Partida Rol por web

Al límite de la medianoche, Bimbawa les abrió la trampilla. Sabandija, Preocupado y Matagatos subieron por unos escalones de piedra a una habitación sin ventanas y con una sola puerta. La decoración era sencilla y se limitaba a una mesa, cuatro sillas y tres cadáveres de guardias Nyueng Bao.

¡Matagatos! Ponzoña está muy grave. He intentado vendarle con jirones de ropa de uno de los guardias, pero no ha servido para nada. Creo que no están lo suficientemente apretadas... o que he apretado demasiado...

Bimbawa y Sabandija estaban perfectamente, pero los demás tenían un aspecto lamentable. Preocupado y Matagatos aún tenían las marcas rojas de los capirotazos con las katanas de papel de los monigotes del Brujo, y cojeaban un poco (más Matagatos), como si tuviesen las plantas de los pies hipersensibles y les costase pisar bien. Sacamantecas presentaba una pequeña herida por lanza, y Ponzoña... Ponzoña presentaba dos punciones profundas de lanza en su pecho y su costado.

Pero por suerte, Rastrojo no estaba allí para ignorar a la mujer y a Sabandija y regocijarse con las heridas del resto de su expedición. Tampoco estaba Usurero. Dos bajas más que se unían a las de Khadesa y Campaña, del otro lado del lago, y a la del difunto Mediastintas.

Preocupado, siempre en guardia por lo que pudiera suceder, alzó su improvisada arma contra el guardia que acudía a detenerlos. Él ya sabía que haberse parado a hablar con el prisionero era muy mala idea, pero Matagatos parecía pensar otra cosa y era el que mandaba.
De repente el guardia fue atravesado dos veces por una lanza, cayó al suelo y el rostro de Preocupado cambió a sorpresa al ver a Sabandija, no sabría decir si por lo inesperado de la situación o porque fuera el pequeño K'Hlata el que lo hubiera hecho. Con él estaba casi todo el resto del grupo, parecía que habían acudido en su rescate, aunque en una fugaz mirada algo preocupó más al infante que las graves heridas de Ponzoña.

-¿Y Rastrojo? ¿Donde está Rastrojo?

Se temía lo peor. Había acudido para ayudarle y protegerle y le había fallado, ahora debería volver avergonzado al campamento y confesar su falta a Caratótem, eso si conseguían escapar de allí porque la situación todavía era preocupante.

-Debemos salir de aquí cuanto antes. -La verdad, ni siquiera sabía donde estaban.- Vigilaremos las entradas mientras atiendes a Ponzoña. Uno la trampilla y los otros dos la puerta.

La trampilla era más fácil de defender y cerrar así que no necesitarían mucho esfuerzo para protegerla, Sacamantecas o Sabandija podrían hacerlo. Preocupado, antes de nada, buscó por la habitación algo con lo que sustituir la herramienta de tortura que empuñaba, seguramente los soldados muertos tendrían algo que le sirviera.

-Lo has hecho bien Sabandija.

Lo dijo con admiración, aunque seguía sin fiarse del todo del pequeño K'Hlata acababa de demostrar algo de arrojo.

- Yo me ocupo de la trampilla. – Indicó el rufián mientras se apartaba para que todos entraran en la menuda habitación, y luego se colocaba para interponerse entre cualquiera que pretendiese seguirlos.

Si algo o alguien se acercaba por esa trampilla, Sacamantecas lo vería, y podría detenerlo o avisar al resto.

- Mira a ver si puedes hacer algo por él. – Dijo a Matagatos haciendo referencia a Ponzoña. Con todo lo grande que era el guerrero K’Hlata no iban a poder sacarlo de allí si no podía salir por su propio pie.

Si había escuchado la pregunta acerca de Rastrojo o no, fue un misterio, pero el caso fue que el rufián no respondió a la misma. Además, en ese momento se estaba concentrando sólo en vigilar que nadie siguiera a los fugitivos por la trampilla que él estaba custodiando.

Lo había cazado. Lo había agujereado dos veces con su lanza haciendo que cayera muerto en un charco de sangre. Por fin había cazado a una presa humana, después de prácticas infatigables con animales de la sabana. Cuando Preocupado le felicitó el rostro de Sabandija se iluminó con una sonrisa de dientes blancos que contrastaban con el color oscuro de su piel. No podía dejar de sonreír a pesar de que la situación era crítica. No tenían a Elefanta, no tenían a Rastrojo, Pozoña, el gran guerrero, estaba malherido y...muchas cosas más.

- Pero, ¿y Rastrojo? No podemos irnos sin él al menos...- Y si podían con Elefanta también. Eran la Compañía Negra y no podía imaginarse volver con las manos vacías. La vergüenza a la que tendrían que enfrentarse. Todas las miradas se dirigían a Matagatos, el de más alto rango allí presente.

Un quedo suspiro de alivio brotó de entre sus labios al ver la comitiva que llegaba. Finalmente, algo parecía haber salido bien.

-Lo has hecho bien, hombre invisible. Quizá vaya siendo hora de cambiarte el nombre y que seas Camaleón -dijo y en su voz podía sentirse un renovado respeto hacia el magro negro. Se volvió entonces hacia Matagatos, cetrino y macilento-. Lo siento, Cabo. No he sido de gran ayuda salvo para impedir que las lanzas los atravesaran a ellos.

Matagatos apareció en aquella sala, cojeaba y tenía un aspecto horrible. Desde luego, no parecía que su estancia en aquel lugar hubiera sido precisamente agradable. Además de ir armado con una herramienta y no tener con él ni su armadura ni sus espadas, cosa que hacía que pareciera poca cosa para el guerrero que se suponía que era.

-No hay nada que sentir, habéis venido y eso es lo importante-replicó Matagatos, agachándose al lado de Ponzoña para intentar atenderle. 

-Buscad entre los guardias una llave. Si estamos donde creo que estamos, podemos liberar a un hombre de su celda que podría ayudarnos, traedle aquí-ordenó, mientras revisaba las heridas. Sin embargo el cansancio y el dolor, junto con la carencia de instrumental adecuado, hacían que no fuera demasiado exitoso en ello. 

Sacamantecas sacó la llave de uno de sus bolsillos.

- ¿Te refieres a esta llave? - Preguntó tendiéndosela al Cabo. - La tenía uno de los muertos. - Explica.

Tras darle la llave a Matagatos, Sacamantecas volvió a girarse para vigilar la trampilla.

- No sé qué tienes en mente, pero sea lo que sea hay que hacerlo rápido. -

Si queréis saber mi opinión profesional como prostituta, en varias ocasiones he prestado servicios a los Hermanos Juramentados durante sus guardias nocturnas, así que tengo experiencia en moverme entre relevos de las guardias, y esas cosas. Esto estará muy tranquilo hasta el cambio de guardia del amanecer: podemos descansar aquí.

Bimbawa se tumbó sobre el suelo de tatami, ladeada, con su fino muslo desnudo doblándose hasta la raja de la falda. Con los ojos cerrados tenía un encanto especial.

Mientras Bimbawa trataba de dormir, Matagatos comenzaba una laboriosa y larga operación que se prolongó durante horas. Lo primero era conseguir materiales. Deshilacharon un calcetín de uno de los guardias para obtener hilo. ¿La aguja? La obtuvieron cortándole la pierna a uno de los cadáveres, por la mitad de la pantorrilla, hasta romper una astilla de la tibia fracturada. El curandero sabía que no era su mejor trabajo. Ponzoña se había curado más por el tiempo de reposo que por las prácticas médicas de Matagatos. Pero lo importante es que estaba bien. Todos se encontraban mejor después de haber descansado, pero no podían perder más tiempo.

Preocupado cogió una de las lanzas de los guardias. La tanteó, y no quedó del todo convencido. Era una buena lanza, pero algo más pesada y menos flexible que las lanzas a las que estaba acostumbrado. Pero por ahora debería de valerle.

Awwwwh-bostezó-. ¿Y ahora? ¿Vamos a por Elefanta o volvemos con Rastrojo?

Sabandija y Preocupado volvieron con el prisionero Nyueng Bao, al que liberaron con la llave que Matagatos les confió.

Arigato-a Preocupado le preocupaba que el Nyueng Bao dijese "arigato" en vez de "Matagatos", porque podría significar que el prisionero se había dado un golpe en la cabeza-. Mi nombre es Kawashi. Fui guardaespaldas del anterior Shogun. Estoy en deuda con vosotros por haberme liberado.

A Preocupado también le preocupaba que el hombre volviese a contar la versión larga de lo que le había pasado. Pero lo que le preocupaba a Kawashi era la puerta del puesto de guardia. Después de tanto tiempo, la tenía tan cerca... ¡Por fin sería libre! Salvo que a los salvadores a los que debía su libertad decidiesen que había que ir a por las cosas de Matagatos y Preocupado, o a por Elefanta, o a matar al Brujo, o cualquier otra tarea que implicase alejarse de la puerta y volver a las tripas del Palacio.

La verdad es que no, Preocupado no deseaba saber la opinión de una puta sobre la situación, bastante tenía con estar allí y con que nadie le respondiera a la pregunta de donde estaba Rastrojo, tras la de salir de aquel lugar aquella era su principal preocupación. ¿De que les serviría encontrar a Elefanta si perdían a Rastrojo? Entonces esa misión habría sido un total fracaso y eso le preocupaba. Pero a Bimbawa no parecía importarle lo que Preocupado pensaba, por otro lado tampoco podía saberlo, y se limitó a exponer su opinión alegremente, como si supiera todo lo que allí pasaba.

Las mujeres siempre traen problemas y esto va a acabar muy mal.

Aunque para ser sinceros, una vez dormida no parecía tan problemática y quizás tuviera razón sobre el tema de las guardias, era probable que aquellos soldados hubieran escuchado hablar de la eficiencia en las guardias en la Compañía Negra y hubieran imitado sus costumbres.
Fuera como fuera tampoco podían ir muy lejos con Ponzoña gravemente herido y debían dejar que Matagatos se ocupara de él, así que montarían su propia guardia allí y rogarían a los espíritus para que no acudieran más guardias.
Encontró una lanza entre las armas de los soldados caídos, la sostuvo entre sus manos comprobando que era más pesada y robusta que las suyas, pero a falta de algo mejor debía conformarse con ella. Cuando Bimbawa despertó y preguntó por el aprendiz de chamán vio la oportunidad de volver a interesarse por su paradero, al menos sus palabras parecían indicar que seguía vivo aunque le preocupaba no saber donde.

-¿Donde está Rastrojo? ¿Está a salvo?

Le preocupaba que pudiera haberle pasado algo y que los espíritus pudieran enfadarse con él por no haberlo cuidado adecuadamente.
En cualquier caso, ahora que parecía que se moverían en una dirección u otra llegaba el momento de cumplir la orden de Matagatos y liberar al prisionero, algo que le preocupaba pues no sabían quien era y seguramente les traería problemas.

Ni siquiera recuerda bien nuestros nombres, este hombre no está bien, me preocupa que meta la pata y nos deje al descubierto.

Pero una orden era una orden y Sabandija y él le escoltaron hacia donde estaban el resto del grupo, no sin antes acercarse a él para corregirle.

-Matagatos, se llama Matagatos.

Preocupado no tenía claro que era un Shogun, aunque parecía que, según la historia del hombre, la larga historia que les había contado y que a Preocupado no interesaba, era un puesto de poder importante. Por alguna razón ese tal Shogun había sido depuesto por su hermano y él había sido encerrado por permanecerle leal. O al menos eso era lo que les había contado y Preocupado temía que el hombre volviera a contarles de nuevo la historia entera, así que en cuanto hizo una pausa, sin saber si había terminado de hablar o simplemente estaba cogiendo aire para seguir soltando palabras por su boca, el infante intervino.

-Muy bien, muy bien. El Cabo Matagatos -Preocupado recalcó el nombre para que el hombre no volviera a confundirse, bastante mal humor tenía el Oscuro como para provocarlo más.- te ha liberado y puedes ayudarnos a salir de aquí, pero te advierto que te estaremos vigilando. ¿Verdad Sabandija? Ahora quédate callado mientras discutimos como salimos de aquí.

Esperaba que el hombre se mantuviera con la boca cerrada y que a Matagatos se le hubiera pasado la idea de volver al interior del palacio a por sus cosas, eso le preocupaba. Lo importante era rescatar a Rastrojo y después consultarle el siguiente paso a dar, para eso era el líder natural del grupo. ¿Para que iban a perder tiempo en buscar unas armas que además estaban malditas? Ya le conseguirían otras espadas cuando volvieran a la Compañía.

- Usurero y Rastrojo nos esperan en una habitación oscura, sin puertas ni ventanas. – Explicó Sacamantecas. – Están a salvo. Es un escondrijo seguro por el momento. Está al final de un callejón, en una pared que en realidad tiene un panel oculto que se desliza. – Continuó explicando.

Se señaló luego a sí mismo, a Ponzoña, a Sabandija y a la prostituta. – Todos sabemos el camino y podemos guiaros. – Luego miró a Matagatos.

- ¿Nos vamos pues? El escondrijo está cerca de aquí… -

Había sido duro, y desde luego no había sido una operación tan buena como aquellas a las que estaba acostumbrado, pero finalmente, sobre todo debido al descanso, parecía que todos estaban bien... Si no contaban los efectos de la tortura que Preocupado y él mismo sufrían. 

-Tenéis mucha prisa por salir, pero se os olvida nuestra misión: rescatar a Elefanta-dijo, aunque al hablar de su misión, no parecía especialmente convencido de su importancia, si no más bien resignado a ello-no podemos enfrentarnos a toda una ciudad. Pero ahora, recordando la historia de nuestro reciente añadido, tenemos una oportunidad. Lo resumiré: el actual dirigente de este lugar es el hermano pequeño del original, que fue depuesto y enviado a la isla de los leprosos por conspiraciones de ese maldito Brujo, que ahora es el poder tras el trono. Si le derrotamos, puede que el nuevo dirigente entre en razón, con ayuda de Kawashi, y que nuestro papel sea simplemente rescatar a la mujer e irnos. Además, ahora contamos con el factor sorpresa-explicó Matagatos. 

Preocupado sintió alivio al saber que Rastrojo estaba a salvo y asintió a las palabras de Sacamantecas, aquel hombre le caía bien por momentos y ese era uno de ellos.

-Bueno yo creo que ssss....

El Cabo Matagatos volvió a hablar y no parecía estar de acuerdo con el plan trazado: ir a buscar al auténtico líder de aquella misión y que fuera Rastrojo el que tomara las decisiones correctas. Eso le preocupaba. ¿En que nuevo lío les metería ahora el oscuro? ¿Que era lo que pretendía?
Escuchar la explicación no hizo que se sintiera aliviado, todo lo contrario, la preocupación del infante aumentó y miró a Matagatos con sorpresa.

-Pero... Cabo, ¿No sería más fácil buscar a Rastrojo? Seguro que ha estado pensando en un plan y reuniendo información de como llevarlo a cabo mientras nosotros escapábamos. Además... ¿Como sabemos si lo que dice este hombre es verdad? Podría estar diciendo cualquier cosa para escapar de su celda. Eso me preocupa. Me preocupa que ni siquiera sabemos donde estamos, o donde está Elefanta...

Preocupado había llegado allí desmayado y se había despertado para recibir múltiples y crueles torturas que tan solo con ayuda de los espíritus había podido soportar. Pero... ¿Donde era allí? ¿Era ese el mismo lugar donde se encontraba Elefanta? Seguía algo confuso y eso le preocupaba y seguramente el Cabo Matagatos también estaba confuso y por eso sería mejor dejar que Rastrojo volviera a tomar el mando.

Sabandija no podía estar más de acuerdo con Preocupado pero, por supuesto, no contradijo lo dicho por Matagatos. Pero en el fondo pensaba que lo único que quería el oscuro era recuperar aquellas dagas que todo el mundo decía que estaban malditas pro el Señor del Dolor. Afortunadamente el arco de Sabandija, aunque era un regalo de su cliente, no estaba maldito. Todo lo contrario, era una bendición. El joven K´Hlata se acercó al prisionero y le preguntó directamente.

- Vinimos a buscar a una put...amiga nuestra. Elefanta. Se llama así porque es una mujer grandota- Sabandija hinchaba el pecho para parecer más grande y arqueaba los brazos para imitar la postura de la prostituta.-y alta, muy alta. De piel como la mía. ¿Te suena haberla visto?¿Dónde podrían tenerla si se la vendieron al Shogun como esclava?

Las órdenes de Usurero habían sido rescatar a Elefanta y a los dos soldados. Preocupado y Matagatos ya estaban "a salvo" así que sólo quedaba la puta gigante.

Sacamantecas ahogó un suspiro. Los problemas nunca cesaban. Pero tuvo que admitir que no podía negarse a las palabras de Matagatos. Miró a Preocupado:

- Rastrojo y Usurero nos pidieron que os rescatáramos a ti y a tu jefe. - Dijo señalando a Matagatos. - Y también a Elefanta. - Añadió frunciendo el ceño en gesto de desagrado.

- Así que nos guste o no vamos a encontrar a esa puta y traerla de vuelta... O lo que quede de ella. - Finalizó.

-¿Más fácil? A corto plazo, quizás, sí. Pero si ha permanecido encerrado en un lugar sin puertas ni ventanas, dudo mucho que haya tenido información para elaborar ninguna clase de plan-dijo Matagatos, ahorrándose el añadir que dudaba de que Rastrojo hubiera sido capaz de hacer un plan consistente aunque lo mataran.

-Y sobre tu otra pregunta, bueno... Fuera de su celda ya está, ¿no? No veo exactamente de qué hay que preocuparse en este momento respecto a él. Sin embargo, es un guerrero más, y alguien que conoce el palacio, y que incluso podría ser útil de cara a nuestra maldita misión. 

¿Me estás llamando mentiroso?-preguntó dando un paso al frente y encarándose con Preocupado.

Casi pareció ignorar las palabras del discreto Sabandija, como si no estuviese, en unos instantes de tenso silencio. Finalmente respondió a las preguntas formuladas.

La mujer de la que habláis habrá sido llevada al ala este de Palacio, segundo piso, donde los harenes reales. Puedo acompañaros, pero no desarmado. ¿Se me permite coger una de las lanzas de los guardias o todavía no confiáis en mí?

Preocupado, si tanto quieres ir con Rastrojo, yo te llevaré. ¿Pero cómo piensas explicarle que has abandonado la misión de rescatar a Elefanta para huir como un conejito asustado? ¿Cómo piensas explicarle al Cabo Barril que desobedeciste una orden directa de un superior?-dijo por Matagatos.

En eso, Ponzoña se levantó a pesar de las heridas y con el torso mal vendado por Matagatos. Era un portento físico que podría seguir adelante a pesar de todos los percances sufridos.

Dadas las circunstancias y sabiendo que Elefanta se encontraba en aquel edificio sería más fácil ir a rescatarla ahora que ya estaban dentro, era una pena no poder contar con Rastrojo y su inteligencia pero debían aprovechar la ocasión.

-Entonces vamos a por Elefanta. Yo no he desobedecido ninguna orden mujer. -Preocupado miró a Bimbawa, aquella mujer era demasiado descarada.- Y respecto a ti. -Dijo señalando a Kawashi.- No te conozco y no, no me fio de ti, me preocupa que quieras traicionarnos o que no seas quien dices o que seas un enemigo que nos va a dirigir a una trampa. Pero si el Cabo Matagatos quiere contar contigo por mi está bien.

El K'Hlata se preparó para la lucha, pues sin duda habría más adelante, pero no dijo nada sobre la lanza de Kawashi, darle un arma quizás no fuera lo mejor, le preocupaba que la usara en su contra. Fuera como fuera mantendría un ojo vigilante en el extranjero por lo que pudiera pasar.