Galería Umbriana

Después de un almuerzo provechoso de empanadas, una servidora cogió la caja de cartón y miró al resto.

- Daría para hacer la del indigente, ¿no?

- Sí. La quiero hacer yo, déjenme a mí.

- ¿Segura, Frutillitas? Porque si no, la hago yo.

- No, no. La quiero hacer yo.

Desde ese momento hasta la última foto de la prueba, pobre Frutillitas, se estuvo arrepintiendo de ello.

Hacía una suerte de frío demoledor cuando terminamos de juntar toda la ropa vieja dando vueltas en la casa de TGG (que incluía una camiseta del Mundial de Fútbol 94', apreciable en las imágenes, y los calcetines que él mismo traía puestos, también muy apreciables allí arriba), y nuestra modelo terminó de ponérsela para que admirásemos su transformación. Sí, estábamos satisfechos, podía pasar tranquilamente por un indigente a los fines de las fotos de la prueba, excepto por...

- Che, tenés el pelo como muy arreglado para pasar por indigente.

- No, no. ¡Con el pelo no!

Oh, con el pelo sí.

Luego de que se batiera (ordenadamente) el cabello, y que estuviéramos midiendo a ver quién lograba desacomodarle mejor el flequillo (generándole alguna especie de trauma violento), tocó salir a la calle a buscar alguna esquina suficientemente buena para sacar las fotos. Previamente, habíamos hecho las dos versiones del cartel, utilizando la caja de empanadas en la que apenas habían quedado las migas, así que ahí íbamos, un hombre con sobretodo de vestir, una mujer de camisa con un impermeable elegante, un sujeto con abrigada cazadora de cuero, y en el medio de todos nosotros, una mujer de destruido pantalón de gimnasia, camiseta desteñida, viejísimo impermeable, trapo sucio y manchado colgando de un bolsillo (sí, la cara de Question), guantes sin dedos y expresión de haber pasado por un par de décadas de olvido. Estábamos caminando por un sector de una avenida de las más elegantes y respetables de la ciudad.

- Ah, ¿por qué no agarramos eso para la foto?

Eso fue primero un par de cartones mojados y llenos de barro, en los que se ponen las manzanas dentro de los cajones que las transportan. Luego fue una suerte de círculo símil madera, dejado al lado de un bote de basura. Y luego fue un gran palo de madera. Y luego, un paraguas desarmado, abandonado a su suerte en el borde de la acera. Arrastramos todo ello por la avenida, mientras arrastrábamos a nuestra indigente estrella, hasta colarnos por una calle lateral donde identificamos un contenedor de basura rodeado por un montón de cajas de cartón. Así que el Gringox hizo gala de su fuerza y rompió una de las cajas para hacerle un hogar confortable a Frutillitas, que se dejó caer allí...

Sí, nuestro indigente tenía algunos problemas, además de tener a su familia secuestrada por los ninjas.

Y luego, fue burlada descaradamente por un pretendido interesado por su situación, ante la mirada de los transeúntes*

Al final, nos preguntamos si no comenzarían a tocar cojones poniéndose extremadamente puntillosos con la literalidad de la prueba (que para eso tenemos dos toca-cojones lingüísticos profesionales en el grupo), así que insistí en que desplazáramos a la bienaventurada sufrida al medio de la calle que tenía a sus espaldas.

Y mientras que ella posaba de pie en su trono de cartón, y yo le sacaba veinte millones de fotos pues no se llegaba a leer el cartel, o a ver el logo, o no se entendía nada, el Gringox y TGG tomaron mi relevo y se quedaron de pie en medio de la calle del otro costado como carne de cañón por si algún auto quería doblar y se encontraba con nosotras en su camino.

Y al fin, se terminó.