Partida Rol por web

Clive tamborileaba con los dedos sobre sus muslos, con impaciencia, deseando llegar al primer lugar que les había mostrado el cubo. Esa casa moderna, de grandes ventanales... y la carretera le incomodaba. Pero, ¿qué iba a suceder cuando llegaran? ¿Llegarían acaso?

Todavía podía notar las sensaciones vívidas que les había hecho vivir su poliédrico amigo. Todavía en su cabeza seguía el eco de Springsteen taladrándole la moral. Sus manos se crispaban al pensarlo y su ceño también se fruncía al sentir el dolor virtual de las balas. Miró de reojo al cubo... ¿se estarían equivocando al tomar ese camino? ¿No se lo advertiría su "amigo"? ¿Acaso ya se lo había advertido?

- Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas -se le escapó en un susurro.

Cuando Helen se detuvo, Clive se alzó del asiento para ver mejor, desde la parte de atrás del vehículo. La casa estaba plantada en medio de la nada... sin generadores de electricidad cerca... pero con una luz que iluminaba el camino como un faro en la negrura de la costa, y que parecía bastante potente.

- Llamadme gallina, pero yo no soy partidario de detenerme a comprobar si los que "viven" ahí van a colaborar con nosotros o no... -miró alrededor buscando las opiniones de los demás-. Quisiera pensar que es cautela...

Y quizá fuera solamente cautela, pero los cables arrancados, la silla ensangrentada y la voz rasgada de The Boss constituían un cuadro que aún le ponía tenso. "La estás cagando delante de la pelirroja, Owens. Monumentalmente, además".

- Personalmente, si me dedicara a alguna actividad de la que no quisiera que nadie supiera, me haría con un lugar así. Y no creo que sea una base secreta del gobierno, porque en ese caso Smith lo sabría, ¿me equivoco? Tampoco parece un sitio que pueda cobijar a mucha gente, así que no puede ser un punto de reunión de alguna secta... es decir, si al final decidimos acercarnos, no creo que cuenten con muchos más que nosotros. ¿Qué os parece? ¿Raf?

- A mí tampoco me hace mucha gracia detenerme a ver quién hay ahí. Pero, en contrapartida, dudo mucho que podamos pasar por delante con el coche sin que se den cuenta. -Raf estaba envuelto en las mismas dudas que su compañero, y no sabía cuál sería la mejor elección.

Si suponemos que los de esa casa están relacionados con los de la mansión del lago, eso supondría que se nos acabaría el factor sorpresa y que ya nos podemos preparar para el bonito comité de bienvenida que tendremos cuando lleguemos a nuestro destino.

Y si no lo están... bueno, en ese caso no me imagino qué pueden estar haciendo ahí.

Tras todas estas reflexiones en voz alta, el indio vio que necesitaba dar una opinión concreta si quería aportar algo al dilema.

- Helen… ¿es cierto lo que digo? ¿Cree usted que hay alguna posibilidad de pasar con el coche sin ser detectados? Porque, si no es así, yo lo dejaría aquí mismo y me acercaría caminando hasta la casa, de la forma más cautelosa posible.

Y es que, además, estaba el detalle de la luz de la casa que resplandecía indiferente a la niebla que les rodeaba y la -otra vez- repentina calma que se producía alrededor de ella. Aquellas alteraciones meteorológicas a las que no era capaz de encontrar explicación avivaban su curiosidad científica.

- ¿Y tú, chico? ¿Qué opinas? -le preguntó al cubo, en uno de esos infantiles arrebatos tan propios de Raf.

Tras la frase de Raf, Helen apaga el motor del vehículo. Mirando al frente considera las opciones que Smith propone y las sugerencias y preguntas de los otros dos hombres.

- Pasar por delante con el coche sin ser vistos es imposible - dice tajante, en un tono neutro y con la vista fija en el lugar, con el ceño fruncido -. Por otro lado, es el único camino viable con el vehículo. Si queremos seguir a motor, hay que pasar frente a esa casa.

No le hace falta mirar a los bosques que os rodean... Parece imposible encontrar un sitio despejado por el que bordear con el vehículo este obstáculo, y en pocos segundos Smith, que ha visto los mapas antes, confirma la afirmación de Helen. La mujer echa la vista atrás tras la pregunta de Raf al objeto. Sus arrebatos podrán ser considerados extraños, pero entre el científico y el objeto parece haberse creado poco a poco un vínculo que solo ellos dos conocen. A pesar de ello, el caprichoso cubo parece no querer añadir nada más a lo que ya os mostró antes.

- Lo único que se me ocurre es bajarnos del vehículo y llevar el cubo a pulso con nosotros hasta esa casa. Suena agotador, pero sería la única manera de internarnos entre los árboles.

Smith interrumpe a la mujer para matizar que a pie y cargando el cubo, llegar hasta la casa os llevaría una hora con condiciones óptimas de tiempo. Con el vendaval, quizá incluso dos.

- Ya veo... - contesta la mujer al agente -. Suena agotador, pero creo que plausible. Otra cosa que se me ocurre es acercarnos con cautela al edificio y echar un vistazo. Con suerte está vacío - parece que ni siquiera ella se cree eso, pero siempre es una posibilidad -. Y si no lo está, quizá podamos hacer algo para distraer a quien esté allí. ¿Qué decís? ¿Os sentís suficientemente fuertes como para andar el camino, o tratamos de despejar la ruta?

Raf consideró las dos opciones que proponía Helen. A él mismo tampoco se le ocurría otra distinta, siempre y cuando Clive no insistiese en la posibilidad de no detener la marcha, lo cual también estaba dispuesto a reconsiderar.

- Creo que cargar con el cubo nos retrasaría demasiado, además de acabar con las pocas fuerzas que nos quedan, a mí al menos. Sin tener un motivo concreto para hacerlo, tal vez lo mejor sería ir a echar un sigiloso vistazo.

Y quizás no es necesario que vayamos todos, alguien podría quedarse aquí con el cubo. Y en el caso de que no hubiese nada alarmante, podríamos avisarle de que arrancase el coche y se acercase a la casa para recogernos. -Raf pensaba en una llamada perdida con el móvil, si no era suficiente el contacto visual.

Miró a Helen, la conductora oficial del grupo, a ver si ella estaria dispuesta a hacerlo. También miró al cubo y se sorprendió sintiendo una incómoda sensación al pensar en separarse de él.

Desde el asiento delantero, Helen fija su vista en Raf, consciente del riesgo que supone este paso. En su mirada se puede percibir cierto temor. Conociendo a la mujer, quedarse sola en el vehículo no es una tarea que le pueda asustar, así que es más probable pensar que sea el pensamiento de poder perder a alguno de sus compañeros. En los últimos días Helen ha sacrificado muchas cosas y ha dejado atrás a demasiada gente como para pensar en perder a las pocas personas que quedan a su lado.

- Estoy de acuerdo. Llevo horas al volante, y no hemos dormido desde quién sabe cuándo. No podemos permitirnos agotar nuestras últimas fuerzas en ese paseo - la mujer suspira hondo y la determinación se refleja en su rostro -. Yo me quedaré aquí con el cubo. Con cualquier cosa, avisadme al teléfono; aquí parece que tenemos cobertura.

El hecho de que en este lugar, en mitad de la nada, haya una señal móvil excelente, es tan alarmante como que alguien haya instalado una casa prefabricada en mitad del bosque, junto a una carretera secundaria por la que parece que nadie viaje nunca.

- No os expongáis ni os dejéis ver. Pero si algo ocurre, corred hacia el vehículo. Prefiero que sepan que estamos aquí pero salir de este lugar todos juntos, que tener que abandonaros a vuestro destino.

Clive asintió ante las palabras de Raf, con las manos apoyadas sobre las piernas. Una cosa era escribir novelas, dar forma a unos personajes que asumían sin dudar grandes riesgos para conseguir pequeños fragmentos de información, y otra cosa muy distinta era vivir esta situación en primera persona. Sin embargo, su compañero tenía razón. Todos estaban demasiado cansados como para andar desde aquí hasta su destino. La única solución pasaba por comprobar el lugar y tratar de cruzarlo sin demasiados problemas.

- Entonces Raf, Smith y yo nos acercaremos con cuidado a ese lugar y echaremos un vistazo. Si tenemos suerte y está vacío - las expectativas de que esto ocurra son mínimas, pero Clive mantiene todavía una ligera esperanza. Al fin y al cabo, en el control de peaje se sentía constantemente amenazado y aquí estaban todos sanos y salvos. "Born in the USA". La melodía, familiar y a la vez, sin saber por qué, escalofriante, seguía resonando con fuerza en la cabeza del escritor.

- Y si necesitamos tu ayuda te lo haremos saber también. Pero como ha dicho Raf, creo que no deberíamos dejar nunca el cubo solo. Por tanto, salvo que nos encontremos con una situación crítica, no deberíamos hacer eso, ¿verdad? - pregunta a los dos hombres que van a acompañarle, mientras se estira y abre con cuidado la puerta del vehículo para acabar esto cuanto antes.

Raf abrió la otra puerta dispuesto también a bajar del vehículo, viendo que finalmente iban a acercarse a la casa para investigar quién podía habitarla.

Se giró para mirar al cubo, que descansaba plácidamente en la parte de atrás de la furgoneta, y se despidió en silencio de él. Por unos instantes pasaron rápidamente por su cabeza múltiples escenas de su vida reciente y sintió el peso del giro brusco que ésta había tomado. Quedaban ahora tan lejos sus recuerdos del Instituto Max Planck, de su preparación como astronauta, que le parecía como si nunca hubiesen sido verdad y que toda su existencia hubiese vivido envuelto en la pesadilla actual.

- En fin... -se dijo, tratando de apartar el desánimo y preparándose mentalmente para su nueva faceta de sigiloso explorador.

El último en abandonar el vehículo es Terence Smith, que deja su preciado ordenador sobre el asiento que ocupaba. Con la mayor cautela posible, cierra la puerta del vehículo, dejando sola a Helen, que observa preocupada desde el otro lado del cristal. Rápidamente toma la iniciativa, pues parece el más preparado para este tipo de situaciones.

Paso a paso, conteniendo el aliento, os acercáis hasta la solitaria estructura, iluminada en su interior. Siguiendo los pasos de Smith, evitáis las ventanas y el contacto directo con quien pudiera haber allí, buscando la cobertura de los árboles que rodean el lugar. La total ausencia de viento y sonidos es absolutamente desconcertante. Las hojas de los árboles permanecen quedas, sin nada que las agite, y los animales nocturnos parecen haberse puesto de acuerdo en hibernar esta noche.

Salvo en el caso del agente de la NSA, la discreción no es la especialidad del grupo, y en varias ocasiones pisáis en el lugar equivocado, a lo que Smith se gira con rostro preocupado. Esperáis que la distancia con el edificio y las ventanas cerradas sean suficiente para que vuestros sonidos no lleguen hasta los posibles habitantes.

Una vez alcanzáis la parte trasera del edificio, podéis percibir un ligero murmullo. Prestando atención podríais asegurar que son dos personas hablando en el interior, pero a pesar de la aparente fragilidad de las paredes, a duras penas podéis distinguir alguna palabra de la conversación.

En la pared a la que habéis llegado hay una puerta que conduce al interior, y junto a ella una pequeña caja metálica en la que entra un cable negro que se pierde en la distancia.

- Pues la casa sí que está habitada... -comentó Raf tras oir las voces, con un tono que debería sonar decepcionado, pero que no lo era por ser eso lo esperado.

El indio se preguntaba ahora si haber abandonado el coche había sido realmente una buena idea. ¿Qué había pensado encontrar allí? ¿Una vivienda deshabitada? ¿Una afable pareja de ancianitos, retirados del mundo exterior hartos del frenesí de la vida moderna? Realmente siempre había sabido de lo arriesgado de la decisión, pero era ahora cuando empezaba a notar el atenazamiento del miedo y las dudas.

Trató de tranquilizarse. Si de algo debía servir aquella incursión, pasaría primero por saber quién habitaba la casa. Era una lástima que no se entendiese nada de los murmullos que traspasaban las paredes.

Observó la puerta. ¿Quizás, si entrasen...?

- ¿Qué creen que es esa caja de ahí? -preguntó- ¿Algún tipo de dispositivo de alarma conectado a la puerta?

Quizás pudiesen rodear el edificio, a ver si desde otro punto se escuchaban mejor las voces, pero, por la pregunta que hacía el científico, parecía que él estaba por abrir esa puerta.

Jeremy observó con atención la caja metálica, y su vista sigue hacia arriba, por el camino que traza el cable negro. Durante unos segundos dudó, para luego contestar a Raf.

- Parece un sistema de alimentación de alto voltaje. Generalmente estas casas prefabricadas tienen un pequeño cuadro de fusibles, pues no necesitan demasiada electricidad. Pero parece que aquí han instalado un sistema de alta potencia. Ahí dentro podrían tener cualquier cosa: servidores en rack, ultra-congeladores, maquinaria de taller... Lo que es seguro es que si tocamos eso, se van a enterar que estamos aquí. Aunque dejaremos todo a oscuras - añade con un toque optimista, para barajar todas las posibilidades.

Consciente de la inhabilidad de sus compañeros en el sigilo, y dado que saber quién está dentro de este lugar y qué hacen, Smith da un paso al frente y se ofrece para acercarse a una de las ventanas y escuchar mejor, e incluso tratar de otear en el interior

- Si os parece bien, esperad aquí en silencio. Si por casualidad me descubrieran, arrancad ese cable. Así al menos podríamos dejarles a oscuras. Otra opción es abrir y entrar directamente, no parece que tengan ningún dispositivo de alarma - concluye tras echar un vistazo a los bordes de la puerta y tantear la cerradura.

La situación está fuera del control del escritor, acostumbrado a tareas que requieran más el uso del intelecto y no de las pericias. Supone que es también el caso del indio, así que no hace ninguna mención a sus miedos. Avanza con cautela junto a sus compañeros, y deja que sea Smith quien tome la iniciativa. Ante las propuestas de sus compañeros, se acerca hacia la puerta tratando en vano de escuchar en su interior. Evidentemente, la única manera de recabar más información es la propuesta por el agente secreto. Una vez este se ofrece para inspeccionar la parte frontal de la vivienda, Clive asiente sin dudar.

- Creo que es lo mejor. Abrir esta puerta sin saber qué vamos a esperar dentro me parece un suicidio anunciado. En caso de que la situación parezca manejable, entonces podemos entrar y... - "¿Utilizar la fuerza? ¿Inmovilizar, o peor aún, matar a quien esté dentro?" Cualquiera de las opciones se antojaban de novela al escritor. Y desgraciadamente, nunca había protagonizado en vivo uno de sus libros.

- Y, como dices, en caso de que te vean, nos deshacemos de las luces. Aunque creo que, si no me equivoco, eso no evitará que avisen por teléfono a sus compañeros, ¿no?

El escritor echa un vistazo a Raf, por si él tiene algo que añadir.

El indio comprendió las explicaciones que daba Smith y casi estaba ya con la mano en el pomo de la puerta cuando las reticencias mostradas por el propio agente y por su compañero escritor le echaron para atrás.

Asintió al plan propuesto por Smith y se quedó junto a la puerta, a la espera de que éste tuviera el cuidado y la fortuna de no ser descubierto y de averiguar algo que arrojase algo de luz a la situación que tenían entre manos. Cerca del cable, por si era necesario pegar un tirón.

Ante el gesto de Raf, Smith cogió aire y, con suma cautela, comenzó a deslizarse sobre la hierba. Cada paso del agente parece ser absorbido por la noche, cada gesto es totalmente discreto. Si no le estuvierais viendo, ni tan siquiera podríais percibirle por su respiración.

Paso a paso, poco a poco, Terence Smith consigue acercarse hasta una de las ventanas. Se apoya sobre sus manos, agazapado, y con cautela otea el interior del edificio. Inconscientemente contenéis el aliento mientras el agente hace su trabajo, como si cualquier ruido, por pequeño que sea, pudiera distraerle y tirar por tierra todo su esfuerzo. Cuando el hombre da media vuelta y vuelve hasta vosotros suspiráis, dejando salir toda la tensión. Al llegar hasta vosotros, vuestras miradas expectantes le instan a informaros con presteza.

- Son solo dos hombres, aunque bastante corpulentos. El interior parece el de una casa normal. Tienen su cocina, su mesa y una habitación con dos camas. En un lateral de la casa tienen un ordenador conectado a varias pantallas, que recibían la señal de cámaras. Si no me equivoco, una está grabando el camino por el que tenemos que pasar - como es costumbre en él, el agente es directo y generoso en detalles -. Las otras... No he podido reconocer el lugar, aunque una de ellas parecía filmar la entrada de la mansión hacia la que nos dirigíamos. Creo que estos hombres están aquí para vigilar este camino. Si no me equivoco, si nos vieran avisarían a los que están en nuestro destino. Si queremos evitar eso, o bien desactivamos las cámaras para que no nos vean, o los silenciamos.

A veces, el hombre es demasiado directo para vosotros. ¿Está sugiriendo lo que parece? Su siguiente pregunta, os saca de dudas.

- Raf, Clive... - Dice con un tono de voz sereno, y que trata de transmitiros tranquilidad - ¿Alguna vez habéis matado a alguien?

En un primer instante Raf estuvo a punto de sonreír pensando que Smith tenía un sentido del humor algo particular, y que la pregunta era una especie de broma al más puro estilo de los agentes secretos. Pero enseguida se dio cuenta de que iba totalmente en serio y del auténtico significado que adquiría el verbo 'silenciar' en boca de aquel hombre.

Tragó saliva y negó con la cabeza, incapaz de dar un no por respuesta.

Barajó las dos opciones propuestas; lo de intentar pasar desapercibidos saboteando las cámaras era menos violento, pero no lo acababa de ver claro.

- Supongo que aunque consigamos desactivar la cámara que da al camino, ellos se darían cuenta ¿no? Y, además, puede que haya otras más adelante, con lo cual salvar ésta tampoco nos serviría de mucho. Creo que acabarían por vernos de todas formas.

Además, si consiguiésemos tener acceso a esos monitores…, -pensó en voz alta- quizás obtuviésemos alguna información importante de la mansión a la que nos dirigimos, una idea de lo que se cuece por allí en estos momentos que nos podría ser de gran ayuda.

Así que, por sus palabras, parecía que Raf se decantaba por la opción del “silencio”, aunque prefería que ese silenciamiento no fuese irreversible.

- Quizás si estropeamos la cámara… tal vez salgan a ver qué pasa y podríamos tenderles alguna trampa, dejarles sin sentido de un golpe, o algo así… -dejó caer, a ver si cabía la posibilidad de no llevar la violencia hasta sus última consecuencias.

Las palabras del agente estremecieron a Clive. Todo lo que el hombre propone parece sacado de una película. "¿Silenciar? ¿Si he matado?". La cabeza del escritor vuela e imagina la escena que Smith propone. "Imposible. No podremos hacerlo".

Quizá el hombre sea un agente experimentado, acostumbrado a verse en este tipo de situaciones en su vida diaria. Pero ha pasado el tiempo suficiente con Raf para saber que tanto el investigador como él mismo no son personas de acción. Todo acabaría mal. Ha escuchado demasiadas historias para saber que matar no es fácil. Que en el momento crítico se puede fallar al apretar el gatillo. "Sería un desastre".

Raf es más rápido que él en la respuesta, y agradece su idea. Con presteza, el escritor se posiciona del lado del indio.

- Sin duda, sería mucho mejor. Podemos desactivar las cámaras, romperlas, lo que sea. Algo que les fuerce a salir a echar un vistazo, ¿no? - dice con la voz entrecortada, todavía afectado por la idea de Smith -. No creo que den la alarma por cualquier tontería, saldrán a mirar antes. Y como Raf dice, podríamos golpearles, dormirles, lo que sea. Pero si podemos evitar un mal mayor... 

Todas las horas que han pasado no hacen más que vaticinar graves consecuencias para todos. Parece como si el fin mismo de la raza humana se acercara cada vez más. Y al parecer, solo ellos se encuentran en la posición para solucionarlo. ¿Y lo van a hacer matando? ¿El fin justifica los medios? Si se puede evitar el derramamiento de sangre, desde luego que ese es el camino.

- ¿Qué os parece si disparas a la cámara, Smith? ¿Eso les haría salir? O quizá conozcas otra manera... ¿Algo con los cables? ¿Podrías desactivarla?

Mientras los dos proponíais vuestras ideas, la mente de Terence las procesaba rápidamente, analizando los pros y contras. Su mano, inconscientemente, se dirige mientras tanto a su costado izquierdo, donde podéis ver el contorno de un arma cuando aprieta su mano contra ella. Parece como si el hombre se estuviera preparando mentalmente para apretar el gatillo en cualquier momento.

Cuando Clive termina, echa un vistazo atrás, hacia la cámara.

- El cableado irá probablemente a través del muro o pegado al tejado. Eso quiere decir que me verían cortar los cables, si es que no van por dentro de las paredes. Y todos los controles están en el interior, así que si quiero desactivar la cámara lo único que puedo hacer es arrancar estos cables y dejarles sin energía dentro. - dice, considerando primero la última propuesta del escritor -. Eso probablemente sería demasiado, y quizá tengan alguna forma de alertar a sus compañeros antes de salir a comprobar qué ocurre. Otra opción es cortar la luz y entrar inmediatamente, pero creo que se desataría una escena caótica ahí dentro y podría suceder cualquier cosa.

El hombre, concentrado, pasa a analizar directamente la otra opción iniciada por Raf y extendida por Clive.

- Sería lo suficientemente silencioso para que no supieran que la he disparado - dice sin conectar su frase con la conversación anterior, mientras levanta su chaqueta, dejando a la vista el arma -. Pero para hacer eso tendría que ir hasta allí.

Alza la mano para señalar unos árboles que quedan entre el coche donde Helen espera y vosotros. Smith tendría que alejarse una distancia que le impediría muy probablemente esperar en la puerta a los hombres que probablemente saldrían a comprobar lo que ocurre.

- Si queréis sorprenderlos en cuanto salgan, tendríais que esperar junto a la puerta. Si os veis capaces de dejarlos KO de un golpe, sería lo más rápido y seguro. Cualquier rama sólida haría un buen trabajo. Si tenéis dudas respecto a si podéis hacerlo los dos solos, podemos escondernos los tres allí, desde el sitio donde debo disparar. Entonces trataríamos de sorprenderlos mientras analizan la cámara. Eso, sin embargo, requiere precisión y silencio, aunque estaré con vosotros en el momento de la sorpresa.

Clive, atento a la idea del agente, busca con su mirada a su alrededor. En el bosque no le es difícil dar con algunas ramas de aspecto bastante sólido que podrían servir para aturdir a los hombres de el interior. La idea de llevar a cabo la tarea con éxito, sin embargo, se le antoja mucho más complicada.

- Lo de esperar todos aquí no me parece demasiado viable, Smith - dice casi en un susurro, como si los hombres de la casa hubieran salido ya al exterior para analizar la cámara -. Tampoco estoy demasiado seguro de si será fácil cogerles por sorpresa mientras salen por la puerta, pero desde luego lo veo más sencillo.

Mientras Raf decide si esa es la opción más adecuada, da unos pasos para coger dos de las ramas que ha visto. Las sopesa entre sus manos para comprobar si son suficientemente duras y manejables, con evidente nerviosismo. Vuelve al grupo con las armas improvisadas, y le tiende una a Raf.

- Bueno, aquí estamos el científico y el escritor, haciendo de matones - bromea con poco éxito, tratando de rebajar la tensión -. ¿Entonces nos ponemos allí, Raf? - concluye, señalando hacia la puerta.

Raf miró las dos ramas que tenía Clive en la mano. Aunque lo de aturdir a los dos hombres de un golpe lo había propuesto él, ahora que veía que la opción iba en serio le entraron las dudas. ¿Sería capaz de atizar en la cabeza hasta dejar sin conocimiento a uno de ellos? ¿No le temblaría el pulso a última hora? ¿No era todo aquello una locura y un sinsentido?

Sin duda, se dijo. ¿Pero qué remedio quedaba, qué otra salida tenían?

Aceptó una de las dos cachiporras con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora pero que le salió nerviosa.

- Sí, Clive. Uno a cada lado de la puerta y que sea lo que Dios quiera...

Miró al agente, el único que preservaba su aplomo, indicándole que ya estaban listos para proceder con el plan.

Una vez sus compañeros están posicionados a ambos lados de la puerta, Smith alza el arma con la mano derecha, estira el brazo y la apoya en el antebrazo izquierdo para estabilizar el disparo. Ladea ligeramente la cabeza, toma aire...

Y no deja que la tensión del momento quebrante sus nervios, acertando de lleno a la cámara de vigilancia. En el interior se oye algo de revuelo, en un tono mucho más audible que el disparo silenciado de Terence. Un instante después se abre la puerta, momento para el que Raf está preparado. El científico hace girar la rama sobre su cabeza, pero los reflejos del hombre que acaba de salir le permiten reaccionar a tiempo para evitar la tentativa del indio. Raf deja escapar un grito de rabia justo en el momento en que Clive, cubierto por la puerta que acaba de abrirse, trata de acertar en la nuca del otro hombre.

Finalmente sucedió lo que de alguna manera ya sabía que pasaría. La poca decisión en el golpe sumada a los reflejos del tipo hizo desperdiciar el factor sorpresa.

El indio abrió los ojos como platos y se le congeló la sangre al ver que ahora se tendría que enfrentar con el otro, cara a cara. Al menos tenía un palo -pensó- y se aferró a él con fuerza, sin saber si intentar golpear de nuevo o mantenerse a la defensiva, a la espera de que Smith llegase para reforzar la pelea y de que Clive acertase en la cabeza del otro hombre.