Partida Rol por web

Ungrim ve aparecer al resto del pueblo.

Vaya, ¿donde se habrán metido durante el peligro?

Cuando el capitán les ofrece los servicios de la curandera Ungrim se adelanta y con una leve inclinación de cabeza se acerca a la anciana.

- Muchas gracias, realmente la pelea ha sido dura. Mi cuerpo está herido y mis músculos doloridos del esfuerzo.

Al instante aparecen los guardias de la puerta diciendo que también habían sufrido un asalto importante.

Por lo menos la cobardía de los guardias ha servido para no caer en la trampa del enemigo - piensa Ungrim

- Rifle largo de hochland....ataque de distracción para poder pillarnos desprevenidos....creo que esto era un plan demasiado elaborado para venir de unos tristes mutantes corrompidos por los poderes del Caos. Quizás alguno de los caudillos del Caos no haya abandonado todavía el campo de batalla.

La espada cercenó limpiamente el cuello del mutante. Ionor se apresuró a correr hacia el puente, pero cuando quiso llegar la pelea ya había acabado.

Cita:

Y nosotros heridos porque no había más que un parde arqueros para defender el puente. Con una fuerza mediocre, o siquiera diez enemigos, no habríamos podido hacer nada.

Cita:

Al menos sirven de algo. Rechazar un ataque frontal es relativamente sencillo, pero estos no son guerreros de verdad, sino campesinos reconvertidos.

-Deberíamos hacer una expedición de exploración a la zona de bosque más inmediata del pueblo. Así podríamos ver cómo están las cosas y anticipar sus movimientos.

Por fin todo termina. Cahir, sintiendose exhausto, manchado de sangre como si se hubiera vañado en ella, y con los músculos agarrotados, cae hincando una rodilla al suelo. Aún siente el lacerante corte en su espalda y el mástil de la flecha sobresaliendo desde atrás. Al menos puede caminar, mover los brazos... Ayudado por un hombre del pueblo, se apoya y se acerca al capitán.

 - Bueno Capitán... el enano tiene razón. Son buenos luchadores estos barbudos y tienen la mente clara... Tiene razón. Esto parece un complicado plan... demasiado complicado para los caracerdo. - Cahir no quería agradecimientos. Era un vigilante. Era para lo que vivía. Pero agradecería que le sacaran la flecha antes de que eche raices.

 Cuando se acerca a la mujer, ayudado por el mismo pueblerino, la ve. Allí estaba ella. Estirada y bella. Con el porte noble de todos los elfos que hace que el más pordiosero sea comparado con un rico aristócrata humanos. Elfos...

 - ¡Tu! ¡Ladina.... comedora de hojas! ¡La flecha que llevo en la espalda tiene tu firma! - La vió despues de disparar, como dejaba el arco y como cogía la espada para cargar. - Tu y los de tu raza... no sabéis ya qué hacer para acabar con nosotros, ¿verdad?... Ataques a traición.... típico.... no se de qué me sorprende.... - Iba murmurando el joven, conducido a donde quisiera que le llevaban para curarle. Al menos, agradecía a Sigmar y a los demás divinos, podía andar y no había perdido la conciencia.

Mientras conversáis un grito se oye un grito procedente de las puertas. Temiendo otro ataque, varios pueblerinos cogen armas improvisadas y herramientas del pueblo, incluso algunos con armas echas para la guerra. Miran alrededor, pero parece ser un hombre procedente del bosque. Le sigue un maltrecho grupo de personas, con miedo en sus miradas y sus pocas pertenencias a sus espaldas.

Ionor se acercó al humano con la espada en ristre, preparada para defenderse en caso de ataque.

-¿Resulta que vos nunca errais? Sinceramente, lo siento por heriros, pero no fue mi culpa. Un choque desvió mi flecha. Os fui a ayudar, pero parecía ser que no necesitabais más ayuda que la de vuestra arma. Lo siento. Intentaré compensaros por el daño causado, humano. Me llamo Ionor, de la casa de Nereth.

Guardó la espada y siguió al joven que había herido, dispuesta a limpiar con humillación la herida que le había inflingido.

- Espero que la proxima vez apunteis bien... a los enemigos me refiero... no a un sitio vital. - Replica a la elfa, a la que no ve con mal fondo. Puede que si le demuestra ese buen fondo, que está de su lado y que no es una adoradora de Slanesh con ojos rasgados, puede que le de una oportunidad para confiar en ella. Pero ahora... tratará de no darle la espalda. - Y yo me llamo Cahir, a secas, de la casa de mi padre y de mi madre. Oh... no pongas esa cara. Demuestra que eres digna de confianza, y limpiame la herida... no es común ver a un tio luchando, hablando, o paseando por el bosque con una flecha en la espalda.

 Entonces escuchó el grito, y sin saber de lo que se trataba maldijo. No podria defenderse como antes... con una flecha en la espalda. Cahir rezaba a Sigmar y a todos los dioses conocidos para que eso no se infectara. Para que al menos se la quitaran y le cerraran la herida.

 - No puede ser verdad... otra vez no... - ¿Es que no les darían un respiro?

No hago caso a la elfa, que sabra esta raza extraña del honor, reconozco que tienen una atracción importante por la naturaleza y eso me gusta, pero no se porque esta, creo que chica se esta metiendo en estos lios y que rayos hace aqui.

No me gusta mucho la idea de quedarme quieto, y dar una vuelta por los alrededores tampoco la desecharia, si veo un camino libre quizas podria partir y seguir mi camino, esta gente necesita ayuda y viveres, pero nada de esto puedo proporcionarles yo.

-Me parece buena idea, ir a reconocer la zona, quizas encontremos al tirador, o ha posibles atacantes, asi podremos alertar al pueblo y que cada uno siga su camino, por cierto me llamo Weber, Weber von Liberman -digo mientras miro al enano.

Mirando al capitán : -quizas tenga una soldada mas que poder pagar para un nuevo hombre, estoy recien llegado de un largo viaje y no me importaria quedarme unos días por la zona- espero la respuestas de los dos, darme una vuelta por el pueblo cobrando no es lo mismo que hacerlo gratis, ademas no se que voy a comer hoy y ya me suenan las tripas.

El capitán hace caso omiso y se dirige a la entrada a recibir a Hans junto con varios aldeanos, escucháis rumores y gente hablando entre ellas, parece ser que Hans es un leñador local que llevaba una semana desaparecido y se temía que hubiera muerto.

Los humanos que acaban de llegar van entrando poco a poco dentro del pueblo a un lado el capitán Schiller, Nana un hombre de edad con vestimenta de sacerdote y vosotros cerca de ahí, escucháis el relato del leñador.

-He estado explorando el campo y recogiendo rezagados. Éstos que vienen conmigo, señala a los hombres y mujeres que van entrando al pueblo, son supervivientes. Los encontré vagando por el bosque. Proceden de aldeas de todo Middenland. Mientras los traía de vuelta, halle un rastro reciente de hombres bestia al sur de aquí. Parece que una manada de mas de doscientos efectivos se dirige hacia Untergard. Me he apresurado a regresar para avisaros. Por supuesto, acatare las ordenes del capitán Schiller, pero a mi parecer, deberíamos abandonar Untergard antes de que lleguen los hombres bestia. No se si podríamos combatirles y no recibiremos ayuda a tiempo. Hace seis días estuve en grimminhagen, y esta hecha pedazos. No podemos contar con su ayuda. Era de esperar, ¿no?. También he de informar de que mientras Grimminhagen estaba siendo saqueada, el Graf Elster Sternhauer se escondió en su fortaleza y sobrevivió. Al mencionar al Graf, la multitud comienza a abuchear. Hasta la amable Nana Moescher frunce el ceño.

Al finalizar el relato, empieza una acalorada discusión, por una parte Hans defiende la opción de marcharse del pueblo y buscar un lugar seguro, por otro lado quien se hace conocer como el padre Dietrich, defiende la idea de quedarse y luchar.

-Dicen que en el medio está la virtud, ¿no? La mejor idea es que los inútiles para la lucha y las mujeres y niños se vayan del pueblo, mientras los demás lo protegemos. Pero yo sólo soy una forastera, ni siquiera de vuestra raza, asi que supongo que por ello mi opinión será desechada. ¿Vamos a que te cure, Cahir?

La elfa miraba con cara de desafío a la mayoría de humanos allí reunidos. Prácticamente ninguno le inspiraba confianza después de lo de los hombres bestias, por mucho que hubiesen defendido la puerta principal. Era su trabajo y su pueblo, no tienen derecho a quejarse.

Ungrim después de escuchar a los humanos del poblado y a la elfa asiente ante la opinión de la elfa de que ellos como extranjeros no tienen voz ni voto en la decisión y tan sólo comenta:

- Si en verdad son más de dos centenares de hombres bestia no hay mucho que discutir, quedarse sería firmar la sentencia de muerte, es lo malo de vivir en la superficie no puedes cerrar las puertas y atrincherarte en las cuevas. Creo que deberéis abandonar Untergard y dirigiros a Middenheim, sus murallas parecen fuertes y resistirán de nuevo las oleadas del Caos.

Ungrim espera a que la anciana le cure las heridas y después se comienza a preparar para la marcha.

Desgraciadamente mi camino va en dirección contraria, no es mi guerra y ya me he probado a mi mismo que es lo que necesitaba para tener el coraje suficiente de entrar en la orden de los rompehierros.

- Caballeros... Con todos mis respetos, y no quiero blasfemar, pero lo que decís, Padre, es una soberana estupidez. Contad vos mismo. ¿Cuántos hombres son inútiles para blandir un arma? ¿Cuántos hombres nos quedaríamos a luchar? No llegaríamos ni a la media centena... ¿Luchar contra doscientos o más hombres bestia? - Cahir negaba. - No seríamos ni siquiera una molestia para ellos. Y a no ser que Sigmar baje de sus cielos y nos libre de las bestias a martillazos.... estamos condenados a morir por nada.

 En parte, era cierto, allí estaban los hogares de las personas. Los campos...

 - Padre, si me permites opinar. Son más importantes las vidas de estas gentes que sus hogares. Los campos YA están destruidos... y las casas pueden reconstruirse. Pero una familia perdida no puede recuperarse. Yo estoy con Ungrim... dirijamonos a Middenheim. Y si queremos joder a esas bestias alistemonos en sus milicias... Pero si nos quedamos aqui... no aguantaremos ni el tiempo en que tarda el gallo en cantar. Ahora... si Ionor... sácame ya la maldita flecha... No quiero tenerla ahí toda la vida.

Veo como todos los caminantes con mas experiencia seguro que simples pueblerinos, empiezan ha parlotear dando sus ideas, no es que no estubiera deacuerdo con esas ideas, es que dejar a su suerte a tanta gente, me parecia increiblemente cobarda incluso para mi. Pero cada uno elige sus batallas y yo no iba a reprochar a ninguno eso, empece a mirar al rededor, buscando al Capitán.

-No se lo que tiene previsto el Capitán, pero por mi parte esperare a escuchar su veredicto antes de salir corriendo como una liebre, el miedo es un mal compañero de camino y la paciencia y el buen juicio, me han permitido salvar la vida mas de una vez en mi carrera como mercenario. - me quedo mirando a los pobres refugiados parecen exautos, quizas alguno tenga algo que decir ademas quizas en el peor de los casos alguno venga de  mi propio pueblo, empiezo ha examinar los cansados rostros.

Weber no reconoce a nadie, aunque son bastantes refugiados, pueden venir de cualquier parte.

He escuchado a ambas partes, mientras deja aire lentamente, notablemente cansado. Y ahora, como líder legitimo de Untergard, debo tomar una decisión. Por mas que me duela decirlo, estoy de acuerdo con los extranjeros en que no tenemos esperanza alguna de resistir a los hombres bestia. Mañana con las primeras luces del alba, nos dirigiremos al norte, hacia Middenheim. Sabemos que el conde Todbringer esta allí, y dentro de los muros estaremos a salvo. Y con la ayuda del conde, regresaremos aquí y terminaremos de reconstruir nuestro hogares. Untergard resurgirá de nuevo! Ahora, disfrutemos de la recompensa del conde; después nos dispondremos a partir.
Tenemos mucho que hacer antes de que salga el sol.

-Sabias palabras ...- digo entre un mar de refugiados, en parte me alegro de no conocer a ninguno, pero las palabras del capitan me han echo habrir los ojos, siempre se puede volver a retomar un pueblo, pero si no tienes hombres con lo que retomar nada, es una tonteria, solo espero que las horas que esta dando no sean excesivas, aunque reconozco que caminar en medio de la noche tampoco es un buen plan.

Con todo esto mi largo camino y la defensa del pueblo que no me tocaba, me dirijo hacia alguna de los multiples fuegos, para sentarme y quizas dormir un poco, no se sabe lo que deparara la noche y menos el siguiente día.

Ungrim termina de recoger sus escasas pertenencias y se sienta a tomar algo de pan y si es posible algo caliente mientras espera su turno en la curandera, parece que hay un humano más grave con una flecha élfica clavada en la espalda, que seguro que tiene alguna explicación pero Ungrim no alcanza a comprenderla. Tiene que reponer fuerzas para el camino de vuelta, sin duda no será un camino agradable en tiempos de guerra, pero ya añora su casa y a su familia.

Esta gente tiene coraje, no creo que les sea fácil abandonar sus tierras más después de haber perdido a muchos de los suyos defendiéndolas, pero ahora mismo no les queda otra opción. Aplaudo la resolución de su líder, no es un tarea fácil ni una decisión que se pueda tomar a la ligera, pero creo sinceramente que es lo correcto.

Cuando la decisión del Capitán esta tomada, la mujer de edad avanzada dada a conocer como Nana, se acerca uno a uno a vosotros. Con diferentes palabras a cada uno os invita a enseñarle las herias sufridas para poner remedio a ellas.

Cahir no tiene que esforzarse mucho para mostrar la saeta que le sale de la espalda. Le señala la espalda a Nanna, donde se nota la flecha y el manchón de sangre en la ropa.

-Cahir, sería mejor que acompañaras a la anciana a que te cure. Es más seguro que dejarlo en mis manos. Están hechas para matar, no para curar. Sin embargo, serviré en todo lo posible para ayudar a tu recuperación.

Se giró de nuevo hacia el viejo capitán, dispuesta a ayudar con los planes de evacuación del pueblo.

-Lo que me ha traido aquí son las ganas de eliminar la amenaza mutante de todas estas tierras. Pero estoy de acuerdo con partir hacia Middenheim. Aunque hay un problema. Esta caravana será demasiado lenta para huir, por lo que las bestias nos darán caza sin mucha dificultad. Sería más útil un reténd e hombres protegiendo la retirada. Más que sepan que van a ser prácticamente sacrificados por el bien del pueblo.

 - Jajaja no te lo tomes tan a pecho Ionor... - Dijo más tranquilo Cahir. - Sólo deja que la proxima vez que entablemos combate juntos.... te corte la mano.... una cosa por otra. - Pero el joven sonrió. - No me hagas caso, es broma. Capitán... antes de que Nanna me saque esto... quiero decir... Y si en vez de un retén, ¿dividís los hombres en dos grupos? Podemos hacer dos cosas: O usamos un grupo para que retenga a las bestias, cosa que veo improbable... o utilizamos a unos cuantos rastreadores y hombres para oculten el rastro... pueden dirigirse a otra dirección, llevarse un carro para dibujer un rastro erróneo y borrar el suyo... también sería conveniente usar un hombre de avanzadilla. No para que luche, sino para que os avise por si hubiera grupos de bestias por delante de vosotros... - Tras eso el joven se volvió hacia Nanna. - Nanna... cuando quieras... algo me dice que no será el último remiendo que me hagas. - Dijo el joven, como siempre, tomandose todo con filosofía y estoicismo.