Partida Rol por web

¿Por qué no le respondía de una vez lo que pensaba sobre él? En vez de decir si le caía bien, mal o si ahora le odiaba tantísimo que no podía mirarle a la cara, se preocupaba por darle consejos. Consejos que en su mayoría ya había sopesado pero no llevado a cabo.

- Ya intenté trabajar en el restaurante y no me lo permitieron.- estaba molesto al recordar aquel momento. Insistió e insistió, pero su padre no dio su brazo a torcer- No puedo contarles la verdad. Me odiarían. No... no paran de quejarse de lo mucho que ha prosperado el negocio del rival. Yo... simplemente no puedo hacerles eso.- ¿Se estaba sintiendo mejor al contar aquello? Lo cierto era que no. Conforme más hablaba Yukino más se le revolvía el estómago. Haberlo tenido oculto habría sido mejor.- Y no pienso volver al equipo.- el mero hecho de pensar en ello le había puesto más serio y su tono había resultado más grave y seco- Solo Yui debe destacar ahí.

Estaban ya en la calle de la casa de los Kazehaya. Tezuka seguía mirando a Yukino de reojo, hasta que no pudo aguantar más:

- Si me odias dímelo. No tendrás que volver a saber de mí en cuanto te deje en casa ahora.

Las respuestas de Tezuka no eran valientes, eran las de alguien demasiado asustado por lo que opinaría su familia si se enteraban de algo que se les había ido de las manos. Todo lo que ella le había dicho había sido rechazado de plano por cobardía y aunque Yukino no sabía si ella actuaría de un modo diferente no dejaba de ver lo que era.

- No...no te odio, Kunimitsu-sempai, tú me gustas mucho - aquello había sido una especie de declaración pero en lugar de sus sonrojos habituales que la convertían en un tomate humanizado esta vez sólo un leve tono rosáceo coloreó sus mejillas, por lo demás seguía con expresión grave y ceñuda, con la mirada clavada al frente -. Pero no puedo estar de acuerdo. No me parece bien y creo que tarde o temprano tu familia se enterará y entonces será peor, les habrás hecho daño no sólo por estar con la competencia sino por mentirles - negó con la cabeza una vez más -. No sé cuál es el mejor modo de afrontar esto pero no creo que sea este.

El peso que había estado sintiendo en su interior se desvaneció con las palabras siguientes de Yukino. Intentó no mostrar alegría ni alivio mientras escuchó las siguientes palabras, cargadas de razón.

- Está bien... está bien... Ya... pensaré en algo.- terminó por aceptar. Quizás huir no era la mejor manera de hacer las cosas- Te lo prometo.

Sintiéndose ya con más confianza, se quitó la sudadera y se la tendió. Quedaba poco para llegar a casa de ella pero entre que él no lo sabía y que la chica iba encogida, no podía permitir ir él abrigado.

- Y ten, ponte esto. Te resfriarás.

Sentía el alivio de Tezuka aunque le costaba comprender que ella pudiera habérselo producido, aunque por lo visto así fuera. Por su parte, seguía un poco seria pero parecía que la tensión entre ambos había desaparecido gracias al poder de la verdad y de la sinceridad. Tanto era así, que Tezuka le tendió la sudadera para abrigarla.

- No, no, no hace falta - se apresuró a decir, un tanto incómoda porque él pasara frío en su lugar -. Mi casa está ahí delante - señaló el lugar, que estaba a cien metros de donde se encontraban en aquel momento -, así que no te preocupes, ahora sólo serviría para que fueras tú el que cogiera frío.

Por primera vez desde que empezó su conversación, esbozó una leve sonrisa y le miró a la cara.

Aunque se negó, con aquella sonrisa le devolvió a Tezuka su forma de ser habitual. Aún sin hacer caso de las palabras de la chica le puso la chaqueta por los hombros:

- Nada, nada. Póntela hasta que lleguemos. Otoya-kun me pegaría si dejara que te resfriaras.- le quedaba grande pero era cálida y aún mantenía el calor del chico.

Pararon justo en el portal que él se quedó mirando con interés.

- Así que aquí vives, ¿eh? Ya podré acosarte más a menudo.- ¿Lo decía en broma o en serio?- ¡Por cierto! ¿Te apetece que intercambiemos número de móvil?

Éste es el olor de Kunimitsu-sempai, pensó en cuanto se encontró con la chaqueta sobre los hombros, girando levemente la cabeza para sentir la tela contra le piel de su mejilla, recobrando parte de su timidez. Lo cierto era que el ambiente había cambiado rápidamente y estaba claro de que era porque Tezuka lo estaba deseando, tanto que incluso bromeaba para aligerar el ambiente.

- Está bien, toma - le pasó su móvil con la agenda abierta para que apuntara su nombre y su número.

Hacía un tiempo que pensaba que en determinadas circunstancias le hubiera resultado útil tener su número, como cuando salieron de Hyotei para decirle que no sería expulsado, pero en aquel momento ya no era cuestión de utilidad, eran ganas.

Se intercambiaron los números en medio del silencio en el que no dijeron nada más. Había llegado el momento de despedirse y lo cierto es que no había sido la quedada más buena y divertida que hubieran tenido, pero el chico había sacado ciertas cosas en claro.

- Arigató.- contestó una vez tuvo el móvil de la chica guardado.- Será mejor que entres. Creo que tu padre está observando desde una de las ventanas del piso de arriba.

Comentó sin mirar siquiera. ¿Sería cierto? Se dio la vuelta sin esperar más. Ya habían tenido demasiadas incomodidades durante el día.

- Hasta mañana, Kazehaya-san.

Una leve expresión de preocupación cruzó su rostro cuando hizo el comentario sobre su padre. Nunca le había dicho nada pero le parecía que no le haría demasiada ilusión verla con Kunimitsu, más que por quién era por el simple hecho de ser un chico. De algún modo el hombre no parecía demasiado conforme con la idea de que Yukino pudiera tener una relación con un chico lo cuál era un tanto angustioso porque ese día llegaría, más tarde o más temprano.

- Genial... - musitó, un tanto decaída, antes de quitarse la chaqueta y tendérsela a Tezuka -. Gracias, Kunimitsu-sempai, buenas noches.

Tras aquello entró en su casa con la falsa tranquilidad de quien no ha hecho nada malo pero sintiendo que eso no bastaría para esquivar el interrogatorio de su padre.

Cuando Yukino entró en casa, todo estaba a oscuras y silencioso. No había luz en ninguna de las habitaciones y cada lugar por el que pasaba parecía estar en calma. Subió arriba, quizás temiendo encontrarse con su padre y sus insistentes preguntas, pero no lo encontró. Si ponía la oreja en la puerta de su habitación podía escuchar los sonoros y comunes ronquidos de su padre que marcaban que estaba dormido. ¿Estaría fingiendo o Tezuka le habría gastado una broma?

En cuanto entró en la habitación, su móvil vibró un par de veces. Tenía un mensaje de Otoya:

¿Ya has llegado a casa?

 

Y justo en ese momento su móvil empezó a vibrar nuevamente, pero esta vez no era un mensaje, sino una llamada. El identificador de llamada chivó que se trataba de Kunimitsu Tezuka.

A pesar de que su padre parecía dormir, no acababa de estar convencida. No era tanto por las palabras de Tezuka como porque le conocía y le parecía extraño que descansara estando fuera ella tan tarde. Tal vez era verdad pero esos ronquidos no dejaban de parecerle sospechosos.

Cansada pero extrañamente satisfecha, se sentó en la cama con el móvil todavía en la mano. Tenía un mensaje de Otoya, al que había prometido poner al corriente de todo, pero justo cuando iba a responderle su móvil empezó a vibrar, esta vez por una llamada. Sin embargo, no era quien esperaba. Podría haber comprendido la impaciencia de Otoya, pero ¿por qué le llamaba Tezuka apenas dos minutos después de dejarla en casa?

- ¿Moshi moshi?  - susurró con cierta inseguridad.

La voz de Tezuka se escuchó alta y clara a través del objeto:

- ¡Vaya! Pero si me has dado el móvil de verdad.

Se escuchaba el aire chocar contra el auricular del chico, lo que demarcaba que seguía caminando.

Ahogó una risa incrédula, rodeando con una mano su boca y el auricular para que su voz no traspasara las paredes de su habitación hasta el fino oído de su padre.

- ¿Lo dices en serio? ¿Me has llamado porque no me creías? Ne, ne, qué desconsiderado por tu parte, Kunimitsu-sempai, no sé cómo puedes pensar eso de mí, no te he mentido nunca.

En realidad se sentía feliz. Se dejó caer hacia atrás en su cama, con el pelo desparramándose por la almohada y una amplia sonrisa en el rostro totalmente involuntaria. ¿Por qué estaba tan contenta? No debería, teniendo en cuenta cómo le había descubierto aquella noche, pero no podía evitarlo.

Aunque ella no pudiera verlo, él también sonrió divertido. A pesar del frío de la noche aminoró el paso como si así también alargase la llamada:

- Hoy en día nunca se sabe.- continuó con la broma.- Lo cierto es que estaba caminando y me he cruzado con una chica clavada a ti y he pensado: "¡A lo mejor tiene hasta su mismo número de móvil!". Y decidí probar. Ya sabes, por la chica.- continuó con la broma.- A lo mejor es capaz de darme un golpecito en el videojuego.- al escucharse se dio cuenta de lo mal que se le daba hablar con tranquilidad y de algo trivial. O incluso se podría decir que hacerse el simpático para ligar era complicado.- Agh... qué mal se me da mentir.

- Pues no se dónde te habrás metido para encontrarte con una chica a estas horas... - se notaba que estaba divertida, aunque seguía sin entender el sentido de aquella conversación -. Me estoy durmiendo, Kunimitsu-se-sempai - un bostezo interrumpió el sufijo respetuoso, ruborizándola un poco -. Lo siento, aunque te he avisado. Dime por qué me has llamado - le pidió, haciendo un puchero de forma insconsciente - o de lo contrario no podré dormir. Y tengo mucho sueño.

Es tarde. No se me había ocurrido. Mañana estará totalmente dormida en clase.

Aunque poco le importaba eso. El estar hablando con ella y que se hubiera reído le parecía mucho más importante que que ambos rindieran en clase. Esperó un poco antes de contestarle. ¿No dormiría si no se lo contaba?

- Se me olvidó decirte "buenas noches".- se explicó. Y era cierto. Recordando la conversación unos minutos antes, se dio cuenta de que no lo había hecho y había sentido la necesidad de hacerlo.- Duerme bien. ¡Ah, sí! Y otra cosa más.- alzó una ceja mientras sonreía divertido sin ser consciente de que no le veía nadie.- ¿Has dicho que te gusto mucho?

Su sonrisa se amplió más si cabía cuando dijo lo de las buenas noches. Ni se había dado cuenta, aunque creía que ella sí se lo había dicho. ¿O no? Como fuera, sabía que ella no habría hecho esa llamada por algo tan nimio y quizás por eso mismo se sentía tan feliz.

- Buenas noches - susurró cuando él le dijo que durmiera bien, aunque no supo si lo había escuchado pues parecía que iba a añadir una cosa más. Algo que Yukino había apartado de su mente, esperando que él no le hubiera dado la importancia que tenía dada la conversación en que se hallaban inmersos cuando ella lo había dicho. Aún no había tenido tiempo de arrepentirse de su declaración hasta aquel momento, en que el sonrojo que parecía haberla abandonado durante la anoche la asaltó en todo su esplendor -. Bue-bueno, puede...sí... - titubeó a media voz. ¿Por qué antes había podido decirlo sin tapujos y ahora que le preguntaba por ello se sentía tan terriblemente tímida -...no te rías.

La sonrisa se amplió en su cara. Estaba ya llegando a casa y mejor sería no despertar al resto de la familia. Al día siguiente debía estar fresco para enfrentarse a su padre.

- No me río.- se sentía feliz y se habría reído si acaso por la tartamudez de Yukino más que de otra cosa.- Voy a entrar en casa ya así que tengo que colgar. Procura no dormirte mañana en clase, ¿de acuerdo?

Tenía los ojos entrecerrados, mirando el techo de la habitación con el rostro encendido aunque todavía tenía frío, frío que no hacía nada para evitar puesto que taparse significaría dejar el móvil y en aquellos momentos no quería. Por supuesto que sabía que la conversación estaba llegando a su fin, algo que ella misma había intentado antes de que Tezuka le recordara aquel momento y que se la comiera la vergüenza. Ahora sólo podía pensar en lo horrible que sería verse a la mañana siguiente.

- Sí. Hasta mañana.

Y aún así, en cuanto colgó, se dio cuenta de un detalle que hasta el momento había pasado por alto porque había dado por supuesto: Tezuka no le había dicho que le gustaba.

La mañana siguiente llegó más pronto de lo que a Yukino le habría gustado. Apenas había dormido cuatro o cinco horas y ya tenía que llevar a Kotaro a clase y llegar a tiempo a las suyas. Por suerte llegó a tiempo pero Haruka tuvo que hacer grandes esfuerzos por mantener a su amiga despierta aquella mañana. Las dos primeras horas estuvieron llenas de pellizcos y pequeñas patadas. Haruka lamentaba siempre darle, ¿pero qué podía hacer sino?

Llegó el primer descanso y la chica se pudo dar cuenta de que Otoya, al otro lado de la clase, estaba durmiendo con la frente pegada en la mesa. En ese momento llegó Hayane con una revista dando saltitos:

Hayane:- ¡Yu-ki-no-SAN!

Los gritos quizás fueron suficiente para despertar un poquito más a Yukino que pronto tuvo la revista abierta encima de la mesa.

- ¿Dónde estuviste anoche? ¿eh? ¿eh? ¿Teniendo una cita con Otoya-kun quizás?- alzó varias veces las cejas y dirigió las mirada a la mesa antes de devolverla a la chica.
 

Desde que le sonara el despertador la mañana se había convertido en un suplico. Yukino necesitaba dormir ocho horas diarias si quería rendir y aquella noche desde luego no había cumplido. Su hermano había tenido que despertarla junto con Kiri-chan saltándole encima lo cuál la había llevado a un amanecer extremadamente angustioso.

Aún con el corazón palpitándole a toda velocidad por tal brusco despertar habían salido a toda prisa con Kotaro y milagrosamente había llegado puntual a clase pero como consecuencia Haruka había tenido que mantenerla despierta durante toda la lección de la que apenas habría entendido cien palabras.

Por suerte llegó el descanso, momento en que apoyó la cabeza sobre los brazos, totalmente ida por el sueño y registrando vagamente el estado similar en el que se encontraba Otoya. Por desgracia Hayane decidió perturbar su cerebro con su voz estridente. Cerró los ojos con una mueca de dolor, pues la cabeza había empezado a palpitarle por la falta de sueño. Quizás, al fin y al cabo, Tezuka tenía razón y había cogido un resfriado. Tal vez debería pasarse por la enfermería.

- No grites Hayane-chan, por favor - le pidió con voz lastimosa mientras miraba sin demasiado interés la revista que le mostraba -. No tuvimos ninguna cita pero los Otoya nos invitaron a cenar. ¿Dónde están mis ocho horas de sueño? - se quejó. Lo de dormir poco realmente le afectaba mucho, si no fuera porque Yukino no era de mostrar ese tipo de emociones en público, ahora estaría llorando a lágrima viva.