Partida Rol por web

Aetas luporum

Epílogo

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29/09/2020, 01:04
Director

Las mestas llegaron a los montes de Ucero sin sufrir infortunio y sin cruzarse con lobo alguno. Los centenares de ovejas podrían pastar tranquilamente durante el resto de la primavera y el verano en los pastos húmedos del señor de Ucero.

Pero el conde, don Gregorio, no llegó a verlo. Con espantosas quemaduras, y con los pulmones llenos de hollín, gastó su último aliento en poner a todo su pueblo por testigo de que sus fieles hombres con sobrenombre de ave, no eran sino vulgares ladrones y traidores, que al pensar que Ucero estaba condenado por los lobos, habían tramado acabar con su vida como si fuera un hereje, tan sólo para llevarse un cofre lleno de oro y huir. Tratando de acabar con la de su hija de paso.
Porque su hija era la doncella Amelia allí presente.
Una vez dicho esto con una voz ronca y entre toses, señalándola para dejarlo bien claro, dejó caer con mano, como si le hubiera supuesto un esfuerzo sobrehumano, y exhaló su último suspiro.

Tras las ovejas venía un carruaje con la enseña episcopal acompañado de una gran escolta a caballo.
El obispo de Burgo de Osma en persona pastoreaba las rebaños, y se acercaba al castillo del cual era acreedor de dineros, y al pueblo del cual era guardian de las almas.

¿Qué ocurriría cuando preguntara al Señor de Fuenfría y a don Peláez, dos hombres de buena familia que se deben a su palabra, por todo lo acontecido en las montañas? ¿Y cuando supiera que el señor del condado que seguro que ambicionaba había muerto con violencia? ¿...Tras nombrar heredera a una doncella con ropas de criada que nadie más conocía en el pueblo hasta ahora? ¿Y si le mencionan la antigua devoción de los campesinos por la dama del lago y ve la iglesia del pueblo abandonada a medio construir...?

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30/09/2020, 20:03
Nuño

Al final todo acabo tan rápido como comenzó. Apenas asimilando lo que acaba de pasar y todo lo que había visto en estos días, Nuño decidió que era hora de volver al mar ya que las cosas en tierra eran demasiado raras. Además non era menester suyo tratar de explicarles a los nobles lo que había sucedido cuando ni él creía posible la mayor parte de lo que vio.  Despidiose de los compañeros de viaje que lo habían acompañado estos días así como de los salutadores (antes de que Froilán pudiera volver a liarlo en otra aventura descabellada) y partió raudo, continuando su peregrinación a Santiago.

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07/10/2020, 00:25
Director

Nuño intenta despedirte de los salutadores. Godesteo estaba rodeado de lugareños, que le pedían bendiciones, pues los guardas decían que había sido él que había sacado al conde de entre las llamas, aparentemente sin sufrir quemaduras. Apenas oye su adiós. Froilán, por su parte, está como ido, y te mira con la boca entreabierta, apenas moviendo su labio inferior.
Alguien le tira de una manga, un niñuelo te mira desde abajo sosteniendo con los brazos extendidos una pelliza de lobo con cicatrices, y un frasco de vidrio lleno de un líquido turbio...
-Señor, díjome el carretero que muxas gracias por ayudarle a pescar el pez de la laguna, e de darle aquestas cosas e que sería de buen uso. Qué preguntara por la vieja Eulalia en Aranda, que le enseñará que facer con la piel del lobo, e que se bebiera un poco desto cada día, desde hoy, ca pronto la salud va a faltar a todos por seguro..
En ese momento llega apresurado Godesteo agarrastando con las dos manos al rechoncho Froilán. -Nuño, habemos decidido peregrinar a Santiago... Fray Tomás necesita reposar, más credo que non será muy conveniente que Froilán haya de responder a las preguntas del obispo.

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07/10/2020, 00:44
Director

El agotamiento es tal que en que cuanto te sientas, el cuello te flaquea, y los ojos se cierran. Pero cada vez que esto ocurre ves desde la oscuridad la salida de una cueva, obstruída por la silueta de un hombre con sombrero. Solo que la cueva se balancea.

A la cuarta o quinta cabezada, tus ojos se han hecho a la luz, y ves que no es una cueva, sino el interior de una carreta. De unas cuerdas, cuelgan varios frascos de vidrio con extraños contenidos. Ves las manos de tu madre, diminutas, como si fuera del tamaño de un insecto, en medio de las tinieblas, que se posan en una pared invisible. Está dentro de un frasco. Benvido gira su cabeza, hacía el oscuridad del interior de la carreta, mientras hace ademán de azuzar a los bueyes, y sonríe maliciosamente.