Partida Rol por web

Tombstone: Dead Lands

Nirvana

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29/11/2010, 18:00
Danny Chang Lee

Sabiendo que ya no sacaría nada más del Viejo Diógenes, Chang se levantó, dio las gracias, y le hizo un gesto a Bill para que le acompañara. 

Esperando no pasar por descortés, Danny salió de la cabaña, y mientras esperaba a que Bill hiciera lo mismo, se puso a reflexionar sobre lo que había dicho el Viejo Diógenes. ¿Se encontraría Hudu en el cementerio de St. Louis? Nada le hacía pensar que podía confiar en las palabras de aquel anciano parlanchín, pero era lo único que tenía. Si su padrastro realmente se encontraba ahí, el chino estaba más que preparado.

¿Sabes cómo llegar al tal cementerio? Al menos que tengas una mejor idea de dónde pueda encontrarse Hudu Brown, lo mejor será que nos vayamos al cementerio - le dijo a Bill.

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29/11/2010, 19:02
Bill

Este lugar ha cambiado mucho pero sigue siendo Nueva Orleans. Sí, sí que te puedo llevar al cementerio.

Bill salió de la cabaña y enfiló por una calle lateral, intentando mantener las botas todo lo secas que era posible en aquel entorno. Si mal no recordaba no había más de diez minutos hasta la tapia del cementerio.

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30/11/2010, 01:33
Director

Bill conocía la ciudad lo suficiente como para hacer de guía, incluso con los recientes y profundos cambios que había sufrido la población.

Y había cambiado mucho. Tras abandonar la cabaña del viejo, en las afueras, y bajar por una senda directa hacia el núcleo de la ciudad, los dos pistoleros se encontraron directamente con el lodazal que ahora era Nueva Nueva Orleans. Parecía una inmensa y sucia laguna. Un mar, quizá, pues los límites del agua no se alcanzaban a ver. Era imposible decir dónde terminaba el pantano provocado por la inundación y dónde empezaba el lago Pontchartrain, al Norte, o el rio Misisipi, al Sur. Nueva Orleans sobrevivía, en el medio, pero solo porque se resistía a hundirse del todo.

El campanario de una iglesia católica hizo resonar sus campanas, aunque el cuerpo del edificio estaba oculto por el agua. Los habitantes se las habían apañado para hacer un agujero con forma de puerta en la torre y, seguramente, un suelo que les permitiera hacer sonar los bronces, ya que no oficiar misa en su interior. Más cerca, el agua no parecía ser tan profunda, y la parte superior de una estatua se asomaba por encima de la superficie, marcando la anterior existencia de una plaza. Por todas partes había tablados, suelos provisionales hechos de madera que se limitaban a flotar pero, al menos, permitían la comunicación entre unos edificios y otros. Los edificios de más de una planta eran los que mejor se habían adaptado: sellando su piso inferior habían seguido sirviendo, previa adaptación de las puertas y ventanas. En esta ciudad no había carros ni caballos, y en su lugar los botes y barcas eran muy frecuentes. Muchos navíos habían enganchado sus anclas en lo que antaño podía haber sido una farola de gas, una chabola o una barandilla, ahora sumergidas. Estos grandes barcos habían demostrado su utilidad, desenganchando pasarelas hasta la calle y sirviendo de comercios, viviendas o edificios oficiales. El puesto de bomberos o la casa del alcalde ahora no eran más que flotantes naves plantadas en tierra.

Los dos bandidos, forasteros en esta ciudad mojada, atravesaron uno de los largos puentes desembocando en otro de esos tablados y agradecieron que el cementerio estuviera cerca, pues parecía muy incómodo viajar en esta ciudad. No llegaron a saber hasta qué punto tenían razón hasta que se acabó el suelo bajo sus pies, y los muros ya cercanos del cementerio parecieron inalcanzables, alejados por un brazo de sucia agua pantanosa de bastante profundidad. La noche empezaba a caer, y el destino estaba cerca y a la vez muy lejos.

No había forma obvia de cruzar, aunque los dos sabían que esa parte de la ciudad no podía haber quedado aislada, siendo el único cementerio en varias millas. Los cadáveres tenían que llegar a su lugar de descanso de alguna forma. Pronto, la solución apareció ante ellos.

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30/11/2010, 02:52
Ferryman

El Ferryman llegaba lentamente, apareciendo entre las brumas que flotaban sobre al agua empozada al tirar de una cuerda encajada en una polea que unía una orilla con la opuesta. En ocasiones se ayudaba de un remo para mantener la dirección, pero la vía hecha de cuerda y la fuerza de sus viejos brazos parecían hacerlo casi todo.Su barca no era más que unos amplios maderos atados con aspecto sólido pero tosco, sin vela ni barandillas. Un medio de transporte primitivo, tal vez, pero eficaz, y los dos pistoleros pensaron que seguramente podría cargar a un jinete con su caballo. Desde luego, la amplitud del transbordador se debía a otro motivo, su verdadera carga habitual: los ataúdes.

El barquero dio un tirón más a la cuerda hasta quedar a unas dos yardas de la orilla en la que estaban los dos visitantes. Cerca como para hablar, pero sin arriesgarse acercándose más a esos forasteros armados con pinta de bandidos.

¿Clientes? preguntó en una voz muy baja, pero audible. A medida que examinaba mejor a los forasteros, y veía que no hacían gestos hostiles, su sentido de los negocios empezó a primar sobre sus prejuicios.

Por la noche cobró un extra, messieurs. Mala cosa acercarse al cementerio tras caer el sol.

Su forma de hablar era la propia de las clases bajas de Nueva Orleans: algo de francés mezclado con un difuso inglés sureño.

Serán 40¢ por cabeza.

Se acercó un poco más, esperando el dinero para sellar el trato.

Y de propina, disfrutaré pudiendo hablar con mis clientes, para variar.

Esbozó una sonrisa macabra. Cargaba con la linterna de aceite demasiado cerca de la cara, y su luz producía extrañas sombras sobre su expresión.

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30/11/2010, 20:46
Danny Chang Lee

Si a Chang le sorprendió la presencia de aquel extraño tipo no lo demostró; pero sí que cambiaron sus facciones cuando, al llevarse las manos a los bolsillos, se acordó de que la muerte le había quitado hasta su último centavo.

Aunque su hombría se rehusaba a pedirle al pelirrojo que costeara los pasajes, la verdad era que no podía cruzar por sus propios miedos aquel lodazal; y a menos que rehusara en su búsqueda de Hudu Brown, Danny tendría que, literalmente, quitarse el sombrero.

Qué gracioso, no tengo ni un céntimo en mi bolsillo. ¿No tendrás tú lo suficiente para pagarle a este buen hombre? - le dijo el medio chino a Bill como quien no quiere la cosa, maldiciendo a la vez a aquel lugar que lo había dejado completamente limpio.

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30/11/2010, 21:23
Bill

Bill sonrió sacando su dólar de plata, el mismo que había encontrado tras el 'duelo' con Chang.

Claro... Es el karma ¿sabes? 

Lanzó la brillante moneda por el aire que el barquero atrapó al vuelo.

Supongo que no tendrás cambio ¿no? - añadió el pelirrojo sin dejar de sonreír mientras se subía al ferry. Pues quédatela en pago para la vuelta.

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01/12/2010, 02:17
Ferryman

El barquero examinó con satisfacción la brillante moneda antes de guardarla en su bolsillo. Tal vez no fuera una fortuna, pero era una buena ganancia para una noche como aquella. Había oscurecido muy rápido, y esa niebla tan espesa...

Non, monsieur. Siempre llevo cambio encima, porque es de mal agüero racanearle unos centavos a un muerto.

Era imposible decir si el barquero hablaba de sus dos nuevos clientes o si había sido simple casualidad y se refería a los ataúdes que solía transportar. Los dobles significados casaban perfectamente con la voz susurrante y ladina, pero desentonaban con su aspecto simple y humilde.

Todos a bordo dijo alegremente, y tendió la mano a Bill al pasar éste a su lado, devolviéndole dos monedas pequeñas pero tan brillantes como lo era la suya. El cambio, 20¢, dividido en dos lustrosas monedas de cobre de 10.

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01/12/2010, 03:24
Director

Ayudándose con un empujón del remo, el viejo puso en marcha la barcaza y comenzó a tirar de la cuerda en dirección hacia la orilla deseada. A juzgar por la cercanía del cementerio, cuyos muros pudieron ver, el viaje no debía durar más que unos pocos minutos, pero lo cierto es que la niebla se había espesado hasta ocultar todo lo que estaba a más de unas pocas yardas, y el movimiento de la balsa era lento sobre el agua empozada.

No estaba siendo una travesía agradable, pues, extrañamente, la barca olía a pescado podrido y el barquero en ocasiones tenía una mirada demasiado fija en sus pasajeros. La linterna se balaceaba, amenazando en cada movimiento con caer al agua, pero el viejo no le prestaba atención. El extraño hombre solo miraba a los clientes, dirigiéndoles una sonrisa cada vez que uno alzaba los ojos para corresponder a su mirada.

Danny dio un respingo - e instintivamente echó mano a su pistolera - cuando percibió movimiento en el suelo de la barca y algo frio le tocó la pierna. Se calmó al ver lo que era, y además comprendió el repugnante olor a pescado. A sus pies, sobre la madera de la balsa, había un pez coleteando y boqueando histéricamente.

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01/12/2010, 03:51
Ferryman

Pierda cuidado, maître. Es solo un compañero.

La calma con la que habló el viejo, la lentitud del ambiente mismo, parecían reirse de la agonía del pez revolviéndose fuera del agua.

¿Querrán creerme los señores si les digo que es un ejemplar único? Hace dos días lo encontré en la orilla del cementerio, ahogándose a cielo abierto como ustedes lo ven ahora. Lo miré durante casi una hora, y créanme que no perdió nada de fuerza. Desde entonces parece que muere pero no muere. Les juro que no ha tocado el agua en todo este tiempo.

El pez seguía saltando, forcejeando, como si pensara que sus estertores no eran cosa con la que frivolizar. Aunque la increible historia del viejo fuera verdad, parecía imposible convencer al animal de que no estaba muriendo, y así seguía, en una inacabable agonía. A pesar de sus brincos, botes y golpes era incapaz de dar con el agua, y no hacía más que moverse de un lado a otro siempre en las mismas pocas pulgadas de distancia. Era tan prisionero de la barca como aquella lámpara que parecía siempre a punto de volcar pero permanecía sobre la madera.

Desde entonces lo conservo. Como compañía.

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01/12/2010, 23:24
Danny Chang Lee

Ya... Qué buena compañía... Tiene usted suerte de tener tan buen pez a su lado...

Mientras hablaba Danny le echaba un ojo al pobre pez, sintiendo lástima por el pobre animal que a cada salto parecía más agonizante. De buena gana lo hubiera devuelto al agua, pero sabía que si hacia eso el dueño de la barcaza le haría hacer su camino a nado hacia el cementerio; así que prefirió guardarse sus pésares para sí mismo y concentrarse en divisar el lugar donde supuestamente se encontraba su padrastro entre la neblina.

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01/12/2010, 23:52
Bill

- Creo que agoniza cruelmente sin llegar a morir nunca.- dijo Bill dando un dato a todas luces obvio - ¿No estaría mejor en el agua? Debe ser triste agonizar durante una eternidad.

Se calló un momento pensando en que aquello, quizás, definía exactamente la situación de todos los que estaban de pie sobre la barca, no sólo del pez. De pronto sintió un enorme pesar por el pobre pescado. No por su agonía continuada sino porque el pobre bicho no tenía posibilidad de cambiar por si mismo la situación. ¿Y ellos? La tenían. ¿Qué esperaba Bill de aquel cementerio? ¿Qué le importaba a él la venganza de Chang?

Perdido en estos pensamientos apartó la mirada del pez y la clavó en las paredes del cementerio.

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02/12/2010, 01:45
Ferryman

El barquero miró a su clientela mientras tiraba de la cuerda. Pareció interesado, y quizá algo sorprendido ante las palabras de Bill. Como si el pelirrojo le hubiera aportado una perspectiva que al viejo le parecía nueva.

Bueno... creo que debería quejarse al que le hizo inmortal.

Soltó una carcajada. Una risa estridente, algo tétrica, y en voz muy alta para lo que les tenía acostumbrados hasta el momento.

No lo había mirado desde el punto de vista del pez. A mi solo me parece gracioso.

Dedicó un vistazo al animal, que se revolvía y contoneaba de manera no muy distinta a como lo haría una persona al ser estrangulada. Recordaba a un condenado "bailando" en la soga.

El guía en esta travesía sobre el pantano desechó el asunto como considerándolo indigno de mucha más atención, y cambió de tema.

¿Sus señorías van, quizá, a visitar a un ser querido?

De verdad que el viaje estaba pareciendo más largo de lo que hubiera parecido posible, y a los dos forasteros se les ocurrió la posibilidad de que ese Ferryman chiflado estuviera alargando la travesía a propósito. El tratar a diario con más personas en ataúdes que fuera de ellos había debido hacerle valorar la oportunidad de una charla. O también era posible que el viaje eterno en compañía de ese barquero loco fuera castigo a pecados cometidos en el pasado por los dos bandidos. El pez moribundo que no moría era una buena - y terrible - metáfora de su estancia aquí, y la reflexión del viejo sobre el pez también hacía pensar: ¿qué clase de Dios le daba al hombre un alma inmortal sin hacerle inmune al sufrimiento?

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02/12/2010, 03:39
Danny Chang Lee

Danny miró al Ferryman pensando si debía responder a esa pregunta o más bien qué debía responder. ¿Visitar a un ser querido? La perspectiva del futuro, o al menos lo que Chang veía de él, hizo que al medio chino se le iluminaran los ojos, como si tuviera el infierno en ellos.

Sí, vamos a visitar a un ser querido, muy querido, por lo menos para mí; no me atrevo a hablar por mi compañero.

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02/12/2010, 09:32
Bill

Bill se encogió de hombros, meditabundo.

No sabría decirle. A estas alturas me siento como un hombre nuevo... quizás lo que quisiera o no en el pasado ya no sea relevante. 

El pelirrojo parecía darle vueltas y más vueltas a su propia presencia en aquel lugar. Nunca le había gustado Hudu pero tampoco le gustaba Chang y ahora viajaba en aquella barca con él. Se sentía como el espectador de una de esas ferias teatrales que recorrían los pueblos del este. Nunca había visto una pero le habían contado que unos tipos se hacían pasar por otra gente y representaban escenas para divertir a su público. ¿Estaba él asistiendo a una representación entre Chang y Hudu? ¿Qué sacaría en limpio? El joven vaquero se limitó a esperar mientras veía acercarse la orilla.

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03/12/2010, 01:35
Ferryman

Vaya vaya. Eso está bien.

Dijo el tipo con un ojo entrecerrado y el otro fijo en sus clientes, pareciendo estar pensando en algo que le hacía gracia. Imposible decir qué se le pasaba por la mente, y ni siquiera era fácil decir qué era eso que "estaba bien" para él.

Una lástima, parece que ya hemos llegado.

Y, de hecho, al terminar esas palabras el transporte frenó en seco. La barcaza se había subido ligeramente a la orilla, impulsada por un último tirón de los fuertes brazos de ese viejo flacucho y desgarbado. El barquero miró a los dos hombre abandonar su barca, y sin duda parecía lamentar haber acabado el trayecto. El sentimiento, por supuesto, no era mutuo para Bill y Danny.

Tengan cuidado en el cementerio. Por la noche puede ser un laberinto. Y guarde esas dos monedas, monsieur se dirigió a Bill mientras comenzaba a meter la barca otra vez en el agua con ayuda de su remo si tengo que llevarle de vuelta las aceptaré.

Parecían haber significados ocultos en la promesa, aunque a simple vista era un comentario razonable. El viejo desapareció en la neblina sin esperar respuesta. Su barca aún se oyó chapotear unos segundos después de haber desaparecido de la vista, tras la cortina de bruma.

Después, silencio.

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03/12/2010, 01:53
Director

Los dos hombres que miraban al viejo alejarse se dieron la vuelta, afrontando la realidad inmediata que significaba esta orilla y tratando de olvidar al barquero con sus locuras.

La niebla parecía mucho menos densa aquí, como si hubiera estado emanando de las propias aguas pantanosas, y ahora se dispersaba más por momentos. Aún así, escucharon antes de ver, y lo que llegó a sus oídos fue un chapoteo tan débil que había pasado desapercibido en un primer momento. Una especie de CHAP CHAP ligeramente familiar que ponía los pelos de punta. Cuando la bruma se diluyó un poco más pudieron ver lo que lo causaba, y entender por qué resultaba familiar.

Docenas, cientos de peces se revolcaban por toda la orilla, a varios pasos de distancia del agua e incapaces de hacer más que chapotear en la tierra húmeda. Parecía como si la llegada de la noche hubiera retirado la marea tan rápido que los habitantes del agua quedaron atrás. El olor a pescado podrido era mucho más fuerte aquí que en la barcaza, pero las criaturas que se retorcían sobre el fango lo explicaban, porque casi todos esos peces estaban, de hecho, muertos. No cabía duda: unos no tenían cabeza, otros estaban en un estado de descomposición avanzadísimo, y otros no eran más que meras raspas flexionándose y revolviéndose. ¡No eran moribundos sin descanso, eran muertos en vida, cadáveres animados!

Al alzar la vista se amplió la perspectiva, y la escena era de pesadilla. A la izquierda había una pequeña hoguera que iluminaba muy poco y cuyo propósito tampoco era dar calor, pues en torno a ella bailaban, giraban y danzaban dos esqueletos humanos de pequeña talla. Los huesos animados, que podían ser de niños, brincaban y saltaban tan apasionadamente que parecían totalmente al margen de la llegada de los visitantes. Tan solo sus gestos y su baile podían expresar cierta alegría macabra, pues sus caras no eran más que calaveras sin piel ni ojos.

A la derecha había un cadaver de perro siendo devorado por un buitre. El perro muerto alzaba la cabeza, incapaz de mover el tronco que estaba siendo vorazmente masticado, y aullaba a la muerte. El pájaro carroñero levantó la vista una vez para examinar a los recién llegados, pero pronto volvió a sus asuntos. El ave había mostrado su cara lo suficiente como para que se distinguiera su cráneo destrozado. También el buitre estaba muerto.

El mundo en esta orilla recordaba a uno de esos detallistas cuadros medievales que representaban el Infierno, o a escenas sacadas directamente de La Divina Comedia. Todos los seres en este lugar eran poco más que una parodia de la verdadera vida, pero la fauna no-muerta parecía ignorante de su nueva condición, y respetaba sus instintos creando aberraciones a la naturaleza difíciles de creer.

Justo en el centro, enfrente de los recién llegados, estaban los muros del cementerio, entre los que destacaba la entrada, formada por un arco puntiagudo mucho más alto de lo que podría parecer necesario y con tallas góticas y gárgolas repartidas por toda su longitud. La presencia de Hudu Brown era ya evidente, como también lo era su mayor poder. Debía haber aprendido uno o dos buenos trucos mientras sus secuaces - entre los que se contaba Bill - hacían el trabajo sucio, y los alrededores plagados de muertos vivientes eran una promesa muy elocuente de lo que podían encontrar en el interior de la necrópolis.

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03/12/2010, 21:55
Danny Chang Lee

Danny se quedó mirando alrededor con cierta tristeza interna, pero ninguna emoción mayor alteró su rostro mientras sus ojos se paseaban por aquel espectáculo de la muerte. La verdad era que su mente sólo estaba concentrada en un sólo lugar: la puerta del cementerio. Allí, detrás de ella, estaba el sujeto que Chang buscaba; y aunque sentía lo muy poderoso que Hudu Brown estaba, el medio chino no tenía temor.

Con el mismo brillo que había iluminado sus ojos en la barcaza del Ferryman, Chang dio sus primeros pasos hacia el muro del cementerio, pero se detuvo de repente, acordándose de que no estaba sólo.

No estás obligado a seguirme si no quieres; es más, si así lo deseas, vuélvete. No sé si saldré más muerto de esto, así que no es necesario que esperes por mí - le dijo a Bill con voz apagada; y mientras esperaba a que el pelirrojo se decidiera siguió su camino, sonriendo mientras se acercaba a su objetivo.

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07/12/2010, 14:51
Bill

Bill se encogió de hombros y, sin contestar nada, siguió a Chang. No había llegado hasta allí para dar vuelta y, snceramente, tenía curiosidad en ver como acababa esa historia.

El espectáculo demencial que se desplegaba a su alrededor no lograba inquietarlo. Desde que había fallecido notaba que cosas que antes lo hubieran horrorizado ahora simplemente le parecían curiosas. Con el tiempo, pensó, hasta podría acostumbrarse al hecho de estar muerto.

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07/12/2010, 17:32
Director

Nada más atravesar las puertas, Bill y Danny entendieron la advertencia del barquero, que comparaba el cementerio con un laberinto. Quien esperara lápidas y cruces en una llanura verde no podía menos que sorprenderse al entrar en la necrópolis de Saint Louis, pues aquí, en lugar de bajo tierra, los muertos estaban emparedados. Un concepto blasfemo para los pocos acostumbrados a él, pero necesario para los habitantes de Nueva Orleans. Situada tradicionalmente varias yardas bajo el nivel del mar, la ciudad veía a sus muertos enterrados flotar por las calles a cada crecida del Misisipi o en cada lluvia fuerte. Los ciudadanos aprendieron pronto la lección, y decidieron mantener a sus fallecidos en alto y rodeados de roca.

El resultado final había sido este: interminables paredes formando pasillos que se cruzaban entre ellos. Murallas de doce pies de altura cuyo propósito no era separar ni formar espacios con algún sentido; tan solo contener muertos en su interior. En cada sección de muro había un centenar de nombres inscritos torpemente sobre la piedra.

Al menos aquí el suelo estába casi seco. El cementerio parecía enorme y no había ninguna pista del paradero exacto de Brown, así que no habían más opciones que adentrarse en esa ciudad de los muertos, y eso es lo que hicieron Danny Chang y Bill.

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10/12/2010, 00:57
Danny Chang Lee

Danny entró en el cementerio con las manos cerca de sus pistolas, alerta a cualquier cosa demasiado extraña en aquel tan extraño lugar. Al ver que frente a sí sólo se extendían tumbas su sonrisa decayó ligeramente, como si se mostrará triste por la ausencia de Brown, pero lo cierto que no era por eso, sino más bien por la disposición de éstas. Chang, que se creía en cierta medida vencedor, maldijó el lugar y sus laberíticas paredes. No es que tuviera miedo de perderse, pero sabía muy bien que aquello no haría más que beneficiar a Hudu y perjudicarlo a él.

Maldiciendo para él, empezó a adentrarse en el lugar, teniendo los ojos muy abiertos y las manos tan cerca de sus armas que sentía como las rozaban.