Partida Rol por web

Los pathfinders cruzaron la puerta con el mayor sigilo posible. Satinder se acercó hasta la mesa en la que se hallaban los restos de comida y el aro de llaves. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, descubrió que tallado sobre la madera, se encontraba el nombre de Rosh, el mozo de cuadra de la Posada Revelación Gris.

El semielfo, recogió las llaves y se dio la vuelta, pero justo en ese instante, Elenzeran se acercó hasta la pared norte y comenzó a palpar un ladrillo más claro que el resto. El paladín dio unos golpecitos determinado que estaba hueco. Luego tiró de él y encontró una pequeña caja de madera en el interior de la cual había mechones de pelo y un frasco de sangre coagulada. 

Por su parte, Fur-yurl y Gudrid se acercaron hasta las primeras celdas. Sus puertas eran de madera, pero poseían una pequeña ventanilla a la altura de los ojos con tres barrotes que permitían contemplar el interior. Se trataban de un par de salas húmedas y vacías, cuyos suelos estaban cubiertos por paja sucia y que únicamente disponían de un par de cubos en el centro de las mismas.

- Rosh... - susurró el semielfo cuando descubrió la inscripción en la mesa del más que probable carcelero. - Debimos haberle atrapado cuando tuvimos ocasión y asgurarnos que no marchaban del lugar del mismo modo que con las mujeres - comentó Satinder. Tras tomar las llaves, se dió la vuelta observó lo que el paladin había hallado.

- Que extraño es eso... no me gusta nada lo que estamos encontrando. Esto no es un simple secuestro...hay algo que se nos escapa - aseguró mientras que, con el arco alzado y una flecha tensada en su cuerda, no dejaba de vigilar la puerta por la que habían entrado y el pasillo de celdas en el que se encontraban.

Gudrid se asomó a una de las celdas con la esperanza de encontrar a uno de los cautivos, pero ésta se hallaba vacía. - En esta no hay nadie, chicos. Miraré en la siguiente. Satinder dijo algo mientras ella se dirigía a otra de las celdas para terminar cuanto antes su encargo. La sacerdotisa murmuró al oír las palabras del arquero: - Nada de esto está bien. La maldad habita en toda esta nación. Y el pesar acompañaba las palabras de la joven.

Una cara de repugnancia se dibujó en la cara del paladín cuando descubrió el contenido de la caja oculta. No podían ser otra cosas que objetos utilizados por las brujas para hacer extraños rituales...

¡Brujería! Por la luz de Iomedae que he de ver este edificio en ruinas, no es un lugar que merezca seguir en pie.... Gudrid, como servidora de la llama necesitaremos tu concurso cuando esto acabe...

Elenzeran se movió tras la mujer por si tenía que abrir cualquier puerta con su particular método...

Gudrid se asomó a la ventanilla de la siguiente celda y a través de ella, pudo ver que era igual de parca en detalles que la que sólo hacía unos segundos había revisado, pero a diferencia de la anterior, en esta pudo adivinar la silueta de una enana sentada de espaldas a la puerta.

El estado de la prisionera era lamentable, su cuerpo sucio y amoratado por algún lechugón que otro, sólo estaba cubierto por la harapienta y húmeda ropa interior de la enana, mientras que unos grilletes, le impedían mover sus manos con soltura. En ningún momento hizo ademán de darse la vuelta, en lugar de eso, espetó las siguientes palabras con desgana:

- Ya os he dicho que jamás sabréis cuáles son los fines de mis compañeros y los míos propios. No conseguiréis sonsacarme nada aunque me torturéis día y noche. No perdáis más el tiempo... ¡¡Matadme!!- dijó la enana con voz firme sin mirar tan siquiera quién se había asomado por la ventanilla.

Mientras se aproximaba a la celda, Elenzeran le habló; y ella le respondió a su vez: - Créeme, llegado el momento, el fuego purificador acudirá a nosotros para limpiar este impío lugar. Sin embargo, más que por el edificio, preocúpate por las personas: sus corazones laten henchidos de maldad. No obstante, siempre hay esperanza para la redención. - Gudrid miró a Elenzeran con gesto tierno. Sin duda, su cabeza que hacía unos minutos estaba llena de tribulaciones, comenzaba ahora a recuperar el sosiego. - Si nuestros enemigos quieren hacernos daño, hallarán fuego; si desean redimirse, hallarán calor.

A la joven le dio un vuelco el corazón cuando vio que la celda estaba habitada.
La sacerdotisa se apresuró a decir: - No, nada de eso señora. Mi nombre es Gudrid, sierva de la Flor del Amanecer. Mis amigos y yo hemos venido a rescatarles. No tema, la sacaremos de ahí.

Con premura en la voz, se dirigió a sus compañeros sin alzar mucho el tono: - Rápido, aquí. Traed las llaves.

Cuando Satinder oyó que Gudrid parecía haber encontrado a uno de los prisioneros, se dirigió rápidamente hacia donde se encontraba la sacerdotisa y extrajo el juego de llaves e introdució las mismas en el cerrojo de la puerta hasta que alguna de ellas encajara y abriera la puerta.

- Somos tus rescatadores... dama enana.  Somos los pathfinders enviados por la Gran Logía - dijo el semielfo mientras probaba con las llaves con tono aliviado tras haber encontrado a uno de sus objetivos.

Ante las palabras de Satinder y Gudrid, la enana se giró hacia la puerta. Su frágil y lamentable estado, explicaban un trato desconsiderado y vejatorio. El rostro de Rukeska estaba turbado por la fatiga y el dolor, pero aun con todo, la noble enana que cubría las vergüenzas de su cuerpo con una fina túnica lastrada por la suciedad y la tortura, pudo coger una bocanda de aire para explicar lo que allí sucedía.

- ¡¡Gracias a los dioses!!... ¡¡Decidme que Pechas y Holfist todavía están vivos!!- exclamó la enana mientras se acercaba gateando hasta la puerta. - ... Deben estar en las otras celdas... ¡¡Por Torag salven sus vidas!!- suplicaba la noble Rukeska con lágrimas en los ojos. A medida que se acercaba a la jamba de la puerta, los rasgos afilados de su prominente estructura ósea, dejaban patente un avanzado estado de desnutrición, cosa que provocaba mayor labilidad física en la seguramente impetuosa enana. 

La puerta se abrió al fin y Gudrid pudo entrar a asistirla. El portón se abrió con un estruendoso chirrido, como si nadie se preocupara de mantener los goznes en perfecto estado. Una vez la sacerdotisa de Serenrae se acuclilló junto a Rukeska, la enana prosiguió explicando lo sucedido:

- Conseguimos salir de Xher sin problemas aparentes, pero a los pocos días fuimos asaltados por una Barcaza de Fe. La líder de dicha embarcación era una sacerdotisa razmiri conocida como Santa Ahendile. Es una víbora despiadada, pues no sólo nos privó del dinero que llevábamos a bordo, si no que decidió prendernos como rehenes. Lógicamente mis compañeros y yo nos resistimos, pero eran demasiados y fuimos sofocados...- se detuvo un instante para beber agua del odre que Gudrid gustosamente le había tendido. - ... Nos condujeron hasta las celdas con unos sacos en la cabeza y fuimos despojados de ellos en el interior de nuestras celdas. Hemos sido torturados en un par de ocasiones por Ahendile... ¡¡Maldita sea su sangre y su falso dios!! Cree que estábamos aquí por algo importante. No hemos explicado ningún detalle de la misión, ni de la importancia de llegar cuanto antes a reunirnos con el Capitán Jorsal de Lauterbury en Mendev...- Vuelve a beber agua de forma apresurada, llegándose a atragantar. - ¡¡Pero por favor!!... ¡¡Rescaten a mis leales compañeros!!- Abogó nuevamente por sus compañeros presos.

Satinder se mantuvo en la puerta vigilante mientras la cleriga de Serenrae cumplia con su cometido. Tras la expliación de la enana, el semielfo frunció el ceño.

- Así que la artífice de este secuestro es una tal Ahendile... a la cual llaman santa.... me repugnan estos razmiris. - dijo alzando un puño en señal de cólera. - Aún no sabemos nada de Pechas y Holfist, eres la primera que hemos encontrado, ahora nos disponíamos a buscar en las siguientes celdas... - dijo Satinder, que se dispuso a avanzar sin más demora hasta la siguiente celda, no sin antes detenerse un momento y volver a girarse hacia Rukeska. - Además de las tres viejas brujas de arriba, si es que las has llegado a ver, y del muchacho llamado Rosh, ¿sabes si alguien más os vigilaba aquí? - preguntó el arquero de Nirmathas.

Al fin encontraron al primer emisario, en aquel caso emisaria, y la urgencia se volvió alivio. Al menos parecía que seguían con vida y eso era lo más importante. Se movió raudamente hacia la siguiente puerta y se asomó por la abertura para escudriñar el interior de ña celda. La esperanza inundaba el corazón de Elenzeran, estaban cumpliendo con la misión y sin sobresaltos. No respiraría tranquilo hasta verse junto a todos sus compañeros fuera de aquel edificio del mal. Y si podía ser contemplando su ruina, mejor....

Deja las preguntas para otro momento y abre las puertas....

Y ya esta? ningún guardían y las llaves dispuestas para que abramos puertas a nuestro antojo?

El monje habló más para él mismo que para el grupo, pero sus pensamientos fueron verbalizados. Algo no le cuadraba y raudo como una ráfaga de viento al abrir una ventana en un pasillo Fur-Yurl retrocedió hasta la entrada, muchas puertas habían tras ellos, demasiadas para dejarlas descuidadas sin vigía. Ahí se quedó, en la retaguardia, a la espera de que el resto del grupo inspeccionara el resto de celdas.

Las palabras del sirviente de la Heredera no se hicieron esperar. Elenzeran, preocupado de salir de allí cuanto antes, instó a Satinder a que abriera el resto de celdas. Habían encontrado a Rukeska con vida, pero todavía faltaban un par más, y uno de ellos era confidente del Sabio Diamante.

- ¡¡Es... Estoy aquíííí!!- sonó una voz apagada y gimoteante procedente de la celda aneja. Ante dicha voz, los ojos de la enana noble se abrieron de par en par, mientras una lágrima cayó por su mejilla manchada y golpeada - ¡¡Es Pachas!!...- exclamó invadida por la felicidad.

Ante esto, Satinder viró sobre sus talones y se dispuso a marchar para abrir la puerta, pero antes de que pudiera ni tan siquiera comenzar su movimiento, una parte del largo muro, giró sobre su eje dejando entrever una apertura a una nueva cámara. De ella salieron un par de criaturas deformes que arrastraban sus gelatinosos cuerpos a ras de suelo, emitiendo el mismo sonido que lo haría una fregona húmeda. A pesar de tan lamentable motricidad, la rapidez de las criaturas no era desdeñable y en pocos segundos se hallaron frente al grupo. 

Los temores de Fur-yurl se confirmaban. Aquellas masas informes, eran los custodios de aquella prisión subterránea, pero... ¡¿Qué demonios eran?!

Ante las horrendas criaturas que aparecieron ante la celda de Pachas el paladín de Iomedae reaccionó con rapidez y se movió para intentar interponerse en su camino... Y cuando se colocó donde podría salvaguardar lanzó un ataque contra la criatura que estaba delante...

¡No pasarás!

El mandoble se incrustó con el cuchillo en la mantequilla provocando una profunda herida.

El mandoble de Elenzeran parecía guiado por su propia diosa. Casi sin oposición, el filo del mandoble se hundió hasta la más caótica profundidad de dicho ser, partiéndolo en por la mitad.

El monje se esperaba una sorpresa de este tipo, aunque no hubiese pensado jamás que se trataría de criaturas de este calibre. No dudó y corrió a cumplir el cometido de proteger a los demás. La carrera fue lo suficientemente larga como para que al llegar no tuviese la oportunidad de golpear a ese ser sin que antes este pudiese reaccionar, pero trabó su camino obligándole a combatir contra el paladín o contra su persona.

La masa informe de sustancia fangosa -o al menos eso parecía- se puso vertical hasta que sus ojos se enfrentaron a los del aasimar. Acto seguido, lanzó un par de garrazos, pero ni tan siquiera pudieron abrir brecha en la opulenta armadura del paladín. Por su parte, Elenzeran empujó con brío a tan desagradable ser, preparando el mandoble para el nuevo ataque.