante, la tormenta terminó.

Sílex se sacudió como pudo y miró a su alrededor, buscando a sus compañeros, buscando hacia dónde ir. Sílex, como los demás, sabía qué ocurriría si el mediodía les alcanzaba en ese eterno llano. Por una vez, escuchar a Nepos animado le insufló una cierta alegría.

Grito de deseperacion con la extraña tormenta que nos termina cruzando en el camino. Mi mente no estaba preparada para asimilar estas cosas, ni tenia muy en claro cual debería ser mi actitud enfrente de esta anomalía.

¿Debería Correr ? Pero eso seria dar un anuncio de una muerte, ¿Debería seguir gritando ? Tampoco que haga alguna diferentes, ¿temblar ? Bueno, en eso estoy haciendo en estos momentos. ¿ayudar a otros ? Pero ni tengo ni idea de como poder ayudarlo.

¿Que hacer ?
¿Nada?
¿Lo mas obvio y natural de la naturaleza humana ?

¡Que increíble futilidad! absurdidad respuesta. Solo ser una mera flor, y intentar sobrevivir a esto. ¿Pero hasta cuando seguire con aquella actitud ? Realmente odiaba la tierra, su gente odiosa y esas cosas raras de quien sabe donde salio. Si he de morir, al menos que sea en el mar, no aqui entre rocas y fantasmas tormentosas.

Solo caminar, volver a seguir adelante. Mientras mis heridas eran sepultado por la arena, dándome dolor candente, pero pero era el acto de respirar. Ya que podia sentir, como la arena deseaba acumularse en mi orificios, y mi boca terminaba tan seca que apenas sentia los labios. Ni cuando logramos salir, resulta mejor la escena.

Ya que arenoso, y con un orificio izquierda tapado, que salgo todo vuelto pálido de la escena. Incluso para mi piel, no era una sensacion muy bonita. No hago mas que sacarme la arena de la nariz con el dedo, quedando como medio idiota. Y peor, es que mojo muchos mis labios, como si fuera un animal. Tragando saliva para refrescar mi garganta al menos.

-Y ni aun hemos llegado. ¿Hasta cuando ?

-No hay demasiado tiempo para calmarse sargento. Ahora puedo decir que ninguno de los equipos de exploración ha pasado por aquí y creo saber también el por qué.- informó el explorador sin hacer ningún gesto por ayudar a los rezagados que trataban de sobreponerse al azote de la tormenta de polvo. -Lo sabías, matabrujas? No, por qué mandar a tantos valiosos por un simple cabo suelto? No saben nada. Y yo pronto me llevaré tu secreto a la tumba.

El muchacho se permitió sonreír. Solo espero que me estés esperando para entonces.

-Deja de remover el hierro, Nepos. Qué es lo que has encontrado?  Te brillan los ojos y desde que te conozco he aprendido que eso nunca es bueno.- la muchacha se detuvo para escupir otro gargajo antes de continuar. De seguir así mucho tiempo, el polvo llegaría a los pulmones y su esperanza de vida se acortaría de forma dramática. Lo había visto, en los "afortunados" de la Invicta.

-Remover el hierro? He sido yo quien ha explorado el llano ardiente y he sido yo el que se la ha jugado más allá de aquellas rocas.- replicó señalando los peñascos que ocultaban la siniestra verdad del llano. -Si nos movemos ahora, podemos alcanzar el lugar en poco más de una hora. - su rostro se ensombreció antes de contnuar. -No hay palabras para describirlo. Tenéis que ver lo que ha pasado. Con vuestros propios ojos.-

El ancianó se internó en la tormenta con el convencimiento de que moriría en aquel llano. Las abrasadoras temperaturas y la tortura de aquel polvo que se colaba por todo cualquier espacio libre era algo que no podía soportar. Y aún así, sin saber muy bien como, ignoró como pudo el dolor de sus heridas y lo mismo hizo con la ilusión del lago. -Si se trata de espíritus, ya me reuniré ahora pronto con ellos.- pensó antes de clavar la vista en el suelo y avanzar.

Un paso tras otro. Otro... y otro más. El viento aullaba en sus oídos, el paño con el que se cubría estaba encharcado de sudor y apelmazado por la escoria y a cada paso sentía como su cuerpo pesaba más y más.

Pero finalmente, casi un minuto después que su compañero más cercano, el anciano Emeth abandonó la nube tratabillando antes de apoyarse en un peñasco para recobrar fuerzas. Antes la sugerencia de Nepos, el anciano sintió que la desesperación brotaba junto a su voz, como un depósito de aguas residuales emergiendo a presión desde su confinamiento bajo tierra:

Piedad Sargento! Piedad! Os pido clemencia y que atravesemos este lugar infernal lo antes posible. No creo ser solo yo pero las fuerzas me fallan y solo mi voluntad me permite seguir adelante. Si nos desviamos, no estoy seguro de poder aguantarlo...-

-El anciano tiene razón, sargento. Tendremos varios cadáveres si nos internamos en esa dirección. Debemos continuar y abandonar este lugar inmediatamente. Al menos esa es mi opinión.- concluyó antes de lanzar una mirada venenosa a Nepos.

-Sargento, no me he adelantado demasiado pero la invicta necesita saber esto!-

-No podremos informar de nada si estamos todos muertos.- replicó la muchacha con tono burlón.

Pero bueno...

La voz no le salió en un primer momento, abrasada su garganta como estaba, y cubierta de arena polvorienta su boca entera. Sólo en su mente se formaban las palabras. Así que se detuvo a mitad de la frase, esta vez sí pudo destapar su cantimplora, y echó un trago breve, minúsculo, pero efectivo. Con el pequeño buche de agua hizo aún gárgaras, y luego lo tragó. 

Aclarada ya la voz, o eso esperaba, habló de nuevo.

-Pero bueno, Sagaz, dinos qué demonios has visto. Ya decidiremos si nos desviamos o seguimos, o lo hará el Sargento por nosotros, pero no puedes esperar que tomemos decisiones a ciegas. No más de las que ya estamos tomando, por lo menos.

Miró a Nepos seria, a Suzzet decidió ignorarla directamente, como si no existiese, pues en esos momentos valía poco menos que nada para Dasha.

Estúpida, tú también has puesto tu granito de arena para que muramos.

Asintió a las palabras de Olessia, ella tenía razón. Claro que era posible que aquello que "el Sagaz" quisiese mostrarles fuese importante, incluso muy importante, pero no podían ir solo por curiosidad.

-Sí dinos. ¿Nos ofrecerá refugio? ¿Nos dará comida, agua o algún tipo de suministro?.- se cruzó de brazos y miró a Miller -intentar entenderlo todo es una gilipollez. Lo importante es vivir. Si ese descubrimiento nos va a dar facilidades, o si nos ha de revelar algo que nos haga más fuertes, entonces adelante, voto por seguir a Nepos. Pero si es solo un campo de ruinas y cadáveres, si es una chatarra del pasado que solo nos hará perder el tiempo... ¡Pf! Entonces que se lo meta por donde le quepa.- Nepos parecía fuerte, más fuerte que ella, había bajado con destreza y era capaz de adelantarse, explorar y reencontrarse con ellos.
Pero un líder debe serlo, no solo parecerlo

Su madre le había explicado bien lo ingenuo que se podía llegar a ser cuando se decidía creer que algo era verdad, tan solo por la propia necesidad de que lo fuese. No podían permitirse el lujo de seguir a cualquiera, eso te convertía en carne de cañón.
-Así que dinos, ¿qué nos espera allí delante?- y se quedó mirando a Nepos con aquella expresión tan repelente, como si ella supiese más o estuviese por encima.

La pelea de los muchachos reavivaba la migraña. Este maldito calor me daba migraña. Sentía una aguja clavandose en mí sien siempre que esos chiquillos discutían. Fué un alivio cuando se detuvieron, quizá por la misma suplica de Emeth. Que sería tomada en cuenta, pero no condicionaría mí respuesta.

Mí opinión estaba muy cerca de la de Dasha y Olessia. Quizá era un poco más negativo - El desierto le juega bromas a los ojos, chico - ¿De verdad podía ser algo tan interesante que debíamos ver? Me puse de cuclillas para descansar un rato. Estabamos en medio del sol, pero un corto descanso después de la tormenta, no nos deshidrataría y había un detalle interesante. Ningún grupo de exploración había pasado antes.

- ¿Sugieres que Jord nos mintió y no mandó a ningún explorador o solo bordearon este lugar? - saqué el mapa, sosteniendolo bajo para que el viento no me arrancara el papiro de la mano.  En el lugar en el que nos encontrabamos había una gran nada. Con un trozo de carboncillo se nos hubiera hecho la vida un poco más sencilla.

Una vez fuera de la tormenta el grupo se concentra en analizar el siguiente movimiento, y como era de esperar, la pequeña Dasha formaba parte activa del debate. La niña hablaba de forma directa y usaba palabras bastante crudas, haciendo que Hegan se sorprenda de que nadie le mande a callar. Usar ese tono con personas que están cansadas y obviamente estresadas tanto física como mentalmente, podría despertar sentimientos de ira y/o desesperación que lejos de ayudar podría distanciar al grupo. Sin embargo dejando a un lado su manera un tanto agresiva de dirigirse a los demás, su idea era más que acertada para la ocasión. Si no había nada que garantizara la supervivencia del grupo en aquel lugar, no se podía bajo ningún concepto perder el tiempo en averiguarlo y poner en riesgo la vida de alguno.

Hegan se mantiene callado, ayudando a Emeth y a Pinga en lo que necesitacen mientras otros debaten. Por ahora no tenía nada que añadir, pues al parecer todos estaban de acuerdo en seguir adelante a menos que Nepos les convenciera de que había una seria razón por la que desviarse.

Todo tranquilo hasta que el sargento hace alusión al comentario de Nepos sobre los exploradores. Hegan levanta la cabeza desde detrás de Emeth- ¿Cómo..?- Se levanta y se dirige hacia el sargento que sostenía y observaba el mapa- Tiene que haber otra explicación, nos habremos desviado en algún punto- Observa el mapa con detenimiento por primera vez, ese mapa improvisado le recordaba mucho a los que hacía con su padre para localizar y definir áreas de caza, hace varios años atrás, sin embargo no consigue entender nada en ese momento.