Partida Rol por web

Scythe

Escena 1: El contrato

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25/09/2018, 08:31
Director

Restaurante Le Petit Bistrot, Madrid.

18 de Diciembre. Son las 19:00 horas y la temperatura en la capital de España es de 3 grados centígrados aunque la sensación térmica es de 0 grados. La humedad es del 79% y la previsión de lluvia es alta.

Todos habéis recibido una carta en las que se os instaba a presentaros en el restaurante francés a las 19:30 de ese día para recibir una información sobre una delicada misión. La carta estaba firmada por el inspector jefe Ignacio José Mayo Alonso, dirigente de la Brigada Especial de Investigación y antiguo miembro de la BOEL (Bandera de Operaciones Especiales de la Legión). 

En la puerta del restaurante, famoso entre las clases altas de la capital, os está esperando el inspector Mayo. Es un hombre de mediana edad, con pelo canoso aunque con una mirada intensa y llena de vida. Posee un porte elegante. Viste una gabardina clara y un traje de color oscuro. Lleva un paraguas de color negro en el cual se apoya suavemente mientras fuma un cigarrillo para hacer la espera un poco más dulce.

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25/09/2018, 10:27
Aitor Haurtxohondatu Gaztelumendi - "Gastelu"

Gastelu no se iba a quejar por el tiempo. En Madrid no hacía frío, sólo se lo creían. Donde hacía frío de cojones era en el norte, en el Euskadi. Vamos, ni siquiera estaba nevando, eran unos quejicas todos. Si no fuera una ciudad tan fea darían ganas de irse de excursión...

Pero no estaba allí para pasar el rato ni para pasear, vamos, ni siquiera para disfrutar de la gastronomía gabacha, no, estaba allí por obligación. Le tenían cogido por los huevos, tenían a Ainhara, su punto débil. Si fuera por ellos o por su querida patria les dejaba una bomba allí mismo, de regalo. Pero si no hacía lo que querían Ainhara lo pasaría muy mal y él nunca se lo perdonaría.

─Buenas tardes, inspector ─dijo el vasco en tono todo lo neutro que consiguió, su mirada contestataria sólo de un segundo de duración, pronto sustituida por un suspiro conformado. Le habían doblegado, aunque le seguía doliendo en el alma. Cerró el puño con rabia y se controló para no hacer aparecer nada violento involuntariamente. Sacó un puro habano del bolsillo de su chaqueta, cortó su punta con un corta-puros de plata y lo encendió con un zippo con un pentágono invertido inscrito en un círculo (para sorpresa propia, aunque se lo guardó en el bolsillo, de recuerdo). Dio unas bocanadas y sonrió complacido: aquel era el tipo de puro capaz de despertar las envidias de alguien como Mayo, un pequeño golpe en su autoestima sin haber pronunciado una sola palabra.

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25/09/2018, 10:36
Trillo

Trillo miró la selección de ropa que le habían ofrecido en el hotel y eligió lo que le pareció más cómodo. Una sencilla camisa de algodón, aunque más entallada de lo que estaba acostumbrado. Unos pantalones de pinza marrones. Unos zapatos negros a juego con un cinturón de cuero también negro. Una americana del mismo marrón que los pantalones y un lazo en vez de corbata en el cuello. De la bandeja de complementos que le recomendaron cogió unos gemelos de bronce, un encendedor zippo chapado en plata con un león grabado y la inscripción "Plus ultra" y un hermoso reloj de acero de cuerda de tres esferas. No cogió abrigo ni bufanda, el frío no tenía sentido para él.

Salió con horas de antelación, ya que no tenía nada más que hacer que pasear por Madrid. Sólo había estado una vez en la ciudad, antes de la guerra, y había cambiado mucho desde entonces. Era un poco más limpia, pero mucho más ruidosa y, sobretodo estaba mucho más llena. Edificios altos, muchos coches y muchisima gente. Desde luego no resultaba nada agradable. Se paseó por los sitios que recordaba, mucho más luminosos y llenos de gente, pero pronto se hartó y se dirigió al punto de la reunión. Esperó de pie, apoyado en una farola, a unos treinta metros del restaurante, mirando la puerta distraidamente y esperó a que fuera llegando la gente.

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25/09/2018, 12:21
Inspector Jefe Ignacio José Mayo Alonso

El inspector te saluda mientras sigue fumando en la puerta del restaurante.

- Buenas tardes. - realiza una pausa y te pregunta - Usted debe ser Aitor ¿no? He escuchado algunas de sus historias en las vascongadas cuando iba a ver a un viejo amigo.

No ves ningún gesto duro o desagradable en el inspector mientras dice esto. Su tono es calmado y sin apenas emoción en lo que dice.

- Es usted el primero en llegar, esperemos que el resto no tarden demasiado. Hay mucho que hablar esta noche...

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25/09/2018, 16:21
Germán Ballesteros

El Cossío era un lugar que Germán conocía bien. Era uno de esos locales con verdadera solera madrileña al que él, aún no siendo oriundo de la capital, acostumbraba a visitar. Y es que,  a poco que estirases un poco la oreja, con un carajillo o un sol y sombra se pasaba uno toda la tarde escuchando a verdaderos figuras en debates taurinos de alta categoría. Aficionados, peroidistas e incluso algún que otro literato se daban cita allí para hablar de aquellas lides. Hubo incluso un tiempo en el que algunos muchachos "modernos", pero de esos que se visten como de antaño, también se dejaban ver por sus mesas haciendo como que eran del entorno... aunque no duraron demasiado. Germán, en cambio, lo frecuentaba desde hacía décadas. Y, sin embargo, si alguien le hubiese preguntado a alguno de los parroquianos habituales jamás habrían dado referencias de Germán Ballesteros. Él era de los que se quedaba en la barra con su consumición... sin dar un ruido. Escuchando. Prácticamente invisible.

Y, lo mejor del Cossío era que quedaba justo enfrente del Petit Bistrot. La calle era ancha pero desde la barra de uno se veía la vitrina del otro con lo que resultaba un lugar más que propicio para esperar. A Ballesteros no le gustaba llegar tarde. No lo había hecho nunca y no iba a empezar ahora... "a la vejez, viruelas". Por eso salió de casa con antelación suficiente para hacerse un carajillo en su banqueta habitual mientras combatía el frío castizo y esperaba silente.

El inspector apareció a la hora indicada. Su silueta se recortaba entre el alumbrado de las farolas y las volutas de vapor que los coches expelían en derredor... como en una de esas noveluchas baratas de género negro y rápida conclusión que Germán devoraba entre Bocaccio y Garcilaso. Para compensar. El halo de su cigarrillo alumbraba como un ascua diminuta en la oscuridad y a Germán se le antojó todo esto como algo poético. Como hecho a posta. Como si alguien estuviese dibujando un decorado con no demasiada imaginación: el inspector, aquel tipo alto y estirado que aguardaba a algunos metros, el otro más fornido con bigote rococó... Y ahora él mismo.

- Buenas tardes tengan ustedes... - saludó a la concurrencia a la vez que cruzaba la calle casi al trote. - Inspector Mayo... - matizó con una leve reverencia de cabeza que indicaba una mayor deferencia a aquel. - Estaba esperando enfrente... en la calle no hay quién esté. Hace un frío que corta...

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25/09/2018, 21:17
Álvaro Díaz de Vivar

Caminar por Madrid siempre me proporcionaba un cierto sosiego, a pesar de que en nada podía compararse con la libertad que sentía cuando podía aislarme del mundo y volar en solitario, abandonar el suelo y surcar los aires. Pero Madrid tenía algo... especial. Desde luego, no se trataba del clima. Demasiado frío para mi gusto en invierno, y un maldito horno en verano. No, adoraba la capital por una única razón.

No era mi "hogar".

El Palacio de Villena era ese presunto hogar, el lugar en que debería sentirme como en casa. Sin embargo, allí había pocas cosas que me aguardasen, cuando me desplazaba hasta allí los fines de semana que mi trabajo me permitía. Un matrimonio lleno de frialdad, más por salvar las apariencias que por verdadero amor. Una máscara ante una sociedad hipócrita y llena de prejuicios.

De modo que me enfrascaba en mi trabajo, un trabajo exigente, importante. O eso me repetía una y otra vez. También lo creía cuando era soldado, y cargaba al frente de la Escuadrilla Milano, o cuando posaba para el departamento de reclutamiento. Servir a mi país. Ahora, viéndolo en perspectiva, tenía mis dudas.

Pero cuando un superior me daba instrucciones, no cabía duda alguna. La jerarquía funcionaba así. Ser parte de un engranaje bien engrasado tenía esa ventaja, uno no necesitaba pensar demasiado antes de ponerse en movimiento. Había que hacerlo y punto. Las preguntas y las dudas vendrían más tarde, cuando el trabajo estuviera terminado. Por eso, ataviado con mi uniforme y cubierto por un buen abrigo, caminé hasta la entrada del restaurante desde la esquina del edificio, donde solicité al chófer que me dejase. No me gustaba que el coche me dejase en la puerta, pues prefería caminar y despejarme un poco antes de llegar a una cita. No fue hasta llegar a la entrada, donde el Inspector Jefe Mayo esperaba junto a un par de hombres, uno de ellos de aspecto... curioso, que me quité la gorra, dejándola marcialmente bajo el brazo mientras saludaba con la otra mano al estilo militar que el régimen marcaba.

Señor... -Indiqué, no sin antes percatarme del modo en que un desconocido nos observaba apoyado en una farola. Mostraba un aire distraído, pero sabía reconocer a un vigía cuando lo tenía delante- Caballeros... -Saludé también a los otros dos hombres, con un asentimiento, antes de señalar disimuladamente al desconocido con la mirada- ¿Está con ustedes?

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25/09/2018, 22:53
Trillo

Cuando se hubieron reunido cuatro tipos delante del restaurante, Trillo se puso en marcha. Pasó de estar apoyado en una farola a estar en marcha. Cruzó la calle a grandes zancadas sin mirar, con paso decidido. Por suerte no pasaba ningún coche, pero algo en los ojos del hombre dejaba claro que, si un vehiculo colisionaba con él, sería problema del conductor. Se plantó junto al resto en un instante.

- ¿El inspector Mayo?- preguntó.

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26/09/2018, 07:50
Inspector Jefe Ignacio José Mayo Alonso

- Buenas noches. - saluda Mayo a los recién llegados. Tras las indicaciones de Álvaro mira a Trillo que observa a una distancia prudencial y asiente con la cabeza. Cuando el desconocido se acerca y pregunta por el inspector, éste asiente de nuevo y le saluda. - Buenas noches señor Trillo, efectivamente soy el inspector Mayo. Y creo que usted es, si no me equivoco...el señor Ballesteros y el señor Díaz de Vivar...perfecto, no quedamos muchos por venir. Aunque un viejo conocido suyo señor Díaz se unirá a nosotros más tarde junto con el anfitrión de esta velada. - observa su reloj y ve que todavía es temprano. - Sólo faltan tres de ustedes...y a dos se les perdonará el llegar tarde.

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26/09/2018, 10:39
Germán Ballesteros

Ballesteros asintió a las palabras de Mayo. Desde que vino casi al trote cruzando la calle y con la excepción de haber saludado convenientemente al Inspector, Germán no le había quitado el ojo al tipo que aguardaba unos pasos más allá bajo la farola y, ciertamente, cuando se acercó y se presentó ante el que a buen seguro acabaría siendo el mando directo de la operación se quedó más tranquilo. Sin embargo...

- Díaz de Vivar... Diaz de Vivar... - pensaba Germán machaconamente. - ¡Díaz de Vivar...! - exclamó cayendo en la cuenta de inmediato de la evidencia y, casi al instante, bajando la voz de nuevo para evitar una situación comprometedora. - Don Álvaro Díaz de Vivar... ¿cierto? - apuntó tendiéndole la mano al interfecto de forma servil.

- Es usted un verdadero orgullo... a su servicio, Germán Ballesteros. Un honor estrecharle la mano.

Apenas había mirado a la concurrencia y el hecho de estar ahora junto a tan insigne héroe patrio le hizo erizar la piel. Alo estaba pasando... sin duda. El hecho de hacer sido convocado por carta ya llamaba la atención. Si a esto se le añadía el hecho de que se estaba formando todo un operativo, y no una misión en solitario, hacía intuir que se trataba de algo gordo... Y si el mismísimo Capitán Azor estaba relacionado aquello podría tomar tintes peliagudos.

Notas de juego

Perdón por postear otra vez antes de que el resto llegue. Fan mode. :)

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26/09/2018, 11:48
Trillo

- Trillo bastará- respondió este, rechazando el trato de señor. Estaba claro que no se consideraba a si mismo como uno.- Por mi esperar no es un problema- añadió,- aunque a lo mejor sea más cómodo para los demás esperar dentro- sugirió.

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26/09/2018, 14:41
Cristina Blanco Gutierrez

Había recibido aquella extraña carta donde se me citaba en un conocido y caro restaurante francés de la capital. No sabía de que iba todo aquello y podría ser todo una trampa. Y es que después de lo ocurrido en Galicia, con aquellos monjes tratando de darme caza como si fuese un animal y mi primer contacto con La Orden... Además, mi primo podría estar detrás de todo aquello también... No. Debía ser lo más cautelosa posible.

Lo bueno del frío es que puedes cubrirte todo el cuerpo, incluida la cabeza y el rostro y caminar sin que te reconozcan. Salí pronto de mi escondite y caminé por Madrid sin rumbo fijo, comprobando si me seguían primero, para luego asegurar la zona de la reunión. No quería trampas ni imprevistos. Sabía lo que dolía la plata en mi cuerpo y con una vez me bastaba.

La primera vez que pasé, no vi a nadie en el lugar. En la segunda pasada pude ver que, efectivamente, el inspector Mayo se encontraba en la puerta del restaurante, hablando con otro hombre. Pero que alguien más estuviese observando apoyado en una farola no me gustó nada. Así pues, opté por no detenerme y volver a pasar minutos después.

En mi tercer recorrido, vi que aquella persona se había unido al inspector, junto a otros hombres. Entre ellos destacaba uno en particular: el Capitán Azor. - ¿Qué pinto yo con un héroe? - Me pregunté recordando que en la nota ponía algo sobre una delicada misión. Pero se hacía tarde y debía decidirme pronto en unirme o no a aquel grupo. - Quizás si colaboro, me quiten al Vaticano de encima. - Pensé para mí, tomado la decisión en ese momento.

Caminé hacia ellos, con paso decidido, encapuchada y con el rostro cubierto de tal manera, que solo se me veían los ojos. Al llegar una sola palabra sirvió para saludar a los presentes. - Caballeros. - Me quité el guante de mi mano derecha y se la tendí al inspector Mayo, quien si duda había firmado aquella carta que recibí, pues su aroma había quedado impregnada en ella. - Soy Cristina Blanco. - Le dije a modo de presentación.

Luego le tendí la mano a los demás y continuar con las presentaciones, sin descubrir mi rostro. - Espero que me disculpen por no retirarme esto de la cara. Soy muy friolera y esta temperatura es horrible para mí. - Dije a modo de excusa, pero la verdad era que prefería ocultar mi rostro, por si alguien me buscaba por aquellas calles. Después miré la entrada del restaurante. Había pasado por allí varias veces. Demasiado caro y sofisticado para mí. Además, no tenía la ropa adecuada o que se espera que una mujer lleve en lugares como ese.

El largo gabán oscuro con capucha, ocultaba un jersey de lana gris y unos pantalones de vestir bastante amplios y cómodos. El calzado, unas botas con tacón bajo... y es que nunca sabía cuando debía salir corriendo.

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26/09/2018, 15:12
Leopoldo Fischer

Era un día gris y lluvioso en Miraflores de la Sierra, de esos en los que apetece encenderse la pipa con un buen tabaco, escuchar una buena sinfonía de algún compositor germano y disfrutar de las enturbiadas vistas en la comodidad de un buen sillón, sin más objetivo que observar cómo iba cambiando la climatología y sus nubarrones que iban emblanqueciendo con el paso de las horas.

Sin embargo, una reunión aparentemente importante impedía a Leopoldo Fischer disfrutar todo lo que hubiese querido, obligando a científico a hacer varias llamadas para poder concretar, con previsión, el transporte y la escolta apropiada para el viaje.

Un par de horas antes todo parecía preparado. Había llegado el taxi y el coche con la Guardia Civil de paisano estaba en posición. Tras asegurarse de haber cerrado por completo el chalet, activar la alarma y avisar a la patrulla de guardia, entró en el taxi para poner rumbo a la reunión.

Después de un interminable viaje con lluvia, tráfico y una conversación escueta con el taxista, llegaron a su destino, el famoso restaurante Le Petit Bistrot. Aunque no era su primera visita al local, siempre le resultaba algo molesto la falta de intimidad a la hora de hacer reuniones en este tipo de locales, sin embargo, teniendo en cuenta los últimos acontecimientos, Leopoldo no estaba en posición de declinar ninguna invitación ni ejercer presión con alguna de sus excentricidades.

Bajó del taxi un hombre de avanzada edad oculto tras un paraguas y una gabardina negra de cuello alto, que se aproximó al pequeño comité que se estaba formando en la entrada del local. – Guten Tag caballerros – saludó con un fuerte acento alemán a los presentes, mientras descubría su rostro marcado por las arrugas y las canas. – Espero no llegarr tarde… el tráfico en la Capital con este tiempo… ya se sabe.  – comentó mientras miraba el reloj. Lo que debía ser un viaje de menos de una hora se había prácticamente duplicado, pero aún con los inconvenientes había llegado dentro de lo previsto.

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26/09/2018, 16:29
Inspector Jefe Ignacio José Mayo Alonso

- Bienvenido señor Fischer, y bienvenida señorita Blanco. - hace un gesto y te indica - ...si desea esperarnos dentro, seguramente alguno de estos caballeros accederá con usted para que no nos espere sola. En mi caso, esperaré a la última invitada que debe estar al caer. El resto si lo desean pueden pasar y pedir un refrigerio, no se les ocurra pagar absolutamente nada ya que la cuenta corre a cargo de nuestro anfitrión. Señor Díaz, si desea esperar conmigo a que llegue nuestra última invitada. Es por tener alguien con quién hablar...

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26/09/2018, 16:54
Álvaro Díaz de Vivar

Curiosamente, como si se hubiera percatado de que había reparado en su presencia, aquel desconocido decidió abandonar su puesto de vigía para acercarse como los demás. El Inspector Jefe parecía estar esperándole, al igual que a los otros hombres y a mí, a quien se refirió como si no nos conociéramos a pesar de ser mi superior. No tenía muy claro a qué se estaba jugando en aquel lugar, con tanto secretismo y la presencia de quienes a cada instante tenía más claro que no pertenecían a la Brigada Especial de Investigación. Sin embargo, decidí que lo más prudente sería seguir el juego mientras fuera posible.

Para servir a Dios y a usted. -Aquella frase la había repetido en tantas ocasiones que posiblemente había perdido para mí todo su significado. Era una muletilla, una forma de presentarme cuando alguien me reconocía, como acababa de suceder por parte del señor Ballesteros. No era a mí, sino mi nombre lo que había llegado a reconocer, y la relación del mismo con mi antiguo servicio para con el régimen como símbolo del estado y del ejército español, apoyando con ello diversas campañas de reclutamiento. El Capitán Azor había quedado atrás para mí, pero no su impronta en nuestra sociedad, a pesar de que no me convencía la utilidad real que había supuesto aquella figura. Aún así, estreché la mano de aquel hombre de forma amistosa- Por favor... no soy merecedor de tantos halagos, caballero.

Y, sobre todo, no me resultaban cómodos.

Hacía bastante frío en aquella calle, aunque no tanto como el que se sufría en una maldita trinchera cuando la humedad se metía en lo más profundo de tu uniforme y, aún así, debías aguardar inmóvil a recibir la orden que te permitiera moverte. Por fortuna, la mayoría de mis destinos habían sido en lugares lo bastante cálidos como para hacer eso más que soportable, pero en alguna ocasión sí que había padecido situaciones mucho peores que aquella temperatura en las calles de Madrid, con un buen abrigo. Más invitados se fueron uniendo. Una mujer, supuse que parte de esas dos personas a las que se perdonaría la tardanza. Eso significaba que habría otra en camino. También nos alcanzó otro caballero con acento alemán, hecho que llamó mi atención y despertó aún más las suspicacias que aquella reunión despertaba en mí. ¿Un extranjero? ¿Qué se estaba tratando al llamar a tan variopinto grupo a aquella reunión?

Señorita... Caballero... -Saludé brevemente a los recién llegados, preguntándome quién sería aquel viejo conocido mío que se uniría a nosotros más tarde- Por supuesto, Inspector Jefe, le haré compañía mientras tanto. -Acepté situándome a su lado, preguntándome si acaso aquello respondería a una estrategia, un ardid con el que tener la oportunidad de impartir instrucciones discretamente a su subordinado- ¿Un cigarro, señor? -Le ofrecí, sacando una cajetilla del bolsillo.

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29/09/2018, 02:31
Azucena Ruiz

El gélido invierno había llegado para quedarse, a pesar de que aún estábamos a dieciocho de diciembre. Las Navidades estaban muy próximas, unas fiestas que por lo general me encantaban y que preparaba con semanas de antelación, pero en aquella ocasión habían llegado casi sin darme cuenta. Mi vida había dado un inesperado giro que había puesto todo patas a arriba, y la recepción de aquella carta me decía que esta iba a complicarse aún más.

En la misiva no se mencionaba el motivo de aquella citación, pero dado el remitente y que hacía ya un mes que había salido de aquel lugar, no me costaba imaginarme de qué se trataba. Me pusieron un coche para que me llevara al lugar, lo cual me resultó curioso. ¿Pensaban que a estas alturas iba a negarme a ir a aquella reunión? Me tenían con la soga al cuello, y había asumido que tarde o temprano llegaría aquel día.

Esperé puntual al vehículo en la puerta de mi portal, llegando este a la hora estipulada. Al subir al coche y poner rumbo a aquel restaurante, en seguida me di cuenta de que el tráfico en Madrid era tan horrible como de costumbre. Para colmo, estuvimos parados en la Castellana bastante rato a consecuencia de unas obras, pero por suerte había salido de casa con tiempo más que suficiente. Mi intención había sido la de llegar algo antes de la hora que marcaba la carta, pero terminé conformándome con no llegar tarde.

Quedaba poco para las 19:30 cuando el coche paró en la calle del Le Petit Bistrot. Me bajé y dirigí mi mirada hacia la entrada del establecimiento, comprobando que eran varias las personas que aguardaban en aquel lugar. Sin duda formaban una curiosa estampa, más aún teniendo en cuenta el frío que hacía.

Puse rumbo al restaurante, deteniéndome poco antes para quitarme los guantes y guardarlos en mi bolso, tras lo cual terminé de aproximarme a la entrada.

- Buena tardes. ¿Alguno de ustedes es el Señor Mayo? – pregunté, dispuesta a tenderle la mano a este en cuanto se identificara.

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01/10/2018, 12:57
Inspector Jefe Ignacio José Mayo Alonso

Cuando la mayoría de personas iba a entrar a refugiarse del frío de la capital en el bistró, hace acto de presencia la última de los integrantes de tal curioso grupo. Tras un breve saludo, pregunta por el inspector Mayo.

- Buenas tardes señorita Ruiz. Yo soy el inspector Ignacio Mayo, a su servicio. - responde el viejo inspector. - Como ya estamos todos, accedamos al local y veamos si nuestro comedor está ya listo.

Todos accedes al local, Mayo es el último que entra y notáis que al acceder pone el cartel de cerrado en el local. Hace un gesto a un camarero que se apresura a poner otro cartel en la puerta "CERRADO POR EVENTO PRIVADO", y luego atenúa las luces un poco que dan al exterior.

- Si desean tomar algo antes de entrar a la mesa y darse a conocer al resto de sus compañeros se lo agradecería para no tener que hacerlo yo todo. Empezaré por mí. Como muchos de ustedes saben, mi nombre es Ignacio Mayo. Soy el inspector jefe de la Sección 1 de la Brigada Especial de Investigación. A mi sección llegan los casos más urgentes y de resolución más difícil. En este caso mi participación es la de un mero intermediario pero habrá gente de mi unidad en su misión. - busca con la mirada al próximo valiente mientras murmura - ¿el o la siguiente?

Dicho esto pide un whisky con soda al barman.

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01/10/2018, 13:44
Aitor Haurtxohondatu Gaztelumendi - "Gastelu"

-Qué demonios, acabemos con esto cuanto antes ─pensó para sí el vasco.

Gastelu dio un paso adelante (innecesario, por otro lado), se quitó las gafas (que eran ya más que excesivas en interiores) y habló para todos pero sin alzar demasiado el tono de voz.

─Aitor Haurtxohondatu Gaztelumendi ─dijo el estrafalario vasco de un tirón, frenando su lengua al final de la frase para no añadir un "soy" que hubiera delatado a las claras que el castellano no era su lengua materna─ Pero me pueden llamar Gastelu. Soy un... voluntario... con poderes. Bueno, con poder. Puedo traer a mis manos casi cualquier cosa que desee ─dijo con sonrisa de supuesto seductor entregando una flor a cada una de las mujeres presentes, flores que antes no estaban allí y que aparecieron en manos de Gastelu como si de un truco de magia se tratara. Las flores olían a naturales, recién cortadas.

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01/10/2018, 13:57
Cristina Blanco Gutierrez

A punto estaba de entrar, cuando apareció la que parecía ser la última persona que se esperaba que viniese. Me sorprendió ver tan variopinto grupo de personas allí reunidas, pero no esperé demasiado fuera. Me sentía demasiado expuesta en ese momento y enseguida entré en el local.

Tal y como me imaginaba, aquel sitio era demasiado caro para mí. Simplemente su decoración hacía ver que se movía el dinero en aquel lugar. No era sitio para una rata callejera como yo. Aún así me quité los guantes y el abrigo, dando la espalda a las ventanas. Olfateé con disimulo el ambiente, buscando aromas conocidos, detectando inicialmente los olores del alcohol en cada una de sus formas, algunas colonias masculinas y el olor de la comida de la cocina.

Me retiré el abrigo, el cual se llevó un hombre tras poner un cartel de "CERRADO", dejándome con los guantes en las manos. No dije nada, tan solo le seguí con la mirada. Mi pelo estaba un tanto descuidado, al igual que mi ropa, la cual parecía haber tenido más de mil usos además de no parecer ni mía *. Era fácil de saber porque la camisa que llevaba puesta, era claramente de hombre y de al menos, una talla, incluso dos más que la mía. Debajo llevaba una camiseta oscuro de tirantes, con un generoso escote.

Mi rostro no tenía nada de maquillaje y me había recogido algo de pelo atrás, dejando el rostro casi despejado del mismo. A pesar de mi aspecto, la ropa se veía limpia al igual que yo no desprendía ningún olor desagradable, a pesar de las condiciones en las cuales vivía últimamente.

Escuché atenta al inspector Mayo cuando se presentó ante todos observando como las luces del local se atenuaban. Eso me relajó bastante, puesto que sería más complicado identificarme desde fuera. - Para mí un zumo de melocotón, si puede ser... - Dije tras escuchar como el inspector pedía su bebida y mientras se presentaba el joven de extraño bigote con apellidos impronunciables.

Haciendo gala del poder mencionado, unas flores aparecieron en sus manos y me entregó una de ellas. Mi olfato enseguida detecto que eran naturales y no solo eso, sino que podía oler que habían sido recien cortadas. Algo bastante impresionante a decir verdad. - Gracias. - Le respondí al hombre al coger la flor que me ofrecía dándome cuenta en ese momento que me había convertido el centro de atención de todos.

- Yo... soy Cristina Blanco. Soy... dibujante y... - Se me notaba un poco nerviosa. Demasiada gente para hablar delante de ellos, demasiados ojos mirándome. Pero no podía permitirme el lujo de alterarme. - ... y creo que estoy aquí por el mismo motivo que los demás... una carta del inspector Mayo... - Miré a los ojos de Ignacio, quien parecía decirme "dilo de una vez". Sentía como mi pulso se aceleraba. - ... y soy lo que se conoce como un... Romasanta. - Bajé un poco el sonido de mi voz, puesto que quizás no todos debían escuchar aquello de mis propios labios.

Miré a todos a los ojos tras decirlo. Era la primera vez que lo confesaba en público y en voz alta. Algunos si parecían saber de que hablaba. Otros me miraban extrañados. Debía decirlo cuanto antes o correría el riesgo de cambiar de forma allí mismo y perder el control. - Lo que comunmente se conoce como licántropo u hombre-lobo... salvo que sería más oportuno decir mujer-loba... - Terminé de decir al final, sintiendo como mi corazón comenzaba a frenar sus latidos poco a poco tras mi confesión.

Notas de juego

* Olvidaros de la canana con las balas, es que esta chica, si no lleva un arma de fuego en las manos o su munión encima, no se hace fotos... xDD

Aitor, me pisaste XD
Menos mal que pude adaptar tu post en el mío con facilidad ^^

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01/10/2018, 14:03
Trillo

- A mi me llaman Trillo- exclamó, de pie al lado de la barra. De estatura media, es alto enjuto y no lleva abrigo. Lleva el traje como si no estuviera acostumbrado a él, puede notarse por como su camisa se arruga a pesar de que está limpia y acabada de planchar y hay algo en él que molesta a los presentes pero que les cuesta identificar.

- El ejercito me pidió que viniera- explica.- También tengo poderes. En mi caso seguir moviendome a pesar de estar muerto- revela, sin inmutarse. Eso era lo que les llamaba la atención de él. No respira, no parpadea, no huele a nada más que a ropa limpia y cuero. Rechaza con un gesto el ofrecimiento del camarero. No iba a tomar nada.

No añade nada más, simplemente espera con sus intensos ojos clavados en el grupo.

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01/10/2018, 14:20
Álvaro Díaz de Vivar

Cuando ya parecía que el Inspector Jefe y yo aguardaríamos fuera la llegada de la última invitada mientras los demás accederían al interior, finalmente la última persona alcanzó nuestra posición preguntando por él. Como yo había predicho, se trataba de una mujer, la segunda en incorporarse al... Lo que fuera aquello. Accedimos al interior, insistiendo mi superior en acceder en último lugar, un puesto que creí me correspondía, viéndome empujado a preceder le con evidente incomodidad. Y es que ciertos protocolos los seguía teniendo grabados a fuego de mi época militar. Una vez en el interior, con el local al completo reservado para nosotros al parecer, mi superior nos invitó a tomar algo antes de ir al comedor, y presentarnos debidamente. Él mismo se presentó a los presentes en primer lugar, antes de darnos paso.

Me disponía a seguir los pasos del Inspector Jefe, cuando el tipo del ridículo bigote francés se quitó al fin aquellas gafas del todo innecesarias y decidió presentarse. Si el nombre arrojaba aún alguna duda, los interminables y complejos apellidos dirimían toda duda de sus orígenes vascongados, pero no fue eso lo que llamó mi atención en primer lugar. El modo en que dijo la palabra "voluntario" dejaba claro que no era tal el caso. Confesar y mostrar aquel poder lo explicaba, pues el régimen solía obligar a muchos metahumanos a servir a la patria. Fruncí el ceño al ver aparecer aquellas flores en sus manos, y de forma casi inconsciente miré a mi superior de reojo, preguntándome qué pintaba aquel tipo entre nosotros... Y para qué estábamos nosotros con él. A su presentación siguió la de la primera mujer, cuyo nombre era más cristiano, no así su... condición. Enarqué una ceja cuando nombró Romasanta, y busqué nuevamente a mi superior ante la evidencia de que lo había entendido bien. ¿Licántropo? ¿Aquello iba en serio? Lo que empezaba a preguntarme era más bien que hacía yo en medio de aquel baile de máscaras de una feria de monstruos, una sensación que se acrecentó cuando el tal Trillo afirmó directamente estar... muerto.

Ejem... -Carraspeé, haciéndole un gesto al camarero- Un pacharán, si me hace el favor. -Mientras aguardaba la copa, tomé la palabra con seriedad, adoptando una postura firme y regia, propia de un militar acostumbrado a cuadrarse, sosteniendo mi gorra bajo el brazo- Álvaro Díaz de Vivar, agente de la Brigada Especial de Investigación, adscrito a la Sección Uno bajo el mando del Inspector Jefe Mayo, para servir a Dios y a ustedes.

Incliné ligeramente mi cabeza en un gesto marcial, sin añadir nada más. Independientemente de que alguien más pudiera reconocer mi nombre, mi pasado no tenía nada que aportar a aquella reunión. Tan sólo esperaba que las presentaciones terminasen cuanto antes, y enterarme al fin de lo que hacíamos allí. De qué pinta a yo entre aquella gente.

El camarero trajo el vaso con mi bebida. Le di las gracias con un silencioso gesto y tomé aquel vaso en la mano, dando un primer sorbo con el que alejar de mi garganta el frío pasado en el exterior, así como el desconcierto de lo que acababa de escuchar, tras lo que dejé de nuevo el vaso en lastra y me desprendí de mi abrigo, doblándolo y ofreciéndoselo al camarero junto con la gorra para que me lo guardase hasta que abandonase el local.

Notas de juego

A mí me habéis pisado dos, no vale quejarse :(