Partida Rol por web

Era imposible distinguir la expresión del sujeto de dorada armadura frente a ti, pero por como su ojo te observaba con determinación y fiereza, probablemente no tenía la misma sonrisa que tú. 

Menos aún cuando de pronto dejabas tu arma de lado y los guanteletes de agua, adornados con tentáculos, de pronto cambiaban de forma y como un enorme mandoble traslúcido, el brillo violáceo de tu mirada reflejó al de tu arma por un momento, un golpe tras rompiendo y cortando las piezas de armadura como si fueran mantequilla. Que aunque no emitiera un solo ruido, el metal quedaba tan torcido y roto con cada impacto que sus movimientos se volvían torpes. -No todos tienen el don. Pero puedo sentir tu energía. Es muy fuerte. Y aún así, insistentes en ponerte del lado de un peluche y un racimo de fruta podrida -Con un frustrado gruñido, removió varias piezas de su armadura que le estorbaban, arrancándolas con sus propias manos, incluido su caso, enseguida extendiendo sus brazos y haciendo que enormes y afilados torrentes de energía amarilla se materializaran cual armas, y de paso revelando su naturaleza. Él también era un humano-. Únete al lado panqué, Corinna. Con nuestros poderes psiónicos juntos, podemos poner a este mundo de rodillas. Tiraremos de las correas de sus collares para llevarlos a donde nosotros queramos -Resonó su potente voz en tu mente.

El hombre de bayas asentía levemente, paranoico volteando hacia a todos lados mientras no soltaba la daga del cuello del príncipe esponjoso. Arrastrándolo sin que con sus débiles fuerzas pudiera escapara a su presa. Seguro que si seguía en el mismo trayecto, muy pronto estaría fuera de la sala del trono y más cerca de alejarse del peligro para poder huir.

-¿Que?-

-Que diablos dices de Panqué ... estáis todos muy locos, y todo eso es muy raro.- Dijo sin dejar de mover su mandoble, que si bien no alcanzaba superar su defensas a la primera pasada, si lo hacía en la segunda, momento que aseguraba usar sus reservas psionicas para aumentar la fuerza del impacto.

Realmente no te parecía la mentalidad de culto que tenía Croissant y el ejército de Panqué de Muffington, o siquiera entendías la mitad de lo que ocurría. Aunque no era nada nuevo considerando como habías empezado el día.

Con fuerza seguías blandiendo tu imponente arma, y aunque ahora que tenía menos piezas de armadura, debería estar más vulnerable, tu oponente había ganado agilidad, pudiendo cubrirse a tiempo y chocar el impacto de tu ataque contra el metal.

No así con tu siguiente movida, golpe envuelto en un destello púrpura como el de tu ojo, que causó que pudieras rasgar su costado y hacer que sangrara. Fue un impacto tan duro, que hizo que el humano se tambaleara, pero aún así lograra mantener su postura firme. -Eso es -Lo que, extrañamente, le hacía sonreír-. Dame tu duda, tu miedo, tu ira. Déjame sentir tu fuerza.

El caballero dorado sonriendo se lanzó al acecho, esos largos filos brillantes saliendo de sus manos mientras los blandía como si estuviera manejando ligeras espadas hechas de aire, pero cuyo brutal golpe se dejó sentir cuando uno de ellos atravesó tu pecho, haciendo todo tu torso arder, aún si no dejaba marca de su ofensiva. -Nada mal, pero aún te faltan cosas por aprender. Yo puedo enseñarte los secretos de los postres -Afortunadamente, pudiste hacerte a un lado justo un instante antes que el blandir de su arma de energía te alcanzara-. Yo ascenderé, y tú podrás convertirte en la nueva Croissant, el príncipe lo ha dispuesto así.

El bandido de bayas ya se veía tan cerca de la salida, que casi podía saborearlo, sin embargo, antes que pudiera correr con el príncipe Muffington como rehén, Croissant extendió una de sus manos, mientras su ojo se llenaba de brillo. Acto seguido, una de las grandes estatuas de muffins se arrastró con celeridad, estorbando el camino.

Y aunque los caballeros calabaza aprovecharon ese momento para ponerse en movimiento, bastó la firme amenaza del bandido sobre el cuello del monarca para que se detuvieran en su intento.

-Claro, ten un poco de ira.- Dijo Corinna mientras hinchaba las mejillas y luego escupía una bocanada de fuego en dirección al croissant para dejarlo crujiente mientras su espada cruzaba el fuego poco después para cortarlo en dos.

El fuego había sido mas una llamarada que un peligro decente, pero servía para conseguir la abertura suficiente para sus golpes posteriores, donde reforzó su fuerza con su poder latente psiónico. -Y quédate tus ofertas para alguien que le pongan los muffins.-

De la ofensiva que el caballero dorado se veía listo para recibir, su postura firme plantada en el suelo mientras sostenía sus armas de amarillo brillo, el momento en que inflabas tus mejillas lo dejó perplejo. Suficiente como para que el fuego le dieron de lleno a la cara y dejara al Croissant tostado. 

Aunque la verdadera potencia detrás de tu ataque vino en el momento en que alzaste tu arma con fuerza, cortando entre las llamas y hundiendo tu arma en el pecho de tu enemigo en un rápido tajo, como un cuchillo caliente sobre la mantequilla, un ataque tras otro tiñendo el inmaculado piso de mármol con densas manchas de rojo, tu energía psíquica tan potente como para derrumbarlo al suelo.

Y aún a pesar de estar desangrándose en el suelo, sostenía esa desagradable sonrisa. -No sabes lo que dices -dijo Croissant a través de sus dientes goteando en rojo-. Puedo sentir esa ira en ti, el resentimiento, el miedo. Tú misma te estás limitando por no dejarte consumir eso -Sus espadas empezaron a levitar por su cuenta, sus filos girando para apuntar hacia ti-. Tal vez tenga que mostrarte lo mucho que quieres rendirte en realidad. Y así descubras cual es tu destino.

De pronto, un chillido hizo eco en la gran sala real, cuando el osito saltaba con todas sus fuerzas, mostrando sus diminutos colmillos. Fue cosa de un segundo en que se vio el manchón rojo saltar hasta caer justo en la espalda del cabello, la espada que le habías prestado por delante, enterándola profundamente, provocando que el brillo en el ojo de Croissant desapareciera, junto con sus armas de energía flotando.

Los caballeros calabaza se quedaron atónitos. Acababan de asesinar al guerrero definitivo, al más fuerte entre sus filas, y con diferencia. Además que tenían a su monarca como rehén. No había forma en que ellos pudieran solos acabar con la situación, por lo que decidieron quedarse al margen.

El bandido de bayas les ordenó a los calabazos quitar el muffin gigante de la salida, quienes obedecieron sin muchas opciones, lo que enseguida les permitió huir del castillo con sus vidas mientras arrastraban al príncipe Muffington. Solo que ahora quedaba el problema de que hacer con un dictador, cuyas armas normales no parecían hacer mucha mella en su esponjoso cuerpo.

Corinna miró al cuerpo inerte del guardia personal y negó con la cabeza. -Todos locos.-

Luego avanzó detrás del bandido que se llevaba al príncipe y se lo arrebató de las manos levantándolo por el pescuezo. -Déjamelo, ahora me encargo yo. Dime querido bandido frutoso, ¿Sabes de algún rio, laguna o lago cercano?-

-Comprobaremos si sus pulmones aguantan tan bien como su piel.- Añadió con tono maquiavélico.

Tras dejar de lado al cuerpo del guardia, verdaderamente desquiciado, el bandido de bayas no opuso la menor resistencia en que tomarás al príncipe del cuello, casi parecía aliviado de ya no tener que amenazarlo.

-Todo tuyo, Co... ¿Corrin? Bueno, tú -El bandolero puso mala cara cuando te referías a él como "frutoso," entrecerrando los ojos mientras los frutos que eran su cabeza se enrojecían-. Este "frutoso" tiene nombre. Soy Jack. Jack Bayer -Aunque tras la pregunta, tampoco enfocó mucho su atención en eso-. Claro. Está en manantial de leche y miel, los rápidos de las rosquillas, la laguna de limonada...

El rechoncho y esponjoso monarca se retorció en tu agarre, pataleando y tomando la mano con la que le levantabas con temor cuando sugerías poner a prueba su "resistencia." El hecho de tener una piel resistente, por supuesto que no significaba necesariamente que fuera inmortal. -¡No, por favor! ¡Mi esponjosidad no podría...! ¡H-haré lo que me pidan! ¿Qui-quieren poder? ¿Hojuelas de maíz? ¡Tengo suficientes hojuelas para que vivan una vida de riquezas! -El cruel príncipe ahora suplicaba de forma patética.

Algo que tenía sin cuidado al osito en armadura, cuyos pequeños ojos café lo veían con una expresión de profundo desprecio. -No. Lo quiero muerto. Sabes lo que él ordenó hacer con mis padres, Corinna. Para el final, esas gotas de sangre cayendo sobre sus caras eran el único consuelo que podían tener sus cuerpos y sus almas -Apuntó la espada, todavía con la sangre fresca del guardián hacia Muffington-. Quiero que sufra y que muera. Y que lo haga lento. Muy lento.

-No te sumerjas tanto en el odio.- Dijo ella buscando cualquier lugar donde ahogar al príncipe sin molestarse en escuchar sus suplicas ni ofertas. -Eso no va a recuperar la vida ni el sufrimiento de nadie. La venganza se hace grande en el espíritu y cuando esta carece de objetivo y desaparece, nos deja con un vacío que no se puede rellenar.-

Cuando finalmente encontró un lugar con suficiente agua, empujó enseguida la cabeza del príncipe en ella. Aguantándola allí y sacándolo a ciertos intervalos para que respirara, solo que cada vez eran más largos. -Jack Bayer eh?- Dijo como si estuviera haciendo algo de lo más normal i no haciendo waterboarding a un príncipe. -¿Que se siente redimiendo una vida del pecado?-

El osito volteó a un lado, esquivando tu mirada mientras hablabas sobre el odio y lo mal que hace el rencor al alma. Se guardó la espada en la espalda, de su pequeña armadura, cruzándose de brazos con mal gesto, a pesar que te seguía en busca del río más cercano. -Es fácil para ti decirlo. Eres muy fuerte. Seguro todos los que te han hecho daño, ya los mataste -Masculló entre dientes mientras en su mirada gacha podías ver la ira e impotencia.

-El mismo que viste y calza. Jackie, para los amigos -El hombre baya dijo con orgullo, por fin mostrando lo más similar algo que no fuera vanidad o desesperación.

-¡Brrr-agrr! ¡P-por favor! ¡Piedad, soy inocente! ¡C-crossaint! ¡Sí, él fue el responsable de todo! ¡Yo solo fui una víc... brrr! -El príncipe lanzaba una excusa tras otra entre un ahogamiento en que pataleaba y movía los brazos como un bicho desesperado. Claramente sus pulmones no eran "a prueba de agua."

-Espantoso. Yo no soy un héroe. De hecho, los hubiera entregado si no hubiéramos estado los tres metidos en la misma bronca -Jack Bayer admitió sin miramientos, buscando un árbol cercano en el cual recargarse-. Y ahora que el fofo de McGuffin no está en el poder para proteger a mis bandidos, ya no podremos explotar a los pandaman a trabajar las minas de menta.

Muffington pataleaba inútil entre más espacio había entre las salidas. Pudiera no ser muy fuerte, pero los pulmones del tirano verdaderamente se aferraban a la vida.

-¿Eso significa que...? ¿Somos libres?

El bandido de bayas suspiró, rodando los ojos hacia un lado. -Niño, ustedes son libres desde que Corrin se metió. Sí, son libres para apostar, zuripantear o lo que sea que hagan los pandaman -Jack Bayer entonces tomó una manzana de su bolsa, partiendo un trozo de esta con su daga para luego llevarlo a su boca frutal-. Te preguntaría que tal hacerla de heroína, pero eres una campeona, así que seguro que estás acostumbrada a todo eso -Partió otro trozo de la manzana, para luego ofrecértelo sobre la punta de su daga.

-Es fácil para ti decirlo. Eres muy fuerte. Seguro todos los que te han hecho daño, ya los mataste -Masculló entre dientes mientras en su mirada gacha podías ver la ira e impotencia.

-No tienes ni idea- Dijo Corinna con una sonrisa mientras era salpicada por el príncipe. -He sido apaleada, violada y torturada ante un publico que en lugar de perdonar o compasionarse conmigo clamaban por más dolor y humillación. Mi tribu fue aniquilada, mis seres conocidos esclavizados. No he conocido nada más que servidumbre y dolor en toda mi vida y todos esos que causaron mi extraña existencia continúan vivos y gordos disfrutando de causar el mismo dolor a otros.-

-La recompensa por toda una vida bajo la suela de una sandalia fue ser desterrada a este mundo.-

-Lo que no está mal, teniendo en cuenta que en comparación, sois todos unos blandengues y no duraríais ni una sola sesión en el coliseo.- Comentó divertida mientras continuaba ahogando lentamente a ese hombre con indiferencia.

-. Te preguntaría que tal hacerla de heroína, pero eres una campeona, así que seguro que estás acostumbrada a todo eso -Partió otro trozo de la manzana, para luego ofrecértelo sobre la punta de su daga.

La ex-gladiadora tenía que reconocer que la sinceridad del hombre-baya la había pillado por sorpresa. Pero eso le agradó. En lugar de mentir e intentar aparentar una nueva existencia de perdón y remordimiento, se mostraba tal y como era. 

Le sonrió mientras se cansaba del príncipe y decidía no darle más aire, terminando con su agonía.

-Soy más bien una mercenaria. No una heroína.- Imaginaba que después de contar lo anterior, eso tendría más sentido y ya puestos a sincerarse. -Y actualmente trabajo para reyes demonio que quieren reconquistar el mundo. Entiendo que no con flores y buenos actos. No sería muy demoniaco.-

-Aunque viendo las desavenencias que hay entre ellos, me pregunto hasta que punto debería buscar otro patrón.-

Suspiró mientras apretaba con fuerza a su victima en el agua y le propinaba un par de golpes en el estomago para que terminara de vaciar sus pulmones.

-Salvar a los Pandaman ha sido más un extraño pasatiempo. Odio a los esclavistas.-

La mirada de rencor del osito se convirtió en una de extrema sorpresa al escuchar tu historia. Ciertamente la amenaza y horrores de los demonios eran algo terrible, y había vivido como esclavo, pero claramente no ha a esos extremos de crueldad y tortura, incluso aún conservaba a su gente, aún si sus padres habían sido víctimas de cosas indescriptibles. 

El peludito en armadura encogió su cabeza entre sus pequeños hombros, acercándose a ti tímidamente, para luego abrazarse lentamente de tu pierna, que era hasta donde su altura le permitía. -Si pudiera ir hacia ellos, los secuestrarían para llevarlos a una plaza pública, donde desgarraría su cara con mis garras y les arrancaría las bolas con mis dientes, y luego forzarlos a que se las comieran -dijo el animalito apoyando su peluda frente contra tu pierna, sus ojos cerrados marcadamente húmedos.

A pesar que dejabas al príncipe más tiempo con la cabeza bajo el agua, sus movimientos de inútiles pataleos y urgentes manos apretando tu brazo con todas sus fuerzas, que no eran muchas, ninguno de tus dos acompañantes parecía siquiera inmutarse por su ahogamiento.

-Hm. Te ves mejor cuando sonríes que cuando tienes esa mirada como si quisieras arrancarme la cabeza -dijo con tono divertido mientras reacomodaba la espalda, cada cuando volteando hacia el príncipe mojado, como si fuera algo mínimamente interesante en el paisaje.
-Oh, mercenaria. Ya -Jack Bayer asintió mientras te escuchaba, aunque ladeó la cabeza con cierto mal gesto-. Sí, demonios. He hecho trabajos para algunos en su momento. Siempre tienen "algo." Si no son molestos, follan a lo que sea que se mueva. Siempre todo con ellos es "malo" y "demoniaco." Pfft. ¿No se pueden relajar un segundo de toda esa mierda? -Se quejó con cierto hastío.

Varias burbujas fueron expulsadas en el agua cuando le dabas de golpes en el estómago, tras lo que rápidamente veías sus movimientos volverse más lentos, y su pulso desapareciendo en el agarre de tu mano.

-Los esclavistas, ni los odio ni me encantan. Lo que más me importa es la paga -Admitió encogiéndose de hombros de manera despreocupada-. Pero oye, si buscas otro patrón, tal vez podamos hacer algo -Señaló tu brazo sosteniendo el cuerpo casi inerte del príncipe bajo el agua-. Derrotaste al número uno de MacMuffin, tienes buenos músculos y esa cosa que brilla, como la de Croissant. Abrimos un negocio de mercenarios. 50 y 50, tú y yo -dijo con una leve sonrisa, mientras cortaba otro trozo de manzana para saborear-. Al principio no ganaríamos mucho, pero serías libre de patrones y eligrías las misiones que tomar de quienes nos contraten. ¿No suena mal, eh?

Ahora que el príncipe ya perdía las fuerzas dejó de agarrarlo con las manos y simplemente le puso un pie encima presionándolo y sin dejar que pudiera salir mientras continuaba hablando con los demás.

-Oh, no te enojes. Ya te dije que no debes albergar ganas de venganza de ese modo ... quiero decir, no te confundas, dada la oportunidad los mataría a todos. Pero no no pienso dedicarles mis pensamientos ni mi angustia recordándolos. Ya me robaron suficiente de mi vida ... y tu deberías hacer lo mismo. Mira adelante y no pierdas tiempo mirando atrás.-

Asintió a las palabras de Jackie.

Hasta que hablo de fundar un negocio de mercenarios. -Oh, pero ya tengo eso ... solo que por el momento solo he tenido un patrón. Que empieza a ser cansino. Pero paga bien.-

-Y se cobra según cada cual se gane el pan. Si todo el trabajo lo hago yo, no verás nada. Pero si tu haces un trabajo todo solo, también mereces ganar toda la recompensa.-

-Lo que si debería buscar es a más contratantes.-

Apenas necesitabas esfuerzo para pisar al príncipe y dejar su cabeza sumergida en el agua, sus movimientos reduciéndose al temblar de sus dedos mientras incluso te parecía distinguir su cara algo más hinchada.

El osito subió su mirada de ojos vidriosos para verte mientras hablabas, su cabeza asintiendo lentamente. -Tienes razón. Hay basuras que no valen la pena ni pensarse -dijo en voz baja, mientras limpiaba las esquinas de sus ojos y sus mejillas-. Muffington me hizo sufrir más que nadie. Arruinó mi vida -Una vez más, miró con odio hacia el cuerpo inerte de lo que fue el príncipe, todavía con la cabeza en el agua-. Pero no voy a dejar que arruine mi futuro también -Tras un largo y profundo suspiró, el Pandaman tomó la espada y la enterró en el suelo en un gesto solemne, haciendo que por fin se calmara.

-Vaya, de verdad eres una profesional -El bandido de bayas enarcó una ceja con algo de asombro cuando le informabas que no solo ya habías pensado en aquello, sino que de hecho ya tenías un grupo-. Me gusta la parte de ganar más que otros, pero la parte de ganar menos por hacer menos no tanto. No suena al tipo de paga que ganaría un jefe -Jackie se encogió de hombros, tampoco dándole mucho importancia-. Contratantes. Vale, en eso sí puedo ayudarte. He hecho trabajos para unos cuantos... patrones. Así que contactos tengo. Solo que ninguno de ellos es precisamente "limpio" -Hizo énfasis en la palabra, haciendo comillas con los dedos-. Pero como has trabajado con demonios, seguro que no deberías tener problemas con ellos -Aseguró con una leve sonrisa-. Una pequeña comisión por recomendación me serviría. O si tu gente es de fiar, podrías prestarme a alguno de ellos para alguna misión ocasional. Podemos negociarlo.

El bandido separó la espalda del árbol, sacudiéndose un poco la camisa antes de guardar su daga. -¿Quieres ir por un trago? Hay un sitio afuera de la ciudad, podemos pasar el rato allá mientras ocurre el caos militar y los saqueos cuando se den cuenta que Mclovin palmó -dijo de manera casual, estirando un poco los brazos y las piernas-. Yo invito la primera ronda. Cuando terminen los saqueos, fijo me contratan la gente a la que robaron para que robe las cosas de vuelta o los amenace de muerte y tal.

Corinna buscó alguna piedra grande que estuviera cercana y uso su telekinesis para levantarla y tráela donde estaban, dejándola encima del príncipe por que ni muerto pudiera salir del agua.

Las palabras del hombre baya la dejaron pensativa.

-Claro ... no hay príncipe ... esto va a ser un caos y cualquier otro imbécil se va a sentar en el trono.-

La gladiadora soltó un gruñido de protesta. No serviría de nada todo eso si iba y se sentaba cualquiera a continuar dando por el culo. A regañadientes miró al par de acompañantes.

-Tengo que volver al trono y asegurar que ... yo que se ... se funda una democracia o algo. Ya jugaré a mercenarios luego.- Esperó por si alguno de esos dos quería ir con ella o se despedían antes de ponerse en marcha. Aunque luego miró el cuerpo del príncipe, supuso que quizá lo necesitaría para demostrar quien mandaba.

Tras levantar una roca del tamaño de una mesa con tu habilidad psionica, desde el momento en que la dejaste caer sobre el príncipe, débil y sin dejarle opciones a su pecho para respirar bajo el agua, si no se encontraba muerto ya, ahora era un hecho que había pasado al otro mundo.

Jack Bayer se encogió de hombros cuando tan bien resumías la situación de lo que pasaría ahora que Muffington ya no estaba. -Así funciona el mundo.

Sin embargo, tanto él como el pequeño oso rojo te miraron sorprendidos tras tu gruñido, cuando mencionabas que volverías a la ciudad.

-¿Democracia? ¿Como la de los cuentos? ¿Eso de verdad existe? -El osito se acomodó la armadura y sin dudar se colocó a tu lado con gesto firme-. Iré contigo. Hiciste mucho por nosotros, y por mi. Sé que no hay forma en que podamos pagártelo, pero tienes mi apoyo y el de mi gente. Lo que sea que quieras hacer en la ciudad, los Pandaman estarán de tu parte.

El bandido de bayas no se veía tan optimista y más con una mueca, soltando un suspiro con cierta molestia. -Vale, también voy. Los vacíos en el poder se llenan más lento que rápido, así que aún estamos a tiempo -Acomodó su sacó, y buscó sacar el cuerpo muerto del príncipe, su esponjosa cabeza amarilla ahora más púrpura que las bayas de Jackie-. Pero que sepas que me debes ese trago en el bar.
Para cuando se las arreglaba usando un pedazo de tronco como palanca para recuperar el cadáver, la mirada del hombre baya incidentalmente dio un mejor vistazo a tu silueta, como si antes no le hubiera prestado atención. -Un trago, y alguna cosa más -Arrastrando al príncipe, como si llevara un costal de papas, se acercó a ti con calma-. Después de todo, si no va haber caos, voy a perder clientes potenciales, así que alguna compensación estaría bien -Su mano tocó levemente tu espalda por detrás, paseando al nivel de tu cintura, mientras te miraba de soslayo, como tanteando tu reacción.

Decidieras o no llevar el cuerpo del príncipe Muffington y así corroborar tu superioridad, el caminar de vuelta por la plaza de la ciudad ya te daba un panorama que las cosas estaban cambiando. A pesar que no se sentía el mismo clima desganado y opresivo, toda la gente animal, desde los hamster panaderos hasta los topos constructores, parecían como asustados, mirando de un lado al otro, como temiendo hasta a sus propias sombras. Incluso los soldados de de fresas con armadura de chocolate se veían bastante inseguros en sus puestos frente al castillo. Confundidos mientras seguían en un sitio en el que ya no tenían lugar ni líder.

Corinna recogía el cadáver y lo cargaba a una mano.

-Quizá lo debería haber ahogado en leche.- Se dijo a si misma al ver un hombre bizcocho empapado en agua. ¿Se consideraría canibalismo comer a un hombre biscocho? La mano del hombre baya hizo que despertara de sus pensamientos.

-Eso depende.-

-No puedes aparear a una pura sangre con cualquier jamelgo ...-  Dijo mientras sin tapujos le metía manos en los cataplines para ver que cargaba en sus pantalones. Luego sonrió. -... quizá haga una competición entre vosotros dos a ver quien es más semental.-

Al llegar a la plaza pudo ver el caos subiendo poco a poco y suspiró cansada. Ciertamente se cumplía lo que había dicho Jackie.

Con expresión aburrida continuó caminando con la plaza con el cuerpo del príncipe bien a la vista.

-Ciudadanos.- Dijo mientras subía a una carreta y agitaba el cuerpo cual muñeco.

-Vuestro gobernante esta muerto. Debéis elegir a uno nuevo, buscad  a un representante para el pueblo. Os espero en la sala del trono.- Bajo y se puso a caminar hacía el castillo de nuevo.

-Esta vez, buscad a alguien que sea decente- Fueron sus ultimas palabras.

Considerabas el dilema de si había un dilema moral en comerse un hombre bizcocho. Aunque tras que su cuerpo quedara estropeado con el agua, y el hecho de que ahora ya había "expirado," probablemente ya no tendría un sabor tan dulce. Aunque tal vez si lo dejabas secar, podías usar su "carne" de panqué como corteza para un pay.

Jack Bayer por otro lado, se vio más vivo que nunca, dejando su actitud casual por un momento cuando le metías mano en su región privada, una sonrisa más bien divertida dibujándose en su rostro. -Apa! Tú vas al turrón, ¿eh? -Entre lo que pudiste sentir con tus dedos, podías distinguir que su paquete no lo podías cubrir con una mano, y por como se empezó a ensanchar lentamente bajos tus dedos, todavía se le podía sacar potencial. Aunque entre lo que pudiste palpar había algo curioso, quizás era por como estaba acomodado, pero había como algunas partes que sobresalían-. Pues yo no seré un pura sangre, pero soy bueno montando -Su mano acariciaba tu retaguadia brevemente camino hacia abajo, donde sobó con un poco más fuerza tu entrepierna-. Y ninguna yegua se ha quejado hasta ahora -dijo antes de alejarse, todavía sonriente y así pudieran continuar con su camino.

El Pandaman con armadura frunció el ceño, con sonriente gesto confiado cuando pusiste sobre la mesa la posibilidad de un reto para probar a los "sementales." -Adelante. Sé trotar con estilo y conozco más de unas cuantas gracias -El peludín a tu lado dijo con orgullo, y hasta caminando galante unos pasos por adelante de ti-. La pregunta sería si puedes seguirme el ritmo. Porque soy de carrera larga -El osito te dijo con alegre paso retador.

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Como adelantaba Jackie, el cambio político empezaba a sentirse. Y ante la pesada situación, superaste la exasperación del tedio y subiste a una carreta del lugar, todos en la plaza volteándo a verte cuando hablando, movías el rechoncho y esponjoso cadáver del ex-monarca.

Su sorpresa e incertidumbre era palpable en los rostros de los ciudadanos tras tus palabras.

-¿El príncipe a muerto? Entonces... ¿ya no tenemos que obedecer a los guardias?

-Ella dijo que... ¿podemos elegir a quien nos gobierna?

-Mierda. ¿Ahora que voy a hacer con las órdenes de pan danés que había hecho el príncipe?

La gente empezaba a discutir a voces entre ellos, formando otra especie de caos, sin embargo, uno mucho más pequeño, porque al menos ahora tenían una meta que conseguir en lo inmediato.

Cuando llegaste a las puertas del castillo, los soldados de fresa enarcaron una ceja al verte, pero tampoco impidieron el paso. Con excepción de uno de ellos, uno de apariencia joven quien, aún sosteniendo su escudo de chocolate en mano, te hizo frente mientras temblaba. -¡A-alto ahí!

Jack Bayer soltó un ligero bufido, y sin mucho esfuerzo empujó al chico hacia un lado. -Cállate, Crispin. ¿No oíste? Esto se acabó. Nadie te está pagando por detener a nadie. Y tu lealtad no va ser apreciada por un panqué remojado.

El chico se encogió de hombros, volviendo entre las filas con el resto de los soldados, algunos de los cuales se burlaron con contenidas risas.

Pudiste entrar en la zona del trono sin problemas. Ni las ardillas entre las sombras o los sabuesos de miel se inmutaron. Ya ni hablar de los caballeros calabaza presentes en la sala, quienes se pararon firmes en su lugar cuando entraste, sus rostros anaranjados rápidamente palideciendo. Te habían visto derrotar al mejor de los suyos, con su máxima fuerza, y prácticamente sola. Ellos, como tú, sabían que no tenían oportunidad de detenerte.

No mucho tiempo después, montones de gente entraron a la sala del trono. Sin embargo, no parecía haber solo un representante. Sino tres.

Uno era el viejo Pandaman que recordabas de las minas, aunque no solo lo seguía un séquito de ositos, sino que veías gente conejo y muchos topos. Casi todos ellos con ropas andrajosas y sucias, sus manos llenas de ampollas y sus pies descalzos con vendas con secas manchas rojas. -Yo no pedí el puesto, pero la gente me sigue aún si considero que no soy el indicado -dijo el viejo osito con voz rasposa-. Estamos cansados que exploten a los nuestros. Todo nuestro esfuerzo, sudor y sangre, va para enriquecer a alguien más arriba. Nosotros queremos que la tierra y sus huertos sea de quien los trabaje. Queremos... libertad de elegir nuestro oficio -A pesar de su voz avengentada y frágil postura, exigió con firmeza-. He visto mucho talento ser desperdiciado por la codicia de unos pocos. Jóvenes nacidos esclavos, tan listos como para aprender a leer que en su lugar se parten la espalda en los molinos de cacao.

Otro de ellos, tenía una ropa mucho más elegante. Un hamster de prendas coloridas, de tela fina, además de unos cuantos anillos con gemas en sus pequeños dedos peludos. la gente tras de él incluía a varios trabajadores como panaderos, artesanos e incluso unos cuantos soldados. -Esta ciudad es bastante rica en recursos. Ese inútil de Muffington nunca aprovechó todo lo que tenía y tenía la ciudad en ruinas bajo su tiranía. Yo quiero cambiar eso. Podemos hacer crecer a esta ciudad. Establecer y cuidar rutas de mercado para comerciar con otras poblaciones. Vamos, que está ciudad podría ser la más rica del mundo si apoyamos a los negocios y nos enfocamos en mejorar las técnicas y equipo. Y luego, toda la gente se benifeciaría de nuestra bonanza -El hamster levantó las manos ominoso, lanzando varias hojuelas doradas al cielo, las que fueron prontamente recogidas por sus seguidores-. ¡¿No es así, gente?! -A esto le siguieron gritos emocionados como en avalancha de quienes estaba tras de él. 

Aunque la concurrencia más llamativa, sin duda eran las de los seres de caramelo y unas cuantas personas animales, pero todos ellos con lujosos ropajes, adornados con todo tipo de joyería siendo claramente la clase élite. Y frente a ellos, un hombre de jengibre, ya vestido de manera formal y con corona, mientras sostenía una sonrisa prepotente hecha de malvavisco en su rostro galletoso. -Soy hijo del príncipe Muffington. No fui reconocido en su momento, porque la tiranía de mi padre no lo permitiría, pero es claro que merezco mi lugar en el trono -Todos tras de él asintieron como si fuera lo más natural-. Es mi derecho divino y de sangre. Obviamente nací para gobernar, y las tropas estarían dispuestas a jurarme lealtad, estoy seguro.

Las respuestas de Jackie y del osito hicieron que Corinna se planteara lo del gobierno de la ciudad para más tarde, pero terminó aceptando que primero había que ir para lo importante. -Os tomo palabra. Vamos a ver cuan buen jinetes sois más tarde.-

Cuando finalmente llegaba al trono sonrió afablemente a todos los guardias calabazas, dejó el cadáver en el suelo a sus pies mientras se sentaba en la silla que antes había ocupado el príncipe y aguardó.

Finalmente llegaban tres propuestas para gobernar.

La mas cercana al pueblo, la mas cercana a los mercaderes y artesanos y la elite. Le hubiera gustado que los tres representantes hubieran estado igualados y les hubiera dado el trono a los tres, dejando que siempre tuvieran que ponerse de acuerdo, al menos dos de ellos para avanzar.

Pero con la elite y los comerciantes esa idea se iba a la mierda, esos dos siempre se aliarían para joder al pueblo.

. Es mi derecho divino y de sangre. Obviamente nací para gobernar, y las tropas estarían dispuestas a jurarme lealtad, estoy seguro.

Corinna sonrió e hizo una leve reverencia con la cabeza. -Si eso es cierto, entonces tienes toda la razón.-

Se levantó del trono haciendo una reverencia con la mano indicando la silla. Pero luego se puso en medio mientras desenfundaba su espada de dos manos.

-... solo nos queda el duelo y podrás ser el gobernante.-

La sonrisa de Corinna se extendió.

-El nuevo monarca debe demostrar que está dispuesto a luchar por su pueblo. Y dejarse la piel en ello. Si no cualquiera podría llegar, vencerlo y lanzar todo el mundo en el caos-

-En garde.-

Aunque las actitudes de tus compañeros demostraban que ya los tres estaban con ánimos más festivos, por ahora se enfocaban en las materias algo más complicadas del destino de un reino.

Los calabazos de por si intimidados dieron un salto hacia atrás, casi topando su espalda en las paredes cuando tras sonreírles lanzabas el esponjoso y húmedo cuerpo inerte. Con lo que por supuesto, nadie dijo una sola queja cuando te sentaste en el trono. Y Muffington podía haber sido un cruel déspota, pero al menos tenía buen gusto, esa silla se sentía bastante cómoda. Con espacio suficiente para acomodar el cuerpo y un respaldo que incluso podía empujarse hacia atrás, el colchón lujos del trono adaptándose a tu cuerpo como recargarse en una nube.

Aunque variedad había en las propuestas, los grupos tan marcados ya te daban una idea de como podrían surgir alianzas que igual perjudicarían a un buen sector de la población. 

-Por supuesto que lo es. Da gusto ver que por lo menos hay gente con buena cabeza aquí, que sabe reconocer la grandeza -El supuesto monarca de galleta dijo sin una pizca de humildad, para después caminar hacia el trono que dejabas disponible con arrogante paso-. ¡¿D-duelo?! -Literales crujidos vinieron del hombre de jengibre cuando te ponías en el camino con tus dos manos en tu arma y su expresión se rompía en una que mostraba un sincero deseo de no estar ahí.

Y para sorpresa de hasta él mismo, la élite parecía estar de acuerdo con tus palabras, asintiendo amablemente. Ciertamente si un líder no reflejaba una imagen de fuerza, nada impedía que las cosas se descontrolaran cuando flaqueara. 

-P-pensándolo mejor, creo que no debería gobernar, digo, realmente no es que tenga un título de nobleza hecho ni nada por el estilo -El sujeto caminó hacia atrás temblando tanto, que su corona cayó de su cabeza, pero todavía aterrado viéndote no hizo ni intento de levantarla-. Prefiero que el líder sea alguien más cercano a la gente. Quiero decir, un verdadero líder sabe cuando es que no lo necesitan, ¿cierto? ¡Suerte a ustedes dos con el duelo! -En ese punto había perdido toda la credibilidad tras de sí, y la gente elegante tras de él empezó a esparcirse.

Sosteniéndose firme en su bastón, el viejo Pandaman dio un paso hacia tu dirección. -Como siempre, tienes razón, Corinna. Quien esté a cargo tiene que estar dispuesto a luchar por su pueblo -Hizo una marcada reverencia hacia ti de manera formal-. Nuestra gente siempre te agradecerá lo que hiciste. Y no importe lo que pase este día, siempre vas a tener nuestra lealtad. Pero si lo que se necesita es un duelo, no pienso renunciar cuando sé que puedo dar mi último aliento para que el pueblo pueda tener su libertad.

El hamster comerciante de inmediato pusa una cara de angustia al ver al viejo así, y rápidamente corrió hasta ponerse a su lado. -Perdónelo, por favor. No sabe lo que dice -dijo el hamster acomodando su colorido saco-. ¿Qué tal si más de una persona tuviera el poder? Yo me encargaría de los asuntos del reinado, los fondos y tratos comerciales, mientras que puedo poner al señor Pandowan a cargo de las materias del campo y sobre las licensias de oficios. ¿Eso estaría bien? -Aunque su sonrisa en la cara de mejillas regordetas del hamster se veía un poco falsa, su naturaleza de negociante salía a relucir mientras también intentaba evitar el duelo-. Puedo dártelo por escrito, y técnicamente yo sería el líder, con el control de muchas cosas, pero no de todo. Pero todavía cuenta como lo que pidió solo un líder elegido por la gente. 

Corinna vio como el falso príncipe se largaba con la cola entre las piernas y bajo el arma negando con la cabeza. -Poco ha durado su derecho divino ...- Masculló mientras se centraba en el Pandaman, este parecía querer tomar el duelo que quedaba al aire si bien le Hamster rapidamente se interponía.

Bueno, no estaba mal, podía ser un usurero pero a la vez no dejaba que simplemente se muriera su anciano contrincante.

-Claro, no veo problema.- Respondía a sus palabras. -Pero nadie se va a salvar del duelo si quiere sentarse en el trono.-

Su mirada de fulgor violeta se clavó en el comerciante. 

-Toma una arma y da un paso adelante, o apártate a un lado y deja que lo haga el.-