Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo III

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02/08/2009, 00:56
Lady Esme

-No !!!! No pueden hacer esto!! ¡No pueden matar a un hombre! ¿Están todos locos?? Este pueblo no presenciará ésto y sin cambiar...

 

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02/08/2009, 00:59

Entonces fue cuando ya no hubo vuelta atrás: uno de los hombres disparó y, antes incluso de recibir la orden de hacerlo, Lady Esme tiñó su espalda de rojo. Los soldados quedaron boquiabiertos cuando vieron la escena. La lluvia contribuía a dar un aspecto más siniestro.

La gente de adentro de la Iglesia veía todo con demasiada claridad, así como los tres caballeros que estaban fuera. Byron incluso se sentía fuera de la realidad. La mujer yacía llena de sangre sobre el joven Grégoire que tampoco daba señales de vida. Los hombres de armas simplemente tiraron los fusiles al suelo, todos excepto el capitán, un hombre que custodiaba desde afuera la puerta y que ahora simplemente gritaba:

-¡A nadie debo responsabilizar de esto más que a su propia insensatez!! ¡Hombres, metan a todos en la Iglesia! ¡Después nos encargaremos de ésto!!

Los soldados no parecían responder.

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02/08/2009, 01:05

Anabel estaba conversando con Susanne, como cuando eran dos niñas cuando oyeron el tumulto. Provenía del salón principal de la Iglesia, allí donde la madre de ambas estaba siendo velada en las circunstancias más inverosímiles junto con esos soldados odiosos. Anabel calló un momento, ambas lo hicieron. Pero luego de tragar saliva, se miraron y dijeron al unísono...

-Disparos...

Las chicas se quedaron un minuto heladas. Parecía que el tiempo se detuviese mientras trataban de asimilar la posible realidad a la que se enfrentarían. Lo único cierto del momento era que había habido disparos. Uno bien fuerte y luego el silencio. Demasiado silencio... ¿o no?

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02/08/2009, 01:08

Notas de juego

recuerden no marcar a Anabel o Susanne hasta que yo diga, ya que están en otro sector. A los 3 nuevos, el doctor Robins, el cual nombro en el post, no es el responsable de la medida de cuarentena. Simplemente es el doctor del pueblo que también había sido encerrado junto con las otras personas en la Iglesia hasta que Vinthevill (el doctor que sí tomó esa decisión) dijera lo contrario.

Bsos

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02/08/2009, 11:21
Anabel Cornwell

Anabel da un respingo, sobresaltada, probablemente acompañada de el de su propia hermana mientras se incorpora nuevamente en la cama y se queda observando la puerta con ojos desorbitados, sin ni siquiera parpadear.
Cuando ambas pronuncian lo que están pensando, lo que han oído, mira a Sue con preocupación contenida.

-Voy a ver qué ha pasado... seguro que sólo ha sido un disparo al aire para frenar las palabras de alguien- el primero que se le ocurre es el propio doctor Robins, ya que parecía muy empeñado en hacer ver a los nuevos "acompañantes" lo incoherente de sus acciones, pero dada la extraña situación no puede estar segura de nada.

Se levanta finalmente del colchón, remojando el paño de la frente de Sue y asegurándose de que está bien arropada.
-No tardaré, ya lo verás- le sonríe cariñosamente y finalmente sale del pequeño cuarto, cerrando tras de ella silenciosamente para acercarse del mismo modo hasta la capilla principal de la Iglesia, con el estómago encogido de miedo.

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02/08/2009, 15:54
Alexander Varsatof

La sonrisa casual de Alexander se desvaneció ante todo esos eventos y se convirtió en incredulidad al ver el desenlace... ignoro a Elizabeth y con pasos rápidos avanzo hacia la puerta de la iglesia, al escuchar la orden del capitán de ni siquiera ver si estaba aun viva, esa mujer tan amable, que había conocido hace unas horas detrás, a la que había ayudado a ser feliz por un momento devolviendose su gato, estaba allí, muerta o agonizante.
Por un segundo, toda su elocuencia, educción y protocolo se desvanecieron ante un impulso de odio irracional hacia el que comandaba a los soldados...
El ruso toma con fuerzas la parte de detrás del cuello de la chaqueta del capitán y tira de ella con toda su fuerza y soltarlo al final para que caiga de espaldas.
Alexander intenta tirarse sobre el torso del capitán, para descargar toda su furia en el rostro de este.

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02/08/2009, 16:12
Damien Louis de Murvile

En el transcurso de los acontecimientos, desenvaino mi espada y avanzo furioso hacia el soldado que disparó contra la inocente mujer.

- Armas de fuego, el arma del progreso, el arma del cobarde...

Ya apenas nadie iba armado con estoques como yo, culpables de ello eran las armas de fuego como aquella que acababa de quitar la vida a una mujer que merecía pasar sus ultimos años comodamente en su hogar. Era muy facil quitar una vida con un arma de esas caracteristicas, incluso sin querer hacerlo; Por eso prefería mi arma, con un estoque, solo matas si deseas hacerlo. Y en este momento yo deseo hacerlo.

Lanzo un puñetazo a la cara del soldado cuando intenta apuntar su arma contra mí. Desde el suelo se arrastra como el gusano que és, intentando llegar hasta el fusil que, alejo de una patada, engatillando al hombre. Presionando ligeramente la fina punta del arma de filo en su garganta; Mirando a sus ojos, veo su miedo ese indeseable jamás había sentido el frio metal cerca de su cuerpo.

El otro soldado me apunta por la espalda, ordenandome que tire el arma. Un hombre de considerable altura y gran espalda se lanza contra el oficial y empieza a golpearle. Con el ceño fruncido siento el inquietante impulso de arrancar la vida de aquel hombre de manera rápida y eficaz. Aunque luego el otro soldado me mate a mí. Pero no hago nada, solo mantengo la mirada fija en los ojos de ese soldado, deleitandome en su pánico, en la incertidumbre que siente al no verse conocedor de lo que depara su suerte.

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02/08/2009, 18:24
Claire Windsor-Hancock

-¡Por Dios Santo!

Me llevé una mano a la boca con los ojos llenos de lágrimas tras aquellos acontecimientos tan trágicos que acababan de suceder, tomé la mano de mi hermana y me puse en pie, no podía correr pero quería estar al tanto de lo que pasaba. Las lágrimas resbalaron por mi mejilla viendo que una vez más, la ignominia, la cobardía y todo lo que yo no soportaba, se hacía presente en aquel lugar sagrado. Mi corazón latía rápidamente, respiraba con cierta rapidez sorprendida por los hechos y temiendo a la posible finalización de aquella escena. Enseguida miré al jardinero, también estaba herido, probablemente ambos murieran y con la mirada busqué a Jean, sólo un instante para luego soltar la mano delicada de mi hermana y encaminarme lentamente hacia donde estaban los demás sujetándome de los respaldos de los asientos; quizás fueran a ser necesarias las palabras de las mujeres para detener aquello.

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02/08/2009, 19:09
Edmund Banks

Cuando presencia la muerte de una mujer de una forma tan cobarde y rastrera, Edmund se acerca a otro de los hombres de armas descargando un puñetazo en su rostro.

Pero antes de poder ensañarse, o tan siquiera pensarlo, noto una presión en mi espalda, y en un empujón hacia el interior de la Iglesia. Sé que es otro soldado.

Entrando despacio en la iglesia, mirando a la gente que allí se encuentra, Edmund siente que el corazón se le encoge: tantas personas allí, y aquellas damas... todos retenidos contra su voluntad.

- Espero que al menos estén tratando a todas estas personas con humanidad.- dice en voz alta, que resuena en la iglesia. Es una pregunta tanto para carceleros como para presos.

 

 

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02/08/2009, 19:26
Susanne Cornwell

El sobresalto tras oír los disparos fue grande. Sue se sentó en la cama con rapidez, si estaba débil, mareada, cansada o lo que fuera aquello no se notó, no en ese momento, no con el temor, la duda, la incertidumbre de no saber lo que estaba ocurriendo fuera.

Los nombres de Elizabeth y Patrick acudieron rápidamente a su mente. Temió, temió por ellos porque lo que fuera estuviera pasando podría estar poniendo en riesgo la vida de ambos. Anabel reaccionó rápido, mejor dicho se repuso antes a la impresión y, pese a que lo disimulaba, estaba igualmente temerosa y preocupada que ella, imposible no estarlo.

Anabel dijo que iría a ver lo que había pasado y Sue, que todavía estaba conmocionada, atinó a asentir a su hermana, pero no fue más que la puerta se cerrara para que reaccionara y apartara la ropa de cama que la cubría al tiempo que el paño remojado que su hermana le había dejado en la frente era tirado al suelo.

-¿¡Quedarme aquí!? ¿¡Aquí y no saber lo que está pasando!? Mi hermana... mis hermanas y Patrick pueden estar en peligro, no puedo quedarme aquí acostada esperando a que las cosas pasen y no hacer nada -se decía mientras terminaba de colocarse los zapatos y cogía su capa.

Se puso de pie, lo hizo demasiado rápido por lo que se mareó un poco, pero se sobrepuso. Buscó con su mirada un bastón o algo que le sirviera como soporte, pese a que podía y sentía que podía caminar bien. Lo cierto es que Sue probablemente sacó fuerzas de donde no las tenía, pero el amor hacia esas tres personas era grande y le daba las fuerzas que necesitaba.

Volvió a abrigarse y caminó hacia la puerta abandonando el cuarto. No corrió, cosa que hubiera deseado hacer, pero sí caminó con toda la rapidez que pudo de regreso a la capilla.

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03/08/2009, 00:16
Elizabeth Cornwell

Todo sucedió demasiado rápido, incluso para Liz.

Al momento, el joven ruso la había, llamado, a los pocos minutos, Gregoire había luchado en busca de la libertad...

Y ahora... La Muerte les asolaba, por quintillonésima vez en el día...

Elizabeth no pudo menos que abrir la boca, cerrarla, y volver a abrirla...

-Pero... ¿Qué...?-Se acercó corriendo al núcleo de la cuestión, pasando por al lado de Claire, a la que miró levemente...-¡Deteneos! ¡Así las cosas no van a arreglarse!-Gritó con todas sus fuerzas.

Estaba harta de que el Destino jugase con ella, y estaba harta de ver muerte, muerte, y más muerte. Con ojos furiosos miró a todos: los tres desconocidos caballeros, Alexander, y los soldados, a los que no temía, ni siquiera a sabiendas de que podían acabar su vida en lo que dura un suspiro. Puede que fuese su inconsciencia rebelde, o que le daba ya igual, pero, dio un paso más, mirando cómo las armas ganaban siempre sobre las palabras:

-¿Es que pretendéis exterminarnos o qué? Os han dicho que nos encerrarais, cierto, pero... ¿No ha habido suficiente sufrimiento ya? ¡¡¡¿¿¿Es que no sois capaces ni de respetar el entierro de una madre muerta???!!!-con los puños crispados, se dio la vuelta, alejándose de la salida.-Burdos animales debéis ser para ni siquiera tener en cuenta ello...-murmuró, pero lo suficientemente alto para que se le oyera.

Si la iban a matar, adelante. Pero esperaba que tuvieran la decencia de no hacerlo como con la pobre Lady Esme... Rastreramente... A traición...

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03/08/2009, 02:46
Ethan Byron

    

  Fuera de la realidad, e incluso más allá de la imaginación, Byron contempló horrorizado como se sucedían los acontecimientos, su rostro no se desencajó ante la explosión violenta de tan belicosos varones, y nisiquiera el cadaver de aquella mujer entrometida logró turbar su expresión de severidad que no dejó en ningún instante de condenar los sucesos acontecidos con un ceño fruncido, crítico y con el rostro mostrando un matiz de incredulidad. Sus ojos azules, grandes, se abrieron para contemplar la sangre...y no pudo reprimir dar un paso hacia atrás, con dirección a la iglesia.

    Lejos de enfrascarse en una lucha sin sentido, tragó saliba, ascendiendo su nuez por su cuello, de forma sonora pasando este ruido desapercivido ante el movimiento y la perturbación que aquellos jovenes gozaban en alimentar buscando en sus actos una excusa para que otra arma de fuego fuese disparada. Negó, sucediendo todo demasiado rápido como para poder asimilarlo, la lluvia caía sobre su sombrero negro, y su palidez aumentaba por segundos, al borde del colapso, sus ojos, hasta ahora inmoviles en el cadaver de aquella insana mujer se desplazaron para mirar con cierto odio a Lousa, que seguía allí, gimoteando inutilmente, la razón por la que se había visto involucrado en dimenso dilema.

  Era como una sucesión de capturas fotográficas....donde la lluvia ejercía de telón, relajando la respiración, ahora casi inexistente en un ataque ansiado de su corazón por intentar recuperar el ritmo, y de sus pulmones, ante el olor de la polvora. Los oidos, ensordecidos por el estruendo del disparo, al que no los tenía acostumbrados, hombre de letras y negocios, no de armas...no pudo sino retroceder medio paso y seguir observando el redondo rostro de Louisa con rencor e ira desmedidas.

  Vieja bruja...¡Tramposa hija de Satanás! ¿Esque lo tenías tu todo pensado? ....Ramera infernal....

  Hinchando los pulmones, ensalzo el pecho y se alejó de las medidas drásticas de aquellos que ni le acompañaban ni gustaría de acopañar en un futuro, pues estarían muertos acariciando el frio y húmedo suelo de la campiña frente a iglesia rodeados de su propia sangre...ganó valor si esque existía dentro de si, y avanzó hasta la criada, pudiendo parecer que iba a tomar represalias contra ella.

   Alzó la mano, y...no para golpearla, la señalo la lejanía con una mirada crítica, cruda, cara a cara.

 - ¡Qué hace aquí! ¡Vayase! Aproveche que los soldados están ahora distraidos, corra y salve la vida, que ya me encargaré yo de sobrevivir para vengarme de este injusto embauque! - Puede que...si, en efecto estuviese enfadado, pero se preocupaba de igual forma, aunque no lo pareciese lo más minimo, de la seguridad de aquella mujer, por ser mujer, y débil, que no por otra cosa, pues era de cuna noble y bien era conocido entre los suyos que las mujeres servían para poco. Zarandeó el brazo para instarla a correr, aún a riesgo de que la disparasen por no haber hecho nada. Byron había oido acerca de la cuarentena cuando llegó ante el portón de la iglesia, y supo bien que las ordenes de la reina debían ser permanecer allí en cautiverio, encerrados como simples animales.

  Ahora gracias a aquella bruja, permanecería allí, y aceptando el destino sin lucha ni réplica, como hombre civilizado y estudiado, retrocedió observando la reacción de Louisa, dispuesto a entrar en la iglesia, y también de alejarse lo más posible de aquellos que se tomaban la justicia por su mano.

   Luchad...luchad por ver quien muere antes, a manos del fuego o del estoque.

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04/08/2009, 21:17
Edmund Banks

Ignorando al soldado que le empuja hacia el interior de la iglesia, Edmund se queda clavado al oir hablar a la joven. Parece que efectivamente a todos los allí presentes se les está inflingiendo un gran daño emocional.

Se aparta del soldado y se dirije hacia la joven, con movimientos lentos para hablarle:

- Disculpe mi intromisión y la del sr. Damién señorita. Si hemos contribuido a aumentar sus aflicciones desde este momento le presento mis más sentidas disculpas. Se nos informó en la taberna de lo que aquí estaba sucediendo, y quisimos venir a ayudar.- Su voz, que ha sido suave al dirigirse a la joven termina en un suspiro, pensando en cuán pobremente ha terminado su ayuda- De todas formas, ahora hay dos hombres más aquí, y ninguno de los presentes creo que vaya a permitir que nadie le cause ningún daño, ni a usted ni a ninguna de las otras damas.

En otras circunstancias le habría besado la mano para presentarse, pero en la situación en la que están se conforma con apretársela suavemente, intentado transmitirle lo sincero de sus intenciones de asegurarse de que ninguna dama sufra ninguna ignominia más.

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07/08/2009, 00:24
Patrick Collins

Patrick salió de la habitación de la señorita Susanne y regresó a paso tranquilo hasta la nave principal del templo. A medio camino, sin embargo, escuchó un ruido que le resultaba tremendamente familiar.

-Fusilería -susurró.

Acudió corriendo a través de la puerta de la sacristía, angustiado al pensar que los soldados hubieran podido comenzar a entrar a la iglesia y hacer "limpieza" con los allí presentes. Sin embargo, lo que parecía haber pasado era fuera de la iglesia, no dentro. Patrick dió una corta carrera hasta allí, justo en el preciso momento en el que el capitán dió la orden.

Se quedó parado, todavía dentro de la iglesia, mirando el cadáver de una mujer vieja y el señor Byrne tendidos en el suelo. Tres soldados con los caños de los fusiles todavía humeantes y el aire contaminado por el inconfundible olor a pólvora. Entendió rápidamente que aquello había sido un intento de fuga. Pobre señor Byrne... apenas pudo cruzar con él un par de palabras en la fiesta de su señor, y estas fueron algo poco caballerosas, preguntándole acerca de su filiación política por ser un francés en Inglaterra.

Parpadeó, despacio. Consideró por un momento salir corriendo, agreder al capitán, conseguir su sable y acabar con los soldados que tenían los fusiles descargados. La maniobra de carga era demasiado lenta y compleja como para que la efectuaran mientras alguien les atacaba. Además, no tenían las bayonetas caladas en ese momento, y eso jugaba a su favor. Torció la boca en un gesto de rabia, crispando el puño. Podía hacerlo, pero no debía. La señorita Susanne todavía estaba enferma, y no podía llevársela de allí en ese estado. Ya lo había intentado montándola a un carruaje, pero le provocó una recaída en su enfermedad.

Dos caballeros eran conducidos hacia la iglesia, y Patrick siguió mirando la escena de los dos muertos. Todo aquello le resultaba muy familiar, terriblemente familiar. Escenas como esa sucedían cada semana en su Irlanda natal, y por motivos mucho menos justificados que una epidemia. Wellington solía decir que sus soldados eran "despojos de la tierra", aunque despojos entrenados y disciplinados para combatir en casi cualquier circunstancia. Sin embargo, en aquella ocasión se había sumado el miedo al contagio y las órdenes estrictas a la disciplina usual de los casacas rojas. Winfield era ahora lo más parecido a una zona irlandesa de guerrillas que existía en la campiña inglesa. Dudoso honor.

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08/08/2009, 03:18

Cuando Susanne y Anabel llegaron a la sala principal de la Iglesia vieron que todo era un caos: Alexander estaba peleando con un soldado, o con alguien de rango superior a juzgar por su vestimenta, que era un poco diferente de las del resto. El mismo estaba de espaldas en el suelo y el ruso, encima, intentaba golpearle. Otro muchacho se encontraba en una lucha similar con otro soldado, incluso se habían sacado las armas: la bayoneta del militar versus la espada del joven.

Las señoritas Hancock miraban todo con horror, igual que Avon que no daba crédito a sus ojos. Entonces Susanne captó las siluetas que estaban tiradas junto a la puerta, que seguía abierta aún... Grégoire y una dama de unos cincuenta y tantos, parecían yacer sin vida sobre el húmedo pasto, que ya por la tormenta parecía ser un lodazal.

Byron, avisó a Louisa y ésta salió corriendo, aunque al principio tardó bastante en hacer su movimiento; no cabía duda de que el tumulto era más de lo que esa mujer podía aguantar, pero afortunadamente la decisión de irse, apurada por el caballero, no podía llegar en mejor momento.

Patrick estaba quieto, al lado de su señor, ambos miraban la escena sin dar crédito a sus ojos. En ese momento el hombre irlandés notó la llegada de las dos muchachas, Anabel y Susanne, quién aún parecía estar muy débil. Se acercó a ellas de manera inmediata.

Edmund había, en cambio, entrado en la sala por voluntad propia, simpatizado con las pobres personas que estaban allí dentro, privadas de su libertad y estaba hablando con Elizabeth, cuando vió que la muchacha, viendo a las dos nuevas jóvenes, le pidió permiso un segundo y abrazó a una de ellas al grito de:

-¡Hermana!¿Qué haces? Debes descansar.

Todo era un revuelto, un caos, una locura. Entonces...

Notas de juego

Sigue en una escena nueva que voy a abrir al rato llamada:

Capítulo IV: Las Tinieblas.