Partida Rol por web

El atestado cuarto en que estabas descansando tiene una ventana, ahora te das cuenta, un tanto pequeña y alta para pasar una persona, pero deja pasar el aire. También te das cuenta de la parte del día en que estas... está anocheciendo languidamente.

A pesar de la puerta cerrada notas el olor a comida, alguien esta haciendo la cena, parece que habrá pescado en la mesa... y huele muy bien.

Bajáis el barco entre las miradas de reproche de los curtidos marineros, temerosos de la mala fortuna que pudiera causarles una sola fémina. Pensado así suena incluso ridículo, pero la gente del mar es a la vez dura y supersticiosa como la que más... y esa combinación los hace temibles. El capitán no os dedica una mirada de despedida, ocupado como parece estar.

Tomáis tierra y notáis el crujiente muelle bajo vuestro, es un único muelle largo, en el cual se han atracado diversas embarcaciones de variados calados que se apiñan juntas y se mecen con el oleaje. Como aprovechando el espacio hay diversas redes, jaulas de mimbre, cajones y sacos con olor a pescado. Al final del largo muelle hay diversas luces, farolillos que iluminan una multitud de casas, dispuestas de una forma más caótica que la de Barcelona, pero no tan apiñadas ni con calles tan estrechas como esta. El edificio más cercano es un caserón de piedra con el tejado y pisos superiores de madera. En un cartel, sin muchos aspavientos y caracteres un tanto toscos, pone "Tasca Regina".

Bajamos del barco sin demasiadas más opciones. Una vez en el muelle me cruzo de brazos en un intento bastante absurdo de darme algo más de calor con mi propio cuerpo, ya que el viento sigue soplando y los tres estamos empapados por completo.
Andamos atravesando las tablas de madera, pero no me siento muy predispuesta a hablar después de lo ocurrido. Quizá sea cierto que traigo mala suerte después de todo...

-Tasca Regina...- leo en voz alta el cartel ante nosotros puesto que no estoy segura de que Kamal pueda hacerlo, en realidad es un hombre bastante impredecible y misterioso todavía.
-¿Alguno lleva monedas?- pregunto metiendo las manos en mis bolsillos sin demasiadas esperanzas.
Si no consumimos algo dudo que seamos bien recibidos en ningún sitio.

Alonso se despierta inquieto. El ataque a traición, la huida... Todo cosas ya vividas en anteriores ocasiones y aún así se había dejado coger como un vulgar principiante, pero aquello no quedaría allí...

Aún así, tenía que aclarar las ideas, establecer un plan para continuar a corto plazo. Revisar sus heridas, saber quienes le habían traido aquí, recuperar sus cosas y cobrarse su venganza... aunque el rastro ya estaría frío y sería complicado, pero al menos podría empezar por la mansión Occada.

Comenzó su habitual oración a su santa patrona, la Virgen de las Angustias, para pedirle la visión de su cuerpo y su salud, tal y como había hecho otras veces, mas esta vez tomandose más tiempo del habitual para recitar en voz baja su plegaria.
Extraño. Su magia no funcionaba allí. ¿Serían capaces sus captores de poder bloquear su magia o su fe en la Virgen? No, seguramente no, lo más seguro es que su cuerpo al estar herido no fuera capaz de canalizar la magia de la forma adecuada.

Pasó a una exploración superficial palpando su cuerpo y sus heridas, tal y como creía haber aprendido del prácticante del barco, pero estaba claro que no debió aprenderlo bien pues su herida comenzo a sangrar otra vez, y le dolía. Parecía que lo había empeorado un poco.

Volvió a intentar orar a su Virgen, esta vez pidiendole la salud que siempre le proporcionaba, que ayudara a su cuerpo a curar más rápido de lo habitual. Tomandose otra vez más tiempo del habitual, sintió que conforme repetía su oración su herida dejaba de sangrar otra vez y el dolor remitía. Esta vez si funcionaba su magia, por lo que quedaba de manifiesto que sus captores no podían impedir ni su magia ni su fe en la Virgen de Granada.
Ahora el vendaje estaba sucio con la sangre que había manado hace unos minutos, pero eso no sería importante, había estado más sucio en muchas más ocasiones.

Ahora era el momento de explorar la pequeña habitación en busca de sus propiedades. Era muy improbable que le hubieran dejado allí sus monedas, ropas y armas. No tenía sentido, pero tenía que cerciorarse antes de intentar salir de allí.

Una vez concluido el pequeño y rápido repaso a la habitación, se dispuso a abrir la puerta de la habitación. También era improbable que estuviera abierta para que pudiera salir, pero era la opción más obvia en este momento y nunca había que dejar de intentarlo...

El dolor remite y la mojada del acero queda en simple cicatriz, dejando de manar sangre y austandose la piel y tejidos encima sin problemas. Por suerte no era una herida muy grave.

Miras por la habitación y buscas algo interesante, los cestos de mimbre estan llenos de frutos secos, las telas parecen de lino poco refinado y de color palidos. no encuentras tus armas y equipo.

Escuchas ruido fuera de tu habitación, parece que hay más gente en el lugar.

Intentando concentrarme en ignorar el frío que me azota con cada ráfaga de viento que roza toda mi piel mojada, me alejo del barco sin mirar yo tampoco a ninguno de los marinos. Al menos estamos, por suerte, lo suficientemente lejos de Barcelona para olvidarnos de la Inquisición durante un espacio de tiempo que espero sea suficiente para asegurarnos de que todo está controlado.

Me quedo mirando al cartel mientras Patricia lo lee en alto, algo absorto en mis pensamientos acerca de qué vendrá a continuación, hasta que la pregunta de la joven me obliga a rebuscar en mi morral y encontrar una minucia, lo último que me queda después de no haber podido comerciar nada, escondido en aquella casa barcelonesa.

-Bueno, puedo apurar lo poco que me queda, pero tendremos que buscar alguna forma de conseguir más dinero, me temo.

Alonso ya se disponía a intentar abrir la puerta cuando escuchó más ruido en el exterior. Dio dos pasos atrás, miró a la ventana, miró de nuevo a la puerta... se sentó en el suelo cruzando las piernas, sus palmas sobre las rodillas, la espalda recta... cerrando los ojos se concentró en su respiración... Poco a poco la paz le fue llegando, y entonces lo sintió, la suave brisa en la habitación, esa misma brisa que le traía las voces y el ruido inenteligibles.

Si había brisa, los espíritus acudirían. Murmurando otra de sus habituales plegarias paganas, dejó que la magia fluyera a su alrededor y convocara a los espíritus del aire presentes en aquel lugar, si había alguno.

"Espíritus del aire, acudid a mi. Acudid a aquel que os recuerda y no os olvida, aquel que con su creencia os alimenta. Escuchad mi plegaria, escuchad las palabras de aquellos que están más allá de estos muros. Id y buscadlos. Id y volved. Id y susurrarme, mostradme aquellos que vosotros veis al ir y no ser vistos."

Normalmente con recitar una vez la plegaria era suficiente, pero esta vez no tenía prisa y necesitaba la ayuda, así que no tuvo inconveniente en ofrecer su plegaria hasta tres veces a aquellos espíritus que acudieran a ella para alimentarse de su fe en ellos.

Alonso siente el tacto reconfortante de la medalla de la Virgen encima suyo. Al concentrarse nota como los espíritus traen ecos de fuera, alterados como poder oírlo nitidamente: el bullir de una olla, los pasos arrastrados de una persona, abajo chocan jarras de metal contra una mesa de madera, afuera el viento agita de forma suave las hojas de los arboles.

Y como mucho conversaciones inconexas, una pequeña canción murmurada por una voz femenina y una risa beoda es lo único que obtienes de los habitantes de la casa.

De hecho ni la puerta está cerrada. No tiene cerradura ni pestillo alguno y solo se mantiene cerrada porque alguien simplemente la puso así.

En cierta manera lo que los espíritus le traen le reconforta, al igual que el sentir el tacto de su Virgen.

"Parece que aquestas gentes son sencillas. ¿Será posible que me haye en una posada sin más?"

Desde luego tan sólo hay una forma de averiguarlo.

Alonso abre la puerta con su mejor sonrisa preparada...

Sales a un pasillo en penumbras, siguiendo este te encuentras con unos escalones de madera y piedra que bajan, y más allá de allí, más luz y un olor que alimenta.

Te encuentras en una espaciosa sala; en una espaciosa chimenea una gran olla bulle, ristras de ajos, habas y alargado embutidos cuelgan de ganchos. Los estantes parecen bien surtidos de alimentos, ya sean panes, quesos y sacos de legumbres.

Y en la mesa central una mujer rolliza se afana en cortar una zanahoria.

La mujer repara en Alonso y lo mira un tanto sorprendida. Luego sonríe y dice alegremente:
-Vaya os habéis recuperado rápido, pensaba que os habían herido más gravemente, pero me equivoque gracias a Dios Santisimo.- Inconscientemente se santigua con un gesto de su gruesa mano. -¿Fueron bandidos? Ultimamente muchos rondan los montes vecinos, buscando caer sobre todos lo que se atrevan a viajar de noche. Por suerte Albert os encontró, oyó ruidos en su finca y os encontró insconciente en sus tierras, luego os arrastró hasta aquí... yo cuidé de su mujer cuando se puso de parto así que soy lo más parecido a una curandera que tienen por aquí.-

Os acercais a la tasca, como temiendo que si entráis os acaben echando por confundiros por unos pordioseros. Miráis por los anchos pero algo sucios ventanales, como si estuvieran perpetuamente empañados, y veis un gran sala con diversas mesas generosamente iluminada con una rustica chimenea, arañas con luces y si faltará luz, algún que otro farolillo. La espina de un pez imposiblemente grandes adorna la pared del fondo, junto con diversas redes y jaulas de mimbre que parecen servir de decoración. Hay bastantes mesas, pero la mayoría sin ocupar, solo hay un joven que parece sonreirse mientra sujeta su bebida.

-No importa por ahora, con eso bastará para que nos dejen entrar y calentarnos un poco- observo con curiosidad la pequeña bolsa de Kamal y en cuánto un par de monedas brillan en su mano sonrío satisfecha y empujo la puerta con suavidad entrando en el local.

Saludo a los presentes por simple educación y tomo asiento en una de las mesas cercanas a la chimenea para que nuestros ropajes puedan secarse lo antes posible.
-¿Qué puede ser eso...?- pregunto con curiosidad a Luis, ya que es el que conoce más fábulas, mitos y saber popular en general. Y si no apuesto a que es capaz de inventar alguna historia al respecto.

Después de eso me encojo un poco más sorbe la mesa y froto mis congeladas manos para hacerlas entrar en calor.
-¿Dónde pasaremos la noche? Propondría el amparo de alguna iglesia pero no estoy convencida de que esa idea te agrade- digo en referencia a Kamal mirándole de reojo.

Alonso llega hasta la habitación cual perro guiandose por su olfato, si no fuera por el hecho de tener algo más de autocontrol que los canes, ahora mismo estaría babeando ante la visión de tanta comida. Esto provocó una pequeña queja de su estómago, el cual le recordó que no había comido desde el momento en que le contrataron para el trabajito, y no estaba muy seguro de cuanto tiempo había pasado. Al menos un día, quizás más.

Así pues, dispuso su mejor sonrisa y su amabilidad. La Virgen y los dioses, fueran cuantos fueran, le estaban cuidando para variar.

"Buenas noches, mi buen angel. Por ventura que debeis equivocaros, y la herida fue más grave. Tan grave que he debido llegar al cielo y vos venís a recibirme." - termina la frase con una graciosa reverencia, en agradecimiento y reconocimiento a la señora. Su voz suena totalmente sincera, y carente de mofa alguna. Realmente está intentando ser amable - "En verdad que no sé como agradeceros vuestra amabilidad y hospitalidad, mi buena señora. Bandidos devieron de ser, aunque de un tanto particular, pues portaban espadas bajo atuendos de monje. Ciertamente debería aprender a orientarme mejor y a calcular con más atino mis jornadas de viaje, pues la noche se me echó encima en el camino a Badalona. Heme aquí en un cruce ya cercano, creo, en que esta extraña comitiva me salió al encuentro, pues no eran menos de una docena de buen seguro." - besa su medalla de la Virgen de las Angustias - "Mas he aquí a mi buena protectora, mi Virgen de las Angustias, patrona de mi querida Granada y guarda de mis viajes. Gracias a ella conseguí huir antes de la segunda estocada, y que un buen hombre diera conmigo, trayendome hasta sus buenos cuidados." - Se da una palmada en la cabeza, a gesto de haberse olvidado algo - "Cuan mal educado soy, pues ni siquiera me he presentado. Por favor, permitid que enmiede mi grosería, presentandome por mi nombre, Alonso de Luna, para servirle a usted en lo que estime, más allá de lo que la mera gratitud pudiera indicar."

-Yo me llamo Regina y soy la dueña de esta posada. Debes tener hambre, he preparado sopa de pescado para cenar, ahora no tengo mucha gente... los pescadores de la aldea se van pronto al catre debido a que faenan muy de mañana, pero mi madre que en paz descanse siempre me dijo que cualquier preparado en la olla sabe mejor cuando se reposa para el día siguiente. Sin embargo te llenaré un plato.- Dicho y hecho, con un gran cucharón llenó un plato hondo de buena factura.

Hay pocos parroquianos a estas horas. Un par de tipos de aspecto consumido, más viejos en apariencia de lo que verdaderamente son apuran sus jarras mientras musitan algo entre murmullos. Apenas miran a los tres compañeros cuando entran, y no parecen buenas miradas. Más al fondo un joven parece feliz, puede ser debido a las copas que ya lleva encima.

El mismo joven se levanta cuando los personajes toman asiento, camina dando eses hacia ellos y los mira con una estúpida cara de felicidad.

-Scussi señodita y cabadellos.- Dice mientras se aguanta la risa, habla con un acento propio de Sicilia. -Mi nombde es Peppino y quiedo bdindad con ustedes, ya que soy el hombde más feliz del mundo. Ya que se me ha concedido la mano de la muchacha más bella de este pueblo, bebed a mi salud.- Dice ofreciendo su bebida al primero que se encuentre.

La sonrisa de Alonso se amplia un poco más.
"Bendita seais, señora Regina. Ciertamente un buen guiso es de lo mejorcito para una pronta recuperación. Con mucho gusto aceptaré ese plato."

Alonso se sienta donde le indique que puede hacerlo.
"Uhm, esto me recuerda preguntaros por mis pertenencias. ¿Sabéis donde se hallan? Seguramente pueda ener algo entre ellas para pagaros este buen guiso mi señora."

Miro de reojo a Patricia ante su ofrecimiento:

Realmente yo no tengo problema. Nuestra asociación evidencia la Unidad que es posible entre todos los elementos el mundo. Sin embargo, creo que los sacerdotes sí verían un problema en dejarme entrar.

Los trompicones del borracho me obligan a retirar la mirada y a examinarlo con cierto desagrado. El veneno para el cuerpo y el alma que representa el vino demuestra una vez más su diabólica capacidad de volver idiota a quien es sagaz, y de hacer aún más estúpido al que ya lo era de antemano.

No reacciono ante su ofrecimiento, pero me tomo el tiempo de responderle para poder quitárnoslo de encima.

Excelente noticia —me doy perfecta cuenta de que mi tono es de todo menos animoso, mojado y perdido como me encuentro, además de, obviamente, malhumorado; pero me da igual—. Benditos seáis vos y vuestra futura esposa.

Miro a mis dos compañeros con un gesto rápido y pregunto: ¿Nos sentamos?

-Puse vuestras pertenencias en el mismo cuarto donde descansabais... ¿No las habéis encontrado? Estaban bajo la cama.-

Justo en un sitio que no habías mirado.

Regina sale por una puerta y os deja con vuestra suculenta cena, un buen plato de sopa de pescado, acompañado de algo de vino, un buen pan y lonchas de longaniza. Te lo acabas todo en un pis pas, hambriento como estabas.