Partida Rol por web

Un gran temblor sacudió la tierra hace menos de dos lunas, es difícil decirlo cuando la cognisciencia no se encuentra suficientemente desarrollada. Las montañas se retorcieron y los ríos anegaron vastos campos, los prados se convirtieron en lechos de tierra rocosa y yerma, y los ríos se escondieron bajo tierra para no volver a ser vistos. La tribu tuvo que marcharse, encontrar un nuevo hogar. Atravesasteis los límites del territorio conocido esperando que un nuevo hogar surgiera en el camino, para estar todos a salvo. Todos. Pues la tribu debía ser tribu. Uno solo es vulnerable, pero la tribu es fuerte

Avanzaban por una cordillera. Un valle prometedor se extendía hasta casi el próximo horizonte ribeteado de escarpadas montañas. Los homínidos pensaron que tal vez hubiera algun lugar por el que se pudiera acceder con seguridad., y perseguían esta posibilidad cuando fueron atacados por una manada de lobos durante la noche

El caos y los gritos fueron totales. Shaki apenas pudo ver nada. Al tratar de buscar una ocasión de defender a la tribu, pese a no saber qué estaba ocurriendo exactamente, se produjo un deslizamiento y cayó cordillera abajo siendo enterrada en tierra y gravilla.

Al despertar desconocía el tiempo que había ocurrido. Sus labios estaban secos y llenos de polvo, con dificultad y dolor pudo sacar toda la gravilla y tierra de sus orificios hasta dejar de sentir el entumecimiento de su zona occipital. ¿Donde estaban todos? ¿Qué había ocurrido?

El sol estaba ya muy arriba. Afinó el oído para oír el trino de un zorzal al levantar el vuelo desde una roca cercana, apenas había nada que le indicara qué había a su alrededor. Olisqueó la tierra seca, se encontraba en una ladera de cornisas y aristas escarpadas que caía en pendiente hacia el valle, verde y exuberante tal y como la mitad de la primavera solía prometer.

El sol brillaba en un cielo azul donde se dibujaban la lejana silueta de los buitres que sobrevolaban la región en la que se encontraba. El viento cortaba sus mejillas en aquel lugar rocoso. No había lugar a dudas que su tribu ya no estaba allí, y que debía encontrarles si deseaba sobrevivir. Y debía sobrevivir si quería tener alguna oportunidad de encontrarles.

Aquel lugar le era extraño y desconocido, pero no había otra que superar los miedos que la seguridad de una tribu era capaz de paliar: el miedo a la muerte. Hambre, frío, sueño, enfermedad y depredadores estarían esperando a que el homínido de cabeza llana, sobresalientes arcos ciliares, mandíbula pronunciada y extremidades gruesas bajara la guardia.

Con unos sonidos guturales pequeños y entrecortados simulando pequeños pujos que escapaban expulsando el aire de sus fosas nasales oteo alrededor. La mezcla de emociones era difícil de explicar para la mujer que carecía de un razonamiento capaz de procesar lo que había ocurrido. Entre una miscelánea composición que abarcaba desde estar molesta, algo temerosa y agitada tras los acontecimientos y el descubrimiento de su nueva situación se decidió ir abajo.

Las espirales de polvo que desprendía de su cabello fueron quedando atrás a medida que comenzaba a acortar la distancia que la separaba del valle.

Trepar arriba por aquella pendiente buscando a los suyos arriba hubiera sido ideal, de no ser que la escarpada cornisa no se presentaba ideal para tal menester.

Miro arriba a los buitres que  sobrevolaban y gruño. Allí donde volaban había siempre muerte, tal vez esos pájaros negros eran quienes traían la muerte.

Tenía los labios secos y automáticamente chasqueo la lengua tanteando cuanta saliva tenía antes que la sed hiciera presa de ella, instintivamente la necesidad de buscar agua y un lugar seguro donde guarecerse la invadieron. Ya tenía una meta y su cerebro primitivo trazo un plan involuntario.

Shaki desciende la fría ladera huyendo del viento cortante y el desamparo de la piedra desnuda, desciende mientras el paisaje empieza a poblarse de almendros, avellanos y enebros. Algo se escabulle entre las rocas haciendo que varios guijarros caen por la pendiente. Shaki busca por un momento el origen del sonido pero al sentir la atención sobre ella corre al amparo de la floresta.

Camina durante horas por el valle, dejando que el bosque seco de paso a un bosque de helechos y lianas, fresnos y álamos que vadean gruesos riachuelos que corren a gran velocidad por el bosque. Bebes largos sorbos de agua, quitándote el polvo y la suciedad, limpiando tu nariz y refrescando tu garganta.

Los urogallos levantan el vuelo al paso de Shaki, demasiado ruidosa para las criaturas del bosque que desaparecen a su paso, al menos por ahora. Tras varias horas alcanza un lugar del bosque totalmente cubierto por hiedra, un débil perfume aromático hace que arrugue su nariz. Es una planta muy venenosa, incluso sus tallos son evitados a la hora de trenzar cuerda o canastos dado que el líquido que rezuman al ser raspados resulta tóxico y urticante, por otra parte le sería muy útil con un par de ramas hacerse hueco bajo el manto de plantas venenosas para protegerse de los peligros de la noche. 

El lugar sería menos que una madriguera, básicamente echarse al suelo y cubrirse con la hiedra, sería un refugio frío pero no parecía que fuera a llover y pocos animales debían andar por este lugar, y si lo hacían, el aroma de la hiedra podría despistarles. Tal vez.

No es difícil encontrar agua, pero el bosque entero parece cernirse continuamente sobre ella. Los sonidos de las aves se entremezclan con el de las copas de los árboles al mecerse con el viento, pero Shaki es capaz de escuchar el sonido de los carboneros y herreruelos ajetreados volviendo a sus nidos, no debería ser tan difícil recorrer esta región recolectando los huevos de algunos nidos.

Aún quedaban bastantes horas de crepúsculo para aprovechar aquella penumbra

A medida que bajaba pudo reconocer algunos árboles,

descendiendo mientras el paisaje empieza a poblarse de almendros, avellanos y enebros;

sabía que sus semillas eran comestibles pues como recolectora esa había sido su función cuando estaba con los suyos. ¿Sería la época adecuada para recolectar las semillas? De eso si no estaba segura, pero esperaba al menos encontrar algunos frutos secos.

No obstante la sensación de desabrigo  que  sentía sobre aquellas rocas en este paisaje tan desprovisto de maleza que la ocultara prontamente la hizo dar un respingo buscando la floresta al sentir el sonido de algo arrastrarse por la pendiente.

 Finalmente allí, entre la vegetación volvía a sentirse más o menos segura sin ser un blanco fácil para algún depredador. La falsa pretensión de seguridad tampoco nublaba su juicio primitivo, al menos no lo suficiente como para creer que estaba a salvo pero lo suficiente como para calmarla y dejarla pensar sobre su próxima jugada.

Ya tenía agua, y sabía el trayecto de los riachuelos, asi que continuo su camino sin alejarse demasido de uno de los  afluyentes. Cerca del agua siempre crecian arbusto de frutos, suculentas lombrices en el lodo podrian significar un buen desayuno, bichitos de diferente indole como escarabajos que viven en los troncos humedos tambien.  Bebió y limpio su cuerpo aprovechando las horas de luz que quedaban eliminando así el sudor y el pungente olor de su cuerpo que pudiera atraer a algún animal nocturno, sabía que habrían y sin fuego esta noche no estaba segura de cómo sobrevivir así que cualquier cosa que pudiera hacer para prever tal situación seria una prioridad. Ella no era una cazadora ni una guerrera, era inteligente y astuta, usando los pocos conocimientos que tenía para ver otro amanecer.

La oportunidad se presentó en  una zona de hiedra. Los animales se mantendrían alejados de esa zona por instinto, pero como manipular esas ramas para su conveniencia sin que ella misma no fuera víctima de la acción irritante. Pensó y pensó, torciendo los labios y dejando escapar los bufidos de frustración pidiendo a las neuronas en desarrollo que se iluminaran con alguna idea novedosa. Nada…

Entonces se rasco distraída el antebrazo quitándose un pedazo de barro o lodo seco que tenía en la piel de cuando estaba en el riachuelo y entonces… Ocurrió.  Un momento de manifestación. Cubrirse, cubrir la piel, lodo o barro seco en sus manos para que el líquido de las ramas no escociera su piel. ¿Funcionaria? Con probar no perdía nada. Era una práctica usada en las gentes de los pantanos para evitar las picaduras de mosquitos u otros molestos insectos como pulgas o incluso como protección solar. Entonces no se diga más, manos a la obra.

La posibilidad de rastrear localizaciones exactas escuchando el murmullo de los pájaros de la zona fue una grata sorpresa. Sin duda aprovecharía esta oportunidad también, saqueando huevos y de ser preciso aprovechando el estado semi somnoliento de los pájaros si pudiera para atraparlos en los nidos y torcerles el pescuezo. Los huevos por su peso podrían deducir si estaban frescos o fecundados con un polluelo creciendo dentro. De estar frescos bastaría un golpecito con una piedra para una diminuta apertura succionar su contenido proporcionándole a su cuerpo algo de nutrición para sobrevivir la noche que se avecinaba. Los pajaros y los huevos fecundados podrian servirle de señuelo para lanzarlos a los lobos si volvian a aparecer, por una noche no se echarian a perder y siempre podia comerlos en la mañana. Por ahora y lograba resolver el problema de la "madriguera"  y las hiedra era apremiante encontrar una zona donde el viento no le alcanzara en su magnitud ni arrastrara luego su olor por todo el bosque. 

Shaki recorrió dos o tres horas el bosque, consiguiendo un montón de huevos de aves pequeñas. Herreruelos, carboneros y ruiseñores tenían sus nidos a rebosar de huevos y Shaki pudo darse un buen festín con ello guardando en su bolsa los que en aquel momento no necesitaba.

Recogió varias lombrices del río, parecía tan sencillo cuando ella lo hacía que hubiera despertado el interés de cualquier otro neanderthal que pasara por allí si la viera pero no era tan sencillo. Tenías que conocer el lodo, buscar los pequeños poros que los gusanos del lodo dejaban a su paso para ser encontrados y desenterrarlos con cierta técnica para evitar que se enterraran aún más donde las uñas de la homínida no pudieran encontrarles.

Cuando la noche se le echó encima aún consiguió coger un par de setas grandes y blancas que sabía eran aptas para consumir dentro del gran abanico de micónidos indigestos que podían hacer de su recolección algo muy peligroso.

Con la bolsa algo más llena de provisiones pudo hacer algunas cábalas de que haría cuando saliera el sol, la recolección de buenos alimentos lleva tiempo y se necesita mucha cantidad para poder llenar un estómago, pero tendría más que suficiente para ella misma. Es posible que Shaki pudiera sobrevivir.

El ulular de las aves nocturnas le acompañó mientras recogía un par de ramas que le cubrieran de las hojas, pudo ver la silueta de un gran búho, probablemente el mayor que Shaki hubiera visto, vigilando su tarea. Tenía una silueta terrorífica subido en la rama más alta recortado con el cielo crepuscular mientras oscurecía en cuestión de minutos.

Inició un pequeño refugio bajo la manta de hiedra, la tierra era fría y la hiedra acumulaba mucha humedad durante la noche por lo que tuvo mucho frío, el bosque era un hervidero de vida totalmente diferente a la melodía de las ranas e insectos de la ciénaga. En el bosque se escuchaba a los depredadores recorrer las ramas de los árboles y sus presas huir de ellos. Shaki oía un sin fin de gruñidos que desde el manto de hiedra y por la distancia no podía identificar, mas cuando se despertaba era agradable el aroma de la hiedra y sacaba la cabeza del manto de hiedra para dar una bocanada de aire. Entonces, sorprendía la silueta de algún gato o gineta que alzaba las orejas sorprendido y huía despavorido en la oscuridad total salvando la vida de algún pequeño roedor.

Una lagrimilla solitaria escurrió desde su mejilla, humedeciendo en aquel solitario recorrido algunos bucles de su cabellera a la altura de la sien mientras acomodaba el cuerpo de lado; lo mejor que podía en aquel frio e inhóspito lugar. Aspiro un momento tratando de buscar confort en los recuerdos, en lo aprendido  durante su corta vida, rememorando las enseñanzas de sus padres y de los ancianos de la tribu.

¿Dónde estarían los suyos? ¿Habrían perecido todos ante las fauces de aquellos lobos en aquella fatídica noche cuando extravió el camino?

Pensaba que no, obligándose a recordar a los guerreros de la tribu. Los hombres, y algunas mujeres, fuertes y agiles, armados con lanzas y diversas armas que podían hacerle frente a los animales del pantano. Ellos seguramente habían sobrevivido. Siempre los veía con admiración cuando en lo alto de alguna roca o elevación, incluso subidos en algun arbol, vigilaban la zona protegiendo a los recolectores y artesanos. La caza era peligrosa y no siempre rendía frutos, de modo que a su vez se lograba un balance simbiótico entre todos los miembros, incluso los ancianos con la sabiduría de años acumulados servían como maestros guiando las nuevas generaciones. La tribu iba más allá que muchos individuos juntos, siendo una familia que compartía miserias y abundancias.

Su infancia fue feliz, correteando en el pantano, jugando con las plantas y los bichitos; un juego que la preparaba, sin ella estar consciente, para la vida. Aprendía de  la fauna y la flora que le rodeaba mientras seguía a su madre como buena cría que era. Su padre era una cazador especializado en el agua, su función originalmente había sido recolector y así fue como se emparento con su madre, pero prontamente sus habilidades comenzaron a desarrollarse significativamente. Comenzó recolectando camarones de agua dulce y langostinos, luego descubrió  algunos peces aislados en pequeñas pocetas y aprendió como aislarlos, finalmente y de una forma muy rustica aprendió a pescar. Todavía recordaba con una mezcla ahora de añoranza, pero horror en aquel entonces, cuando su padre un día cayó al agua y comenzó a chapaletear casi ahogándose. El susto se incrementó para la familia cuando el hombre comenzó a hacer de aquella situación algo cotidiano incluso logrando avanzar tramos cruzando riachuelos y ríos para investigar en la otra ladera. Por las noches se ponían los dos, padre e hija a simular los movimientos de nado junto al fuego, aunque ella nunca se atrevió a hacerlo sola, apenas avanzaba hasta donde el agua llegaba a su pecho para flotar solo un poco. Shaki estaba muy orgullosa de sus padres, activos proveedores para la tribu y ella sin duda iba a seguir sus pasos. Pero ahora estaba sola.

Volvió a suspirar, amasando la cabeza algo desesperada, hundiendo los dedos en el pelo rascando el cuero cabelludo. No sabía si podría volverlos  encontrar, no sabía si podría sobrevivir sola. Estaba decidida  entonces tendría que buscar otra tribu, otra familia a la cual pertenecer, aunque tal vez con suerte encontrara a alguno de los suyos . Esperanzada miro a la noche buscando entreveer entre las siluetas y las sombras, buscando  el tenue color naranja de una hoguera a través de los árboles, pues además de calor y protección el fuego era una guía. En el pantano, donde los arboles ocultaban el cielo y la noche llegaba pronto, los artesanos del fuego prendían una apenas los tintes rojos de Run se escurrían señalando su muerte, entonces los cazadores y recolectores que estaban más lejos podían regresar siguiendo la luz del hogar. Perpetuada en su mente los lugares fijos adonde siempre volvian, pues aunque nomadas de la tierra, ellos mismos seguian los ciclos de lluvia, frio y calor, igual que todos los animales. Sabía que la luz pequeña de una fogata en la noche viajaba tanto como la de Run(Sol), que iluminaba todo el cielo.Miro alrededor en la penumbra de la noche mientras el astro lunar iluminaba débilmente a través de los árboles. ¿Habría alguien allá afuera?

Shaki dedicó varios días a conocer la zona en la que se había asentado. Era un bosque húmedo, varios riachuelos caían de la montaña y confluían en multitud de fuentes, manantiales y estanques de varios tamaños enterrados en la frondosidad de aquel bosque. El bosque estaba lleno de vida: Frutos, pequeños animales, raíces, huevos. Para Shaki fue fácil recolectar durante los pocos días que estuvo por allí, y poco a poco empezó a sentirse más cómoda en aquel lugar, aunque anhelaba encontrar un lugar más familiar.

Aunque trataba de cubrir su piel, la hiedra le provocaba urticaria y algunos depredadores habían empezado a rondar por aquella zona. La leña siempre estaba húmeda y se había desperado con más de una picada de araña suficientemente dolorosa como para empezar a aborrecer su rincón de hiedra que aquel tiempo le sirvió de refugio. Algo mejor acomodado y sin estar sola, aquel bosque podría convertirse en su hogar.

Las corrientes de los arroyos confluían en varios riachuelos y todos seguían la misma dirección hacia el oeste, donde la vegetación empezaba a cambiar perdiendo frondosidad y encontrando pozos de lodo y barro, algo mucho más adecuado a sus necesidades en aquella dirección. No obstante no había tomado aquellos días aquel viaje por temor a quedar a medio trayecto sin el refugio que las hiedras le ofrecían, aunque había conseguido conocer el camino de tres leguas que le llevaba hacia aquella zona.

Hacia el sur se encontraba la montaña de la que había descendido, muchísima agua caía de ella y parece que la montaña era excesivamente rica en minerales pues en uno de los manantiales del bosque de hiedra siempre habían piedras de diferentes aspectos y tamaños que le resultaban de interés. Una concretamente había llamado enormemente su interés siendo recogida y questionándole de donde provenía.**

Hacia el norte y el este el bosque se extendía sin cambios a la vista, parece que habían muchas leguas de bosque templado en aquella región y si decidía viajar en esas direcciones tan solo encontraría millas y millas de bosques llenos de bestias acechándole.

Antes de que el brillo del sol ilumine el cielo, justo cuando las estrellas ya se desdibujan en el cielo es cuando se intensifican los quejidos y gruñidos de las últimas alimañas nocturnas retirándose a sus madrigueras y cubiles, huyendo de la luz del sol. La mañana resulta extraordinariamente prometedora.

El gorjeo de los mirlos en un zarzal cercano aviva los sentidos que se entumecen de nuevo al ver el cielo aún oscuro. El cielo clarea despacio, el viento sopla fuerte, ha estado soplando en los últimos días empeorando el confort del valle. Cuando el sol ya roza con su rayo la cordillera de las montañas Shaki decide ponerse en marcha pues hoy será un día diferente. 

Una cierva y su cervatillo salen disparados cuando surge de la hiedra mucho antes de que Shaki pudiera siquiera verles. Es un bosque muy rico de vida y recursos y será una lástima abandonarlo, pero tal vez exista un lugar más adecuado para la primitiva homínida.

Pues no quedaba de otra que ponerse en marcha.

Le gustaba el bosque, hasta un punto claro está, sobretodo la posibilidad de conseguir comida. Era rico en recursos y ella misma con sus habilidades recolectoras a cada paso y con ojo avizor miraba que podía servirle. Esto era siempre una constante, e incansable tarea de la que nunca desistía.

Lo que no le gustaba del bosque era el sonido de los animales desconocidos, el manto negro durante la noche ocultando peligros aquella humedad en cada leña imposibilitando tan siquiera la idea de intentar el fuego, y las hiedras que ya le hartaban. La joven mujer reflexionó que durante sus pesadillas comenzaba a añorar otras cosas como el confort, el calor, la seguridad que proveían tanto el fuego como otros como ella.

Hizo, lo mejor que pudo, un mapa mental de su localización. Por donde salía el sol y se ocultaba, las infranqueables montañas al sur, y el bosque que seguía creciendo al norte y al este; siendo ya la única posibilidad de encontrar algo diferente la ruta hacia el oeste.

De agua no carecería pues los riachuelos  corrian en aquella dirección. Podría buscar moluscos y lombrices en el lodo y el barro, incluso se dio cuenta que el barro al sol se endurecía y tal vez podría usarlo para transportar algo muy rudimentariamente.

Comió lo que tenía, con la barriga llena y energías podría intentar atravesar  la zona de pozos de lodo y barro. Confiaba que en los pozos hubiera ranas, pequeños peces, escarabajos,  lombrices y toda suerte de pequeños crustáceos. Provisoriamente trato de conseguir una rama larga para ayudarla en el trayecto, tanteando al pisar con cuidado en zonas blandas. Ella concia el pantano y sabia lo traicionero que podía resultar el agua.

En sus ratos libres tallaba aquella gema de cuarzo preguntándose que utilidad podría darle mirandolo a contra luz y jugando con la luz que reflejaba.

Tallar la piedra no resultaba tan sencillo, pasó largo tiempo dándole vueltas. ¿Podría quebrarse como un sílex? A veces daba la sensación que era capaz de atrapar la luz del sol, pero por la noche estaba tan apagada como cualquier otra piedra. Podría abrirse. Pasó casi una hora buscando una piedra percutora. Adecuada para no destrozar el cuarzo cuando diera su golpe, no encontró un "yunque" adecuado sobre el que apoyar la piedra. Golpearla sobre una superficie demasiado dura podía destrozarla desde abajo provocando que se hiciera añicos. Encontró en su camino un tronco húmedo sobre el que apoyó el cuarzo y se dispuso a dar el golpe. La piedra se resquebrajaría por donde ella quisiera si no se hacía con el movimiento grácil pero estudiado que confería la habilidad de sus ancestros en la talla lítica. A veces la entrada a una cueva quedaba cubierta de una alfombra de esquirlas e intentos fallidos de producir una herramienta.

Observó el corazón del cuarzo, era algo más fácil que el sílex al verse su interior. Las pequeñas ondulaciones de la piedra le dejaban adivinar por donde se abriría y cuando reunió la concentración necesaria dio el primer golpe. Una larga esquirla se deshizo de golpe dejando la mayor parte del cuarzo intacto salvo por una cara que quedó alisada. 

Con cuidado Shaki dio la vuelta al cristal, y buscando de nuevo dio un nuevo golpe, esta vez la esquirla no salió de forma tan precisa pero desde el borde de la cara plana empezó a formarse una hoja, volviendo la piedra con una forma laminada que la haría más apta para su uso. Con tiempo y esmero Shaki obtuvo un resultado bastante aceptable, le serviría para cortar raíces... viéndolo a trasluz observó su diferencia cristalina para con las piedras de sílex habituales, preguntándose si no tendría algún otro uso.

Cuando volvió al camino aún se entretuvo otro tiempo en desenterrar algunas raíces y buscar dentro de la corteza de algunos árboles caídos. Encontró bastantes larvas y crisálidas. El viento soplaba fuerte y agitaba las copas de los árboles. Aún así por encima de todo esto se oía alto el canto del urogallo. Era casi sorprendente lo seguro que parecía aquella confortable parcela de bosque, pero debía seguir su camino si deseaba encontrar a otros, aunque todo fuera dicho: Le estaba yendo muy bien sola.

Comenzaba a sentirse un poco más optimista. Debía contar sus bendiciones hasta el momento. Primero no se la había zampado ninguna bestia y milagrosamente había conseguido mantenerse alejada de estos. Segundo y muy importante, comida; si bien sus dientes ansiaban morder la jugosa carne de algún animal grande al menos había logrado mantener a raya el siempre creciente reto del hambre. Y para culminar Run (Sol) se había dignado de regalar uno de sus rayos para ella. Sin duda esto que tenía en sus manos, el cuarzo, tenía que ser un pedazo de run. Atrapaba su luz e incluso la reflejaba un poco, su trasparencia le permitía ver como tallarlo y la promesa afilada que ofrecía sus bordes tallados la ayudaría para cortar si la necesidad surgía. Tal vez pudiera darle algún uso especial, no obstante hasta el momento todavía no captaba cual podría ser.

Sonrió y casi que sintió ganas de cantar escuchando el canto mañanero del ave. Imitando la ondulaciones sonoras del urogallo Shaki efectivamente cantó, un poco más ronco y sin lograr la escala adecuada pero disfrutando cada segundo de su burdo intento vocal.

El viento aumentaba y en el fondo aquello la inquietaba un poco. El clima era impredecible, si bajaba la temperatura sin fuego no podría sobrevivir. Decidió comer todo lo que tenía hasta el momento para mantener sus fuerzas en alto.

Se le ocurrió que tal vez habrían algunos huevos en algún nido cercano y claro esta debía ser cauta y aunque su estómago saciado en aquellos momentos le permitía enfocarse en otras cosas, sin premura debía ser previsora y acumular comida para cuandoNut(Noche) volviera a cubrir todo con su manto impenetrable. La tarea se repetía lombrices, raíces, setas y todo lo que pudiera encontrar que fuese comestible. Aunque esta vez con el corazón más liviano, dentro de lo cabe.

Era su primera vez sola, sin el apoyo de una tribu y antes, era una niña aprendiendo que dependía mucho del apoyo paterno y de los mayores. Ahora, se sentía una mujer en pleno derecho, una proveedora que podría aportar su peso a la tribu, si es que lograba encontrar a algunos de los suyos, o incluso otro grupo al cual pertenecer.

Pensó que tal vez podría intentar nuevamente lo de cubrir su cuerpo con el barro y el lodo para prevenir la infestación de plagas a su piel y protegerse de los elementos.

Por alguna razón, aunque había visto a los suyos hacerlo varias veces ella seguía fallando en tan útil tarea. Frunció los labios y resoplo molesta, a este punto se podría decir que la primera obscenidad de la historia humana comenzó a formularse en su cerebro primitivo. Esto sin lugar a dudas le bajó los humos devolviéndole la humildad que la caracterizaba, trayéndola de regreso a la cruenta realidad. Si bien ella era un individuo versátil que había demostrado que podría sobrevivir, no era más que eso una sola pieza vulnerable ante el desalmado mundo que la rodeaba. La necesidad de encontrar otros se hizo más trascendente.

Shaki pasó todo el mediodía dando vueltas por el bosque. Los senderos que ya tan familiar le parecían. Recogiendo pequeños insectos, brotes de trébol, capullos de dientes de león, espárragos y frambuesas. Durante todo el día vio por el rabillo del ojo como algunos jabalíes se escurrían entre las zarzas al oírle llegar, o los ciervos se quedaban pasmados por su presencia tanto como ella misma por la suya para después desaparecer con el grácil galope que les caracterizaba.

El viento soplaba tan fuerte que se hacía más difícil aún oír los animales, y no se notó el aroma a flores que se levantaba con el atardecer cuando las pequeñas damas de noche se abrían expulsando su fragancia. El viento le traía un sin fin de olores confusos. Se detuvo en una charca a refrescar el gaznate y vio un montón de barro, pero fracasó como la vez primera. No era tan fácil como ella pretendía hacer, al igual que la talla lítica, requería del tiempo necesario para recorrer la ribera del arroyo en busca de una zona lodosa, con el tipo de lodo adecuado que se resecaba formando aquella película de escamas sobre la piel adornada después con algunas algas y musgo machacado.

Aún quedaban horas de luz aunque el sol se había escondido ya tras la cordillera, aún podía decidir si deseaba marchar a una nueva zona, o por el contrario pasaría los próximos días forrajeando en aquel pacífico bosque que ya conocía mejor, y aunque el viento le asustaba con nuevos sonidos y olores, conocía sus senderos y se le antojaba un poco menos inhóspito que la vez primera que llegó allí.

En lo que se podría catalogar como la finalización de aquella semana Shaki decidió ponerse en marcha. Su estómago acostumbrado a la abundancia con que fuera agasajado los días anteriores rugió en protesta, pero la muchacha lo aplaco bebiendo agua. Guardaría los últimos suministros para su trayecto, hasta familiarizarse con esa nueva zona.

Estaba fuerte para la jornada, nutrida en lo que podría ser clasificado como una persona en estos tiempos, así que uno o dos días de mínimo consumo no deberían afectarle tanto, o eso queria creer.

La impulsaban la apremiante necesidad de encontrar a otros, la soledad era muy mala consejera y aquellas noches sin el calor y la compañía de otros calaba en su psiquis primitiva. La tribu o  manada eran esenciales y Shaki lo sentía.

Se encaminó entonces la joven neandertal de ensortijada cabellera dorada, observando a su alrededor, atenta. Aquellos senderos familiares del bosque que había cruzado en estos últimos días y ahora abandonaba  prometían un campo fértil donde poder sobrevivir y deseosa de compartir este conocimiento con su tribu, ponía empeño en cada pisada con la esperanza latiendo en su corazoncito.

El trayecto no iba a ser fácil, de antemano lo recelaba, incluso su cerebro primitivo sabía que el futuro era incierto y muchas amenazas rondaban a cada instante listas para  destruir aquella efímera sensación de alegría que la había embargado en la mañana. No obstante debía ser valerosa y buscar ayuda si quería sobrevivir.

Huele a agua dulce. Las lagartijas se escurren entre los pies de Shaki al paso cuando sus uñas agrietadas arañan el suelo. Sigue avanzando varias horas por los bosques de árboles que cada vez son más frondosos y menos numerosos, ahora el territorio al que Shaki entra rebosa de arbustos altos y algunos árboles, continua por el arroyo que ha encontrado decidida a llegar hasta el final, donde más grueso debe ser. La tierra se convierte en grava cuando varios arroyos anchos empiezan a discurrir paralelos en una misma dirección. El terreno cada vez le resulta más familiar, sin duda se acerca a una zona de humedales.

El sonido de la vida llega frente a Shaki cuando en medio de la noche y a causa del ruido una bandada de garcillas blancas y delicadas alzan el vuelo en un estanque cercano. Siguiendo los senderos de tierra y grava abre paso entre un cañaveral. Aquí la tierra y el agua parecen entremezclarse y Shaki deja de tener claro hacia donde discurre el agua, con una caña comprueba que no parecen aguas profundas pero el lodo puede engañarte y tragarte por completo si pisas donde no debes.

Se escuchan patos y ranas escondidas entre los calveros del cañaveral, huyendo frente a ella cuando alcanza a encontrarles. La visibilidad es baja debido a la frondosidad y la falta de estrellas. Esta zona de humedales es rica en vida, el agua es verde llena de algas y larvas que huyen de voraces tortugas. Era un lugar excelente para recolectar plantas o alimentos, también para convertirse en presa. Cada paso hace sentir más segura de sí misma y a pesar de estar aún cansada sigue avanzando por la emoción de su descubrimiento, es un laberinto de terraplenes y aguas movedizas, además de otras criaturas que pueden acechar fácilmente entre las cañas o bajo el agua.

Encuentra entonces algo que no esperaba, pero no había perdido la esperanza. Es un nido. En una pequeña islita rodeada de agua, hay cañas apiladas formando un nido. Hay restos de espetos de rana y huevos rotos. Sin duda un homínido ha estado aquí hace pocos días, pero debió marcharse. Una insensatez encontrarse en una isla en el pantano, de haber llovido hubiera sido tragado por la corriente, el lodo o los árboles arrastrados, NO OBSTANTE, el rastro señalaba una dirección. El homínido marchó hacia el oeste, donde los ríos se ensanchaban....

Siguió aquella dirección tres horas más, pero la noche estaba cerrada y estaba cansada. Tal vez debiera dormir, o tal vez debiera seguir avanzando. Si seguía adelante, tal vez encontrara su campamento por la mañana.  Llegó a una buena orilla, tras un recodo de un río grueso, y más allá de una orilla de gravilla, había una balconada tras la que habían árboles robustos y fuertes junto a tierra más oscura. Un lugar de improbable inundación y Shaki lo conocía, debía decidir si seguir contra el hambre y el cansancio o detenerse a descansar.

La suave caricia del agua mezclada con el lodo entre los dedos de pies al caminar le resultaba consolador y estimulante. La sensación emulaba sus primeros recuerdos sintiéndose cómodamente “en casa”. Mientras caminaba recordando las lecciones aprendidas de sus padres y de los ancianos de la tribu observaba aquella zona que rivalizaba en belleza salvaje con aquella donde creciera, y que hacia no tantas lunas atrás debieron abandonar.

El corazón se le encogió envuelto en la melancolía de aquellos días de infancia que ya nunca más volverían, aun así continuo con la certeza de saber dónde caminar, pisar, donde buscar apoyo del terreno gracias a tantos años siguiendo a los suyos. Habían muchas cosas del Shuum(pantano) que le gustaban. Amaba el brillo de Run(sol) en la superficie del agua, desbordándose uno en el otro con chispas que se confundían y que nadie podía explicar. De noche esas mismas chispas subían al cielo iluminando la oscuridad con sus fantasmagóricas y extraordinarias formas (estrellas). La propia Shaki levanto la vista al cielo nocturno que ahora la cubría  dejando que sus ojos se perdieran en la inmensidad.

El viento arrullando los juncos en las laderas de los ríos. Ivi (rio) aquella fuerza de agua viva que corría impetuosa era la propia sangre que corría en las venas de los moradores del pantano; solo alguien nacido y criado en esas zonas se identificaba con esto. El olor húmedo resaltando los aromas de la madera, de la hierba, de los animales.

La abundancia de comida para los conocedores que sabían dónde escrutar. El agua rica en nutrientes arrastraba semillas que germinaban en islotes en variados frutos. Animales que se sumaban a la dieta de su tribu desde las larvas, gusanos, lombrices, renacuajos, ranas hasta peces que nunca faltaban o cangrejos y camarones. Gran variedad de pájaros abundaban desde pequeños hasta garzas o grullas  y siempre estaban las deliciosas tortugas de las cuales usando su caparazón podía tener muchos usos. Plantas de juncos con los cuales usando sus tallos algunos en su tribu habían aprendido a usar su fibra flexible para complementar las bolsas o usarlas como especie de una muy rustica cuerda con diferentes propósitos.

Pero todas estas cosas no cegaban a la joven Neandertal, sabía que el agua podía ser traicionera y que escondía muchos peligros de modo que ella no bajaba la guardia.

Después de un buen andar su atención se vio recompensada al encontrar aquel nido. ¡Tenía que ser uno de los suyos! Solamente alguien que conociera de los pantanos se aventuraría en ellos, comenzó a no sentirse tan sola en este mundo tan grande. Alguien de su tribu había sobrevivido y ella lo encontraría. Se tomó el tiempo suficiente como para comer gran parte de los suministros que cargaba. El impulso de encontrar a alguien la impulsaba a querer continuar, PERO ella comprendía que Shuum ocultaba en sus aguas nocturnas a los lagartos  gigantes de dientes filosos. Hasta el momento no había visto huellas de ninguno. Cada noche el brillo de Nuun(luna) se reflejaba en los ojos demoniacos de estos seres indicándole de sus movimientos cuando comenzaban a moverse buscando presas, siempre había que moverse lento como si uno mismo se convirtiera en una serpiente pues movimientos bruscos llamaban su atención. Pero esta noche de cielo nuboso impedía localizarlos con certeza. Tal vez no hubieran pero no podía correr ese riesgo por mucho que quisiera seguir el rastro de aquel al que pretendía alcanzar.

Debía esperar la mañana y esperar en aquel remanso de árboles. Al menos el viento impediría que los mosquitos se levantaran como nube atosigadora. Pegó la espalda a uno de los troncos para que el viento no la azotara esa noche y esperaría la mañana. Con suerte podría encontrar algo que comer al despuntar del dia.

Pasaste unos pocos días en aquella región. No querías retrasar tu marcha pero querías asegurarte de que te familiarizabas con aquel pantano que se extendía durante leguas y leguas en todas direcciones*. Hacia el Sur el pantano desaparecía conforme ascendía por los innumerables ríos y riachuelos que confluían las altas montañas que formaban la cadena rocosa del sur. Al norte el pantano conformaba un bosque húmedo, tan espeso y frondoso como el bosque del este del que Shaki ya provenía. 

Aquel lugar le gustaba, le gustaba mucho. Encontró varios lugares en los que podría formar nidos, si tuviera con quien compartirlos. Recorriendo seis leguas al oeste el rastro de nidos de homínido donde debió haber descansado hace poco tiempo seguía por un pantano que se volvía más profundo y peligroso. Habían reptiles más antiguos que estos pantanos habitando y Nuun mostró a Shaki cada noche su naturaleza, eran pequeños pero fieros, y dado el pequeño tamaño de Shaki y su especie, suponía un exquisito bocadito si alguno de estos depredadores alcanzaban a pillarla. Pero como ella ya sabía eran cazadores oportunistas y si no veían una ocasión clara apenas se moverían durante el día.

Durante aquellos días Shaki recogió huevas y ranas para alimentarse. ¿Qué habría llevado al otro humano a abandonar un paraje tan paradisíaco? Aquella mañana el cielo apareció algo más encapotado pero las nubes seguían su rumbo y el viento soplaba ligero. No era un día típico de final de primavera pero se podía viajar a gusto. ¿Decidiría Shaki seguir aquel rastro que tan claro se dirigía al oeste o se detendría por su cuenta en aquel pantano esperando convertir aquel paraje en su nuevo hogar?

Amanecía y cada mañana seguía su camino. Aprendió  que en el pantano, hacia donde Run(sol) iba a morir cada día se encontraban los pozos más profundos y allí moraban los lagartos grandes. Su boca recordó el sabor de su carne agridulce, la cola en pinchos sobre las brasas era la carne más deliciosa del mundo. Solo los cazadores más expertos de su tribu  se atrevían a cazar estos reptiles, y siempre iban acompañados en grupos, aprovechaban cuando el sol estaba en lo alto y los animales se volvían lentos dormitando en rocas o playas de arenas asoleándose holgazanes. Siempre con mucho cuidado, usando muchas lianas para sujetarlos volteándolos boca arriba, cuando se adormecían entonces los cazadores golpeaban en las carnes blandas los golpes apropiados para terminar con su vida. Era un trabajo arduo de equipo pero la recompensa alimentaba a la tribu durante varios días.

Shaki se preguntaba cómo alguien poseedor del secreto para hacer fuego, prueba de aquellos espetos de ranas que había encontrado antes, querría abandonar un lugar tan rico en comida. Shuum no era un lugar apropiado para un solo individuo que desconociera sus secretos, por eso la tribu de Shaki había logrado vivir sin preocupaciones de ser atacado por otros durante tanto tiempo.

La mujer se encamino siguiendo atenta y con mucha vigilancia ahora que cruzaba la zona de los pozos profundos, siguiendo el rastro de aquella persona que huía hacia el oeste.

Miro al cielo, aunque las nubes corrían. Sabía que podría estar muy próxima la temporada de las aguas del cielo; la única temporada donde los moradores del pantano buscaban los terrenos altos o las orillas manteniéndose al margen del pantano pues con cada lluvia el terreno cambiaba y crecía expandiéndose.

Quería mucho encontrar a esa otra persona y aliviar su soledad.

En el cielo azul cubierto de nubes los buitres alzaron el vuelo y su silueta se veía mejor que nunca por la falta de luz directa, volaban sobre el valle en su patrulla diaria en busca de algo que pasar por los largos y desnudos gaznates de ave carroñera. La temperatura, que normalmente ascendía a mediodía se mantuvo bastante fresca, ahora sí que no cabía duda que iba a llover. No hacía un día propicio para andar viajando de un lado a otro sin un refugio en el que detenerse, pero Shaki confiaría en que su travesía le llevara a un lugar mucho más dichoso.

Caminó durante muchas leguas a través de los pantanos. A pesar de conocer bien el pantano le sucedía que, al creer que pisaba en dique seco era en realidad un lodazal en el que se hundía a gran velocidad. Tenía mucha suerte de dirigirse en una dirección con el ahínco y aplomo que le impedían dudar acerca de su propósito. Pues las aguas lodosas y fangosas del río bien sabía de poder engullir a una persona entera. 

La región en la que se adentró era prácticamente igual a la que había dejado atrás. El agua llevaba mucho más caudal y existían menos corrientes. Vio refrescándose en el agua un gigantesco uro que se acercó violentamente a Shaki bufando por sus gigantescos oyuelos, pero el agua y el fango permitieron a la homínida apartarse a una distancia suficientemente segura para que la enorme bestia desestimara la amenaza que representaba y siguiera su camino.

Garzas blancas y gran cantidad de aves acuáticas surgían de los cañaverales que atravesaba, aterrizaban sobre las aguas y graznaban con fuerza entre ellas mientras nadaban bajo los tenues reflejos del sol aprovechando las corrientes que el fuerte viento creaba. Los cañizales se agitaban violentos creando mucho ruido. Sería difícil saber si un depredador se acercaba. 

Por fin en un lugar seco donde un arboleda de sauces crecía en dimensiones exageradamente descomunales encontró de nuevo rastros de aquel homínido al que seguía. Cañas rotas, excrementos y un intento de crear un nido en un lugar que, a conocimiento de Shaki, seguro que se hubiera inundado llevándole con la corriente de haberse quedado allí un día tal como el que se había levantado hoy. Sin embargo el rastro siguió hasta una zona desprovista casi de ruidos de aves, ni vegetación donde de nuevo encontró varios signos de que había dedicado varias horas a inspeccoinar el lugar. La tierra tenía una consistencia grumosa y conservaba formas que ninguna huella o pezuña hubiera dejado a menos que los uros se hubieran estado rebozando por allí, algo más pedregosa y el olor era poco menos que nauseabundo. Shaki decidió investigar un poco más y en aquella pequeña porción de tierra se encontró extraña.

La tierra oscilaba a su alrededor. Cayó de culo. Su cuello corto empezó a resultar ineficaz en la tarea de sostener su pesadísima cabeza y perdió la habilidad de mover sus manos, algo estaba intentando empujar sus ojos desde el interior de sus cuencas y la neandertal huyó a toda prisa de allí, siguiendo el rastro que inicialmente seguía* 

Siguió andando, despreocupada. Su cuerpo pesaba mucho menos y el agua no mojaba su cuerpo. Casi imperceptibles hilos de corriente podían verse a través de la superficie y divirtieron a Shaki un buen rato.**

Amaso su pelo exasperada mientras resoplaba. Por fin había creído alcanzarle pero resultaba que por más que lo intentara no acortaba la distancia. Cuando le encontrara Shaki podía asegurar que primero le golpearía.

 El viaje había trascurrido sin percances y de eso debía estar agradecida. Po un momento  palpo el cristal de cuarzo que permanecía en su bolsa sintiéndolo como un amuleto de buena suerte. Durante su recorrido por el pantano aprendió de la zona, de los animales y los movimientos del agua en este nuevo hogar. Se familiarizaba con este particularmente recordando las enseñanzas de su tribu y padres poniéndolas en práctica más de una vez.

Comió lo último que guardaba y realmente se planteó buscar más comida. Hongos y lombrices o camarones de agua dulce no deberían estar demasiado tiempo. Tal vez algún nido de garzas en alguno de los islotes que iba cruzando a medida que avanzaba.

Debía admitir que la aparición de Uro además de tomarla por sorpresa la había asustado muchísimo, otra vez parece que la buena estrella que la protegía materializada en aquel pedazo de Run que había tallado.

Para cuando llego a tierra más seca, donde crecían frondosos aquellos arboles la mujer se detuvo reconociéndolos. Además de inspeccionar el nido de a quien perseguía, Shaki se dedicó algunos minutos a tocar el tronco de los árboles. Como recolectora, además de comida su función se desempeñaba en aprovechar todo lo que la madre naturaleza ofertaba, plantas y por supuesto aquellas que de siempre y sobre todo por vivir en el pantano su vida le eran familiares. La corteza de estos árboles era un bien apreciado por su pueblo. Calmaba los dolores masticado o machacado con agua y otras dolencias, incluso las calenturas o la piel magullada y roja de los guerreros heridos. Shaki decidió que aquel descubrimiento era importantísimo para su supervivencia y a toda fuerza o como fuera arrancaría algo de la corteza.

 La exploración de la zona posteriormente la llevo hasta un lugar, bastante cerca, pero desprovisto de animales con una consistencia bastante peculiar. Sin darse cuenta apenas dando unos pasos y aspirando ese olor repugnante una alarma se disparó en su cabeza. Al caer de culo, mareada y con esa presión en los ojos la mujer reculó ayudándose con los talones de sus pies. Sabia de zonas que su gente evitaba, zonas parecidas a esta pero de niña no comprendía le porque lo hacían y como nunca lo había experimentado le fue imposible prever lo que sucedió después, ahora no obstante comprendía. Estos lugares de olores característicos, mucho más pronunciados que el olor propio de Shuum eran trampas malignas. Algún misterio de tantos que existían como las heridas de luz en el cielo durante las tormentas con aquellos gritos de dolor cuando el cielo las recibía (relámpagos y truenos), incomprensibles e inexplicables, cernía aquella zona.

Lo único que entendía la mujer era que debía alejarse y así lo hizo, a pesar de la sensación ligera y el bienestar tonto que sentía. Tal vez al no tener que esforzarse tanto pues pesaba menos lograría viajar más de prisa deducía la joven en su alterado estado. Si, tenía que ser cierto pues ahora podía ver las virulentas de la corriente en el agua que corrían junto con ella animándola en su empresa nuevamente siguiendo el rumbo al oeste.