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El Último Susurro

En un pequeño pueblo, había una anciana llamada Elena, conocida por su amabilidad y su risa contagiosa. Había dedicado su vida a cuidar de su único hijo, Mateo, un joven lleno de sueños y esperanzas. Desde pequeño, Mateo había querido ser médico, inspirado por la pasión de su madre por ayudar a los demás. Elena trabajaba incansablemente para que su hijo pudiera estudiar y alcanzar sus metas.

Los años pasaron, y finalmente, Mateo se graduó con honores. La alegría de Elena no tenía límites; su sacrificio había valido la pena. Sin embargo, la vida tenía otros planes. Un día, mientras Mateo regresaba a casa después de un largo turno en el hospital, un accidente automovilístico cambió todo. Elena recibió la noticia en medio de la noche, y su mundo se desmoronó en un instante.

La tristeza la envolvió como una sombra. La casa, que una vez había estado llena de risas y amor, se convirtió en un lugar de silencio y soledad. Cada rincón le recordaba a Mateo: su risa, sus sueños, sus planes. Elena pasaba los días sentada en su sillón, mirando la puerta, esperando que su hijo regresara. Las horas se convirtieron en días, y los días en meses, pero la espera nunca terminó.

Con el tiempo, la salud de Elena comenzó a deteriorarse. La tristeza la consumía, y su cuerpo se debilitaba. Sin embargo, había algo que la mantenía en pie: un viejo diario que Mateo había dejado atrás. En él, había escrito sobre sus sueños, sus esperanzas y su amor por su madre. Cada página era un recordatorio de lo que habían compartido, y Elena leía esas palabras una y otra vez, aferrándose a los recuerdos.

Una noche, mientras leía el diario, Elena sintió que su corazón se rompía un poco más. En ese momento, comprendió que no podía seguir así. Con lágrimas en los ojos, decidió que debía honrar la memoria de Mateo. Así que comenzó a ayudar a otros en su comunidad, ofreciendo su tiempo y amor a quienes lo necesitaban. Se convirtió en una figura querida, pero siempre con un vacío en su corazón.

Los años pasaron, y Elena se volvió una anciana frágil. Una noche, mientras miraba las estrellas desde su ventana, sintió que su tiempo se acercaba. Con el diario de Mateo en sus manos, susurró una última oración, agradeciendo por los momentos que habían compartido y pidiendo perdón por no haber podido protegerlo.

Al amanecer, Elena cerró los ojos por última vez, con una sonrisa en su rostro, sintiendo que finalmente podría reunirse con su amado hijo. En su funeral, la comunidad se reunió para rendir homenaje a la mujer que había dado tanto amor. En el fondo de la ceremonia, el diario de Mateo fue colocado junto a su madre, como un símbolo de un amor eterno que nunca se apagaría.
 

Frikipuntos y Carisma

Frikipuntos:

3.6

Carisma:

0

Positivos:

0

Neutrales:

0

Negativos:

0

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