Partida Rol por web

[Adeptus Astartes] El Camino del Emperador

Historias Pasadas

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12/01/2010, 22:40
Rennard

hay la opcion d q añadas algo tu ;) si no seguire a partir de aqui, lo q tengo pensado.

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13/01/2010, 16:22
Director

Como prefieras... la verdad me intriga saber cómo pretendés continuarlo.

Si no, lo sigo yo ;) 

Notas de juego

 

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13/01/2010, 19:43
Rennard

Notas de juego

ya lo hago yo. no problem.

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13/01/2010, 21:13
Larkin "Larks" Stum
Sólo para el director

Tengo un dolor de cabeza, que no me lo creo, asi que intento mañana hacerte el pj y el resto de la historia, que la tengo empezada en una libreta :)

Lo siento, un saludo.

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13/01/2010, 21:56
Rennard

¡Creía que no te despertarías!- exclamó el gigante con un extraño acento.
Rennard intentó balbucear algo, pero seguía demasiado cansado.
Tranquilo, estas en shock, la adrenalina ha dejado de fluir por tu cuerpo y eso hace que estés más cansado.
Rennard lo miró extrañado y logro articular:
No… no entiendo lo que dices, … simplemente se me ha … pasado el calor del.. combate.
El gigante lo miro con una sonrisa mientras sacudía la cabeza.
Poco a poco, empezó a notar que su cuerpo empezaba a responder, lo poco que pudo hacer fue recostarse un poco, y fue atisbando lo que le rodeaba, estaba claro que era el bosque, pero no era donde había combatido a la bestia, esto hizo que bruscamente girara la cabeza buscándola, lo cual le propició una serie de pequeños latigazos de dolor por todo el cuerpo y una maldición salió de su boca.
El gigante empezó a reír mientras decía. -Calma, no te preocupes, no está lejos, pero no podrá hacerte más daño. Por cierto, ¿cómo te llamas?
Rennard.- contesto.
Me asalta una gran duda ¿Cuánto tiempo más ibas a esperar allí agazapado? –preguntó
No lo sé. - contesto Rennard – Jamás había estado tanto tiempo acechando a una presa.
Tras decir esto Rennard se imaginó lo que hubiera podido pasar si llegaba a atacar al gigante, este se movía muy rápido y ahora que lo veía bien, llevaba como una especie de protección muy gruesa y se sobrecogió.
El gigante pareció contento tanto con las respuestas como por la reacción y cogió las armas de Rennard con curiosidad.
¿Esta cacería era tu rito de iniciación?-dijo el extraño rompiendo el silencio al cabo de unos minutos.
Rennard se incorporó, sentándose y sacudió la cabeza negativamente.
¿Así entonces era solo una caza?-volvió a preguntar y Rennard afirmo con la cabeza que parecía ser la única parte de su cuerpo totalmente indolora.
Haciendo acopio de fuerzas preguntó: ¿Sois también un cazador?¿A qué clan perteneceis?
-Soy algo parecido a un cazador, solo que cazó en nombre del Emperador. No pertenezco a ningún Clan, soy un marine espacial, pero mi nombre es Vilker.
-¿Emperador? Creía que podías ser el cazador supremo.- dijo cabizbajo Rennard.
¿Y para que querías que fuera el cazador supremo? –pregunto Vilker.
Para poder demostrar que soy un buen cazador e irme con él a cazar. Las leyendas dicen que solo los mejores son seleccionados para la Gran Caza y sus nombres recordados, para ello se suelen hacer partidas de caza cuando el Cazador Supremo llega para cazar al Acechante Nocturno, que es esa bestia que te atacó…¿La mataste tu?- explico Rennard.
En realidad la mataste tu.-replico Vilker.
Rennard levanto la cabeza como una vara con una sonrisa y una preocupación en su rostro, se incorporó con rapidez y volvió a maldecir su estupidez.
¿Dónde está?¿Ha pasado mucho tiempo? – pregunto.
El gigante señaló hacia un lado y Rennard cogió su cuchillo de caza que el marine Vilkur o como se llamara y partió en esa dirección, no anduvo mucho unos pocos pasos y allí estaba, aun caliente, se preparó, dio gracias al Espiritu del Cazador y abrió una pequeña incisión en el pecho de la criatura, puso su mano dentro y rebusco hasta encontrar el corazón, lo extrajo y lo deposito en el suelo en un agujero y lo enterró diciendo:
Que el espíritu de la presa me de fuerza, yo soy el cazador y ha muerto bajo mi mano, descanse este poderoso animal, sabiendo que uno mejor que él proseguirá su caza.
El gigante observó la ceremonia con una especie de casco y dijo:
Este servirá, nos lo llevamos.
Rennard absortó en la ceremonia apenas pudo recoger un diente del felino antes de que un ensordecedor ruido se acercara…

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13/01/2010, 22:15
Director

Payasu, con tu historia completa (la vamos a retocar un poquito, pero apenas), pasas al juego.

Bienvenido :) 

Notas de juego

 

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13/01/2010, 22:52
Sólo para el director

Master, ya hice hoy el examen tocho asi que mañana podría hacer la historia posiblemente :D De ser por mi incluso seguramente

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14/01/2010, 01:51
ZaP3l0

Historia de Graven, hijo primogénito de Gram, único hijo varón de jefe, rastreador, jinete y el próximo mejor guerrero de la aldea.

La vida en el planeta Aktemius IV nunca ha sido sencilla. La situación de dicho planeta, una zona bastante remota y aislada del Ultima Segmentum, no ha favorecido el desarrollo y la colonización de ese pedazo de tierra alejado de la mano del Sagrado Emperador. Además de esto el clima que reina, frío e inclemente en extremo ha hecho que los pocos humanos que viven en Aktemius IV se hayan desperdigado formado tribus nómadas que se desplazan por las tundras heladas siguiendo a los grandes rebaños de bisontes peludos en sus migraciones.

La cultura ha retrocedido a un estado similar a nuestra Edad del Bronce, un estado donde el valor de un hombre se mide por las batallas que ha ganado y las cicatrices que recorren su cuerpo, muy alejado todo del estado de desarrollo y confort disponible en una miríada de planetas del Imperio.

El ambiente tampoco ayuda a mitigar la severidad de la vida diaria. La fauna lucha ferozmente por salir adelante y hasta el más pequeño animal, como por ejemplo la foca atigrada, puede sorprender por su inusitada fiereza. No hay que decir entonces que aquellos hombres que se adentran en el hielo, casi siempre los cazadores (y por ello los guerreros) de la aldea, son avezados y curtidos luchadores.

El planeta se encuentra en casi total aislamiento del Imperio. La lejanía y el mal tiempo ha hecho que el único puesto construido que tiene el Administratum sea Puerto Agonía, un pequeño puerto espacial que además sirve como centro de comercio. Aquí se cambian carne, grasa, pieles y otros productos por sal, metales y otros útiles que son imposibles de encontrar. Este aislamiento ha hecho que lo único que saben los nativos sobre el Imperio sea que, más allá de las estrellas, hay un reino gargantuesco creado por el Hombre donde un ser todopoderoso guarda sus fronteras contra las fuerzas de la oscuridad y que, en algunas ocasiones, algunos de sus elegidos bajan de entre las nubes montados en carros de fuego para llevarse algunos pocos escogidos.

Graven es el hijo primogénito de Gram, el mejor cazador de la aldea y, por la tanto, su jefe. Desde muy joven ha sido tratado con severidad en el seno de su familia. Su padre, Gram, queriendo que su hijo le sucediera al mando de la tribu, le adiestró desde muy pequeño (apenas un niño de 6 años) para que pudiera demostrar a todos que podía encontrar y enfrentar cualquier peligro de la tundra. Le enseñó a seguir rastros por el hielo, por escasos y tenues que fueran. Aprendió a usar el terreno a su favor en una pelea, contra bestia o contra hombre, no importa el rival. Así pasaron los años, marcando en el cuerpo del joven el rigor de su mundo y transformando al niño en un musculoso muchacho de poco menos de 19 años.

Una semana antes de la celebración de su decimonoveno cumpleaños el viejo chaman Thak, guía espiritual de la tribu desde antes que naciera Graven, tuvo una visión sentado junto al fuego de su cabaña. Al salir del trance, fue a avisar a Gram contándole lo que había visto. Frente al jefe pronunció

“He visto llegar a los mensajeros de las estrellas, listos para acabar con una maldad que acecha en mitad de la estepa helada. Requerirán un hombre para llevarlos a través del hielo y ese hombre ha de ser... tu hijo.”

Tornase sombría la cara de Gram pero, acatando las directrices del sueño visto por Thak, asintió y no dijo nada más.

Unos días más tarde, efectivamente, unos forasteros llegaron a la aldea y pidieron hablar con el jefe. Al acudir Gram observó a un hombre enorme completamente cubierto y que portaba un martillo y una insignia de la Inquisición. Junto a este se encontraban cuatro figuras más, de la misma altura y con una armadura magnífica. Unas de estos hombres se presento

“Saludos, jefe de aldea. Soy Sebastien, escolta de un miembro de la Sagrada Inquisición y necesitamos a tu mejor guía para llevar a cabo nuestras tareas”

No hubo más diálogo, si es que se puede llamar así. Debido a que lo habían visto en la visión, el muchacho estaba preparado y listo, habiéndole impuesto el chaman esta tarea como prueba de la mayoría de edad. Sin mucho más que decir, y sólo llevando abrigo, algo de comida y su hacha a dos manos, se puso en marcha guiando a los extraños.
Pasaron un par de jornadas, en las cuales el chico trabó amistad con Sebastien y el resto de la escolta. De ahí pudo enterarse de que el sitio donde se dirigían era un hervidero de renegados y traidores al Emperador y que debían ser erradicados para salvaguardar a la humanidad. No dijo ni mostró nada pero, al saber que su aldea y familia estaban peligrando por un puñado de lunáticos, una rabia interior empezó a carcomerle por dentro.

Dos días más tarde llegaron al sitio en cuestión, los restos de un asentamiento perdido en mitad de la tundra y esperaron a la noche puesto que, aunque Graven no vio nada, el tipo encapuchado comentó que había vigilancia y les convenía cogerlos desprevenidos. Con las sombras de la noche ya desplegadas en su totalidad se infiltraron en las ruinas con gran precaución y sigilo, evitando a los guardas e intentando llegar al centro del lugar, sitio que localizaron con velocidad cuando Graven les mostró una manera de pasar bajo las ruinas sin ser advertidos. En el centro encontraron una escena que le dejó helado... un hombre deformado horriblemente que se dedicaba a predicar mientras docenas de nativos se encontraban a su alrededor escuchando y coreando frases que hacían que su mente zumbara.

Sin embargo esto no duró demasiado ya que el hombre del martillo, tras santiguarse con la señal del Águila, cargó contra el predicador, seguido con la escolta. En esos momentos, mientras el sonido de la lucha crecía a oleadas en derredor y Sebastien y el resto acababan con los herejes, algo explotó en su interior. Decidido a salvar a los suyos de estos dementes, con el hacha agarrada fuertemente, Graven cargó contra la muchedumbre dispuesto a evitar que no escapara alguno de ellos.

El Sargento Sebastien, por el rabillo del ojo, observó al joven luchando y sonrió a medias... quizás en este mundo desolado hubiera encontrado un filón valioso para el Capítulo.

Con la lucha acabada, y los herejes y mutantes muertos e incinerados, los hombres volvieron sobre sus pasos hasta la aldea de Graven. Durante ese trayecto Sebastien había conversado en ocasiones y había propuesto que fuera con ellos, no sabiendo el joven que hacer... había descubierto otro lado de él que desconocía, pero se resistía a abandonar a los suyos. En las afueras del pueblo, unas horas antes del alba y la partida de los forasteros, Graven estuvo dialogando con toda su familia (Gram, el padre, Sonja, la madre y Jarra, su hermana pequeña) y les dijo su decisión. Iría con ellos. Había visto y aprendido mucho y quería proteger a todos los que pudiera de aquellos que pactaban con las tinieblas.

Ni Gram, ni Sonja ni Jarra dijeron nada en contra, simplemente sonrieron de forma apagada y asintieron. Por fin el niño se había vuelto hombre.
 

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14/01/2010, 01:53
ZaP3l0
Sólo para el director

No se si te llegó la historia del pja, asi que te la envío por MP para segurarme de que te llega XD

Saludos!

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14/01/2010, 02:01
Director

ZaP3l0, tengo tu historia.

Señores, ya tengo tres ferales... y uno de un mundo imperial... agradeceré variedad, tampoco tanto estereotipo!  XD 

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14/01/2010, 10:57

Bueno, no he tenido demasiado tiempo para terminar la historia, estoy muy liado con un proyecto y este finde marcho a un viaje, asi que la dejo asi, en aras de la celeridad.

La pongo entera aqui

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Arnulf miro en derredor. Su partida acababa de volver de una incursión en una de las islas vecinas, y volvían con pieles y hueso de pez jarro en grandes cantidades. Los Ulafs, sus vecinos, habían sido descuidados. Habían salido a cazar más peces jarro sin apenas dejar guardias en la isla, como si la llegada de los mercaderes de Laosorian mereciese el riesgo de dejar a las familias desprotegidas. Aunque a ellos les gustaba el licor fuerte que les cambiaban por las pieles, tal vez eso les había inducido, el ansia de tener más. Parecía que aquello era común en todos los hombres que conocía, siempre buscaban tener más, de lo que fuera.

Al posar su vista en el pequeño atracadero de la cala norte, de donde habían partido dos días atrás, capeando una tormenta a fin de llegar ocultos, Arnulf noto que algo no andaba bien. Ninguno de los chiquillos había salido a recibirles, y, por Gunthar que les encantaba. Ahora debería haber al menos una docena de ellos vociferando, y tratando de demostrar que ya estaban preparados para someterse a los ritos. Con un rápido gesto de su mano, los guerreros que volvían en su barcaza enmudecieron, atrás los cánticos de victoria y la risa de la guerra fácil. Cuando su thane mandaba callar, se le obedecía.

Silenciosos como habían partido, los guerreros llegaron a la cala, y avanzaron lo mas rápidamente posible manteniendo la quietud de la isla, hasta llegar al la punta meridional.

Allí el rugir del viento y de la titánica lucha del mar contra la tierra acallaba cualquier sonido que el hombre pudiera hacer, y así sus ojos contemplaron lo que a sus oídos les había sido negado.

Una ingente cantidad de hombres pintados de verde, con cenefas en el rostro atacaban a los pocos defensores que había dejado Arnulf en su expedición. Ahora lo comprendía, los Ulafs no habían dejado su territorio vacío para ir de pesca, si no que habían ido a por un botín mucho mas cuantioso, aunque mas sangriento. A pesar de su superioridad, los Ulafs estaban siendo detenidos por las barricadas que se habían levantado hacia un año, a raíz de otro ataque de una tribu cercana.

Con el sabor agridulce en los labios de la sangre que pronto derramaría, Arnulf indico a sus guerreros que se extendieran para rodear a los enemigos, tratando de aplastarles contra las fortificaciones. En un breve instante, mientras desaflojaba la trabilla de su pesado martillo de guerra, puedo ver un atisbo de sus propios rasgos en la pulida superficie del jarlhammer. Unos rasgos angulosos, como el granito cortado a pico, sin haber limado las asperezas servían de engarce a unos ojos azules y fríos como las gélidas aguas que recorrían para buscarse el sustento. Sus trenzas negras se fundían con el poblado bigote para bajar hasta la barbilla, mostrando los rasgos tradicionales de su pueblo en su máxima expresión. El era un Ulfgar, y thane de la tribu, como había sido su padre antes que el, a pesar de no ser hereditario el titulo, si no conseguido mediante peleas a vida o muerte en el foso.

Por fin parecía que la tribu rival había conseguido sobrepasar las defensas. Arqueros, armados con los pequeños y ligeros arcos de cuerno, fáciles s de encordar para no perder tiempo y protegerlos del mar y la lluvia, tan frecuentes, habían conseguido prender algunas flechas y lanzarlas sobre las fortificaciones de madera. En general no hubiera sido una táctica valida, no allí, no en esos días. Pero habían sido semanas anómalamente secas, sin una nube cargada de lluvia. La ultima tormenta, cuando Arnulf partió con sus guerreros, solo había descargado rayos, y ni una sola gota de agua.

Así pues, las flechas incendiarias prendieron como yesca y pedernal la madera, creando un humo denso y acre que obligo a los defensores, a los pocos que quedaban con vida, a replegarse a la cabaña del consejo, ultimo lugar de defensa. Durante su huida, muchos fueron abatidos por las flechas de los mismos arqueros, que avanzaban despreocupados del destino que les aguardaba.

Pronto conocieron su destino, pues el thane, al ver que su plan inicial había fallado, y sabiendo que en la cabaña se guarnecerían todos los niños, y las mujeres, rugió la orden de ataque, y todos sus hombres comenzaron a cargar colina abajo, entonando los cánticos de muerte ancestrales.

Arnulf, elevándose sobre una de las rocas, vio como sus guerreros cargaban, y pronto se sumo a ellos, no sin haber localizado a Hermungar, el thane de los Ulafs, que como era su costumbre, se encontraba rodeado por cuatro de sus más corpulentos guerreros, lejos del combate. Elevando la misma plegaria que los demás guerreros, Arnulf corrió al encuentro de la muerte, a bailar las lanzas con uno de sus enemigos mas odiados.

 

En la cañonera solo se movía un servidor metálico, transportando alguna transcripción astropatica del puente a una de las terrazas de observación. En esta cuatro figuras enormes, ataviadas con armaduras, prestaban poca atención a lo que pasaba en la nave, mientras observaban el devenir de otra lucha intestina en las islas.

Uno de ellos, con el pelo recogido en una prieta coleta ya canosa se giro hacia el único de los presentes que llevaba la armadura lacada en azul, al menos en parte.

-Hermano, es para esto para lo que nos has traído? Solo veo otra de las innumerables batallas en los inhóspitos territorios de este planeta feral.

El interpelado sonrío, y mientras se volvía de nuevo hacia la terraza, contesto.

-Espera.

 

La carga de Arnulf no había pasado desapercibida, y dos de los guardaespaldas del thane enemigo trataron de cortar el paso del líder de los Ulfgar, aunque con escaso éxito. El martillo del guerrero, con la potencia añadida de la carga, y la ventaja de la altura, golpeo en el lateral de la cabeza a uno de sus enemigos, haciendo que explotara como una piñata. El otro, sin pararse ni un segundo por la muerte de su compañero, trato de separar la cabeza de Arnulf con un potente mandoble de la espada sierra, obtenida por su tráfico con las ciudades ricas de la costa. El arma paso zumbando por encima del thane cuando este se tiro al suelo en una maniobra desesperada para enviarlo. Sin perder un instante se levanto de un salto y arremetió con el mango del martillo contra l nariz de su oponente, aturdiéndole un instante, suficiente como para que el golpe de retorno de su martillo le hundiera el cráneo.

Por fin se iguala la batalla, pensó Arnulf mientras esquivaba los mandobles de los dos guardaespaldas restantes. Mientras trataba de encontrar un hueco en las defensas de sus nuevos y mas avezados oponentes no se percato de los movimientos de su objetivo. El jefe enemigo saco de entre los pliegues de su ropa, brocadas y con hilos de oro poco adecuadas para la vida en las islas, un objeto metálico pequeño, con el que apunto a su rival y presiono un disparador.

Lo ultimo que vieron los ojos de Arnulf antes de cerrarse fue como Hermungar detenía a sus vasallos, impidiéndoles matarle.

Al abrir de nuevo los ojos la primera visión que lleno los ojos de Arnulf fue la de su pueblo ardiendo. Todas las casas que había llevado años construir, gastando la preciada madera encontrada en naufragios, o trocada por peces jarro ahora había desaparecido. Probablemente fuera un golpe del que su tribu nunca se levantaría. Pero no solo eso. Decenas de mujeres y niños caminaban encadenados hacia los muelles del sur de la isla, guiados por algunos de los soldados de Hermungar. Mientras tanto el se encontraba atado a un poste cerca de donde había caído, sin apenas vigilancia, aunque en el momento que sus captores fueron conscientes de que recuperaba el sentido el thane apareció, envuelto en sus ropajes incongruentes, acariciando la empuñadura del martillo de Arnulf, junto con la pistola de neurotoxinas que había usado antes.

No era posible. La rabia y la frustración crecían en Arnulf de forma incontrolada. No por su captura, ni su derrota y la de los suyos, eso era parte de la vida en las islas. No por las casas quemadas y las reservas de comida destruidas o robadas, sabían a lo que se atenían. Pero el secuestro de las mujeres y los niños de un pueblo derrotado era tabú, era de los peores delitos que alguien podía comentar desde que aquel dios enfundado en una flamígera aureola había descendido de los cielos para conminar a todas las tribus a luchar por la supremacía, pero con condiciones. Ahora Hermungar rompía ese pacto, hecho tantos años atrás, destruyendo su clan hasta los cimientos, sin dar ninguna posibilidad de renovación. Era cruel y amargo, intolerable.

Arnulf sentía como la sangre se le agolpaba en las sienes, tratando de vibrar con una frecuencia propia, armonizarse con algo. La visión comenzó a desenfocarse, pero toda la rabia contenida, la frustración y la ira se acumulaban en su garganta, pugnando por salir.

Hasta que por fin hallo la salida. Con un aullido aterrador toda la energía acumulada en Arnulf, salio disparada hacia el cielo, de un color verde enfermizo, y comenzó a arremolinar nubes a su alrededor. Toda la lluvia que no se había descargado en las ultimas semanas pareció entonces brotar del cielo, apagando las llamas de las casas y empezando a crear riachuelos, que poco a poco se convirtieron en torrentes. Pero eso no fue todo. En el ojo de la tormenta la luz verde fue dando paso paulatinamente a una… negrura, un vacío tan insondable como la mas oscura noche, hasta que en un breve instante decenas de ojos comenzaron a acercarse a la brecha, ávidos, inyectados en sangre, arremolinados, buscando un camino hacia el mundo mortal; pues aquello no era or cosa que un portal a la disformidad…

 

¡Un portal disforme! ¡Por el Sagrado Trono de Terra! Aectus, haz… - las palabras murieron en los labios del entrecano marine cuando miro hacia su compañero de tantas batallas. El bibliotecario Aectus tenía las manos crispadas sobre la barandilla, un gesto de dolor surcaba su cara, y la certeza de estar contemplando a Aectus usar todo su poder dejo aturdido a su interlocutor por unos instantes.

-Preparen los cañones de babor, destruya esa isla y a esa abominación…-Las palabras brotaron de la garganta del capitán sin pausa, urgentes. No se podía permitir que los demonios entrasen en esta realidad.

-…No…-la voz estrangulada de Aectus, con las mandíbulas apretadas, se escucho en todo el puente. El esfuerzo que estaba soportando parecía titánico, pero toda su disciplina le permitía escuchar lo que sucedía a su alrededor y reaccionar.- El me esta ayudando a cerrarlo, si muere no podré contenerlo.

Aturdido, el capitán solo pudo asentir, esperando que todo llegara a buen puerto.

 

Arnulf vivía un tormento inimaginable. Todo su cuerpo gritaba de dolor, sirviendo de conducto para las terribles energías que buscaban abrirse paso, sin tener en cuanta nada más. A pesar de ello, con l poca consciencia que le quedaba pronto había comprendido lo que sucedía. El dios que dicto las normas de su pueblo les había advertido sobre los peligros a los que ahora se enfrentaban, y sabia que el único modo de tratar a una persona así era la muerte. Aunque su enemigo no lo matara el moriría, aunque fuera de su propia mano.

Eso no le quito el valor, ni el deseo de lucha. Tal vez el moriría, pero toda su gente, la gente a la que había jurado proteger perecería con el si la tormenta se desataba. Lo sentía en los huesos, horrores mas allá de toda imaginación se desatarían sobre su mundo. Y el seria el responsable.

Jamás…No por mi mano, no lo puedo… permitir…-las mandíbulas de Arnulf se crisparon, pero estaba decidido.

Busco la conexión, el nexo que permitía a la energía disforme fluir. Frenético, trato de hacer lo que se tardaba años en entrenar…

No lo consiguió.

La energía seguía fluyendo por su cuerpo igual de tempestuosa, si no más. Y, en el momento que creía que todo estaba perdido, un ligero roce en su conciencia le hizo albergar cierta esperanza. Una voz, profunda, aunque cansada, le guió poco a poco, esquivando los peligros de la propia mente, hasta el núcleo de su conexión con la Disformidad, y tan repentinamente como comenzó, finalizo. Las energías que quedaban en su cuerpo salieron disparadas en todas direcciones, provocando algún incendio, que ardería con llamas verdes y ennegreciendo e suelo, pero la tormenta había pasado.

Exhausto, la mente de Arnulf solo podía pensar en una cosa, desatarse y poder acabar con su vida, esperando que el episodio no volviera a repetirse. En esos momentos de horror indescriptibles, pero también de alivio, Arnulf contemplo una visión que nunca abandonaría su memoria, ni tan siquiera en el postrer momento de la muerte.

Las nubes, antes verdinegras, se abrieron para dar paso a un pájaro de metal, majestuoso e increíblemente grande, que gracilmente descendió para posarse en la explanada delante del poste en el que estaba retenido.

Una rampa, oculta perfectamente, comenzó a descender, y tan pronto como toco el suelo una figura canosa, con un dientes de sable grabado en múltiples  lugares de lo que solo podía ser una armadura comenzó a descender por la ella. Antes de que pudiera descender completamente un mano embutida en armadura azul le toco el hombro, y tras un breve intercambio de palabras el primer hombre subió de nuevo, y el personaje de la armadura azul se dirigió directamente a Arnulf.

No había duda, era el dios sobre el que se hablaba en las leyendas de su pueblo. El que había dictado las normas, normas tantas de las cuales se habían quebrantado ese día. El primer deseo de Arnulf fue tenderse en hinojos, pero sus ligaduras se lo impedían.

La dignidad y el honor que habían caracterizado a Arnulf como thane de su pueblo le ayudaron en ese momento, e irguió la cabeza, consciente de su falta y de la pena que conllevaba.

-Conozco mi destino, y acato al pena; pero antes, me gustaría pedirte que cuidaras de mi pueblo, ellos no tienen la culpa, y no merecen recibir el martillo de tu cólera, yo seré el escudo para ellos.

Ni por un momento se paso por la cabeza de Arnulf hablar sobre la tribu rival, si el dios quería castigarlos por sus pecados lo haría, si no, nada de lo que el dijera valdría. A pesar de que el mismo razonamiento era valido para el destino de su pueblo, simplemente había cosas que un hombre no puede callar.

La cara del dios, cansada y con profundas arrugas, se ilumino en un breve instante con una sonrisa. Entonces, con una rapidez que desmentía su tamaño, saco un cuchillo extraño de su cinturón y corto las ataduras de Arnulf. Luego, sin mediar palabra, le tendió el cuchillo por al empuñadura.

Tembloroso, no por la proximidad de su muerte si no por el honor de dejar que se la arrebatara el mismo, Arnulf tomo el cuchillo y apunto hacia su pecho. Con un rápido movimiento descendente hinco el cuchillo en su corazón.

O eso habría sucedido de no detenerlo el dios instantes antes.

-Soy Aectus, y ahora tu eres mi discípulo…

 

Notas de juego

 

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14/01/2010, 12:33
Larkin "Larks" Stum

Me desperto un frio casi sobrenatural, tenia la boca seca y estaba ligeramente desorientado,
creo que me drogaron, al principio pense que los alienigenas me habian capturado y casi
se me llenan los ojos de lagrimas, pero al no encontrarme atado y girar la cabeza a mi
alrededor algo desesperado, vi un simbolo muy imperial, el aguila bicefala. Esta se
encontraba en una de las mesitas de soporte de utencilios, y un tapiz con el simbolo
de una de las legiones de angeles del sagrado emperador, me miraba intensamente. No recordaba
el nombre de la legión pero los colores me eran extrañamente familiares, los habia visto...

Salte de la camilla al recordar el ataque, los compañeros caidos, y no vi a ninguno,
escuche algo detras mis y me gire dipuesto a vender cara mi vida, pero no era mas que
un siervo lobotomizado que salio de dentro de un disimulado y pequeño armario. Este
empezo a recoger los tuvos y sabanas que habia tirado, y yo me quede alli desnudo
mirando para él, se escucha un nuevo ruido detras mia y me giro otra vez en posición defensiva,
aparece un enfermero atabiado con una tunica sencilla, y con un pequeño simbolo, el mismo
que cuelga del tapiz, este me saluda y me dice que he tenido suerte, puesto que el Apotecario
Alekto me superviso en el traslado y me curo las heridas mas importantes. Todo esto mientras
recoge algo de material y me pasa un sencillo mono, para que me lo ponga, junto con unos
zapatos que me quedan grandes. Pregunto sobre ese "Apotecario" pues me gustaria darle las
gracias, y sobre todo ¿donde estoy?
Empieza una gran diatriba, sobre los malditos Kroots, y como gracias a su capitulo mi mundo
y sobre todo, pense yo despues de un rato, sus numerosos recursos, seguirian llegando
a donde tendrian que llegar, para mas gloria del emperador(ó willenpowa :D)
y sus numerosismas legiones. Asi seguia con algunas explicaciones mientras nos dirigiamos
ha algun lugar.
En un momento me quede parado en el sitio con la boca habierta, mirando hacia arriba,
estabamos pasando por una pasarela, por la que se podia ver una especia de angar, alli habian
infinidad de gente, pero me sorprendio, dado los lejos que estabamos, ver claramente
las impresionantes figuras de los angeles del emperador. Señale con la boca habierta.
Memet, que asi se llamaba, me dijo que nos encontrabamos en orbita alta, y que estabamos
terminando de "empaquetar" para irnos otra vez, y yo pense, empaquetar una legión entera.
Y que hago yo aqui, no volvere a casa, me espera un peloton de fusilamiento por desobedecer
las ordenes, que-hago-yo-aqui, le dije mientras lo estrujaba contra una barandilla.
Me tranquilizo con gestos y palabras, me decia que todo estaba arreglado y que tenia una
cita con el hermano Agaue, el te explicara todo.
Con esa vaga explicación me llevo a un cuerto donde me dejo comiendo y bebiendo, lo cual
agradeci, y alli espera no mas de 20 o 30 minutos, hasta que una mole con una tunica
entro y se sento a mi lado.

Casi atragantado y con una expresión de miedo en los ojos.
(yo)-Hola - Empece a recordar, que intente pegarle y lo consegui, aunque sin efecto, aparente,
quizas venia para cobrarselas. Mi miedo fue a mas.
(Agaue)-Hola - pulsando unos botones que habian en una pequeña consola que saco, de un lateral
de la mesa, a las cual ni habia visto ni que la hubiera buscado, alli se desplego mi
ficha, empezando por mi nombre, Larkin Stum todos mis honores y desonores, y sobre todo
una larga lista de arrestos, nuevamente su voz del trueno sono
- yo se quien eres tú, pero tú no sabes nada de mi, ni de mi
capitulo y eso no es justo
  ...

Iba a copiar entero donde poner "El capitulo dientes de sable" pero como es una tonteria lo
obvio.

... y ahora tienes 3 caminos para que tus pasos te lleven 1º hacer las pruevas para
convertirte en un marine como yo y todos mis hermanos, 2º convertirte en un servidor
de mi legión, 3º engrosar tú ya de por si larga lista de arrestos y acabar en un calabozo
por tiempo indefinido
.
(yo) temblando por la perspectiba de todo lo que me llegaba derrepente, un pobre chico
como yo, que para escapar de la granja termine en una ciudad colmena y para escapar de alli
termine reclutado "in extremis" en la Gloriosa. Y ahora, unas nuevas cartas me llegan
pero esta partida lo cambiara todo. Pensativo pregunto - no tengo muchas salidas, pero
no veo como voy a terminar siendo un angel del emperador, ademas de que tratan esas pruevas,
no creo que sean faciles, y bueno lo de terminar en un calabozo ya estoy acostumbrado, pero
creo que lo que me muestras es algo mucho mayor, algo inesperado.-

(Agaue)-Esta claro que tú decisión cambiara el resto de tú vida, pero sobre todo
cambiara el resto de las vidas de tus nuevos compañeros, de mi legión y porsupuesto de las
gentes del imperio, basto como es. Te dejare que termines de comer tranquilo, pero no tengo
todo el dia, si quieres intentar unirte a mi y a mis hermanos, sal por esta puerta, si
quieres seguir siendo un ayudante, fuera te espera el ayudante de enfermero que te trajo,
decidas lo que decidas, no tiene vuelta a tras.
- Ocultando la consola y levantandose,
me dejo alli con un montón de pensamientos confusos, y terminando una insipida comida.
La duda y el miedo seguian ahi en algún rincón, pero el pensamiento y sobre todo el honor
de convertirme en un angel, eso si que seria para restregarselo a Ricky por la cara,
cuando me viera entrando en el pabellón con el tamaño de un dios. Sali por la misma
puerta que cogio Agaue aun no lo tenia muy claro, pero tenia que intentarlo, eso si
que era motivo para llamar la atención en la kantina.

 

Notas de juego

Comentarios: Esta claro que soy un humano y no quiero darmelas de super interesante y devoto
con el emperador, no aun, asi que mis impulsos para hacerme marines, seran piques y ribalidades
que pronto dejaran de ser importantes, pero que de momento me impulsa para hacer insensateces
como las que voy ha hacer de ahora en adelante :) La primera, intentar pasar las pruevas
de un capitulo del que no conozco apenas nada ...

Me comi la conversación con el enfermero por insipida, asi que fui a saco, acortando el tema, que si no luego lo imprimo todo y saco una novela :P

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14/01/2010, 13:59
Director

Dragut, Shadowblade, adentro, gracias por sus historias, se nota que le han puesto muchas ganas!

 

Dragut, si la ortografía no mejora vamos a tener un problema :D

Si me permitís, te sugiero que bajes e instales el navegador Opera, que en su versión nueva te marca los errores como el Word, y así te das cuenta rapidísimo lo que escribiste mal :D

A la brevedad van a poder acceder a sus escenas individuales donde recopilaremos las listas de honores, historias particulares, etc. Copiaré ahí sus historias con los ajustes que crea pertinentes.

¡El Emperador sea con vosotros! 

Notas de juego

 

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14/01/2010, 16:12
Czorf
Sólo para el director

Han pasado varios años y muchos intentos de asesinato, huídas, envenenamientos, alianzas, traiciones y batallas. El reino de Hurat comenzó a extenderse, como un cáncer, por la superfice del continente suroriental, conquistando varios de los reinos vecinos en rápidas batallas o mediante asesinatos. La corrupción de la élite nobiliaria de Hurat era conocida a lo largo y ancho del continente. Las caravanas de mercaderes de esclavos aterrorizaban todos los pueblos a decenas, incluso a cientos, de kilómetros de distancia. Hurat se autodenominada ahora Imperio del Sol Púrpura y su gobernante era llamado el Sol Púrpura. Pero Czorf sabía realmente quien se escondía tras ese nombre.

Durante esos años Czorf no estuvo inactivo y huyendo. Viajo a paises lejanos buscando conocimiento, armas, hombres y todo lo que sirviese para liberar su amado país. Al principio era ignorado a veces incluso encarcelado un par de días por sus palabras que alentaban a la guerra. Pero todo cambió tras una revelación durante un invierno que pasó aislado en un monasterio de las escarpadas Yurgalin. Allí moraban una pequeña orden de sacerdotes que se habían autoimpuesto el exilio desde hacía milenios, nadie sabía el motivo, pero entre sus muros estaban algunos de los mayores sabios respecto al Don.

Cuando Czorf regresó su dominio del Uulviran era mucho mayor, aunque aún imperfecta. Desesmascaró a numerosos agentes del Sol Púrpura gracias a su mente despierta y el Don. Mató a todos los asesinos enviados a por él y cada gesta aumentaba su fama y su determinación. A medida que el Sol Púrpura llevaba la guerra a todas partes con masacres y orgías de sangre y destrucción inenarrables, otros reinos comprendían el peligro y decidieron unirse para luchar. Lógicamente Czorf no los lideraba, los distintos monarcas y autarcas eran demasiado orgullosos para eso, pero a su alrededor se agruparon algunos hombres y mujeres singulares, de todo origen y condición. Los entrenó, una y otra vez, los educó, los fortaleció y les habló del Don, de los Guardianes de Tiarra, de todo lo que El Sol Púrpura buscaba destruir. Los reyes lucharían las batallas pero Czorf juró por el Don, la memoria de Hurat y el mismísimo Guardian Supremo de Tiarra que serían sus manos las que acabarían con Enremesh.

Con 24 años Czorf volvió a su antiguo hogar, realizando gestas increíbles que ningún hombre mortal habría podido realizar. Su fe y su determinación eran inconmensurables y jamás tambalearon. Se infiltraron en la misma capital mientras los frentes de la guerra estaban a decenas de kilómetros de allí... y lloró. Lloro amargamente, tanto y tan dolorosamente ante el horror que encontró en la ciudad que sus ojos quedaron afectados para siempre. La ciudad se había transformado en una especie de... De algo, no sabía describirlo, pero era horrible, malvado, cruel y depravado. Decenas de cuerpos colgaban torturados por doquier, cadenas, pinchos y otros instrumentos de tortura decoraban las plazas donde algunos habitantes los usaban entre gritos de placer y dolor a partes iguales. Enormes edificios de formas blasfemas se alzaban en zonas que habían sido arrasadas por el fuego. Cientos de mujeres y hombres fornicaban, torturaban, se daban banquetes de formas extremas y sus gritos creaban un coro ensordecedor que estremecía el lama y volvía locos a algunos homrbes de Czorf. Ante semejante corrupción los ojos de Czorf lloraron sangre, de dolor, de sufrimiento, de pena pero también de odio, de justicia y determinación. Tan fuerte era la maldad imperante que su mente, tocada por el Don veía sombras sacadas de las peores pesadillas por doquier. Cuando se recuperó sus ojos se habían vuelto rojos; bajo la presión todos los capilares oculares habían explotado y sus ojos eran rojos por completo y sólo por un milagro del Don o quizás de Tiarra, segía vivo y con la vista intacta.

Su asalto se produjo cuando unas luces brillates surcaron el cielo, como una señal, como un relámpago furioso de los Guardianes que golpeaba la podredumbre del Sol Púrpura. Los hombres y mujeres que le seguían veían luces y formas extrañas en el cielo, muchas de las cuales caían contra el castillo imperial y por tanto eran aliados. Pero Czorf veía mas allá y sabía que sus plegarias, que sus dias de concentración y arriesgada manipulación del Don, habían dado sus frutos.

Mientras los extraños objetos del cielo golpeaban el castillo, incluso de algunos emergían extraños hombres, Czorf asaltó el castillo con medio centenar de hombres en un ataque a sangre fuego, a muerte y sin cuartel. Las tropas del Sol Púrpura eran monstruosas, algunas demasiado hermosas, otras demasiado horrendas pero todas parecían disfrutar, casi sexualmente, con cada muerte, con la sangre derramada ya fuese propia o ajena e incluso en su muerte una sonrisa de placer iluminaba su rostro. Su pequeño ejército se abría paso como una guadaña, siguiendo los pasos de Cozrf. Tal era su furia y su deseo de venganza que el Don emanaba de él, visible, casi palpable haciendo que a su alrededor se formasen pequeños cristales de escarcha. De sus manos emanaban poderosas ondas invisibles que desgarraban carne, acero y piedra por igual. Algunas de las armas de sus hombres estallaron en llamas blancas que hacían arder a los corruptos soldados del Sol Púrpura. Pero la mayor señal de bendición era el brillo sobrenatural de los ojos de Czorf.

Pero siquiera él estaba preparado para la monstruosidad que emergió del salón del trono cuando sus hombres derribaron las puertas, a penas eran ya una veintena, pero por el camino habían perecido mas de cien enemigos y la práctica totalidad de la guardia privada del mil veces maldito Emperador Púrpura.

La sala del trono era una de las mayores construcciones del castillo, de hecho este se erigió entorno a ella ya que su origen era desconocido. Tenía mas de medio kilómetro de longitud y el doble de anchura con unos techos que se alzaban a mas de cien metros. Enormes columnas y arcos sostenían la enormes estructura, antaño grandiosa. En la época del padre de Enremesh varios millares de personas podían reunirse allí para las mas grandes celebraciones reales. Ahora dichos millares, mas gente de la que podía contener, se encontraban apilados allí. Muchos estaban muertos bajo el peso del resto de la gente que se movía sin parar sobre la alfombra de cadáveres, cientos colgaban de columbas, estandartes y estacas por doquier con las tripas al aire y otras torturas horribles. Pero lo peor era que todos los que aún podían moverse estaban participando en una blasfema orgía donde el sexo y la muerte bailaban de la mano. El género era indistinto y todos copulaban con todos de forma frenética y se daban muerte con igual felicidad y excitación La sangre llegaba a los tobillos y fluía por unos canales excavados al centro de la sala donde se encontraba el Sol Púrpura fornicando con un ser de pesadilla.

La mujer! Aquella que supo Czorf que no era humana ahora se mostraba sin tapujos como una bestia mitaz mujer, hombre y bestia caprina. Ambos gemían y gritaban de forma estruendosa, por encima de las voces de miles de hombres y mujeres mientras la sangre de la orgía llenaba el pozo donde se encontraban y los cubría lentamente.

Dos de sus hombres enloquecieron y huyeron, tres mas fueron seducidos por prostitutas blasfemas y se perdieron en la marea viviente de carne y fluidos.

Pero Czorf no flaqueo. Con una grito furioso encabezó la carga contra los adoradores del príncipe. Pero eran demasiados, demasiada masa de cuerpos, garras y mordiscos. Cada espadazo segaba una vida o mas, pero los cuerpos quedaban aprisionados. Muchos de sus hombres fueron arrastrados a la orgía mortal y sus gritos de angustia resonaron por la cámara. Entonces los soldados de los Guardianes llegaron. Eran hombres, humanos como Czorf, con armaduras extrañas y armas místicas que disparaban rayos de fuego, masas ardientes de luz que desintegraban a los copulantes. Quizás fue la suerte o quizás el deseo de los Guardianes, pero estos guerreros de los cielos no atacaron a Czorf.

Pero fue demasiado tarde y la sangre de la blasfema orgía cubrío al príncipe y la bestia. Unos segundos después, mientras los adoradores morían a cientos por las heridas y el exceso, una enorme explosión sacudió la sala mientras una bestia mitad humano y mitad bestia se alzaba. Era una mezcla entre Enremesh y el demonio, de mas de 3 metros de altura.

- ENREMESH!! TRAIDOR! ASESINO! CORRUPTO Y DEPRAVADO!! - Gritó Czorf a pleno pulmón señalándolo con su arma.

El ser demoníaco rió y rió con una voz que no era de este mundo mientras la gente moría a su alrededor con los tímpanos reventados. Una llamarada púrpura y negra emanó de una boca que sonreía desde su pecho y envolvió a Czorf y los guerreros de los cielos. Ardió, aulló de dolor y sufrió, pero no dejó de avanzar, paso a paso. El Uulviran respondió a su esfuerzo, a su entrega y devoción, haciendo nacer un escudo similar a la escarcha para protegerle del fuego impío. Las llaves de aquel carcelero que le salvaron la vida se fundieron sobre su pecho al llevarlas colgadas al cuello y quedaron, de forma indeleble, en su piel.

Una sacudida psíquica atacó al demonio mientras un fuego sostenido de rifles láser, con el apoyo de un bolter de asalto, hendían su carne. Los servidores entonaron la Plegaria de la Pureza reforzando el latigazo psíquico del Inquisidor. El demonio retrocedió aullando de dolor, dirigiendo su voz, como un arma viviente, contra el nuevo y letal enemigo. Un miembro del séquito del Inquisidor murió con el cerebro licuado en el acto. Versiones menores de Enremesh aparecieron y se lanzaron al combate contra el Inquisidor y sus hombres, pero la presencia de un Astartes inclinó la balanza rápidamente. Mientras el propio Inquisidor se adelantó para seguir atacando al demonio pero fue interrumpido por un empujón inesperado de Czorf.

- NO! Es mío! He jurado su muerte a los pies del Supremo Guardian de Tiarra!! Yo le mataré! - Czorf se salvó por la propia intervención del Emperador ya que el Inquisidor contuvo su poder al sentir la fuerza psíquica del humano y que no estaba corrupto por el Caos, de hecho en su pecho se veía un metal fundido que tenía la forma simplificada del aquila imperialis. También la mención de Tiarra, clara referencia a Terra y el Dios-Emperador le ayudó.

Czorf se giró y se lanzó contra Enremesh gritando a toda potencia los salmos de los sacerdotes de los Guardianes de Tiarra, su arma brillaba cubierta de escarcha y de su cuerpo emanaban poderosos golpes invisbles de pura energía. La lucha fue titánica, mortal contra demonio. Los gritos inundaron la sala mientras el demonio hería una y otra vez a Czorf pero su determinación no flaqueaba, no cedía al dolor ni a los oscuros susurros que le prometían grandeza, dinero y placer si se rendía si abría su mente y entregaba el Don.

Al final Czorf atravesó el pecho de Enremesh, clavando la espada hasta la empuñadura en la boca demoníaca. A cambió su brazo izquierdo ardió con llamas púrpuras mientras la carne hervía. El demonio explotó y el aullido psíquico del Caos expulso al resto de demonios menores que luchaban contra el Inquisidor y su séquito.

Czorf, inconsciente en el suelo, mientras la vida escapaba de su cuerpo, sonrió satisfecho. Había cumplido su promesa y el Don le envolvió.

Tiarra... No... Terra...

No fue hasta muchos años después que supo que fue la intervención del Hermano Dike la que le salvó la vida realmente. El Inquisidor, enviado por el Ordo Malleus del sub-sector, había decretado la purga total de las tierras que habían caido bajo la contaminación del llamado Sol Púrpura, una secta del Caos de adoradores de Slaanesh. Eso incluía una purga sistemática de la población y el acantonamiento de varios regimientos de la Guardia Imperial para supervisar la purificación de la tierra por parte de la Eclesiarquía y su reconstrucción y administración por parte del Administratum. Esta purga incluía la muerte de Czorf, psíquico no autorizado que había mantenido contacto con el Caos, aunque fuese para enfrentarse a él.

El Hermano Dike impresionado por su destreza y férrea voluntad para enfrentarse a un demonio de Slaanesh, intervino por él contra el Inquisidor, apelando al acuerdo de colaboración con su Capítulo. Czorf viviría y sería analizado por los apotecarios y el Bibliotecario Jefe de su capítulo, si encontraban alguna mancha del Caos, les sería devuelto para su purga. Sino, se le ofrecería la oportunidad que pasar las pruebas para unirse a su Capítulo.

Así fue como Czorf abandono Ceratun Secundus, en una unidad de soporte vital, rumbo a las estrellas junto a los laerath para servir, hasta su muerte, al Supremo Guardian de Tiarra... El Dios-Emperador de la Humanidad.

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14/01/2010, 22:35
Larkin "Larks" Stum

Me apuntare 3 dias de ayuno y horación por las mil faltas, lo siento.

Gracias por lo de Opera, lo mirare en breve.

Ya se me ven las escenas en novedades, gracias :)

 

 

Pensamiento del dia:

Mejor un cuerpo tullido, que una mente corrupta.

Cargando editor
15/01/2010, 16:27
Director

SauronHeavy, esperamos al Lunes para ir empezando en serio, aunque si quieren ir tirando personajes, pasen por Gloria Imperatus! De todas formas me debes la historia! Vamos, vamos, entiendo que el listón está bien alto, pero seguro puedes igualar el nivel!

Estoy convenciendo a una mujer (sí, mujer!) que se nos una. He dicho.

Cargando editor
15/01/2010, 17:15
Larkin "Larks" Stum

¿Una mujer? eso es de mal augurio...

Pensamiento de la tarde:

El emperador no perdona, yo tampoco.

Cargando editor
16/01/2010, 00:53
potty

historia para revisión - Primera parte

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Era un día gris como
cualquier otro en la estación espacial Berene III cuando la pequeña
nave de exploración arribó a la plataforma. Dos marines venían en
ella. Al parecer, iban a quedarse unas cuantas horas. Su nave
necesitaba reparaciones urgentes que no podían hacerse estando en
marcha y las mismas debían hacerse con celeridad y precisión para
alcanzar a la escuadra que los había dejado atrás.

Con gran reverencia, los
encargados de la plataforma pusieron a disposición de los dos
guerreros todos sus recursos, que no eran muchos. La vida en el
espacio era muy dura y la estación se encontraba a muchos años luz
de Terra, prácticamente permanecía olvidada.

Pero de vez en cuando,
algunas naves del imperio pasaban a reabastecerse y proveer de
productos y noticias que tanto escaseaban allí.

Un grupo de cinco o seis
niños se encontraba deambulando por allí cerca cuando llegaron los
soldados. La excitación corrió por sus pequeños cuerpos como una
llama ardiente. ¡Por fin podrían ver a un marine de cerca!

Todos sus juegos se
basaban en la larga lucha del Imperio contra la oscuridad. Más de
una vez habían simulado ser una escuadra en una misión de alto
riesgo, adornando con fantasías y supersticiones las habilidades de
los soldados que intentaban ser.

Albus, el mayor, organizó
a los muchachos para acercarse a la zona de aterrizaje sin que fueran
vistos, pues donde los descubrieran, inmediatamente los correrían de
allí. Los mocosos podrían ser ofensivos para los marines, o al
menos eso creían los adultos a cargo.

-Debemos acercarnos
con sigilo, por atrás de aquellas cajas. ¡Yo creo que si logramos
llegar hasta la primera puerta tendremos una muy buena visión de los
soldados!-
exclamó el pequeño con convicción. Todos
asintieron. Aceptaban su liderazgo como algo natural, aunque algunas
veces Mark o Ruf lo desafiaran. Micah, su hermano menor, no pudo
sentir más que admiración por él. Siempre sabía qué hacer o como
alcanzar lo que buscaban y los demás lo respetaban. Él esperaba
algún día llegar a ser respetado y admirado también.

El grupo se puso en
marcha, con Albus a la cabeza y, esta vez, Mark pisando sus talones.
Nuevamente, el pequeño Micah era el último en la fila.

Llegar hasta las cajas
fue tarea sencilla. Poca gente quería toparse con los marines
mientras éstos trabajaban. En realidad, poca gente quería toparse con
un marine, fuesen las circunstancias que fuesen. De ahí, la
siguiente etapa tendría un poco más de riesgo.

La puerta desde la cual
podrían ver a los marines trabajar se encontraba a unos diez metros
de la última caja. No era mucho, pero deberían moverse con rapidez
pues era terreno descubierto. La situación les resultó muy
divertida. Era como uno de sus juegos, pero con una clase de peligro
real que lo hacía más interesante.

Nuevamente, el primero en
cruzar fue Albus. Al llegar al otro lado, su corazón latía
desbocado, no creía que fuera a lograrlo, pero allí estaba. Hizo
señas a los demás para que avanzaran y se giró para poder
contemplar lo que venían a ver.

El chico se quedó
pasmado cuando tuvo frente a sus ojos a uno de los marines. Nunca
imaginó que serían tan altos y grandes. Sus fantasías fueron
reducidas a pálidas acuarelas de lo que sus ojos estaban observando.
En eso, Ruf chocó contra su espalda, aproximándose lo más posible
para tener una mejor visión de lo que ocurría en la plataforma.

Uno a uno, los demás
fueron alcanzando a sus amigos y uno a uno fueron experimentando esa
creciente sensación de admiración y pequeñez que los casi tres
metros y medio de hombre-metal imponían a cualquier humano.

El primero en romper el
sacro momento fue Ruf.

-Ja, no son tan
imponentes –
susurró con fanfarronería y aparente
despreocupación. Quería a toda costa ocultar el miedo que había
sentido con la primera mirada.

-No jodas Ruf, es
lo más aterrador que he visto en mi vida –
contestó Albus
también en un susurro. –Pse, como si fuesen a hacernos daño.
Somos humanos del Imperio, ellos se encargan de cuidarnos –

Ruf no quería cejar en su empeño por parecer indiferente ante esas
máquinas de matar. Mark intervino para poner fin a la discusión.
-¿Qué es lo que están diciendo?- Los marines
pronunciaban extrañas palabras mientras se movían de aquí para
allá, haciendo lo que fuera que tenían que hacer. Por momentos,
parecían ser cantos, por momentos, oraciones.

-Están recitando
las letanías para que el Dios Máquina los ayude. Sin la invocación
no pueden resolver nada –
Ruf repetía una conversación
que había escuchado alguna vez entre los mayores, con aire de
superioridad. –No puede ser que no sepas algo tan básico. Se
ve que nunca llegarás a ser uno de ellos-
le espetó con
sorna.

-¡Como si tú
pudieras! –
respondió Mark en voz baja, pero ya no
susurrando. –Basta chicos, que nos van a oir- intentó
terciar Albus. –Otro gallina más- siguió
insistiendo Ruf. En el ambiente ya podía sentirse la inminente
pelea. –Así que gallina ¿eh? Ya que te crees tan capaz y
que no le temes a los marines, ve y toca el casco aquel que ha dejado
el más viejo –
Lo desafió Albus. – ¿¿¿Estás
loco??? ¡¡¡Eso es herejía!!! ¿Sabes lo que podría pasar si me
atrapan? –
Ruf estaba al borde de la histeria. –Jamás
sería tan estúpido-

-Ja, gallina – siseó
Mark –¡No soy gallina! ¡Ve tú si tienes tantas ganas de morir!-

La discusión se estaba
tornando violenta. En cualquier momento los muchachos comenzarían a
golpearse. –Esperen, ¡miren!- exclamó Albus –¡Oh, no! ¡El
pequeño Micah va derecho al casco!-
Era tarde para intentar
detenerlo. Lo único que Albus y los demás podían hacer era rezar
para que no lo vieran.

Micah, ajeno a todo lo
demás, estaba decidido a alcanzar la armadura. Pero no para probar
su valía. Él realmente había quedado fascinado con la visión de
los soldados, tanto que no podía creer que fueran reales. Necesitaba
constatarlo con todos sus sentidos para convencerse de que realmente
ellos estaban allí.

Suavemente fue
deslizándose a través de la habitación, prestando atención al
dueño de la armadura y a cada uno de sus movimientos.
Afortunadamente, el soldado estaba muy concentrado en lo que hacía,
así que no percibió al pequeño que se acercaba.

El niño estaba como en
trance. Su objetivo se encontraba cada vez más cerca. En apenas unos
segundos habría comprobado como se sentía una de las legendarias
armaduras al tacto.

Su manito se estiró con
delicadeza, buscando apenas rozar la superficie, no fuera a ser que
de alguna manera su contacto la contaminara… Y se vio suspendido en
el aire enfrentando los ojos más fríos que jamás hubiese visto.
Tan concentrado estaba en su tarea que se olvidó del segundo marine,
quién lo sorprendió en el momento justo.

-Mira Marcus, un
pequeño insecto ha llegado hasta tu espalda y no te has dado cuenta,
jajaja! ¡Te estás volviendo viejo!-
exclamó con su potente voz
el captor.

-Umfr! Claro que lo
vi. Quería probar la temeridad del gusano antes de aplastarlo.-

-¿Qué intentabas
probar chico? –
El soldado preguntó - Vamos, responde –
Lo apremió.

Micah estaba
aterrorizado. Pero su terror se manifestaba como una calma fría.
–Quería… ver… si… ¡Quería ver si era real, señor! –
Su voz le sonó distante, como si perteneciera a alguien más.

-¿Sabes que se
considera una herejía tocar la armadura de un marine? –

-¡Sí señor! – ¿Y
que podría matarte ahora mismo por ello?- No… llegué a …
tocarla ¡señor!-

-Jajajaj, Marcus, ¿has
escuchado? ¡Sí que tiene huevos este insecto!-
Luego, el marine
devolvió a Micah al suelo. –¿Cuantos años tienes?– Casi
once años terrestres, señor.

El marine adoptó una
actitud pensativa -Podríamos llevarlo con nosotros. –

-Solo si él quiere-
agregó Marcus Qué dices chico ¿te gustaría
servir a los marines?

Micah no podía creer en
su buena fortuna. Sus sueños podrían volverse realidad. Servir a
los marines… Se sentía tan bien como si hubiese tocado la
armadura.

 

Cargando editor
17/01/2010, 15:36
Director

Perfecto Potty, de acuerdo a lo que charlamos hoy te completo la historia. 

Cargando editor
17/01/2010, 15:37
Director

Historia enviada por isildur:


 

El joven Temán Hideus observo airado como los orcos saqueaban los escasos hogares de su poblado. Estaban arrancando las placas de metal de las paredes, esparciendo los cargamentos de diamantes y despojando al destacamento de guardias imperiales muertos de sus armas y protecciones. La lucha había sido corta.

Habían llegado en un meteorito que al caer había levantado una polvareda impresionante. Quizás no eran más de 30, pero en cuestión de 2 días habían logrado encontrar con suma precisión 4 asentamientos humanos, y reducirlos a escombros.

Hideus regresaba de la mina junto a su padre y 5 mineros más. Cuando se encontraron la escena, desde arriba de una colina que daba una vista panorámica de la situación.

“no os mováis, aun no nos han visto… lo mejor será que huyamos.”- dijo uno de sus compañeros-

Pero Hideus, lleno de rabia, le dio un golpe con el palo de su pico de minero. El minero cayo desmayado.- “ahí abajo han muerto nuestros familiares, nuestros amigos…” – dijo Hideus. Mientras por dentro despertaba un fuerte sentimiento de protección a su raza contra esa amenaza alienígena. “¡voy a bajar allí y a arrancarles la cabeza a esos cabrones verdes!”

“Valiente, pero solo lograrías convertirte en un divertido tentempié para ellos”

Una voz fuerte provenía de cerca suyo. Giro la cabeza y su corazón dio un vuelco al reconocer ante si a una escuadra de 5 marines espaciales. Había oído hablar de los marines: hacia 50 años habían tenido que intervenir para salvar un planeta vecino de un culto de fanáticos, o eso decian los rumores.

El sargento que había hablado no llevaba casco, ni siquiera le miro mientras pronunciaba esas palabras. Otro marine, en una armadura anaranjada, rastreaba el pueblo. Cuando anunció la situación de los objetivos a su superior, este elevo un grito al aire: “somos su ira echa realidad, hermanos. ¡Purgad al alienígena!”

“¡Por el emperador!” gritaron el resto, e iniciaron una carrera colina abajo. Con sus primeras ráfagas derribaron a varios orcos, que gritaron y atrajeron la atención del resto. El intercambio de disparos duro prácticamente 5 minutos. Algunas balas de los orcos rebotaban en las pesadas servoarmaduras, otras desgraciadamente parecían atravesarlas con preocupante facilidad. Uno de los hermanos cayo de un disparo desafortunado en la ingle, quiso seguir disparando, pero una lluvia de balas le alcanzó tanbien en el brazo, arrancándoselo y tirando el arma demasiado lejos. Sonrío pensando en el trato que darían sus hermanos a la alienígena que le había humillado de tal forma. Otros 2 marines tácticos cayeron cosidos a balazos por un piel verde que cargaba un arma muy pesada. El sargento le dio un final rápido de un certero disparo entre las cejas.

Cuando ya no quedaba ningún orco en el poblado un gran orco que blandía un arma a medio camino entre hacha y martillo gigantesco, acompañado de 5 orcos envalentonados apareció corriendo desde un bosque colindante al pueblo.

Hideus, que había estado siguiendo el combate a una distancia prudencial, se preocupo cuando vio que uno de los marines que quedaba era atravesado por la gran hacha de guerra, mientras el sargento se tenia que cubrir de una lluvia de disparos a apenas 10 metros de los acompañantes del noble orco, que se habían cubierto detrás de un vagón de metal. Miro a su alrededor rápidamente y encontró un rifle láser de uno de los desafortunados guardias imperiales. Si esos Marines habían muerto por su pueblo, en nombre de ese gran emperador, él no podía ser menos. Tenia que vengar a sus familiares. Apunto hacia el gran orco, la mira le temblaba, pero aguanto la respiración y la bala impacto… aunque la bestia pareció no notarlo. Se rasco la espalda en el lugar donde había impactado el disparo, arrancó su hacha del cuerpo del marine caído, y corrió hacia el sargento. Este lanzo su ultima granada contra los orcos que le tenían bajo fuego de supresión, saltando estos en pedazos, y corrió con su espada-sierra hacia el gran piel verde restante, disparándole las pocas balas que le quedaron en la pistola bolter, que no lograron detenerle.

En el combate mano a mano que aconteció, el orco bloqueaba cada estocada del marine, que tenia que hacer esfuerzos para no ceder a la ferocidad con la que el orco blandía su hacha. En un momento dado el alienígena propino una patada que hizo caer de espaldas al sargento.

Hideus se abalanzo con el rifle imperial en mano, y empezó a darle culatazos y golpes al orco en la espalda, atizándole con rabia. Ni siquiera había caído en usar la bayoneta del arma, de lo cegado que estaba de furia. El orco se giro, le miro de arriba abajo con desprecio, y de un golpe con el reverso de su hacha lo mando varios metros lejos por el suelo.

Temán Hideus. Minero de 13 años de un planeta del sistema Inanna, cayó de costado con los ojos cerrados, deseando tener la fuerza para derribar a esa monstruosidad. Al abrirlos pudo leer. “dispensa la luz del emperador sobre nuestros enemigos, y deja que su voluntad aga el resto”. Estaba escrito en el lado de un bolter. El bolter del marine que yacía partido en dos a apenas unos pasos.

Mientras el sargento luchaba con las fuerzas que le quedaban, agarrando con ambas manos su espada sierra bloqueando una ultima embestida del orco, que apoyaba todo su peso el el hacha, consciente de que al marine no tardarían en fallarle los brazos, y su arma se hundiría en su cráneo.

El cielo se lleno de silbidos, capsulas de desembarco estaban cayendo hacia esa posición.

Hideus vivió el momento a cámara lenta. Se puso de rodillas, lleno de moratones. Levanto el bolter sagrado, pesaba mucho más de lo que parecía, así que se apoyo en la rodilla. Apunto hacia el orco.

Disparó mientras gritaba: “¡por el emperador!”

Una ráfaga de disparos de bolter impacto desde la parte trasera de la rodilla del orco hasta su cadera, cortándole la pierna con suma facilidad. El orco cayo de lado, y el sargento marine de un gesto rápido se levanto, apartó el hacha del orco e hizo rugir su espada sierra mientras cortaba el cuello al Noble orco.

En ese momento aterrizo una capsula de desembarco encima de una casa cercana. De ella saldrían entre otros un apoticario que curaría al marine que aún yacía mutilado, y al sargento que sufría algunos daños leves por balas y cortes.

El sargento miro al muchacho, y le dijo, esta vez mirándole a los ojos. “de manera que te sientes como un marine espacial… vas a tener que probar ser digno de cargar con esa arma que tienes en las rodillas chico…o yo mismo me asegurare que te ejecuten por profanar el bolter sagrado de uno de mis hermanos.”
 

Notas de juego

Hideus es local del sistema del capítulo... faltaría un cierre que escribiré yo hoy.