Partida Rol por web

Lo que sea que tuvieras en la espalda se estremeció un poco el extender de tu mano conjuraba una nueva forma acuosa para solidificarse en una forma enguantada, y cuando volteaste lentamente para ver aquello, el violáceo en tus ojos empezando a dar su brillo, lo que captaste fue al pequeño pandaman de armadura con mirada muy apenada y cabeza encogida. -Perdón... debí haberte pedido permiso -Te soltó algunas lamidas en la mejilla a manera de disculpa-. ¿Me prestas una de tus armas? Te la regreso cuando mate al príncipe. Hasta le limpiaré la sangre y todo.

Por supuesto, el bandido cara de baya aprovechó esa distracción para hacer sus pasos hacia atrás menos lentos y más huidizos, intentando zafarse de la situación lo más rápido y sigiloso que pudiera.

Al ver que se trataba del pandaman, Corinna apagó la luz de sus ojos. -Oh ... tu ...-

Un empujón psíquico empuja al cabeza de arándano para que no pensara en huir, empujándolo hacía la puerta del príncipe.

Le pasó su vieja Gladius al Pandaman.

*No vayas de héroe, por mucha rabia que le tengas no cometas el error de pensar que las cosas son rápidas y directas* Le proyectó mentalmente al pequeño osito.

Luego avanzó detrás del bandido.

-No te cortes, preséntanos anda.-

El pandaman se vio mucho más relajado cuando vio los ojos de Corinna apagarse. Reacción un tanto diferente a la del bandido, quien no podía verse más motivado a salir de ahí. Solo para luego ser golpeado contra la gran puerta. 

-Auch.

La carita peluda de la criatura se iluminó en cuanto pusiste tu antigua arma en sus manos, de inmediato dando un ágil giro al arma. Sin embargo, puso una expresión un poco más seria cuando transmitiste esas palabras en su mente. Que por la falta de sorpresa en su rostro, podías asumir que esta no era la primera vez que le proyectabas algo al osito. Aunque solo se limitó a asentir con firmeza.

-S-será un placer -El bandido fingió poner buena cara mientras aspiraba profundamente, solo entonces empujando las grandes puertas.

Al entrar, tus sentidos fueron golpeados por más dulces aromas, en una sala bastante amplia y repleta de lujo. Pisos relucientes de mármol con patrones café en elegantes espirales, y paredes de roca blanca tan brillante, con retoques ovalados, como si estuvieran cubiertas de verdadero glaseado. Y en el fondo, escuchabas el bostezo de una ancha humanidad sentada en un trono de espeso caramelo, cuya corona y prendas reales delataban su identidad.

Como era de esperarse, el príncipe no estaba solo, pues además de un cabello alto, de brillante armadura y robusto casco que no dejaba ver bien su rostro, había una decena de sujetos de apariencia más maciza que los que habías visto. Fuertes hombres con cuerpo como de calabaza. Aunque lo más curioso, era sin duda que lo que llevaban en el cinturón, en lugar de espadas o lanzas, parecía algo más cercano a panecillos, en un mango, tan adornados que se veían alargados.

-Mi príncipe Muffington -El bandido de las bayas se arrodilló en el suelo, aún si el monarca continuaba con expresión somnolienta en su rostro de apariencia blanda y esponjosa-. Tengo malas noticias de las minas de menta. Hubo un... imprevisto. 

El príncipe rascó una de sus orejas, sin realmente ver al sujeto de manera directa. -¿Imprevisto, dices? ¿De la clase de imprevisto que pondría tu cabeza a cocerse en una torta?

El bandido temblando presionó su frente contra el suelo, humillándose todavía más. -¡E-espere, señor! ¡Le prometo que lo solucionaremos! D-de hecho, he, pues he traído a otro elemento para su ejército, que nos va a ayudar a que termine el problema -Moviendo los brazos hacia atrás, te señaló sin separarse mucho del suelo-. ¡E-es ella! Es fuerte, ¡de verdad fuerte!

Sin muchas ganas, y tras rodar los ojos, el príncipe te miró de soslayo, momento en que se formó cierto interés en su rostro. -Hm. ¿Otro ser humano? De verdad que es una rareza en estas tierras. 

Al mismo tiempo que el monarca por fin ponía los ojos sobre ti, las manecillas acolchadas del pandaman en tu espalda se aferraron con más fuerza, un leve gruñidos sonando tras de ti, probablemente en su intento de ahogar su rabia.

Corinna hizo una leve reverencia con una falsa sonrisa.

-Si, ya me he dado cuenta de esta particularidad.- 

Se acercó hacía el, pasando por delante del bandido postrado.

-Soy Corinna. Gladiadora, Soldado, Mercenaria y héroe de otro mundo. Entrenada en el arte de la esgrima, Murmillo, Retiarius, Secutor, Traciana, Hoplomachus, Provocator, Dimachaerus, así como la lucha desarmada y cuerpo a cuerpo tradicional.-

Extendió la mano en medio de una nueva reverencia, aunque a cierta distancia, como esperando que el príncipe alargara la suya para que se la pudiera besar.

El bandido mantuvo su frutal ser pegado al suelo, temblando cuando le pasaste al lado, pero por lo demás, no haciendo nada más.

-Por fin alguien con entrenamiento decente. Nada menos que una campeona de otro mundo -El príncipe tuvo una sonrisa complacida mientras le informabas de tu formación sobre la arena y el campo de batalla, brevemente mirando de de soslayo al tipo de armadura a su diestra.

-¿Traciana? -El sujeto tan repleto por las placas de su armadura por el contrario, se notaba en una postura incómoda de brazos tensionados. 

-Y además alguien con buenos modales. Que grata sorpresa entre todo el vulgo que me rodea -En el momento en que en otra reverencia extendías la mano, puesta para una muestra de cordialidad, el príncipe se levantó de su trono de manera casual, y sin dudar se dirigió hacia ti con la mano alargada de antemano.

Sin embargo, antes que pasara cualquier cosa, fue detenido por el hombre de armadura, interponiéndose entre tú y el esponjoso monarca. -Lo siento, pero nadie toca al príncipe. Son reglas de seguridad -dijo de manera firme, los pies bien plantados en el suelo, su ojo apenas visible a través de una rendija de su casco viéndote fijamente. Parecía alguien muy seguro, para no llevar una sola arma en el cinturón-. Y aplican a todos.

-Eres un paranoico, ¿te lo habían dicho antes, Croissant? -Con mala cara, el príncipe Muffington regresó a sentarse en su trono, volviéndose a su actitud aburrida de antes, viéndose los uñas-. Pero por algo estás a cargo de la seguridad -Tras un bostezo, te despidió señalándote la salida-. Los caballeros calabaza podrán escoltarla a las barracas para que se familiarice con el ejército. Será un placer, que sirva bajo mi mando Capitana Corinna. Todo un placer para usted, por supuesto -Soltó en un tono que apenas fingía ser amable, sin siquiera mirar en tu dirección.

-Una lastima.- Fue lo único que comentó Corinna mientras descolgaba el martillo de su hombro y daba un brinco adelante para situarse cerca del maleducado príncipe.

-Interesante.- Fue lo unico que exclamó al ver el resultado.

Tras la rotunda negativa del guardián del príncipe, Croissant, actuabas rápido para de todas formas hacer tu movida, tomando tu martillo en manos para luego saltar y golpear al amarillo tirano. Extrañamente, aunque el azote del mazo hacía hundir la cabeza y cuerpo como si fuera un acordeón, este rápidamente volvía a su forma, siendo tan esponjoso en apariencia como en constitución.

-Ugh. Te lo dije, Croissant. Eres un exagerado. Apenas y me ha hecho un rasguño -El príncipe sacudió tu manto real sin preocupación alguna. 

El sujeto de armadura dorada por otro lado, no parecía tomarte a la ligera, no apartando la vista de ti. -¡Huya, señor! ¡Su seguridad es la prioridad! -Gritó el hombre alarmado, mientras veías su único ojo visible brillar con fulgor amarillo, una clase de brillo que parecía familiar-. ¡Y alguien avise a los sabuesos mieleros y los planeadores del azúcar que se alisten afuera! -En su mano se convocaba un filo hecho de energía pura, con la que no dudó en atacarte, el brillo golpeándote tan fuerte que ni la protección de la armadura lo pudo contener del todo. No conforme con eso, una segunda daga de energía amarilla apareció en su mano, instintivamente apuntado hacia ti de nueva cuenta, golpeándo desde un costado, dejando un agudo dolor al impacto. Aún si tras que terminara su ataque, no hubiera una sola marca o arañazo en tu cuerpo, de hecho, hasta las dagas de energía de pronto desaparecían de sus manos. 
Y si lo que ocurría con la energía no fuera suficiente prueba, pronto sentías una "presencia" que parecía internarse en tu mente. Croissant era un psion.

El osito rojo vio frente a sus ojos como el ególatra príncipe huía, una mirada furiosa en su pequeño rostro, pero aún así, se contuvo lo suficiente para voltear a verte, en silencio preguntándote si era el momento de actuar.

Aún si el bandido de las bayas se le adelantaba sin aviso, para de inmediato sacar un cuchillo de su bolsa, y en un rápido movimiento se lanzó hacia el príncipe, tomándolo con una mano, con la otra sosteniendo el arma contra el cuello del monarca. -¡No! ¡Nadie va a mover un puto dedo! -Gritó el hombre amenazante, que aunque los soldados calabaza empezaban a caminar, se detuvieron en cuanto apretó más el filo del cuchillo contra la garganta-. ¡Hablo en serio! ¡Ya escuché que nadie puede tocar al príncipe, pero ¿quieren ponerlo a prueba?! Yo no pienso quedarme aquí y morir hoy -Lentamente empezó a moverse, llevándose a un Muffington que se veía tan confundido como asustado al respecto, y el bandido de bayas buscaba huir con el monarca como rehén.

*Bien hecho, que no escape y podrás volver como un héroe en el pueblo* Proyectó mentalmente al hombre baya.

Ella se encaró hacía Croissant y sonrió.

-Psionico.-

Corinna dejó caer su arma en el suelo y juntó las manos mientras el guantelete se convertía en un mandoble de dos manos enorme. Tensó los músculos con fuerza mientras sus propios ojos brillaban con fulgor. -No hay muchos de los nuestros.-

Y luego saltó a atacar con su habitual fiereza.