Partida Rol por web

Rodrigo escuchó en silencio, quería saber la información de los demás para luego intentar hilar con la suya, aunque esto no fuese su fuerte precisamente. Juntando todo lo que se había dicho, Rodrigo repasó lo acontecido en la taberna y se dispuso a hablar aclarándose la voz:

-No me miréis así Don Iñigo, lo de las afueras de la taberna no fue provocado queriendo. Veréis, fui a la taberna a contar unas cuantas historias sobre las luchas con el moro al sur, en las cuales tuve gran éxito - dice el mercenario orgulleciéndose - e invitando a unos cuantos vinos a los que por allí estaban, de esto puede daros fé el señor Pietro, que se retiró justo cuando estaba invitando a vinos - Rodrigo sacudió la cabeza para centrarse en el tema y no irse por las ramas-. El caso, que estuve intentando indagar un poco sobre lo que pasaba en el pueblo, pero nadie contestaba, y en ese momento, me dí cuenta de la presencia de un soldado que se retiró sospechosamente cuando advertí su presencia.al retirarse el soldado, invité a unas cuantas rondas más, y ya con la gente algo borracha intenté sonsacarles algo de información. Un campesino y la camarera intentaron hablar, pero al primero lo cortaron sus compañeros y a la segunda su padre, el tabernero...y de una forma muy educada me echaron de la taberna. Cabreado por no conseguir nada, decidí volver junto a vos, Don Íñigo, y fue cuando tres rufianes me asaltaron y me dijeron que iba a pagar con mi vida por querer saber tanto, y bueno no me quedó otra que defenderme... fue justo entonces cuando me encontrasteis.

Todo aquel proceder de los soldados, que los trataron como simples ladrones intentando quitarle el dinero a alguien armado...me parece muy raro... puede que la propia guardia esté implicada en este asunto - dice mirando de reojo a Pietro- no os aconsejo salir con su compañía.

Quizá podríais reclutar a la hija del posadero como sirviente en castillo. Fuera de las reprimendas de su padre quizá pueda hablarnos de lo que pasa. Me iba a contar lo que pasaba...hasta que su padre la interrumpió y la metió en la cocina.

Cuanto más escucho más jodido me parece todo. Vine hasta aquí desde Xátiva únicamente para saber de los míos, no para salvar la villa de negros maleficios. Debí prever que mis raíces cavarían mi propia tumba, pero ya no hay marcha atrás: si fuera por mi padre y hermanos ya estaría lejos de aquí, mas no puedo dejar atrás a mi madre sabiendo que puedo sacarla o darla digna sepultura, fuera de este suelo podrido.

—Bien, cada uno ha dejado claro sus quehaceres —digo aliviado al entender que la visita a la laguna se pospondrá—. Si mi señor admite mis consejos, pienso que si el médico tiene que ir a la parroquia de nuevo que lo haga con Helena, que parece congeniar con el sobrino y además es buena protección. El resto podemos acompañar a Don Íñigo en su visita al médico local. Quizás después, yo mismo podría tratar de sonsacar algo a la hija del tabernero con más disimulo que el soldado.

No me interesa volver a la iglesia, pues de allí poco se puede sacar ya. Para mi bien, seguro que ni Pietro ni Helena ponen pegas en ir juntos —con tantos gestos y conversaciones privadas es evidente que el médico anda detrás de la mujer—, y de esta forma puedo yo quedarme entre el hombre de palabras y el hombre de armas.

Me percaté en seguida de la mirada de Pietro y asentí en cuanto lo hizo, pues no necesité más palabras para saber lo que me estaba queriendo decir.

Tras las palabras de Martín ya parecía estar todo dicho, así que no había más que añadir al tema, a parte de que todos tuviéramos cuidado, pero después de lo que ya nos había pasado, tampoco creía que hiciera falta recordárselo a nadie.

- Por mí no hay problema. Acompañaré a Pietro y luego me iré a cenar con el "tonto del higo " ese a ver que consigo sacar. Mañana por la mañana nos ponemos al corriente de todo y a ver si sacamos algo en claro que no sea sólo tema de brujas.

Yo tenía que hacer un par de cosas además de aquella, pero nada que fuera a influir en la misión, por lo que no había drama.

Cuando Elena dijo algo así un gran alivio me inundó. Era más que bueno para mí, sumamente necesario el que lo hiciera.

-De acuerdo, gracias señorita Elena -le dije. Ya por nuestra parte, la de Elena y yo, teníamos una idea de qué íbamos a hacer. 

Rodrigo escuchó las propuestas de sus compañeros, realmente le daba igual una cosa que otra, mientras supusiese hacer algo. No le gustaba el estar parado con todo el pueblo acechando, había que empezar a hacer algo, y ya.

-Me parece bien alguacil. Vamos entonces a ver al médico señor Íñigo?

Tras meditar un poco las opciones (que tampoco eran muchas), y con lo poco que sabemos, digo al fin— Sí, así se hará. Vosotros iréis a ver al sobrino del párroco, y nosotros iremos a ver al médico. Sobretodo —y al decir esto me refiero a Elena y Pietro— procurad enteraros de todo lo que podáis. Aunque sea, de dónde están los restos de la antigua señora del lugar...

Tras esto, creo que podemos dar por concluída la improvisada reunión, así que digo— Muy bien. Si tenéis algo que hacer —esta vez, me refiero a los hombres de armas— hacedlo. Cuando estéis listos, venid a verme, e iremos a hablar con ese médico.

—Si no nos vemos antes —digo ante la pronta separación del grupo— nos veremos en el palacio. Si pasa la hora de la cena y no nos hemos visto, iremos a buscar al grupo que falta.

Dicho esto, sólo me queda añadir, para despedir a Elena y Pietro— Id con Dios. Nos veremos tras la cena para saber que hemos averiguado.

Tras las palabras de despedida, hago una reverencia, para después encaminarme con Rodrigo y Martín a casa del médico.

—Veamos que puede contarnos alguien que no está tan sumido en las supersticiones como el resto del lugar... O al menos, eso espero.

Llegamos a la taberna, que es el punto de separación del grupo. El señor Hidalgo nos desea que estemos bien y respondo su saludo con una breve reverencia también.

-Gracias, haremos las cosas de forma prudente.

Le contesto y me quedo junto a Elena esperando seguir camino.

Yo en mi línea hice un gesto con la cabeza en respuesta a las palabras que iban dirigidas a nosotras y luego, sin pensármelo demasiado, me puse a caminar tras Pietro, pero de manera pensativa, como si esperara juntar las piezas de algún puzzle cuando aún me faltaban todas las que debían ir en el medio de éstas.

- Ese maldito cura puede decir lo que quiera! Seguro que tiene tanta culpa como la que se convirtió en bruja o lo que fuera...

Mucho iban a tener que cambiar las cosas para que alguien me hiciera pensar otra cosa, pues a testaruda no era fácil ganarme, pero con la poca información que teníamos, tampoco podía ir y cargarme al cura sin más.

- Aquí la gente está medio zumbada y seguro que luego intentan colgarme a mí si lo hago...

Me despido con un gesto de cabeza de los dos que se separan y continuo tranquilo por el camino que nos toca. La buena comida y el vino me han dejado con modorra en el cuerpo y si no fuera por el frío que me despeja, andaría medio dormido.

—Espero que el médico sea de lengua rápida —digo a mis compañeros mientras caminamos—. Ya estoy cansado de que unos y otros nos gasten el tiempo mareándonos…

Tras la explicación de Martín, lo entendí todo. Por tanto, no tenía pensado ir a hablar con el doctor, pero ya que a Pietro parecía hacerle ilusión, y ya que estábamos aquí— Muy bien. De todas formas, ya que Pietro quiere tener unas palabras con el médico, hablaré con él otra vez. Después, haremos todo lo que dije antes.

Rodrigo se maldice para si.

-Bueno Pietro, a eso es a lo que me refería, deberías habernos contado lo de la hechicería a nosotros. En cuanto a usted doctor, si Iñigo me lo permite, le avisaré de que rufianes del pueblo lo andan rondando, tenga cuidado. Y ya que estamos, usted parece de las pocas personas coherentes de la villa: podría decirnos que coño está pasando en este pueblo, aparte de lo obvio de que hay una plaga. Es decir, por que han intentado matar a alguno de nosotros, de qué tiene miedo a hablar la gente...esas cosas. Queremos ayudar, pero no nos lo ponen fácil

Rodrigo estaba bastantte asustado por todo este embrollo, pero no iba dejar que se le notase. En cierta manera también estaba emocionado, hacía tiempo que había vuelto ya de luchar contra el moro en el sur y echaba de menos una "zona de guerra", y esto es lo más parecido desde hacía mucho tiempo. Además, se había tornado un asunto personal desde que lo intentaron matar sin razón aparente y luego se pusieron a seguirlo, o a seguirlos.

-Señor Íñigo, lo que usted mande- se limitó a decir el mercenario, esperando que se tomase una decisión, no le gustaba estar parado.

Roderigo entra en la casa, pero al ver como esta todo, junto con el olor y la visión del hombre no puede evitar sentir como su estómago quiere salirle del cuerpo y el peligro del contagio. Llevándose una mano a la cara para tapar boca y nariz, ya dándose media vuelta para salir de la casa, dice:

-Señor Íñigo, si me disculpa, montaré guardia fuera.

Roderigó asintió agradeciendo el gesto al noble, no obstante lo que decía era cierto así que simplemente arrimaría un poco la puerta para que el aire se colase dentro y poder asomar un ojo y ver lo que pasaba fuera, sin dejarse ver.

La mujer parece recapacitar después de que ve entrar a sus niños. Toma el saco de monedas del Hidalgo y se pone a tirar las cosas afectadas al fuego.

Entre tanto veo cómo afuera, Rodrigo está ensarzándose o a punto de hacerlo, en combate con unos tipos, y por suerte veo venir a Elena, aunque por sus ropas, también ha participado de un combate.

"Maldición, los problemas siguen a la orden del día".

Sé que no sirvo en batalla, así que ayudo a la mujer a arrojar más cosas al fuego mientras no quito los ojos de la puerta abierta. Si mis compañeros no pueden con esos bandidos, siempre puedo coger algún palo o parte de mueble, prenderlo fuego y ayudar de alguna forma en la pelea.

"Espero que no llegue a eso, ¿Dios mío, cuánto vamos a tener que sufrir para sobrevivir a este poblado loco?".

Aquel día parecía que mi entretenimiento habitual sería liarme a hachazos con la gente y ya había despachado a tres cabrones hacía un rato, por lo que entrar en otra pelea casi era hasta lo más animado desde ese preciso momento, porque me había aburrido como una ostra esperando a ver lo que habían montado.

Miré a Rodrigo con una sonrisa alegre de llegar justo para la gresca y luego me puse en posición para pelear, al primero que se acercara le llovería un hachazo.

- Mirad los perros que nos manda el capitán de la guardia del noble. Qué buen obsequio y qué poco se molesta en que no le vean... - Esperaba que les pusiera un poco nerviosos el hecho de que supiera eso. - Por mi cabeza daban un buen dinero ¿ no? Ven y acércate a ver qué consigues antes si mi cabeza o dejar de respirar!

Arrugué la nariz ante la situación, aunque sólo por un instante. Parecía que Elena había vuelto, pero ya habría tiempo de las explicaciones después, tanto de dónde había estado como de cómo decía eso, que, por otro lado; no me extrañaba en absoluto.

Sin mediar palabra, y con mi espada preparada, salgo de la puerta, a la espera de que uno de esos perros venga a por mí. Espero que mi guardaespaldas demuestre que se gana su sueldo, y que no sólo le pago para escuchar sus bravuconerías.

Parecía que al final, tenía razón, y que habían visto dónde estabamos.

El momento del conflicto directo llega sin remedio, más pronto de lo que esperaba, seguramente fruto de nuestras investigaciones cada vez más cercanas. Debemos de estar a punto de dar en la diana y la guardia ya no se anda con miramientos. Puede que con solo algún detalle más  todo se precipite de manera reveladora.  Si sobrevivimos para conseguirlo, claro.

Ante el panorama, permanezco junto al noble en posición defensiva y rezando, sin mucha esperanza,  para que la pareja de mercenarios pueda destrozarles sin que yo tenga que verme envuelto. En cualquier caso lucharé si es necesario, pero soy muy consciente de mi mediocridad en el combate —en comparación con esos dos— y mi fuerte apego a la vida, así que quiero que primeramente se enfrasquen y después aprovechar yo una situación ventajosa por sus flancos o espaldas.