Partida Rol por web

Con Anne tendida en un camastro en la bodega, Jean procede a sacarle la bala.

El tuerto y la morena ayudan al francés con lo que necesita. Este limpia la navaja con el ron y echa un poco en la herida de Anne antes de hurgar en ella, la bala no está muy profunda y el francés la extrae con facilidad sin que la inconsciente Anne se mueva. Tras eso cose la herida con hilo de pesca y la tapona con los trozos del vestido de Nicoletta hervidos.

Claymore, que ha estado dando vueltas por cubierta, inquieto durante todo el proceso, se acerca a Jean en cuanto este asoma al exterior secándose el sudor con el antebrazo.

-¿Ha ido bien? ¿Cómo está?

-Le he sacado la bala y la hemogagia se ha detenido. Pego ha pegdido mucha sangre- Dice poniéndole una mano en el hombro

-Ahoga está en manos de Dios. Solo podemos rezag y cuidag de ella, paga que no se le abga la hegida, ni le suba la fiebge.   

Ya todos a bordo de la pinaza excepto Snail y Jonh empezáis a dudar de que estos dos vayan a venir cuando repentinamente ambos surgen del bosque corriendo por la playa hacia el barco, como almas llevadas por el diablo.

No comprendéis el porqué de su frenética carrera,  hasta que por detrás de ellos empiezan a salir jinetes y soldados.

Pero el negro grandullón y el inglés les llevan mucha ventaja y por mucho que corran los caballos y los soldados la distancia es insalvable. Vuestros compañeros con el agua ya hasta la cintura empiezan a nadar hacia vosotros ante la mirada impotente de los jinetes, cuyos caballos al galope por la arena llegan junto a la orilla hasta detenerse.

Soldados y más soldados van apareciendo de entre los árboles hasta llenar la playa y una familiar silueta no tarda en hacerse reconocible entre los jinetes adelantándose hasta primera fila.

El gobernador os mira y tira su sombrero al suelo en un gesto de cabreo cuando comprueba que Snail y Jonh suben a bordo de la pinaza y el barco empieza a alejarse hacia mar abierto con el sol del crepúsculo de fondo.

Vuestros comapeñeros, todos a bordo de la pinaza, ya pensaban que no ibáis a aparecer cuando os ven corriendo por la playa, como almas llevadas por el diablo.

Por detrás de vosotros empiezan a salir jinetes y soldados pero les lleváis mucha ventaja y por mucho que corran los caballos y los soldados para capturaros la distancia es insalvable. Vuestros compañeros os jalean desde el barco mientras nadáis hacia ellos y os lanzan cabos al agua para que os agarréis.

Soldados y más soldados van apareciendo de entre los árboles hasta llenar la playa y una familiar silueta no tarda en hacerse reconocible entre los jinetes adelantándose hasta la orilla.

El gobernador os mira y tira su sombrero al suelo en un gesto de cabreo cuando comprueba que subís a bordo de la pinaza y el barco empieza a alejarse hacia mar abierto con el sol del crepúsculo de fondo.

-¡¡¡Maldita seas Morgan!!!- Grita el gobernador con el fuego que engulle su colonia a sus espaldas. -¡¡¡MALDITA SEAS!!!

-My Lord, los tenemos a tiro con los cañones- Informa un teniente a caballo - ¿Los mandamos a pique?

-Idiota ¡Han volado el polvorín!- Dice como el que le habla a un hijo tonto. -Y quiero a Morgan con vida.

El gobernador se queda un rato viendo impotente como vuestro barco se aleja hacia el horizonte.

-Avisad a Mordakai.

Cuando termino de subir, tiendo la mano a John para ayudarle.

- Buen hombre ayuda amigos. Snail ayuda.

Y me giro hacia Anne. Me coloco cerca de Jean.

- Mujer Anne herida. ¿Tu salvas mujer Anne?

Ni me molesto en mirar a lo lejos al gobernador ni nada similar. Lo que me importa está en cubierta y son los compañeros que me han sacado de una vida de esclavitud.

Jean asiente a Snail.

-Bien, he hecho lo humanamente posible. Ahoga está en manos de Dios.

Por un momento, cuando vi salir a todos esos soldados temí que te lanzaras de cabeza contra ellos- Le digo a Snail a modo de saludo al tiempo que le estrecho la mano- Me alegra verte de una pieza.

Iba a saludar a Jonh cuando detecto al bicho que tiene Will en el hombro.

-¡Pardiez!!!!- Del susto doy un brinco. -Un hombrecillo peludo del tamaño de un gato.

Mi mente me dice que es imposible, pero mis ojos no me engañan.

-¡¡Un iratxoak!! Mal fario, nos hundirá el barco. 

El monete da un salto sobre el hombro de Will imitando el brinco que ha dado Iñigo y emite grititos de protesta.

Intenté estar todo el tiempo cerca de Jean para ayudar en lo que fuese necesario, pero al acabar no pude hacer más que observarla descansar poco antes de salir del lugar. "Solo dios puede decidir" Pese a la seriedad que se marcaba en mi rostro no dejé que viesen mi preocupación.- Recemos por que todo salga como debe, Jean.-Toqué su brazo en un intento de animarle, a la par que hacía un barrido rápido por los presentes.

De vez en cuando bajé a ver como se encontraba Anne, pero regresaba donde los demás. Silenciosa en uno de los laterales escuchaba las conversaciones de mis compañeros con el nuevo miembro de aquel curioso grupo. Cada vez que lo pensaba no podía evitar reír interiormente, era todo un misterio el por qué habíamos acabado todos juntos.

Sentada en el borde con la espalda apoyada en la madera di un brinco cuando el español "gritó".- ¿Qué...-Parpadeé un par de veces, para después sonreír levemente "Desconozco de qué habla... ¿Pero mal fario..? ¿Acaso no debería aplicarse lo mismo con las mujeres...?" - Querido, relajaos... Solo es un animalillo y dudo que pueda ser un....-Dudé, dudé muchísimo puesto que sabía que lo diría mal, pero lo intenté.- Irap..raxoak... ¡Demonios! -Por primera vez me sonrojé. Lo que no habían conseguido sus palabras o las de muchos otros, lo había conseguido una dichosa palabra que ni siquiera entendía. Desviando la mirada hacia otro lado.- Vos ya me entendéis...-Me levanté de donde estaba sacudiéndome. Me sentía tan avergonzada que busqué escapaz de allí lo más rápidos posible, tanto que pasando junto a ellos fui hacia donde estaba Anne.- Iré a ver como se encuentra.. Con vuestro permiso.-Bajé tranquilamente, entrando en silencio para no despertarla.

Nadé como si me estuvieran persiguiendo miles de tiburones. Tiburones con casacas rojas y con armas de fuego y acero. Gracias a Dios no estaban entre los mejores tiradores que Inglaterra podia ofrecer. Subí por una escala, ayudandome de Snail. Aquel hombre era increible, cuando cogi su brazo para ayudarme el tio me alzó como si no pesara más que un gato. Maldito... ¡Hay mujeres delante!

  - Muchachos. - Salude con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Vale! Estaba contento de volver a verlos. Ya he dicho antes que todo lo pasado habia hecho que tejiera tenues lazos de amistad. - Me alegro de volver a veros. - Correría a abrazarles, pero el estado de Anne Morgan me es mas acuciante. - Cómo está... ¿sobrevivirá? - Pero solo Dios puede decirlo. Abandoné el lugar donde estaba Anne y campé a mis anchas por cubierta.

  Habia tres desconocidos. Un hombre mayor y su hijo, propietarios de ese barco seguramente. No sabian el favor que nos estaban haciendo. Y un tercer hombre, tuerto, con un bicho peludo y gritón en su hombro...

 - ¡Hombre mono! Snail.... - Fue una pregunta que no terminé, por lo estúpido de la misma. ¡Claro que era él! El hombre, ¿como habia dicho el negro? Propietario. Aquel hombre debia de ser el "hombre de solo un ojo propietario de un mono" ¿Y aquello era un mono? No me fio de esos dientecillos y lo que me puedan pegar, pero alargué mi mano hacia el hombre. - John Akerman. - Y así me presenté al resto. - Dios... ¿por casualidad no tendreis algun cañon o algo? Hay buenas dianas en la playa... jajajajaja. Póg mo thóin. - Susurré mirando a los casacas rojas de la playa.

Una enorme sonrisa se dibujo en mi rostro al ver a Snail nadar hacia nosotros, ayude a subirlos al barco y tras saludar al desconocido que venía con Snail...

-¡Encantado John, yo soy Will, William Esmund!-

...me dirijo hacia el negro -Me alegra verte grandullón- le digo a Snail nada más subir a cubierta -Jamás podré agradecer lo que hiciste por mi, y sin apenas conocerme, te debo una amigo!- continuo mientras estrecho su mano. Me sentía feliz, no solo por saber que ese tipo había arriesgado su vida por mi, si no por ver que encima había conseguido salir con vida, era bueno para ambos, por Snail para que pueda sentirse libre al menos un día más y por mi para no tener que cargar con la carga de que un hombre hubiera dado su vida por mi.

Unos instantes después, mientras el resto del grupo saludaba a los recién llegados, unas palabras de sobresalto llaman mi atención, miro al Señor Nixon, mientras trato de comprender la palabra que acabo de escuchar...

-¿Irat... que?- respondo mascullando parte de la palabra -No, no, nada de eso amigo.-

-Este es el Señor Nixon, un gran amigo y compañero,...- rebusco en mis bolsillos tratando de encontrar algún pedazo de fruta y se lo ofrezco al Señor Nixon, que en un abrir y cerrar de ojos, devora la pieza -...lleva conmigo desde el día después de que escapáramos, es un capuchino, y es totalmente inofensivo... ...bueno, algo rebelde y puñetero, pero inofensivo, jeje- vuelvo a sacar un nuevo pedazo de fruta y se lo ofrezco a Iñigo, -Ten, dáselo, así te cogerá confianza-

Tras todo esto, me dirijo hacia el camarote de Anne, coincidiendo en varias ocasiones con Nicoletta, a la que me intereso por ella, tratando de tener algo de conversación, -¿Que habrá hecho una chica como tu para acabar en una situación como esta?-

Estando con Anne, me intereso por su estado y ayudo a Jean en todo lo necesario, es una situación extraña, pues siempre había sido un hombre al que no le preocupaban los demás, ya que ellos nunca se habían preocupado por mi, pero con Anne sentía algo totalmente nuevo para mi, desde el momento en que la vi caer, sentí que debía intentar protegerla, algo que a Claymore no parecía hacerle mucha gracia.

La situación volvía a la normalidad, bueno dentro de todo este caos. Al menos estábamos todos juntos y esperaba que Anne se recuperase. Parecía estar grave pero no podía acabar todo esto así, ella necesitaba y merecía las respuestas que buscaba.

Me acerqué al pescador de mayor edad y rebusqué en mis bolsillos para sacar el bolsito de oro.

- Tomad, cogerlo ya todo, por la ayuda. Espero que no me esté equivocando con depositar mi confianza en vosotros. Aunque sería algo estúpido no hacerlo.

Sin más sonreí y me acerqué a uno de los bordes del barco y me quedé mirando las olas. Nunca podía haberlas visto con tranquilidad y era de agradecer aunque pronto comenzó una pequeña sensación de mareo.

De reojo miré a el nuevo. Parecía ser alguien decente aunque aun tenía que demostrarlo. En cuanto a su peludo acompañante esperaba no tener que tirarlo por la borde si hacía algo indebido. Ya que para comida, poco iba a dar.

Primer día de Viaje. Al crepúsculo.

El viejo se guarda el oro que le pasa Caroline y asiente con la cabeza en señal de agradecimiento.

-Humff, parece que tendremos tormenta- Dice apoyado con ambas manos en la borda con la mirada fija en el horizonte.