Partida Rol por web

Menuda mierda de estadio de mierda... ¿Es que la gente no sabe construir con un mínimo de robustez? Nos caímos dentro del estadio y caímos mal. No caer mal de hacerse daño, no, más bien caer mal de que esta mierda de edificio te caiga encima y entorpezca todo.

Que cutrez de sitio.

Agarro el brazo del otro chico y salto fuera antes de que el ascensor se pueda romper.

Del interior de mi chaqueta saco unos trozos metálicos, los tuerzo y retuerrzo... y me hago una suerte de casco o máscara "No puede ser nada bueno ¡Vamos!"

Nathan Faust abrió los ojos de par en par, y no era alguien fácil de sorprender. Para ser una criatura que llevaba en la Tierra desde que los primeros hombres comenzaron a edificar las pirámides y hombres autodenominados Dioses se alzaban sobre tronos de oro, podía decir que había visto todo lo que podía ofrecerle ese mundo. Y sin embargo, acababa de ver cómo un objeto tan grande se desintegraba ante sus ojos. Y lo peor era que el haz de luz que lo había volatilizado provenía del mismo lugar donde se iba a mostrar la tecnología que cambiaría el mundo. Sólo una idea se pasó por su cabeza, y es que algo, o alguien, había llegado a la Tierra. Y sólo conocía un lugar que podía albergar poderes de esa clase.

- Llama a Catherine, dile que tenga un traje preparado en la presentación para cuando llegue – dijo al chófer, mientras se quitaba la chaqueta y la lanzaba al asiento trasero. Si iba a tener que moverse rápido, necesitaba estar cómodo.

Conocía la ciudad desde que se llamaba New Amsterdam, así que sabía cómo moverse por esas calles sin necesidad de atravesar las grandes avenidas. Corrió hacia una de los callejones laterales y abrió la conciencia a los poderes mágicos que moraban en su interior. Disfrutó con las corrientes energéticas que recorrían cada rincón de su cuerpo, haciéndole estremecer, y crujió violentamente su cuello para desentumecerlo. ¿Cuánto hacía que no usaba sus arcanos poderes? Echaba de menos el inmenso poder que enarbolaba en su mundo natal, pero para la Tierra era más que suficiente.

Mientras corría, extendió la mano ante él y sintió cómo el espacio se plegaba a su voluntad para ayudarle a recorrer la distancia que le separaba de su objetivo. Tendría que hacerlo varias veces, pero entre la velocidad que alcanzaba corriendo y los portales mágicos, llegaría en apenas un suspiro.

La chica tuvo que dar un paso hacia atrás para no caer, chocando con una persona que iba pasando, apretó los ojos y se llevo una mano a la frente, parecía estar enfermando de repente, su piel se torno mas pálida y los ojos se le hundieron, tenia una sensación indecible, el mundo parecía dar vueltas a su alrededor, dio unos pasos hacia el frente y se recargo con la mano libre contra el cartel, elevo la cabeza y miro el cartel, su mano había cubierto la foto de la doctora, aparto su mano para verla por un momento antes de arrancar el trozo de papel, lo aplasto en su puño y lo lanzo a un lado.

Apretó los puños y respiro profundamente, su aspecto general volvió lentamente a la normalidad, pero sus ojos ardían con la sed de venganza, comenzó a caminar en dirección a donde sería la presentación.

Para tu sorpresa, no tienes el más mínimo problema en levantar los escombros y echarlos a un lado. Tu sorpresa es mayúscula. Especialmente cuando te das cuenta de que estás levantado trozos de hormigón armado que posiblemente pesen más de una tonelada. Con una mano.

Sin embargo este no es momento para dejarse llevar por la sorpresa. La mujer está libre, pero el peso de los escombros le debe de haber partido varios huesos, incluyendo alguna costilla. Y por el rabillo del ojo puedes ver una figura de más de 3 metros levantándose del suelo...

Parece que va a ser un día ajetreado.

Los escombros te sepultan rápidamente. El problema no es tanto que pesen mucho sino que son varios trozos distintos de techo que deben ser levantados uno a uno. Poco a poco te los vas quitando de encima, y logras al menos poder ver lo que ocurre.

El sitio está lleno de polvo y no se ve bien, pero hay heridos y no ves ni rastro del robot. Lo que si que puedes ver es a una chica con una sudadera ayudando a una mujer. La mujer está herida, y hay un niño con una camiseta de AC/DC a su lado llorando.

Lo que ellos no pueden ver es que no todo el techo ha terminado de caer, y parece que uno de los trozos de techo está a punto de caer directamente sobre ellos.

Es agotador crear tantos portales seguidos, pero al cabo de un rato estás frente al Madison Square Garden... Y notas un temblor. Desde donde estás eres capaz de notar que parte del techo se ha hundido. ¿Qué puede haber pasado para que la estructura colapse?

El tráfico había quedado colapsado, con varios camiones viéndose obligados a detenerse por el temblor. Parece que por fin algo ha logrado captar la atención de los neoyorquinos.

La suerte parecía estar de tu parte. O no, depende del punto de vista. Porque cuando llegaste a las gradas sentiste un temblor y pudiste ver como parte del techo caía. El polvo lo cubría todo, y sólo gracias a tu espectacular sentido de la vista seguías siendo capaz de ver lo que ocurría.

Una joven con sudadera, cuya piel, en una segunda inspección, parecía recubierta de pequeñas microescamas de tono azulado, levantaba un trozo de hormigón armado que había caído sobre una mujer. Un tipo de pelo oscuro, atrapado debajo de unos escombros, se iba haciendo camino rápidamente, pateando trozos de acero y hormigón. Una especie de robot de tono azul y dorado se levantaba, moviéndose hacia el reactor de fusión del centro del estadio, y al fondo, en el otro extremo del estadio, dos figuras vestidas de negro con trajes de comando se habrían paso entre la multitud para llegar hasta abajo.

Tuvisteis suerte. Nada más salir, hubo un fuerte temblor y el ascensor cayó. Los frenos de emergencia lo pararon antes de llegar al suelo, pero cualquiera que hubiera estado dentro hubiera sufrido un fuerte golpe.

Con el temblor, una nube de polvo llegó hasta el pasillo, entrando por la puerta que daba a las gradas. El circuito interno que retransmitía por los pasillos lo que pasaba en el interior parecía haberse averiado, puesto que las pantallas estaban apagadas.

Al cabo de unos segundos, pudisteis escuchar algo. Como el sonido de una radio retransmitiendo... Y entre el polvo pudisteis vislumbrar unas figuras... El uniforme era de comando, pero no eran los SWAT... Y de momento no parecía que os hubiesen visto... ¿Quiénes eran? ¿Y qué era el brazalete blanco y rojo que llevaban en los brazos? Tenía una especie de símbolo en negro, pero no se veía bien.

Las sospechas de que algo de otra dimensión había entrado en ese mundo cada vez eran más fuertes, y un nombre ancestral empezó a resonar en su mente. Desde que había escapado de aquel reino al que muchos llamaban El Infierno, temía que tarde o temprano Astheon, su lugarteniente traidor, encontrara la manera de volver a buscarle. Pero con el paso de los siglos se olvidó de él, centrándose en sus propios asuntos. Ahora temía que él o uno de sus guerreros había aparecido.

Si era así, vendería cara su piel.

Pasó la mano por su rostro, adquirió el aspecto y el uniforme de un agente de policía, y entro en el edificio aprovechando el desconcierto general. Prefería que nadie supiera que alguien tan conocido como Nathan Faust estaba inmerso en una situación como aquella. Lo primero era saber qué estaba pasando, y lo mejor de todo, si podía beneficiarse.

Aquello… ¡Aquello era extraordinario! Esperaba poder mover algún cascote grande o quizá apartarlo lo suficiente como para que aquella mujer saliera de debajo, sin embargo había… - Hala… - Mira a un lado y a otro, buscando a alguien que se hubiera percatado de su hazaña. Pasar desapercibida, suspendido. – Vale, ahora… - Primeros auxilios, paso a paso. Lo primero que hace Abby es quitarse los guantes, dejando sus palmeados dedos al descubierto. – Ahora voy a practicar primeros auxilios a tu mamá. – Le dice con voz tranquilizadora al muchacho, aunque en verdad a quién trata de tranquilizar es a si misma. – Primero hay que ver si está consciente. ¿Cómo se llama tu mamá? – Comprueba si está consciente llamándola por su nombre, si no consigue nada le abre los párpados y comprueba las pupilas. – A continuación hay que comprobar si respira. – Coloca su mano en la boca de la mujer y el oído en el pecho, buscando el aliento. – Luego nos cercioramos de que tiene pulso. – Dos dedos en el cuello, sobre la arteria carótida. – Vale... Si respira y tiene pulso nos preocupamos por sus heridas. – Abby le palpa la costilla rota, tratando de averiguar si la herida pone en peligro la vida de la mujer. Luego busca otras heridas y huesos rotos, analizando la gravedad de su estado. Si no entraña riesgo para su condición transportarla, Abigail la levanta en vilo con suma delicadeza y la saca de allí. – Venga, cariño, nos vamos de aquí. – En todo momento trata de centrar la atención del muchacho en ella, no quiere que le dé el ataque de pánico que está empezando a darle a ella si ve el mastuerzo de tres metros que se está levantando del suelo… 

Lo principal era alejar madre e hijo de aquella mole.

¿Acaso el doctor Rivas había mandado invitaciones a todos los raritos de la nación?

"Un comando armado. No es la seguridad del evento, sino un comando armado" le susurro al compañero.

"No podemos quedarnos sin hacer nada..." dicho esto, abro mi mochila, y me pongo unos cuantos circuitos a modo de brazal, y unas placas en el pecho... Todo se ve como si se hubiera hecho en un garaje.

Daniel estaba a punto de entrar en el trance que precedia al camino de la araña cuando el otro chaval hablo y empezo a ponerse unos extraños cacharros encima de su cuerpo. Aquello amenazo con romper su concentracion pero su adiestramiento dio fruto y Daniel consiguio aislarse de lo que hiciera aquel tipo, por extraño que fuera.

Daniel ejecuto una serie de katas y pronto sintio como su cuerpo entraba en sintonia con la energia que la tarantula le conferia. Hasta sus ojos cambiaron y sus pupilas se dilataron, haciendo parecer un tiburon. Habia invocado a la tarantula y sintio como el poder del amuleto recorria su cuerpo. Cuando hablo, hasta su voz habia cambiado.

-No lo haremos.

Empujo el último pedazo de hormigón que me sepulta. Mierda de robot, el cabrón se ha escurrido mientras podía. Así aprenderá a meterse con tipos de su tamaño. Veo un pedazo de techo que está a punto de aplastar a una mujer y su hijo. Tampoco es plan de dejar que mueran como cucarachas. Para un puto niño que crece con un poco de gusto musical en este jodido país...

Me adelanto gruñendo e intento interceptar el trozo de techo que cae. Lo sostendré para que puedan apartar la señora, o ese es el plan.

Se detuvo un momento cuando sintió como el lugar se sacudía al poco tiempo parecía que se había declarado una zona de guerra, el techo colapsaba y la gente comenzó a correr, una nube de polvo se levanto y lo cubrió todo, sus implantes se activaron y pudo ver a varios personajes que destacaban entre le resto, no les dio importancia y continuo avanzando manteniendo un perfil bajo.

La venganza la había cegado, analizaba todos los rostros que podía ver mientras esquivaba a la multitud y saltaba agilmente los escombros grandes. Lo único que le importaba en ese momento era encontrar a la doctora.

Aquello fue todo muy rápido. Abby estaba acabando de aplicarle los primeros auxilios a la joven caída cuando un notó una vibración y se fijó en que había una sombra sobre ella. Dark Rage a duras penas había logrado llegar a tiempo para sujetar el trozo del techo que se cayó sobre la joven y el chiquillo.

Con su madre estabilizada y aparentemente a salvo, el niño sonreía por fin, con una mirada de admiración hacia sus salvadores, con los ojos abiertos como platos como un niño en Navidad.

Sería una escena digna de foto de portada de periódico, si no fuera porque el robot que había caído seguía en las inmediaciones, buscando algo entre los restos del reactor destrozado.

Según te acercabas con tu disfraz de policía te diste cuenta de algo. Llevabas cientos de años observando como la Humanidad se esforzaba en crear una burocracia cada vez más compleja y lenta. Y sin embargo ya había furgones negros de operaciones especiales. Era muy extraño. Más todavía cuando te diste cuenta de que el símbolo que llevaban los furgones no era el de los SWAT.

Y de hecho no era un símbolo que esperases encontrar en el centro de Nueva York. No habías tenido excesivo contacto con las dos Guerras Mundiales, pero habías tenido que asistir a decenas de cenas de la alta sociedad, donde habías tenido que escuchar las batallitas de generales retirados y estúpidos obsesionados con las teorías conspiratorias más ridículas acerca del régimen nazi. Ahora mismo te venía a la cabeza el nombre de un tal Nick MacNamara cuyas teorías juzgaste demasiado rápido.

Si la descripción que aquel hombre, un historiador cuyo padre fue comando paracaidista en la Segunda Guerra Mundial, era correcta, el símbolo de aquellas furgonetas, una calavera de cuya cuenca ocular salía una serpiente, era un tatuaje que varios miembros de una llamada "División de Asuntos Especiales" de las SS llevaban. Una especie de muestra de que pertenecían a un grupo cerrado. Podía ser casualidad. Pero estás cosas no solían serlo. Ojalá hubieras prestado más atención a aquel idiota...

Comenzaste a buscar. No veías a la doctora por ningún lado. Era posible que hubiese huido entre el caos... Pero viste algo que te llamó más la atención. Por el otro extremo del estadio estaban entrando unos comandos. En los brazos llevaban brazaletes con el símbolo de un comando de élite que conocías demasiado bien.

Eran la División de Asuntos Especiales. Herederos de un comando de élite nazi, eran el brazo armado de la organización que te había convertido en lo que eras. Si estaban aquí para sacar del tumulto a sus científicos, tal vez sería buena idea seguirlos... Si es que podías controlar la rabia acumulada, claro.

Un gran pedazo de techo está a punto de aplastarlos cuando... - ¡Ah! - Un hombre algo y con una melena azabache los había salvado. Abby se queda contemplándolo anonadada.  - Gr... Gracias. - Consigue mascullar mientras se cala la capucha de su sudadera verde, ahora cubierta de polvo, ocultándose el rostro. En la sudadera de la chica se puede ver aún el dibujo de un marino con un timón entre las manos, mascota de la universidad Machias de Maine.

Con sus espaldas cubiertas gracias al hombre melenudo Abby se lleva a la madre y a su hijo a un lugar apartado y seguro donde no haya un gran cascote a punto de caer sobre sus cabezas. - Ahora sé fuerte y cuida de tu mamá. - Le da un besote en la frente al muchacho y vuelve junto con al hombre que los salvó, tratando de buscar a más gente en apuros. Se sentía obligada, había descubierto algo en su interior que nunca supo que tenía. Necesitaba cerciorarse de que no había nadie en peligro antes de ponerse a salvo ella misma... - ¿Qué...? ¿Qué es eso? - Dice señalando la mole que hurga entre los despojos del reactor.