Partida Rol por web

Byron cuando retomes avisame y responde el turno, más que nada el de esta escena.

Me alegró sobre manera que mi padre le respondiera así a Darla y si no sonreí y salté en un pie, fue sólo para no hacer que mi padre se arrepintiera.

-Si, padre...

Comencé a comer con más rapidez y pronto me di cuenta que no quería comer más, es decir, no podía comer más porque estaba muy nerviosa.

-Padre, mi desayuno... Bueno, he terminado. Podríamos hablar ahora, ¿no? Podríamos caminar por el jardín...

Sabía que allí sería muy difícil que alguien nos escuchara.

Me sorprendió la reacción de mi padre, miré a Claire y me alegré, quizás tuvieramos una oportunidad.

Le di un golpecito con el pie a mi hermana y le sonreí. Quería que supiera que estaba con ella y que la apoyaría en todo.

Se me ocurrió una idea.

- Madre, dije pillando a Darla completamente de imprevisto, yo también querría hablar con vos si tiene un momento.
Así la tendría ocupada mientras Claire hablaba y no les escucharía o les interrumpiría a mitad. Sabía que después Claire me lo contaría todo.

El padre se retiró con la pequeña hacia su estudio y Mary Anne se quedó en la mesa del comedor, junto con su madrastra que miraba sorprendida e indignada como su marido se limitaba a ignorarla mientras iba a hablar con su hija menor.

El padre de Claire hizo pasar a la joven a su escritorio y le pidió que tome asiento. Luego, mirando a la ventana le habló, con palabras firmes pero llenas de cariño.

-Es importante para mí la posición, sé que lo sabes. Sé que tú no piensas lo mismo, tú crees en el amor y esas cosas -el hombre mira entonces una pequeña pintura, un retrato que hay en la pared de una joven hermosa, de cabellos rubios y ojos verdes, muy parecida a Claire y Mary Anne; la mujer es su madre, Anastasia Hancock, y el cuadro la retrata cuando apenas tendría unos diecisiete años, un año antes de la boda con su padre.

-Sin embargo yo una vez pensé diferente... Y es hora de que sepas la verdad.

El señor Hancock se da vuelta, pone una silla al lado de su hija, y mirándola a los ojos, le dice:

-Tu madre era una chica pobre, no tenía un céntimo que valiera la pena. Mis padres se opusieron, estuvieron a punto de quitarme mi fortuna pero yo insistí porque ella era la mujer de mi vida. Tú sabes que unos meses después de que te tuvo falleció a causa de una enfermedad pero ella siempre fue la luz de mi vida. Cuando la perdí, tuve que criarlas solo y no es tarea de hombres. No sabía como hacerlo, las chaperonas fueron mi salvación. Luego vino Darla, y pensé que me había enamorado otra vez pero...

Toma las manos de la chica y baja la cabeza, luego de un momento la vuelve a mirar y dice:

-Pero tu madre fue la luz de mi vida y no tenía un céntimo. Y hoy te han decidido casar con un noble y yo voy a decir, hija... yo voy a decir lo que tú me pidas. Y también voy a dejar a tu madrastra, no la voy a dejar en la calle ni nada así, no soy tan cruel pero debes saber todo así que. Debes saber que pienso casarme en segundas nupcias con Louisa, tu chaperona, la mujer con la que las críe y a la que realmente quiero. Y, que por cierto, tampoco tiene un centavo. Así que... jaja me he confesado, creo que es hora de que tú hagas lo mismo. ¿Amas a alguien? Yo creo que sí, pues él ha venido a pedir mi favor y creo que tú le amas como él te ama a tí... pero debo oírlo de tus labios.

- Entonces, dije una vez se habían ido, el Señor Westman... me ruboricé sin querer, pero no pude evitarlo. ¿Le ha pedido mi mano? terminé diciendo a trompicones.

Darla mira a su "hija" como si realmente le pesara posar sus ojos sobre ella. Luego, a regañadientes admite:

-Sí, es cierto. Increíble, yo pensaba que era un milagro encontrarte esposo y ese niñato te vé como un buen partido. Allá él. Lo importante es que está forrado en dinero, y mejor que no me hagas uno de esos truquitos para escaparte de esta boda, porque vosotros seréis marido y mujer como que me llamo Darla.

La mujer toma su té y luego deja la taza gritando:

-¡Pero quién ha dejado el agua fría, que sabéis que tomo el té a temperatura caliente! Ca-lien-te! ¿O es que debo deletrearlo ahora? Mujer, vé a traerme otra taza.

Le dice a una de las sirvientas, sin siquiera dignarse a preguntar su nombre. Pero Mary Anne la conoce demasiado bien para esperar semejante gesto.

Mary Ann miró resoplando a su madrastra, la habría ahogado en aquel té frío. Pero estaba feliz de lo que acababa de decir, él la consideraba un buen partido. ¡VAYA! Eso para ella era tan inesperado, la llenaba de ilusión y sobretodo de esperanzas, de sueños de futuro, posibles aventuras, viajes...

- Pues no sé, dijo seria, o al menos lo intentó. No me pareció un buen partido él, tan poco educado y tan poco... formal traté de disimular una risita al recordar su desparpajo al tratarme, y lo agradable que fue aquella conversación.

-Séh... - contestó la madrastra tomando un sorbo de la nueva taza de té que le trajo una criada -puede parecerte lo que quieras pero es un buen partido. ¿Entiendes? ¿Me explico? No me importa si sientes que es un oso más que un hombre, tú te casas con él. Si me haces esto diferente de mis planes si siquiera te atreves a indicarle al chico que no te gusta, te juró que no volverás a comer una comida tibia en toda tu miserable vida.

Darla se levantó y se puso a caminar en círculos por la habitación.

-¿Y qué se supone que tiene que hablar tu padre con esa hermanita tuya que tarda tanto? Si hay algo que me ocultan, os juro que van a arrepentirse haber nacido, malditas malcriadas.

Beth toca a la puerta suavemente, es una de las criadas más conocidas de las chicas, una joven dulce y entrañable.

-¿Qué quieres? -pregunta la mujer.

-Hay un... hay dos hombres afuera preguntando por las damas.

Dice la chica mirando de reojo a Mary Anne.

Al principio pensé que aquello se trataría de nada menos que una mala noticia pero pronto, para mi gran sorpresa, comprendí que no era así y mientras mi padre me hablaba de Louise, yo lloraba de felicidad y de emoción porque nadie como nuestra querida Louise pero sobre todo, de saber que mi padre nunca había dejado de amar a mi madre, que sólo ella había sido la mejor. Tomé sus manos, besándolas, no quería hacer tan obvio el hecho de que me hacía inmensamente feliz el que fuera a dejar a Darla, así que intentando contener el aliento para recuperarme del llanto, lo miré a los ojos.

-Padre, amado padre... Amo al señor Byron con todo mi corazón, no concebiría mi vida si no es a su lado. Además, no quiero casarme con ese viejo amigo de Darla, prefiero mil veces huir aunque eso deje por el suelo vuestro nombre-sonreí, era verdad que prefería huir y era verdad que poco me iba a importar lo del nombre en ese momento pero padre me conocía y sabía que nunca habría hecho nada así por maldad.-Padre, quiero casarme con Byron, le amo y como bien dices, creo que él también a mí.

Me arrodillé ante él, recargando mi rostro en su regazo y mirándolo con los ojos llenos de emoción.

-Pensé que él iba a olvidarlo... Que él... Pero lo amo, lo amo y quiero ser su esposa. ¡La señora Windsor-Hancock Byron! ¿No suena maravilloso papá?

-Querida hija, cuánto me he equivocado con vosotras. ¿Podréis perdonarme? Nunca quise más que vuestra completa felicidad.

Los ojos del señor Hancock se llenan de lágrimas por un momento, pero se priva de llorar, cosa que no es vista bien en un hombre. Acaricia con dulzura los cabellos de su pequeña Claire y, emocionado, le dice:

-Vé con Byron y dile que tengo que verlo urgentemente. Si quiere mañana mismo, si es que hoy no puede. Desde ya tienes mi bendición querida Claire... y no habría nada en el mundo que tú pudieras hacer para deshonrarme, excepto privarme de tu cariño. No tenía idea de que sentías así pero cuando Darla dijo de casaros pensé que era para bien, ahora me doy cuenta de mi error. Hija, respecto a tu hermana ¿ella también siente lo mismo de su prometido?

El padre mira a su hija con cara inquisidora, pero sigue mantiendo un semblante sereno.

-Trae a Mary Anne aquí, linda quiero preguntárselo yo mismo.

Besa en la frente a la joven y le dice:

-Y dile a Byron lo que te he pedido. Gracias pequeña, tu madre estará orgullosa de tí desde el cielo.

Me levanté de un salto, dispuesta a cumplir las órdenes de mi padre.

-Lo sé, padre... Gracias por hacerme la mujer más feliz del mundo-lo besó suavemente en la frente.-Iré por Mary Ann y luego por el señor Byron y... Enseguida vuelvo pero desde ya, os cuento algo: Mary Ann está enamorada de su prometido, al menos eso tendré que agradecerle a Darla.

Volví a sonreír y salí de inmediato en busca de Byron y de mi hermana.

-¡Mary Ann, Mary Ann!-entré en el comedor donde antes había dejado a mi hermana y a Darla y sin mirar a mi madrastra, futura ex esposa de mi padre, me dirigí a mi hermana.-Padre quiere hablarte, ya mismo. No demores, tiene excelentes noticias.

Yo no podía disimular mi emoción, mi felicidad. Me acerqué a mi hermana y la abracé.

-Buscaré a Byron... Ah y antes que lo olvide-sólo entonces me dirigí a Darla.-Gracias por haber querido casarnos, al menos Mary Ann será feliz y te lo debo a ti, Darla.

Usaba ese tono, duro y directo, ella ya no podía tocarme.

-¡Corre, corre! ¡No hagas esperar a papá!

Besé la frente de mi hermana y salí del comedor en busca de mi futuro esposo.

- Pero... dije aturdida... yo intentaba entretener a Darla mientras mi hermana trataba de convencer a nuestro padre de que no la casara con... ni siquiera recordaba su nombre... pero venía tan feliz, tan contenta, que no podía entenderlo. Además sus palabras hacia nuestra madrastra habían sido osadas y directas, sin duda algo importante había pasado, ya que mi dulce hermanita no solía dirigirse así a Darla.

- Voy en seguida, no debo hacer esperar a mi padre. dije tras recibir un beso de mi hermana. Y salí casi corriendo en dirección al despacho de mi adorado padre.

Claire ve a Byron caminando por el jardín de su mansión. Tiene los brazos cruzados en su espalda y está fijándose en uno de los caballos. Uno negro muy lustroso. Aún no la ha visto, pero desde la distancia se lo nota tan tranquilo como siempre. De tanto en tanto acaricia al alazán, y lo peina con sus manos. Hay algunos criados alrededor cuidando del jardín pero él no les presta atención, pero no de la forma en que la madrastra de la joven lo haría, sino que simplemente deja que terminen su tarea sin inmiscuirse en la misma.

-Mary Anne, entra hija. Siéntate.

El padre de la joven le acerca una silla y luego le dice a Beth si podría ser amable de traer un poco más de té para ambos. Luego, toma asiento junto a la joven.

-Pequeña. Bien, te diré lo que le he dicho a tu hermana. Yo siempre quise lo mejor para vosotras, y si me equivoqué y sé que lo he hecho, fue solo porque pensaba que eso era lo mejor. Yo... - el hombre carraspea y aprovecha los momentos en que le sirven el té para tomar unos minutos de fuerza, luego, cuando Beth cierra la puerta del estudio sigue con su confesión.

-Es importante para mí la posición, sé que lo sabes. Sé que tú no piensas lo mismo, tú crees en el amor y esas cosas. Eres como tu hermana, vamos eres como tu madre también -el hombre mira entonces una pequeña pintura, un retrato que hay en la pared de una joven hermosa, de cabellos rubios y ojos verdes, muy parecida a Claire y Mary Anne; la mujer es su madre, Anastasia Hancock, y el cuadro la retrata cuando apenas tendría unos diecisiete años, un año antes de la boda con su padre.

-Sin embargo yo una vez pensé diferente... Y es hora de que sepas la verdad.

El padre de Mary Anne, le entrega una taza de té a su hija y prosigue, con mucha emoción en su voz.

-Tu madre era una chica pobre, no tenía un céntimo que valiera la pena. Mis padres se opusieron, estuvieron a punto de quitarme mi fortuna pero yo insistí porque ella era la mujer de mi vida. Tú sabes que unos meses después de que tuvo a tu hermanita falleció a causa de una enfermedad pero ella siempre fue la luz de mi vida. Cuando la perdí, tuve que criarlas solo y no es tarea de hombres. No sabía como hacerlo, las chaperonas fueron mi salvación. Luego vino Darla, y pensé que me había enamorado otra vez pero...

Toma las manos de la chica y baja la cabeza, luego de un momento la vuelve a mirar y dice:

-Pero tu madre fue la luz de mi vida y no tenía un céntimo. Y hoy te han decidido casar con un noble y yo voy a decir, hija... yo voy a decir lo que tú me pidas. Y también voy a dejar a tu madrastra, no la voy a dejar en la calle ni nada así, no soy tan cruel pero debes saber todo así que. Debes saber que pienso casarme en segundas nupcias con Louisa, la chaperona de Claire, la mujer con la que las críe y a la que realmente quiero. Y, que por cierto, tampoco tiene un centavo. Así que... jaja me he confesado, creo que es hora de que tú hagas lo mismo. Porque sé que Darla ha arreglado una doble boda y la parte de Claire será anulada ella se casará por amor. Como debe ser.

El hombre aprieta la mano de la joven un segundo y dice:

-Si no quieres casarte con ese chico Ben, dímelo y haré lo mismo. Lo único que deseo es volver a ver la luz en tus ojos. Nada que tú quieras sería malo para mí.

Y sonríe.

Me detuve unos instantes antes de llegar hasta donde estaba Byron, simplemente me quedé observándole, era tan guapo y parecía tan metido en sus asuntos que sentí cierta pena de robar su atención pero no pude evitarle por mucho tiempo más. Me acerqué hasta donde estaba y los sirvientes me miraron de reojo pero continuaron con sus tareas.

-Señor Byron...-sonreí con las mejillas enrojecidas, de hecho no podía dejar de sonreír.-Lamento mucho molestarle pero mi padre desea hablar con usted...

Mientras lo miraba a los ojos esperando su respuesta, no podía dejar de pensar en que quizás pronto seríamos marido y mujer y que las cosas cambiarían para bien o al menos eso esperaba.

- Padre... susurró sin poder articular ninguna palabra más, se tiró a sus brazos y lloró, dejó salir todo el sufrimiento que había llevado estos últimos días, toda la rabia y la pena, todos sus sentimientos salieron a flote con las lágrimas que recorrían su rostro.

Unos minutos después, seguía abrazada a su padre, que con lo ojos cerrados la acunaba como cuando era pequeña y volvía tras un disgusto o una caida.

Cuando minutos más tarde recobró el habla, sin apartarse dijo a su padre: Cuanto me alegro que por fin os hayáis dado cuenta que Darla no os merece. Espero que no monte en cólera y os haga daño al saberlo todo. No me importa lo que diga, sois un hombre bueno y maravilloso. En cuanto a mí... ahora si se apartó un poco para mirarle. Padre, creo que Ben sería un buen esposo, pero no le conozco demasiado, quizás debiera conocerle más antes de decidirme. Pero me gustaría intentarlo. se ruborizó un poco pero no bajó la mirada.