Partida Rol por web

Magnus, que se había enfocado principalmente en las necesidades espirituales de los habitantes de Untergard, se dió cuenta demasiado tarde que la gratitud duraba poco cuando el hambre atacaba. En un principio, como había sido antes, el iniciado de Ulric tenía pensado vivir de las ofrendas de los fieles, pero en los últimos dos días se vió obligado a ver por sí mismo, con poco éxito en cuanto a la comida, pero encontrando, al menos el primer día, un pequeño arroyo del que beber. Lo consideró un ayuno y le pidió a Ulric que llegaran a Middenheim sanos y salvos.

Notando la falta de "Nana" Moescher, Magnus siguió a la pequeña partida de búsqueda a paso lento, pues los días sin comer le estaban empezando a pasar factura.

Vigilantes. Habló con voz rasposa mientras entraba al claro apoyado en su báculo, con cierta dificultad. No creo que os de honor asesinar a una anciana desarmada cuyo valor y preocupación por los demás la ha llevado a abandonar la caravana, sola debo añadir, en busca de remedios para nuestros niños y heridos. En su lugar, os recomiendo marchar al sur*, pues por Ulric os juro, dijo, tomando con una mano el símbolo del lobo, que una gran manada de hombres bestia se acerca. Os pido en nombre de Ulric que nos dejéis ir en paz. 

El líder de los elfos baja el arco no muy convencido, sus compañeros hacen lo mismo, en cuanto escuchan lo referente a los hombres bestias, el jefe se sobresalta y sin mediar palabra se giran y se alejan de allí a paso apresurado.

-Muchas gracias por ayudarme, por un momento pensé que me matarían aquí mismo- dijo Nana agradecida. Le cuenta a Gruk que no ha encontrado agua, al ver las cantimploras que lleva, al igual que tampoco comida.

Durante la mañana siguiente no ocurre nada importante. El bosque es oscuro y opresivo, pero silencioso, como la calma que precede a la tempestad. A mediodía los exploradores regresan a la caravana con malas noticias. Más adelante, en un cruce, se hallan los restos de una emboscada y el camino está bloqueado con cadáveres. Habrá que despejarlo de cuerpos y de restos para que la comitiva pueda continuar su viaje.

El capitán Schiller ordena un alto para descansar mientras se apartan los obstáculos. Una docena de hombres capaces, varios vigilantes y vosotros sois enviados como avanzadilla. El padre Dietrich decide acompañaros para bendecir a los muertos, y Nana también va por si hubiese algún superviviente.

En el camino hay dos carros destrozados y quince cadáveres mutilados. No hay supervivientes.

Todos los muertos eran adultos: nueve hombres y seis mujeres. Aunque están ensangrentadas y ajadas, las vestiduras de dos de los hombres son de excelente calidad. Uno de los carros tiene puntado un emblema. La mayoría de los viajeros murieron a flechazos: de sus cuerpos sobresalen unas flechas rudimentarias con plumas negras.

Me acerco a los cadáveres, una vez cerca contemplo las atrocidades que se han llevado a cabo con ellos, se me revuelve el estómago y mi rostro cambia, por suerte mi máscara no permite a nadie ver mis verdaderas emociones, en un momento me quedo quieto, esos símbolos, esas flechas, ya las he visto antes, me quedo un momento pensando.

"esos símbolos, son de una familia noble imperial, pero cuál?"

El emblema parece un juego de balanzas, con un diseño de voluta debajo que reza "Delberz". Se trata de un símbolo habitual para los gremios de mercaderes. Delberz es un centro de comercio que se encuentra al oeste, en el río Delb.

Las flechas aunque te suenan no terminas de averiguar de qué

Se libraron de aquellos elfos, los cuales arrogantes como suelen ser los de su raza, dieron media vuelta y se marcharon con la rapidez con la que habían aparecido.

Volvieron a Grimminhagen y el júbilo de los niños fue recompensa suficiente por haberse sentido como una bestia a tiro de una flecha élfica.

Se arremolinaron junto al fuego, con hambre y sed, continuando el camino al día siguiente.

LLegaron a un punto del camino, con quince cadáveres bloqueando el camino, Lambert se acercó y miró las flechas con detenimiento, al igual que el escudo imperial.

- Que extraño...- el bretoniano no entendia este ataque, algo en su interior, le decía que no era fruto de las bestias del Caos.

- Se habrían comido los cuerpos- continuó intentando buscar alguna prueba al respecto.

También le llamó la atención los ropajes vistosos de dos de los muertos.

- Al parecer estos dos eran nobles o mercaderes adinerados- dijo pensando en voz en alta.

Magnus, horrorizado ante aquel dantesco espectáculo, no puede si no intentar reprimir las severas arcadas, lo cual logra con dificultad. Sin embargo, le toma varios minutos recomponerse, y cuando lo hace murmura plegarias a Ulric para bendecir a los muertos, igual que el Padre Dietrich (aunque éste rece a Sigmar).

— ¿Saben quién utiliza esa clase de plumas? —preguntó en voz alta tanto a "Nana" Moescher como al Padre Dietrich pues ambos eran, en su opinión, bastante sabios y conocedores de los peligros del Drakwald.

— ¿Saben quién utiliza esa clase de plumas? —preguntó en voz alta tanto a "Nana" Moescher como al Padre Dietrich pues ambos eran, en su opinión, bastante sabios y conocedores de los peligros del Drakwald.

El padre Dietrich niega, Nana parece observarlas mejor

-Son flechas de goblins- anuncia la anciana- Drakwald es el hogar de varias tribus de pieles verdes

Al terminar de mirar el lugar de la emboscada, veis que la carretera principal ha sido muy transitada, pero la otra bifurcación de la encrucijada es un estrecho tramo salvaje y cubierto de vegetación. Hay un cuervo posado sobre una gastada señal que apunta camino arriba. Nana Moescher atiende al pájaro, y luego se para en seco. Lee varias veces la señal, y empieza a hablar, más para sí misma que para nadie más.

-Fahndorf... Mi familia es de allí- baja la vista hacia el suelo y sacude la cabeza- Mi padre murió allí

-Son flechas de goblins- anuncia la anciana- Drakwald es el hogar de varias tribus de pieles verdes

- ¿Goblins?¿Hombres Bestia? ¿Elfos?, no hay nada bueno en este puñetero bosque- lanzó un gruñido Lambert mientras pensaba hacía donde irían ahora.

La vieja Nana miraba uno de los caminos en que se dividía el sendero, su aldea estaba al otro lado.

Nervioso por el ataque a la carreta, el bretoniano miraba entre el bosque y veía como si algo estuviera controlando sus movimientos, no tenían comida ni agua y así no llegaría muy lejos. Se dirigió hacia el capitán Schiller.

- Voy a buscar comida o agua para todos, será una búsqueda rápida, ¿cuento con su permiso capitán?-dijo Lambert al hombre que dirigía la expedición.

El ogro se acercó a los restos, ojo avizor, buscando algo que comer o beber. Sus compañeros se andaban fijando que si las flechas que si los emblemas como si sirviera para algo. Si no están aquí, para que preocuparse , y si están, pues un buen golpe en la cabeza y a otra cosa mariposa.

Las instrucciones eran claras, despejar el camino, así que eso hace el ogro, empieza a coger cadáveres y los deposita a un lado del camino, amontonándolos formando una pila.

Tirada de supervivencia

Lambert había ido a buscar algo de comida y de agua, pero había vuelto con las manos vacías, no había encontrado nada que pudiera servir para mitigar el hambre. 

Al volver ve como los hombres, incluido Gruk, comienzan a despejar el camino. Conforme los trabajadores van apartando los cadáveres a un lado del camino, el padre Dietrich los va bendiciendo uno a uno. De improvisto, oís al sacerdote gritar alarmado, para luego desaparecer de la vista. Escucháis un fuerte golpe y un grito de dolor.

Varias estacas de madera han atravesado al padre Dietrich, y el fondo del pozo empieza a llenarse lentamente de sangre. Milagrosamente, aún vive. Alza la mirada hacia vosotros y os saluda con un ensangrentado puño.

-Muero con una reliquia del santo Sigmar apretada en mi mano. Al menos puedo estar agradecido por ello. Pero no dejéis este icono sagrado en este horrible lugar. Lleváoslo de aquí y entregadlo en el templo de Sigmar, en Middenheim. ¡Juradme que lo haréis!

Al volver, sin suerte, de aquel bosque donde nada bueno crecía. Lamentándose por su inutilidad, el bretoniano llegó a grandes zancadas donde estaban sus compañeros.

Vió como los miembros de la expedición estaban separando los cadáveres y uno a uno, fueron siendo bendecidos por el padre Dietrich. Lambert mostró sus respetos quitándose el gorro de cuero y pidió que esos pobres desgraciados encontraran consuelo en el más allá, lejos de la violencia de este mundo.

Mientras estuvo quitando unos restos de la carreta que quedaban, se oyó un grito proveniente de un pozo, el sacerdote de Sigmar se había caido, famélico como estaba, sin esperanza en el fondo de un pozo lleno de estacas.

Sosteniendo algo en la mano gritaba con sus últimas fuerzas.

-Muero con una reliquia del santo Sigmar apretada en mi mano. Al menos puedo estar agradecido por ello. Pero no dejéis este icono sagrado en este horrible lugar. Lleváoslo de aquí y entregadlo en el templo de Sigmar, en Middenheim. ¡Juradme que lo haréis!

- ¿Pero...que ha pasado? ¿De donde ha salido ese pozo? ¿Hay más escondidos por aqui? Rápido, traed una cuerda y ayudadme, voy a subir al padre. Con suerte Nanna podrá curar sus heridas. ¡¡Vamos, Vamos!!- empezó a lanzar órdenes Lambert mientras buscaba él una cuerda.

-Sea como sea, y aunque no creo que Sigmar considere a un mártir a una persona como el Padre Dietrich, no merece morir así, el ayudó a los más débiles y merece que le ayudemos ahora, al menos a no morir agonizando.- pensó el bretoniano mientras clavaba en el suelo un palo que sirviera de soporte para iniciar el descenso con la cuerda.

-No hay nada que se pueda hacer por él...-dice Nana resignada

-Por favor... prometedme que lo llevaréis...- suplica el padre Dietrich con sus últimos alientos mientras toce sangre- Prometedmelo...

Un silencio sepulcral se crea cuando el padre muere, Nana coge la reliquia y se la da a Lambert. 

-Echad arena, no hay tiempo que perder, ese foso será su tumba- dice con pesar el capitan Schiller- Que quede bien enterrado, que las alimañas no puedan cogerlo, se merece un buen descanso... Lo siento padre, no podemos entretenernos, pero sé que lo entiende

Los aldeanos comienzan a enterrar al padre y a prepararse para proseguir el camino

— Profesas la fe de Sigmar, pero éste, a su vez, adoraba a Ulric, y eso nos hace hermanos en la creencia, si bien muy distantes. Te bendigo en nombre de Ulric, Dietrich, sacerdote de Sigmar. Estoy seguro de que te recibirán con honores —dijo Magnus, en voz alta—. No mereces morir de esta manera, pero como dices, al menos lo haces con una reliquia en tus manos —concluyó, solemne.

Tan pronto los aldeanos, y él mismo, terminaron de echar tierra en el foso, Magnus dirigió un pequeño rito fúnebre en honor al Padre Dietrich. Poco después se acercó a Lambert. Su rostro permanecía impasible, pero el brillo de sus ojos era, cuando menos, un poco alarmante.

— Con todo respeto, patrullero, pero creo que una reliquia de Sigmar está mejor en las manos de alguien que profesa la fe del Imperio y no de alguien que sigue a la Dama del Lago —le dijo, extendiendo una mano instantes después, su mirada clavada en el rostro del bretoniano. Extrañamente, Magnus sujetaba fuertemente su báculo, tan fuerte que el color había desaparecido de sus nudillos.

Con todo respeto, patrullero, pero creo que una reliquia de Sigmar está mejor en las manos de alguien que profesa la fe del Imperio y no de alguien que sigue a la Dama del Lago

Lambert no pudo más que asombrarse por la reacción de Magnus.

- ¿Qué más dará quién la lleve al templo? ¿Por qué de repente tiene tanto valor para este tipo? ¿Tendrá algún valor oculto esta reliquia?- una batería de preguntas le venía a la mente mientras la sostenia en su mano derecha.

Aunque lo que más le llamó la atención fue que nombrara a la Dama del Lago, él no se consideraba un tipo creyente, pero por respeto a sus padres siempre creyó en las leyendas alrededor de la Dama, volver a oir hablar de ella, en mitad de aquel bosque, tan lejos de casa, no hizo más que pensara en si algún día podría volver de nuevo a su Aquitaine.

Orgulloso de sus raíces, decidió plantar cara a aquel tipo.

- No os daré la reliquia y os diré el porqué...- dijo mientras se la guardaba en una de sus faltriqueras y volvia la mirada a Magnus.

- No me gusta vuestra mirada y vuestros aires de superioridad moral, siempre dando consejos y decidiendo por los demás. No sóis más que el más humilde de los miembros de esta expedición, no lo olvidéis- dijo mientras le mostraba una sonrisa a la que faltaba algún diente.

- Además, no estoy seguro de que hagáis cumplir el último deseo de llevar la reliquia al templo de Sigmar en Middenheim, bien es conocida la rivalidad entre los dos cultos aqui en el Norte del Imperio. Yo haré cumplir el último deseo del padre Dietrich, lo juro por mi honor. Respeto que seáis un hombre de fé, pero me fio de vos lo mismo que de una rata callejera.

La única manera de que tengáis la reliquia es que sea el mismo Capitán Schiller quién desee que la portéis y así me lo haga saber o podemos hacer otra cosa...-Lambert movió los hombros hacia adelante calentándolos.

- Podéis demostrarme que sóis digno de ella...- el bretoniano puso la mano en la espada y cogió el escudo del suelo.

Sin mediar palabra, el iniciado esgrimió su bastón con ambas manos y lanzó un fortísimo golpe al bretoniano.