Partida Rol por web

Carmen se para al ver el control a lo lejos. Prefirió ignorar el comentario de el Sabio, ya que en esa ocasión no hizo, para nada, honor a su sobrenombre. Bueno compañeros, hora de la verdad. Quienes somos y cuales son nuestros motivos para ir a la zona noble. Y, bueno... -se pregunta al mirar su espada, que no sabe como cogerla sin que le moleste, ya que llevarla atada a su cintura le resulta incómodo con el vestido. Se palpa el tobillo para comprobar que la daga está perfectamente atada a su tobillo- Que hacemos con nuestras espadas?

Un nuevo contratiempo nos detiene y no es para menos la preocupación de Carmen, a mí también; doy un suspiro mirando a mis compañeros.

-Bien, creo que deberíamos esconder las espadas donde nadie las encuentre y poner nuestra mejor cara ante esos soldados.

Me detengo un momento a la par que la Española, quien parece ofendida por mi anterior proposición, y afirmo con la cabeza a la propuesta de Kat

- Creo que es hora de inventarnos la excusa para entrar, señoritas. Mantengo mi propuesta de pedir confesión al párroco dada vuestra noble cuna. Yo haré las veces de vuestro mozo, así que portaré las armas y se las entregaré a los guardias del control. Ustedes deben de pensar una historia familiar que las una, y que las relacione con la nobleza Castellana, para así evitar que nos dipersen por la isla en busca de distintos confesores. -

Carmen empieza a mezclar ideas coherentes para sacar una buena historia. Intenta reunir el máximo de nombres, pero evitando usar los de su familia o parientes españoles que puedan delatarla. Tras pensar un buen rato, expone su idea a sus compañeros.

Veamos si eso os parece bien. Estamos en Port Royal de paso, solamente, ya que nuestra intención era dar un pequeño crucero por estos mares. Me haré pasar por María Nuñez, una de las sobrinas de un conocido juez de Salamanca. -concluye tras volver a pensarlo todo, buscando fallos en su historia- Como dices, Sabio, tu serás nuestro mozo, ya que en esta ciudad dos mujeres de nuestra clase -sonríe entonces a Kat- no irían nunca solas.

Aunque ahora falta darte un papel a tí, Kat. No sabes hablar español, y eso podría complicar las cosas...

Carmen tiene razón y su historia es buena. Quizás debí aprender más cosas mientras pude pero bueno, lo hecho, hecho está. Le guiñó un ojo y luego miro al sabio.

-Toda señorita de alta alcurnia que se precie, debe tener una dama de compañía que no se separa de ella, ni aún cuando va a confesarse, ¿no?

Con tan buenos modales que tengo aprendidos, estudiados, desde nacida; menos mal que no tendré que hacer uso de ellos.

El parroco mira el cofre quedándose pensativo durante unos segundos. -Esta el capellán del governador, un tal Nicholas Davenport... Vive en la zona noble, dicen que tiene un archivo muy completo, puede que el conozca a ese hombre o el monasterio... Aunque no se si te recibirá, en todo caso yo ya no soy bien recibido ahi- termina diciendo con la mirada perdida. Para después volver a la realidad y adentrarse en la iglesia.

-...Mmmmmm....- cuando se va, cogo una tunica o traje de cura. -Iré a ver a ese cura, como igual.- una sonrisa pérfida se dibuja en mi rostro.
Me difrazo de cura y salgo por la ventana de atras. Vigilando que nadie me vea.

Perfecto Kat, entonces si te preguntan, di que te llamas... Que te parece Alba Rodríguez? Si, creo que te servirá. -dice bastante emocionada por la situación. Vuelve a repasar la historia. Entonces le pregunta a el Sabio por si decide hacer honor a su mote- Bueno, que te parece Sabio? Y por cierto, como te llamamos?

Tras vestirte te das cuenta de que dificilmente pasarás por cura, tu aspecto te delata y posiblemente llamarás más la atención. La ropa se ajusta bastante bien, pero ¿qué hacer con las armas?...

En respuesta a la pregunta de la Española, contesto con una sonrisa dibujada en los labios:

- Creo que lo mejor para que nuestra historia sea creible es que símplemente me nombréis como "Mozo". Así con que me llaméis "eh, tú! mozo, ven aquí" y cosas por el estilo será creíble que soy vuestro criado. Cualquier otra cosa levantaría sospechas. La aristocracia no se mezcla con los siervos... -

Eché una miradilla al Sabio cuando dijo eso de no mezclarse, una de esas de decepción y luego sonreí.

-Bien, desde ahora soy Alba Rodríguez, vayamos a por ellos, mi señora.

Las meto en una bolsa de viaje,o un tapiz. sino.... hago un hueco(recortando las hojas) en una biblia y meto solo el trabuco en su interior.

Una vez fuera de la iglesia con tu bolsa a la espalda te acercas al puesto de guardia. Cuando todavia estás a unos metros ves a varias personas que te resultan familiares. Son "el Sabio" y las mujeres, las cuales llevan unas ropas nuevas que les han cambiado el aspecto, pasan por mujeres nobles y atraen las miradas de muchos hombres. El grupo se dirige al puesto de guardia con intención de acceder a la zona noble.

Os acercais al puesto de guardia donde un hombre de uniforme os detiene. Su mirada se centra en Carmén y parece dudar sobre que hacer, sus compañeros también se quedan mirandola mientras hablan entre ellos en voz baja.

-Ejem... alto... ¿adonde van?- dice dubitativo - ¿qué hacian en el barrio del puerto?- pregunta mientras os examina de forma más exhaustiva.

Os da la impresión de que el guardia se ha vuelto suspicaz tras observaros en detalle.

Me dirijo al grupo formado por el Sabio y las mujeres, paso a su lado. Voy vestido de cura y con voz imitando tonillo de cura les expeto:
-Hermanos y hermanas, por el amor de Dios...Un poco de pudor, que vuestras mercedes éxaltan y embriagan a los transeuntes, de almas impías. que estamos en la villa del señor.-

Como podríamos llegar a Port Royal sin pasar por el puerto, Sir? -le contesta Carmen, fingiendo una indignación típica de los de alta alcurnia. Se sitúa al lado de su mujer de compañía, con el mozo siguiéndolas de cerca. Aunque antes de poder decir cualquier cosa más, pasa Jack por su lado, vestido de cura.

La simple visión de Jack disfrazado casi la hace reír, aunque logra controlarse debidamente y mostrar solo asombro ante la aparición del cura. Se gira hacia él y le hace una leve inclinación de respeto. Mi señor, no somos de la isla, pero como todo cristiano cuya religión no conoce fronteras, querríamos hablar con vos para confesarnos.