Partida Rol por web

Vuestra infancia no ha sido fácil, pero el tiempo ha pasado y los días complicados quedaron atrás. O eso era lo que creíais hasta hoy.

Gozasteis de la protección de vuestro benevolente maestro Argos casi desde que erais una niña y nunca os separasteis de él. Desde que él os encontró vuestra vida cambió: os enseñó a llevar una vida recta y a utilizar la espada larga para defenderos cuando las palabras no son suficientes.

Pero esta mañana una mueca de preocupación invade el rostro de vuestro mentor y enseguida notáis que algo no va bien. Antes de que podáis preguntar, Argos se dirige a vos mientras prepara su mochila:

Las guerras del Mar de la Luna están causando un enorme revuelo en toda la región. El poder de la ley se ha tornado débil. Las Hojas de Mulmaster han enviado a cientos de lacayos encubiertos como bandidos a saquear las granjas y los poblados indefensos. No estás a salvo aquí, pequeña, y debo llevarte a un lugar seguro cuanto antes.

- Pero, ¿A dónde vamos? - preguntáis incrédula, todavía sin poder asimilar la situación.

Marcharemos hacia Calaunt. Es una ciudad peligrosa, pero es nuestra opción más rápida y cercana. Allí nos subiremos al primer barco que zarpe del puerto y navegaremos el Estrecho del Dragón. Desembarcaremos en Yhaunn, o en la primera costa cercana con la que nos topemos, y después os escoltaré hasta el Valle de la Sombra. Espero que el terror de la guerra no haya llegado hasta los elfos aún, aunque eso es sólo cuestión de tiempo.

Todavía hay demasiadas cosas que no entendéis y vuestra juvenil curiosidad te apresura a formular más preguntas de las que puedes contar, pero una seria mirada de vuestro mentor interrumpe tus demandas. - Ahora no es el momento. - Así pues, sin perder ni un segundo más, reúnes tus armas junto con unas pocas monedas y abandonas tu hogar encogida por la tristeza y el desconcierto.

Transcurren cuatro horas de camino con un inusual quietud. No os topáis con un solo viajero, Argos no pronuncia ni una palabra, ni siquiera se escucha el canto de un cuervo solitario. Tan sólo vuestras pisadas resuenan contra la hierba seca, cada vez más apresuradas. Se respira una tensión en el ambiente cada vez más insoportable, hasta que por fin tu maestro quiebra el silencio.

Está anocheciendo y es el momento de detenernos y descansar. Debéis estar agotada. Tenemos que encontrar un lugar donde podamos comer algo tranquilos y cobijarnos durante la noche. ¡Pero nada de fuegos! Eso podría revelar nuestra posición. Si hay algo que de verdad necesitáis saber ahora es el momento de pedirlo, pero no gastéis demasiada energía en hablar. Debemos llegar a Calaunt mañana, cueste lo que cueste.

Tengo miedo, el desconcierto me esta agobiando. Tu me haz enseñado a blandir la espada,porque no defendernos? Argos...cuando lleguemos a la tierra de los elfos, que va a pasar con nosotros? piensas abandonarme?? NO LO PERMITIRE

Si los elfos nos lo permiten, entonces construíremos un nuevo hogar allí y viviremos alejados de la guerra. Aunque temo que la guerra terminará encontrándonos, por mucho que nos escondamos y pretendamos evitarla. Siempre llega un momento en la vida en el que hay que afrontar tus temores.

Estoy seguro de que cuando llegue ese momento, vos no dudaréis en plantarle cara. El valor siempre ha sido un rasgo característico en vuestro carácter. No olvidéis ninguna de nuestras lecciones con la espada, pero tampoco olvidéis que dar la muerte a un ser sólo es lícito en muy contados casos. La vida es algo bello y sagrado, y sólo merece ser cortada cuando se marchita irremediablemente como una flor enferma.

Argos hace una pequeña pausa y clava su mirada en el horizonte. Cuando se dispone a continuar su discurso, un jinete acorazado bajo una imponente armadura negra aparece en la lejanía, seguido de otro grupo de caballeros a unos pocos metros. Cuentas por lo menos a cinco de ellos en total. Las palabras de tu maestro se cortan. - ¿Bellas Thanatar...? - susurra para sus adentros. No conoces tal nombre, pero el desagradable tono en el que Argos lo pronuncia te estremece.

Escuchadme atentamente Asilem. En nuestra dirección se aproximan un grupo de hombres montados cuyas intenciones no pueden ser buenas. Si se trata de quien pienso y se entera de nuestro destino, todo estará perdido para vos. Por lo que debemos actuar con celeridad antes de que lleguen hasta aquí.

No pretendo abandonaros, pero lo más inteligente que podemos hacer ahora es separarnos. Sé que esto es difícil, pero debéis confiar en mí. Corred tan rápido como vuestras fuerzas os lo permitan en dirección oeste, y no alteréis vuestro rumbo hasta llegar a Calaunt. Yo me quedaré aquí y les distraeré tiempo suficiente como para que podáis marcharos, pero tenéis que ser rápida. Cuando me los quite de encima yo haré lo mismo. Nos encontraremos en la posada del Fuego Rojo. Buscad a un gnomo que responda por el nombre de "Santrin", él nos está esperando.

Tu respiración se acelera y tu mano busca alcanzar tu espada, pero Argos te lo impide.

No es el momento para el valor, todavía. No se trata de una batalla que podáis ganar. No quiero que desenvainemos las espadas si podemos evitarlo. Pero si se da el caso, no quiero arriesgarme a que resultéis herida, o algo peor... - Argos intenta borrar la torcida expresión de su cara. - Todo va a estar bien. Pero no nos queda mucho tiempo. ¡Marchad, ahora!

Con lagrimas en mis ojos,tomo mis cosas sin perder tiempo. -Confió en ti Argos, se que vendrás a buscarme- con estas palabras lo abrazo . Tomo su mano y en su palma coloco mi piedra de la suerte - Toma, trae mi suerte.En Calaunt me la devolverás -
Me doy a la fuga lo mas rápido que puedo, pero voy oteando atrás, mientras en mi cabeza resuena su voz en ese tono desagradable - ¿Bellas Thanatar...? - que querría decir ??

Vuestro maestro os seca las lágrimas de las mejillas y aprieta contra su pecho vuestro regalo, intercambiándolo por una cuerda de varios metros que podría seros útil en vuestra aventura hasta Calaunt. - Pronto esta piedra volverá a estar en tus manos. No te defraudaré. - Sentencia, mientras se da la vuelta y se dirige al encuentro del grupo de desconocidos. Esta fugaz despedida ocurre en cuestión de segundos, pero cada paso que dáis le cuesta un terrible esfuerzo a vuestras piernas, que se resisten en obedeceros.

Por prudencia decidís apartaros del camino principal, refugiándoos bajo el resguardo de los árboles. Cuando definitivamente les perdéis a todos de vista os dáis un diminuto respiro para asimilar los hechos y proseguís vuestro viaje en dirección oeste, esta vez igual que en la lejana infancia, en completa soledad... O eso era lo que creíais.

Un veloz silbido ensordece vuestro oído derecho y os lanzáis de bruces contra la hierba. Escucháis el impacto del acero crujir contra la madera y os incorporáis rápidamente. La hoja de un hacha arrojadiza se halla clavada en el corazón de un roble, sangrando resina frente a vos. En un acto reflejo os giráis y reconocéis a uno de los jinetes que acompañaba al caballero portador de la armadura negra.

El jinete se acaba de dar cuenta de que le habéis visto y se está aproximando a vos a una gran velocidad con su espada desenvainada. Está claro que sus intenciones no son amigables. Tal vez exista una posibilidad de ocultaros en el bosque y perderle de vista, pero si pensáis plantarle cara es el momento de decidir un plan, y más vale que sea rápido.

Voy a correr al resguardo del bosque. Con la intención de encontrar un escondite entre las sombras, para luego emboscar al jinete , si es que me sigue.

Los bosques son el verdadero hogar de los elfos, y vuestra afinidad con ellos lo demuestra. Con la agilidad característica de vuestra raza os fundís entre los árboles y vuestro persecutor, por más que lo intenta, no logra encontraros. Tras un cuarto de hora de intensa búsqueda el jinete da la vuelta y regresa por la misma dirección de donde vino, dejándoos únicamente con el sonido de los cascos de su caballo, trotando cada vez más lejanos.

Pasada otra hora más de andadura por fin visualizáis ante vuestros ojos la ciudad de Calaunt, triste y apagada, asfixiada bajo una oscura nube de polución. Sólo el río Véspero se interpone entre vos y vuestro destino. Mientras tomáis un pequeño descanso estudiáis los posibles modos de cruzarlo:

Muy cercano y directamente vinculado a la ciudad se encuentra el nuevo puente, en perfectas condiciones y muy transitado, pero también altamente vigilado. Los guardias parecen detener a todo aquel que pretende cruzar y someterlo a un interrogatorio.

A una media hora de camino hacia el este se halla el viejo puente, que ha caído en desuso y ha sido derruído por el paso del tiempo. Los postes se conservan en buen estado pero todo lo demás es susceptible de caerse en cualquier momento. Está prácticamente abandonado pero no exento de peligros.

No utilizar ninguno de los dos puentes conllevaría bordear el Véspero entero y eso supondría como mínimo otras ocho horas de viaje. El hambre y la debilidad están comenzando a hacer mella en vos, por lo que debéis decidir con prudencia y una vez lo hagáis, no mirar atrás.

Después de pensármelo un rato, decidí pasar por el nuevo puente. Estoy muy exhausta para buscar otro puente y menos para bordear el Véspero.
No me asustan un par de guardias , ya he burlado a otros tontos lame botas fácilmente.
Me dirijo hacia el puente nuevo ,con mi pelo suelto y una sonrisa en mi rostro cansado.

A unos pocos metros del nuevo puente uno de los tres guardias presentes alza su mano y os indica deteneros. - ¡Alto ahí! ¿Quién va? -

Poco interesada en dar explicaciones, resumís que sois una viajera agotada que busca reponerse en Calaunt, sencillamente porque le viene de paso, para luego proseguir su ruta. Mientras os explicáis, os fijáis en que los hombres están equipados con lanzas y escudos de fabricación reciente y bien protegidos bajo armaduras laminadas.

- ¿Con que una viajera, eh? Ya veo... La verdad es que no vienen muchas elfas a visitarnos ultimamente. Bueno, sea lo que sea lo que te trae por aquí a mí no me interesa, puedes cruzar el puente sin problema... - El tono de voz del guardia cambia con cierta picardía – Siempre y cuando pagues el "peaje-del-puente-para-forasteros"... Son nada más que cincuenta monedas de oro. – Concluye, a la vez que extiende la palma de su mano abierta hacia vos. 

Miro su mano y luego lo miro al rostro, repito la misma escena.
-Lamento decepcionarlo caballero, pero no dispongo de dinero. He sobrevivido en mi viaje gracias a trabajos a cambio de cama y alimento, pero... quizá pueda hacer algún trabajo por usted? y así quedaría saldada la deuda.
Al encontrarse cuidando el puente de la ciudad, que por cierto es un trabajo muy osado ¡que estoy convencida que nadie reconoce la labor que hacen por la ciudad!, no debéis de tener tiempo para ciertos quehaceres. En este momento seguro tenéis algo en mente que le urge , no?!

¡Por fin alguien que reconoce el esfuerzo de mi sufrida labor! - Suspira el guardia - Sí... Estoy seguro de que hay algo que puedes hacer por mí. Todavía me dura la resaca del vino de ayer... Es como si tuviera una orquesta de medianos martilleándome los sesos constantemente. La dama "Besodegarra" tiene justo lo que necesito, un analgésico por el que daría mi alma ahora mismo. Yo iría personalmente a buscarlo a "La Casa de los Garfios Escarlatas", pero si el supremo Bellas Thanatar me encontrase fuera de mi puesto de guardia me ganaría la horca. Sí me lo traes nos olvidamos del peaje. Pídele por el "remedio"... Ella sabrá a lo que te refieres... Y no tardes mucho, o mi cerebro acabará por estallar.

-Parto sin mas demora en busca de tu alivio, me alegra haber llegado a un acuerdo.
Una ultima cosa , ¿cual es su nombre caballero?-
Una vez que el guardia me dice su nombre , me dirijo a la cuidad en busca de "La casa de los Garfios Escarlata".

Mi nombre es Lanen, pero si puedes evita mencionárselo a la dama... - Os aconseja el guardia, con cierto tembleque en su voz.

Ya en el interior de Calaunt, vuestra primera impresión es realmente mala. La ciudad es escuálida y triste, y en el aire flota la magia malvada. Probablemente se trate de la ciudad más insegura de todo el Ramal del Dragón. Las calles adoquinadas, ladrillo sobre ladrillo, no dejan sitio alguno para un solo árbol... Ni tan siquiera la hierba crece aquí. Ciertamente, si un elfo tuviese que vivir en este lugar por mucho tiempo, se moriría de pena.

La Casa de los Garfios Escarlatas es tan fácil de reconocer que no os hace falta preguntarle indicaciones a nadie. Se trata de una torre enorme de un tono rojo sangre que ejerce como santuario de Loviatar y que, cada pocos minutos, deja escapar un aullido de dolor de una de las pobres almas que adoran a la deidad.

Ante tal escenario, la duda se apodera de vos a la hora de entrar en el edificio, pero antes de poder decidiros una extraña mujer de baja estatura y ojos diminutos sale a vuestro encuentro.

Querida... Espero, de todo corazón, que si has venido a hacernos una visita a nuestro templo sea para hacernos una donación o una ofrenda. De lo contrario, sepas que no eres bienvenida y que más te vale marcharte cuanto antes. No soporto el olor a elfo en mis dependencias y, como aquí mando yo, no te conviene hacerme enfadar...