Partida Rol por web

[1800] Quid Pro Quo

Tren a Germania

Cargando editor
06/05/2019, 15:43
El Historiador

Corre el año 1829 de nuestro señor Jesucristo…o al menos el de muchos. Evropa se encuentra asediada por demonios, Hispania bastante tiene con contener a los infiernos, Arabia hace años que no conoce otra cosa que no sea la guerra contra los demonios. La mitad del gran Zarato Ruso cayo, o más bien se desconoce la suerte de sus tierras del este desde el fin de los días. Roma…antaño la luz de la civilización no es más que una sombra de lo que fue, incluso Albión que parecía estar librándose de lo peor, ahora también se ve asaltada por las hordas de lucifer. Napoleón…si no fuera por el pequeño corso, Galia habría caído en las garras de los demonios por cortesía de Robespierre, que aún lejos de rendirse amenaza con contraatacar.

Germania y sus aliados del norte, Vaeringjar se mantienen libres de los demonios, o al menos eso parece. Pero desde hace siglos que toda Evropa, por orden del papado mantienen un bloqueo por…no creer en Dios todo poderoso, Válgame el cielo si no es paradójico que sean los únicos sin la visita de los demonios en sus tierras, pese a ser herejes.

Lo poco que sale de Germania es por contrabando y es alta tecnología, algo jamás visto, ni siquiera por los mejores técnicos e ingenieros de Albión. Los que han visitado tierras Germanas se maravillan de los avances que allí tienen…y que sean los únicos en tenerlos. Es por eso que la Galia ha entablado contacto con las autoridades Germanas para pactar el fin del bloqueo a cambio de la tecnología y el armamento necesario para poder combatir a los demonios…y derrotarlos.

Con este fin, que planean llevar a cabo sin el conocimiento del papado, ha comenzado a buscar diplomáticos y agentes de diferentes naciones con el fin de convencer a los Germanos de que compartan sus conocimientos. Técnicos Albioneses, nobles Hispanos, Sabios Árabes y agentes Galos.

El secretismo de esta operación es obvio, el Papado no permitirá que se levante el bloqueo a Germania, no son más que ateos y herejes para ellos. Los mandatarios elegidos han sido contactados en secreto, debido al peligro de la inquisición por el desafío de Napoleón al Papado.

La persona encargada de elegir y contactar con ellos ha sido una mujer miembro de las clases altas Galas, Elian du Beauvoir, la cual ha viajado por el mundo conocido contactando personalmente con cada uno de ellos.

Meses después, ha conseguido reunir a seis de estos elegidos en Dunquerke, desde donde viajaran a Bielefield, lugar acordado con las autoridades Germanas para el encuentro. Viajaran en Tren, acompañados de una pequeña escolta de soldados sin uniforme, con indumentaria civil.

Se encuentran en la estación, a la espera de que el tren esté listo, recibiendo las últimas instrucciones de la señorita du Beauvoir.

Cargando editor
06/05/2019, 20:07
Elian du Beauvoir

Faltaban tan solo unas pocas horas para que amaneciera cuando todos empezaron a llegar a la ciudad, uno a uno o en parejas. Era una noche fría de finales de Marzo, la niebla ocupaba las calles de la urbe haciendo que no pudieran ver más allá de diez pasos, a excepción de las farolas de gas, que aún borrosas, trazaban al menos el camino a seguir. Aparte de sus propios pasos o los de sus monturas, no se oye nada más, un silencio abrumador se cierne sobre Dunkerque.

Conforme se acercan a la estación, los sonidos se incrementan, pero no en demasía, se escucha algún que otro golpeteo y pasos, muchos pasos…pero ni una sola voz. En los andenes descubrís el origen de esos sonidos. Hay un tren de pasajeros, normal y corriente, excepto porque solo hay un par de vagones para pasajeros, y otros cinco que aparentemente son de carga. Hay unas cincuenta personas trabajando en él, cargando cajas de madera de aspecto pesado, ya que tienen que ser transportadas por dos hombres.

Poco a poco los invitados se reúnen en el andén, donde instantes después son recibidos por un hombre bien vestido, traje negro, ropajes algo extraños para la zona, pero elegantes. –Bienvenidos, damas…caballeros.- les saluda, con una leve inclinación de cabeza, lanzándoles una mirada dura, desapasionada, como si nada de aquello fuera realmente con él. –Mi nombre es Dominique- Se presenta a si mismo. ­-Si tienen la amabilidad de acompañarme.- anuncia mientras les indica con la mano la entrada a la estación, encaminándose el mismo hacia allí.

Son guiados al interior, esquivando cajones que esperan ser cargados y hombres que van y vienen, enfrascados en su trabajo. El edificio de la estación es amplio, de techo abovedado del que cuelga un enorme reloj que marca las 5:13, con las taquillas y las consignas a un lado, y un bloque de oficinas al otro, donde son conducidos hasta una puerta de doble hoja, que es abierta por Dominique antes de apartarse para cederles el paso. –Madame de Beauvoir les espera.- Anuncia manteniéndose fuera de la estancia, con una sonrisa torcida.

En el interior descubren una sala amplia, con una estufa de hierro colado encendida pegada a la pared del fondo, por lo que el ambiente en el interior está algo cargado. Hay siete sillas alrededor de una mesa redonda, y una estantería con porticones de cristal llena de libros en la pared a la derecha de la estufa y tres puertas que posiblemente conduzcan a diferentes despachos. Aquello más que un despacho, es una sala de espera. Frente a la estufa, con un vestido amarillo de falda amplia y corpiño ajustado hay una mujer, rubia,  que muchos de ellos ya conocen. Es Elian, que apartando la mirada de las llamas se vuelve hacia ellos, reflejando una sonrisa amable.

-Bienvenidos. –Comienza a hablar, con una voz dulce, pero no aflautada-  Espero que el viaje de camino aquí haya sido leve. –Continúa diciendo, apartándose de la estufa y acercándose a la mesa y tomando asiento en una de las sillas. Pese haber estado cerca de la estufa, no parece estar incomoda con el ambiente reinante en la estancia. –Tomad asiento, si así lo deseáis.- Les invita con un gesto y una sonrisa, esperando unos instantes antes de continuar. -Entiendo, damas y caballeros, que estamos hablando con amigos, y que todos tenemos el mismo interés en llevar nuestro objetivo a buen puerto. Tras un arduo proceso de selección, he logrado reunir a un grupo de lo más selecto de nuestras respectivas patrias, individuos más que capacitados para negociar un tratado con los germanos…vosotros-

Hace una pausa teatral, como queriendo dejar que las palabras calaran en cada uno de ellos.

-No es un secreto que hemos perdido el tiempo y recursos en guerras internas, ambas cosas que necesitamos desesperadamente para hacer frente al peligro mayor que nos acecha, los demonios surgidos de las puertas del infierno que tan bien conocemos.

Elian se levanta, y empieza a pasearse lentamente por sala en la que se han reunido, deteniendo su mirada en cada uno de ustedes por un tiempo. Sienten como su mirada intenta escrutar los recovecos de sus mentes, y no están seguros de si tiene éxito o no.

-Tampoco es un secreto que estamos atrasados, tecnológicamente hablando, a excepción claro está de nuestros amigos de Albión. –Al decir esto, lanza una mirada de reconocimiento a Bruce, aunque termina por guiñarle el ojo y lanzarle una sonrisa pícara -En el desarrollo de armas efectivas que nos permitan eliminar a los demonios de una vez por todas. Por motivos que desconozco, Dios ha querido darle los instrumentos necesarios a los ateos germanos, mientras que los creyentes se matan entre sí.

Se detiene en medio de la habitación.

-A estas alturas, el que sean ateos no interesa. De nada servirá seguir bloqueando a quienes tienen lo que necesitamos para tomar la delantera, si al final los demonios van a arrasar con todos los creyentes.- Otra pausa, dejando esta vez que la gravedad de sus palabras calara bien en ellos -Por tanto, y escúchenme bien, tras muchas consideraciones, el gobierno de la Galia ha decidido que es hora de levantar el bloqueo contra Germania.-

-Sin embargo, esta decisión es unilateral. La Iglesia ha sido mantenida al margen de las discusiones, porque se niegan a ver lo evidente. Por tanto, y como ya deben haber entendido, esta misión debe ser llevada a cabo en el más absoluto de los secretos. Es por eso que viajaran de incognito, y solo los acompañara un pequeño destacamento vestido de civil, para no llamar la atención.

Elian vuelve a su asiento, y pasea su mirada por la habitación.

-Se dirigirán a Bielefeld, donde por razones obvias no puedo acompañarles, debido a mi posición en el gobierno Galo, allí se reunirán con dos personas importantes del gobierno germano. Serán ellos quienes los busquen y se dirijan a ustedes. Comprenderán que por su propia seguridad, no puedo decirles quienes son. Es con ellos con quienes ustedes deben negociar un levantamiento del bloqueo germano, a cambio de armamento de última tecnología.- Tras un instante, les cede la palabra, sin un atisbo de sonrisa en su rostro. -¿Alguna pregunta?

 

Cargando editor
13/05/2019, 02:01
Eugène Delacroix

Realmente me siento algo fuera de lugar en este sitio.

Era curioso que estuviera en esa reunión, por los acentos y las formas de hablar de los presentes parece que soy el único Galo que ha sido llamado y más curioso aún que me llamaran para una misión asociada con tecnología. Yo soy periodista, muchas de las cosas habladas aquí no me sorprenden y la intervención de la iglesia católica como ente que bloquea el avance me perturba, a veces, en mi corazón pienso que la maldad esta también en esa organización, y en su búsqueda del poder no observan lo evidente.

Aunque he de ser honesto y comentar que no tengo idea de porqué me han llamado justamente a mi, pero los misterios de Dios son para mi un libro de sorpresas.  Realmente no entiendo que puedo hacer yo en esta misión. La mujer me insistió mucho en venir, y yo acepte sin saber bien a que me enfrentaba.

Ni siquiera sé quienes son estas personas que están cerca y algo dentro de mi me pide prudencia, es por eso que no hablo, solo escucho. No suelo hacer este tipo de cosas.

Cargando editor
13/05/2019, 02:10
Fátima

Me encuentro algo nerviosa, pues es la primera vez que piso tierras del norte de Hispania. He visto con mis propios ojos los demonios que acechan este mundo en diversos lugares y ocasiones. Pero nunca llegué a combatirlos directamente.

Me siento llamada por Dios (no por la Iglesia) a combatir el mal que acecha nuestras almas, y siento la necesidad de hacerlo utilizando cualquier recurso que nosotros, sus hijos (de Dios), podamos tener al alcance. Aunque eso requiera de la unificación de la humanidad como una sola fuerza. Creo que es el momento de dejar atrás los personalismos, los egos y las envidias, para ser mas fuertes en las grande batallas que se avecinan. Tambien se que Dios nos ilumina a todos, creamos en él o no, pues todos somos sus hijos y nos ama a todos por igual.

Por eso colgué el hábito de monja y me enfundé en esta armadura. Ahora solo me queda convencer al resto de mis hermanos sobre cual es el camino a seguir. Lucharé en público o en secreto para adquirir el poder necesario para proteger este mundo lleno de amor y bendicion con la que Dios nos ha iluminado.

Asiento con la cabeza, con una mirada seria pero conforme. Confiada de que este es el camino que debo seguir.

- No hay preguntas por mi parte. Debemos unirnos todos frente al mal y la adversidad, por eso mis pasos me han llevado hasta aquí.

Doy un vistazo a la que será mi futura compañía, analizando a cada uno de ellos con detalle y buscando la determinación en sus miradas.

 

Cargando editor
13/05/2019, 02:25
Eugène Delacroix
Sólo para el director

Notas de juego

Espero no molestar, pero  si me comentan por privado que fue lo que la mujer me dijo para venir a esta reunión me sería muy útil. No se debe rolear la conversación solo  saber que le dijo esta mujer por privado en terminos generales que motivara a mi personaje a venir, así yo me aclaro el contexto.

Cargando editor
13/05/2019, 02:31
Director

Notas de juego

Viene siendo lo que puse en el post de introducción. "Necesitamos gente capaz, objetiva, que no tenga nada que ver con el gobierno galo y que no tenga reparos en hacer algo en contra de la voluntad de la santa madre iglesia y su inquisición. Hay que poner fin al bloqueo comercial con Germania, Evropa debe estar unida frente a las hordas de Lucifer"

Algo así, vaya. Muy en la linea de los ideales de tu personaje, creo yo, :)

Cargando editor
13/05/2019, 02:47
Eugène Delacroix

Luego de que la mujer hablara, me di cuenta que posiblemente era mejor preguntar, si bien sabía ya un poco de lo que se trataba era evidente que la justicia dice que hay que aclarar el camino a seguir pues  Dios da señales pero es del hombre estudioso entender y preguntar.  

Mi vida había cambiado  mucho en los últimos tiempos y  algo dentro de mi buscaba actuar desde mis capacidades.

Ehh mil disculpas  Mme Elian du Beauvoir - digo a la mujer en mi perfecto francés mostrando curiosidad sobre varios aspectos- pero debo presentarme primero antes de preguntar, pues creo que muchos de los aquí presentes no nos conocemos y si bien  hemos de trabajar juntos por la gracia de Dios, creo necesario introducirme, sin  ninguna pretensión de protagonismo sino por el bien de toda asociación basada en el conocimiento.

Mi nombre es Eugène Delacroix, soy periodista pero mi fin en esta búsqueda no  se asocia con mi trabajo, debo aclararlo porque no busco publicar ninguna nota , ni pretendo  ser como un chacal buscando noticias, mi fin es ayudar en la causa para frenar los rios de sangre en mi patria.

Hago un gesto de respeto a los demás y continua.

Madame comenta que desea una alianza para buscar tecnología, y ciertamente sé que mi pueblo y los germanos tienen problemas  desde hace mucho tiempo, no nos llevamos en especial bien-  digo aclarando este aspecto- también comenta que debemos tratar de no llamar la atención , y al respecto tengo dos preguntas si me permite.

Me aclaro la garganta y continuo

La primera es en relación  a los motivos,  si se puede decir , ficticios por los cuales entraremos al país, ¿tenemos alguna tapadera por así decirlo?, y   como segunda pregunta, y espero con esto terminar, deseo saber si  tenemos el objetivo de  hablar con alguien en específico, ¿algún representante de estas tierras conoce que deseamos  un intercambio?
 

Cargando editor
13/05/2019, 18:19
Bruce Kane

El extremo del cigarro se iluminó de forma tenue, mejorando la luminosidad del lugar durante una fracción de segundo. El olor a tabaco se mezclaba suavemente con el del aceite y el metal, creando una atmósfera muy cercana a la que él mismo recordaba como familiar ahora que se encontraba tan lejos de cualquier lugar que pudiera llamar hogar.

Con los ojos entrecerrados y la vista fija en un extraño artilugio que tenía entre manos, Kane buscaba colocar el muelle dentro del accionador de un objeto que tendría unos cincuenta centimetros de largo, y poco más de diez de alto y profundo de un brillante color bronce. Tal era su pelea con aquella empresa, que cuando el tren comenzó a aminorar el paso, no se dió cuenta de que la frecuencia del resonar de los pistones de vapor fue disminuyendo según el tren llegaba a la ciudad.

Pasó el dorso de la mano enguantada por la frente, rascando la piel más como un acto reflejo propio de la costumbre que de la necesidad real. El cigarrillo bailó por sus labios, de lado a lado de la boca mientras aspiraba el humo una vez más en una sensación que combinaba placer y relajación a partes iguales. Reteniendo el humo, volvió a hacer presión con ambas manos hasta que un suave chasquido le reveló que había conseguido su objetivo. Asintiendo con la cabeza, se permitió el lujo de asentir mientras sus labios se curvaban hasta mostrar una sornisa cargada de satisfacción.

Aquel había sido un viaje largo desde que salió de Hispania. Había tenido tiempo para dibujar planos, fumar, realizar trueques con los diferentes pasajeros para agenciarse las piezas necesarias para seguir dándole rienda suelta a sus extravagantes tecno-ideas, estudiar el mecanismo de la locomotora modelo Beyer Peacock (Con quien tuvo sus diferencias con el maquinista sobre si debía usarse la notación whyle o la notación UIC para definir el modelo) o buscar la manera de aplicar los rendimientos de cargador de su SID a su viejo mosquete de confianza.

Independientemente del los diferentes entretenimientos llevados a cabo durante su viaje, cuando llegó a su destino se limitó a guardar sus pertenencias y cargar su maleta de mano, usando una correa para colgarla al hombro por debajo de la capa. Cerró la capa y ajustó la bufanda para protegerse del frío galo que tanto gustaba de hacerse notar en las frías madrugadas. Se echó el mosquete al hombro, descendiendo las escaleras metálicas del tren, observando a su alrededor con gesto atento. No había visitado aquel pais más que de paso en sus viajes entre Hispania y Albión, y lo cierto es que tampoco le interesaba demasiado, pues todos en Albión, sobretodo los militares como él, habían escuchado "las historias" que se contaban sobre Galia.

Una nueva calada al cigarro iluminó la punta del cigarro en aquella calle llena de niebla, haciéndose visible a una distancia algo mayor de lo que permitía el agua en suspensión. Reconoció el rostro de Dominique, la persona de contacto, y dedució que cuantos se unían a él debían tener los mismos objetivos y recomendaciones que él mismo había recibido solo unas semanas atrás. Dejó escapar el humo, liberando el cigarro de la presión de sus dedos y pisándolo una vez tocó el suelo con la intención de apagarlo.

Al acercarse al grupo, se llevó la mano derecha, la libre, a la frente realizando de forma informal el saludo militar, a la par que acompañaba con un cabeceo el saludo para completar el ciclo de presentaciones silenciosas preliminares. Agradecido de que aquel hombre los llevara directamente a su objetivo sin más pompa ni relleno social innecesario, se dispuso a seguir sus pasos. Su mirada, curiosa, se desvió a cuantos objetos que funcionaban por si mismos, como aquel reloj. Tenía metal, tornillos, tuercas, resortes, muelles y engranajes suficientes como para construir dos ballistas con las que cubrir media milla de trinchera. De forma cosciente, se obligó a recordarse que aquella zona no era primera linea de combate, que había civilización más allá de la academia de ingenieros.

Al ingresar en el edificio, se sintió ligeramente fuera de lugar. Si hace un mes, estando de sangre y barro hasta la cintura, le hubieran dicho que habría disfrutado de tres comidas al día a bordo de un tren, junto a un catre caliente y lejos del atronador sonido de las armas disparando, simplemente se habría reido a carcajadas. Pero ahora estaba allí, en la recepción de aquella mujer que había ido a buscarlo personalmente al frente del peor campo de batalla del mundo.

Abriendo la capa, se acercó hasta Elian, y tras una reverencia con la cabeza, estiró la mano demandando la suya para besarle en el dorso, en un gesto de cortesía y eduación, tras lo que se retiró unos pasos para no darle la espalda a ninguno de los presentes. Las normas sociales demandaban que, si el anfitrión tomaba asiento y ofrecía la posibilidad, lo correcto era tomar asiento. Así, sin mediar ni dar tiempo a segundas peticiones, él sí tomo asiento.

Aquellas personas, las allí reunidas son las que formarían parte del grupo. De los presentes, al menos podía reconocer a una de ellas. Dudaba que fuera a tener ningún problema con ellas, enfrentamiento u hostilidad. Sus diferentes nacionalidades eran un asunto secundario para un hombre de mundo ilustrado en la educación y la ciencia. Además, de tener algún problema con alguna de ellas era demasiado educado como para mostrarse intolerante u hostil con ellas.

Él estaba de acuerdo con la mujer. Había estado allí, en el frente. Había luchado, había sufrido, había sangrado y había matado. Y si todos los hombres y mujeres que habían luchado en aquella guerra estaban de acuerdo con un mensaje universal, este era que si querían ganar aquella guerra, necesitarían tiempo y recursos, vinieran de donde vinieran.

En cuanto la mujer habló de tecnología y lo miró directamente a él, se limitó a asentir con la cabeza y devolverle la sonrisa. Puede que Albión siguiera en la carrera tecnológica, compitiendo con germania. Pero que llovieran demonios del cielo los días impares, y los que no también, no ayudaba demasiado. Todo el mundo tenía alguien que había muerto a manos de aquellos monstruos.

A él, ateos, herejes, creyentes o lo que desearan, le era indiferente. El bloqueo papal por creencias era un atraso, un encaprichamiento propio de quien teme el progreso y el cambio, de quien prefiere morir a evolucionar o reinventarse. Tal era la ironía del mundo, había quienes preferían perecer a manos de lo que temía, antes de enfrentarse a lo desconocido. Que los gobiernos de diferentes potencias se pusieran de acuerdo para dar aquel paso era un motivo más para no perder la fe en la humanidad.

Por su parte tenía varias preguntas, pero el hombre de acento francés que habló tenía razón. Era necesaria una presentación y conocimiento de habilidades de cualquiera de los presentes en aquella planeada asociación, si querían trabajar como un equipo y no como un conjuto de personas individuales que compartían un espacio físico cercano entre sí. Así, dejó hablar al Galo, escuchando su presentación y profesión. Dada su profesión, no conocía a demasidos periodistas, así que sería una oportunidad para conocer más de aquel mundo desconocido.

Así, cuando hubo acabado, fue él quien se puso en pie, tras aclararse la garganta con un grave carraspeo. - Estoy de acuerdo con las palabras del Señor Delacroix. Si deseamos trabajar como una sola unidad, debemos conocernos. - su rostro giró hasta Eugène y asintió con la cabeza, en una muestra física de apoyo a sus palabras además de lo ya dicho.

- Mi nombre es Bruce Kane, ingeniero y tirador del 101º de infantería. El ejercito Albionés destacó a mi unidad a Hispania, como Legión Extranjera para el apoyo contra los demonios surgidos de la antigua región de Murcia. - La voz de Bruce era grave, y además arrastraba un fuerte acentó albionés, que sonaba exótico en aquellas tierras y ligeramente extraño cuando usaba el latín, una tercera lengua para él. - Ahora la Corona de Su Majestad ha demandado mis habilidades para esta misión. - sentenció.

La pregunta de la tapadera era inteligente. La respuesta le permitiría saber también el grado de discrección que necesitaban para aquella misión. La segunda, en cambio, la consideraba contestada, pues ya se habían citado dos germanos que se pondrían en contacto con ellos. Aun así, una ratificación de la información sería bienvenida. - Lady du Beauvoir... ¿Qué directrices debe llevar la negociación, hasta que punto podemos ser flexibles con las ofertas y las demandas? ¿Se sabe que predisposición tiene Germania a llevar a cabo la negociación? ¿Qué tipo de armamento se espera que consigamos? - No era lo mismo esperar un mosquete que una bombarda o zepeling.

Cargando editor
13/05/2019, 21:53
Fátima

Cuando Fátima presenció la presentacion de los dos hombres, el galo y el albionés. Sintió que talvez no había dado demasiados detalles de ella misma. Al ser una mujer reservada, prefería no excederse en información ni protagonismo. Pero aún así intervino:

- Mi nombre es Fátima Expósito, me he criado al servicio de Dios en el Convento de Nuestra Señora de las Angustias, en Torrico. Desde pequeña he destacado en las habilidades físicas, y la Madre Superiora me permitió que me formase en el arte de la guerra de manera discreta, a manos de un veterano de guerra ya retirado. He recorrido en diversas ocasiones el camino entre Torrico y Los Ojos de Dios, donde se encuentra el Santuario consagrado a San Andrés Teixidó. También he estado en la retaguardia de Murcia, curando a los heridos y dando sepultura a los muertos. He visto a los demonios y Dios me llamó a las armas, colgué mi hábito para poner mi habilidad al servicio del Señor y me alejé de la posición de la Iglesia, pues no me parece ni inteligente ni sabio mantener las distancias con el resto de nuestros hermanos por una cuestion de prestigio y dogma. El peligro es inminente, real y nos amenaza a todos por igual. No soy muy versada en la palabra ni en destrezas sociales, pero podeis contar con mi cuerpo, mi espada y mi fe para proteger esta empresa de cualquier adversidad.

Dicho esto, Fátima se retira un par de pasos para permanecer en pie, cerca del circulo de la conversa, pero en un segundo plano.

Curioso personaje el periodista, a mi tambien me sorprende que el único galo de la compañía se trate de alguien con esta profesión, supongo que la habilidad de la palabra será importante para lograr este pacto. El albionés me preocupa, despierta en mi sensaciones demasiado pecaminosas, deberia mantenerme mas reservada con él.

Cargando editor
13/05/2019, 22:37
Lyrio Solaren

Una tos se escucha desde atrás, entre las sombras, sentada en el suelo junto a lo que parece un enorme perro que tiene apoyada la cabeza en su muslo al cual acaricia con un suave ritmo y se puede ver como parece casi consternada de estar allí, por no decir que incomoda. Va vestida con un traje que claramente no es de la zona, sino que parecen hechas para proteger de un clima frío y duro, sus ojos de un azul intenso casi parecen brillar con la intensidad de los de su compañero peludo y, tras haber echado un vistazo a todos lso presentes su vista está fija en la mujer del vestido amarillo que los ha convocado alli -¿Y que se supone que hago yo aquí entoces? - hablaba en Latin con un marcado acento de las tierras del norte más allá de Germania que no podía ocultar por mucho que lo quisiera, aunque tampoco parecía estar intentandolo

Cargando editor
14/05/2019, 18:09
Lucía Díez de Velasco

Fe.

Del Lat. fides

1. f. Conjunto de creencias de una religión, de alguien, de un grupo de personas o de una multitud de personas.

O, en este caso, los principios y creencias que se habían ido grabando a fuego en mí desde el mismo día en que nací. El mismo conjunto de creencias por el que había consagrado mi vida a erradicar el mal, a purgar esta tierra de los demonios que la habitaban. La Fe con mayúsculas, la misma fe que me hacía creer a pies juntillas en la omnipotencia de Dios, en su existencia, y en cada uno de sus designios.

Esa misma fe que me había movido desde hacía años, que me había hecho romper con mi anterior vida. La misma fe por la que ahora estaba en tierras galas, a punto de reunirme con un grupo del que ni siquiera sabía quiénes eran sus componentes. Una fe que quizás, a aquellas alturas de la vida, se pareciera más a la segunda definición que se podía encontrar de aquella palabra en el diccionario.

2. f. Seguridad, aseveración de que algo es cierto.

Y es que, llegados a aquel punto, la vida, la experiencia y el propio Dios me habían enseñado que se podía tener fe en el Padre, pero no en todos y cada uno de sus hijos.

Sí, desde hacía tiempo había aceptado que me había convertido en la mano ejecutora del Todopoderoso, en Su Ángel Exterminador. Sabía que debía manchar mis manos con aquella sangre demoniaca para extender Su poder, Su bondad, y Su misericordia por todo el planeta. El problema fue que, con el paso del tiempo, también acabé aceptando que la corrupción, el pecado y el mal también se habían extendido entre Sus ministros, entre aquellos que se hacían llamar Su Iglesia, pero que la mayoría de las veces sólo velaba por sus propios intereses egoístas y mundanos.

No, ya no me castigaba por tener aquel tipo de pensamientos, ni siquiera me sentía culpable por ello. Hacía mucho, mucho tiempo que había aprendido a vivir en aquella delgada línea que separaba lo pagano de lo divino, manteniendo el equilibrio necesario para que la Iglesia no me considerara una hereje, para poder seguir cumpliendo con los mandamientos de Dios, para seguir siendo admitida entre aquellos muros de piedra, pero, al mismo tiempo, ser capaz de vivir sin aquella venda de fanatismo eclesiástico que hacía a los hombre tomar decisiones estúpidas, basadas en los intereses de otros.

No, mi fanatismo era de otro tipo. De uno mucho más peligroso, que se sometía sólo a las leyes celestiales, y nunca a las terrenales.

En cualquier caso y siguiendo con el hilo de los acontecimientos, había sido aquella segunda definición de fe la que me había llevado hasta allí, guiada por otra gran palabra de esas que normalmente se escribe con mayúscula en cualquier idioma: el Deber.

Y es que no era otro, sino el Deber, quien ahora me conducía por aquellas calles pobremente iluminadas, camino a una estación de tren en la que me esperaba un destino incierto. Y era ese Deber el que anidaba en mis pensamientos mientras los vertiginosos tacones de mis botas repiqueteaban sobre el pavimento, marcando claramente mi paso en medio de aquella noche oscura y silenciosa. Un silencio que no tardó en verse roto conforme me acercaba a mi destino, dejándome claro que estaba a punto de alcanzar la meta, que no debía estar demasiado lejos del punto de encuentro.

Vislumbré al grupo a tan sólo unos metros, reconociendo inmediatamente a uno de los integrantes. La única diferencia es que ahora ambos parecíamos mucho más aseados y relajados de lo que habíamos estado en cualquiera de nuestros encuentros anteriores, algo que no dejaba de parecerme lo suficientemente divertido como para dibujar una media sonrisa en mis labios.

Me detuve un sólo instante antes de abordar al grupo, sacando una pequeña cajita de la que tomé algo con la yema de mi dedo índice. Una pequeña motita en la lejanía que acerqué a mi nariz, esnifándola antes de volver a guardar el resto de nuevo entre mis cosas. Y, ahora sí, con paso decidido, me acerqué al grupo, dedicando un pequeño cabeceo a los allí presentes, para dejar finalmente que aquel tipo nos condujera al lugar en el que iba a producirse la reunión y, una vez allí, me quedé en una posición discreta, alejada del foco de atención, y escuché tanto a nuestra anfitriona como al resto en absoluto silencio, absorbiendo todas y cada una de sus palabras, dedicando como único gesto un amago de media sonrisa a la única persona que me resultaba conocida cuando mi mirada se cruzó con la suya en algún momento indeterminado de su intervención.

No podía dejar de resultarme fascinante y curioso como los seres humanos más dispares podían acabar uniéndose con un objetivo común. Sin embargo, también me resultaba igualmente fascinante con cuanta ligereza se podía atribuir cualquier hecho a Dios, siempre y cuando este favoreciera los propios intereses de uno.  Sí, por supuesto que tenía mis reticencias hacia lo que Madame Beauvoir acababa de exponer. Y por supuesto que desconfiaba más aún del altruismo y el compromiso ciego de la mayoría de los allí presentes. Y, mucho menos me inspiraban confianza aquellos que hablaban demasiado de su yo más interior en la primera "cita", ni en el optimismo de aquellos que, de repente, nos veían como un grupo de completos desconocidos sin fisuras y dispuestos a ir todos a una.

No. Una cosa era tener fe y otra muy distinta, ser un ingenuo. Y pensar que porque aquella noble dama nos hubiera elegido nuestros intereses y nuestros objetivos iban a ser los mismos era muy, muy optimista. Eso, sin duda, era algo que sólo el tiempo y los hechos demostrarían.

No tardé demasiado en ver que, afortunadamente, tampoco era la única con la cabeza llena de interrogantes. Por muy fanática que fuera, no me habría gustado estar en un equipo en el que se acatara cualquier tipo de orden sin pensar en sus consecuencias, o en sus motivaciones más primarias. Sin embargo, y tras observar uno a uno a los miembros del "equipo", había una pregunta que resonaba por encima de todas. Una que, por muy básica y primaria que pareciera, estaba relacionada con el núcleo mismo de la misión. Una de la que, aunque pareciera mentira, dependían el resto de preguntas que planteáramos en los minutos siguientes.

-¿Por qué, madame Beauvoir?  -dije, apoyada parcialmente en la pared, paseando mi mirada entre los presentes, mientras mantenía los brazos cruzados delante de mi pecho, dejando claro cuál era el sentido de mi pregunta. ¿Por qué nosotros, y no otros? ¿Por qué aquella extraña combinación? ¿Qué era lo que nos hacía tan especiales, únicos para aquella misión?

Ese, sin duda, era para mí el primer interrogante a resolver.

 

 

Cargando editor
15/05/2019, 02:35
Abbas Yahur

El anciano que se había quedado atrás, observando de arriba a abajo a todos los presentes, exhaló una bocanada de humo de su pipa. Miró de un lado a otro con desaprobación. Llevaba una barba poblada, blanca, y un turbante que desentonaba con su elegante chaqué —cortesía del gobierno galo—.

Un exmilitar, una huérfana embutida en armadura, un periodista, una hispana chiflada, una vikinga… Menudo grupito me ha tocado, pensó Yahur, suspirando.

No he venido aquí para socializar. Si desean saber quién soy, aunque me sorprendería que no lo hiciesen ya, pueden verlo en mi tarjeta —dijo extendiendo una papeleta y dejándola sobre la mesa.

ABBAS YAHUR
Embajador de Arabia en el país de Galia
Oficina Económica y Comercial

A mí lo que me interesa saber es si contaremos con alguna clase de inmunidad diplomática. ¿Qué garantías de seguridad tendremos en Germania?

Cargando editor
15/05/2019, 06:53
Eugène Delacroix

Nuevamente me quedo en silencio mientras observo las presentaciones de estos hombres y mujeres que desde mi ignorancia propia de un hombre que se entrega al destino sagrado se presenta, y aún así, por mucho que se haya cuestionado mi cordura en otros espacios sé muy bien que hay asuntos que es mejor no decir al mundo a bocajarro pues en este país lleno de ignorancia mi pensamiento atraería la atención no muy deseada de aquellos que tienen una cruz en su pecho pero no en su alma. Así que soy consciente que sin lugar a dudas varios de aquí se estarán preguntando que hace un periodista en una misión de este tipo, y en parte si me preguntaran podrían darse cuenta que yo tampoco lo sé, no estoy muy seguro que hago acá, pero no por ignorar la misión en sí, sino porque en mi interior hay una duda sobre la capacidad de mi ser en este tipo de asuntos. Siempre he sido bastante cuidadoso, los secretos es algo que siempre he sabido guardar y creo que ciertos temas es mejor que la divinidad me muestre el camino.

Veo entre los presentes personas de todo tipo, ¿me molesta que algunos de ellos sean ateos y otros creyentes?, no, no realmente, mi familia es atea, he crecido entendiendo la postura de no creer, la postura del conocimiento la entiendo completamente, pero también comprendo a los creyentes, aunque no me considere católico y esto sea un tema que seria mejor no hablarlo en voz alta frente algunos, lo importante es la esencia, el conocimiento de uno mismo.

Es por eso que un poco fascinado y abierto observo a cada uno de los presentes, el caballero de Barba Albiones el cual creo es monsieur Kane parece un hombre con mucha experiencia, la mujer Madame Fatimá que abiertamente se declara monja y soldado me sorprende a tal nivel de generarme cierta empatía, trataba de entender en mi interior como una mujer de Dios había decidido salir de la protección de un convento, y romper con las clausulas tan rígidas de la iglesia, el valor que se debe tener para tal acto es admirable, aunque no deja de ser parte de la iglesia católica que es la causante de todo este problema.

Por otra parte estaban estas otras mujeres que me generaban inquietud, una con un enorme perro atrás de nosotros, musitó una pregunta que posible no fui capaz de entender, aunque su postura era de aquellas personas que no entienden algo. Y estaba la segunda, una mujer también misteriosa su ascento es hispano sin lugar a dudas, que también preguntaba un ¿porqué?, y la pregunta en si no la entendía, ¿porqué qué?, que ocultan esas dos mujeres para que se vean tan claramente confundidas en esta reunión?, ¿qué secretos esconderán que no dan información pero si preguntan sin siquiera presentarse al grupo.

Y por último, y debo confesarlo, el más sorprendente es el embajador de Arabia, monsieur Abbas Yahur. Parece tener la postura de los adictos al poder que no creen que presentarse sea adecuado sino que dejan que los demás leamos una tarjeta diminuta. No entiendo que hace este hombre aquí, un político de otras tierras ¿qué interés tendrá en esta misión?

Tantos años ejerciendo el periodismo y la duda política sobre la aparición de este hombre me ha dejado pasmado, sólo queda esperar que Madame Beauvoir responda.

Cargando editor
15/05/2019, 13:44
Fátima

Cuando se presenta con su tarjeta el embajador de Arabia, el señor Yahur, Fátima reconoce al fin las facciones de aquel rostro. Enfurecida consigo misma por no haber reconocido aquél porte típicamente Árabe. Será que no ha destacado a la luz hasta que no se ha presentado. De cualquier manera, en el momento en el que Abbas se da a conocer, la Soldado de la Fe bajará la mirada, evitando cualquier contacto visual fuera de lo necesario. Puede que alguno de los presentes haya sentido un ligerísimo cambio de actitud en ella, si son suficientemente observadores. Pero nada para alarmarse. No queda clara, para nada, la razón de aquella pequeña reacción.

¿Que pinta un Árabe en todo esto? ¿Que interés puede tener Arabia en fomentar esta unión entre culturas? Espero que sus intereses no difieran de los mios, no me gustaria tener problemas con él.

Cargando editor
15/05/2019, 22:49
Lyrio Solaren

Dado que nadie parece contestar a su pregunta se levanta lo que hace que el animal se levante con ella y se acerca a la luz revelando a una mujer de gran estatura(187) con una espesa cabellera castaña trenzada, unos ojos de azul intenso y un ceño fruncido que la hace parecer más agresiva de lo que su tono de voz y sus movimientos dicen. Su andar es ligero pero fuerte, como ver caminar a un gran felino que no está en su hábitat ahora mismo. Cuando se acerca todos pueden ver que su "perro" es en realidad un gran lobo ártico y que lleva consigo un arco, un carcaj con flechas y algunas cosas más seguramente para llevar enseres de viaje. A pesar de ello es bella, para aquellos que gusten de la belleza salvaje que solo en las áridas, tierras del norte pueden desarrollarse en plenitud y con esa voz ligeramente grave(dentro del tono femenino) dice: -Soy Lyrio y no comprendo mi función aquí, que soy.. Un guía?

Cargando editor
16/05/2019, 00:41
Elian du Beauvoir

Elian mantenía la espalda erguida en la silla, con las manos, una sobre la otra sobre la mesa, frente a ella. La sonrisa no había desaparecido de su rostro en ningún momento, pero en su mirada podía verse, si se fijaban sus interlocutores, en los destellos, las rápidas miradas e incluso el enojo ante alguna de las reacciones.

-Bien…iré por partes- Dijo, una vez todos hubieran hablado, separando las manos y extendiéndolas ante ellos, como si quisiera abarcar toda la sala, para a continuación respirar hondo y recuperar la compostura.

-Señor Delacroix, ha hecho usted bien en querer empezar a conocer a sus nuevos compañeros de viaje, pero le advierto de que tendrán tiempo para ello en el tren, y aquí no.- Contestó en primer lugar, en un perfecto francés, con la mirada fija en él. –Respecto a vuestra…- Continúa ahora, volviendo al Latín. – tapadera, viajareis con las garantías de seguridad de una comitiva diplomática internacional…que desea ir al Zarato Ruso.- bajó el tono lo suficiente como para atraerlos más ella, para obligarles a que le prestaran más atención, mientras apoyaba la barbilla en las manos entrelazadas. –Pero las autoridades Germanas conocen vuestras intenciones y os estarán esperando, y eso responde también a la pregunta del señor Yahur, sí, gozarán de inmunidad diplomática…hasta cierto punto. –Dijo, mirando de reojo al anciano árabe. ­–Bajo ningún concepto deben identificarse a nadie que no sea Ulrich Siemens, Ingeniero de gran prestigio en Germania y miembro del Ingenieurkammer, quien estará esperándoles en la estación de Bielefeld…Nadie en toda la Galia conoce de esta misión, salvo yo, mis hombres y miembros selectos del gobierno… la inquisición puede estar vigilando. ¿Queda claro?

Tras decir eso último volvió a recostarse en la silla, volviendo a erguir la espalda y alzando el mantón un tanto,  con la mirada dura y sus labios dibujando una fina línea, realzando la firmeza de sus palabras.

-Señor Kane, esa es una excelente pregunta.- Dijo, lanzándole una mirada al Albiones, pero sin demudar la severidad de su rostro. ­–Desde hace tiempo Tesla sabe que la amenaza demoniaca es un peligro a tener en cuenta, y que aunque de momento Germania está relativamente a salvo de momento, es cuestión de tiempo que empiecen a tener problemas con estos seres.- Explicó con calma, procurando ser escuchada. ­– Los Germanos están dispuestos a ceder un tanto en las negociaciones, pero saben que de momento nosotros necesitamos más de ellos que ellos de nosotros, así que intentaran sacaros todo lo posible. En el tren va todo lo necesario para poder ofrecérselo…pero hasta cierto punto, no hay que darlo todo en la primera cita.- ahora sí con una sonrisa pícara y guiñándole un ojo al Técnico. –En términos más vulgares…la negociación debe convertirse en un toma y daca.- zanjó, apartando la mirada de Bruce.

Se detuvo un momento a mirar a Fátima, que había soltado su declaración de intenciones sobre fe y metas en la vida. –Attachant…- Murmuró en francés, encogiéndose de hombros, antes de volverse hacia Lyrio.

-Mademoiselle Lyrio.­- empezó a hablarle, con cierto retintín en el “mademoiselle” directamente a la altísima mujer, teniendo que alzar un tanto los ojos y eso que no estaba realmente cerca de ella. –Sois una parte del equipo tan importante como el resto, y lamento deciros que no sois ninguna guía.- Dijo esto tapándose ligeramente los labios con los dedos, ocultando una risita desenfadada. –Sois más bien alguien en común con los Germanos, ya que la única nación con la que tienen buenas relaciones es Vaeringjar, pero además de eso, sabéis de los peligros que atañe al mundo y lo bien que hará la unión de todos para poder sobrevivir.- terminó, lanzando una locuaz mirada de soslayo a la loba que acompañaba a la mujer, haciendo referencia a las historias que había escuchado acerca de ellas dos.

Por último, desvió la mirada hacia Lucía.

­-Tan dura, tan firme como siempre, Mademoiselle De Velasco.- Dijo con un tono de respeto en la voz por aquella mujer. Entrelazó los dedos y continuó. ­–Porque aunque esta sea una misión secreta y de espaldas a la Iglesia Católica, Germania debe ver que es en serio, para ello hemos reunido a un Técnico Albionés de refutado renombre tanto en el taller como en el campo de batalla, a una mujer que representa tanto la naturaleza Vikinga como la certeza de que la unión hace la fuerza.

Mientras hablaba, iba mirando uno a uno tal y como los nombraba.

-Un conocido periodista Galo, que pese a sus raíces católicas, sabe que romper bloqueo a Germania hará un gran bien a la humanidad y a su patria. A una mujer que pese a sus orígenes ha puesto su vida al servicio de dios y que conoce la estupidez que supone que los humanos peleemos unos con otros cuando hay enemigos peores que nosotros si cabe…-

Tomó aire, al tiempo que se levantaba del asiento. –Y el embajador Árabe, que si bien su nación no mantiene bloqueo alguno a Germania, podrá hacer que ambos bandos entren en razón si la cosa sale mal…y de paso, granjearse gran reputación y respeto en su patria por lograr el fin del bloqueo.-

Se adelantó unos pasos, rodeando la mesa y acercándose a Lucía. –Y por último, vos…miembro de la Nobleza Hispana, respetada y temida por igual…su fama le precede, Mademoiselle.- Inclinó la cabeza, en gesto de reconocimiento –Y Germania sabrá con quienes negocia…Todos vosotros representáis lo esencial de cada nación de Evropa, eso hará ver a Germania que las negociaciones son serias, pese al secretismo.

Dio un par de pasitos hacia la puerta, antes de volverse. Bueno, también había un representante de Roma, pero falleció de camino aquí…creo que de una sobredosis…de opio y quizá algo más. Roma no es lo que era.- Dijo con un encogimiento de hombros, realizando un rápido gesto con el índice de su diestra, haciendo ver que se apartaba una lagrima de la mejilla, pero sin mostrar pena alguna.

Antes de que pudiera decir nada más, la puerta se abrió a su espalda, dejando paso al rostro de Dominique, que asomaba mientras sujetaba la puerta.

-El tren está listo para partir, Madame.­- Dijo este, sin ningún atisbo de emoción en la voz. –En seguida vamos, Dominique, merci- Dijo, mirándolo de reojo, antes de volverse de nuevo al resto. Y bien, ¿Alguna duda rápida que queráis que sea resuelta?-Preguntó, cruzando las manos a la altura del regazo, y dejando que un mechón de dorado y rizado cabello le cubriera parte de la cara. –El tren espera, y debéis partir cuanto antes.- apuntó, desvelando una sonrisa de lo más infantil e inocente.

Cargando editor
16/05/2019, 01:38
Eugène Delacroix

No se yo pero las respuestas de Madame Beauvoir no es que me hayan satisfecho del todo, por un instante pienso que tiene afán de explicarnos bien nuestro cometido para ponernos inmediatamente en un tren. Y realmente tal grado de premura no me satisface pues parece todo bastante improvisado, y siendo un asunto importante para el país hubiera esperado un poco más para aclarar el plan, básicamente siento que por algo no nos ha dicho, o algo sabe ella que nosotros no. El problema de la inquisición es un problema mayor del cual creo hay que temer, son gente que en mi concepto han olvidado a cristo hace mucho tiempo y se han vuelto sádicos secuaces religiosos. Por otro punto me doy cuenta que Madame Beauvoir no conoce mi familia, pero si ella cree que son católicos, pues no seré yo quien la contradiga.

Hago un gesto de incomodidad al mirar la puerta por la cual debemos salir, ¿porqué hay tanto afan?, me pregunto a mi mismo, levantarse y andar sin preguntarse siquiera asuntos importantes. No me gusta actuar como borrego pues nunca lo he sido.

Pardonne moi madame Beauvoir- digo mostrando en mi voz el disgusto- ¿alguna razón para tanta premura?
 

Cargando editor
16/05/2019, 10:18
Bruce Kane

- Un placer, lady Fátima. - Fue un leve gesto, asintiendo con la cabeza, la forma que tuvo Bruce de agradecer a Fátima que ella misma se presentara. Atendió todas y cada una de las palabras, observando a la mujer mientras esta hablaba. Tuvo una opinión positiva sobre la guerrera santa por varios motivos: La primera era la disciplina marcial. Como militar, siempre valoraba este tipo de habilidades. La segunda fue que sirviera en Murcia. Él mismo lo había hecho semanas atrás, y Kane conocía de primera mano por que llamaban a aquel lugar Los Infiernos. Por lo tanto, cualquiera que hubiera estado allí, colaborara y saliera de una pieza tenía puntos en su Escala de Bruce. La tercera, y quizás la más significativa pues tenía que ver con los ideales personales: Por cuenta propia, había decidido el mejor camino para servir al bien mayor sin someter sus acciones a ninguna directiva.

Mientras esbozaba una media sonrisa en la cual mostraba su agrado y conformidad con las palabras de Fátima, alguien tosió en lo más alejado de la habitación. Aunque inicialmente no le ofreció mayor importancia que alguien poco preparado para aquellas tierras, la subsiguiente pregunta si le hizo volverse hacia la mujer que permanecía sentada en el suelo. Si bien estuvo a punto de ofrecerle su propia silla para que pudiera tomar asiento de forma apropiada, no lo hizo al sumar conclusiones. Las ropas, el animal y el acento la delataban como una hija del hielo, lo que en términos más mundanos significaba que había tomado asiento de tal forma de forma voluntaria. Y aunque le habría gustado responder a la pregunta, no conocía su respuesta, y de haberla conocido habría sido una falta de educación no dejar que fuera Lady du Beauvoir contestarla apropiadamente.

Quizás, lo que más llamó la atención de Kane es que la pregunta de la mujer del lobo tuviera una réplica similar, esta vez con un tono de voz que ya conocía de meses atrás. - Me alegra volver a verla, Lady Díez de Velasco. -Tomaría las medidas necesarias para presentarse adecuadamente a Lady Díez de Velasco una vez estuvieran fuera de la reunión. Él no había hecho aquella pregunta: ¿Por qué yo? ¿Qué hago aquí? Por un motivo muy sencillo: Se la había repetido tantas veces durante el viaje y se había dado a si mismo tantas respuestas que quería que todas fueran tan ciertas como equivocadas.

Seguía pensando en todas aquellas respuestas y preguntas, cuando una voz ya anciana se pronunció con una queja. Se giró hacia él, sin evitar mostrar cierto asombro por la falta de modales tratándose de un invitado -como todos ellos lo eran-. Tomó la papeleta había abandonado sobre la mesa, desviando la mirada una fracción de segundo para grabar en la retina aquellas letras. Después de leer aquello la devolvió a donde estaba, pero seguía sin entender por qué debería conocerlo. Kane era militar de un país, destinado en un segundo. Aquel hombre era embajador de un tercer país, destinado en un cuarto. Aun así, no abandonó su compostura amable y sobretodo, cordial - Un placer conocerle, embajador Yahur. - . En su Albión natal, los embajadores eran seleccionados entre la aristocracia por sus buenos modales, educación, facilidad de palabra y honor, pero no era él nadie para juzgar si en otros países esto se hacía de forma diferente, y debía respetarlo. 

Aunque si bien era cierto que él no había meditado en aquellos temas, como podía ser la inmunidad diplomática, no estaría de más saber con qué herramientas podrían disponer, incluyendo el hecho de que la inmunidad diplomática permitía la tenencia de armas en suelo extranjero. Y dada la observación de que allí no era el único que iba armado, sería un estatus realmente necesario.

Antes de dirigir su mirada a Lady du Beauvoir, se percató de dos cosas. La primera de una pequeña mueca en el rostro de Fátima, algo que no sabía si incluir en el margen de "casualidades" o de "causalidades". No le restó más interés, pues la hija del hielo se puso en pie y Kane no ocultó ni disimulo la sorpresa ante su tamaño. Demasiada mujer para ti, Bruce. Pensó para sí mismo mientras la mujer se presentaba. - Un placer, lady Lyrio. - realizó un cabeceo en su dirección a modo de saludo cordial.

Lady du Beauvoir esperó a tener todas las preguntas para dar todas las respuestas, como el orden manda que debe ser. Estableció la tapadera y su ficticio destino. Confirmó que dispondrían de inmunidad diplomática -de la cual esperaba no tener que necesitar-. El nombre del ingeniero si le era familiar (aunque jamás había tratado con él), al menos agradeció de forma mental un nombre conocido en destino. Pero si hubo un nombre por el cual tenía cierto apego, Tesla. Era un ejemplo para muchos ingenieros, incluido él mismo. La idea de conocerlo le hacía tener ganas de saltar como si de la hija de la Reina Victoria se tratara. Pero por suerte para todos los presentes, especialmente para él, supo mantener la compostura.

Tendría que revisar que era lo que el tren llevaba, y hacer un inventario mental de que sería lo más necesario para la guerra contra el mismo infierno. Como decía el lema de la escuela de ingenieros, la preparación es la clave del éxito. Una leve reverencia con la cabeza sumando una sonrisa agradecida y con cierto grado de complicidad fue el acompañamiento a una frase de agradecimiento. - Muchas gracias, Lady du Beauvoir. -

Aunque quizás, a nivel personal, la respuesta más interesante fuera aquella que le ofreció a Lady Díez de Velasco, sobre los motivos de composición de aquel singular equipo. Lamentó que un miembro del equipo no consiguiera llegar hasta la reunión, pero no mostró emoción alguna. La muerte era una compañera de viaje bastante común entre los militares.

Y tal y como las palabras de lord Delacroix delataban, a él también le pareció un tanto precipitada la marcha. Y también deseaba conocer la respuesta a tal pregunta que él mismo había mentalizado simultáneamente con la verbalización de esta por parte del galo. Por el resto, no tenía más preguntas, pues, si bien sabía que las misiones siempre se torcían, también daba por entendido que los políticos solían callar más de lo que deberían. Por el contrario, tenía ganas de abandonar el despacho y salir fuera.

Le apetecía fumar.

Cargando editor
16/05/2019, 13:13
Fátima

Fátima se encontraba en en el umbral de la puerta cuando escuchó la pregunta de Eugène, se giró y se dirigió a él:

- Señor Delacroix, si no he entendido mal, viajaremos en un tren cargado de caros materiales y diversas riquezas para intercambiar con los Germanos, por lo que supongo que muchos esfuerzos de la nación Gala están puestos en él. Pese a que "madame" du Beauvoir asegura que muy pocas personas conocen esta empresa, estoy segura de que no se fía de quién puede estar al tanto de este convoy una vez pisemos tierras germanas. Incluso desconocemos si la Inquisición o la mismísima Iglesia estan al corriente. La muerte del representante Romano puede darnos indicios de que la misión ya no es tan secreta como nos gustaría. Yo tambien creo que deberíamos partir de inmediato y sin demora.

Tras estas palabras, la guerrera esbozó una ligera sonrisa con la intención de transmitir confianza. Se puede observar en ella esa postura firme que caracteriza a alguien que confía plenamente en sus propias capacidades.

Una luz proveniente de una lámpara de la pared exterior iluminó su rostro, con lo que todo el mundo pudo ver una bella cara de ojos grandes y oscuros; un pelo largo, oscuro tambien, ligeramente ondulado recogido en una coleta que nacía de su coronilla; su piel era mas oscura que el hispano medio y sus rasgos le daban un aire exótico que contrastaba con aquella armadura impoluta, carente todavía de marcas de guerra, propia del guerrero católico que lucha por su fe.

Vuelve a girarse con intención de dirigir sus pasos hacia el tren; mientras lo hace, se va a quitar el colgante de crucifijo que llevava expuesto a la vista para guardarlo. Observando su armadura, se asegurará de no mostrar simbología Cristiana pues sabe perfectamente a dónde se dirige y prefiere no llamar la atencion.

- Si vuestras mercedes creen que mi indumentaria puede llamar demasiado la atención, estoy dispuesta a disfrazarme. Lo dejo a su discreción. - Expresa estas palabras dirigiendose al grupo al completo, tanto a sus compañeros de viaje, como a madame du Beauvoir y a Dominique si todavía se encontrase cerca.

 

Cargando editor
17/05/2019, 20:36
Lucía Díez de Velasco

Una voz se alzó en medio del grupo poco después de que lanzara mi única pregunta, la de un viejo con turbante que desprendía cierto tufo que ya había olido en más de una sacristía a lo largo de mi vida, por suerte o por desgracia. Fruncí ligeramente el ceño ante su "presentación". ¿Por qué debíamos conocerlo?

Por desgracia, no estaba tan cerca como Kane de su tarjeta, de pie aún como estaba en un lateral, lo que significaba que mi curiosidad tendría que esperar.

La parte positiva fue que Madame Beauvoir tomó la palabra, y mis dudas tardaron en disiparse mucho menos de lo que había calculado. Escuché sus respuesta en silencio, prestando atención a cada una de sus palabras, para acabar por pasear mi mirada sobre los presentes conforme los iba enumerando, como respuesta a mi pregunta.

-Oh, Kane. Siempre es un placer volver a verle. - dije, como contestación al saludo del ingeniero, esbozando una media sonrisa que acompañó de un suave cabeceo, mientras continuaba escuchando a nuestra anfitriona. Después me fijé en la mujer salvaje. No llegaba a entender del todo cuál era su papel en todo aquello, pero quizás que hasta los salvajes estuvieran de acuerdo en que necesitábamos hacer algo era un punto más que a tener en cuenta. Asentí, simplemente, fijándome entonces en el galo, esbozando una media sonrisa cuando, además, el periodista pareció desconfiar de la "prisa" de la mujer, algo que me pareció, como poco, curioso.

Sin embargo, madame Beauvoir continuó hablando, esta vez de la mujer de piel canela. No había reparado en ella hasta entonces, para ser honestos. Sin embargo, cuando mi mirada se posó en el rostro de la mujer, un breve destello inundó mi mente. Apenas un par de imágenes confusas y borrosas pertenecientes a un pasado no tan lejano como pretendía parecer.

Sí, ya había visto antes a esa mujer. La cuestión era, ¿dónde? ¿A qué lugar, tiempo y circunstancias pertenecían aquellas imágenes que se proyectaban ahora en mi cabeza?

Aún con aquella duda acechándome llegué de nuevo al punto donde había comenzado todo esto.

El moro, como solíamos llamar a los suyos en mi tierra.

No me hizo falta esperar a leer aquella tarjeta. Madame Beauvoir prontó disipó mis dudas, dejando claro que era embajador. Claro. ¿Cómo no había caído antes? Normalmente aquel tipo de soberbia no era ajeno a los de su clase. Ya la había visto antes, cuando aún estaba en Zamora, rodeada de algodones, sedas y comodidades.

Me limité a ladear una media sonrisa en mi rostro, y asentí, sin interrumpir aún a la mujer con ningún tipo de pregunta. En su lugar, dejé que siguiera hablándonos de la misión, prestando no sólo atención a sus palabras, sino también a las reacciones del resto.

Y sólo cuando terminó, acabé por dar un par de pasos en dirección al resto, dejando que la luz iluminara algo más mi rostro antes de volver a hablar:

-Sólo un par de preguntas antes de partir. ¿Alguno de los presentes ha visto alguna vez a Ulrich Siemens? ¿Sabemos, en su defecto, cómo estar seguros de que es él y no otra persona, a quién nos estamoso dirigiendo? - dije, naturalmente desconfiada- ¿Y qué sucede si todo va mal o si se trata de algún tipo de trampa? ¿Estaremos solos ante lo que esté por venir? - añadí, lista para partir en cuanto respondiera a mis preguntas, sacando de uno de mis bolsillos una pequeña cajita metálica, con la que comencé a juguetear entre mis manos.

Sí, a mi también me apetecía un poco de aire fresco.