Partida Rol por web

Apenas le estaba haciendo nada a la cajera con el carro, y eso que ella iba muy motivada...tanto que incluso se le habían saltado las lágrimas. Miró a la zombie que estaba con un brazo de una forma un poco raro por los empeyones del carrito con una sonrisa casi maternal. Manda narices, ella quería aspirar a trabajar de cajera en un futuro, con sus chicles y el conocer gente to los días, especialmente a los buenorros chachas...pero de eso ya no había o desde luego no en plenas facultades le parecía a ella, no si eran como esas cajeras. Pestañeo dos veces antes de darse cuenta de lo asquerosa que era esa puta y de que por gente como ella, que iba con las manos directos al pan había perdido a su Matt.

PERO MUERETE HIJA PERRA!! JODER ME CAGO EN .......se agachó sobre ella y con la cadena del enganche para los carrios intento ahogarla, lo malo es que no le llegaba. Sentada sobre la pobre cajera y en pleno ataque homicida mientras gritaba como una posesa una y otra vez

QUE-clavó por primera vez el enganche en el ojo derecho saltando un chorretón de algo negro y podrido hacía su ropa recien adquirida TE- el segundo, en este ya llegaba a meter casi hasta el mando de plástico, esos ojos muchas resistencias no tenía y era fácil acabar con ellos MUE- pasó al otro, tras el destrozo del anterior, la zombie (C5) se intentaba zafar de ella, pero no podía porque tenía todo el peso sobre la misma RAS!!! sin darse cuenta atravesó el craneo  de la cajera con el puño de la fuerza, pero solo medio, que la cadena no llegaba para más.

El combate había tomado tintes dramáticos para el gremio de las cajeras. Tras su último e ineficaz ataque, las dos cajeras que quedaban en pie (que no con vida) dijeron algo así como:

- No me pagan para aguantar esto -claro que nadie pudo entenderlo, pues una de ellas no tenía lengua y la otra no tenía mandíbula.

Dicho esto, las dos cajeras emprendieron la huida a la máxima velocidad que sus piernas les permitieron, esto es, a cuatro baldosas por minuto.

Cuando Fernanda observó a Jessy atacar tan violentamente a la cajera zombie, no pudo evitar sentir una ola de repulsión en su interior. No es que tuvieran que ser buenos con ellas, al fin y al cabo lo único que querían era comerles el cerebro, pero tampoco había que cebarse de esa manera con ella... ¿estaba sintiendo pena?... En ese momento cayó en la cuenta de que la cajera zombie que soportaba los ataques callejeros de Jessy podría ser ella.

Fernanda se mordió el labio inferior pensando y estuvo así durante unos segundos. No supo muy bien lo que pasó, solo que cuando su momento de concentración terminó, Jessy se encontraba a su lado bastante más dañada de lo que se encontraba la zombie que había estado aporreando una y otra vez en el suelo. 

En ese momento y sin pensarlo dos veces, Fernandita corrió hasta la zombie en plan vigilantes de la playa. No es que en su cabeza estuviera escuchando la canción del opening de la serie, sino que literalmente, su cuerpo estaba corriendo a cámara lenta, con cara de velocidad a cámara lenta incluida. Cuando se encontró justo frente a la zombí, subió su pierna derecha recta hacia delante, dando una patada de lleno en la mandíbula de la zombie y lanzando su cuerpo hacia detrás unos metros. La cajera se estampó de espaldas en el suelo, dejando a Fernanda con el entrecejo fruncido, mirando a la zombie y sorprendida por su super patada.

La Sra Palmer seguía loncheando a la cajera zombie, cuando por fin esta se repuso, se escabuyó de sus brazos y huyó de la anciana, dejándose atrás la mitad izquierda de la cara lista para embasar al vacío como si fuese chope.

La Sra Palmer, cansada y malhumorada, la siguió desganada. Tan, tan desganada, que ni se molestó en alcanzar a la cajera, pese a su trepidante velocidad de cuatro baldosas por minuto. Es más, llegó a adelantarla, pero se limitó a mirarla mal, y la dejó estar.

Cuando llegó a donde estaban los demás, presenció en directo una espectacular patada a cámara lenta de Fernanda, que lanzó a la otra cajera que aún quedaba con ánimo de dar guerra justo a los pies de la Sra Palmer. La mujer la miró con increíble desprecio, se aclaró sonoramente la garganta, y le lanzó un escupitajo que impactó en plena frente.

Acto seguido, se dirigió de nuevo al pasillo de las toallas, esta vez para quitarse los restos de sangre negruzca de la cajera fileteada.

Mientras perseguía a las cobardes cajeras que huían como nobles zaristas de la revolución rusa, el célebre músico y compositor tuvo una asociación de ideas que, por otra parte, resultaba evidente. Detuvo su veloz paso frente a una batería de cocina y tomó dos tapas del mismo tamaño, y que podían servir de manera idónea a sus propósitos musicales.

Richard María acorraló a una de las cajeras (C10), y chocó ambas tapas a modo de platillos de orquesta, con tan mala suerte que la cabeza de la susodicha quedó atrapada en medio, explotando cual calabaza madura con la colisión. Una masa biscosa mezcla de sangre y materia gris mohosa saltó hacia todos lados, y manchó la cara del músico, que trató de limpiarse como pudo.

Grant camino unos pasos, preguntandose (otra vez), porque habia zombis, porque toda esa gente estaba alli, porque tenia un mordisco en su hombro y muchas otras preguntas mas, las cuales se vieron interrumpidas cuando tropezo con una masa vizcosa que antes era el cerebro de C8. Grant cayo de culo (otra vez), con tanta mala suerte que su zapatilla salio volando hacia una de las zombis, quien trataba de levantarse luego de una patada en camara lenta y un escupitajo espeso en plena frente. La zapatilla volo rauda contra la zombi, pero su cuerpo estaba seco y duro, por lo que la zapatilla reboto y volvio rauda hacia un descolocado Grant que intentaba levantarse. Lo ultimo que recuerda es una zapatilla curiosamente parecida a la suya que venia hacia él a gran velocidad...

En el huir de la Jessy la zombie le había empujado contra el carrito clavándose ella misma el seguro de los carritos en pleno muslo, hasta el fondo. La chica gritaba en el suelo como una poseía en medio de un exorcismo al menos por la parte de las palabrotas, las cuales eran cuanto menos no aptas para menores de...de nada. Aquellos improperios eran dignos del señor del mal. 

Así pues, como si fuese parsel o similar empezó a desgallitar sobre las zombies cajeras, a ver si hacían un favor al mundo y se comían entre ellas. 

Las cajeras avanzaban hacia la puerta ajenas a los ataques que recibían. De pronto, unos metros por delante de ellas vieron a Deivid que había desobedecido las órdenes de Ángela y se había interpuesto en el camino de las zombis. El muchacho metió una mano en el bolsillo, sacó un billete de un dólar y lo sostuvo delante de su cara. Las zombis se detuvieron (aunque a efectos prácticos no suponía mucha diferencia).

- Es lo que cuesta la albóndiga -dijo Deivid con determinación.

Se acercó a las cajeras que después de mirarse, bloqueárseles el cuello y tras desbloqueárselo mutuamente miraron de nuevo al muchacho. Una de ellas cogió el billete, para acto seguido abrir la boca en un gesto agresivo y emitir un sonido ininteligible que sonaba como:

- ¿Tagggeeeeeaaaaa gaaajeeeeebuuuuuuuu? (Pendiente de traducción)

El niño asintió provocando la estupefacción de las dos cajeras. El niño sacó de pronto una tarjeta azul del bolsillo con el logo del Carrefour. Las cajeras empezaron a gritar y les explotó la cabeza en mil pedazos.

Ángela aceptó de buen grado la ayuda de Richard María. Si no hubiera sido por su amabilidad, hubiera tenido que arrastrarse por el aceite para poder salir de aquel infierno resbaladizo. Una vez fuera del charco y tras quitarse los zapatos para no patinar allí donde pisara, se dio cuenta de que sólo quedaban dos repugnantes zombis dando problemas.

Pero Ángela estaba llegando a su límite de tolerancia. Estaba cubierta de aceite, había babeado no sabía muy bien por qué, le dolía el culo tras la caída y parte de los objetos que había conseguido en el supermercado estaban cubiertos de sangre, vísceras y carne picada.

Observó cómo la Sra Palmer había aparecido con toallas, provenientes de algún pasillo cercano. En su ruta anterior por el supermercado, no había podido hacerse con ellas por culpa de la zombi patinadora que en aquel instante le impedía el paso. Pero ahora tenía plena libertad para agenciarse unas cuantas.

Con decisión se encaminó hacia dicha sección y allí mismo se deshizo como pudo del aceite adherido a sus pantalones, frotando bien y dejando las toallas sucias en un rincón. ¿Por qué había cajeras y patinadoras zombis haciendo su trabajo y no señoras de la limpieza zombis limpiando todo aquel caos? Preguntó para sí misma, indignada.

Cuando concluyó con su aseo, asomó la cabeza por el pasillo para ver cómo se estaban desarrollando los acontecimientos. Parecía que las dos zombis que aún quedaban en pie eran las más difíciles de rematar, incluso pudo comprobar que alguno de sus compañeros estaba sufriendo daños importantes.

Se dirigió hacia el fondo del pasillo donde, al acabar el muestrario de toallas, se encontraba el muestrario de sábanas. Cogió el primer paquete que encontró, que resultó ser un juego de sábanas de franela. Con resignación, tuvo que dejar para después la recogida de toallas limpias.

Mientras caminaba decidida hacia C5, desempaquetó la sábana, estirándola bien y observó cómo el escupitajo de la Sra Palmer se estampaba en su frente. Ahora su objetivo estaba claro, debía hacer desaparecer ese moco de la cara de la zombi cuanto antes.

En su camino, se cruzó con la anciana; Ángela corrió hasta alcanzar a la C5. No supo discernir bien si estaba agonizando o muerta del todo, pero le dio igual; envolvió su cabeza y el escupitajo con la sábana de franela, haciendo un nudo y apretando lo más fuerte que pudo.

Las cajeras avanzaban hacia la puerta ajenas a los ataques que recibían. De pronto, unos metros por delante de ellas vieron a Deivid que había desobedecido las órdenes de Ángela y se había interpuesto en el camino de las zombis. El muchacho metió una mano en el bolsillo, sacó un billete de un dólar y lo sostuvo delante de su cara. Las zombis se detuvieron (aunque a efectos prácticos no suponía mucha diferencia).

- Es lo que cuesta la albóndiga -dijo Deivid con determinación.

Se acercó a las cajeras que después de mirarse, bloqueárseles el cuello y tras desbloqueárselo mutuamente miraron de nuevo al muchacho. Una de ellas cogió el billete, para acto seguido abrir la boca en un gesto agresivo y emitir un sonido ininteligible que sonaba como:

- ¿ouhvahuoiou ouinohnohbuaiuvohbua aahvahnohuvohuoigaiaa baigahbahuvoibuaiuo?

El niño asintió provocando la estupefacción de las dos cajeras. Sacó de pronto una tarjeta azul del bolsillo con el logo del Carrefour. Las cajeras empezaron a gritar y les explotó la cabeza en mil pedazos.

Cuando todo hubo terminado y las cajeras yacían en el suelo con los sesos esparcidos por el suelo, todos se calmaron. La doctora Güeiss se acercó de nuevo al cadáver que había encontrado antes de que la alarma sonara por culpa de aquella maldita y chipeada albóndiga. Tras volverlo a examinar sacó su cartera y comprobó su identidad.

- Se llama Bent -leyó la doctora -"Bent Anal de las Torres". Vive en la "Avenida Mataros". Fijaros. Parece medio curado ¡MAIC! -bramó Güeiss.

El muchacho se acercó a cuatro patas y cuando la doctora se subió a su espalda volvió a hablar para todos.

- Debemos buscar un lugar donde protegernos. Este centro comercial no nos vale, pues tiene demasiados accesos y está infestado de zombis. Debemos buscar un lugar mejor. También debemos investigar al señor Anal. Su cuerpo parece parcialmente curado y si existe una cura tal vez podamos saber qué nos ha pasado y cómo curar al resto de humanos. Tenemos su dirección ¿Qué me decís?

La circense se acercó con el grupo hasta donde se encontraba la doctora. El apellido del hombre medio curado le hizo reírse. A medida que la doctora explicaba lo que podían hacer a continuación, Fernanda no conseguía quitar de su cabeza la palabra "anal" por lo que, cada vez que volvía a su mente, el principio de una carcajada se escapaba de su boca.

Les había costado mucho trabajo acabar con todas esas mujeres muertas andantes, y todo para que luego se dieran cuenta que solo bastaba enseñar una tarjeta del supermercado. Vaya manera de morir más tonta... por una simple tarjeta azul del carrefour.

La idea de investigar había surtido efecto en el interior de Fernanda. Montones de hormigas parecían corretear de arriba a abajo en su estómago, y eso solo podía significar una cosa: su cuerpo había decidido, antes de ir a ningún lado tenía que encontrar un baño con urgencia.

- Emm... yo ... yo necesito ir a un baño. - fue algo raro, ¿era la primera que había sentido la necesidad de usar un baño desde que habían despertado?.

Observó que en el interior de la tienda donde se encontraba el señor Anal, había un baño. Fernanda caminó hasta él y se adentró en el cuartucho. Estuvo dentro durante unos cinco minutos y finalmente se reunió de nuevo con sus compañeros.

- Vale, ya estoy lista. Yo me voy a la caza del señor... - dijo apuntando al cuerpo muerto del suelo sin evitar que una pequeña risa volviera a salir de su boca.

Grant se levantó confundido. Le dolia el trasero, la cabeza y todo olia a carne asadao, podrida, aceite y desinfectante. Habia cadaveres por todos lados y personas en las mas extrañas condiciones. La doctora informo que ir a la casa del Culo seria lo ideal para encontrar una cura. Grant recordaba algo importante de eso... pero no lograba situarlo en su caotica mente.

-Yo tambien ire a la casa de Recto- dijo convencido de que su mente lograria develar que se escondia en todo eso. Se tocó la cabeza y pregunto-. ¿Alguien me ayuda a quitarme este pantalon atorado en la cabeza?- ¿por que tenia un...? Bah, no importa, se lo quitaria y ya.

Ángela miró a Deivid con pavor cuando éste se interpuso en la huída de las zombis. Malditos críos  masculló para sí. No se podía cuidar de un renacuajo y matar muertos vivientes al mismo tiempo. Estaba enfadada y apenada por el chaval y no quería ver cómo terminaba devorado y convertido en una de esas cosas para luego tener que rematarle ella, y más aún ahora que empezaba a cogerle cariño.

Iba a echar a correr en su ayuda cuando Deivid comenzó a tener lo que parecía una conversación con aquellos seres. Cuando las dos cajeras implosionaron ante la visión de la tarjeta del Carrefour, Ángela se sintió tan aliviada como desconcertada por lo que acababa de ocurrir.

- Pequeño, ven aquí – le dijo a Deivid, mientras se propinaba golpecitos en la pierna, como si estuviera llamando a un perro. No sabía si echarle la bronca o felicitarle por su gran actuación, aunque aún no entendía muy bien qué había ocurrido exactamente, y se sorprendió a sí misma sintiéndose orgullosa del chaval. Cuando el chico se acercó, no se le ocurrió otra cosa que darle un par de gominolas.

Ahora que parecían estar fuera de peligro, Ángela tenía la oportunidad de hacer lo que había deseado desde el primer momento en el que se despertó: lavarse. Mientras la Dra. Güeis planteaba las distintas opciones y Fernanda iba al baño, Ángela agarró de la mano al chico y se dirigió a hacia su carrito.

- ¿Vez esas cestas de ahí? – dijo al niño, señalando una pila de cestas de la compra, pertenecientes al supermercado, cercanas a uno de los puestos de cajas registradoras – tráeme una, por favor. Y ten a mano esa tarjeta, por si te encuentras con otro zombi.

Recogió la ropa limpia que no había sido alcanzada por los trozos de carne putrefacta, el gel, el champú, la crema hidratante, la colonia, los cepillos y pasta de dientes, el desodorante, el cepillo para el pelo, un rollo de papel higiénico, las toallitas de higiene íntima, la caja de guantes de látex y la de las mascarillas. Lo colocó todo en la cesta que le había acercado el niño y, cuando Fernanda regresó, se dirigió junto con Deivid al lavabo, no sin antes pasar por el pasillo de las toallas limpias.

No habían pasado ni diez minutos cuando Ángela salió de aquel pequeño cuarto junto con Deivid, los dos perfectamente aseados, perfumados y con ropa limpia. Por su aspecto, más que de un lavabo parecían recién salidos de un spa. 

Con una sonrisa en la cara, que nadie pudo advertir bajo su nueva mascarilla, Ángela se acercó de nuevo al grupo, esquivando con gracilidad el aceite, las manchas de sangre, carne y cuerpos putrefactos que iba encontrando en el camino. Le había estado dando vueltas a lo que había dicho la Dra. Güeis; le daba rabia tener que dejar el centro comercial, dotado de casi todo lo necesario para cubrir sus necesidades básicas; pero, por otra parte, no quería ni imaginar pasarse el día matando zombis y luego recogiendo la porquería desparramada, porque evidentemente, no hubiera sido capaz de vivir entre aquel caos de desorden y suciedad. Tampoco estaba dispuesta a separarse de la doctora y de su cargamento de medicinas necesarias para su supervivencia.

Levantó la mano para hablar y se dirigió a la doctora.

- Para tomar una decisión, deberíamos estudiar con más profundidad la dirección del Señor Anal. Hay varios objetivos que cumplir y sería interesante agruparlos todo lo posible. – Ángela no podía evitar adoptar el rol de analista de la situación y toma de decisiones. Continuó, esta vez dirigiéndose a Maic – Tú conoces esta ciudad, ¿reconoces la dirección del muerto? ¿ez una zona sólo residencial? Si dispone de comercios, podríamos aprovechar su caza para instalarnos allí. Claro que tampoco sabemos qué tipo de caza ez… - Ángela permaneció pensativa unos instantes y, finalmente, concluyó – Propongo que nos encaminemos todos hacia allí. Si su caza no es la mejor opción, podríamos establecernos en alguna otra de la zona, e investigar a la vez sin tener que separarnos demasiado - y quedó a la espera de la información que pudiera proporcionarle Maic.

El nombre del susodicho cadáver provocó cierta hilaridad en el famoso músico y compositor. Durante los trabajos con el coro de la Iglesia de San Hermenegildo había coincidido con varios "Bent", algunos "De las Torres", y hasta con un "Anal", pero nunca había escuchado de nadie que portara los tres nombres con tanta naturalidad y distinción. Estaba a la altura de otros grandes compositores como Stan All Reeves y Empel Otas.

Sin embargo la doctora había señalado algo importante: el susodicho no solo tenía un nombre portentoso, también se adivinaba en él una zona sana, que parecía despertar la curiosidad científica de la doctora Güeiss.

Pero Richard María no veía claro el tema de abandonar la seguridad cálida y confortable del consumismo diario. Irse del centro comercial, donde todo lo que podían necesitar estaba al alcance de la mano y a golpe de carrito, era una idea discutible. Sobretodo ahora que habían conseguido adecentarlo un poco.

-¿No será peligroso andar por ahí fuera con la que está cayendo? Aquí al menos tenemos hilo musical y comida caducada.
 

Con toda la valentía que pudo y mordiendo un juguete de perros que se había colado por la zona entre tanto golpe con la cajera se quitó de un tirón el encaje del carrito del muslo, empezando a sangrar como una cerda. Igual no había sido muy buena idea lo de quitarselo de golpe, pensó mientras los lagrimones le caían recorriendo las mejillas rojas por la ira y la confusión 

FIIIIIUUU

Sonó al dejar de morder el hueso de plástico, levantandose mientras se apretaba la herida MEDICAAAAAAA MEEEEDICAAAAA por desgracia o suerte para ella no se había dado cuenta de mucho de lo qe había sucedido de últimas. Se acercó a la zona de farmacia ostia puta esto como escuece...MÉDICAAAAAAAAAAA cogió un bote de agua oxigenada y con los nervios se lo vertió encima de la herida, para que gasas ni nada por el estilo. OSTIAAA PUTAAA siseó sin lograr que la hemorragia parase por ahora. Pilló un botiquín de los de hogar y se lo llevó a la mujer que supuestamente era un médico. 

Mirame esto, que creo que igual necesita un cosío gruñó de tal forma que al apretar los dientes para hacerlos chirriar un Clack se dejó escuchar. Adios mandíbula de nuevo y a ueo verms ue ams puso cara de poker al ver o más bien escuchar como su boca no quería hacerle caso, soltando cosas con las que igual parecía hasta un zombie. 

Maic se acercó al grupo y comprobó la dirección del hombre.

- Avenida Amataros -leyó - ¡Oh, mierda! ¡Yo me crié en ese barrio!

En cuanto le preguntaron sobre comercios o un lugar para instalarse allí, Maic empezó a negar compulsivamente.

- El colegio al que fui de pequeño está en aquella zona. Está vallado y tiene un sistema de vigilancia con cámaras. Además, tiene comedor y no creo que aquella comida se pudiera estropear más de lo que ya estaba -añadió con un evidente escalofrío recorriéndole el cuerpo.

- Está bien -dijo la doctora subiéndose de nuevo sobre la espalda de Maic -Iremos todos juntos, nos instalaremos en el colegio y desde allí formaremos una expedición hasta la casa ¿Os parece? Las calles están casi vacías. No sé si es por el sol o por que los zombis prefieren los lugares cerrados, pero si tenemos suerte no nos encontraremos a ninguno. No tardaremos más de veinte minutos en llegar a ese lugar si caminamos a buen ritmo ¡Adelante!

Encabezando la marcha, la doctora se puso en movimiento. Todos y cada uno de los miembros del grupo arrastraba un carrito del Carrefour más o menos lleno.

Antes de irse, Grant se golpeó la frente con la palma de la mano y corrio como un poseso al interior del Carrefour. Al cabo de unos segundos, volvio corriendo de la misma manera con una libreta en la mano y un boligrafo. Parecia el hombre mas feliz del mundo.

-Ya no olvidare nada- abrio su libreta y anoto, feliz y contento, lo siguiente:

• Hay Zombis por todos lados.
• Debo anotar todo lo que se me ocurra.
• Averiguar que pasó.
• Quitar pantalon de mi cabeza.

Este ultimo punto fue llevado a cabo con rapidez, siendo tachado luego. A su alrededor todos parecian indicar que estaban de acuerdo... Menos Jessy quien estaba herida y para colmo su boca estaba... Bueno, de seguro estaba imitando a Sylvester Stallone... O tal vez su mandibula estaba atascada. Una vez le paso eso a su suegra, habia querido comerse una Super Super hamburguesa doble de una... Grant rio mucho ese dia.

Anotó en su libreta:

• Ayudar a Jessy.

Asi que se acerco a la pintarrajeada mujer, miro su libreta y dijo:

-No te muevaz- apoyo sus manos en sus rostro, se concentro y luego hizo un movimiento seco. Se escucho un "Crack" estremecedor y creyo que le habia roto el cuello-. ¿Eztaz bien?- movio su lengua, buscando articular correctamente-. ¿Te hice daño?