Partida Rol por web

Uno de esos malditos bichos trató de aguijonearle un pie, pero por fortuna, el cuero de la bota era lo suficientemente grueso.
Con rabia, el varisio se puso a dar estocadas a diestro y siniestro tratando de destrozar a semejante incordio.

El guerrero varisio movió acertadamente los pies en el momento justo para esquivar el aguijón del alacrán, que intentó en varias ocasiones horadar las defensas de este sin éxito. Pero, como no todo en la vida es la defensa, el joven guerrero cambió estratégicamente el peso de su cuerpo para lanzar un poderoso espadazo que cortó al escorpión por la mitad.

Mirn siguió concentrado tratando de guiar los fuertes brazos de Zendr.

- ¡Shelyn está contigo grandullón! ¡Vamos, acabemos con ellos! - exclamó sirviendose en todo momento de la protección del varisio. Si recibiera alguna herida no dudaría en sanarlo.

El tiefling hechicero empezaba a aburrirse de todo aquello. Ni su hermano ni el varisio, feo como un orco feo, eran incapaces de acabar con aquel par de rufianes y sus mascotas. Además el feo ocupaba el pasillo impidiéndole el paso.

Se apoyó en la pared con aire distraído...

A ver si los asesinos de masas se ponen las pilas... que a este paso las fichas del Goblin Dorado deben estar en la otra punta de la ciudad....

Un gesto de asentimiento por parte del rufián humano, supuestamente a alguna indicación por parte del rufián semiorco, que el grupo no pudo ver, fue la premonición de la acción siguiente. El rufián humano se movió a la otra esquina de la habitación, y con un movimiento rápido, cerró la puerta de esta, ocultando al grupo sus movimientos.

Por otro lado, el único escorpión que seguía vivo, inició la caza del rojizo tiefling. No tenía escapatoria.

El tifling lanzó una nueva estocada, pero una vez más, no logró ensartar el minúsculo cuerpo de aquel alacrán escurridizo...

- ¡¡Joder!! 

El escorpión se escurrió nuevamente entre los pies de Mordred, y cual sabandija que era volvió a focalizar su tobillo, pero la náuseas del rojo hermano se pasaron y pido esquivar sin muchos problemas al pequeño alacrán.

Mientras tanto, al otro lado de la puerta se había hecho un silencio sepulcral.

El combate continuaba, pero los cobardes que se habían atrincherado en la habitación cerraron la puerta en los morros de Zendr.
En ese momento pudo escuchar como, más allá en el pasillo, Mordred seguía dialogando con el escurridizo arácnido.
El varisio dedicó un gesto a los que se encontraban detrás suyo para hacerles saber que se disponía a echarle una mano al tiefling, y que andasen con ojo, puesto que los de dentro seguían con vida.

Y allí que se fue: - ¡Ven aquí, chiquitín! - No obstante, cuando estaba a punto de descargar el golpe, un tirón en la zona lumbar le hizo perder el equilibrio y marró la estocada.
- ¡¡Mecagüen...!!

Mordred lanzó una vez más la punta de su estoque y en esta ocasión, sí que consiguió perforar la quitinosa capa de exosqueleto del escorpión - ¡¡MUERE ESCAMARLÁN!!- Gritó furioso por todo el tiempo que había perdido allí. Ahora, tanto el semiorco como su amigo, iban a pillar de lo lindo...

El pequeño clérigo de Shelyn seguía a todas partes a Zendr como un crío que no quiere separarse de su madre. Aquel mediano pomposo dedicado a la diosa del amor y la belleza no estaba preparado para un combate de aquel tipo, algo que dejaba en manos del varisio y en los dos demoníacos hermanos.

- ¡¡¡¿Pero por qué no has golpeado?!! - exclamó horrorizado con su voz melódica Mirn, recriminando al varisio que detuviera su ataque en el último momento y cambiando su 'protector' por Mordred. 

Aunque había valorado la posibilidad de irse con Dredmor el clérigo de la Rosa Eterna no estaba del todo seguro de que esté estuviera en sus cabales. 

Zendr acudió en ayuda del rojo hermano, aunque con nimios resultados, salvo su propia presencia en primera línea de visión.

Mordred, por su parte, ya se había cansado de jugar con los escurridizos alacranes, y con un medido pisotón, aplastó al último escorpión sin ningún tipo de miramiento, y como si de un mismo movimiento se tratara, pasó al lado de Zendr, para asombro de este, cuál gato escapa del peligro en un abrir y cerrar de ojos.

Mordred estaba bastante cansado de jueguecitos. Aquel par de capullos se habían metido en un brete de de mayúsculo tamaño al haber tan sólo imaginado que podían quedarse con su dinero. Una vez superada la amenaza de los escorpiones, el tifling se antepuso a la puerta. Aquel par de rufianes habían cerrado la puerta con la intención de ocultarse o preparar una encerrona aún peor, pero eso no detendría al semiinfernal.

Abrió la puerta de un portazo y gritó:

-¡Hasta aquí hemos llegado! ¡¡Comemierdas!!

El rojo hermano infernal se armó de furia y, con una postura totalmente defensiva, dio una poderosa patada en la puerta que la hizo saltar de sus goznes y estrellarse contra la pared lateral.

Como un resorte una flecha salió disparada justo enfrente. Pero la posición agazapada de Mordred hizo que pasase por encima inofensivamente. Y sólo los felinos reflejos del hermano infernal hicieron retroceder lo justo para que la bola de pinchos del impresionante mangual lamiese inofensivamente su roja cara.

Zendr lanzó un bufido a Mirn para que cerrase el pico. Resultaba bastante molesto tener al crío revoloteando como una mariposilla y comentando la jugada.

Mordred se había adelantado y de un fuerte puntapié, abrió la puerta. No obstante, los muy cobardes se habían atrincherado dentro y golpearon con saña al piel-roja; no obstante, en un alarde de reflejos, logró evitar sendos impactos.

A su vez, el varisio se aproximó corriendo con los aceros en cruz delante de su cara, creando así una férrea defensa, capaz de detener cualquier estocada.

Dredmor se movió a la espalda del pequeño floripondio... Pero no podía (ni quería) pasar hacia la habitación donde estaban aquellos payasos que se habían cruzado en su camino. Sin posibilidad de hacer nada ante un enemigo que no podía ver, se dedicó a hacer lo que mejor se le daba.... Tocar los cojones.

Vaya unos mierdas de seguridad... Cuando volvamos al Goblin Dorado voy a hablar seriamente con Saul.... Su negocio no está seguro en vuestras manos, será mejor que contratemos a otros vigilantes.

Después de las descargas de ataques de los maleantes, felinamente esquivadas por Mordred, fue el turno de Zendr, que esos en ristre quiso entrar valientemente en la habitación. Sin embargo, tuvo que cubrirse de un nuevo ataque del hermoso arma del semiorco, que volvió a arrancar parte del dintel de la puerta.

Una vez dentro de la habitación, el guerrero varisio inició una danza con las espadas lanzando un pobre ataque, que no representó amenaza para el bruto semiorco.

Acorralado, Mirn hizo todo lo posible por evitar estar en primera linea de combate sin embargo pronto se vió entre la espada y la pared con aquellos gemelos de mala sangre a uno y a otro lado. De pronto el pequeño clérigo se preguntó por qué diantres su curiosidad e inquietud de halfling le había llevado a acabar en tan incómoda posición, siendo un mediano de vida cómoda y relajada como era.

Mordred, viendo que su hermano no estaba por el tema, decidió no dejar sólo al paladín varisio defensor de zorras follables y desvalidas. Después de todo, siempre le tocaba a él resolver la papeleta, pues su hermano era más de calentar la oreja. 

Imbuido por la magia del mediano florillo, realizó una perfecta cabriola a la espera de evitar posibles ataques. El mangual del semiorco había pasado varias veces demasiado cerca de su linda cara y no esperaba que un feufo como ése, se la estropeara.

Tras el escorzo se antepuso al ladró arquero. Le había hinchado las pelotas de una forma indescriptible. Por su culpa, el escorpión le había hincado el aguijón y seguro que pillaría una infección o fiebre de la mugre.

- ¡¡Te gusta jugar con bichitos!!... ¡¿Eh, gilipollas?!... Pues ahora te va a horadar uno muy malo....- río siniestramente mientras su estoque se hundía sin piedad en el tercer espacio intercostal izquierdo. - ¡¿A qué yo también pico, hideputa?! 

El felino hermano rojo se escurrió en la hostil habitación, como el viento se cuela entre las rendijas, ante la atónita mirada de los presentes. Con la misma gracia felina se dispuso en el flanco izquierdo de uno de los maleantes, y con precisión quirúrgica, asestó una letal estocada que obnubiló para siempre la conciencia de este.

Por otro lado, el imponente semiorco vendería cara su piel. Con un nuevo balanceo de su poderoso mangual, descargó el peso de mil hombres sobre el cuerpo de Zendr superando sus defensas. El golpe habría matado a un hombre normal, pero el rudo varisio distaba de ser un hombre normal.