Partida Rol por web

Hay momentos en la vida de un hombre que son demasiado fugaces como para apreciarlos, fugaces cual estrella fugaz de la que en unos instantes tan sólo queda una estela; otros son tan lentos que parecen eternos, eones suspendidos de los invisibles hilos de un tiempo fugaz; pero hay otros en los que el tiempo se detiene, estático, inamovible... y se puede sentir en cada fibra de la piel cómo el mundo se le viene encima ...

Las vitales llamaradas llevaban a cabo con eficacia su destructiva función, la luz del fuego iluminaba potentemente la zona y, aunque decenas de enemigos se les echaban encima, muchos caían en las fulgurantes llamas; pero todo aquello carecía de importancia, pues los ojos del explorador sólo veían una cosa: veían el precio de la imprudencia, un precio demasiado elevado para un resultado irrisorio en comparación... veían su propia culpa, la culpa de quien contempla, impotente, algo que ya no puede evitar... y, lo más doloroso de todo, veían a su gran amigo morir engullido por las fauces de aquel hermoso pero a la vez terrible elemento, consumido en el mortal fuego que una vez sirvió como componente aglutinador del grupo, cemento de su indestructible amistad, y ahora ... ahora se cobraba su precio con creces tal y como se espera de un elemento cambiante, etéreo y a la vez letal, incontrolable y destructivo por naturaleza ...

Cáledan era un mero espectador en los hechos que allí ocurrían. Contemplaba con suma impotencia el vano intento de Baern por despojarse de las llamas que lo consumían, sin poder hacer nada para evitarlo, mero espectador de un macabro espectáculo de danza de luces y sombras. Sentía en cada centímetro de su cuerpo el dolor que sentía su amigo, sentía cómo la vida se le escapaba y con ella una parte importante de su propia alma volaba también, sentía cómo su aguda mente se apagaba, consumida en el calor del vacío, y con ella una parte de su pensamiento desaparecía ... Sentía cómo su amigo caía de rodillas y cómo las suyas sufrían el mismo destino… Y finalmente notaba cómo abandonaba este mundo para siempre y con ello él escuchaba cómo el mundo de los muertos lo llamaba también, tan legendario pero, en aquellos decisivos instantes, tan real… convirtiendo aquel momento en uno de esos instantes eternos, imposibles de olvidar, mudos testigos, vestigios del pasado y y advertencias vanas para un futuro que, en esos precisos instantes, poco le importaba...

Aquel aluvión de tristeza, angustia, culpabilidad, aflicción, amargura y dolor golpeó al explorador con suma dureza, hubiera preferido sufrir el más duro de los golpes o incluso uno letal antes que eso, antes que esa desolación que se había apoderado de él, aferrando sus entrañas con frías garras de acero, y no tenía la más mínima intención soltarlo. No sólo había sido el causante directo de la muerte del gran mago, sino que lo había hecho por impaciencia, de forma temeraria, como un completo estúpido que pese a no saber quién era el verdadero mago, ni poderlo distinguir bien, había decidido correr el riesgo, un riesgo que nunca debió haber afrontado ...  En ese momento, en lo más hondo de su alma supo que aquel error lo marcaría de por vida… Ya había tenido que afrontar la muerte de su amada, había afrontado también la pérdida de su hijo no nato y ahora le tocaba afrontar otro inconmensurable error más. Hay cargas que un hombre nunca debería llevar, pesares que nunca se superan, dolores que no se pueden aguantar, personas que nunca deberían haber nacido...

 Así fue como Cáledan entendió cuál iba a ser su destino. Al igual que Baern se había ofrecido a ser un matatrolls en su día para expiar su culpa, ahora le tocaba a él hacerse cargo del relevo; si conseguía sobrevivir a aquella noche, tenía claro que se sacrificaría ante el Dios de Plata... Tal y como lo sentía en aquellos momentos, en vida sólo había conseguido ser el emisario de la desgracia y el dolor, aunque quizás, sólo quizás, su sacrificio sí podría devolver algo de paz a su deteriorada y resquebrajada alma, abandonando este mundo, al menos, con una acción noble, importante... Algo por lo que pudiera alcanzar un mínimo de expiación y redención.

Mientras tanto él permanecía allí, de rodillas, y cuando creía que aún no le quedaban más lágrimas que derramar tras su triste existencia, su corazón le demostró que también se equivocaba en aquello y dos corrientes cristalinas se derramaron interminablemente por sus mejillas, reos prófugos de aquellas dos brillantes prisiones jaspeadas, brillando con la extraña luz plateada y pagando desconsoladamente con lágrimas el peso de su error. Él no era consciente de sus amigos en aquel momento, no escuchaba las valerosas y memorables palabras de Blür, en aquel momento era más semejantes a los no-muertos que los atacaban que a un ser humano, paralizado como estaba en su lugar, esperando alguna intervención divina que le dijera que todo era un sueño y que el amigable mago aún seguía con ellos ... Pero eso no ocurrió, jamás ocurriría, los buenos momentos que compartió con su compañero ya jamás podría repetirlos, las bromas con él nunca volverían, su dedicación y compromiso habían pasado a la historia, y lo irónico de su muerte era que el joven explorador añoraría a su querido amigo cada vez que viera la más mínima llama de luz, pues no era sino eso lo que había sido el gran Baern para él ...

De esta forma se quedó Cáledan en su lamentable estado de desdicha, mientras percibía que un mal aún mayor se avecinaba... y, sin embargo, para el explorador el mayor de los males en aquel momento era él mismo.

Paralizado por el pavor y un aura extraña de maldad, observas como algo te aterroriza aun más. Incapaz de hablar o articular palabra alguna ves como los restos de Baern empiezan a brillar con luz azulada y el cuerpo, con una mirada vacía e inerte, se levanta tomando un arma del suelo y se encamina hacia el despistado Bárbaro de la Tundra con funestas intenciones.

Sir Eric se quedo paralizado tras observar lo que ocurría... una fuerza extraña paralizaba sus músculos y no podía moverse.

El visirtani vio horrorizado como Baern se levantaba.

Cuidado Blur -gritó desde su posición.

Baern avanzaba lentamente hacia el bárbaro hacha en ristre y al llegar al su altura, su brazo descarnado soltó un terrible ataque que se hundió en el pecho del nómada.

La cara de estupefacción del bárbaro es iluminada por el brillo que emiten las runas azuladas que han surgido en los huesos del mago no-muerto. Baern ha retornado sediento de venganza.

Una extraña sensación recorre el cuerpo de Blür, pero nada mas sucede. A su izquierda observa al explorador arrodillado, inmóvil con la mirada fija en el compañero caído.

El nómada intentó ver mas allá de la humareda, pero en vano fue toda prueba de comprobar que ocurría detrás de la empalizada ardiente.

Fue el visirtaní el que rompió su concentración, Baern se había levantado. Era difícil distinguir el que fuera su compañero de aventura, trozos de tela y carne se había fusionado, jirones de piel chamuscada caían por doquier y unas raras runas azuladas adornaban sus huesos. Antes de que el bárbaro pudiera decir nada, el que otrora fuese el mago del grupo descargó un brutal hachazo sobre el pecho de Blür ghun Dhür. La sangre y el dolor, le devolvieron a su sitio a su oficio. El campo de batalla.

En un movimiento instintivo, soltó la jabalina y recuperando la espada, que esperaba su oportunidad frente a el, atacó con fuerza al ser que ahora presentaba pelea.

El mandoble giró pero no encontró su destino. Una grácil habilidad de esquiva surgió en el ser de hueso o quizás el subconsciente del guerrero norteño le jugó una mala pasada. A su lado el paladín permaneció impasible.

Sir Erik atacó al mago revivido. Pero su espada se perdió en el vacío.

El visirtaní disparó su ballesta pero su virote se desvió de su objetivo.

Mientras mantenía la vista perdida en el horizonte, el explorador contempló con sumo dolor como las consecuencias de su acción no se limitaban a la muerte de su amigo; como si el destino no tuviera suficiente con aquel castigo, ahora Baern parecía volver de entre los muertos, su parálisis mental le impidió avisar al bárbaro del problema, y el daño que recibió debía apuntárselo a su infinita lista de errores ... Pero esta vez sí que podía hacer algo, no pudo salvar al mago, pero aún le quedaban varios amigos que lo tendrían bastante crudo para sobrevivir si ahora también les fallaba a ellos, por lo que sintiendo como el deber lo obligaba a ayudar a aquellos que aún seguían con él, se lanzó a la carrera para llegar a donde estaba Blür y poder auxiliarle como buenamente pudiera en la trágica situación que se cernía sobre ellos.

Al explorador no le había dado tiempo de desenfundar sus espadas, pues cualquier retraso podía suponer otro duro golpe al fornido guerrero que no estaba dispuesto a permitir, por ello mientras corría con toda la celeridad que sus piernas le permitían, gritando hacia el ser que una vez fue Baern:

-¡Tuuuuu! ¡es a mí a quien buscas!, ¡deja a Blür en paz y tómate la venganza que te mereces! - dijo mientras se abalanzaba sobre el mago reanimado en un intento de alejarlo del bárbaro y consumido por la ira que tenía consigo mismo.

Quedando ahora los dos rodando por el suelo, mientras el explorador intentaba inmovilizarlo y quedarse encima de lo que una vez fue Baern, esperando que alguno de sus compañeros pusiera fin a aquel reanimado y no tuviera que hacerlo él mismo ... nuevamente ...

La brutal fuerza del cadáver apretó el cuerpo del explorador con violencia. La dentadura carbonizada se hundió en el hombro de su antiguo compañero que no tuvo más remedio que soltarse. El cuerpo se incorporó con un brazo y la cabeza en una postura antinatural, con un macabro y estremecedor crujido recupero su posición normal. Empuñando su hacha mientras miraba al mordisqueado Cáledan.

El visisrtaní estaba conmocionado por todo lo que veía. trató de no dejarse llevar por la desesperación y colocó otro virote para disparar. Buscó apuntando al ser que acababa de morder al explorador y apuntó a la cabeza. Imploró a Isthar, su deidad, y esperó que estuviera de su parte. Besó la estrella que colgaba en su pecho.

- Madre Isthar, astro refulgente, ayúdanos.

La saeta salió disparada marcanado una buena trayectoria surcando el aire y esperó encomendando a Isthar

- ¡Maldito engendro del Infierno, muere!

Su amigo el explorador se había lanzado en su ayuda, placando al esqueleto de Baern. Este retorcido, mordió a Cáledan en el hombro cuando una saeta hizo impacto en el recompuesto no muerto.

_ Valion, da paz y descanso al cuerpo de nuestro compañero!! El espadón del norteño no encontró hueco. La proximidad de su amigo en combate cerrado con aquella criatura, le jugó una mala pasada.

Oh! Dioses, cuál es el destino que nos tenéis preparado, si no somos capaces de derrotar a una de estas criaturas y en frente, nos espera un batallón completo... Ancestros, Padre, Dadme coraje...

Cáledan no fue consciente de la fuerza de aquel enemigo y pese a dar con él en el suelo, pudo sentir la brutal dentellada que le proporcionó. El dolor que recorría su cuerpo lejos de importunarlo sentía como lo sanaba por dentro, cada gota de su sangre derramada calmaba una pequeña parte de su atormentada conciencia, cualquier daño que recibía pese dolerle físicamente lo aceptaba con gusto, al fin encontraba algo de alivio en aquel momento tan duro para él, y no pensaba quedarse ahí ... Por ello, con su característica mueca sádica sonrió con cara de loco al retornado Baern que junto a su pose tétrica formaban una de las imágenes más desalmadas que se podían imaginar; mientras sacaba sus armas y lo miraba desafiante, aparentemente inalterado por el dolor e incluso podría decirse que revigorizado por el mismo, dijo con voz demente e iracunda:

-¡Vamos Baern! ¡Aún te queda mucho por morder! ¿Esa es toda la venganza que reservas para el causante de tu muerte? -dijo el explorador, que parecía bastante ido y que no quería o no entendía que aquel ser ya no sería Baern nunca más, para luego pegarle un fuerte tajo con sus armas y continuar diciendo- A ver si ahora te enfadas de verdad, ¡quiero sentir toda tu ira!

El mago muerto levantó su hacha con firmeza pero su golpe contra el explorador se perdió en el vacío. Siguió con la vista fijada en Cáledan, mientras las runas de sus huesos empezaban a brillar con mayor intensidad.

Realmente el explorador estaba muy frustrado con el fallo de Baern, no sabía que clase de dios cruel era el que guiaba sus pasos, pero debía estar disfrutar enormemente con sus infortunios; se había pasado todo su viaje implorando salir con vida de cada encuentro y más de una vez lo habían herido de gravedad, y ahora que deseaba que lo hirieran o más bien lo necesitaba, parecía que su enemigo no podía acertarle ... "Oooh crueles dioses, ¿por qué os mofáis de mi de esta forma? ya os habéis cobrado con creces el tiro certero que acabó con el asesino de mi mujer, ¿cuan alto va a ser el precio que me vais a exigir?" pensaba para sí ante la ironía de su vida.

Por ello viendo que el mago reanimado no parecía que le fuera a dar lo que él castigo que se merecía, le dio un fuerte tajo al pecho con sus dos espadas a la vez esperando enardecer a la criatura, y acto seguido le dijo con furia:

- ¿Eso es todo lo que vas a hacerme? ¿Brillar? ¡He acabado con tu vida! ¡Demuestra tu ira de una maldita vez! - decía continuando con su demencia.

Pese a sus palabras, sus instintos lo incitaban a sobrevivir, por lo que el muerto viviente no iba a recibir ninguna facilidad por parte de Cáledan, él quería una pelea justa, quizás así el espíritu de su amigo se apaciguase.

Blür no podía dar crédito, el joven explorador se lanzaba al combate en buscar de la muerte y la redención. La tribu del bárbaro se caracterizaba por unas técnicas de combate que fomentaban el ataque en post de la defensa, pero una cosa es confiar en la ofensiva y otra correr hacia la otra vida.

El nómada no permitiría que su recién amigo le abandonara de este mundo, y menos en la situación en la que se encontraban. Necesitarían cada espada, cada escudo y cada flecha para hacer frente al ejército inhumano que se había presentado ante sus puertas.

Aprovechando la momentánea distracción del ser anteriormente conocido como Baern, descargó su mandoble con brutal furia, en un movimiento circular y descendente. El acero impactó sobre el hueso provocando que astillas de aquel material brillante saltaran por doquier. El ataque podría haber derribado a un enorme oso cavernario pero la criatura permanecía en pie.

Terrible es esta magia que levanta a los muertos confiriéndoles una gran resistencia y fuerza... maldita sea la magia

Con un gesto instintivo y manteniendo una mueca seria, Blür escupió al suelo, y mantuvo la guardia.

El paladín lanzó un tajo oblicuo intentando partir la caja torácica del mago reanimado. El golpe impacto de lleno en los huesos, pero el acero rebotó dejando como resultado una hoja mellada.

El mago cadáver atacó con fiereza al guerrero sagrado, hundiendo su hacha en el costado del infeliz Erik.