Partida Rol por web

Nueva York, Calle 42 con la Octava Avenida, 11 de Septiembre de 2001, 12:32

Quien hubiera dicho que ser rico era tan difícil. En otro lugar, si uno de tus subordinados te hubiera advertido de que tu presencia era necesaria en algún lugar, tú le hubieras advertido de que podías partirle el cuello rápidamente sin esforzarte. Pero en la Tierra aquello no valía. Tenías que ir con pies de plomo. Ya dirigías una empresa al límite de la legalidad, matar alguien difícilmente pasaría desapercibido.

Tu empresa llevaba varias semanas tratando de conseguir que el Doctor Rivas pasase a trabajar con vosotros. Después de todo, si su planta de fusión funcionaba de verdad, aquello podía ser una auténtica revolución, mayor incluso que la Revolución Industrial. Pero el Doctor Rivas siempre había respondido con evasivas. Según algunos de tus expertos, estaba tratando de hacerse de rogar, por lo que habían sugerido que fueses a la demostración para demostrar el interés de tu compañía.

Y allí estabas, en medio del tráfico neoyorquino con tu chófer, a diez calles todavía de llegar a tu destino. Y como el tráfico no mejorase, ibais a llegar tarde. De vez en cuando leías de nuevo un artículo en el periódico, o consultabas tus acciones en bolsa, pero aquello se estaba haciendo verdaderamente agotador. Hasta que te diste cuenta de algo.

Fue tan sólo un momento, algo muy fugaz. Pero viste algo que te llamó la atención a través de la ventanilla del coche. Un par de tipos en una moto pasaron justo al lado de tu coche, maniobrando entre el tráfico. No te hubieran llamado más la atención si no fuera porque tus ojos se posaron en el anillo que uno de ellos llevaba en el dedo. Llevaba un símbolo extraño, similar a una mezcla de las letras griegas Alfa y Omega superpuestas, pero algo distinto...

Hacía más de dos mil años que no veías ese símbolo. La última vez que lo viste, fue tatuado en el pecho de un cultista griego siendo torturado por no haber mantenido su parte del trato con uno de tus sirvientes en la época de las ciudades estado griegas.

Era curioso, pero de alguna manera podías recordarlo perfectamente... ¿Por qué un neoyorquino llevaría joyería con el símbolo de una secta griega prerromana?

Nueva York, Estadio Madison Square Garden, 11 de Septiembre de 2001, 12:32

Había ido por un pelo. Un agente de policía te había reconocido y habías tenido que salir corriendo para evitar tener que montar una escena a plena luz del día. Por suerte había una gran multitud entrando en el estadio, y lograste perderte entre ellos. Fue una sorpresa cuando viste que no se trataba de un acontecimiento deportivo, sino de una demostración sobre algún tipo de generador de alta tecnología o algo del estilo.

Lograste pasar desapercibida, esquivando, confundiéndote entre la gente. Te preparabas para marcharte cuando viste en un cartel un nombre que te traía recuerdos. Una de los miembros de la demostración era una tal Doctora Caroline Vaughan. El apellido te era extremadamente familiar, y no era muy común en los Estados Unidos.

Cuando viste una foto de los miembros del equipo científico recordaste por qué. Recordaste a una mujer rubia y con gafas haciéndote cortes por el cuerpo para instalar los generadores de las armas que llevaba tu cuerpo. Recordaste insultos varios cada vez que te movías o gritabas en medio de la operación, y recordaste el dolor cuando te abrieron la cabeza para instalarte el sistema de vista agudizada del que ahora disfrutabas.

No te cabía duda de que aquella mujer había estado involucrada de algún modo en lo que te había hecho. Y ahora según esos carteles debería ser considerada una heroína por fabricar un estúpido generador...

Nueva York, Madison Square Garden, 11 de Septiembre de 2001, 12:32

Resultaba irónico. En unos minutos en aquel edificio iba a realizarse un experimento que, si salía bien, solucionaría la crisis energética de la ciudad de Nueva York, y posiblemente la del mundo. Y allí estabais los dos, en un ascensor parado por un corte de luz. Tal vez por curiosidad, tal vez por interés genuino, habíais ido a ver la demostración. Después de todo, nadie hablaba de otra cosa en la ciudad.

Ambos habíais entrado en el ascensor para subir a las gradas y poder coger buen sitio. Habíais tenido suerte, normalmente estos ascensores solían ir muy llenos. ¿Pero esto? Vosotros dos, atrapados en un ascensor a cinco minutos de uno de los eventos que podían ser más importantes de la Historia de la Humanidad. Hablando de suerte...

Normalmente os habríais limitado a esperar a que viniese un conserje o algo a abrir las puertas. Pero claro, normalmente tras pararse un ascensor, no se escuchaban pasos en el techo.

Nueva York, Madison Square Garden, 11 de Septiembre de 2001, 12:32

¡Qué suerte! Eso fue lo que pensaste cuando tu madre te habló de la entrada. Habías visto por la televisión el anuncio del experimento, y como el equipo del Doctor Rivas iba a explicar también como lo harían para obtener el deuterio usado en la fusión, también conocido como agua pesada, del fondo del mar. Algo habías estudiado sobre eso, y sabías que podía llegar a ser un tema apasionante. Por ello cuando tu madre te dijo que tenía una entrada para un puesto en las primeras filas durante el experimento, fue una gran sorpresa.

No sabías como la había conseguido, pero te había dejado ir. Esa noche estuviste muy excitada, mitad por ir a un experimento que tocaba, aunque tangencialmente, una materia que te gustaba, mitad por ir a Nueva York. La habías visto en películas, y en comparación con Lubec era tan enorme y exótica... Sólo tenías que ir con una sudadera con la capucha echada para evitar que la gente se fijase demasiado en ti y todo iría bien.

Y todo había ido bien. Estabas en la cuarta fila, a cinco minutos de un gran acontecimiento, con las gradas llenándose y el equipo técnico trabajando detrás de cortinas en un enorme artefacto de metal que cubría la zona central del estadio. Junto a ti había un asiento reservado con el logotipo de JeriCORP, una empresa multinacional, y al otro lado se sentaba una pareja de científicos que discutían sobre las probabilidades de que de verdad aquel generador fuese a funcionar.

Pero algo te llamó la atención... Era un olor que te era muy familiar... Olía como a... Agua salada... ¿En medio de Manhattan? Aquello era extraño... Y entonces te fijaste en otra cosa, más extraña todavía. El suelo estaba vibrando. No la vibración normal de la ciudad, con la gente andando y el metro por debajo, amplificada por el espacio cerrado del estadio... Era algo más... Pesado... Y tras unos segundos te diste cuenta de algo. No procedía del suelo. Era algo que venía desde el techo y bajaba por las paredes. ¿Había algo en el techo?

Nueva York, Tejado del Madison Square Garden, 11 de Septiembre de 2001, 12:32

Menuda resaca... No tenías ni idea de que habías hecho la noche anterior, pero debió de haber sido alucinante, porque estabas hecho polvo. Hecho polvo y sobre el techo del maldito Madison Square Garden. ¿Qué carajo hacías ahí? Estabas boca abajo, así que la luz no te había despertado, pero acabó despertándote el ruido de la ciudad. ¿Qué hacía la gente yendo al estadio tan temprano? ¿Habría partido?

Pero de algo te acordaste. Había una especie de experimento. Algo raro. No recordabas los detalles, pero lo habías escuchado por ahí. Tardaste un poco en recobrar pleno uso de razón y de todas tus funciones corporales de lo destrozado que estabas, pero cuando lo lograste, te preguntaste si seguías borracho. ¿Eso que veías frente a ti era un robot sobre el techo del Madison Square Garden? Era bien gordo, y estaba pintando en azul con decoración dorada, y tenía un aspecto muy curvo y estilizado para ser tan grande (debía medir como dos veces tú).

A saber que coño habías tomado, pero desde luego ya podías ir acordándote, porque fuera lo que fuera, era muy bueno.

Estaba embargada de emoción, casi no se lo podía creer. El hecho de que su madre hubiera conseguido una entrada para el experimento del doctor Rivas ya era algo extraordinario pero que sus padres le dejaran abandonar su sótano ella sola era algo impensable. Desde el momento en el que dejó el sótano donde vive lo único que oía en su cabeza eran aquellos preciosos versos de Frank Sinatra.

Start spreading the news, I'm leaving today.
I want to be a part of it, New York, New York.

Era la primera vez que iban a dejarla salir de casa y se iba a Nueva York, la ciudad que nunca duerme. ¡Nada más y nada menos! El viaje fue algo largo y pasó bastante miedo sin embargo nadie se fijó en la jovencita que se sentó en la última fila del autobús que le llevó hasta la Gran Manzana. ¡Y qué grande era! Las películas y las fotos no le hacían justicia; Nueva York es extraordinario. Flotando, como en una especie de sueño, Abby llega hasta el Madison Square Garden (no se andaban con chiquitas) con unas ganas enormes de hacer turismo sin embargo el experimento del doctor Rivas tenía su miga. Con la capucha de la sudadera calada hasta las cejas y unos guantes de lana para tapar sus dedos palmeados entrega la entrada y se dispone a disfrutar el espectáculo.

Cuarta fila, no se podía pedir nada mejor. Estaba lo bastante cerca como para disfrutar de la exposición pero no lo bastante como para que se fijaran en ella. ¡Y cuanta gente había! Jamás en toda su vida había visto a tanta gente reunida en una misma sala. ¿Cuál sería el aforo? Le gustaría echar un vistazo para contar a la gente pero... Se cala un poco más la capucha. La emoción no le impediría ser precavida, estaba lejos de su casa y ya se estaba arriesgando mucho.

Hola, mamá. El viaje ha ido bien, estoy en el MSG. ¡Qué emoción! Te diré algo en cuanto acabe. Besos.

Manda el SMS a su madre y silencia el móvil, guardándolo de nuevo en su sitio. A su izquierda aún no había nadie (¿Jeri-qué? ¿Jerigonza?) pero a su derecha ya empezaban a cuchichear acerca del experimento. Otro motivo más para sentirse emocionada, ahora formaría parte (de alguna manera sentimental) de la comunidad científica. Quizá algún día sería ella la que diera charlas... Es un bonito sueño. Un sueño del que se despierta en cuanto siente las vibraciones. - ¿Qué es...? - No consigue evitar preguntar en voz alta. Se calla enseguida, tratando de que no se fijen en ella. Pero... ¿Qué era aquella vibración? Los demás no podían sentirla, aunque eso no le extrañaba ya que, desde siempre, había podido notar cosas que sus padres eran incapaces de percibir. ¿Qué debía hacer? No quería que la descubrieran pero eso no parecía normal.

Se revuelve inquieta en su asiento, indecisa, mientras sigue atenta la evolución de aquellas extrañas vibraciones.

La verdad, una fuente de energia inagotable ¡Un sueño hecho realidad! ¿Y nos lo vamos a perder? Ya nos perdimos hace 100 años a Edison encendiendo su primera bombilla, y no me quiero perder esto.

Pero parece que no hay tu tia. La mala suerte quiere puñetearme esta vez... Y entonces, ¿Pasos en lo alto de un ascensor?

"Q--- ¿Que? ¿Que sucede ahi arriba?" digo extrañado. Llevando la mano hacia mi bolsillo, intentando tomar una de esas multi-herramientas.

Me preocupa una cosa simple: En las películas, los espias siempre se esconden en lo alto de los ascensores.

Desde luego aquel era un dia remarcable. Primero, la oportunidad unica en la vida de presenciar un hecho historico, como era el hallazgo de una solucion para la crisis energetica. Segundo, y, aun mas excepcional, habia encontrado el ascensor del MSG vacio! 

Bueno, casi vacio. Otro tipo joven y con aspecto desaliñado habia entrado justo cuando las puertas iban a cerrarse. Daniel le habia saludado y sonreido como para hacerle complice del afortunado hecho de no ir como latas de sardinas. Aquel dia Daniel vestia con pantalon de chandal personalizado con el logo de su escuela, deportivas y una chaqueta de cuero con capucha que empezaba a darle demasiado calor.

Al cabo de unos segundos, sin embargo, un nuevo paron de energia los dejo a ambos a oscuras y atrapados en el ascensor.

- Vaya! Estabamos teniendo demasiada suerte. No nos pongamos nerviosos, enseguida... Un momento! Tu tambien Has escuchado eso? 

Daniel habia escuchado claramente pasos en el techo del habitaculo. Aquello no le gusto nada de nada. Se aparto del centro y se apretujo contra la puerta del ascensor.

Tenía que conseguir de cualquier manera que ese hombre firmara el contrato, y no le estaba gustando nada su forma de remolonear. Ese tipo se estaba comportando como una estrella del rock en ciernes, haciendo peticiones estúpidas y permitiendo que otras empresas e incluso países de Oriente Medio tuvieran alguna esperanza de conseguir lo que a él le pertenecía. Si fuera otra época, habría torturado a su familia para obtener sus secretos… pero no, ahora no podía hacer eso. Demasiados millones se habían ido en maletines adecuadamente deslizados en las manos apropiadas, y esperaba que consiguiendo a Rivas obtuviera los beneficios esperados.

Echó un vistazo a las fluctuaciones del NASDAQ y asintió complacido. Los mercados habían reaccionado como él esperaba a la adquisición de las acciones de esa empresa ganadera canadiense, y la semana siguiente sería el momento ideal para rematar el plan que le daría el control sobre la mayor parte del capital de una de las empresas de la competencia. Eran tan fácil jugar con los humanos…

La cercanía de aquella moto le hizo alzar la mirada del tabloide, y fue cuando vio aquel anillo. Ese símbolo le trajo gratos recuerdos de épocas mejores, donde las posibilidades de enriquecerse y obtener poder eran ilimitadas. Las arcaicas creencias de los humanos de la Grecia antigua y su politeísmo le permitían llevar una vida más ligera que la que ahora se veía obligado a soportar. No había problemas con su identidad, ni tenía que cambiar de aspecto cada cierto tiempo. Su prodigiosa inteligencia le proporcionó seguidores, poder y gloria, y luego apenas si tuvo que deshacerse de unas pocas personas para evitar que su nombre resonara en el clamor de la Historia. ¿Qué nombre usaba por entonces? El recuerdo le hizo sonreír, y perderse en las nieblas de su memoria le permitió despreocuparse un poco por llegar tarde. Aunque odiaba llegar tarde. Es una costumbre que adquirió en su mundo natal, donde anticiparse a los enemigos era primordial para la supervivencia.

- Déjalo, así no conseguiremos nada. Iré a pie – dijo, exasperado. Dejó el periódico en el coche y salió al tráfico de New York. Le apetecía estirar las piernas.

En un tono muy bajo, le susurro al compañero "Cuidado" mientras me pego a una pared. Por si se cae algo

Me fijo si en el techo hay la típica trampilla de las películas... y tambien intento "Contar" los pasos. Por si hay una, dos o mas personas caminando en el techo de nuestro ascensor.

Señalo el cartel que hay en TODOS los ascensores "Cuatro Personas, Maximo 300 Kilos" (Sustituir cifras por las correctas :p ) 

"Creo que se ha parado por sobrepeso" susurro, intentando dilucidar CUANTA gente puede haber en lo alto.

Nueva York, Tejado del Madison Square Garden, 11 de Septiembre de 2001, 12:33

Me incorporé apartando el manto de latas vacías y deshechos que me cubría. Había perdido la cuenta de lo que había bebido después del ácido de batería, pero al menos le había dejado bien claro a aquel capullo quien tenía huevos y quien no. 

Y ahora la peña estaba armando un buen follón y no le dejaban descansar cómo era debido. ¿Que putas horas eran aquellas para un partido? Y había un puto robot. Un. Puto. Robot. Allí parado encima del estadio sin hacer nada. ¿Era de decoración o se movía y eso? Agarré una lata y la aplasté con la mano. Me levanté con gesto torpe (sólo me llevó dos intentos) y la arrojé a la tostadora.

- ¡De que mierdas vas, abrelatas!- grité, después de que la lata rebotara en el pecho de la figura.

Daniel pidió silencio poniéndose el dedo en los labios y se concentró en agudizar el oido...

El robot ni siquiera se giró. Tan sólo extendió uno de sus brazos hacia atrás. Una luz azul se materializó en la palma de esa mano, y al cabo de unos instantes, un haz de luz salió disparado hacia ti. El ataque falló por unos escasos diez centímetros de tu cabeza. Fue poco más que un susto. Excepto por lo que pudiste ver detrás tuya. El disparo había alcanzando una torre de agua en la azotea de un edificio cercano.

Donde antes había un armazón de acero, ahora no quedaban ni los restos. Sólo quedaba la parte inferior del armazón, corroída y destrozada. Aparentemente el robot se dio cuenta de que había fallado, porque se dio la vuelta y preparó el otro brazo. Parecía que iba a repetir el numerito del rayo de energía.

Arriba parecía que había dos personas, pues estaban hablando y escuchabais dos voces. Parecían un hombre y una mujer, pero no entendíais ni una palabra del idioma que hablaban. Tras unos cuantos segundos escuchasteis algo que si comprendisteis y que fue bastante más repentino. El sonido del metal partiéndose.

Por el ruido, parecía que se hubieran cargado la puerta del piso que quedaba justo encima de vosotros. Un par de segundos más, y el ascensor se elevó un poco, debido a la bajada de peso. Parecía que quien hubiera estado arriba, acababa de salir. Entonces las puertas del ascensor se abrieron. Estabais ligeramente por debajo del piso al que os dirigíais al principio, puesto que el ascensor quedaba un poco por debajo y se formaba un escalón.

Lo interesante era que las puertas exteriores del ascensor estaban empotradas contra la pared del pasillo del estadio.

Daniel se cubrió el rostro con la capucha de la sudadera y saltó la distancia que lo separaba del suelo de la planta superior con seguridad. Una vez afuera, extendió su brazo hacia el interior para ayudar al otro chico a salir de allí.

-Coge mi mano, tenemos que salir de aquí.

- Esta es tu mierda ¿Eh?- digo, antes de escupir al suelo una sustáncia amarillenta desconocida.- Pues bien, te voy a patear este culo metálico tuyo hasta que no seas más que un montón de chapa para latas, puta tostadora.

Espero a que el rayo esté a punto de disparar y, entonces, salto desde dónde estoy con la intención de caer encima del robot y partirle la cara. Una vez encima de su pecho descargo mi puño sobre esa estúpida cara de máquina de mierda.

- ¿Que dices ahora eh, tío mierda?- le preguntó, sin dejar de golpearlo.

Aquel fue un buen puñetazo... Pero hubo una cosa que no tuviste en cuenta... El tejado del estadio estaba hecho para soportar un enorme peso, lo que causaba una enorme fuerza distribuida entre muchos puntos. Pero tu acababas de causar un impacto de fuerza enorme... En un punto bastante reducido...

El pecho del robot se abolla, pero el techo también se agrieta, y antes de que te des cuenta, estáis los dos cayendo al interior del Madison Square Garden.

El temblor que sentías paró un momento... Y luego aumentó. De hecho cayeron algunos cascotes del techo. Ya no eras la única que lo notaba. Y al cabo de unos segundos, varios trozos del techo cayeron hacia el interior del estadio. ¿Qué podía haberlo roto?

Te pareció ver dos figuras caer junto a los escombros, pero con el polvo no podías ver bien... Cuando por fin se te aclaró la vista, lo primero que viste fue a un niño. Una mujer, posiblemente su madre, estaba atrapada bajo los escombros, y no parecía que fuese a lograr salir de esta debido a sus heridas. Por encima de la cabeza del niño, unos cuantos trozos más del techo amenazaban con caer sobre él.

Saliste, y con cuidado te estiraste un poco antes de comenzar a andar. Lo cual te permitió ver como una especie de haz de luz azul salía disparado del tejado del Madison Square Garden y vaporizaba una torre de agua que se encontraba encima de un edificio.

Debido al completo silencio del haz de luz, que no había emitido ningún ruido al deshacer la torre de agua, el neoyorquino medio, incapaz de levantar su mirada del suelo, ni se había inmutado. Pero aquello... Distaba bastante de ser normal. ¿Primero sectas antiguas y ahora rayos desintegradores azules? Aquello era raro, pero sabiendo que al menos el haz de luz venía del estadio, sumar dos y dos no era complicado.

Fuera lo que fuese, era algo que podía poner en peligro tu inversión.

Sin dudarlo un solo instante Abby se pone en pie y se lanza a la carrera hacia aquel niño y su madre. - Adiós a pasar desapercibida. - Susurra por lo bajo; le había durado poco el jugar a Clark Kent. Salta por encima de quien sea y de lo que sea, llegando lo más rápido posible al lado del niño. - Hola, campeón. No te preocupes, todo saldrá bien. - Nunca había tenido la necesidad de usar sus "habilidades" para algo así, pero cual superhéroe de cómic algo se activó en ella despejando cualquier duda acerca de qué era lo correcto. Embargada por el espíritu aventurero del doctor Richards de los Cuatro Fantásticos (su personaje favorito desde siempre) echa un vistazo al pedazo de escombro que aplasta a la mujer tratando de averiguar cómo levantarlo para causarle el menor daño posible. - Voy a intentar salvar a tu mamá, hazte a un lado por favor. - Nunca había intentado levantar algo así, tan pesado. Sabía que era más fuerte que sus padres pero eso era todo lo que sabía. Era más fuerte que dos personas saludables de mediana edad que hacían un ejercicio moderado. ¿Podría levantar aquel trozo de techo?

Dispuesta a que aquel chaval no se quedase huérfano, Abby intenta levantar los escombros que aprisionan a la mujer.