Partida Rol por web

Empiezas a nadar hacia donde piensas que está el barco. Todo está muy oscuro. Sueltas el hacha, esperando que eso ayude. Consigues dar varias brazadas, pero ya no sabes donde estás y el cansancio empieza a apoderarse de ti. Intentas mantenerte a flote todo lo que puedes, pero otra ola vuelve a hacerte tragar agua. Piensas en tus dioses, en tu familia, y todo se vuelve negro....

¿Estas viva? Notas un enorme dolor en tu cuerpo y en tu cabeza. Seguramente significa que sigues en el mundo de los mortales. Irónicamente tienes la boca reseca. Algo que debe ser arena se pega a tu piel y la ropa esta pegada y acartonada. Vas a abrir los ojos cuando notas que una manos empiezan a levantarte el vestido con cuidado, parece que con la intención de no alertarte. No lo ha conseguido.

Me despierto. Lo primero que noto es la boca reseca y un dolor de cabeza que amenaza con hacerme vomitar. Me aguanto las nauseas mientras lucho por tomar el control de mi dolorido cuerpo. Entonces lo noto, alguien me está tocando. Y no, no con ánimo de examinar las heridas precisamente... con mucho cuidado, de forma disimulada, acerco la mano hasta donde está mi hacha... hacha que he perdido en el mar porque ere un lastre. 

—Maldita sea... tengo evaluar ya al... a lo que sea... 

Apretando los labios, me incorporo hasta quedarme sentada en la arena. No lo hago bruscamente ya que tengo un considerable dolor de cabeza pero tampoco me duermo en los laureles. 

Ante tu vista se encuentra un joven apuesto. Esta arrodillado, efecticamente levantándote el vestido lentamente. Cuando ve que reaccionas, se lleva inmediatamente la mano al estilete y te apunta con él.

- ¡Tu! Será mejor que te estés quieta, si no quieres salir malherida. - Para lo joven que parece, su voz suena cruel y altiva - Has tenido suerte. Te va a hacer mujer el joven más apuesto de Théa.

No puedo evitar una carcajada. Un pobre chiquillo, un casi-hombre, amenaza con hacerme mujer... pobre idiota.Tú

— ¿Tú? Por favor, si eres casi un niño. Ten cuidado con ese arma, igual te cortas. Seguro que a tu madre no le gustaría nada— digo en tono de sorna. 

Ante tus palabras el semblante se le queda pálido.

- ¡¿Pero cómo te atreves?! ¡Maldita zorra, pienso rajarte el cuello! - grita furibundo mientras sacude el pequeño arma, amenazante. Puedes notar la furia en su voz, pero el temblor en su mano y en su cuerpo desmiente sus palabras. Seguramente lleva el estilete más de adorno que nada y parece que el tener que usarlo lo pilla por sorpresa.

Te fijas que estás en un playa. No parece haber nadie cerca. A un lado el mar. Al otro, una gran pared de acantilado. Te parece ver algo relucir entre la arena. Algo metálico.

No sin cierto esfuerzo que intento disimular, me pongo en pie despacio. Pongo rostro muy serio y mira al pequeño petimetre con seriedad. 

— ¿Te crees que tratas con un campesino que no ha visto un arma en su vida? ¿Te crees que soy una doncella que no sabe defenderse y de la que puedes disponer cuando gustes? Te aconsejo que me dejes en paz o no te gustará lo que vas a encontrar—  respondo airada.

—Los dioses están de mi lado, no voy a morir a manos de un cretino con más ego que espalda si no he muerto a manos de una tormenta de origen mágico— pienso con decisión. 

El color pálido de su cara cambia gradualmente al rojo mientras le insultas. Está furioso.

- ¡Condenada! - grita a todo pulmón - ¡¿Tienes idea de a quién le estás hablando?! ¡Lo pagarás caro!

En ese momento se lanza a por ti con el arma por delante.

El chico falla estrepitosamente. Aun estando cansada y exhausta, consigues apartarte del camino del estilete sin ningún problema.

 —Pequeño cretino— murmuro esquivándolo con una facilidad pasmosa, sobre todo teniendo en cuenta mi estado. 

Cuando nos cruzamos, estiro la pierna para intentar hacerle la zancadilla y que caiga en la arena.

— Como bien dice padre, cuando más altos son, más pesados caen. Caso no aplicable a mi nuevo amigo.

La zancadilla falla. Cuando vas a tirarlo, hace un amago con el estilete que te obiga a retirar el pie.

Ahora más controlado y precavido, te vuelve a lanzar un estoque, directo a la tripa.

Esta vez el golpe acierta y recibes un pinchazo cerca del estómago.

Fallo en la zancadilla, para mi sorpresa. Cierto es que aún estoy traspuesta de mi accidentado viaje, cierto es también que me he precipitado cuando debería haber esperado un poco para evaluar mejor a mi enemigo. 

— Lo hecho, hecho está— pienso. 

El filo se clava en mi vientre. A pesar del dolor, me aguanto y lo miro directamente a los ojos con cierto aire de superioridad. No será de mi de quién reciba un gemido de dolor. 

Noto humedad en el vientre. Sangre. Me hace enfadar aún más. Menudo recibiendo en Avalon. Había escuchado que las mujeres en Avalon tenían menos derechos que nosotras pero esto es el colmo.

— Como este pretenda pisar mi tierra, va a tener un recibimiento que no podrá olvidar.

Cuando desvío la vista, algo metálico brilla a mi lado.

—Brilla como el martillo de Thor al amanecer... tal vez los dioses quieran favorecerme. No sería la primera vez. 

Doy una par de pasos hacia atrás y, sin perder de vista al chico, me agacho para cogerla. 

Notas algo que reconoces instantáneamete. Eso enterrado en la arena es tu hacha. No puedes ni imaginar como ha llegado hasta aquí.

El joven, que te intenta rodear mientras te mueves, se da cuenta de tu gesto y aprovecha la situación.

- ¡Ja! Te vas a enterar, maldita perra extranjera - Exclama a la vez que se lanza contra tu posición.

En cuanto toco el arma, la reconozco. Ha vivido más años que yo y lleva casi toda mi vida a mi lado, ¿cómo no reconocer a tan vieja amiga? Sonrío con una nueva fiereza en mis ojos, una nueva seguridad que no le va a gustar nada al pardillo al que se le ha ocurrido atacarme.

En cuanto se lanza contra mi de nuevo, hago un pequeño giro dejándolo pasar a mi lado otra vez. 

—Mismo movimiento, mismo error por su parte. Por suerte, no es un luchador muy experimentado.

Sin dilatarme más y aprovechando que lo he dejado pasar, intento clavarle el hacha en la espalda. 

Gracias a su torpe movimiento, que deja la espalda a descubierto, le clavo el hacha a placer. Disfruto del sonido de tela y carne rasgada y cuando retiro el arma, sonrío viendo brillar las primeras gotas de sangre. Sé que no le he hecho tanto daño como una buena guerrera del pueblo, pero ha sido bastante como para que grite como el cerdo que es.

—Si fuese tú, iría pensando en salir corriendo mientras aún conservo la cabeza. 

- ¡Aaaaahh! - Un enorme grito sale de la boca del muchacho, que se lleva las manos a la espalda y se encara de nuevo a ti. - Esas ropas valían más que tu miserable vida - Ciertamente, le has hecho daño, pero parece que todavía es capaz de guardar la compostura. O eso parecía. De repente empieza a correr hacia una pequeña abertura al fondo de la playa, gritando.

- ¡Guardias! ¡Guardias! ¡Auxilio!

— Menuda cortesana, más preocupada por sus ropas que por sus heridas—le espeto sin ningún atisbo de tacto. 

Y entonces sale corriendo y grita guardias. Y sé que me acabo de meter en un buen lío. 

—Si al final lo mejor hubiese sido cortarle la cabeza...

Como ya está muy lejos como para tomar acciones tan drásticas, empiezo a correr en dirección contraria. 

Te encuentras en una pequeña cala cerrada. La playa está rodeada por la pequeña pared de unos acantilados, salvo en el pequeño acceso al que se dirige el joven. Éste parece ser el único punto fácilmente transitable. Lo demás es pared rocosa y mar. Esta imagen es una idea bastante aproximada de la playa. El acantilado medirá unos 12 metros.