Partida Rol por web

Llevabas ya una hora esperando a tu contacto. Él te daría la información que necesitabas para completara la misión que tenías. Estabas sentado en una sencilla mesa de una modesta taberna en Vergonya, un pueblo tranquilo de Montaigne. Habías oído que la persona que estabas buscando encabezaba un asedio a una ciudad de la nación y aunque no conocías los detalles del incidente, el tema era bastante extraño.

Nero estaba sentado junto a la mesa, con los pies apoyados en esta y ligeramente echado hacia atrás en la silla, haciéndola balancear sobre sólo dos patas, apuro su pichel de vino e hizo un gesto al tabernero para que trajera otra jarra y la dejara en la mesa. La espera comenzaba a hacerse larga, mas de lo que le gustaría admitir, pero aquello no debía impedirle disfrutar de un buen vino, pese aque los vinos Montaigne no eran tan buenos cómo los de su tierra.

De cara a todo el mundo parecería un parroquiano mas, bebiendo en una mesa alejada, pero un obserbador perspicaz se daría cuenta de la ventajosa posición que el hombre había tomado, con la pared a su espalda, desde dónde estaba podía vigilar toda la taberna, con un campo de visión perfecto hacia la puerta y gracias al balanceo podía lanzar una mirada a la despensa para controlar que nada extraño sucediera sin llamar la atención por su exceso de curiosidad, con los años había aprendido que los taberneros podían ser muy celosos de los secretos que guardaban en sus despensas.

Lanzó una última mirada a la puerta, expectante, mientras apuraba el pichel que había llenado hace escasos minutos, si su contacto se seguía retrasando tendría que pasar a la acción por su propia cuenta, lo que siempre era mas arriesgado pero mejor que seguir esperando a alguien que quizá nunca llegaría.

Pasa aproximadamente media hora. Estas a punto de terminarte el segundo pinchel y probablemente sea la última, pues el hombre no hace acto de presencia. Pero justo en ese momento un hombre entra por la puerta. Es alto, moreno, con un bigote elegante. Va bien vestido, con ropas montaignesas pero de un sobrio color negro y un sombrero con ala y pluma del mismo color.

Recorre en pocas zancadas el espacio que le separa hasta la barra, mirando brevemente a un lado y a otro. Cuando llega junto al tabernero dice, en voz alta.

- Uf, menudo calor, señor mío. - Se abanica la cara con la mano. - Y en este lugar no parece que mejore el asunto. Si no le importa deme algo para refrescar la garganta y recuperar el ánimo y saldré fuera, donde se está a buen recaudo en la sombra.

Se toma de unos pocos tragos el vaso que le sirven y suelta aire, satisfecho.

- Mucho mejor. Gracias, buen hombre. - Deja una moneda en la barra, hace un saludo con el sombrero, y sale por la puerta de nuevo.

Nero estaba apunto de rendirse cuando un hombre totalmente ataviado de negro entró por la puerta. Iba elegante, al menos según el estilo de moda Montaigne y Nero lo observó con curiosidad. Airado, quejándose del calor pidió algo que llevarse al gaznate y las últimas palabras pusieron a Nero en marcha, era quien había estado esperando.

Dejó pasar unos minutos antes de levantarse, cogió su sombrero y se lo caló distraido, camino hacia la barra y dejó unas monedas al tabernero con una sonrisa y una leve propina, suficiente cómo para contentar al tabernero y que no se preocupara por el pero no suficiente cómo para que el tabernero grabara su cara a fuego cómo el mejor cliente del mes. Debían reunirse en la parte de atrás, cómor recitaba su códio, a la sombra de unos arboles del patio trasero, todo encajaba, pero Nero no había llegado vivo a su edad gracias a confiarse. Cuando salió camino unos metros alejándose de la posada y buscó una ruta alternativa, menos directa, pero mas segura y discreta.

Su intención acercarse al hombre sin que nadie le viera y les pudiera relacionar y de paso dar una lección a aquel tipo por llegar tarde.

El hombre esta bajo un árbol, al lado de un banco de buen diseño. Pasea de un lado a otro, con el sombrero en la mano. Intenta mostrar disimulo pero tu ojo crítico ve claramente que esta nervioso.

De vez en cuando hecha un ojo hacia el callejón que lleva directo a la taberna, dándole vueltas al sombrero. Jurarías que podrías acercarte a él sin que notara ni una pisada.

Nero se alejón de la taberna y cuando estuvo seguro que nadie se fijaba en él se desvió hacia la derecha, callejeo seguro de si mismo, en completo silencia, con gracia felina y paso firme y rápido. En apenas unos minutos estaba detrás de su contacto, que, nervioso, caminaba de un lado a otro. Seguro de que nadie se había percatado, no sólo de su maniobra, si no de su misma presencia en aquel lugar caminó obligando a que sus botas emitieran sonido al golpear el suelo, para atraer la atención de aquel hombre: -"Si hacéis esperar a las damsa lo mismo que a mí, mon ami, de seguro que moriréis triste y sólo en vuestro lecho sin haber conocido mujer."- Dijo con una sonrisa, mientras terminaba de acercarse a aquel hombre.

Camino hasta estar a escasos 3 metros del hombre y le miró directamente a los ojos: -"Espero que lo que trae para mí sean buenas noticias, monsieur, pues mi tiempo es oro y usted ha gastado mas del que puede pagar."- Añadió con una sonrisa feroz, amenazadora.

El hombre da un respingo y se gira con la mano en la empuñadura, pero suelta un suspiro de alivio al ver que eres tú. Te mantiene la mirada, aunque sigue nervioso e impaciente.

- No deberíais hablar así a quien os hace el trabajo sucio, monsieur. - El hombre mira a un lado y al otro, cercionándose de que estáis solos. - Ha habido ciertos... inconvenientes. El objetivo... el General Sebastian... fue abatido en un ataque y el asedio cayó.

Te mira, intentando descifrar tu reacción.

- Yo mismo fui a confirmar los datos. Por eso me retrasé en el trabajo.

Nero no pudo evitar poner media sonrisa de respeto al ver cómo aquel hombre le sostenía la mirada, quizá le había juzgado mal. Las malas noticias no eran tal, aunque pudieran parecerlo, aquel bastardo había muerto y eso permitiría a los rebeldes prosperar... o al menos resistir algún tiempo mas: -"Vaya, eso son excelentes noticias pese a que no cobraré todo lo acordado, dadas las circunstancias."- Nero se quedó pensativo por un momento: -"Supongo que, salvo que quiera invertir mis talentos en algo mas, nuestros camino se separan ahora."- Dijo asertivo mientras se disponía a marcharse de aquel lugar y poner rumbo a su tierra natal, a la espera de nuevos encargos.

- ¡Monsieur! - Dice el hombre en voz alta, arrepintiéndose casi al momento de haber alzado la voz. Cuando vuelve a recibir tu atención, suspira fuerte y se pone el sombrero. - Ese no es el problema, por supuesto. Pero mis... informadores me dicen que... nuestro infiltrado en el ejército también ha desaparecido. Intentamos ponernos en contacto con él, pero no sabemos qué pasó, y no pudimos sacarlo de allí debido a la muerte del general...

"Había pensado que quizás vos mismo quisierais averiguarlo..."

Nero se giró al instante, mirando algo airado a aquel Montaigne por haber alzado tanto la voz, pero parecía que el mismo era perfectamente consciente. Tal y cómo le decía su instinto hace unos minutos, efectivamente, eran malas noticias, Piero, que le había ayudado a recabar toda aquella información aún estaba allí y si los rebeldes llegaban hasta él, o los supervivientes del ejército lo descubrían estaba perdido.

Nero miró de arriba a abajo al Montaigne: -"Partiré de inmediato. Poneos a salvo, ya sabéis cómo contactar conmigo en caso de que fuera necesario."-  dijo dándole la espalda y poniendo dirección de vuelta a las afueras de Vergonya, dónde le esperaba un caballo de alquiler con el que esperaba llegar raudo a Picardié. Una vez llegó hasta el pico espuelas, sólo epseraba que no fuera demasiado tarde.

Partes de Vergonya al calor de la mañana. Los campos verdes e interminables de la campiña montaignesa abarcan el ancho del horizonte. Los casos del veloz caballo resuenan sobre el camino mientras los pocos árboles pasan a tu lado en fugaces destellos.

Apenas te detienes a comer y emprendes de nuevo la marcha, agradeciendo la calidad de tu montura. Varias horas más tarde, con la luna ya asomada y abierto el apetito, divisas los muros de la ciudad de Picardie.

Nero agradeció que aquel anima fuera fuerte y rápido, pues resistió la carrera y el esfuerzo mucho mejor de lo que esperaba. Le costó cabalgar casi todo el día, las caderas le dolían por el esfuerzo pero al fin había llegado, al caer la noche y despuntar la luna, los muros de la ciudad de Picardie se mostraron ante él. Pico espuelas al caballo hasta acercarse algo mas a la ciudad, esperaba que los rebeldes no hubieran acabado con Piero... o algo peor.

Cuando se encontraba a un par de kilometros de lo que fue el campamento, aprovechando la cobertura que le daba la noche, decidió dejar su caballo atado al tocón seco de un viejo arbol. A nadie debería extrañarle que entre todo aquel algaravío alguien dejara suelo un caballo o que este fuera abandonado allí ante la retirada. Sin dudarlo decidió pasar a un perfil bajo, caminando agachado, protegido por las sombras en las que tan bien se desenvolvía, decidió avanzar hacia el campamento y la propia ciudad, si no encontraba supervivientes fuera estaba dispuesto a adentrarse en Picardie, pese al riesgo que aquello conllevaba.

El campamento ha sido prácticamente arrasado. No queda apenas ningún rastro del ejército asediante, salvo algún trozo de tela, o alguna tabla suelta de lo que fuera una mesa o un arcón. Parece que uno de los bandos, o quizás los dos, se han llevado todo lo aprovechable.

Desde aquí ves que hay luces en lo alto del muro, faroles. El brillo que éstos emiten te permite discernir algunas siluetas que patrullan la muralla. La puerta principal esta cerrada.

Sus peores parecían confirmarse, había ocasiones en las que odiaba tener razon. Sin dudarlo decidió dirigirse hacia los muros. Trazó una ruta reduciendo sus posibilidades de ser visto, no esperarían visita tan pronto después de haber arrasado el campamento y debía aprovechar eso en su favor, tenía que ser rápido y sigiloso si quería conseguir llegar hasta arriba sin ser detectado.

Con la ruta clara en su mente avanzó con sigilo de la forma más rápida que pudo hata llegar a las murallas, dado que no habiá preparado nada habí acudido sin su equipo, pero se veia capaz de trepar hasta allí arriba por sus propios medios. No era la primera vez que tenía que hacer algo así y sabía que no sería la última así que tomó carrerilla en los últimos metros para coger impulso, buscando apoyarse en la pared para alcanzar la altura suficiente y llegar a un saliente desde el que trepar, consciente de que cualquier fallo daría con su cuerpo acribillado a balazos en el suelo.

Pasas entre las sombras, utilizando algunos de los restos del campamento como cobertura. Finalmente, con una pequeña carrera, llegas al pie de la muralla e inmediatamente coges impulso, llegando hasta un saliente de la misma. Haces fuerza con los brazos y con un salto grácil caes arrodillado al otro lado.

Nadie se ha percatado de tu presencia, aunque los guardias siguen sus rondas y es posible que te vean en pocos segundos. Frente a ti, bajando unas escaleras sencillas, se encuentra la ciudad, con sus edificios situados ordenadamente de forma radial. Al fondo, en lo que debe ser el centro de la ciudad, hay un edificio algo más alto, lleno de luces, al igual que algunas de las casas que lo circundan.

La seguridad del suelo bajo sus pies al otro lado le hizo sonreir por un instante, uno tan sólo pues no tenía tiempo que perder, así que utilizó las escaleras para que las patrullas no dieran con el, se mantuvo sigiloso y decidió poner dirección hacia el centro de la ciudad, dónde, de haber hecho prisioneros los tendrían, bien sea para intercambiarlos o ejecturarlos... forzó un poco su paso, esperaba que no fuera demasiado tarde.

Decidió utilizar los callejones para evitar las patrullas y moverse con sigilo para no ser detectado.

Vas usando los callejones, pero no es necesario. No hay patrullas por las calles y te resulta realmente fácil acercarte a la primera línea de casas. Aquí la cosa se complica. Todas están habitadas, muchas de ellas iluminadas, y gente entra y sale por las puertas a menudo, charlando, bebiendo, o simplemente paseando. Más allá, desde tu escondite, ves una enorme plaza circular adoquinada y, en el centro de la misma, una mansión de gran tamaño.

Hay algunas personas en la plaza, hablando o simplemente sentados en las escaleras que conducen a la entrada de la casa principal, descansando.

Nero llegó sin problemas hasta la plaza, pero allí estaban las autenticas dificultades, parecía que el grueso de la rebelión estaba allí concentrado, sin embargo, no parecía que tuvieran prisioneros: -"Quizá en la casa grande."- Pensó mientras trazaba en su mente un plan de cómo acceder. Por arriba era imposible, había demasiada distancia entre las casas de alrededor y la que ocupaba el centro de la plaza. Por el suelo sería viable, sin embargo un paso en falso y le descubrirían, no tenía ninguna duda.

Tras unos segundos la idea llegó a su cabeza, debían estar de celebración o haber celebrado al menos, estarían cansados por la batalla, extenudados se atrevía a sospechas, y esa sería su mayor ventaja. Sin dudarlo busco una casa que le ofreciera buena visiblidad sobre la plaza, buscaría la forma de esconderse en una segunda planta y así escuchar a los rebeldes, pero de no ser posible subiría hasta un tejado. Una de las cosas que había aprendido en estos años es que la gente se había olvidado de mirar hacia arriba, demasiado pendientes de sus zapatos, los techos suponían una ruta segura en casi cualquier ciudad... para quien sabía cómo usarlos.

Te encaramas entre dos casas de un callejón, con un par de saltos te enganchas a una columna y terminas de trepar, colocándote sin problemas en lo alto del edificio. Con un salto silencioso llegas a una casa que esta en primera fila, desde la cual puedes observar a cierta distancia la actividad de los hombres que están cerca.

En la posición más cómoda que encuentras esperas poco a poco a que la noche avance y, esperas, los hombres se vayan retirando.