Partida Rol por web

Cuando parecía que ya nos íbamos, volvemos a por Benvido, fieles a cumplir con su ofrecimiento.
Desde el quicio de la puerta veo a Nuño entrar y dirigirse al comerciante.
Al otro lado de la taberna veo a la camarera que sigue sirviendo mesas. Me mira y le dedico una sonrisa a modo de buenas noches.
-Poca gente buena queda aquí a estas horas -le susurro a Orosia, a mi lado.

El ambiente está enrarecido por el mal vino, y el gigantón, antes la falta de atención a sus incomprendibles versos y falta de música, se empeña llamar la atención levantando barriles llenos.
Nuño interrumpe la conversación de Benvido con el tartamudo Eneco, que no se había desarrollado demasiado, principalmente por culpa del vascón, pero el carretero asiente enseñando dientes y encías, una amplia sonrisa mediante, y se excusa con un gesto, para levantarse trabajosamente y salir con vosotros. Está anocheciendo, hace frío y se oyen otra vez aullidos. Durante el camino hasta su carreta, Benvido os va explicando que tendréis que volver cada dia, pues el ungüento funciona un poco cada día. Os encontráis pronto de regreso al lado de casa de Tegidria, en el descampado vecino, sin haberos cruzado alma alguna. Tan sólo la casa de la viuda parece habitada, viéndose una tenue luz a través de contraventanas. Al llegar a la carreta, podéis ver cómo ambos bueyes, que están sueltos, os miran como si os estudiaran en la oscuridad. Benvido les saluda, como si fueran personas, - Pardillo et Rojillo-, y estos se apartan cono si realmente lo fueran. Os invita a acercaros a la carreta, de la que sale con dos tarros de cerámica con un sellado en cera que destapa, añade el contenido de uno al otro, mezclándolos y os ofrece.
-Aqueste es el ungüento. Venid mañana por más, como vos dije, ca funciona poco a poco.
Espera que os déis el ungüento allí mismo, pues no os deja llevaros el tarro ni os invita a entrar a su carreta.
Sobre la carreta, extendida, podéis ver una pelliza de lobo que os resulta familiar y que desprende un fuerte olor.
-¿Et vos, “cazadora”?- le ofrece también a Orosia.

Se quedó mirando a la muchacha y después a la vieja luego se sentó al lado del fuego. - No me fio ya me han robado un estribo de mi caballo, en este pueblo no se respeta a los caballeros, es toda una infamia el herrero guarda en su arcón una figura de un animal dada por el Buitre. Todo esto está siendo demasiado y creo que nos enfrentamos a una profunda falta de fe en Dios y manifiesto patente de culto hacia los animales. Es una gran blasfemia y creo que debemos primero de erradicar el mal y luego enseñarle a la gente el verdadero camino hacia su salvación. - Dijo no prestando atención a los presentes y mirando al fuego que calentaba la olla. - Un gran fuego debería de ser suficiente para esos demonios debemos de llevar antorchas para atacarles. - Dijo arrepentido por algo que se mostraba en el gesto de su faz. 

Tegidria, que removía la sopa, y a la que se le había caído el cucharón en la olla, cuando Tancredo había mencionado un posible hijo ilegítimo del Conde, había escuchado a Amelia y la réplica del caballero con el ceño fruncido. Al quedarse el caballero mirando absorto las llamas, intervino al fin.
-Nadie adora animal alguno en aqueste pueblo... que yo sepa. Et las gentes que a Dios rogamos, fazemos servicio en la capilla del castillo, que el conde ha bien a dejar abierta. Vermudo tan solo faze sus curas et conjuros, sin ofender al señor, et llama a las gentes a rogar a la Virgen del Lago, por quien la iglesia de los Templarios fue consagrada. Vive Dios que extraño blasfemo es quien recuerda a los cristianos de Ucero de adorar a su virgen..

Ante las palabras de la viuda, Godesteo, que también escuchaba la conversación con atención, no puede evitar exclamar -¡Vermudo!- Comprendo a don Tancredo, señora, pues de falar amb las gentes hoy, ví la poca sapiencia que de santos et santas han... ¡Non saben quién es San Catalina!.. Cuándo les propuse seguirnos en procesión, dieron por fecho varios que el tal Vermudo la encabezada.. et que fuere a las montañas, a rezar a la virgen del lago, que algunos non llaman virgen, sino dama a pedirle que guardara las tierras de bestias.-
-Mas habiéndoles contado las grandes virtudes de mis compañeros, algunos, los jóvenes, parecierónme entusiasmados et pedían salir mañana...fueron los viejos que dexían de esperar el consejo del dichoso curandero..-

Se levantó el viejo Tancredo que se apoyaba en su recia armadura, y aún así demostraba tener el vigor suficiente a pesar de su edad para poder levantar todo aquel peso sin ayuda de su escudero. - Debemos de hablar con Vermudo pues si él es devoto a la virgen entonces comprendo que se haya alejado de este pueblo. No hablo por hablar que Dios me guarde, dijo persignándose, - mirad la prueba del diablo que ha llegado a adentrarse en el corazón de esta aldea. Dijo entonces desenfundando su espada y enseñando a la luz del fuego el cuerpo pintado de un lobo que se dividía en las dos hojas. - El herrero me lo ha hecho dándome a entender cuando le pregunté de cómo podía ser mi arma más eficaz contra tal temibles adversarios que poseían garras y colmillos. He aquí la prueba palpable de donde se apoya la fe de esta aldea, y es nuestro deber erradicar a tales alimañas para que las palabras de Vermudo puedan otra vez ser eficaz en el pueblo. Más he escuchado, - Dijo guardando su arma cuando lo había enseñado por ambas caras, - que hace ya dos días que no aparece y ruego a Dios que no le haya pasado nada a tan buen hombre, que como misionero está para predicar la palabra del señor ante tales supersticiones. 

Dijo otra vez sentándose, he miraba a la vieja que se había puesto nerviosa cuando mencionó a la hija impúdica que había tenido el Conde. Después miró otra vez a la muchacha que le había discutido con delicadeza su postura. - Decidme vos Amelia de si sus padres viven y donde están. Seguro que ellos podrán falar con vos de muchas cosas que han pasado en este pueblo, si mi señora me permite tal grado de intimidad. - Dijo inclinando la cabeza levemente para después incorporarla como señal de respeto.

Maese Benvido siempre con secretos, más en la ordalía me ayudo, así que voy a confiar en que su ungüento sirva de algo. Si mañana vamos al bosque a ver al curandero necesitaremos estar todo lo bien que podamos.

Tomo un poco del ungüento del bote que no quiere soltar y me lo unto, no noto nada extraño, pero tampoco me hace ningún mal así que supongo que funciona.

Miro la piel de lobo que está en la carreta y curioso le pregunto

- Maese, et ¿ese lobo?, ¿es acaso uno de los que ayer nos atacaron? -

Habláis demasiado Don Tancredo. -le contestó secamente- mis padres no están por este mundo.

Tegidria carraspea -Acuérdome ayna que non hay camas libres, señor don Tancredo. Et si non queredeis dormir en el suelo, vos et vuestro escudero, quizás vos fuera más conveniente tornar a fazer noche en el castillo, que a buen seguro el conde vos mostrará su hospitalidad. Et también los caballos serán más seguros...

-Buen ojo, Nuño. Compréla a los vascones, pues pretendo fazerla servir de abrigo. ¡Quién sabe! Si aúllo con ella puesta, quizás los lobos me tomen por otro.

- Lo siento por vuestros padres espero que estén cristianamente enterrados en esta aldea. - Dijo de una manera suspicaz. 

Después escucho a la vieja: - bien entonces pasaré la noche en el castillo como comenté. - Dijo mirando a su escudero Tiago. - Vamos mi buen Tiago vayamos a reposar al castillo. 

Después miró a los presentes: - que paséis buenas noches nos veremos en la hora tercia en el pozo del pueblo. Dijo saliendo fuera de la casa de Tegidria.

Acaricio los bueyes mientras espero que Nuño termine de darse el ungüento.

Una vez termina, me desvisto y comienzo a untarme.

—Espero que sea más efectivo que el que me dio la Tegiria —una silenciosa pausa mientras aguanto el dolor que me produce al tocarme la herida —. Muchas gracias don Benvido. No lo venda usted todo, que mañana vendremos a por más.

Apenas me unto con la cosa esa, comienzo a notar que la zona empieza a calentarse.

- Ten cuidado amigo Benvido, esos lobos eran cosa do demo, no vayas a tener problemas solo por tener una piel - le dije mientras esperaba que mis compañeros se echaran el ungüento antes de volver a casa de Tegiria a pasar la noche.

Cuando Zacarías intenta acariciar a uno de los bueyes, éste se separa y vuelve el astado hacía Zacarías, revolviéndose. Con una rapidez que no esperabas del carretero, se lanza casi dos varas raúdo a coger el cuerno derecho y le vuelve la cabeza. A Benvido, que se le había borrado la sonrisa, mientras mira severo al buey, dice enigmático: 

- Non credo, buen Nuño, que los demonios gusten de encarnarse en lobos, pues dixen que estos ya sirven a otros amos , en cambio, los bueyes...

Con el ungüento ya untado en las heridas, me dirijo al interior de la posada. Pregunto a Tegidria por algo para picar y así no irme con el estómago vacío a la cama.

Ya en la habitación, recostado en la cama y tras haber realizado las oraciones correspondientes, pienso en la chiquilla de la taberna. Flora, se llamaba. Pobre mujer, con el padre ese estado. Me viene a la cabeza si no será demasiado peligroso que nos acompañe, siendo mujer y de tan corta edad. ¡Ah, eso sí! Espero que no se olvide de ese cuerno del que hablaba. Aunque a su padre no le sirvió de mucho, pero quién sabe, cualquier ayuda es poca con esas bestias del demonio.

Y mi mente da un salto y pienso en mi padre y en mi familia. ¿Qué tal lo estarán llevando? Espero que allí no hayan llegado los ataques de las fieras. ¡Mama, espero que estés bien! ¿Y Matías, en qué estará metido este hombre? No entiendo para qué me metió en estos asuntos, con lo tranquilo que estaba yo en el Burgo de Osma.

Y con estas me quedo dormido.

Despierto con un gallo sonando de fondo, como si acabase de cerrar los ojos. Parece que me encuentro mejor físicamente, pero aún bastante cansado. Salgo de la cama, me visto y cojo todas mis pertenencias, que tampoco son muchas, incluyendo algo de comida que me quedó de las raciones del día anterior. Siempre es bueno llevar algo en el bolsillo.

Con todo puesto, salgo de la habitación y me dirijo al comedor de la posada para desayunar algo.

Cenar y dormir

por la mañana ponerme la armadura, casco y escudo. Laud a la espalda. Ceñirme la espada al cinto y la daga. Odre colgado y el resto de mis cosas en el jamelgo. Menos la capa que queda chuli puesta y da calorcito.

Pablo viene con nosotros.

Ir con todos a la hora señalada.

Volví a mirar a los bueyes después de oír a Benvido, seguían dándome mala espina, parecían demasiado grandes y no se comportaban como animales corrientes.

Cuando mis compañeros acabaron con el ungüento me despedí de Benvido y los seguí a casa de Tegiria, mientras por el camino buscaba algún palo que pudiese llevar mañana en el camino. No tenía ningún otro arma que pudiera ayudar si había algún problema y un palo sería mejor que una antorcha.

Sin nada más que hacer era mejor cenar y acostarse pronto que al día siguiente habría que salir rayando el alba para poder regresar antes del anochecer.