Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo IV

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17/11/2009, 03:13
Patrick Collins
Sólo para el director

Estaba allí, lo había conseguido. ¿O no?

Se escucharon gritos, muy cerca. Quizá soldados, quizá la bestia. Pero si debía enfrentarse a ella, no tenía más que su persona. Necesitaba entrar en casa, y necesitaba dejar clara la prioridad: prepararse para evacuar a las hermanas. Por ello, entró en la mansión tras picar en la puerta. Una sorprendida señora Spooner abrió, cauta.

-Señora, diga al servicio que tomen las armas del señor y las carguen. Hay que preparar algo de equipaje básico, una maleta, y los carruajes.

La señora estaba incrédula, pero él le fue explicando todo lo sucedido de camino al salón, donde se fijó en la chimenea y calló un momento. "Maldito ruso", pensó.

-Traiga la vajilla de plata del señor, y avive el fuego para que arda con más violencia.

Subió a grandes zancadas hasta su habitación, donde tomó su sable (se sentía más seguro con aquello ceñido a la cintura) y su maleta donde guardaba sus recuerdos militares. Entre ellos, había un molde y unas pinzas para fundir balas. En el pasillo, los criados comenzaron a presentarse con escopetas de caza, mientras fuera seguían los gritos.

-Vamos, cárguenlas y esperen a las balas. Usted, llene un cubo con agua.

Le miraron desorientados.

-¡Está muriendo gente ahí fuera, desen prisa!

Bajó las escaleras, acercándose hasta el fuego.

-Señora Spooner, si tiene usted familiares en otro pueblo, le sujiero que los visite pronto. Quizá pongan todo Winfield en cuarentena de aquí a unos días.

Se agachó junto a la chimenea, y usó una sartén tosca de acero, que tenía un punto de fusión mucho más alto, y dispuso sobre ella la plata. La miró un momento, y ella asintió. A él le importaban todos ellos, porque no dejaban de ser personas. Su señor quizá los hubiera intentado retener en Winfield, o se hubiera despreocupado. Entonces, sus ojos se fijaron en el pequeño Alan, que le miraba desde la puerta.

-Lléveselo con usted. Nosotros vamos a la residencia de campo del señor en Oxfordshire. Cuando pase un tiempo prudencial, quiero que lo envíe allí con nosotros.

Patrick se acercó, no entendía.

-Muchacho... -le dijo, agachándose- Has de ser fuerte, y cuidar de la señora Spooner hasta que volvamos a vernos. ¿Lo harás?

Otro grito. Los presentes se pusieron nerviosos.

-Sí... -dijo.
-Buen chico -repuso, sonriente.

Miró a los criados, que temblaban como flanes. Habían acudido los dos que sabían disparar, aquellos que tenían conocimientos de caza por haber acompañado al señor en sus monterías. Pero estaba claro que no eran soldados de la reina, ni mucho menos. Les sonrió un momento, porque todos tenían miedo alguna vez, incluso los más valientes.

-Ayudenme con esto.

Tomó un trapo mojado para no abrarse, y derramó la plata fundida de la sarten en los seis orificios del molde. No eran mucho, seis balas, pero serían suficientes. No podían perder más tiempo. Tapó el molde, y esperó apenas unos segundos. La plata era un metal que solidificaba rápido a temperatura ambiente, igual que el plomo. Para acelerar el proceso, metió el molde en agua, y el metal se refrigeró más rápidamente. Al abrirlo, habían seis balas de plata, todavía tibias al tacto.

-Dos por cabeza, no las malgasten.

Él mismo cargó el fusil con una bala, y tomó la restante. Luego, respiró hondo y miró a la señora Spooner.

-Cierre todo hasta que regresemos, y diga al cochero que vaya preparando los carruajes del señor. Volveremos pronto.

Reflexionó sobre lo dicho, mirando a Patrick. En ese momento, recordó a Susanne.

-Digo más... Si no hemos vuelto en una hora, que parta un carruaje a casa de las Cornwell. Hay que sacarlas de aquí.

Luego miró a los criados armados, y les habló camino de la puerta.

-Vean lo que vean, no se asusten. Puede que sea un lobo muy extraño, antinatural. Pero pase lo que pase, apunten bien antes de disparar. No hay que malgastar las balas.

En el portal, buscó el colgante que llevaba al cuello, una medalla de San Patricio, sacándolo de la camisa. Y lo besó, esperando que le diera suerte.

-Manténganse separados no más de cinco pasos, y atentos a todo. Síganme.

No habían transcurrido ni diez minutos desde su atropellada llegada, cuando ya volvía a caminar, casi correr, de nuevo campo traviesa, guiándose por los gritos. Sea quien fuere, necesitaba su ayuda. Y Patrick Collins era un hombre valiente.

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18/11/2009, 03:32

Damien y el soldado están atrayendo toda la atención de la terrible criatura. Sus ojos rojos se posan en ambos y su boca, abierta en un terrible gesto, desprende hilos de espuma blancuzcos. Claire comienza a correr junto con su hermana y acompañados de Jean, Byron y el mismo doctor Robins. Entonces...

Una figura sale de la espesura, pero no es una bestia sino un hombre. Carga un fusil en su brazo derecho y pronto es acompañado por dos hombres más. El lobo, lobo humanoide parado sobre sus dos patas traseras con una altura enorme, un pecho musculoso, unas garras pérfidas llenas de uñas curvas en cada uno de sus largos dedos, aulla como gesto de furia y se hecha sobre sus patas delanteras. Ahora parece más un lobo, pero no del todo. Ningún lobo es tan grande.

Es en ese momento que el doctor Robins grita:

-¡Collins! ¡Collins es usted! ¡Tenga cuidado por el amor de Dios!

Y el lobo gira la cabeza agresivamente hacia el médico, que se encuentra atrás junto con las dos muchachas y sus acompañantes. Ahora hay una oportunidad mayor para que Damien y el soldado se alejen un poco de la bestia. Aunque si el lobo sale corriendo hacia atrás ¿Cuándo le tomará alcanzar a las personas que allí se encuentran? Collins cree que nada y se acerca un poco más junto con los dos criados. Uno tiembla severamente de pies a cabeza mas el otro permanece impasible, como si la presencia de su señor le diera fuerzas, o quizá está demasiado oscuro para pensar que ese lobo es más que un lobo. Patrick no lo sabe, sólo sabe que depende casi enteramente de él matar a la bestia antes de que mate al grupo.

Notas de juego

A ver, tipo mapa... Collins y los dos criados, luego a un metro y medio, el soldado y Damien, a 1 metro de ellos el lobo y detrás del lobo y a unos cuatro metros las chicas y Jean con Byron además del doctor Robins.

Collins para tirar 1d10+2 para tí, 1d10 para el criado sin nervios y 1d10 -1 para el nervioso. Por cada 5 o más acierta una bala. Luego se tira otro 10 para la ubicación (por cada acierto tira la ubicación)

1-2 pierna izquierda

3-4 pierna derecha

5-6 torso

7-8 brazo derecho

9 brazo izquierdo

10 cabeza.

(Tira 6 veces porque tienes 6 balas de plata) Los demás pueden aprovechar para lo que sea que quieran hacer. Es más aprovechen porque si Collins erra todas----> dios xDDDD

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18/11/2009, 03:51

Francis escucha las preguntas llenas de reproche de Susanne. Lo cierto es que Collins ahora ya no está y que él tuvo esa idea, no Francis. Quizá Francis hubiera pensado diferente si las circunstancias no se hubieran desbordado tanto. La cuestión es que ahora debía responder a Susanne. El padre, por su parte, escuchando el comentario de Alexander se levantó del suelo y ofreció a Edmund ayuda para hacer el té. Se veía en sus ojos un gesto de disculpa; incluso dijo en voz baja pero audible perfectamente.

-Soy un sacerdote... os pido disculpas pero a veces la oración me dá la fuerza que mi carácter me niega. He vivivo más horrores esta horrible noche que en toda mi vida.

Tragando saliva, concluye su frase:

-Y no sé por qué pero lamento deciros que siento que este horror está muy lejos aún de terminar. Lo siento en verdad.

Mientras tanto Liz y Anabel siguen platicando en la habitación. La noche sigue esperando afuera a que Collins regrese...

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18/11/2009, 03:56

Notas de juego

Chicas a menos que decidan pasar nuevamente al comedor, las dejo seguir conversando. Si pasan al comedor avisenme y pongo el turno de lo que pasaría en ese momento, n.n

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18/11/2009, 04:01
Patrick Collins

Ahora todo estaba claro. El hombre lobo estaba allí, y era realmente eso. Había atacado a sus compañeros de encierro en el camino de vuelta a su hogar, y todo parecía bastante negro. Gritos, carreras, la bestia desatada, y el señor Damien enfrentándose a ella con su sable como mejor pudo.

El doctor Robins le habló, y él se limitó a contestar sin perder de vista la criatura, soltando el primer tiro, que dió en el pecho de la bestia.

-¡Corran, ponganse a salvo!

Los criados dieron su primera descarga, cada uno con su particular ritmo, y dando lugar a cubrir al compañero mientras recargaba. Un viejo truco del ejército, usado también en la caza para impedir el ataque de los animales. Un tiro impactó cerca de la bestia, y otro dió en uno de sus brazos.

-¡Señor Damien, apártese! -dijo, clavando la baqueta en el suelo.

Encaró el fusil de nuevo, y disparó. La criatura se había movido, y le acertó en una de las patas. Ya no tenía balas de plata, y esas parecía que le dolían mucho. Se preparó, terciando el arma con la bayoneta calada, por si era necesario usarla.

-¡Disparen!

El criado más sereno volvió a fallar, esta vez por mucho. Se mascaba la tragedia, con la bestia revolviéndose, cuando el joven Jeremy, el criado que estaba más nervioso, acertó de pleno en su pecho.

- Tiradas (8)

Tirada: 1d10(+2)
Motivo: Disparo Collins 1
Dificultad: 5+
Resultado: 6(+2)=8 (Exito)

Tirada: 1d10(+2)
Motivo: Disparo Collins 2
Dificultad: 5+
Resultado: 4(+2)=6 (Exito)

Tirada: 2d10
Motivo: Localizaciones disparos Collins
Resultados: 5, 1

Tirada: 1d10
Motivo: Disparo criado tranquilo 1
Dificultad: 5+
Resultado: 4 (Fracaso)

Tirada: 1d10
Motivo: Disparo criado tranquilo 2
Dificultad: 5+
Resultado: 2 (Fracaso)

Tirada: 1d10(-1)
Motivo: Disparo criado nervioso 1
Dificultad: 5+
Resultado: 6(-1)=5 (Exito)

Tirada: 1d10(-1)
Motivo: Disparo criado nervioso 2
Dificultad: 5+
Resultado: 9(-1)=8 (Exito)

Tirada: 2d10
Motivo: Localizaciones disparos criado
Resultados: 6, 9

Notas de juego

Crucemos los dedos...

He cambiado el orden de los disparos, para mayor dramatismo.

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18/11/2009, 17:16
Elizabeth Cornwell

Liz mira a su hermana, con semblante preocupado:

-No me parece bien que hagas las cosas así, Anabel... No estaré tranquila si estás sola...-suspira leve y mira al suelo, para luego alzar la cabeza hacia ella:-Ven con nosotras... Como bien dices, yo tampoco me sentiría bien, y dudo que luego lo hiciera...-molesta...-Además... Podríamos quedarnos sólo hasta que Sue esté bien... Y luego volver... No... No quiero que estés sola...!-casi susurra a modo de súplica.

Respira hondo, y, decidida, señala:

-Si no vas, no iré. Y si me obligas a ir, me escaparé y volveré.-Sonríe traviesa. Es muy capaz de hacerlo. Y Anabel lo sabe.-Así que... Tú elijes... Tenerme ahora, o tenerme a las horas de enviarme hacia allí...

Y sin más, le da un abrazo, y sale corriendo a la habitación. No iba a dejar que le dijera más, no fuera cosa que acabase convenciéndola...

"Las madres y las hermanas mayores, son muy peligrosas en ese sentido..."

Notas de juego

Liz se escapa al comedor, xD

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18/11/2009, 19:11
Damien Louis de Murvile

La frente de Damien empezó a sudar, inevitablemente, ante la cercanía amenazante de esa bestia, pero aún así apenas movió uno de sus talones para retroceder menos de un paso dado que no podía permitir que la atención del enemigo se desviará del soldado y de él mismo. De hecho el resto ya habían conseguido alejarse varios metros y eso en cierto modo de alivió. No le gustaría que todo aquello fuera en vano.

Ya casi podía sentir el aliento del extraño lobo y se disponía a efectuar su primer mandoble, por inútil que éste fuera, cuando repentinamente alguien más hizo acto de aparición consiguiendo dejarlo más atónito y perplejo que su propio oponente. ¡Collins!, ¿qué demonios hacía allí?

Aún así estaba claro que resultaba todo un apoyo, así que enseguida asintió y saltó a un lado para dejar vía libre a los múltiples y sonoros disparos que se sucedieron, contemplando el ataque casi sin aliento, expectante.
-¿Son da plata...?- se atrevió a preguntar al distinguir que la bestia parecía más dolida de lo habitual y los proyectiles parecían haberse terminado. Deberían ser suficientes para cualquier ser normal, pero para ese...

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18/11/2009, 19:16
Anabel Cornwell

-Dios Santo, qué cabezota eres- admitió Anabel poniendo los brazos en jarra por un segundo, pero al recibir el abrazo de su hermana menor no pudo hacer más que devolvérselo junto a un beso afectuoso en la mejilla -Está bien, tú ganas... pero será sólo temporal- efectuó un hondo respiro dejando claro que la idea no le emocionaba especialmente pero en el fondo comprendía a su hermana y también quería estar con ellas así que acabó por ceder, siguiéndola a escasa distancia hasta que ambas llegaron nuevamente al salón.

Miró de reojo la chimenea y a los caballeros, a los cuáles dedicó una agradable sonrisa antes de tomar asiento en el sofá y fijar la mirada en las llamas, pensativa. Iba a pasar unos días muy largos e incómodos, estaba convencida.

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19/12/2009, 00:53

Las balas resonaron en el aire de la noche, yendo directas a su objetivo. El criado que mantenía la calma, o al menos eso indicaba su firme pulso, no tuvo mucha suerte con sus disparos: el primero pasó a unos 30 centímetros del torso de la bestia y, el segundo atravesó los oscuros pelos de su cola, sin producirle ningún rasguño. El otro hombre del servicio que acompaña a Collins y que temblaba peor que una chica asustada, tuvo al destino de su lado: el primer disparo le dió de lleno a la bestia en su brazo izquierdo, produciendo un aullido de dolor, y el segundo impactó directamente en su pecho, haciendo que retrocediera y que se hiciera evidente el esfuerzo por mantener el balance sobre sus patas traseras.

Claire, Mary Anne y Byron miraban todo horrorizados, pero Damien los instaba a seguirse alejando de la escena. Aunque era seguro que el lobo, o lo que sea que esa criatura en verdad fuese, estaba herido, no había seguridad todavía de su resistencia. Jean incluso se queda anonadado, las cosas son demasiado irreales para ser completamente ciertas; sin embargo sabe que lo son.

Entonces fue el turno de Collins, inspiró hondo, presionó y exhaló ni bien terminó de disparar. La bala pegó con fuerza en una de las piernas del monstruo y, mientras iba cayendo, la segunda golpeó con toda la fuerza su pecho, hiriéndolo de muerte. Claire y su hermana contuvieron el aire. Todo el mundo guardó silencio incluso el soldado que había enfrentado casi el final cuando decidió quedarse delante del lobo, un poco antes de la llegada de Collins.

Entonces la sangre llenó el verde azulado del pasto de rojo, rojo por doquier. Todos se acercaron con paso cauto y vieron como la cara del lobo comenzaba a contorsionarse. Ante la mirada estupefacta de los presentes, las facciones se distorsionaron, se reacomodaron, se agrandaron y achicaron y así, de a poco, una cara humana reemplazó a la del hombre lobo y ante la mirada de sorpresa de todos, el lobo fue un hombre nuevamente.

Y ese hombre estaba muerto. Lo afirmó el mismo doctor Robins al tomar, no con cierto asco, el pulso al ser.

Y ese hombre era el doctor Vinthervill.

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19/12/2009, 02:22

Cuando Anabel y su hermana Elizabeth vuelven al comedor no notan nada extraño, de no ser por la cara de cansancio de las personas que están en el lugar. Francis está sentado junto a la ventana, mirando ausente el paisaje. Susanne en cambio, ni ve a las dos muchachas, llegar les dice que Collins aún no ha vuelto; que ha partido con la intención de traer los carruajes de su señor Francis y así lograr que las muchachas vayan a su residencia en Oxfordshire. De esa manera podrían evitar la búsqueda de los militares al haber escapado de una cuarentena impuesta por la reina. Susanne está preocupada por Collins pero sabe que su carácter es de lo más testarudo, así que no volverá hasta que haga las cosas bien.

Edmund sigue terminando de preparar el té con la ayuda del sacerdote, que se ha quedado sin palabras después de su muestra de nervios excesivos, la verdad es que, incluso ahora, las piernas le tiemblan como a una dama. El ruso, por su parte, está dormitando en una silla. Al menos eso parece. La verdad es que Alexander está en ese estado en donde no estás ni dormido ni despierto, es como un dormir alerta, cualquier ruido puede despertarle, incluso escucha lo que se dice en el cuarto aunqué su subsconciente no lo registra demasiado.

El silencio sólo se rompe con el tintinear de las cucharitas que revuelven el té, puesto ordenadamente en cada taza, y las palabras de Susanne contando la decisión de Collins.

Notas de juego

Sea lo que sea que posteen, no puede superar la media hora de juego (o sea en tiempo de juego) para no hacerme lío con la correlación temporal del grupo 2.

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19/12/2009, 02:48

De alguna manera que Avon no recordaba, él se había separado del grupo. Comenzó entonces a retroceder, esperando volver a encontrar al resto pero, con cada paso que daba, se perdía más en el bosque. Entonces su corazón comenzó a palpitar con fuerza porque, inclusive con todo su dinero y poder, sabía que no había posibilidad de pagarle a la muerte un soborno si es que lo venía a buscar... Entonces divisó una casa humilde en la cercanías. Cansado como estaba y bastante desaliñado, golpeó a la puerta. No tenía idea de quién era la vivienda, o de dónde estaba, la luz de la luna iluminaba escasamente el sitio. Sólo quería descansar un poco y poder respirar alviado desde que empezó esta pesadilla.

Nadie contestó al llamado pero Avon oyó una voz femenina diciendo unas palabras. Se dió cuenta de que estaba en la parte trasera de la casa y no en la puerta principal. Podría intentar golpear nuevamente, anunciarse a viva voz, dar vuelta hasta hallar la puerta principal o simplemente irse, esperando encontrar un mejor sitio si es qu éste no era de su agrado.

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22/12/2009, 02:27
Patrick Collins

El fusil todavía humeaba cuando la bestia se retorció sobre si misma y mutó tras la muerte, revelando su verdadera identidad. El irlandés mantuvo las manos alrededor del fusil, apuntando a su cuerpo inerte con la bayoneta mientras el doctor despejaba sus dudas.

Entonces, parpadeó y respiró hondo, relajándose un poco. Aquello cambiaba las cosas, para complicarlas aún más. Habían dado muerte al doctor que por mandato de la reina les había encerrado en la Iglesia. Pero eso no arreglaba el asunto de la enfermedad. ¿Realmente existía? ¿Por que el doctor dijo que ellos podían ser la clave para salvar a la región de la epidemia? ¿Quizá la provocaba él al ser un hombre lobo, y deseaba que le mataran? Demasiadas incógnitas para un hombre tan sencillo como él, que gustaba de simplificar los problemas hasta que llegaran a ser cosas tangibles y cercanas con las que poder lidiar.

-Ahora si que no nos dejarán salir de un paredón -dijo, al ver el cadáver.

No sentía pena por él, ninguna. En su forma humana, simbolizaba lo que más detestaba de Inglaterra, y de todos los años de servicio al mando de los asesinos de su propio pueblo. Bajó el fusil lentamente, y se interesó por las personas que le rodeaban. Ahora ellos eran la prioridad. Pensó sobre el particular. Tenía como testigos a un soldado, un médico y varios aristócratas. Pero eso no bastaría. Nadie creería la historia de un doctor asesinado en un pueblo al que había sido enviado por mandato real, un doctor que realmente era un hombre lobo.

-¿Están todos bien? ¿Hay heridos?

Miró al soldado que se había quedado a afrontar la muerte, y le puso una mano en el hombro.

-Soldado, ha cumplido con su deber, y más que eso. Usted es testigo de lo sucedido, pero sabe tan bien como yo que ni todas las explicaciones del mundo pueden bastar. Hay que enterrar a esta abominación... y hacerlo de forma que no se la pueda reconocer.

Era algo duro para decirlo en voz alta en presencia de damas. Pero hombre precavido valía por dos. Si las tropas reales seguían por allí, o venían para ver que había sido de sus compañeros, no había mucho margen para cubrirse las espaldas. No deseaba que Susanne fuera la prometida de un proscrito o un presidiario.

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22/12/2009, 11:47
Jean Antoine Lésdiguièrs

Estaba asustado, eso por descontado, habría que ser muy idiota o muy loco para no estarlo, pero por suerte para los allí presentes, llegaron los refuerzos, que tal vez por inesperados, fueron aún más agradecidos, si es que tal cosa era posible.

Los disparos lo paralizaron momentáneamente, y casi no pudo creer que aquella bestia cayera finalmente. Soltó un profundo suspiro, había estado manteniendo la respiración sin darse cuenta,  y claro, no pudo evitar acercarse, pues la curiosidad era innata en él, sobre todo cuando el peligro parecía haber pasado.

Asintió a las palabras de aquel que había ejecutado a aquel ser, le era vagamente familiar, pero no sabía su nombre, y miró tras él sin disimulo, ¿Un hombre? los recuerdos de leyendas perdidas en el tiempo, de cuentos de terror para campesinos supersticiosos se habían hecho realidad aquella fría y oscura noche.

¿Qué demonios es eso? preguntó aún sin reaccionar al hombre tomaba las decisiones con una pasmosa seguridad.

Se acercó un poco más esquivando al soldado, si había más como esta aberración, cualquiera podía ser uno de ellos.

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23/12/2009, 14:43
Damien Louis de Murvile

Damien no disimuló una amplia sonrisa de satisfacción, al menos momentánea, cuando la bestia calló. Tardó unos segundos más de la cuenta pero al final accedió a acercarse también, comprobando con mirada atónita como el ser se transformaba nuevamente a su estado original.
-¡Imposible....!- escapó de su boca incrédulo a pesar de estar viviéndolo, pues aquello carecía de toda lógica. Al menos de lo que él creía posible...

Se quedó pensativo, calibrando si el doctor les había encerrado en la Santa Iglesia precisamente para tener presas frescas de las que alimentarse, tal vez por eso se comportara de manera tan ruin desde un principio... pero el sr. Collins le sacó de sus hipótesis con cierta brusquedad. Estaba claro que estaba acostumbrado a las batallas crueles, se adaptaba con total rapidez a la situación, algo que no sabría definir si en realidad era bueno o malo.

-No ha alcanzado a nadie, al menos que yo sepa- informó mirando a los más cercanos, pues era imposible que hubiera alcanzado al resto pero después de lo visto... ¿acaso no era ese ser imposible en sí mismo? Miró tras de sí un instante y carraspeó -Si queremos asegurarnos de que no le encuentren deberíamos enterrarle en algún lugar donde nadie cavaría. Tengo entendido que su Señor tiene muchas tierras... o tal vez las señoritas...- se giró hacia las susodichas de nuevo y aguardó alguna respuesta rápida, de no ser así tendrían que cavar allí mismo.

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28/12/2009, 17:44
Patrick Collins

Patrick reflexionó un momento sobre lo que dijo el joven aristócrata francés, y no pudo sino asentir.

-Cierto. Si alguien ha escuchado los disparos, sabrá que fueron en esta dirección. Lo suyo sería enterrarlo en un terreno que no levante sospechas. Aunque yo quemaría el cadáver, o lo enterraría en cal viva, para que fuera irreconocible si encuentran los huesos. Cuando el gobernador militar de la zona se entere de la desaparición de los soldados y que hemos roto la cuarentena, apuesto a que traerá gran cantidad de tropas para impedir que nadie de Winfield salga al exterior.

Miró a los criados, pensando en qué hacer. Recordó que su señor tenía en la mansión unas calderas grandes donde podrían quemar a aquella criatura hasta incinerarla, para luego esparcir las cenizas por el campo.

-Que vaya uno corriendo a por un saco grande del cobertizo. Vamos a meterlo dentro de él y lo llevaremos a las calderas de la mansión para incinerarlo.

Mientras el criado marchó para cumplir las órdenes, se acercó a las señoritas Hancock allí presentes, y les dedicó una breve y respetuosa reverencia.

-Señoritas... ¿Se encuentran bien?

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28/12/2009, 22:26
Susanne Cornwell

Susanne intentaba distraerse ocupándose de todo cuanto podía pero sus esfuerzos resultaban infructuosos. Contínuamente asomábase a la ventana para ver si Patrick volvía. Contínuamente prestaba atención a los sonidos que le llegaban desde el exterior por si alguno de ellos resultaba ser el de cascos o el relinchar de un caballo... pero nada. Absolutamente nada.

¿Cuánto tiempo había pasado? No lo sabía. Puede que fuesen horas, minutos o tal vez segundos. Daba igual, para ella constituían una eternidad.

Sus hermanas regresaron al comedor y ella de inmediato se les acercó para comunicarles los motivos, que entiende ellas desconocen, para que Patrick se marchara. Ya no culpa a Francis de esa partida, aunque sigue creyendo que de haberlo querido bien pudo detenerlo.

-¿Hace cuánto que se marchó? -preguntó con los ojos clavados en el movimiento de su cucharita revolviendo el té-... No voy a tener paz hasta que lo vea entrar por esa puerta -murmura.

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28/12/2009, 23:24
Edmund Banks

Edmund mira compasivo a la muchacha. A todas vistas está enamorada del señor Collins y él de ella, y ahora mismo está sufriendo por lo que le pueda pasar.

Se acerca  a su lado y posa consoladoramente una mano sobre el hombro de la chica:

- Vamos, vamos, no se atormente. Por lo que he visto el señor Collins aparte de ser un caballero es ducho con las armas. Estoy seguro de que sabrá arreglárselas y volverá sano y salvo. Cálmese.

Cruza la mirada con el sacerdote, y frunce levemente el ceño.

¡Ahora es cuando debería empezar a hablar de fé para las muchachas!

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29/12/2009, 12:50
Anabel Cornwell

-No hace demasiado que partió, intenté convencerle pero...- no iba a darle detalles a su hermana respecto a la conversación en la cocina ya que al menos a ella le ha resultado bastante desalentador descubrir que ni siquiera por el bienestar de Susanne ha podido hacer entrar en razón a Collins ante una orden dada por su señor. ¿Significará eso que su amada hermana siempre permanecerá en un segundo plano respecto al sr. Spencer? Desde luego esa idea no le hace la más mínima gracia y consigue que tuerza la boca mientras toma asiento en silencio.

-El sr. Banks tiene razón. Hazle caso Susie, es muy sensato- refirmó las palabras del susodicho en un intento de darle mayor seguridad. Al fin y al cabo era cierto aunque... ¿qué soldado, por férreo que fuera, podría enfrentarse a esa bestia y salir indemne? Era mejor no pensar demasiado en ese detalle así que sacudió la cabeza y agradeció a Edmund la molestia que se había tomado junto al párroco en preparar una nueva ronda de té.

-¿Dónde aprendió a manejarse en la cocina? Es poco habitual, creo que nuestro padre nunca supo ni hervir una tetera...- admite con un tono más distendido y curioso en un intento por cambiar de tema.

 

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29/12/2009, 14:16
Edmund Banks

Edmund mira con amabilidad a Anabel, haciéndose idea de las tres hermanas por fin. Parece que la mayor parte del peso recae en Anabel, al estar la mayor enferma, y la pequeña ser aún algo indómita:

- Son cosas que se aprenden porque no queda más remedio señorita Anabel. Verá, hace mucho tiempo que no hay una mujer en mi hogar. Mi madre falleció al nacer yo, y mi abuela se ocupó de mi. Lamentablemente hace tiempo que ha dejado este mundo. Ella se ocupó de que aprendiese lo necesario dentro de la casa, por si nunca encontraba una mujer con la que formar una familia.

Suavizando sus palabras con una sonrisa, añade:

- También me enseñó a ver el lado positivo de las cosas y a enfrentarme a cada dia con humor. Por eso me muevo bien dentro de la cocina, aunque resulte chocante a veces a algunas personas. Además, me gusta el té y la buena comida.

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01/01/2010, 11:06
Anabel Cornwell

-Vaya, lo lamento...- dice con verdadero pesar cuando el sr. Banks admite haber perdido a las dos mujeres más importantes de su vida. Con la muerte tan reciente de su propia madre Anabel puede comprender perfectamente como debió sentirse, aunque se pregunta qué pasaría con su padre pero supone que sería demasiado grosero preguntar al respecto teniendo en cuenta lo poco que se conocen así que se limita a morderse la lengua.

-Aún así es sorprendente que accediera a aprenderlo por si mismo en lugar de contratar a algún tipo de doncella. Supongo que así no necesita depender de nadie pero no es lo... habitual- está claro que para ella no supone inconveniente o algo tachable, si no todo lo contrario, pero probablemente para otros sí lo sea, sobretodo para los caballeros. ¿Acaso no es eso lo que a Lizzy siempre le atrae tanto?, ¿ir contracorriente al flujo de la sociedad? Mira a su hermana con poco disimulo pero resulta que ésta no parece estar prestando la menor atención a la conversación así que a Anabel no le queda más remedio que negar levemente con la cabeza. Parece que la menor también ha elegido, por extraño que parezca, pero por mucho dinero que tenga no le parece la mejor opción para ella.

-Quizá podamos intercambiar recetas algún día- propone entonces con una sonrisa, como si esa idea le pareciera de lo más divertida... y en realidad así es, pues que un hombre sepa cocinar resulta de lo más llamativo y curioso desde su perspectiva.
-¿Cuánto hace que vive en Winfield, sr. Banks?- pregunta mientras coge su pequeña taza para beberla en pequeños y silenciosos sorbos. El resto parecen demasiado cansados o abstraídos como para charlar.