Partida Rol por web

El tren funicular por fin llegó a su destino y los empleados del hotel descargaron los equipajes con celeridad y diligencia, lo que se espera de un hotel de cinco estrellas al fin y al cabo. Todos los equipajes fueron llevados a vuestras respectivas habitaciones y en la entrada del hotel el director junto a la plana mayor del equipo de dirección os da la bienvenida. Además os agasajan con un pequeño ágape de bienvenida para que entréis en calor tras el frío.

Ballesteros sigue con cautela al traidor, mantiene la distancia y evita las aglomeraciones que podrían provocar algún susto. El resto disfruta de aperitivo. De momento no veis a vuestros compañeros aunque es normal, ya que este recibimiento es para los invitados "especiales" que iban en el tren. Veis que el director se acerca a De La Cierva y le susurra algo, el millonario finge sorpresa pero luego anda hacia vosotros, parece que hay noticias interesantes.

- Caballeros, señorita. - dice gentilmente - El director del hotel me acaba de informar que hay cuatro huéspedes de nuestra nacionalidad alojados en el hotel aparte de los que venimos en el tren. Parece que han tenido un contratiempo practicando senderismo y se perdieron, acabando en este hotel. También me ha comentado de que las comunicaciones no funcionan correctamente ya que la estación de la zona tiene un problema... - sonríe al decir esto último - En cuanto puedan deben buscar a nuestros compatriotas y enterarse de su situación, por si necesitan algo...al fin y al cabo somos españoles en suelo extranjero. ¿Todo claro?

Desde la distancia observas a tu objetivo, está nervioso. Puedes ver que un empleado del hotel le entrega un pequeño sobre, de eses que se utilizan para las tarjetas de visita y similares. Sonríe tras leer su contenido y luego lo quema con su zippo. Su cara de preocupación desaparece y escuchas que le susurra a su amante:

- Los rusos están aquí y nos protegen...hay unos compradores japoneses también. Puede ser una puja interesante.

El tren llega y pasan a los invitados a una sala donde al parecer les dan una pequeña fiesta de bienvenida, al parecer vienen gente famosa para la fiesta por lo que el hotel ha querido tener un detalle con ellos. Podéis ver desde lejos a vuestros compañeros (De la Cierva, Azucena, el Doctor Fischer y Álvaro Díaz), aunque no veis a Ballesteros. No sabéis qué ha podido pasar con el tranquilo funcionario.

Cuando termine la recepción podréis acercaros a ellos y poneros al día aunque deberéis acercaros a ellos de manera disimulada. Un empleado del hotel se acerca a Xabier y le comunica algo en voz baja. El militar sonríe y luego se dirige a vosotros.

- Parece que estamos de suerte, entre los invitados hay varios españoles y uno de ellos es un millonario que tiene previsto coger un avión privado desde Zurich con destino a España...parece que le van a preguntar si puede llevarnos de vuelta cuando la fiesta termine. - os cuenta - También me ha dicho que al parecer el viaje ha sido movido con un tiroteo en uno de los vagones donde tienen las suites del Orient Express. Solo ha habido un herido que está bajo disposición policial francesa. Espero que no haya sido Ballesteros ya que es el único que no he visto, aunque puede ser por otros motivos...Hay que extremar las precauciones y no quedarnos solos en ningún momento, ¿de acuerdo? Por cierto Gastelu, le veo con mejor cara...gana mucho así. - bromea al ver el cambio de aspecto del vasco que es impresionante. Los rusos tendrán difícil encontrarlo ahora.

Fuimos recibidos en la misma entrada del hotel por la plana mayor de la dirección del mismo. Era Ballesteros el único que en aquellos momentos tenía trabajo que hacer, más allá de la pantomima de apariencia que el resto debíamos afrontar. Con la elegancia propia de ese tipo de aburridos eventos, saludé estrechando cuantas manos fueron necesarias, con regias palabras propias de mi posición, una que cada vez desdeñaba más, añorando tiempos más sencillos. Del ágape que se nos ofreció me limité a pedir una taza de caldo para entrar en calor, probando por mera educación uno de los canapés que un camarero ofrecía de la bandeja que portaba.

Las nuevas de De La Cierva nos ponían sobre la marcha con prontitud. Al parecer, habían tenido un mayor éxito que nosotros mismos, anulando la estación de comunicaciones. Eran novedades que en nada variaban nuestros planes, puesto que era reencontrarnos con nuestros compañeros lo que debíamos afrontar. Y ponernos a buscarlos abiertamente podía resultar innecesariamente sospechoso. Al fin y al cabo, ellos ya estaban allí, y nuestra llegada no podía haber pasado desapercibida. En cambio, que unos compatriotas se acercasen a presentar sus respetos a una figura pública del estado como yo representaba, nada llamaría la atención ni levantaría sospecha alguna.

Bien, será mejor que acudamos a cambiarnos a nuestras habitaciones y, como habíamos acordado, acudamos a dejarnos ver al bar. -Sugerí, recordando las indicaciones ya dadas- Ballesteros podrá encontrarnos para informar cuando lo crea necesario. De La Cierva, ¿se unirá a nosotros para tomar un brandy? Seguro que pronto encontramos agradable compañía...

Gastelu, indolente, miró a su jefecillo de grupo. Estaba cabreado por todo lo sucedido y por todo el esfuerzo que había tenido que destinar a cambiar de aspecto por la metida de pata con los rusos. No había sido culpa suya, no del todo, al menos, y había sucedido por tratar de colaborar lo máximo posible. A quien lo da todo no se le puede pedir más, ¿no? Por lo visto sí.

El vasco levantó su dedo medio de la mano derecha en un gesto inconfundible de no compartir el chiste con Xabier.

Ahora tocaba esperar y consultar lo que le había pasado al otro grupo mientras ellos se las veían una y otra vez con los rusos. Nunca había nada sencillo, así que su viaje fijo que no había sido un paseo entre flores. Fijo que se habían visto envueltos en el tiroteo (si es que no lo habían provocado). Pero no era a él a quien le tocaba averiguarlo. Ya hablarían los jefes entre sí...

- ¿Qué quiere decir con que está en disposición policial francesa? ¿No querrá decir que nos toca ir a rescatarle o algo así? - Pregunté en casi un susurro, algo incómoda por el vestuario que Gastelu me había proporcionado para no llamar demasiado la atención en aquella recepción.

No estaba acostumbrada a las faldas ni a los vestidos, me sentía ridícula de esa guisa y, aunque no fuese así, tenía la sensación de que todas las miradas iban hacia mí.

Era largo, recatado... pero incómodo. Podía sentir como el aire se colaba por debajo de la falda!!! Al menos me hizo caso y los zapatos eran planos.

- No se para que estamos todos aquí, si nos ven reunirnos con ellos, llamaremos mucho la atención. Además, yo no es que sea precisamente alguien abierta y sociable...

Con disimulo, olfateé el ambiente, buscando algo que los demás sentidos no percibiesen, así como traté de agudizar mi oído. Quizás descubriese quien era aquel "famoso y millonario" español sin tener que acercarnos a él y averiguar porque nos ayudaría sin conocernos...

- Sería un poco raro que siendo españoles no nos reunieramos nada más llegar. Se supone que nos hemos perdido y no hablamos el idioma, lo mínimo será poder hablar con un compatriota. Así piensa la gente- explicó trillo. También se sentía expuesto e irritado. Odiaba no saber que terreno pisaba y aquella operación cada vez estaba rodeada de más circunstancias extrañas. De los huespedes del hotel ¿Quién sería el que tenía la mercancía? Tenía que ser alguien que viniera de españa y que no fuera ni de los rusos ni de los japoneses. Quien fuera se ocultaba a simple vista delante de todos.

Una vez en el hotel nos vimos envueltos en un ágape de bienvenida al que no podíamos negarnos, pero en el que traté de permanecer en un segundo plano. Ni me correspondía destacar demasiado, no ejerciendo más que de asistente de una personalidad importante, ni me sentía realmente cómoda con aquel tipo de despliegues.

Aun así disfruté brevemente de una copa de vino blanco y degusté un par de canapés, pues ya tenía algo de hambre, antes de que De la Cierva se acercara a nosotros. Nos informó entonces de lo que había hablado con el director del hotel, poniéndonos así al corriente de forma velada de cómo estaban las cosas y de cómo debíamos proceder.

Díaz nos dio instrucciones tras ello, instándonos a prepararnos para acudir al bar como se había hablado y así poder reunirnos con la otra parte del grupo, además de permanecer localizables para cuando Ballesteros necesitara informar.

- Mejorando lo presente. - dije tras las últimas palabras del líder del equipo. - Es lo que debería haber dicho. - bromeé, sonriendo de medio lado. - Caballeros, nos veremos más tarde. - añadí en seguida despidiéndome de los presentes, dejando la copa sin acabar que aún sostenía en la bandeja de un camarero que pasaba por allí, tras lo que me dispuse a buscar mi habitación para cumplir con las órdenes encomendadas.

Con la mala noche que había pasado el doctor, agradeció la bienvenida que les esperaba picoteando aquí y allí la variedad de exquisiteces que se les ofrecía mientras tomaba un Martini.

Como siempre le sucedía en estos ambientes se encontraba incomodo, igual que un pez fuera del agua. Aun así, sabía cómo desenvolverse, a quién saludar, devolver esas falsas sonrisas típicas de estos acontecimientos y mantener conversaciones irrelevantes que no iban a ningún sitio más allá de aparentar cierta simpatía.

El alemán asintió tanto a De La Cierva como al Señor Díaz – buenas noticias al fin – pensó tras la primera intervención y mientras engullía un canapé de caviar y con la segunda no podía estar más de acuerdo, si algo caracterizaba a los españoles era su pasión por los bares, por lo que también consideró que era la opción que levantaría menos sospechas.

Ballesteros deambulaba por el salón como un fantasma. Invisible e intangible. Realmente era una sensación embriagadora... saber que estaba allí. Que, de hecho, estaba en varias conversaciones a la vez. Atento a todo cuanto pasaba y, sin embargo, imperceptible. Le otorgaba cierta confianza en sí mismo que había desaparecido tras el incidente de la noche anterior. Él valía para eso. Era un espía. Enterarse de información así, como un fantasma, resultaba realmente fácil. Pero conseguir sacar un maletín con viales de un peligroso virus de un compartimento de un tren dónde lo custodian agentes metahumanos, era otro cantar. Quizá no lo había pensado bien la noche anterior y se había precipitado. Entrar en el compartimento no parecía difícil sobre el papel pero, ¿cómo leches se había imaginado que iba a sacar el maletín sin ser tangible? Este, el maletín, no estaba hecho de material coherente con lo que no podría interactuar con él en aquel estado. - Ay, Germán... que te pierden las prisas. 

Pero ahora todo parecía ser diferente. Solo tenía que pegarse al objetivo y convertirse en su sombra y todo podría enderezarse. La información obtenida era interesante pero Germán sintió que si le seguía a su habitación bien podría conseguir algo aún más jugoso antes de volver a reunirse con el Capitán y el resto del grupo.

Olfateas el aire, y detectas un aroma que reconoces. Es un aroma muy sutil, casi imperceptible...es el de Ballesteros. Es como si su aroma se hubiera diluido pero está presente en ese grupo. Lo notas a pesar de la distancia, parece que el joven funcionario está allí aunque no podáis verlo...

- Tanto Cristina como Trillo tienen razón, no podemos acercarnos sin llamar la atención...ni sería normal no acercarnos a hablar con unos compatriotas entre los cuales alguno hay famoso. Me presentarán al millonario que nos llevará de vuelta a España y luego os lo presentaré a vosotros... - os comenta Xabier - ...sobre lo de Ballesteros, espero que no le haya pasado nada. Y si hay que rescatarlo yo iré el primero, no me gusta que ningún hombre quede tras las líneas enemigas sin apoyo.

Tras la recepción veis como el grueso de invitados accede al hotel. De La Cierva va acompañado de Álvaro, Azucena y el doctor. Uno de los trabajadores del hotel llama su atención y parece guiarlos hacia el otro grupo que estaba observando la situación. Parece que el hotel facilitará el encuentro sin necesidad de demasiados subterfugios. 

- Señor De La Cierva, éste es el señor Andrade. Junto a sus amigos se han perdido en las montañas la pasada noche y por suerte han logrado llegar hasta aquí. Nos acompañarán estos días y según me ha comentado el encargado, usted se ha ofrecido a llevarlos de vuelta en su jet privado.

De La Cierva se acerca a Xabier y le tiende la mano, el resto observa desde la distancia.

- Señor Andrade, un placer conocerle y sepa que podrán regresar a casa conmigo para al menos disfrutar el resto de fiestas con sus familias.

Ambos grupos se presentan y el encargado para facilitar un poco más la situación guía al grupo hacia un reservado en la cafetería principal del complejo hotelero para que puedan conversar tranquilamente. Parece que los astros se están alineando o que la suerte llama a vuestra puerta.

Cuando quedáis solos y os habéis asegurado de que nadie os escucha y estáis alejados de miradas indiscretas, el millonario os indica:

- Enhorabuena, parece que habéis destruido la antena de comunicaciones sin problemas. Lamentablemente nosotros no pudimos obtener el paquete...pero hemos reducido su escolta al cincuenta por ciento... Espero que ninguno de ustedes haya resultado herido.

Puedes observar que vuestro objetivo mira desde la distancia a una reunión entre españoles, sonríe al presenciarla y luego saca una libreta, anota unas pocas líneas en cirílico y le dice al trabajador del hotel para que se la haga llegar a los rusos. Luego se gira hacia su amante y le dice:

- Los rusos se encargarán de los españoles, les he indicado que algunos son agentes...De La Cierva y el Capitán son peligrosos, el rubito de allí... - señala con precaución al capitán Silva - ...es del regimiento Alcántara, compañero de armas del famoso Azor. Qué casualidad que hayan coincidido aquí dos veteranos del conflicto de Marruecos. Puede que muchos no lo sean, las chicas por ejemplo no creo que lo sean...pero morirán igualmente. Así desviaremos la atención de nuestra venta y podremos retirarnos a un lugar cálido como Brasil o Bora Bora...

Notas que la amante del traidor sonríe maliciosamente.

Finalmente, no resultó necesario mostrar una fachada por la que facilitar un acercamiento, puesto que la casualidad hizo que el propio personal del hotel nos reuniese con una buena excusa, ofrecida a buen seguro por un De La Cierva que estaba en todo, demostrando continuamente su excelsa profesionalidad y eficiencia.

Era un grande de España, al fin y al cabo.

Fuimos guiados a un reservado de la cafetería, aprovechando ese trayecto para aproximarme a Silva y Andrade y estrechar su mano con la disimulada camaradería que tan sólo concedía la dura experiencia compartida en el campo de batalla. Sin embargo, ambos guardamos silencio hasta encontrarnos debidamente acomodados en aquel reservado, donde me desprendí de mi abrigo y, tras doblarlo y acomodarlo a mi lado, tomé asiento cruzando una pierna sobre la otra.

El traidor estaba bien equipado, lamentablemente. -Continué la explicación de De La Cierva- Contaba con un sistema de seguridad que detectó la presencia de Ballesteros, a pesar de encontrarse invisible e intangible, y al parecer poseían algún tipo de arma energética. Afortunadamente, el asunto se resolvió sin bajas por nuestra parte y con nuestra fachada intacta, mientras que él ha perdido a uno de sus escoltas, por una herida de bala. Nuestro buen bibliotecario se encuentra en estos momentos haciendo seguimiento a nuestro objetivo, por si se lo preguntaban. -Añadí, con un gesto disimulado muy parecido a un suspiro- También hemos tenido una serie de desagradables encuentros con otra potencia interesada en el paquete. Es poco lo que sabemos a ciencia cierta, pero creemos que puede tratarse de un agente extranjero capaz de duplicarse y adoptar el aspecto de otros, por lo que habremos de extremar las precauciones, como comprenderán...

Ballesteros estaba estirando de un hilo bastante jugoso. No solamente había descubierto que tanto rusos como japoneses estaban interesados en adquirir el virus. Ahora también sabía que los rusos ejercían de protectores del vendedor. Quizá la mejor opción para hacerse con el maletín había pasado en el tren y ahora todo podría torcerse peligrosamente pero al menos iban un paso por delante del objetivo que pensaba que era el único en conocer todas las piezas de aquel extraño tablero de ajedrez.

La nota habría de ser algún tipo de mensaje para que los rusos interviniesen contra el operativo español y, por lo tanto, era perentorio interceptarla. 

Germán vio como cambiaba de manos y decidió no apartar sus ojos de tan preciado objetivo. Si pudiera hacerse con ella quizá tendrían una nueva oportunidad.*

─Vale, prueba de identidad. ¿No saben ustedes euskera, verdad? Memoricen esto: "ez naiz ni". Ni de broma se les podría ocurrir. No pueden saberlo de su pasado ni historias, los que estamos aquí, ahora, con eso memorizado, podremos exigir la prueba de identidad y no habrá confusión. Incluso si lo pronuncian mal...

La aportación del vasco, en su idioma, que no se parecía a ningún otro en toda Europa, era sorprendentemente sencilla y efectiva. Nadie podía decir eso por despiste, no era largo ni demasiado complicado, incluso tenía cierta "cancioncilla" que ayudaba a su memorización. Y, si en aquellos momentos ninguno de los que estaban allí había sido sustituido todavía, todos disponían de un "arma" para detectar un infiltrado.

El resto, bueno, que hablaran los capitostes, a él le daba igual. Pero que le metieran una puñalada trapera no, eso no lo consentiría si podía evitarlo.