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Sustituto para partida Pokémon...como Entrenador (+18)

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12/02/2014, 22:40

Esta es la partida en cuestión, apenas nos hemos movido, estamos en la primera escena. Necesito alguien con ganas de interpretar a este joven entrenador que promete ser muy interesante, pero que ha sido abandonado por dos jugadores hasta la fecha. La partida es de ritmo medio y requiere un ligero conocimiento de pokémon, aunque la ambientación actual es diferente.

Nombre: Gin Sentoki.
Edad: 18 años.
Tipo preferido: Fantasma/Oscuridad.
Ciudad Natal: Ciudad Iris.

Descripción psicológica: A primera vista sus maneras y actitud lo muestran como un chico tranquilo, muy calmado, casi calculador. Con su actitud relajada y carismática constantemente se abre paso entre las personas como un gran amigo. 

Sin embargo esto es sólo la superficie. Internamente Gin posee una intensidad de pensamiento y una mente tan inquieta que podrían resultar avasallantes de manifestarlas abiertamente. Aún cuando Gin se muestra relajado y despreocupado su mente recibe una constante avalancha de información y la procesa con la misma velocidad, sin parar ni un segundo.

Además de esto posee un sentido del honor, lealtad y amistad inculcados profundamente por su padre y su madre. Incapaz de traicionar a sus amigos es la clase de chico en el que podrías confiar para tomar la delantera si ellos están en peligro. Sin embargo es bastante sensible en cuanto a estas cualidades y si alguien llegara a traicionar su lealtad los dejaría caer sin voltear atrás nunca más.

En general Gin es amistoso, relajado y tranquilo. Con un profundo sentido del honor y la lealtad y una mente inquieta y casi acelerada, en una búsqueda constante del conocimiento sobre el mundo.

 

Maestro pokémon... El pequeño Gin Sentoki miraba la pantalla emocionado mientras un programa revivía la historia del gran Geralt Kenshin. Contando apenas 6 años habría elegido ya su futuro con mucho pesar para sus padres. Un Ranger de tradición y carrera, hombre de honor... Casado con una maestra de escuela con un genuino amor por los pokémon. Pero ambos con mucho miedo de lo que convertirse en entrenador significaba ahora.

Se habían acabado los tiempos dorados en los que una pelea pokémon terminaba entre amigos. Aquellos hermosos días donde el joven Kirai Sentoki había vivido... Aún recordaba que sus compañeros Rangers habían entrenado y luchado con él durante los mejores tiempos. Los pokémon no corrían riesgo de muerte en peleas, los entrenadores respetaban la vida y las batallas eran menos agresivas. Había terminado una guerra cuasi feudal y el mundo vivía una época de paz. Sin embargo eso había acabado, en esta época y con la guerra que se desarrollaba ser un entrenador pokémon casi significaba una muerte segura. 

Era extraño, la verdad. El mundo pokémon acababa de salir de una guerra que casi le había destruido. Convirtiendo pequeños pueblos y villas en ciudades… Organizándolos y uniéndolos bajo la bandera de una región. Kanto fue de las primeras regiones conformadas bajo el nuevo régimen… Las islas ahora conocidas como el archipiélago Naranja. Johto… Hoenn, Sinnoh, Kalos… Región tras región el mundo pokémon fue conformándose en lo que conocían ahora.

Y de nuevo empezaba, casi como un ciclo… Peleándose por recursos y territorios, la muerte inundó el mundo una vez más y teñía de sangre la tierra… Y volvía la paz. De nuevo se llegaba a un acuerdo, sólo que esta vez tenía fecha de expiración. Apenas años de paz y tranquilidad, de mostrar los dientes uno al otro sin atacarse, de marcar territorio… Kirai y Aiya habían crecido con una pasión por los pokémon muy marcada, ambos se conocieron en su viaje y en otra ocasión hubiese sido un orgullo ver a su pequeño salir en una aventura como la que ellos tuvieron alguna vez. Pero ahora el futuro era incierto.

Pero esto nunca detuvo a Gin... Su pasión recién descubierta se dirigió rápidamente a la parte más oscura del mundo pokémon, criaturas que eran miradas con horror y cierto temor por muchos entrenadores. Los pokémon fantasma siempre fueron algo atractivo para el pequeño, dada su propia facilidad para sentir las minucias de un mundo espiritual que no llegaba a comprender. Gin decidió que sería como la legendaria Agatha, entrenadora de Kanto aunque reconocida como entrenadora especializada en el tipo veneno su dominio de los pokémon fantasma era casi legendario, llevándola a ser miembro del alto mando durante años.

No venía sin razón esta pasión. La habilidad del joven Gin para navegar a través de lo que algunos llamaban “El velo” era sencillamente impresionante. Siempre había sido un chico de mente activa, inteligente pero muy callado. Sin embargo, con el tiempo, su naturaleza introvertida creció proporcionalmente a sus habilidades mentales. Mover objetos con la mente se volvió una rutina para él, aunque él sabía que había más habilidades, pero esta era una que mantenía en secreto bajo el consejo de sus padres. Ellos sabían de primera mano lo que personas con habilidades inusuales llegaban a ser “Perros del ejército” se les solía decir. Forzados a luchar sin un sentido real.

Gin siempre sintió una fascinación peculiar con las impresiones psíquicas. Había especializado su propia habilidad en recogerlas; tomar un objeto cualquier y recibir impresiones de cualquier persona que lo hubiese tocado y con esto intentó buscar una razón para su peculiar don. Desde los 12 años el joven constantemente tomaba libros y otras cosas en una constante búsqueda… Pero nada ofrecía más que la imagen de algunas personas que los habían tomado… ¿Por qué tenía ese don?

El chico continuó con sus estudios incluso luego de cumplir los 11. Gran parte de su entrenamiento fue como un Ranger, a manos de su padre aprendió a tratar, respetar y amar a los pokémon. Pero incluso así él quería un compañero... Ese pokémon que le ayudaría a cumplir su sueño. Un pokémon que fuera un reflejo de sí mismo, un fantasma, un espíritu… Un misterio tanto como sus propias habilidades.

A los 13 años por fin surgió una pista sobre los misteriosos poderes del chico, que parecían crecer de manera constante día a día… Y fue su propio poder quién facilitó una respuesta acerca de sí mismo. Un día consiguió una medalla entre las cosas de su madre. Nunca había sabido que su madre fuera una entrenadora pokémon… Y aun así la medalla no mentía. No sabía que significaba, pero sí consiguió una fuerte impresión causada por los profundos sentimientos de la dueña de la medalla

La mujer estaba parada al lado de un Charizard de aspecto amenazante. El fuerte pokémon parecía estarla protegiendo de algo… ¿Bandidos? Vestidos de negro y blanco, señalando con sus pokémon al fuerte Charizard, que los mantenía a raya a ambos, aunque no por mucho, el nivel mayor del pokémon de tipo fuego alcanzaba para mantener a raya a los dos pokémon rivales, un Arbok y un Rhydon se mantenían atacando… Y de repente lo que parece un cañón de agua. El Rhydon cae debido al golpe y se desmaya. El Charizard concentra un fuerte golpe de fuego en el Arbok enemigo y este también cae… Los bandidos se disponen a escapar en un globo, pero uno de ellos se voltea y lanza una pokébola. Un Alakazam sale de esta y repentinamente lanza una onda psíquica… Pero pasa de largo al Charizard y al Poliwrath que se preparaban para atacar… Un intenso dolor con la imagen de un Ranger saliendo de la hierba y atacando fieramente al enemigo y una sensación de tranquilidad.

Gin estaba parado, sosteniendo la medalla en un puño, con las pupilas dilatadas, sudando levemente y respirando de manera agitada. Usar su poder era cada vez menos exigente en su cuerpo. El sangrado nasal había disminuido y hacía años que no sufría esto… Pero ahora… Ahora su nariz soltaba un par de gotas del precioso líquido debido al masivo esfuerzo y la fuerte conexión de la impresión con el objeto. El muchacho se levantó y no dijo más, sabía bien lo que había pasado, sabía qué era lo que eso significaba y ahora sabía por qué su madre ocultaba con tanto fervor aquella cicatriz en su frente, o la de su hombro. Y por qué ambos de sus padres se mostraban tan reacios a una vida como entrenador para el joven Gin. Su madre había sido atacada por bandidos, seguramente embarazada de él, por eso la conexión se hizo tan fuerte… Tenía que confrontarlos. Pero aplazó el tema durante años, manteniendo aquella vivencia como un recordatorio del miedo de sus padres ante su sueño de convertirse en entrenador.

Habiendo pasado casi 7 años de riguroso entrenamiento y trabajo como Ranger honorario había decidido cumplir su sueño, pero aún quedaba un asunto pendiente, una conversación aplazada por un lustro. El joven estaba ahora sentado a la mesa luego de la cena y miraba a sus padres seriamente

-Tengo que decirles algo… Papá, mamá…- La pareja asumió lo que venía. El muchacho no habría olvidado su sueño… Sin embargo lo siguiente que escucharon fue una sorpresa para ellos -¿A ustedes los atacaron mientras mamá estaba embarazada de mí?-
Los padres se miraron, sorprendidos y fue Kirai quien habló primero -¿Cómo lo sabes?- seguidamente su madre complementó, contestando a la pregunta del muchacho –Si… Fue hace mucho-
-Encontré una de tus medallas, mamá… No sabía que fueras entrenadora…-
La mujer lo miró sorprendido y luego alzó la ceja, pero antes de poder contestar el chico empezaba a hablar de nuevo –Lo vi todo al tocar la medalla… Mis habilidades han mejorado… Y pude ver cómo te atacaron, mamá. Pude ver como papá intentaba defenderte… Y entiendo por qué tienen miedo de que yo sufra lo mismo. Pero es mi sueño y estoy seguro que, con lo que he aprendido de ustedes, me irá bien.-
La firmeza e intensidad de sus palabras era contagiosa. Su padre lo sabía bien, lo que eran las ansias de aventura, la pasión por el descubrimiento… Su madre conocía la sed de conocimiento y el deseo por explorar. Ambos se miraron y asintieron –Está bien- y con esa frase lo sellaron. La conversación que siguió estuvo inundada de consejos y promesas de cuidarse ante todo.

Al día siguiente el chico estaba listo para partir, preparado y dispuesto. Era peligroso y ahora lo sabía de primera mano. Abundaban los criminales y entrenadores sin escrúpulos, gente que no había aprendido el honor que carga ser el compañero en la batalla de un pokémon.
Sus padres estaban abajo, preparados para la partida del joven. La vieja medalla de la madre ya no tenía valor para la liga, pero definitivamente representaba algo importante para la mujer. Sin muchas palabras se la entregó a su hijo, mientras su padre le entregaba un par de guantes. Las marcas del uso se podían notar, dando a entender lo resistentes que eran.

Así el chico se aprestó a partir, esta vez sin objeciones de sus padres. Tenía suficiente dinero para sobrevivir un par de años, y si no lo conseguía, volvería a ser un ranger. Pero él ya había decidido que la próxima vez que pisara su tierra natal sería en la gloria de ser un maestro pokémon, cuando volviera a ver a sus padres ellos ya le habrían visto, emergiendo victorioso de la liga como su ídolo, Geralt; tal vez incluso con la oferta de unirse al alto mando a su espalda... Pero con la mayor victoria en sus hombros: Haber luchado con el honor y la fuerza, con el amor y la intensidad que sus padres le habían inculcado.

Con esto en mente puso el primer pie en la ruta que le llevaría a explorar la región, adentrándose en los peligros del mundo, con sed y ansias de aventura. Un suéter con capucha negro cubría su pálida piel, su cabello negro caía sobre uno de sus ojos, dejando ver sólo uno de sus irises plateados; unos jeans negros y un bolso con alguna ropa y comida para la primera semana eran todas sus pertenencias.

El conocimiento de los años de estudio con los libros y experiencia de su padre y un par de guantes sin dedos de cuero negro eran el complemento, sello de lo que era, de lo que sería. Un entrenador honrando el código de un ranger en un mundo que parecía, de nuevo, a punto de estallar en guerra. El chico se ajustó la medalla de su madre como si fuera un prendedor en el frente de su suéter, sobre el corazón. Preparado y listo para lo que las aventuras trajeran… Sus poderes dándole un aliento más al sentir el broche y los guantes en su piel. Sus padres habían dejado un mensaje involuntario para él… Sintió el orgullo y el temor. Pudo ver a su padre sosteniendo los guantes, deseándole lo mejor en su camino y esperando que los guantes siempre le recordaran el honor de un ranger y el valor de acompañar a un pokémon en lugar de utilizarlo. El prendedor de su madre, que ella había dado para que recordara que todo lo que aprendió era inútil sin la única lección valiosa: Los humanos no son islas… Pero tampoco lo son los pokémon. Una filosofía que en la batalla le había ayudado…

El chico dio una última sonrisa a su hogar y se giró, listo para su gran aventura.

12/02/2014, 23:31

Suena bastante interesante, si me aceptas estoy interesado!

Soma
 
13/02/2014, 02:18

Me interesa tambien...!

13/02/2014, 12:36

Yo tambien estoy interesado, pero como hay gente antes que yo... Me das VIP?

13/02/2014, 23:13

VIP marchando, gracias a los interesados ^w^

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